Red Virtual 2006
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de los Diplomáticos |
Mavis Escobar esquelas 10 de nov, 2003 |
una Verdadera Luchadora, Un ejemplo a seguir!! |
"Si hicieran lo que les pido, me sentiré libre,
aún después de mi muerte".
UMAVIS
ROSA ESCOBAR
Periodista, incansable luchadora por la Cultura de la Donación
de Órganos y Tejidos en su país Paraguay.
Madre de trasplantada renal, esposa de donador vivo relacionado.
Formo la Fundación Amor y Vida.
Co fundo la OLAT donde es miembro honorario de la misma.
Partió el 10 de noviembre del 2003.
"Estamos seguros que cuando no tenemos una historia de vida, de saber, de sentir, que la vida depende de un trasplante de órganos, nadie amanece pensando, que en el día de hoy, no se ha escuchado por ningún medio hablar del tema ". "Y tú que estás en la distancia, y conoces de cerca el dolor, porque a ti te pasó, o a un ser querido, o a amigos, esperamos un lazo de solidaridad para apoyar a las familias que pasan el duro trance esperando una segunda oportunidad de vida"... He aqui un poco de la escencia de su ser: Sent: Sunday, November 02, 2003 10:11 AM "...Querida gente:
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Despidieron a protectora de los enfermos renales
"Si hicieran lo que les pido, me sentiré libre, aún después de mi muerte". Miguel H. López
DONACIONES. Como no podía ser de otra manera, en sus cartas de
despedida, antes de arrancarse la vida, entregó sus órganos
para que sirvieran a quienes los necesitaran. Su causa fue esa.
ACTIVISTA. En los últimos años, Mavis amplió su
campo de acción. Como parte de su lucha contra la injusta desatención
de los enfermos renales, se unió a numerosas protestas sociales.
Estuvo presente en huelgas, en las manifestaciones contra el terrorismo
de Estado en el 2002 y en los cacerolazos contra el Gobierno.
Libre, después de muerta
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Enviado [responsable] por: Josè Cabrera
Martìnez
Me permito enviar una trascripción de un libro que se llama "El Caballero de la Armadura Oxidada", mismo que prometí a nuestra bella y hermosa amiga Mavis y que por situaciones que se presentaron , ya no me fue posible el envío. No dudo que hayas tenido la oportunidad le leerlo pero es con la sana intención de que lo transmitas a quienes juzgues conveniente y sirva pues para seguir rindiendo un pequeño, humilde y sincero homenaje de quien admiró a Mavis.... Para ti amiga Mavis en ausencia física y presencia en nuestros corazones.... Te deseo una.... ¡¡¡ FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO
AÑO 2004 !!!
“Si no podéis disfrutar leyendo un libro
repetidas veces,
INDICE Cap.
.
1.- El dilema del caballero. . . . . . . . . . . . . . . 2.- En los bosques de Merlín. . . . . . . . . . . . 3.- El Sendero de la Verdad. . . . . . . . . . . . . 4.- El castillo del Silencio. . . . . . . . . . . . . . . 5.- El Castillo del Conocimiento. . . . . . . . . 6.- El Castillo de la Voluntad y la Osadía. . 7.- La Cima
de la Verdad. . . . . . . . . . . . . . . .
1 EL DILEMA DEL CABALLERO Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damiselas en apuros. Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenia la mala costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras se mostraban furiosas con el caballero. El lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede contentar a todo el mundo. Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del pueblo juraba haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil. Durante años, el caballero se esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había otra batalla que ganar, otro dragón que matar u otra damisela que rescatar. El caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenia debilidad por el vino. También tenía un joven hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver, algún día, convertido en un valiente caballero. Julieta y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenia sin ella. Ocasionalmente, Cristóbal le preguntaba a su madre qué aspecto tenia su padre. Cuando esto sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del caballero. ---He ahí a tu padre---decía con suspiro. Una tarde, mientras contemplaba el retrato, Cristóbal le dijo a su madre: ---Ojalá pudiera ver a mi padre en persona. ---¡No puedes tenerlo todo!---respondió bruscamente Julieta. Estaba cada vez más harta de tener tan sólo una pintura como recuerdo del rostro de su marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la armadura. Cuando paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero las acallaba, ya sea cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido. Un día, Julieta se enfrentó a su marido. ---Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí. ---Eso no es verdad---respondió el caballero---. ¿Acaso no te amé lo suficiente como para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con paredes empedradas? ---Lo que tú amabas---dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver sus ojos---era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco me amas realmente ahora. ---Sí que te amo---insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y rígida armadura, casi rompiéndole las costillas. ---¡Entonces, quítate esa armadura para que pueda ver quién eres en realidad!---le exigió. ---No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y partir en cualquier dirección --- explicó el caballero. ---Si no te quitas esa armadura, cogeré a Cristóbal, subiré en “mi” caballo y me marcharé de tu vida. Bueno, esto sí que fue un golpe para el caballero. No quería que Julieta se fuera. Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba su armadura porque les mostraba a todos quién era él: un caballero bueno, generoso y amoroso. ¿Por qué no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades? El caballero estaba inquieto. Finalmente, tomó una decisión. Continuar llevando la armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y a Cristóbal. De mala gana, el caballero intentó quitarse el yelmo pero, ¡no se movió! Tiró con más fuerza. Estaba muy enganchado. Desesperado, intentó levantar la visera pero, por desgracia, también estaba atascada. Aunque tiró de la visera una y otra vez, no consiguió nada. El caballero caminó de arriba abajo con gran agitación. ¿Cómo podía haber sucedido esto? Quizá no era tan sorprendente encontrar el yelmo atascado, ya que no se lo había quitado en años, pero la visera era otro asunto. La había abierto con regularidad para comer y beber. Pero bueno, ¡si la había abierto esa misma mañana para desayunar huevos revueltos y cerdo en su salsa! Repentinamente, el caballero tuvo una idea. Sin decir adónde iba, salió corriendo hacía la tienda del herrero, en el patio del castillo. Cuando llegó, el herrero estaba dándole forma a una herradura con sus manos. ---Herrero--- dijo el caballero---, tengo un problema. ---Sois un problema, señor --- dijo socarronamente el herrero, con ssu tacto habitual. El caballero, que normalmente gustaba de bromear, arrugó el entrecejo. --- No estoy de humor para tus bromas en estos momentos. Estoy atrapado en esta armadura --- vociferó, al tiempo que golpeaba el suelo con el pie revestido de acero, dejándolo caer accidentalmente sobre el dedo gordo del pie del herrero. El herrero dejó escapar un aullido y, olvidando por un momento que el caballero era su señor, le propinó un brutal golpe en el yelmo. El caballero sintió tan sólo una ligera molestia. El yelmo ni se movió. --- Inténtalo otra vez --- ordenó el caballero, sin darsee cuenta que el herrero le había golpeado porque estaba enfadado. --- Con gusto --- dijo el herrero, balanceando un martillo en venganza y dejándolo caer con fuerza sobre el yelmo del caballero. El yelmo ni siquiera se abolló. El caballero se sintió muy turbado. El herrero era, con mucho. el hombre más fuerte del reino. Si él no podía sacar al caballero de su armadura, ¿quién podría? Como era un buen hombre, excepto cuando le aplastaban el dedo gordo del pie, el herrero percibió el pánico del caballero y sintió lástima. --- Estáis en una situación difícil, caballero, pero no os deis por vencido. Regresad mañana cuando yo haya descansado. Me habéis cogido al final de un día muy duro. Aquella noche, la cena fue difícil. Julieta se enfadaba cada vez más a medida que iba introduciendo por los orificios de la visera del caballero la comida que había tenido que triturar previamente. A mitad de la cena, el caballero le contó a Julieta que el herrero había intentado abrir la armadura, pero que había fracasado. --- ¡No te creo, bestia ruidosa! --- gritó, al tiempo que estrellaba el plato de puré de estofado de paloma contra el yelmo. El caballero no sintió nada. Sólo cuando la salsa comenzó a chorrear por los orificios de la visera, se dio cuenta de que habían le habían dado en la cabeza. Tampoco había sentido el martillo del herrero aquella tarde. De hecho, ahora que lo pensaba, su armadura no le dejaba sentir apenas nada, y la había llevado durante tanto tiempo que había olvidado cómo se sentían las cosas sin ella. El caballero se entristeció mucho porque Julieta no creía que estaba intentando quitarse la armadura. El herrero y él lo “habían” intentado, y lo siguieron intentando durante días, sin éxito. Cada día el caballero se deprimía más y Julieta estaba cada vez más fría. Finalmente, el caballero admitió que los esfuerzos del herrero eran vanos. --- ¡Vaya con el hombre más fuerte del reino! ¡Ni siquiera puedes abrir este montón de lata! --- gritó con frustración. Cuando el caballero regresó a casa, Julieta le chilló: ---Tu hijo no tiene más que un retrato de su padre, y estoy harta de hablar con una visera cerrada. No pienso volver a pasar comida por los agujeros de esa horrible cosa nunca más. ¡Éste es el último puré de cordero que te preparo! --- No es mi culpa si estoy atrapado en esta armadura. “Tenía” que llevarla para estar siempre listo para la batalla. ¿De qué otra manera, si no, hubiera podido comprar bonitos castillos y caballos para ti y para Cristóbal? --- No lo hacías por nosotros --- argumentó Julieta --. ¡Lo hacías por ti ¡ Al caballero le dolió en el alma que su mujer pareciera no amarlo más. También temía que, si no se quitaba la armadura pronto, Julieta y Cristóbal realmente se marcharían. Tenia que quitarse la armadura, pero no sabia cómo. El caballero descartó una idea tras otra por considerarlas poco viables. Algunos planes eran realmente peligrosos. Sabía que cualquier caballero que se plantease fundir su armadura con la antorcha de un castillo, o congelarla saltando a un foso helado, o hacerla explotar con un cañón, estaba seriamente necesitado de ayuda. Incapaz de encontrar ayuda en su propio reino, el caballero decidió buscar otras tierras. << En algún lugar debe de haber alguien que me pueda ayudar a quitarme esta armadura>>, pensó. Desde luego, echaría de menos a Julieta, Cristóbal, y el elegante castillo. También temía que, en su ausencia, Julieta encontrara el amor en brazos de otro caballero, uno que estuviera deseoso de quitarse la armadura y de ser un padre para Cristóbal. Sin embargo, el caballero tenía que irse, así que, una mañana, muy temprano, montó en su caballo y se alejó cabalgando. No osó mirar atrás por miedo a cambiar de idea. Al salir de la provincia, el caballero se detuvo para despedirse del rey, que había sido muy bueno con él. El rey vivía en un grandioso castillo en la cima de una colima del barrio elegante. Al cruzar el puente levadizo y entrar en el patio, el caballero vio al bufón sentado con las piernas cruzadas, tocando la flauta. El bufón se llamaba Bolsalegre porque llevaba sobre su hombro una bolsa con los colores del arco iris, llena de artilugios para hacer reír o sonreír a la gente. Había extrañas cartas que utilizaba para adivinar el futuro de las personas, cuentas de vivos colores que hacía aparecer y desaparecer y graciosas marionetas que usaba para divertir a su audiencia. --- Hola, Bolsalegre -- dijo el caballero --. He venido a decirle adiós al rey. El bufón miró hacia
arriba.
No hay nada que él os
pueda decir.
---A una nueva cruzada ha partido.
El caballero quedó decepcionado por no haber podido ver al rey y perturbado por no poder unirse a él en la cruzada. ---Oh – suspiró. Podría
morir de inanición dentro de esta armadura antes de que el rey llegara---.
El caballero sintió ganas de dejarse caer de su montura pero, por supuesto, la armadura se lo impedía. --Sois una imagen triste de ver.
