EL PARAÍSO RESTAURADO
Una
teología bíblica de señorío
David
Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero.
1985; 6to. 1999
Capítulo
17
INTERPRETACIÓN DE
APOCALIPSIS
De repente,
y con un ruido semejante al fragor impetuoso del huracán, se
lanzó el
carro de Dios Padre, despidiendo espesas llamas. Tenía sus
ruedas unas
dentro de otras, y no se movía por impulso ajeno, sino por el
instinto
de su propio espíritu; iba escoltado por cuatro custodios con
aspecto
de querubines. Cada uno de éstos mostraba cuatro rostros
maravillosos,
y sus cuerpos y alas estaban sembrados de innumerables ojos,
refulgentes como estrellas; ojos que asimismo brillaban en las ruedas,
las cuales despedían centellas; y sobre sus cabezas se alzaba un
firmamento de cristal en que se veía un trono de zafiro matizado
de
purísimo ámbar y de los colores del arco iris.
Cubierto
con la celeste armadura del radiante Urim, obra divinamente labrada,
ocupa el Mesías su carro. A su derecha lleva la Victoria,
que extiende
sus alas de águila, y al costado el arco y el carcaj divino
lleno de
rayos de puntas triples. Lo envuelven en torno
airados
torbellinos de
humo, de entre los cuales brotan las llamas de ardientes exhalaciones.
John Milton, Paradise Lost
[6.749-66]
El
Salvador trabaja poderosamente entre los hombres; todos los días
persuade de manera invisible a mucha gente por todo el mundo, tanto
dentro como más allá del mundo de habla griega, de que
acepten su fe y sean obedientes a sus enseñanzas. ¿Puede
alguien, en vista de todo esto, dudar todavía de que él
ha resucitado y vive,o más bien que Él mismo es la vida?
Atanasio, On the Incarnation
[30]
Interpretación
del libro de Apocalipsis
De entrada, confrontamos dos
problemas cuando intentamos el libro de
Apocalipsis. El primero es la cuestión de asegurarnos de que
nuestra interpretación es correcta - poniendo marcas en nuestra
imaginación para no forzar la santa Palabra de Dios a entrar en
un molde de nuestra propia invención. Debemos permitir que el
libro de Apocalipsis diga lo que Dios se propuso que dijera. El segundo
problema es la cuestión de la ética - qué hacer
con lo que hemos aprendido.
El modelo
bíblico de
interpretación
En el mismísimo primer
versículo de Apocalipsis, Juan nos
proporciona una importante clave interpretativa: "La revelación
de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas
que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por
medio de su ángel a su siervo Juan" (Apoc. 1:1). El uso del
término declaró
nos dice que la profecía no debe ser considerada simplemente
como "historia escrita por anticipado". En vez de eso, Apocalipsis es
un libro de señales:
representaciones simbólicas de los acontecimientos venideros.
Los símbolos no deben entenderse de manera literal. Podemos ver
esto en el uso que hace Juan del término en su evangelio
(véase Juan 12:33; 18:32; 21:19). En cada caso, está
usado en el sentido de que Cristo significó
un evento futuro mediante una indicación más o menos
simbólica, más bien que por medio de una
descripción clara y literal. Y ésta es generalmente la
forma de las profecías en Apocalipsis. Esto no significa que los
símbolos son ininteligibles; la interpretación no es la
que a uno se le ocurra. Por otra parte, yo no estoy diciendo que los
símbolos están en alguna especie de código, de
modo que todo lo que necesitamos es un diccionario o una
gramática de simbolismos para "traducir" los símbolos al
idioma inglés. La profecía es poesía, no
alegoría ingenua o estática. La única manera de
entender su simbolismo es familiarizándose con la Biblia. El
modelo bíblico de interpretación es la Biblia misma.
Ya hemos tomado nota de las
falacias e inconsistencias involucradas en
la así llamada escuela "literalista" de interpretación
bíblica. Otro problema, que es especialmente severo entre
ciertos teólogos "pop" es su interpretación arbitraria de
los símbolos proféticos. He oído a predicadores
hablar de las langostas de Apocalipsis 9:3-11 como que muestran una
desconcertante variedad de horrores: bombarderos, proyectiles
balísticos, helicópteros Cobra, y hasta las temidas
"abejas asesinas" de Sudamérica. ¿A cuál de todas
estas armas representan las langostas? Sin un modelo de
interpretación, no
hay manera objetiva alguna de saberlo - y así, el libro de
Apocalipsis se convierte, en
la
práctica, en lo que su título mismo insiste que no es: una
ininteligible mescolanza
de fuego y viento "apocalípticos" que no significa nada.
