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Relatos ascensionenses
Introducción.
En los rincones de México, sobre todo en las zonas rurales, se han generado interesantes leyendas, fábulas, cuentos y joyas de otros géneros literarios. El municipio de Ascensión no queda fuera de esta apreciación, y por diversos rumbos de esta región fueron creándose relatos, y se platicaban durante las noches, en reuniones junto a la primitiva estufa de piedra, adobe y una plancha de fierro, o en torno a una fogata, todos con contenidos sobre hechos sucedidos durante las noches: de las luces voladoras de la Colonia Díaz, de los monitos verdes del Cañón de Boca Grande, de la “troca” con todo y luces que circula en los llanos del Ejido Gral. Manuel Gutiérrez Sáenz, del vagabundo sin cabeza de Vado de Piedra –ahora en la Colonia Veracruz-, de las voces y ruidos de las antiguas casas que cada vez están más destruidas en Ascensión, del minero fantasma de la Sierra del Fresnal, y más. No se sabe cuántos relatos se perdieron, quizá para siempre, pero algunos me los han contado y así lo los he colocado aquí.
Es notable
el gran parecido de algunos de estos relatos con otros en regiones alejadas no
solo de nuestro país, sino del mundo. Quizá por tener un mensaje universal, han
sido adaptados por varias culturas, y si los protagonistas fueron tigres en el
norte de India, en el Serengueti
africano son leones, en Alaska son osos, en algún rincón de Siberia serán
lobos,aquí serán pumas o coyotes.
Ascensión en México.
La
de los osos y los soldados.
Mucho antes de la
fundación de Ascensión, cuentan que los viajeros que pasaban por esta región se
topaban de vez en cuando con osos. Así, podemos imaginar a dos soldados del
Presidio de Janos, viajando a Santa Rita del Cobre y charlando por el solitario camino
junto al Río Casas Grandes, cerca de donde está ahora Ascensión:
-
¿ ... y sí
son de peligro los osos?
-
Sí, hay que
tener cuidado, pero más con las hembras.
-
¿ y cómo puedo diferenciar a un oso de una
osa sin acercarme?
- -Muy fácil, mira, haces que te persigue un animal de esos, y te encaramas al árbol. Si el animal se echa cerca del árbol y te espera a que te bajes para comerte, es un oso. Pero si se pone a menear el árbol para que te caigas, es una osa.
-
Una
de compadres.
A finales del
Siglo XIX, en una de esas frescas noches de agosto, dos compadres
ascensionenses por los rumbos de Cerros
Rayados juntaban un poco de leña,
cuando ahí estaba lleno de árboles todavía.
En pleno trabajo, se les aparece un puma –“un lion”-, rápidamente uno de
ellos que traía un hacha y un machete, se sube ágilmente a un árbol con sus dos
herramientas. El otro compadre, con kilogramos más de sobrepeso y más lejos de
los árboles, no puede correr y se tira en el suelo, haciéndose el muerto. El
puma se le acerca, lo observa, lo voltea boca arriba y le olfatea las
orejas durante lo que le pareció al
gordito un largo momento, y después el animal sigue su camino.
El “muerto” se levanta y corre hacia su compañero:
-¡Compadre, compadre, a que no le atina lo que me
platicó el lión!
-¿Qué le dijo, qué le dijo?
-Que no me junte con jijos de la... como usted, por que
en todos los líos me dejan solo.
La plata y el cadáver de El Sabinal.
En su apogeo,
durante la actividad minera de la Sierra del Fresnal se veían por todas partes
hombres buscando plata. Así, un norteamericano tras haber estado algunas
semanas solo extrayendo piedras, reunió una buena cantidad de mineral que valía
una buena fortuna, y que acomodó en una de esas largas, angostas y populares cajas de madera
olorosas a alquitrán, en donde había llevado herramienta y algunos víveres para
el tiempo que estuviera en el agreste lugar. En su carreta recién comprada salió alegre rumbo a
Ascensión, llegando primero a El Sabinal, en donde se detuvo un momento a tomar
unos tragos para celebrar.
En esos días,
dos amigos ascensionenses, pobres y sin nada que perder, trabajaban en esos
rumbos, ahí cerca, y uno de ellos tras
haber sufrido un grave accidente y sintiendo cerca la muerte, le hizo prometer
a su amigo que lo llevaría a sepultar a
su querido pueblo de Ascensión,él único lugar en donde podría descansar eternamente. Así, fue depositado el cadáver en una de esas largas, angosas y populares cajas de madera
olorosas a alquitrán, en donde habían llevado
herramientas y algunos víveres para el tiempo que estuvieran en el
agreste lugar. En su carreta que con penas pudo conseguir prestada, salió triste rumbo a Ascensión, llegando primero a
El Sabinal, en donde se detuve un momento a tomar algunos tragos para olvidar.
Pero al calor
de las copas, se dice lo que no se debe decir, y si se está junto al afortunado
y se ha tomado menos que él, pues a darle más copas y hacerlo hablar, y en cuanto se descuide,
pues a aprovechar la situación, pensó el ascensionense. Así lo hizo, y salió
discretamente dejando a su nuevo amigo gringo inconsciente por el alcohol. Hizo cambio de cajas, y partió
inmediatamente rumbo a Corralitos. Días después, en Casas Grandes, se enteró
de que alguien había tirado cerca de El Espía una caja alquitranada conteniendo un cadáver, y se sospechaba de un
norteamericano con apariencia de minero que pasó sin detenerse ni a tomar agua, por Boca Grande y el Ojo de Palomas.