--- No estoy de humor para tus insultantes rimas – ladró el caballero, tenso dentro de su armadura --. ¿No puedes tomarte los problemmas de alguien seriamente por una vez? Con una clara y lírica
voz, Bolsalegre cantó:
---Otra canción cantarías si fueras tú el que estuviera atrapado aquí – gruñó el caballero. Bolsalegre continuó:
---No tengo tiempo de quedarme y oír tus tonterías. Tengo que encontrar la manera de salir de esta armadura. Y dicho esto, el caballero se
dispuso a partir, pero Bolsalegre le llamó:
El caballero detuvo su caballo
bruscamente y, emocionado, regresó hacia Bolsalegre.
---Tenéis que ver al Mago Merlín, así lograreis ser libre al fin. --- ¿Merlín? El único Merlín del que he oído hablar es el gran sabio, el maestro del Rey Arturo. ---Si, si, el mismo es.
--- ¡Pero no puede ser! – exclamó el caballero --. Merlín y el rey Arturo vivieron hace muchos años. Bolsalegre replicó:
---Pero esos bosques son tan grandes… ---dijo el caballero---. ¿Cómo lo encontraré ahí? Bolsalegre sonrió.
---Ojalá Merlín apareciera pronto. Voy a buscarlo a él ---dijo el caballero. Estiró el brazo y le dio la mano a Bolsalegre en señal de gratitud, y por poco tritura los dedos del bufón con el guantelete. Bolsalegre dio un grito. El Caballero soltó rápidamente la mano del bufón. ---Lo siento. Bolsalegre se frotó los
magullados dedos.
--- ¡Me voy! ---dio el
caballero.
2 EN LOS BOSQUES DE MERLÍN No fue tarea fácil encontrar al astuto mago. Había muchos bosques en los que buscar, pero sólo un Merlín. Así que el pobre caballero cabalgó día tras día, noche tras noche, debilitándose cada vez más. Mientras cabalgaba en solitario a través de los bosques, el caballero se dio cuenta de que había muchas cosas que no sabía. Siempre había pensado que era muy listo, pero no se sentía tan listo ahora, intentando sobrevivir en los bosques. De mala gana, se reconoció a sí mismo que no podía distinguir una baya venenosa de una comestible. Esto hacía del acto de comer una ruleta rusa. Beber no era menos complicado. El caballero intentó meter la cabeza en un arroyo, pero su yelmo se llenó de agua. Casi se ahoga dos veces. Por si eso fuera poco, estaba perdido desde que había entrado en el bosque. No sabía distinguir el norte del sur, ni el este del oeste. Por fortuna, su caballo sí lo sabía. Después de meses de buscar en vano, el caballero estaba bastante desanimado. Aún no había encontrado a Merlín, a pesar de haber viajado muchas leguas. Lo que le hacía sentirse peor aún era que ni siquiera sabía cuánto era una legua. Una mañana, se despertó sintiéndose más débil de lo normal y un tanto peculiar. Aquella mañana encontró a Merlín. El caballero reconoció al mago enseguida. Estaba sentado bajo un árbol, vestido con una larga túnica blanca. Los animales del bosque estaban reunidos a su alrededor, y los pájaros descansaban en sus hombros y brazos. El caballero movió la cabeza sombríamente de un lado a otro, haciendo que rechinase su armadura. ¿Cómo podían todos estos animales encontrar a Merlín con tanta facilidad cuando había sido tan difícil para él? Cansinamente, el caballero descendió de su caballo. - Os he estado buscando – le dijo al mago-.
- Toda vuestra vida – lo corrigió Merlín,
mordiendo una zanahoria y compartiéndola con el conejo más
cercano.
- No he venido hasta aquí para ser insultado.
Al caballero tampoco le gustó mucho este comentario, pero estaba demasiado débil de hambre y sed como para subir a su caballo y marcharse. En lugar de eso, dejó caer su cuerpo envuelto en metal sobre la hierba. Merlín le miró con compasión. - Sois afortunado – comentó-. Estáis demasiado
débil para correr.
Merlín sonrió por respuesta. - Una persona no puede correr y aprender a la vez. Debe
permanecer en un lugar durante un tiempo.
El caballero estaba demasiado cansado como para cuestionar esto. De alguna manera, se sentía consolado y se quedó dormido enseguida. Cuando el caballero despertó, vio a Merlín y a los animales a su alrededor. Intentó sentarse, pero estaba demasiado débil. Merlín le tendió una copa de plata que contenía un extraño líquido. - Bebed esto – le ordenó.
El caballero no se molestó
en negarlo, pues estaba demasiado sediento.
Rompió una caña,
puso un extremo en la copa y deslizó el otro por uno de los orificios
de la visera del caballero.
El caballero se encogió
de hombros y sorbió líquido por la caña. Los primeros
sorbos le parecieron amargos, los siguientes más agradables, y los
últimos tragos fueron bastante deliciosos. Agradecido, el caballero
le devolvió la copa a Merlín.
Dicho esto, el mago hizo sonar sus palmas y las ardillas, llevando nueces entre sus dientes, se alinearon delante del caballero. Un por una, cada ardilla trepó al hombro del caballero, rompió y masticó una nuez, y luego empujó los pequeños trozos a través de la visera del caballero. Las liebres hicieron lo mismo con zanahorias, y los ciervos trituraron raíces y bayas para que el caballero comiera. Este método de alimentación nunca sería aprobado por el ministerio de Sanidad, pero ¿qué otra cosa podía hacer un caballero atrapado en su armadura en medio del bosque? Los animales alimentaban al caballero con regularidad, y Merlín le daba de beber enormes copas de Vida con la pajita. Lentamente, el caballero se fue fortaleciendo, comenzó a sentirse esperanzado. Cada día le hacía
la misma pregunta a Merlín:
Una noche, los animales y el
caballero estaban oyendo al mago tocar con su laúd los últimos
éxitos de los trovadores. Mientras esperaba que Merlín acabara
de tocar Añoro los viejos tiempos, en que los caballeros eran valientes
y las damiselas eran frías, el caballero le hizo una pregunta que
tenía en mente desde hacía tiempo.
El caballero no pudo refutar
eso. Luego recordó algo que Merlín le había dicho
nada más llegar.
El caballero eludió tener que pensar en eso de la misma manera que solía eludir todas las cosas: se puso a dormir. A la mañana siguiente,
despertó con un pensamiento clavado en su mente: ¿Era posible
que no fuese bueno, generoso y amoroso? Decidió preguntárselo
a Merlín.
El caballero se marchó
enfadado, maldiciendo a Merlín entre dientes.
Con un ruido seco, el caballero dejó caer su pesado cuerpo bajo un árbol para reflexionar sobre las preguntas del mago. ¿Qué pensaba en realidad? - ¿Podría ser – dijo en voz alta a nadie
en particular – que yo no fuera bueno, generoso y amoroso?
Luchó contra el peso de la armadura en un intento por ponerse de pie. De repente, sorprendido, balbuceó: - ¡Eh,…tú y yo estamos hablando!
La ardilla le dio un ligero golpe al caballero con su cola y trepó a un árbol corriendo. El caballero la llamó. - ¡Espera! ¿Cómo te llamas?
Aturdido, el caballero movió
la cabeza. ¿Se había imaginado todo esto? En ese preciso
instante, vio a Merlín acercarse.
El caballero estaba obviamente
confundido, así que Merlín continuó explicando:
Merlín asintió
comprensivo. Le dijo al caballero que regresar para dar de sí mismo
era un maravilloso regalo.
- ¿Por qué no mandarle una nota a Cristóbal
y preguntárselo? – sugirió Merlín.
Como era un pájaro de gran corazón, Rebeca aceptó las disculpas del caballero y partió con la nota para Cristóbal en el pico. - No arrulles con palomas extrañas o dejarás caer mi nota – le gritó el caballero. Rebeca ignoró este comentario desconsiderado, pues se daba cuenta de que el caballero tenía mucho que aprender. Pasó una semana, y Rebeca aún no había regresado. El caballero estaba cada vez más impaciente, temiendo que hubiera caído presa de alguno de los halcones de caza que él y otros caballeros habían entrenado. Se estremeció, preguntándose cómo había podido participar en un deporte tan sucio, y se arrepintió otra vez de su horrible equivocación. Cuando Merlín terminó de tocar su laúd y de cantar Tendrás un largo y frío invierno, si tienes un corto y frío corazón, el caballero le expresó sus preocupaciones con respecto a Rebeca. Merlín le dio confianza
con un alegre verso:
En ese momento, un gran parloteo se levantó entre los animales. Todos miraban al cielo, así que Merlín y el caballero miraron también. Muy alto, sobre sus cabezas, dando círculos para aterrizar, estaba Rebeca. El caballero se puso de pie con gran esfuerzo, al tiempo que Rebeca se posaba en el hombro de Merlín. Cogiendo la nota de su pico, el mago la miró y le dijo al caballero con gravedad que era de Cristóbal. - ¡Dejádmela ver! – dijo el caballero, quitándole
el papel con impaciencia. Dejó caer la mandíbula con un ruido
al tiempo que miraba, incrédulo, el papel -. ¡Está
en blanco! – exclamó -. ¿Qué quiere decir esto?
3
EL SENDERO DE LA VERDAD Cuando el caballero despertó, Merlín estaba sentado silenciosamente a su lado. - Siento no haber actuado como un caballero – dijo - . Mi barba está hecha una sopa – añadió – disgustado. - No os excuséis – dijo Merlín -. Acabáis dar el primer paso para liberaos de vuestra armadura. - Qué queréis
decir?
Es molestó al caballero. Estaba empezando a disfrutar de estar en el bosque con Merlín y los animales. De cualquier manera, le parecía que o tenía adonde ir. Aparentemente, Julieta y Cristóbal no lo querían en casa. Es verdad que podía volver al asunto de la caballería e ir a alguna cruzada. Tenía una buena reputación en batalla, y había muchos reyes que se sentirían felices teniéndolo a su lado, pero ya no le parecía que luchar pudiese tener sitio. Merlín le recordó al caballero su nuevo propósito: liberarse de su nueva armadura. - ¿Por qué molestarse? – preguntó el caballero ásperamente -. A Julieta y a Cristóbal les da igual si me lo quito o no. - Hacedlo por vos mismo – sugirió Merlín-. El estar atrapado entre todo ese acero os ha causado muchos problemas, y las cosas empeorarán con el paso del tiempo. Incluso podríais morir a causa de una neumonía por culpa de una barba empapada. -Supongo que si, mi barba se ha convertido en un fastidio –replicó el caballero-. Estoy cansado de cargar con ella y estoy harto de comer papillas. Ahora que lo pienso, ni siquiera me puedo rascar la espalda cuando me pica. - ¿Y cuándo fue la última vez que sentisteis el calor de un beso, olisteis la fragancia de una flor, o escuchasteis una hermosa melodía sin que vuestra armadura se interpusiera entre vosotros? -Ya ni me acuerdo –murmuró el caballero con tristeza -. Tenéis razón Merlín Tengo que liberarme de esta armadura por mi mismo . - No podéis continuar viviendo y pensando como lo habéis hecho hasta ahora –dijo Merlín -. Fue así cómo os quedasteeis atrapado en ese montón de acero al principio. - Pero, ¿cómo puedo cambiar todo eso? –preguntó el caballero intranquilo. - No es tan fácil como parece –explicó Merlín, conduciendo al caballero hacia un sendero -. éste es el sendero que seguisteis para llegar estos bosques. - Yo no seguí ningún sendero –dijo el caballero-. ¡Estuve perdido durante meses! - La gente no suele percibir el sendero por el que transita –replicó Merlín. - ¿Queréis decir que el sendero estaba ahí pero yo no lo podía ver? - Sí, y podéis regresar por el mismo, si así lo deseáis; pero conduce a la deshonestidad, la avaricia, el odio, los celos, el miedo y la ignorancia. -¿Estáis diciendo que yo soy todo eso? – preguntó el caballero indignado. -En algunos momentos, sois alguna de esas cosas –admitió Merlín en voz baja. El mago señaló hacia otro sendero. Era más estrecho que el primero y muy empinado. - Parece una escalada difícil –observó el caballero. -Ése - dijo Merlín asintiendo- es el sendero de la verdad. Se vuelve más empinado a medida que se acerca a la cima de una lejana montaña. El caballero contempló el empinado camino sin entusiasmo. -No estoy seguro de que valga la pena. ¿Qué conseguiré cuando llegue a la cima? -Se trata de lo que no tendréis –explicó Merlín-. ¡Vuestra armadura! El caballero reflexionó sobre esto. Si regresaba por el camino por el que había venido, no tendría esperanzas de liberarse de su armadura y, probablemente, moriría de soledad y fatiga. La única manera de quitarse la armadura era, por lo visto, seguir el Sendero de la Verdad, aunque pudiese, en tal caso, morir intentando trepar hacia la empinada montaña. El caballero observó el difícil sendero que tenia delante. Luego miró hacia abajo, y contempló el acero que cubría su cuerpo. - Está bien –dijo con resignación -. Probaré el Sendero de la Verdadd. Merlín asintió. -Vuestra decisión de transitar un sendero desconocido, teniendo que cargar con una pesada armadura, requiere mucho coraje. El caballero sabía que tenía que comenzar de inmediato, porque, si no, podría cambiar de opinión. Iré a buscar a mi fiel caballo –dijo. -Oh, no – rebatió Merlín, moviendo la cabeza de lado a lado -. El camino tiene partes demasiado estrechas para que un caballo pueda pasar. Tendréis que ir a pie. Horrorizado, el caballero se dejó caer sobre una roca. -Creo que prefiero morir por culpa de una barba empapada –dijo, perdiéndose todo el coraje con una rapidez impresionante. -No tendréis que viajar solo – le dijo Merlín
-. Ardilla os acompañará./font>
-¿Qué pretendéis, que cabalgue
sobre una ardilla? –preguntó el caballero, asustado ante la idea
de tener por compañera en tan arduo viaje a un animal sabelotodo.