En realidad, Juan nos dice
cientos de veces durante todo el libro de
Apocalipsis exactamente lo que es el modelo de interpretación,
porque el libro está positivamente atiborrado de citas del
Antiguo Testamento y alusiones a él. El libro de Apocalipsis depende
del
Antiguo Testamento mucho más que cualquier otro libro del Nuevo
Testamento.
Por sí solo, este hecho debería advertirnos que no
podemos comenzar a penetrar su significado sin una sólida
comprensión de la Biblia como un todo - ésta es la
razón de que yo haya escrito la Parte Dos de este libro, y por
qué estoy machacando sobre el tema nuevamente. Las iglesias
primitivas tenían esa clase de comprensión. El evangelio
se había predicado primero a los judíos y a los
prosélitos gentiles; a menudo, las iglesias habían sido
formadas por adoradores en sinagogas, y esto ocurría hasta en la
iglesias de Asia Menor (Hechos 2:9; 13:14; 14:1; 16:4;17:1-4, 10-12,
17; 18:4, 8, 19, 24-28; 19:1-10, 17). Además, está claro
en Gálatas 2:9 que el ministerio del apóstol Juan era
para los judíos en particular. Por consiguiente, los primeros
lectores de Apocalipsis estaban sumergidos en el Antiguo Testamento
hasta un punto en que la mayoría de nosotros no lo
está hoy
día. El simbolismo de Apocalipsis está saturado de
alusiones bíblicas que eran comprendidas comúnmente por
la iglesia primitiva. Aun en las raras congregaciones que no
tenían ningún
miembro hebreo, las Escrituras usadas en la enseñanza y en el
culto eran principalmente del Antiguo Testamento. Los cristianos
primitivos poseían la clave autorizada e infalible para el
significado de las profecías de Juan. El que los modernos no
apreciemos este hecho crucial es la causa principal de nuestra
incapacidad para entender de qué estaba hablando Juan.
Por ejemplo, consideremos
un símbolo de Apocalipsis, del
cual se ha abusado mucho, y
apliquemos este principio. En Apocalipsis 7, 9, 14 y 22, Juan ve al
pueblo de Dios sellado en sus frentes con su nombre; y en Apocalipsis
13:16, Juan escribe sobre los adoradores de la bestia, que tienen su
marca en la mano derecha y en la frente. (Dicho sea de paso: ¿No
le parece extraño a usted que todo el mundo esté tan
excitado sobre "la marca de la bestia" cuando el claro énfasis
en Apocalipsis es sobre el sello de Dios
en las frentes de los creyentes?)
Se han hecho muchas y fantásticas interpretaciones en
relación con estas marcas - que van desde tatuajes y
validaciones de parque de diversione hasta tarjetas de crédito y
números de Seguro Social - y todo sin observar en lo más
mínimo las claras alusiones bíblicas. Pero
¿qué habrían pensado los primeros lectores de
estos pasajes? Los símbolos les habrían hecho pensar
inmediatamente en varias referencias bíblicas: la "marca" del
sudor en la frente de Adán, significando la maldición de
Dios por su desobediencia (Gén. 3:19); la frente del sumo
sacerdote, marcada con letras de oro proclamando que ahora era SANTO A JEHOVÁ
(Éx. 28:36); Deuteronomio 6:6-8 y Ezequiel 9:4-6, en que los
siervos de Dios son "marcados" en la mano y en la frente con la ley de
Dios, y reciben así bendición y protección en
nombre de Dios. Por otra parte, los seguidores de la bestia reciben su
marca de propiedad: sometimiento a la ley impía, estatista,
anticristiana. En Apocalipsis, la marca no ha de ser tomada
literalmente. Es una alusión a un símbolo del Antiguo
Testamento que hablaba de la total obediencia de un hombre a Dios, y
representa una advertencia de que el dios de una sociedad - ya sea el
Dios verdadero o el estado deificado - exige completa obediencia a su
dominio.
Ése será el principio de
interpretación que se
seguirá en este libro. La Revelación es una revelación: el
propósito es que se entendiera. Sin embargo, no la
entenderán los perezosos y los indiciplinados
buscadores de emociones, que tienen tanta prisa que no tienen tiempo
para estudiar la Biblia. Muchos pasan presurosos desde su primera
profesión de fe hasta el último libro de la Biblia,
tratándola poco más que como un libro de alucinaciones,
desdeñando apresuradamente un sobrio intento de permitir que la
Biblia se interprete a sí misma - descubriendo, en fin de
cuentas, sólo un reflejo de sus propios prejuicios. Pero, para
los que prestan atención a la palabra de Dios como un todo, el
mensaje es claro. Benjamin Warfield escribió: "El Apocalipsis de
Juan no necesita ser otra cosa que fácil: todos sus
símbolos son o naturalmente obvios o tienen sus raíces en
los poetas y profetas del Antiguo Testamento y el lenguaje figurado de
Jesús y sus apóstoles. Nadie que conozca su Biblia
necesita desesperar de leer este libro con provecho. Sobre todo, el que
puede entender el gran discurso de nuestro Señor concerniente a
las últimas cosas (Mat. 24) no puede dejar de entender el
Apocalipsis, que se basa en ese discurso, y escasamente avanza
más allá de él" (Selected
Shorter Writings [Presbyterian and Reformed, 1973], vol.
