El artista convirtió una sencilla escalera en un mecanismo creíble para subir directamente al cielo (Escala de escalas). El fonógrafo, del cual sólo existe el altavoz pareciera ser capaz de, por sí solo, interpretar la melodía adecuada para tal hazaña. Al tope de la escalera espera un ataúd blanco y diminuto: hecho a la medida de un pequeño ángel o de un niño, muy probablemente indígena. Lo eterno de los objetos y su silencio son un lenguaje conocido para este artista quien, a pesar de haber nacido en nuestro siglo supo escuchar las enseñanzas de sus ancestros y aprovechó de esta manera la magia que lo rodeaba. Según sus propias palabras "aquí abajo todo es símbolo y misterio", sólo es necesario, por tanto, descubrirloManuel Álvarez Bravo encuentra esa belleza primigenia en lo cotidiano. Busca símbolos en todo aquello que se despliega a diario frente a sus ojos. Para él lo fácil es mostrar la belleza de una mujer hermosa, pues para ello no se requiere imaginación, no hace falta ser artista. Sus desnudos no son de mujeres agraciadas, tampoco feas, son mujeres normales, tan cotidianas como las que presenta vestidas.
Por otro lado, lo popular es una constante en su obra. Hombres que deambulan como el de Peregrino en las cosas de esta vida (1942), o sencillamente en su trabajo, como el barbero de pueblo que afeita a un hombre en la calle sin mayor pompa ni ceremonia (El Barbero Álvarez Bravo presenta escenarios reales, incluso se jacta de ello. Sus imágenes son fruto de las circunstancias que las generaron. Éstas generalmente dependen de lo demás, si el barbero estaba de espaldas a la pared en el momento de la foto, así quedó en la misma. La Mechuda (1955) voltea espontáneamente la cabeza en dirección contraria a su caminata. El violín Huichol fue colocado allí por su dueño y en la misma posición fue fotografiado. Estas "casualidades" generadas por las personas comunes que lo rodean inciden en la obra del artista. Deciden, sin pensar en el destino eternizador de la fotografía, la posición de los objetos y la intención de la mirada. Son en cierto modo sorprendidos por el fotógrafo. Por eso no es de extrañar que personajes del pueblo y en general lo cotidiano y popular estén siempre presentes en la obra de Manuel Álvarez Bravo. 4. Más allá de la imagen está el sueño Su forma particular de ver la realidad lo llevó a investigar el sueño, pero el sueño que se da en la vigilia, lo cual es un amplio material de trabajo para alguien que entiende la magia de lo cotidiano. El ensueño (1931) muestra a una joven que aunque está despierta, se encuentra profundamente dormida. Ella está en otro lado y la imagen nos traslada a ese lugar. Lo maravilloso es que cada espectador imagina distintos sitios de ensueño. y aprender de ello.
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