-Puede que no me podáis montar- dijo la ardilla-
pero me necesitaréis para que os ayude a comer. ¿Quién,
si no, masticará las nueces para vos y las pasará por vuestra
visera?
Cuando Rebeca oyó la conversación,
voló desde un árbol cercano y se posó en el hombro
del caballero.
-Yo también os acompañaré.
He estado en la cima de la montaña y conozco el camino –dijo.
La buena disposición que mostraban los dos
animales para ayudarle, proporcionó al caballero el coraje que necesitaba.
<<Bueno, bueno –se dijo-, ¡uno de los
principales caballeros del reino necesitando que una ardilla y un pájaro
le den coraje!>>
Se puso de pie con gran esfuerzo, indicándole
a Merlín que estaba listo para comenzar el viaje.
Mientras caminaban por el sendero, el mago sacó
una exquisita llave de su cuello y se la dio al caballero.
-Esta llave abrirá las puertas de los tres
castillos que bloquearán vuestro camino.
-¡Lo sé! –gritó el caballero-.
Habrá una princesa en cada castillo, y mataré al dragón
que la retiene y la rescataré…
-¡Basta! –lo interrumpió Merlín-.
No habrá princesa en ninguno de estos castillos. E, incluso si las
hubiese, en estos momentos no estáis capacitado para rescatar a
ninguna. Tenéis que aprender a salvaros vos primero.
Tras la reprimenda, el caballero permaneció
en silencio, mientras Merlín continuaba:
-El primer castillo se llama Silencio; el segundo
Conocimiento y el tercero Voluntad y Osadía. Una vez que hayáis
entrado en ellos, encontraréis la salida sólo cuando hayáis
aprendido lo que habéis ido a aprender.
Desde el punto de vista del caballero, esto no parecía
tan divertido como rescatar princesas. Además, en aquel momento
de su vida, visitar castillos no era lo que más le apetecía.
-¿Por qué no puedo simplemente rodear
los castillos? –preguntó malhumorado.
-Si lo hacéis, os extraviaréis del
sendero y seguramente os perderéis. La única manera de llegar
a la cima de la montaña es atravesando los castillos –dijo Merlín
firmemente.
El caballero suspiró profundamente mientras
contemplaba la empinada y estrecha senda. Desaparecía entre los
altos árboles que sobresalían hacia unas nubes bajas. Presintió
que este viaje sería mucho más difícil que una cruzada.
Merlín sabía lo que el caballero estaba
pensando.
-Sí- afirmó -. es una batalla diferente
la que tendréis que librar en el Sendero de la Verdad. La lucha
será aprender a amaros.
-¿Cómo haré eso? –preguntó
el caballero.
-Empezaréis por aprender a conoceros –respondió
Merlín-. Esta batalla no se puede ganar con la espada, así
que la tendréis que dejar aquí –la tierna mirada de Merlín
descansó en el caballero por un momento. Luego añadió
-: Si os encontráis con algo con llo que no podáis lidiar,
llamadme, y yo acudiré.
-¿Queréis decir que podéis
aparecer dondequiera que yo me encuentre?
-Cualquier mago que se aprecie lo puede hacer
-replicó Merlín. Dicho estoo, desapareció.
El caballero quedó asombrado.
-¡Pero bueno….se ha desaparecido!
Ardilla asintió.
-A veces realmente la hace buena.
-Gastaréis toda vuestra energía hablando
–les riñó Rebeca -. pongámonos en marcha.
El yelmo del caballero emitió un chirrido
cuando éste asintió. Partieron con Ardilla al frente y, detrás,
el caballero con Rebeca volaba en misión exploratoria y volvía
para informarles de lo que les esperaba más adelante.
Después de unas horas, el caballero se derrumbó,
exhausto y dolorido. NO estaba acostumbrado a viajar sin caballo y con
la armadura puesta. Como de todas maneras era casi de noche, Rebeca y Ardilla
decidieron parar para dormir.
Rebeca voló entre los arbustos y regresó
con algunas bayas, que empujó a través de los orificios de
la visera del caballero. Ardilla fue a un arroyo cercano y llenó
algunas cáscaras de nuez con agua, que el caballero bebió
con la pajita que Merlín le había proporcionado. Demasiado
agotado como para esperar a que Ardilla le preparara más nueces,
se quedó dormido.
A la mañana siguiente le despertó
el sol cayendo sobre sus ojos. La luminosidad le molestaba. Su visera nunca
había dejado pasar tanta luz. Mientras intentaba entender este fenómeno,
se dio cuenta de que Ardilla y Rebeca le estaban observando, al tiempo
que parloteaban y arrullaban con excitación. Hizo un esfuerzo por
sentarse y, de repente, se dio cuenta de que podía ver mucho más
que el día anterior, y que podía ver mucho más que
el día anterior, y que podía sentir la fresca brisa en sus
mejillas.
¡Una parte de su visera se había roto
y se había caído!
<<¿Cómo habrá sucedido?>>,
se preguntó.
-Se han oxidado y se han caído.
El caballero meditó sobre esto. La pena que
había sentido era tan profunda que su armadura no había podido
protegerle. Al contrario, sus lágrimas habían comenzado a
deshacer el acero que le rodeaba.
-¡Eso es! –gritó-. ¡Las lágrimas
de auténticos sentimientos me liberarán de la armadura!
_¡Ardilla! ¡Rebeca! –gritó-.
¡Espabilad! ¡Vamos al Sendero de la Verdad!
Rebeca y Ardilla estaban tan llenas de alegría
con lo que estaba sucediéndole al caballero que no le dijeron que
su rima era malísima. Los tres continuaron la ascensión de
la montaña. Era un día muy especial para el caballero. Notó
las diminutas partículas iluminadas por el sol que flotaban en el
aire, filtrándose a través de las ramas de los árboles.
Miró con detenimiento las caras de algunos petirrojos y vio que
no eran todos iguales. Le comentó esto a Rebeca, que dio pequeños
saltitos, arrullando alegremente.
-Estáis empezando a ver las diferencias en
otras formas de vida porque estáis empezando a ver las diferencias
en vuestro interior.
El caballero intentó comprender qué
quería decir Rebeca exactamente. Era demasiado orgulloso para preguntar,
pues todavía pensaba que un caballero tenía que ser más
listo que una paloma.
En ese preciso momento, Ardilla, que había
ido a explorar, regresaba alborotada.
-El castillo del Silencio está justo detrás
de la próxima subida.
Emocionado ante la idea de ver el castillo, el caballero
apuró el paso. Llegó a la cima del monte sin aliento. Era
verdad, el castillo se veía a lo lejos, bloqueando el sendero por
completo. El caballero les confesó a Ardilla y a Rebeca que estaba
decepcionado. Había esperado una estructura más elegante.
En lugar de eso, el castillo del Silencio parecía uno más.
Rebeca rió y dijo.
- Cuando aprendáis a aceptar en lugar de
esperar, tendréis menos decepciones.
El caballero asintió ante la sabiduría
de esas palabras.
-He pasado casi toda mi vida decepcionándome.
Recuerdo que, estando en la cuna, pensaba que era el bebe más bonito
del mundo. Entonces mi niñera me miró y dijo:<<Tenéis
una ara que solo una madre podría amar>>. Me sentí decepcionado
por ser feo en lugar de hermoso, y me decepcionó que la niñera
fuera tan poco amable.
-Si realmente os hubieras sentido hermoso, no os
hubiera importado lo que ella dijo. No os hubierais sentido decepcionado
– explicó Ardilla. Esto tenia sentido para el caballero.
-Estoy empezando a pensar que los animales son más
listos que las personas.
.El hecho de que podáis decir eso os hace
tan listo como nosotros –replicó Ardilla.
-No creo que todo esto tenga nada que ver con ser
listo –dijo Rebeca-. Los animales aceptan y los humanos esperan. Nunca
oiréis a un conejo decir:<<Espero que el sol salga esta mañana
para poder ir al lago a jugar>>. Si el sol no ale, no le estropeará
el día al conejo. Es feliz siendo un conejo.
El caballero pensó es esto. No recordaba
a ninguna persona que fuera feliz simplemente por ser una persona.
Al poco rato llegaron a la puerta del enorme castillo.
El caballero cogió la llave dorada de su cuello y la introdujo en
la cerradura. Y mientras abría la puerta, Rebeca le dijo:
-Nosotras no iremos contigo.
El caballero, que estaba empezando a amar y a confiar
en los animales, se sintió decepcionado por que no le acompañaran.
Estaba a punto de decirlo, cuando se dio cuenta. Estaba esperando otra
vez.
Los animales sabían que el caballero dudaba
entre entrar o no en el castillo.
-Os podemos mostrar la puerta -dijo Ardilla-,
pero tendréis que entrar solo.
Al alejarse volando, Rebeca le llamó alegremente.
-Nos encontraremos al otro lado.
4
EL CASTILLO DEL SILENCIO
Abandonado a su suerte, el caballero asomó la cabeza
con precaución por la puerta del castillo. Las rodillas le temblaban
ligeramente, por lo que producía un ruido metálico a causa
de su armadura. Como no quería parecer una gallina frente a una
paloma, en caso de que Rebeca pudiera verle, reunió fuerzas y entró
valientemente, cerrando la puerta a sus espaldas.
Por un momento deseó no
haber dejado atrás su espada, pero Merlín le había
prometido que no tendría que matar dragones, y el caballero confiaba
plenamente en el mago.
Entró en la enorme antesala
del castillo y miró a su alrededor. Sólo vio el fuego que
ardía en una enorme chimenea de piedra en uno de los muros y tres
alfombras en el suelo. Se sentó en la alfombra más cercana
al fuego.
El caballero pronto se dio cuenta
de dos cosas: primero, parecía no haber ninguna puerta que lo condujera
fuera de la habitación, hacia otras áreas del castillo. Segundo,
había un extraordinario y aterrador silencio. Se sobresaltó
al notar que el fuego ni siquiera chasqueaba. El caballero pensaba que
su castillo era silencioso, especialmente en las épocas en que Julieta
no le hablaba durante días, pero aquello no era nada comparado con
esto. El Castillo del Silencio hacía honor a su nombre, pensó.
Jamás en su vida se había sentido tan solo.
De repente, el caballero se sobresaltó
por el sonido de una voz familiar a sus espaldas.