-“Pobre gringo”- se dijo en voz baja para sí mismo, mientras salía de después de hacer algunas compras en un almacén de herramientas agrícolas, para dirigirse rumbo a una hacienda para pagar una tratada de buen ganado.
Una
cárcel para una sola una persona.
“Creo que esta
la inventó uno de Janos”, me contó entre carcajadas un hospitalario anciano. Según su
historia, su padre le había platicado que en un tiempo Ascensión no pasaba un
día sin pleitos, balaceras y robos. Un policía emprendedor hizo una cárcel tan
pequeña, que apenas cabía una persona adentro, y frente a la sonrisas incrédulas
y burlonas de los vecinos, anunció que se iban a acabar los pleitos, balaceras y
robos.
El día que
termino la prisión, apresó a un ladrón de ganado. Al otro día, a un matón que
acababa de petatear a un "amigo". Como no cabían los dos, metió al asesino a la
cárcel, pero antes sacó al abigeo para
ahorcarlo en un álamo que estaba junto a la cárcel. Y dicen que así cambió La
Chona...(Ascensión).
Año nuevo y siglo nuevo.
En la última
noche de 1899, que fue el último año del Siglo XIX, la gente de Ascensión
estaba feliz, y con mucha razón. Habría esa noche un mega baile –los mega
bailes parecen haber sido inventados aquí, no en Juárez o Nuevo Casas
Grandes-, pero sería esta vez un mega baile especial,
al que asistiría casi toda la gente del pueblo, para recibir año nuevo y siglo
nuevo. Nadie supo de donde llegó, pero
un predicador durante las horas anteriores al baile y durante el baile, decía
a sus hermanos ascensionenses que el mundo se iba a acabar con el Siglo, que
se arrepintieran, que el fin estaba cerca. Y efectivamente a las 12 de la noche
con tanto grito, balazo, cohete y
tamborazo el mundo se acabó, pero para
el predicador: con tanto y repentino ruido, le pegaron un buen susto y su
corazón se detuvo de inmediato.
El
fantasma del río.
(NOTA: Este suceso me
tocó vivirlo personalmente, hace ya algunos años. Los participantes
me pidieron poco después de eso que si algún día divulgaba la historia, que
cambiara los nombres. Una experiencia similar es casi seguro la hayan vivido numerosos habitantes de las pequeñas localidades del municipio.)
Bajo la luna
llena a principios de octubre, en torno
a una fogata, compartíamos alegremente descascarando chiles chilaca, asando
manzanas, elotes y papas. En cierto momento, sumamente agitado y pálido por el susto, llegó un muchacho:
-¡Papá, Don Toño, Julio, Pepe, profe, ya lo miré, ya lo
miré, sí es cierto, hay un fantasma en el río, cerca del puente...!
Rápidamente nos trepamos al transporte de redilas. Poco
más adelante, se nos unen algunas personas, ya casi llegando, otras más. La troca se quedó estacionada cerca
del Puente Veracruz en Colonia
Veracruz. Ahí se quedaron también varios “valientes”. No es miedo, sino
precaución, dijo uno de ellos. El resto avanzamos y descendimos al angosto
lecho del río, en donde la humedad de la arena produce en las noches un ambiente frío que
inevitablemente produce escalofríos y miedo. Pero el ruido y las luces de los
automóviles al pasar por el cercano puente dan algo de confianza. Avanzamos muy alertas, como no
queriendo avanzar:
-Ora, no empujen.
-Pepe, suéltame de la camisa...
-
Apúrenle, no
sean sacatones.
-
Pues vete adelante si tienes apuro...
-
Apá tengo miedo, tengo miedo.
-
Tá bien, pero no me agarres de la mano, vente atrás de mí.
-
Esos de atrás no se queden parados.
Julio y yo íbamos atrás. Por
precaución. Julio se detuvo de repente, yo lo imité. Él había visto algo
adelante. Todo el grupo se detuvo. Detrás de a un arbusto, un bulto blanco con
dos ojos rojos se movió, mirando hacia nosotros. Y de repente, tras un fuerte
sonido como de trompeta, salimos todos corriendo hacia la camioneta.
-La llave, la llave, en dónde
está la llave, quién trae la llave-, se oyen varias voces desesperadas.
-La trae Don Toño, responde
alguien a punto de llorar.
Nos miramos unos a otros. ¡Don Toño no se encuentra entre nosotros! Sin hablar, como impulsados por resortes, nos dirigimos al lecho
del río. Ahora vamos todos, hasta los precavidos.
Alguien ha bajado una pala. Otros hemos levantado piedras. Hasta un rosario que
estaba en la camioneta es tomado como arma.
-Creo que el mono se comió a
Don Toño.
-No, a mi papá no...
Encontramos a Don Toño, tirado en la arena, y bien muerto, pero de
risa:
-Para qué corren, no ven que
es una mugre vaca...
¿Sabe de algún otro relato que podría estar aquí? ¡No se quede con él!
Fotografías del Municipio de Ascensión.
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