Tema llevado y traído, expuesto y tratado parte de la historia colonial de Monclova, ha sido el proceso que la santa inquisición formó, en la capital de la antigua provincia de Coahuila, allá por la primera mitad del siglo XVIII, y que arrojó como resultado, la reclusión de varias mujeres, que purgaron penas y condenas, en las cárceles secretas del la inquisición en la ciudad de México y en otros lugares, como conventos o casas de monjas, so pena en algunos casos de no regresar a Coahuila y en otros imponiéndoles cierto tiempo para volver a su tierra, los “crímenes”: hechicería y brujería, prácticas, que ante severos interrogadores, acabaron por aceptar los denunciados, alcanzando el numero de cincuenta, los interrogados, en su mayoría mujeres, las que conocedoras del ambiente doméstico, que se vivía en aquellas familias, llenaron las declaraciones de temas que sin duda, fueron la platica mas amena en las noches de calor en verano o en los fríos inviernos, a la orilla de la chimenea y donde los abuelos narraban la historia “del hombre encueretado”, del diablo que decía “llamarse Herodes” o la aparición de esta encarnación del mal “todo vestido de negro, sentado en una silleta, en el carrizal que esta en el río” o los increíbles, viajes relámpago que realizaban algunas vecinas “volando desde Boca de Leones hasta Monclova”, En fin a los interrogatorios, seguía la aceptación de su “complicidad”, debido sin mas, a su sencillez y a su mas legitima realidad. Todo el proceso se desencadenó, tal y como se asienta en los respectivos expedientes, que obran en el Archivo General de la Nación, “por una bolsa de bombasí azul que se encontró en la calle y la cual contenía, cabellos, una piedra imán y yerbas”, la que sin duda fue el rastro que los celosos ministros clérigos y seculares de esos tiempos en Monclova, promotores de esta persecución, siguieron, como lo fueron el Bachiller Joseph Flores y el vecino Juan Francisco de Castilla y Rioja, este último de un celo piadoso sin medida, que funcionó como notario del antes mencionado tribunal, integrando diligente la investigación, que llevó a involucrar a personas de Monclova y de varios vecindarios de la región, como lo fueron el de la misión de Nuestra Señora De la Victoria Casa Fuerte de los Nadadores y el vecino Pueblo de San Francisco de Tlaxcala y su Misión de San Miguel de Aguayo.
Ante tales acontecimientos, que trastocaron la tranquilidad de la pequeña villa de Santiago de la Monclova y habiendo procedido el cura y notario a comunicar el caso al Santo Oficio en la ciudad de México, este despues de revisar minuciosamente los pliegos, percibió al punto serias inconsistencias y alarmados los jueces inquisidores, llamaron a México a don Juan Francisco de Castilla y Rioja, quien confirmó las sospechas del temido tribunal, ordenándose de inmediato, el nombramiento de un nuevo comisario del Santo Oficio para la Provincia de Coahuila, con facultades especiales, el hombre escogido para la delicada misión: Fray Hermenegildo de Vilaplana, misionero apostólico del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, quien con el tiempo se convirtió en una de las glorias de su colegio, siendo por nombramiento del Comisario de Indias, el segundo cronista, a la muerte del célebre misionero de Río Grande, Fray Isidro Felix de Espinosa, autor de la famosa “Crónica de los Colegios”, el padre Vilaplana fue autor de la excelente biografía “ Vida Portentosa del Americano Septentrional Apóstol, el V. P. Fray Antonio Margil de Jesus”, impresa por la Bibliotheca Mexicana en 1763 y reimpresa en Madrid en 1775 por Juan de San Martín, además de otros muchos escritos como su “Histórico y Sagrado Novenario de la Milagrosa Imagen de Ntra. Sra. Del Pueblito”, dedicada al Marqués de Cruillas, virrey de México impresa en 1765; Fray Hermenegildo, vino a la Nueva España enviado para el trabajo de misión, en el grupo o expedición como se le llamaba, que trajeron los padres Fray Javier Ortiz y Fray Juan Bautista Sales, con el fin de aumentar el número de religiosos en el colegio de Querétaro y en consecuencia en las misiones que administraban, fueron 18 los compañeros que se embarcaron en el navío de guerra “La Reina", un 27 de mayo de 1749 concluyendo su viaje en la ciudad de Santiago de Querétaro el 12 de mayo de referido año, sobre el, asienta el reporte que comúnmente se recababa antes de zarpar:
Fray Hermenegildo de Vilaplana, sacerdote, predicador, natural de Benimarfiell, arzobispado de Valencia, de 28 años, buen cuerpo, ojos pardos, señal de herida en carrillo derecho, poblado de barba, ex lector de artes y de teología, en el convento de la Corona de Cristo en Valencia.
Habiendo recibido su nombramiento el 20 de abril de 1751 y despues de
instruirlo con recomendaciones especiales, para su actuación
en lo se denominaba “la complicidad de Coahuila”, arribó a Monclova
a principios de mayo, viaje en el que fue auxiliado por el Bachiller Juan
José Rodríguez, del Saltillo, a quien Vilaplana traía
el nombramiento de comisario del Santo Oficio.