- Hola, caballero.
-¡Rey! – dijo con la voz
entrecortada -. Ni siquiera os había visto. ¿Qué estáis
haciendo aquí?
- lo mismo que vos, caballero:
buscando la puerta.
El caballero miró a su
alrededor otra vez.
-No veo ninguna pureta.
-Uno no puede ver realmente hasta
que no comprende –dijo el Rey-. Cuando comprendáis lo que hay en
esta habitación, podréis ver la puerta que conduce a la siguiente.
-Definitivamente, eso espero,
rey –dijo el caballero-. Me sorprende veros aquí. Había oído
que estabais en una cruzada.
- Eso es lo que dicen siempre
que viajo por el Sendero de la Verdad –explicó el rey-. Mis súbditos
lo entienden mejor así.
El caballero parecía perplejo
-Todo el mundo entiende de cruzadas-
dijo el rey- pero muy pocos comprenden la Verdad.
-Si –asintió el caballero-.
Yo mismo no estaría en este Sendero si no estuviera atrapada
en esta armadura.
-La mayoría de la gente
está atrapada en su armadura –declaró el rey.
-¿Qué queréis
decir? –preguntó el caballero.
-Ponemos barreras para protegernos
de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras
las barreras y ya no podemos salir.
-Nunca pensé que vos estuvierais
atrapado, rey. Sois tan sabio…-dijo el caballero.
El rey soltó una carcajada.
-Soy lo suficientemente sabio
como para cuándo estoy atrapado, y también para regresar
aquí para aprender de mi mismo.
El caballero estaba entusismado,
pensando que quizás el rey podría mostrarle el camino.
-Decidme- dijo el caballero,
su rostro iluminado-, ¿podríamos atravesar el castillo juntos?
Así no sería tan solitario….
El rey negó con la cabeza.
- una vez lo intenté.
Es verdad que mis compañeros y yo nos sentíamos solos porque
hablábamos constantemente, pero cuando un habla es imposible ver
la puerta de salida de esta habitación.
--Quizá podríamos
limitarnos a caminar juntos, sin hablar –sugirió el caballero. No
le apetecía mucho tener que caminar solo por el Castillo del Silencio.
El rey volvió a negar
con la cabeza, esta vez con más fuerza.
-No, también lo intenté.
Hizo que el vacío fuera menos doloroso, pero tampoco pude ver la
puerta de salida.
El caballero protestó.
- Pero si no estabais hablando….
-No lo capto –dijo el caballero.
-Lo comprenderéis –replicó
el rey- cuando hayáis permanecido aquí el tiempo suficiente.
Uno debe estar solo para poder dejar caer su armadura.
El caballero estaba desesperado.
- ¡No quiero quedarme aquí
solo! –exclamó, golpeando el suelo con el pie, y dejándolo
caer involuntariamente sobre el pie del rey.
-Perdonad, señor –dijo,
disculpándose.
El rey se acarició el
pie con suavidad.
-¿Adonde vais? La puerta
está por aquí.
- ¿Qué queréis
decir con que por fin la visteis? ¿No recordabais dónde estaba,
de las otras veces que estuvisteis aquí? –preguntó el caballero,
sin comprender por qué el rey continuaba viniendo.
-Uno nunca acaba de viajar por
el Sendero de la Verdad. Cada vez que vengo, a medida que voy comprendiendo
cada vez más, encuentro nuevas puertas. –El rey se despidió
con la mano-. Trataos bien, amigo mío.
-¡Aguardad, por favor!
–le suplicó el caballero.
El rey se volvió y le
miró con compasión.
El caballero, que no podía
hacer que tambalease la resolución del rey, pidió:
El rey lo pensó un momento,
luego respondió:
Dicho esto, el rey se giró
y, estirando el brazo como para abrir una puerta, desapareció en
la pared, dejando perplejo al caballero.
El caballero corrió al
sitio donde había estado el rey, esperando que, de cerca, también
pudiera ver la puerta. Al encontrar tan sólo lo que parecía
ser una pared sólida, comenzó a caminar por toda la habitación.
Lo único que el caballero podía oír era el sonido
de su armadura resonando por todo el castillo.
Después de un rato, se
sentía más deprimido que nunca. Para animarse, cantó
un par de canciones de batalla: Estaré contigo para llevarte a una
Cruzada, cariño y dondequiera que deje mi yelmo, ésa será
mi casa. Las cantó una y otra vez.
A medida que su voz se fue cansando,
la quietud comenzó a ahogar su canto, envolviéndolo en el
silencio más absoluto. Sólo entonces pudo el caballero admitir
francamente algo que ya sabía: tenía miedo de estar solo.
En ese momento, vio una puerta
en la pared más lejana de la habitación. Fue hasta ella,
sólo que era más pequeña. También ésta
estaba vacía de todo sonido.
Para pasar el tiempo, el caballero
comenzó a hablar consigo mismo. Decía cualquier cosa que
le venia a la mente. Habló de cómo era de pequeño
y de que manera era diferente de los otros niños que conocía.
Mientras cazaban codornices y jugaban a <<Ponle la cola al burro>>,
él se quedaba en casa y leía. Como en aquel entonces los
libros eran manuscritos de los monjes, había pocos y, muy pronto,
los hubo leído todos. Fue entonces cuando comenzó a hablar
con todo aquel que pasaba delante de él. Cuando no había
con quien hablar, hablaba consigo mismo, igual que ahora.
Se encontró diciendo que había hablado tanto
durante toda su vida para evitar sentirse solo.
El caballero pensó profundamente
sobre esto hasta que el sonido de su propia voz rompió el aterrador
silencio.
-Supongo que siempre he tenido miedo
de estar solo.
Mientras pronunciaba estas palabras,
otra puerta se hizo visible. El caballero la abrió y entró
en la siguiente habitación. Era más pequeña aún
que la anterior.
Se sentó en el suelo y
continuó pensando. Al poco rato, le vino el pensamiento de que durante
toda su vida había perdido el tiempo hablando de lo que había
hecho y de lo que iba a hacer. Nunca había disfrutado de lo que
pasaba en el momento. Y entonces apareció otra puerta. Llevaba a
una habitación aún más pequeña que las anteriores.
Animado por su progreso, el caballero
hizo algo que nunca antes había hecho. Se quedó quieto y
escuchó el silencio. Se dio cuenta de que, durante la mayor parte
de su vida, no había escuchado realmente a nadie ni a nada. El sonido
del viento, de la lluvia, el sonido del agua que corre por los arroyos,
habían estado siempre ahí, pero en realidad nunca los había
oído. Tampoco había oído a Julieta, cuando ella intentaba
decirle cómo se sentía; especialmente cuando estaba triste.
Le hacía recordar que él también estaba triste. De
hecho, una de las razones por las que había decidido dejarse la
armadura puesta todo el tiempo era porque así ahogaba la triste
voz de Julieta. Todo lo que tenía que hacer era bajar la visera
y ya no la oía.
Julieta debía de haberse
sentido muy sola hablando con un hombre envuelto en acero; tan sola como
él se había sentido en esta lúgubre habitación.
Su propio dolor y su soledad afloraron. Comenzó a sentir el dolor
y la soledad de Julieta también. Durante años, la había
obligado a vivir en un castillo de silencio. Se puso a llorar.
El caballero lloró tanto
que las lágrimas se derramaron por los agujeros de la visera y empaparon
la alfombra que había debajo de él. Las lágrimas fluyeron
hacia la chimenea y apagaron el fuego. En realidad, toda la habitación
había empezado a inundarse, y el caballero se hubiera ahogado si
no fuera porque en ese preciso instante apareció otra puerta.
Aunque estaba exhausto por el
diluvio, se arrastró hasta la puerta, la abrió y entró
en una habitación que no era mucho mayor que el establo de su caballo.
-Me pregunto por qué las
habitaciones son cada vez más pequeñas- dijo en voz alta.
Una voz replicó:
-Porque os estáis acercando
a vos mismo.
Sobresaltado, el caballero miró
a su alrededor. Estaba solo, o eso había creído. ¿Quién
había hablado?
-Tú ha hablado –dijo la voz
como respuesta a su pensamiento.
La voz parecía venir de
dentro de sí mismo. ¿Era eso posible?
-Si, es posible -respondió
la voz-. Soy tu yo verdadero.
-Pero si yo soy mi yo verdadero
–protestó el caballero.
-Mírate –pronunció
la voz con ligera aversión-, ahí sentado medio muerto, dentro
de ese montón de lata, con la visera oxidada y la barba hecha una
sopa. Si tú eres tu verdadero yo, ¡los dos estamos en problemas!
-Ahora óyeme tú
a mí –dijo el caballero-. He vivido durante todos estos años
sin oír ni una palabra sobre ti. Ahora que oigo, lo primero que
me dices es que tú eres mi verdadero yo. ¿Por qué
no me habías hablado antes?
-He estado aquí durante
años –replicó la voz-, pero ésta es la primera vez
que estás lo suficientemente silencioso como para oírme.
El caballero dudó.
-Si tú eres mi verdadero
yo, entonces, por favor, dime ¿quién soy yo?
La voz replicó amablemente:
-No puedes pretender aprender
todo de golpe. ¿Por qué no te vas a dormir?
-Está bien –dijo el caballero-,
pero antes, quiero saber cómo debo llamarte.
-¿Llamarme? –preguntó
la voz. Perpleja-. ¡Pero si yo soy tú!
-No puedo llamarte yo. Me confunde.
-Está bien llámame
Sam.
-¿Por qué Sam?
-¿Y por qué no?
–fue la respuesta.
-Tienes que conocer a Merlín
–dijo el caballero, empezando a cabecear de cansancio. Luego se le cerraron
los ojos mientras se sumergía en un profundo y dulce sueño.
Cuando despertó, no sabía
dónde estaba. Tan sólo era consciente de sí mismo.
El resto del mundo parecía haberse desvanecido. A medida que se
fue despertando, el caballero se fue dando cuenta de que Ardilla y Rebeca
estaban sentadas sobre su pecho.
-¿Cómo habéis
entrado aquí? –preguntó.
Ardilla rió.
-No estamos ahí.
-Vos estáis aquí
–arrulló Rebeca.
El caballero abrió más
los ojos y se sentó. Miró a su alrededor sorprendido. Sin
lugar a dudas, se encontraba sentado sobre el Sendero de la Verdad, al
otro lado del Castillo del Silencio.
-¿Cómo salí
de allí? –preguntó.
Rebeca le respondió:
-De la única manera posible.
Pensando.
-Lo último que recuerdo
–dijo el caballero- es que estaba hablando con…-Aquí se detuvo.
Quería contarles a Rebeca y a Ardilla acerca de Sam, pero no era
fácil de explicar. Además, podía habérselo
imaginado todo. Tenía mucho que pensar. El caballero se rascó
la cabeza, pero tardó un momento en darse cuenta de que en realidad
estaba rascando su propia piel. Se llevó las dos manos envueltas
en acero a la cabeza. ¡Su yelmo había desaparecido! Se tocó
la cara y la larga barba-. ¡Ardilla! ¡Rebeca! –gritó.
-Ya lo sabemos –dijeron en un
alegre unísono- Habéis debido llorar otra vez en el Castillo
del Silencio.
-Lo hice- replicó el caballero-.
Pero ¿cómo puede haberse oxidado todo un yelmo en una noche?
Los animales rieron con estrépito.
Rebeca yacía sin aliento, dando aletazos contra el suelo. Al caballero
le pareció que estaba fuera de sus pajarillos. Exigió que
le hicieran saber qué era tan gracioso.
Ardilla fue la primera en recuperar
el aliento.
-No estuvisteis sólo una
noche en el castillo.
-Entonces, ¿durante cuánto
tiempo?
-¿Y si os dijera que mientras
estabais ahí dentro pude haber recogido fácilmente más
de cinco mil nueces?
-¡Diría que estáis
loca! –exclamó el caballero.
-Pues permanecisteis en el castillo
durante mucho, muchísimo tiempo –afirmó Rebeca.
