¿Se han montado en una buseta un día del bando? (II parte)
Cruzo la avenida Venezuela con rumbo a la torre del reloj, donde mis amigos me esperan para poder ir a los palcos de la alcaldía, pero no puedo dejar de pensar en la travesía… El miedo todavía me acompañaba cuando me senté, cerca de la puerta trasera, pero al ver que no había tanta gente en las calles, la tranquilidad estaba diciéndole al miedo que se fuera; lo normal en los buses que cubren esta ruta es que vayan a toda m… máquina hasta llegar al reloj temporizador, así que no me preocupé cuando casi nos volteamos en una esquina. Lo que si me seguía inquietando era la desolación en las calles aledañas a la vía, ya íbamos por la bomba del amparo y nada, ni un “bolsitazo”, ni una caricia marina para el vehículo en el que andábamos, aunque el conductor había bajado considerablemente la velocidad a la espera de más pasajeros que transportar hasta el centro.
¡Increíble! ¿No pasó nada? Preguntaron desconfiados mis amigos al llegar al sitio de reunión, pero les seguí contando… Bueno, estábamos a la altura del mercado de bazurto cuando lo inevitable sucedió: Una bolsita venía surcando los aires con un silbido típico de ellas y ¡Bang!: En la ventana delantera del “sparring” y siguieron una serie de “balazos – bolsita” (parecían tirados por rockets ecuatorianos) que acompañaron a la primera en su intento de mojar a los pasajeros; una sola logró llegar a su objetivo y se escuchó el ¡Ay mi madre! de una señora que venía ubicada en el puesto detrás del conductor.
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