El ambiente que entre la gente de Monclova encontraron Fray Hermenegildo
y su secretario Fray Esteban Salazar, quien por cierto vino de España
en el mismo barco y expedición de 1749 al colegio Queretense, siendo
originario de Cascajares, en el obispado de Burgos, obligó al comisario
llegado desde México a escribir, que había sido tal la conmoción
de aquellos hechos e indagatorias que: “Las mujeres que criaban, los viernes
en la noche, no dormían, por miedo a que fueran las brujas y sus
niños ahogaran. Los de afuera escribían a esta villa (la
de Monclova) que no venían, no sea que los encarcelaran por brujos,
hasta los niños y niñas, cantaban las coplas de las brujas:
de Coahuila somos
Al Saltillo vamos,
De adentro venimos
Y no nos cansamos.”
El comisario franciscano y su secretario, iniciaron sus investigaciones en Monclova y la región entre agosto, septiembre y octubre del año de 1751, llamando a declarar, con la prudencia que dictaba el caso, a un determinado número de vecinos, quienes ya habían sido declarados por el cura Flores y el notario de Castilla y Rioja, quienes ahora solo eran meros espectadores, pues sus títulos, los ejercían estos dos frailes investigadores, mas aun, Vilaplana refiere que le ocultó al Bachiller Flores, su relevo como comisario en Coahuila, esto con motivo de su condición, porque cuando lo llamaba a declarar, lloraba y añade “para leer es preciso que se valga de otro, porque ni con anteojos ve y si ha de responder es necesario que le pongan la pluma en la mano y le han de dar el punto para continuar la línea”, del celoso don Francisco de Castilla, el notario, quien apenas regresó de México a principios de septiembre de ese año, dice en sus informes Fray Hermenegildo, que en el curso de los primeros interrogatorios “salía de su casa a examinar las reas encarceladas, que estaban unas en la cárcel, otras en las casa reales y otras en la troje del gobernador, vestido de juez con un santo Cristo al cuello, la vara de alguacil en una mano y el tintero y papel en la otra” y como este Castilla, hiciera largo el viaje de México a Monclova, dice el comisario “en el camino hizo mas daño que un espeso granizo, por lo que es de callado y silencioso. Silencioso como un río precipitado y callado como un reloj suelto” y concluye su opinión explicando que “en Querétaro, no solo en el Colegio, sino también en algunas tiendas y a varios sujetos, dio aviso y razón de la averiguación y pesquisa que estamos practicando”
En el otoño de 1751, Fray Vilaplana y su secretario, decidieron partir a la misión de San Juan Bautista, saliendo de Monclova el 23 de noviembre y llegando en la víspera de San Andrés Apóstol, el 29 del mismo mes, de ello dice nuestro personaje: “tuvimos para bien retirarnos unos cuantos dias a estos incultos y silvestres despoblados, a pasar las pascuas de Navidad en compañía de los venerables ermitaños que tiene en estas regiones nuestro apostólico Colegio”. Estando en las misiones de Río Grande, recibieron una carta de los cabildos tlaxcaltecas del Pueblo y de Nadadores, en que solicitaban clemencia y justicia con las mujeres que habían sido señaladas de hechicería, consignando en su misiva un párrafo, que sin duda, nos refleja una realidad, que no pide comentarios: “también a otra llamada Marcela, preguntada en tamaña materia por Don Juan (de Castilla y Rioja) y respondiendo ella en mexicano que no sabia, diciendo amo niemati, él decía, que la mataste con puyumate (yerba) y replicando la mujer en su lengua amo nicuiquilia, o sea Dios, él decía, negaste a Dios…”; En la Misión de San Juan Bautista, Fray Hermenegildo, estuvo apunto de morir de un “tabardillo maligno”, el que creían era un “catarro, epidemia común en esta tierra”, al grado de haberlo dispuesto Fray Esteban Salazar, para la última hora, que creían cerca, pero aun quedaba Vilaplana para rato y tan pronto estuvo repuesto, se encaminó a Monclova, donde en la primavera de 1752, el 19 de abril, ya procedía a recabar mas declaraciones en el cumplimiento de su comisión, lo que puntualmente reportaba al tribunal en México, el dato final de la estancia de este escritor franciscano en Monclova, lo encontramos en las declaraciones del 3 de agosto, por lo que suponemos partió a rendir su reporte al iniciar el otoño de 1752. Para el año de 1754, todavía se le menciona con el cargo de comisario para Coahuila, pero este dato aparece en las sentencias o ultimas diligencias de las acusadas quienes para ese tiempo purgaban condenas en México y en otros casos los procesos veían su conclusión.
Entre mayo de 1751 y septiembre de 1752, Santiago de la Monclova, conoció y trató entre su vecindario, al celebre escritor franciscano Fray Hermenegildo de Vilaplana, joven y recién llegado a la Nueva España, de donde podemos afirmar que su labor en Monclova, significo un bautismo, para los muchos e importantes trabajos que el futuro deparaba, a este docto franciscano.
Agradecimiento a Lucas Martínez Sánchez , por su apoyo en la realización de este escrito.
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Ultima Actualización:
30 de Septiembre
de 2002
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