El caballero dejó caer
la mandíbula incrédulo. Miró hacia el cielo y, con
una resonante voz, dijo:
-Merlín, debo hablar con
vos.
Como había prometido,
el mago apareció inmediatamente. Iba desnudo, a excepción
de su larga barba, y estaba completamente mojado. Parecía que el
caballero le había cogido mientras tomaba un baño.
-Lamento la intrusión-dijo
el caballero-, pero era una urgencia. Yo…
-No hay problema –dijo Merlín,
interrumpiéndolo -. Los magos somos molestados a menudo. –Se sacudió
el agua de la barba-. Respondiendo a vuestra pregunta, he de deciros que
es verdad. Permanecisteis en el Castillo del Silencio por un largo tiempo.
Merlín no dejaba de sorprender
al caballero.
-¿Como sabíais
lo que quería preguntaros?
-Como me conozco, puedo conoceros.
Somos todos parte el uno del otro.
El caballero pensó un
momento.
-Estoy empezando a entender.
¿He podido comprender el dolor de Julieta porque soy parte de ella?
-Si –respondió Merlín-,
Por eso pudisteis llorar por ella y por vos mismo. Fue la primera vez que
derramasteis lágrimas por otra persona.
El caballero le dijo a Merlín
que se sentía orgulloso. El mago sonrió indulgente.
-Uno no debe sentirse orgulloso
por ser humano. Tiene tan poco sentido como que Rebeca se sintiera orgullosa
por poder volar. Rebeca nació con alas. Vos nacisteis con un corazón,
y ahora lo estáis utilizando, como es natural.
-Realmente sabéis cómo
desanimar a un amigo, Merlín.
-No era mi intención ser
duro con vos. Lo estáis haciendo bien, de no ser así, no
hubierais conocido a Sam.
El caballero se sintió
aliviado.
-Entonces. ¿Lo oí
realmente? ¿No fue sólo mi imaginación?
Merlín soltó una
risita ahogada.
-No, Sam es real. De hecho, es
un yo más real que el que habéis estado llamando yo durante
todos estos años. No os estáis volviendo loco. Simplemente,
estáis empezando a oír a vuestro yo verdadero. Por esta razón
el tiempo transcurrió sin que os dierais cuenta.
- NO lo comprendo –dijo el caballero.
-Comprenderéis cuando
hayáis pasado por el Castillo del Conocimiento.
Antes de que el caballero pudiera
hacer más preguntas, Merlín desapareció.
5
EL CASTILLO DEL CONOCIMIENTO
El caballero, Ardilla y Rebeca continuaron el viaje por
el Sendero de la Verdad, en dirección al Castillo el Conocimiento.
Se detuvieron tan sólo dos veces ese día, una para comer
y otra para que el caballero afeitara su escuálida barba y cortara
su largo cabello con el borde afilado del guantelete. Una vez hecho esto,
el caballero tuvo mejor aspecto y se sintió mucho mejor, más
libre que antes. Sin el yelmo podía comer nueces sin la ayuda de
ardilla. Aunque había apreciado la técnica salvavidas, no
consideraba que aquello fuera un modo de vida realmente elegante, Se podía
alimentar también de frutas y raíces a las que ya se había
acostumbrado. Nunca más comería paloma ni ninguna otra ave
o carne, pues se daba cuenta que hacerlo sería, literalmente, como
comerse a sus amigos.
Justo antes de caer la noche,
el trío continúo caminando penosamente por un monte y contempló
el Castillo del Conocimiento en la distancia. Era mayor que el Castillo
del Silencio, y la puerta era de oro sólido. Era el castillo mas
grande que el caballero hubiera visto jamás, incluso mayor que el
que el caballero había construido. El caballero contempló
la impresionante estructura y se preguntó quien lo habría
diseñado.
En ese preciso momento, sus pensamientos
fueron interrumpidos por la voz de Sam.
_El Castillo del Conocimiento
fue diseñado por el propio universo: la fuente de todo conocimiento.
El caballero se sintió
sorprendido y a la vez complacido de volver a oír la voz de Sam.
-Me alegro que hayas vuelto –dijo.
-En realidad, nunca me fui –replicó
Sam-.Recuerda que yo soy tu.
-Por favor, no quiero volver
a escuchar eso. ¿Qué te parezco ahora que me he afeitado
y me he cortado el pelo?
-Es la primera vez que sacas
provecho de ser esquilado –replicó Sam.
El caballero rió con la
broma de Sam. Le gustó su sentido del humor. Si el castillo del
Conocimiento se asemejaba al Castillo del Silencio, estaría feliz
de tener a Sam por compañía.
El caballero, rebeca y Ardilla
cruzaron el puente levadizo por encima del foso y se detuvieron ante la
dorada puerta. El caballero cogió la llave que colgaba de su cuello
e hizo girar la cerradura. Al abrir la puerta, les preguntó a Rebeca
y a Ardilla si se irían como lo habían hecho en el Casillo
del Silencio.
-No –replicó Rebeca-.
El silencio es para uno; el conocimiento es para todos.
El caballero se preguntó
cómo era posible que se considerara a una paloma un blanco fácil.
Lo tres atravesaron la puerta
y penetraron en una oscuridad tan densa que el caballero no podía
ver ni su propia mano. El caballero buscó a tientas las acostumbradas
antorchas que suelen estar en la entrada de los castillos, pero no había
ninguna. ¿Un castillo con puerta de oro y sin antorchas?
-Incluso los castillos de la
zona barata tienen antorchas –refunfuñó el caballero al tiempo
que Ardilla lo llamaba.
El caballero tanteó el
camino hasta donde se encontraba ella y vio que estaba señalando
una inscripción que brillaba en la pared. Ponía:
<Prefería una antorcha>>, pensó el caballero,
<<quienquiera que sea el que gestiona este castillo, está
decidido a reducir las facturas de la luz. >>
Sam habló:
-Significa que cuenta más
cosas sepas, más luz habrá en el interior del castillo.
-¡Apuesto a que tienes
razón, Sam! –exclamó el caballero. Y un rayo de luz se filtró
en la habitación.
En ese preciso momento, Ardilla
volvió a llamar al caballero para que se reuniera con ella. Había
encontrado otra brillante inscripción grabada en la pared:
Todavía perturbado,
el caballero masculló:
-Supongo que tengo que encontrar
la respuesta para conseguir un poco más de luz.
-Lo estás cogiendo rápidamente
–replicó Sam, a lo que el caballero respondió bufando:
-No tengo tiempo para jugar a
Preguntas y Respuestas. ¡Quiero encontrar mi camino por el castillo
para poder llegar pronto a la cima de la montaña!
-Tal vez tenéis todo el
tiempo del mundo –sugirió Rebeca.
El caballero no estaba de un
ánimo muy receptivo, y no tenía ganas de oír su filosofía.
Por un momento consideró la posibilidad de internarse en la oscuridad
del castillo e intentar atravesarlo. La negrura, sin embargo, era bastante
intimidadora y, sin su espada, se sentía temeroso. Le pareció
que la única alternativa que le quedaba era intentar descifrar el
significado de la inscripción. Suspiró y se sentó
ante ella. La leyó otra vez: << ¿Habéis confundido
la necesidad con el amor?>>
El caballero sabía que
amaba a Julieta y a Cristóbal, aunque tenía que admitir que
había amado más a Julieta antes de que le diera por ponerse
bajo los toneles de vino y vaciar su contenido en su boca.
Sam dijo:
-Si, amabais a Julieta y a Cristóbal,
pero, ¿no los necesitabais tambien?
-Supongo que si –admitió
el caballero.
Había necesitado toda
la belleza que Julieta le añadía a su vida con su inteligencia
y su encantadora poesía. También había necesitado
las cosas agradables que ella solía hacer, como invitar amigos para
que lo animaran, después de que se quedara atrapado en su armadura.
Se acordó de las épocas
en las que el asunto de la caballería había estado bajo mínimos
y no se podían permitir comprar ropa nueva o contratar sirvientes.
Julieta había confeccionado hermosos vestidos para la familia y
había preparado deliciosos platos para el caballero y sus amigos.
El caballero reconoció que Julieta había mantenido siempre
el castillo muy limpio. Y él le había dado muchos castillos
para limpiar. A menudo habían tenido que mudarse a un castillo más
barato cuando él había regresado de las cruzadas sin un chavo.
Había dejado que Julieta hiciera casi todas las mudanzas ella sola,
pues él solía estar siempre en algún torneo. Recordó
su aspecto agotado mientras llevaba sus pertenencias de un castillo a otro,
y cómo se había puesto cuando se vio imposibilitada de tocarlo
por causa de la armadura.
-¿No fue entonces cuando
Julieta comenzó a ponerse bajo los toneles de vino? –preguntó
Sam suavemente.
El caballero asintió,
y las lágrimas botaron de sus ojos. Después, se le ocurrió
algo espantoso: no había querido culparse de las cosas que hacía.
Había preferido culpar a Julieta por todo el vino que bebía.
el hecho, le venia bien que ella bebiera, así podía decir
que todo era por su culpa, incluyendo el hecho de que él estuviera
atrapado en la armadura.
A medida que el caballero se
iba dando cuenta de lo injusto que había sido con Julieta, las lágrimas
iban cayendo por sus mejillas. Si, la había necesitado más
de lo que la había amado. Deseó haberla necesitado menos
y amado más, pero no había sabido hacerlo.
Mientras continuaba llorando,
le vino a la cabeza que también había necesitado a Cristóbal
más de lo que le había amado. un caballero necesitaba a un
hijo para que partiera a las batallas y luchara en nombre de su padre cuando
éste se hiciera mayor. Esto no quería decir que el caballero
no amara a Cristóbal, pues amaba la belleza de su hijo. También
disfrutaba oyéndole decir:<Te quiero, papá>>, pero, así
como había amado estas cosas de Cristóbal, también
respondían a una necesidad suya.
Un pensamiento le vino a la mente
como un relámpago: ¡Había necesitado el amor de Julieta
y Cristóbal porque no se amaba a si mismo! De hecho, había
necesitado el amor de todas las damiselas que había rescatado y
de toda la gente por la que había luchado en las cruzadas porque
no se amaba a sí mismo.
El caballero lloró aún
más al darse cuenta de que si no se amaba, no podía amar
realmente a otros. Su necesidad de ellos se interpondría.
Al admitir esto, una hermosa
y resplandeciente luz brilló a su alrededor, ahí donde antes
había habido oscuridad. Una mano se posó suavemente sobre
su hombro. miró a través de sus lágrimas y vio a Merlín
que le sonreía.
-Habéis descubierto una
gran verdad –le dijo el mago al caballero-. Sólo podéis amar
a otros en la medida en que os amáis a vos mismo.
-¿Y cómo hago para
empezar a amarme? –preguntó el caballero.
-Ya habéis empezado, al
saber lo que ahora sabéis –dijo Merlín.
-Sé que soy un tonto –sollozó
el caballero.
-No, conocéis la verdad,
y la verdad es amor.
Esto consoló al caballero,
que dejó de llorar. A medida que sus lágrimas se fueron secando,
fue notando la luz que había a su alrededor. Era distinta de cualquier
luz que hubiera visto antes.
Parecía no venir de ningún
lugar, y de todos los lugares a la vez.
Merlín hizo eco del pensamiento
del caballero: -No hay nada más hermoso que la luz del conocimiento.
El cabalero miró la luz
que le rodeaba y luego hacia la lejana oscuridad.
-Para vos no hay oscuridad en
este castillo, ¿no es verdad?
-No –replicó Merlín-.
Ya no.
Animado, el caballero se puso
de pie, listo para continuar. Le agradeció a Merlín por haber
aparecido incluso sin haber sido llamado.
-Está bien –dijo el mago-.
Uno no siempre sabe cuándo pedir ayuda.
Y, dicho esto, desapareció.
Cuando el caballero se dispuso
a continuar, Rebeca apareció volando desde la oscuridad.
