Para regocijo de muchos, el referendo del 25 de Octubre, no pasó en su totalidad o en palabras más bonitas, no alcanzó el umbral requerido para ser aprobado como mecanismo constitucional.
Antes de comenzar formalmente esta reflexión, quisiera decir que estoy parcializado, ya que participé en la campaña de colombianos por el referendo apoyando constantemente las pedagogías que se desarrollaron en un intervalo de dos meses.
Ahora bien, el hecho de estar parcializado, no me impide ver (ya en frío) las connotaciones para el país que conlleva el hecho de que algo así suceda.
En todos los países del mundo (los países serios) el referendo es un mecanismo utilizado de una manera natural y se hace para presionar a los parlamentarios para aprobar reformas que no se atreven a llevar a cabo ellos mismos por temor a perder sus derechos políticos o simplemente porque quieren poner en las manos del pueblo decisiones que ellos creen de vital importancia para el futuro de la nación.
Aquí en Colombia, acaba de caerse un referendo constitucional que pretendía acabar con costumbres políticas corruptas y negativas sangrantes de la economía nacional, y así mismo buscaba tapar el hueco fiscal presente en las finanzas del país.
Hay fiesta en muchos corazones, tristeza en otros, pero lo que en realidad acaba de suceder es algo que no beneficia en nada al futuro de nuestra nación.
Todavía no entiendo cómo hay personas que se jactan de que ellos no votaron, cuando lo que se buscaba era mejorar el ambiente político en un país en el que anualmente se nos pierden más de 70 mil millones de pesos por culpa de la corrupción y la politiquería, en un país en el que la educación se ve golpeada porque no hay plata para invertir en ella, porque se nos va el dinero pagando pensiones altísimas y pagando regimenes pensionales inadecuados planteados por las uniones de sindicatos, como la USO, la CUT, entre otros, que tienen a ECOPETROL al borde del cierre, porque dentro de unos años no va a poder sostener el pasivo pensional que lo encerrará dentro de su propio y podrido cascarón burocrático, en el que unos gozan y otros sufren. Y aún así, siguen regocijándose de que no votaron, o que hicieron abstención activa.
Por mi parte, voté y lo hice a conciencia, porque vi en el referendo una oportunidad única de darle una bofetada a la clase política tradicional y en realidad se nos burlaron en la cara, desconcertando a la gente, diciéndole mentiras, jugando a la desinformación, hablándole de que se iba a cerrar el Sena si se aprobaba el referendo, que iban a privatizar la educación, en fin, una sarta de mentiras que lo único que lograron fue mantener a las personas alejadas de la verdad, de lo que realmente era el referendo.
La derrota de este mecanismo constitucional y la victoria de la clase política de siempre, se nos olvidará dentro de unos días, cuando comencemos el reinado de belleza y Colombia se pierda, una vez más, en toda la parafernalia de las reinas y los noticieros dedicados única y exclusivamente a la parte vacía de Cartagena de Indias. Luego vendrán las primas decembrinas y ya habrán pasado dos meses en los que, al gobierno nacional, le tocará hacer maromas para que la economía no se siga descolgando, el país no se siga enterrando y la tristeza no siga invadiendo nuestros corazones al ver como siguen robándose la plata los corruptos y cómo sigue Piedad Córdoba saliendo a decir toda la sarta de tonterías que siempre dice para ganarse el pueblo con su discurso demagógico de siempre, hablando de una colectividad que ya no existe y que aprovecha la coyuntura para irse del lado de los izquierdistas pacíficos.
En el peor de los casos, todo seguirá igual: La plata se irá como siempre, a Dios sabe donde, la educación en donde está (en la basura del congreso) y nosotros, como siempre, viendo a las reinas desfilando en la tv.