-¡Escuchad! –dijo toda
emocionada-. ¡Esperad a ver lo que voy a mostraros!
El caballero nunca había
visto a Rebeca tan excitada. Normalmente, era más bien tranquila,
pero ahora no dejaba de dar saltos sobre su hombro, sin poder contenerse
mientras guiaba al caballero y a Ardilla hacia un gran espejo.
-¡Es eso! ¡Es eso!
–gorgojeó en voz alta, los ojos brillando de entusiasmo.
El caballero tuvo una decepción.
-Es sólo un viejo espejo
–dijo impaciente-. Vamos, pongámonos en marcha.
-No es un espejo corriente-insistió
Rebeca-. No refleja tu aspecto. Refleja cómo eres de verdad.
El caballero estaba intrigado,
pero no entusiasmado. Nunca le había importado mucho los espejos
porque nunca se había considerado muy guapo. Pero Rebeca insistió.
así que, de mala gana, se colocó ante el espejo y contempló
su reflejo. Para su gran sorpresa, en lugar de un hombre alto con ojos
tristes y nariz agrande, con una armadura hasta el cuello, vio a una persona
encantadora y vital, cuyos ojos brillaban con amor y compasión.
-¿Quién es? –preguntó.
Ardilla respondió:
-Sois vos.
-Este espejo es un fantasma –dijo
el caballero-. Yo no soy así.
-Estáis viendo a vuestro
yo verdadero –explicó Sam-, el yo que vive bajo esa armadura.
-Pero –protestó el caballero,
contemplándose con atención en el espejo-, ese hombre es
un espécimen perfecto. Y su rostro está lleno de inocencia
y belleza.
-Ése es tu potencial-
le respondió Sam-. ser hermoso, inocente y perfecto.
-Si ése es mi potencial
–dijo el caballero-. algo terrible me sucedió en el camino.
-Si- replicó Sam-, pusiste
una armadura invisible entre tú y tus verdaderos sentimientos. Ha
estado ahí durante tanto tiempo que se ha hecho invisible y permanente.
-Quizá sí escondí
mis sentimientos- dijo el caballero-. Pero no podía decir simplemente
todo lo que se me pasaba por la cabeza y hacer todo lo que me apetecía.
Nadie me hubiera querido. –El caballero se detuvo a pronunciar estas palabras,
pues se dio cuenta que se había pasado la vida intentando agradar
a la gente. Pensó en todas las cruzadas en las que había
luchado, los dragones que había matado, y en las damiselas en apuros
que había rescatado: todo para demostrar que era bueno, generoso
y amoroso. En realidad, no tenía que demostrar nada. Era bueno,
generoso y amoroso. En realidad, no tenía que demostrar nada. Era
bueno, generoso y amoroso.
-¡Jabalinas saltarinas!
–exclamó-. ¡He desperdiciado toda mi vida!
-No –dijo Sam rápidamente-.
No la has desperdiciado. Necesitabas tiempo para aprender todo lo que has
aprendido.
-Todavía tengo ganas de
llorar –dijo el caballero.
-Pues, eso si sería un desperdicio
–dijo Sam.
Acto seguido, entonó esta canción:
<<Las lágrimas de
autocompasión
El caballero no estaba
de humor para apreciar ni la canción ni el humor de Sam.
-Deja ya esas pesadas rimas,
o te echaré fuera –chilló.
-No me puedes echar –rió
Sam -. Yo soy tú. ¿No lo recuerdas?
En ese momento, el caballero
se hubiera pegado un tiro gustoso con tal de librarse de Sam, mas, por
fortuna, aún no habían inventado las armas de fuego. Aparentemente,
no había manera de librarse de Sam.
El caballero se miró en
el espejo otra vez. La amabilidad, la compasión, el amor, la inteligencia
y la generosidad le devolvieron la mirada. Se dio cuenta de que todo lo
que tenía que hacer para tener todas esas cualidades era reclamarlas,
pues siempre habían estado ahí.
Ante este pensamiento, la hermosa
luz brilló una vez más, con más fuerza que antes.
Iluminó toda la habitación revelando, para sorpresa del caballero,
que el castillo tenía tan sólo una gigantesca habitación.
-Es la construcción estándar
para un Castillo del Conocimiento –dijo Sam.
-El verdadero Conocimiento no
se divide en compartimientos porque todo procede de una única verdad.
El caballero asintió.
Estaba listo para partir justo cuando Ardilla se acercó corriendo.
-Este castillo tiene u patio
con un gran manzano en el centro.
-Oh, llévame a él
–pidió el caballero ansioso, pues empezaba a tener hambre.
El caballero y Rebeca siguieron
a Ardilla hasta el patio. Las robustas ramas del árbol se torcían
por el peso de las manzanas más brillantes y rojas que el caballero
hubiera visto jamás.
-¿Te gustan las manzanas?
–preguntó Sam.
El caballero se encontró
riendo. Luego notó una inscripción grabada en una losa junto
al árbol:
El caballero reflexionó
sobre esto pero, con franqueza, no tenía ni idea de lo que significaba.
Finalmente, decidió olvidarlo.
-Si lo haces no saldremos de
aquí -dijo Sam.
El caballero gruñó.
-Estas inscripciones son cada
vez más difíciles de entender.
-Nadie dijo que el Castillo del
Conocimiento fuera fácil –dijo Sam con firmeza.
El caballero suspiró,
cogió una manzana y se sentó bajo el árbol con rebeca
y Ardilla.
-¿Vosotras lo entendéis?
–les preguntó.
Ardilla negó con la cabeza.
El caballero miró a Rebeca,
que también negó con la cabeza.
-Pero lo que sí sé
–dijo pensativa- es que no tengo ninguna ambición.
-Ni yo –intervino Ardilla- y
apuesto a que este árbol tampoco tiene ninguna.
-Tiene razón –dijo Rebeca-.
Este árbol es como nosotras. NO tiene ambiciones. Quizá vos
no necesitéis ninguna.
-Eso está bien para los
animales y los árboles –dijo el caballero-. Pero, ¿qué
sería una persona si no tuviese ambición?
-Feliz –dijo Sam.
-No, no lo creo.
-Todos estáis en lo cierto
–dijo una voz familiar.
El caballero se volvió
y vio a Merlín de pie, detrás de él y los animales.
El mago vestía su larga túnica blanca y llevaba un laúd.
- Estaba a punto de llamaros,
Merlín –dijo el caballero.
-Lo sé –replicó
el mago-. Todo el mundo necesita ayuda para entender a un árbol.
Los árboles son felices simplemente siendo árboles, al igual
que Rebeca y Ardilla son felices siendo simplemente lo que son.
-Pero los humanos somos distintos
–protestó el caballero-. Tenemos mentes.
-Nosotros también tenemos
mentes –declaró Ardilla, un tanto ofendida.
-Lo siento. Es sólo que
los seres humanos tenemos mentes más complicadas que hacen que deseemos
ser mejores –explicó el caballero.
-¿Mejores que qué?
– preguntó Merlín, tañendo ociosamente unas notasen
su laúd.
-Mejores de lo que somos –respondió
el caballero.
-Nacéis hermosos, inocentes
y perfectos. ¿Qué podría ser mejor que eso? –demandó
Merlín.
-NO, quiero decir que queremos
ser mejores de lo que pensamos que somos, y mejores que los demás----ya
sabéis, como yo, que siempre he querido ser el mejor caballero del
reino.
-Ah, si –admitió Merlín-,
la ambición de vuestra complicada mente os llevó a intentar
demostrar que erais mejor que otros caballeros.
-¿Y qué hay de
malo en ello? –preguntó el caballero a la defensiva.
-Cómo podíais ser
mejor que otros caballeros si todos nacisteis tan inocentes y perfectos
como erais?
-Al menos era feliz intentándolo
–replicó el caballero.
-¿Lo erais? ¿O
es que estabais tan ocupado intentando serlo que no podías disfrutar
del simple hecho de ser?
-Me estáis confundiendo
–musitó el caballero-. Sé que las personas necesitan tener
ambición. Desean ser listas y tener bonitos castillos y poder cambiar
el caballo del año pasado por uno nuevo. Quieren progresar.
-Ahora estáis hablando
del deseo del hombre de enriquecerse; pero si una persona es generosa,
amorosa, compasiva, inteligente y altruista, ¿cómo podría
ser más rica?
-Esas riquezas no sirven para
comprar castillos y caballos –dijo el caballero.
-Es verdad –Merlín esbozó
una sonrisa-, hay más de un tipo de riquezas, así como hay
más de un tipo de ambición.
-A mí me parece que la
ambición es la ambición. O deseas progresar o no lo deseas.
-Es más complicado que
todo eso –respondió el mago-. La ambición que proviene de
la mente te puede servir para conseguir bonitos castillos y buenos caballos.
Sin embargo, sólo la ambición que proviene del corazón
puede darte, además, la felicidad.
-¿Qué es la ambición
del corazón? –le cuestionó el caballero.
-La ambición del corazón
es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie. De hecho,
le sirve a uno de tal manera que sirve a otros al mismo tiempo.
-¿Cómo? –preguntó
el caballero, esforzándose por comprender.
-Es aquí donde podemos
aprender del manzano. Se ha convertido en un árbol hermoso y maduro,
que da generosamente sus frutos a todos. Cuantas más manzanas coge
la gente –dijo Merlín- más crece el árbol y más
hermoso deviene. Este árbol hace exactamente lo que un manzano debe
hacer: desarrollar su potencial para beneficio de todos. Lo mismo sucede
con las personas que tienen ambiciones del corazón.
-Pero-objetó el caballero-
si me pasara el día regalando manzanas, no podría tener un
elegante castillo y no podría cambiar el caballo del año
pasado por uno nuevo.
-Vos, como la mayoría
de la gente, queréis poseer muchas cosas bonitas, pero es necesario
separar la necesidad de la codicia.
-Decidle eso a una esposa que
quiere un castillo en un mejor barrio –replicó mordaz el caballero.
Una expresión divertida
se dibujó en el rostro de Merlín.
-Podríais vender algunas
de vuestras manzanas para pagar el castillo y el caballo. Después
podríais dar las manzanas que no necesitarais para que los demás
se alimentasen.
-Este mundo es más fácil
para los árboles que para las personas –dijo el caballero filosóficamente.
-Es una cuestión de percepción
–dijo Merlín-. Recibís la misma energía vital que
el árbol. Utilizáis la misma agua, el mismo aire y la misma
nutrición de la tierra. Os aseguro que si aprendéis del árbol
podréis dar frutos y no tardaréis en tener todos los caballos
y castillos que deseáis.
-¿Queréis decir
que podría conseguir todo lo que necesito simplemente quedándome
quieto en mi propio jardín? –preguntó el caballero.
Merlín rió.
-A los seres humanos se les dio
dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si
se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar,
en lugar de ir de aquí para allá intentando apoderarse de
todo lo que pueden, entenderían verdaderamente lo que es la ambición
del corazón.
El caballero permaneció
en silencio, reflexionando sobre sus palabras de Merlín. Estudió
el manzano que florecía ante sus ojos. Observó a Ardilla,
Rebeca y a Merlín. Ni el árbol ni los animales tenían
ambición, la ambición de Merlín provenía sin
duda de su corazón. Todos parecían sanos y felices; eran
hermosos especimenes de la vida.
Después pensó en
sí mismo: escuálido y con una barba que empezaba a tener
mal aspecto. Estaba mal nutrido, nervioso, y exhausto por tener que arrastrar
su pesada armadura. Había adquirido todo esto por su ambición
mental, y ahora comprendía que todo eso debía cambiar. La
idea le inspiraba temor, pero luego pensó que ya lo había
perdido todo, así que ¿qué más podía
perder?
-A partir de este momento, mis
ambiciones vendrán del corazón –prometió el caballero.
Mientras pronunciaba estas palabras, el castillo y Merlín desaparecieron,
y el caballero se encontró otra vez en el Sendero de la verdad,
con Rebeca y Ardilla. Junto al sendero se extendía un cabrilleante
arroyo. Sediento, se arrodilló para beber de su agua y notó
con sorpresa que la armadura que cubría sus brazos y piernas se
había oxidado y caído. Su barba había crecido. Era
evidente que el Castillo del Conocimiento, al igual que el Castillo del
Silencio, había jugado con el tiempo.
El caballero reflexionó
sobre este extraño fenómeno y no tardó en darse cuenta
de que Merlín estaba en lo cierto. Decidió que era verdad,
que el tiempo transcurría con rapidez cuando uno se escuchaba a
sí mismo. Recordó cuántas veces el tiempo se había
hecho eterno mientras él esperaba que otras personas lo llenaran.
Ahora que todo lo que quedaba
de su armadura era el peto, el caballero se sintió más ligero
y más joven de lo que se había sentido en años. También
descubrió que no se había sentido tan bien consigo mismo
desde hacía mucho tiempo. Con el paso firme de un muchacho, partió
hacia el Castillo de la Voluntad y la Osadía con Rebeca volando
sobre su cabeza y Ardilla corriendo a sus pies.
6
EL CASTILLO DE LA VOLUNTAD Y LA OSADIA
Hacia el amanecer el día siguiente, el inverosímil
trío llegó al último castillo. Era más alto
que los otros y sus muros parecían más gruesos. Confiado
de que atravesaría velozmente este castillo. El caballero cruzó
el puente levadizo con los animales.
Cuando estaban a medio camino
se abrió de golpe la puerta del castillo y un enorme y amenazador
dragón, cubierto de relucientes escamas verdes, surgió de
su interior, echando fuego por la boca. Espantado, el caballero se paró
en seco.
Había visto muchos
dragones, pero éste no se parecía a ninguno. Era enorme,
y las llamas salían no sólo de su boca, como sucedía
con cualquier dragón común y corriente, sino también
de sus ojos y oídos. Y, por si eso fuera poco, las llamas eran azules,
lo cual quería decir que este dragón tenía un alto
contenido de butano.
El caballero buscó
su espada, pero su mano no encontró nada. Comenzó a temblar.
Con una voz débil e irreconocible, el caballero pidió ayuda
a Merlín, mas, para su desesperación, el mago no apareció.
-¿Por qué no viene?
–preguntó ansiosamente, al tiempo que esquivaba una llamarada azul
del monstruo.
-No lo sé –replicó
Ardilla-. Normalmente se puede contar con él.
Rebeca, sentada sobre el hombro
del caballero, ladeó la cabeza y escuchó con atención.
-Por lo que he podido captar,
Merlín está en Parí, asistiendo a una conferencia
de magos.
<<No me puede abandonar
ahora>>, se dijo el caballero. <<Me prometió que no habría
dragones en el Sendero de la Verdad. >>
-Se refería a los dragones
comunes y corrientes –rugió el monstruo con una voz que hizo temblar
los árboles y que por poco hizo caer a Rebeca del hombro del caballero.
La situación parecía
seria. Un dragón que podía leer las mentes era definitivamente
lo peor que se podía esperar pero, de alguna manera, el caballero
logró dejar de temblar. Con la voz más fuerte y potente que
pudo, gritó:
-¡Fuera de mi camino, bombona
de butano gigante!
La bestia bufó, lanzando
fuego en todas direcciones.
-Caramba, ¡qué atrevido
el gatito asustado!
El caballero, que no sabía
qué más hacer, intentó ganar tiempo.
-¿Qué haces en
el Castillo de la Voluntad y la Osadía? –preguntó.
-¿Hay algún sitio
mejor donde yo pueda vivir? Soy el Dragón del Miedo y la Duda.
El caballero reconoció
que el nombre era muy acertado. Miedo y duda era exactamente lo que sentía.
El dragón volvió
a vociferar.
-Estoy aquí para acabar
con todos los listillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simplemente
porque han pasado por el Castillo del Conocimiento.
Rebeca susurró al oído
del caballero:
-Merlín dijo una vez que
el conocimiento de uno mismo podía matar al Dragón del Miedo
y la Duda.
-¿Y tú lo crees?
–susurró el caballero.
-Sí –afirmó Rebeca
con firmeza.
-¡Pues, entonces, encárgate
tú de ese lanzallamas verde! –El caballero dio media vuelta y cruzó
el puente levadizo corriendo, en retirada.
-¡Jo, jo, jo! –rió
el dragón, y con su último <<ojo>> por poco quema los
pantalones del caballero.
-¿Os retiráis después
de haber llegado tan lejos? –preguntó Ardilla, mientras el caballero
se sacudía las chispas de la espalda.
-No lo sé –replicó
él-. He llegado a habituarme a ciertos lujos, como vivir.
Sam intervino.
-¿Cómo te soportas
si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento
que tienes de ti mismo?
-¿Tú también
crees que el conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del
Miedo y la Duda? –preguntó el caballero.
- Por supuesto. El conocimiento
de uno mismo es la verdad y ya sabes o que dicen: <<La verdad es
más poderosa que la espada>>.
- Ya sé que eso es lo
que se dice, pero ¿hay alguien que lo haya probado y haya sobrevivido?
–Preguntó sutilmente el caballero.
Tan pronto como acabó
de pronunciar estas palabras, el caballero recordó que no necesitaba
probar nada. Era bueno, generoso y amoroso. Por lo tanto, no debía
sentir ni miedo ni dudas. El dragón no era más que una ilusión.
El caballero dirigió la
mirada a través del puente hacia donde se encontraba el monstruo
lanzando fuego hacia unos arbustos, por lo visto para no perder la práctica.
Con el pensamiento si él creía que existía, el caballero
inspiró profundamente y, con lentitud, volvió a atravesar
el puente levadizo.
El dragón, por supuesto,
fue a su encuentro, bufando y echando fuego. Esta vez, sin embargo, el
caballero siguió adelante. Pero el coraje del caballero no tardó
en comenzar a derretirse, al igual que su barba, con el calor de las llamaradas
del dragón. Con un grito de temor y angustia, dio media vuelta y
salió corriendo.
El dragón dejó
escapar una poderosa carcajada y disparó un chorro de fuego contra
el caballero en retirada. Con un aullido de dolor, el caballero atravesó
el puente como una bala, con Rebeca y Ardilla tras él. Al divisar
un pequeño arroyo, sumergió rápidamente su chamuscado
trasero en el agua fresca, sofocando las llamas en el acto.
Ardilla y Rebeca intentaban consolarlo
desde la orilla.
-Habéis sido muy valiente
–dijo Ardilla.
-No está mal por tratarse
del primer intento –añadió Rebeca.
Sorprendido, el caballero la
miró desde donde estaba.
-¿Cómo que el primer
intento?
Ardilla le respondió con
toda naturalidad:
-Tendréis más suerte
la segunda vez.
El caballero respondió
enfadado:
-Tú irás la segunda
vez.
-Recordad que el dragón
es sólo una ilusión –dijo Rebeca.
-¿Y el fuego que sale
de su boca? ¿Eso también es una ilusión?
-En efecto –respondió
Rebeca-. El fuego también era una ilusión.
-Entonces, ¿cómo
es que estoy sentado en este arroyo con el trasero quemado? –exigió
el caballero.
-Porque vos mismo hicisteis que
el fuego fuera real al creer que el dragón era real –explicó
Rebeca.
-Si creéis que el Dragón
del Miedo y la Duda es real, le dais el poder de quemar vuestro trasero
o cualquier otra cosa –dijo Ardilla.
-Tienen razón –corroboró
Sam -. Debes regresar y enfrentarte al dragón de una vez por todas.
El caballero se sintió
acorralado. Eran tres contra uno. O, mejor dicho, dos y medio contra uno;
la mitad Sam del caballero estaba de acuerdo con Ardilla y Rebeca, mientras
que la otra mitad quería permanecer en el arroyo.
Mientras el caballero luchaba
contra un coraje que flaqueaba, oyó a Sam decir:
-Dios le dio coraje al hombre.
El hombre le da coraje a Dios.
-Estoy harto de intentar comprender
el significado de las cosas. Prefiero quedarme sentado en el arroyo y descansar.
-Mira –lo animó Sam -,
si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines,
pero si no te enfrentas a él, es seguro que él te destruirá.
-Las decisiones son fáciles
cuando sólo hay una alternativa –dijo el caballero. Se puso en pie
de mala gana, inspiró profundamente y cruzó el puente levadizo
una vez más.
El dragón le miró
incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.
-¿Otra vez? –bufó-.
Bueno, esta vez sí que te pienso quemar.
Pero esta vez el caballero que
marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez:
<<El miedo y la duda son ilusiones>>.
El dragón lanzó
gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más
que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.
A medida que el caballero se
iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño,
hasta que alcanzó el tamaño de una rana. Una vez extinguida
su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas
–las Semillas de la Duda- Tampoco lograron detener al caballero. El dragón
se iba haciendo aún más pequeño a medida que continuaba
avanzando con determinación.
-¡He vencido! –exclamó
el caballero victorioso.
El dragón apenas podía
hablar.
-Quizás esta vez, pero
regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.
Dicho esto, desapareció
con una explosión de humo azul.
-Regresa siempre que quieras
–le gritó el caballero-. Cada vez que lo hagas, yo seré más
fuerte y tú más débil.
Rebeca voló y aterrizó
en el hombro del caballero.
-Lo veis, yo tenía razón.
El conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la
Duda.
-Si realmente creías que
era así, ¿por qué no me acompañaste cuando
me acerqué al dragón? –preguntó el caballero, que
ya no se sentía inferior a su amiga emplumada.
Rebeca mullió sus plumas.
-No quería interferir.
Era vuestro viaje.
Divertido, el caballero estiró
el brazo para abrir la puerta del castillo, pero ¡el Castillo de
la Voluntad y la Osadía había desaparecido!
Sam le explicó:
-No tienes que aprender sobre
la voluntad y la osadía porque acabas de demostrar que ya las posees.
El caballero echó la cabeza
hacia atrás, riendo de pura alegría. Podía ver la
cima de la montaña. El sendero parecía aún más
empinado que antes, pero no importaba.
Sabia que ya nada le podía
detener.
7
LA CIMA DE LA VERDAD
Centímetro a centímetro, palmo a palmo,
el caballero escaló, con los dedos ensangrentados por tener que
aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la
cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como
siempre, había una inscripción sobre él:
Ardilla y Rebeca se sintieron tentadas de ayudar, pero se contuvieron, pues sabían que a veces la ayuda puede debilitar a un ser humano. El caballero inspiró profundamente, lo que le aclaró un poco la mente. Leyó la última parte de la inscripción en voz alta: <<Pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido>>. El caballero reflexionó sobre algunas de las cosas <<conocidas>> a las que se había aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad –quién creía que era y que no era-. Estaban sus creencias –aquello que él pensaba que era verdad y lo que consideraba falso-. Y estaban sus juicios –las cosas que tenía por buenas y aquellas que consideraba malas. El caballero observó la roca y su pensamiento terrible cruzó por su mente: también conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. ¿Quería decir la inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido? -Lo has cogido, caballero –dijo Sam- . Tienes que soltarte. -¿Qué intentas hacer, matarnos a los dos? –gritó el caballero. -De hecho, ya estaos muriendo ahora mismo –dijo Sam-. Mírate. Estás tan delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estás lleno de estrés y miedo. -No estoy tan asustado como antes –dijo el caballero. -En ese caso, déjate ir y confía –dijo Sam. -¿Qué confié en quién? –replicó el caballero enfadado. Estaba harto de la filosofía de Sam-. ¡No es un quién sino un qué! -¿Un qué? –preguntó el caballero. -Sí –dijo Sam-. La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo. El caballero miró por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito que había debajo de él. -Déjate ir –le susurró Sam con urgencia. El caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza con cada segundo que pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraban a la roca. Pensando que moriría, se dejó ir y se precipitó al abismo, a la profundidad infinita de sus recuerdos. Recordó todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había hecho contra ellos. Fue cayendo cada vez más rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y por los acontecimientos que le habían dado forma. A partir de ese momento, fuera de sí mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo. Le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió: ¡Empezó a caer hacia arriba ¡Si, parecía imposible, pero caía hacia arriba, surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más profundo de él, con el centro de la Tierra. Continuó cayendo hacia arriba, sabiendo que estaba unido al cielo y a la tierra. Repentinamente, dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la inscripción de la roca. Había soltado todo aquello que había temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser experimentado y disfrutado. El caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo. Rebeca y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lágrimas de gratitud surgiendo de sus ojos. <<Casi muero por todas las lagrimas que no derramé>>, pensó. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura. El caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose o poniéndose por el este. Sonrió a través de sus lagrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él; una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arroyo, resplandeciente como la Luna, deslumbrante como el Sol. Porque ahora el caballero era el arroyo. Era la Luna. Era el Sol. Podía ser todas estas cosas a la vez, y más, porque era uno con el universo. Era amor. F I N |
|
CREO QUE EL QUE CONOCIÓ
A MAVIS NUNCA PODÍA HABERSE IMAGINADO LO QUE
SUCEDIÓ, DEBEMOS
EN CADA PAÍS RESALTAR LA IDEA QUE ELLA QUERÍA LLEVAR
A CABO , DE QUE TODA AMERICA
TUVIERA LAS MISMAS LEYES Y
OPORTUNIDADES, DE LLEVAR
NUESTRA ENFERMEDAD.
ME COMPROMETO A TERMINAR
LA IDEA DE ELLA DE HABLAR CON CHILAVERT,
PARA QUE EN SU PAÍS
SE LOGRE ALGO POR LO QUE ELLA LUCHABA.
DESDE EL CIELO MAVIS NOS
VA ESTAR VIGILANDO, SI NOSOTROS PERDEMOS LA
FUERZA DE LUCHA QUE ELLA
NOS MOSTRÓ.
MARCELO URUGUAY
Si amigos la vida continua y debemos seguir en la lucha disfrutando cada dia como el ultimo ya que somos privilegiados de poder ver la vida con otro espectro donde el crecimiento interno se ha logrado por la lucha , el creer en nosotros y tener siempre fe , que es el combustible que mueve el motor de nuestras vidas pido a Dios para que cada dia nos llene de Amor , "por que en un mundo lleno de envidia mal intencion y rencor solo con el Amor lograremos construir un mundo mejor"
REYMER
Amigos Trasplantados de
Venezuela, a.c.
A esta gran persona que lucho por la donacion y donde este Dios le llevara a descanzar y que su espiritu luchador se contagie en cada uno de nosostros. Personas como Mavis quienes DIOS le dio la gran oportunidad de ser pioneras de esta gran lucha, se que Dios la tendra en un lugar muy especial y pido para que esa chispa de fe y esperanza que irradiaba esa gran mujer . desde republica dominicana sentimos la perdida de mavis , sabemos que donde quiera que este nos esta mirando y sera nuestro angel para que nuestra luchas sean vencidas para el bien de todos y cada uno de los pacientes.
jose lora
Cuando un renal muere hay
una fiesta en el cielo y una consolacion en la tierra.
No querìa convencerme
de SEMEJANTE REALIDAD!!POR QUE????!!! pero ya es tiempo que lo acepte....No
puedo agregar màs palabras a las que ya han plasmado en sus mensajes....Es
tanta la algustia que tengo que sòlo me queda mandarles UN ABRAZO
MUY FUERTE A TODOS!!!ESPECIALMENTE A QUIENES COMPARTÌAN DE CERCA
SU VIDA
Y a vos Mavis querìa
enviarte las rosas hermosas que me habìas regalado....(pero no puedo
abrir el archivo) TE NECESITAMOS! y TE EXTRAÑAREMOS MUUUUUCHOOOOOOOOO!!!!!!!!!!
Hasta siempre! Y DIOS TE BENDIGA!!!!
CECILIA
En Nombre de la Región
; PAMPEANA .
Miembro de la OLAT, Causa
Común sin Fronteras ,
UNA
TRISTE NOTICIA DE VERDAD, NO LA ESPERABAMOS, SOBRE TODO LAS PERIODISTAS
QUE VIAJAMOS CON ELLA A CARLOZ PAZ Y TENIAMOS PROYECTOS DE SEGUIR CON LA
CAMPAÑA EN PARAGUAY.
SOLO
RESTA REZAR MUCHO POR ELLA Y SEGUIR NOSOTROS EN LA LUCHA.
de
verdad me alegra que este gran congreso haya sido un verdadero exito como
era de esperar.
Reymer-
venezuela
Después
de estar minutos mirando la pantalla, tratando de encontrar respuesta a
un hecho que no las tiene y seguramente jamás las encontraremos,
solo puedo enviarle mi más sentido pésame a todos los que
conocieron a Mavis.
Estoy
completamente triste por la noticia de la desaparición de Mavis.
Que
inciertos caminos de la mente, llevan a una persona a tomar esa determinación,
en contraposición de su lucha por la vida, la del trasplante.
Adiós
Mavis, que Descanses en Paz,
María
Eugenia
CREO
QUE EL QUE CONOCIÓ A MAVIS NUNCA PODÍA HABERSE IMAGINADO
LO QUE
Asunto:
Fw: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
Una
gran pena la noticia sobre nuestra bella y hermosa amiga MAVIS, estoy consternado
por tan lamentable perdida y elevo una plegaria ante mi Señor para
el descanso eterno de su valiosa alma.
A nombre
del Grupo de Apoyo para Familiares de Donantes de Chile deseo a través
de ustedes expresarle a sus familiares y amigos nuestro más sincero
pesar.
Si
alguien conoce su dirección particular en Paraguay favor háganmela
llegar para enviar mis condolencias.
Sin
duda es una gran pérdida para todos nosotros. Creanme que tengo
mucha pena y lágrimas en mis ojos, la consideraba mi amiga.
MAVIS,
DESCANSA EN PAZ Y GRACIAS POR HABERME CONSIDERADO TU AMIGA!!!!
Reciban
cada uno de ustedes un fuerte abrazo
Angélica
Finlay
Estoy
impactado, gracias.
Con
dolor,
Rene
Schwebel, Tx Riñón, 7 feb '90.
Quisiéramos COMPARTIR
CON LOS MIEMBROS de la OLAT, Causa Común sin Fronteras
Y TODOS AQUELLOS QUE LLEGAMOS
A CONOCERLA EL ULTIMO MESAJE RECIBIDO 7/11 /2003 DE MAVIS (ROSAS
-SUEÑOS- ESPERANZAS )
GRACIELA DE ERREA
ME DESPIDO CON UN FUERTE
ABRAZO , Y QUE TODOS HOY RECEMOS POR MAVIS.
From:
Celsa Pereira
To:
olat_causacomunsinfronteras@yahoo.com
Sent:
Tuesday, November 11, 2003 2:15 PM
Subject:
Re: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
ESPERO
QUE PODAMOS SEGUIR EN CONTACTO Y YA SABEN MI EMAIL POR FAVOR ME ESCRIBAN
Y SIGAMOS EN ESTA LUCHA POR TODOS LOS ENFERMOS RENALES.
From:
Reymer Villamizar
To:
olat_causacomunsinfronteras@yahoo.com
Sent:
Tuesday, November 11, 2003 5:56 AM
Subject:
Re: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
A
esta gran persona que lucho por la donacion y donde este Dios le llevara
a descanzar y que su espiritu luchador se contagie en cada uno de nosostros.
Amigos
Trasplantado de Venezuela. a.c.
From:
Nancy Gonzalez
Sent:
Tuesday, November 11, 2003 6:27 AM
Subject:
Re: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
Tuve
la oportunidad de conocerla en Villa Carlos Paz. El recuerdo aún
palpable de su sonrisa, energía y fuerza vital expresada en sus
palabras y movimientos es una paradoja que abre aún más la
herida que sentimos al enterarme de este lamentable suceso.
Un
fuerte abrazo para todos.
Lamentamos
sinceramente la partida de una luchadora y motivadora como Mavis. Habitualmente,
los que parten primero, son necesarios a otro nivel...
Un
abrazo para su familia, Paraguay y amigos.
Atentamente,
M.
Julia Muñoz S.
Comunicaciones
y Relaciones Püblicas
Corporación
del Trasplante - Chile
From:
maria eugenia
To:
olat@yahoogrupos.com.mx
Sent:
Monday, November 10, 2003 11:16 PM
Subject:
[olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
En
el escenario de los recuerdos de mi mente, guardo lo mejor de ella, su
extrovertida alegría, sus proyectos
Deseo
que esté en paz y que su familia, pueda superar éste
terrible momento de su desaparición.
From:
Marcelo Zavalla
To:
olat@yahoogrupos.com.mx
Sent:
Tuesday, November 11, 2003 11:37 AM
Subject:
[olat] HOMENAJE A MAVIS
SUCEDIÓ,
DEBEMOS EN CADA PAÍS RESALTAR LA IDEA QUE ELLA QUERÍA LLEVAR
A
CABO , DE QUE TODA AMERICA TUVIERA LAS MISMAS LEYES Y
OPORTUNIDADES,
DE LLEVAR NUESTRA ENFERMEDAD.
ME
COMPROMETO A TERMINAR LA IDEA DE ELLA DE HABLAR CON CHILAVERT,
PARA
QUE EN SU PAÍS SE LOGRE ALGO POR LO QUE ELLA LUCHABA.
DESDE
EL CIELO MAVIS NOS VA ESTAR VIGILANDO, SI NOSOTROS PERDEMOS LA
FUERZA
DE LUCHA QUE ELLA NOS MOSTRÓ.
MARCELO
URUGUAY.
From:
Josè Cabrera Martìnez
Sent:
Monday, November 10, 2003 7:58 PM
Subject:
Re: Fw: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
Amigo
mio:::::::
Me
permití seas tu el conducto para el recibo de un pequeño
y humilde homenaje para tan lamentable perdida de ser tan maravilloso como
lo fue MAVIS. Mi reconocimiento personal para quienes tuvimos la gran fortuna
de conocerla y haber recibido de ella en más de una ocasión
significantes muestras de preocupación por la conservación
de nuestras vidas y de las de otros en que en forma desinteresada ella
procuró. MAVIS Dios te bendiga y por siempre te recordaré,
recibe una beso y una oración y mi más sincero agradecimiento
por haberme brindado la oportunidad de conocer tu calidad de ser humano
tan excepcional. Tu amigo y humilde servidor......
Estimados
amigos: recien me entero de esta triste noticia. No llegué a conocer
personalmente a Mavis, pero a través de los mails, llegamos a conocernos
como de toda la vida, incluso nos enviamos fotos de nuestros hijos y nietos,
una mujer maravillosa, luchando por una causa tan noble.
Todos
los días me mandaba un hermoso mensaje y me alegraba el día.
Presidenta
Grupo
Apoyo para Familiares de Donantes
Corporación
de Trasplantes de Chile
From:
Bernardo Vazquez
Sent:
Monday, November 10, 2003 7:34 PM
Subject:
RE: [olat] TRISTE NOTICIA DESDE PARAGUAY
En
México, la terrible noticia de la desaparición física
de nuestra querida Mavis Escobar llego hasta lo mas profundo de nuestras
almas, realmente lo sentimos mucho ya que fue una persona dedicada enteramente
a que en su bello país se legislara una ley de trasplantes.
Por
este conducto, México, a través de la ATEPAC, expresa su
mas profundo sentir por la familia de Mavis y por Paraguay, quienes han
perdido a una gran luchadora en pro de la donación de órganos
y tejidos.
Deseamos
que su trabajo no haya sido en vano y que haya mas Mavis en el Paraguay
para que la Cultura de la Donación de Órganos sea YA una
realidad. Creemos que su alma no podrá descansar en paz hasta que
esto suceda pronto.
Vicepresidente
de la ATEPAC, México: www.atepac.org
Miembros
de la OLAT, Causa Común sin Fronteras: www.oocities.org/olat_causacomunsinfronteras