2, pp.
652s).
Profecía y ética
A
menudo, el libro de Apocalipsis es tratado como ejemplo del
género "apocalíptico" de escritos que florecieron entre
los judíos entre el año 200 A. C. y el año 100 D.
C. No hay ninguna base en absoluto para esta opinión, y es
completamente desafortunado que la palabra apocalíptico
se use para describir esta literatura. (Los mismos escritores de
literatura "apocalíptica" nunca usaron el término en este
sentido; más bien, los eruditos le robaron el término a
Juan, que llamó a su libro "El Apocalipsis
[la revelación] de Jesucristo". En realidad, hay muchas y
grandes diferencias entre los escritos "apocalípticos" y el
libro de Apocalipsis.
Los "apocalipsistas" se
expresaban en símbolos inexplicados e
ininteligibles, y generalmente no tenían ninguna
intención de hacerse entender. Sus escritos abundan en
pesimismo: no es posible ningún verdadero progreso, ni
habrá ninguna victoria para Dios y su pueblo en la historia. Ni
siquiera podemos ver a Dios en la historia. Todo lo que sabemos es que
el mundo se está volviendo peor y peor. Lo mejor que podemos
hacer esperar el fin - pronto. Pero, por ahora, las fuerzas del mal
están en control. (¿Le suena familiar?). El resultado
práctico fue que los apocalipsistas rara vz se preocupaban de la
conducta ética. No les interesaba mucho cómo vivir en el
presente (y en realidad asumir el dominio sería impensable);
sólo querían especular sobre los cataclismos venideros.
El enfoque de Juan en
Apocalipsis es vastamente diferente. Sus
símbolos no son oscuras divagaciones incubadas en una
imaginación enfebrecida; están firmemente enraizadas en
el Antiguo Testamento (y la razón de su aparente oscuridad es
ese mismo hecho: tenemos problemas para entenderlos sólo porque
no conocemos nuestras Biblias). En contraste con los apocalipsistas,
que habían abandonado la historia, Juan presenta la historia
como el escenario de la redención: Dios salva a su pueblo en su ambiente, no
fuera de
él; y Dios salva el
ambiente.
Leon Morris, en su importante
estudio de Apocaliptica
(Eerdmans, 1972), describe la visión mundial de Juan: "Para
él, la historia es la esfera en que Dios ha forjado nuestra
redención. Lo realmente crítico en la historia de la
humanidad ya ha tenido lugar, y tuvo lugar aquí, en esta tierra,
en los asuntos de los hombres. El Cordero 'como inmolado' domina el
libro entero. Juan ve a Cristo como victorioso, y habiendo obtenido la
victoria por su muerte, un evento en la historia. Su pueblo comparte su
triunfo, pero ha derrotado a Satanás 'por la sangre del Cordero
y por la palabra de su testimonio' (Apoc. 12:11). Está ausente
el pesimismo que difiere la actividad salvadora de Dios hasta el fin.
Aunque Juan presenta el mal realísticamente, su libro es
fundamentalmente optimista" (p. 79).
Los apocalipsistas dijeron: El
mundo
se acerca a su fin: ¡Ríndanse! Los profetas
bíblicos dijeron: El
mundo se
acerca a su principio: ¡Pónganse a trabajar!
Así, pues, el libro de
Apocalipsis no es un tratado de
apocalíptica; en su lugar, es, como Juan mismo nos recuerda
repetidamente, una
profecía
(1:3; 10:11; 22:7,10, 18-19), de acuerdo con los escritos de los otros
profetas bíblicos. Y - nuevamente en agudo contraste con los
apocalipsistas - si hubo una preocupación principal entre los
profetas bíblicos, fue la conducta ética. Ningún
escritor bíblico reveló jamás el futuro
sólo para satisfacer la curiosidad: la meta fue siempre dirigir
al pueblo de Dios hacia acciones correctas en el presente. La
abrumadora mayoría de las profecías bíblicas no
tenían nada que ver con el erróneo concepto de que la
"profecía" predecía el futuro. Los profetas hablaban del
futuro para estimular la vida piadosa. El propósito de la profecía
es ético.
El hecho de que muchos de los
que estudian los escritos
proféticos en la actualidad están más interesados
en encontrar posibles referencias a viajes espaciales y armas nucleares
que en descubrir los mandamientos de Dios para la vida es un repugnante
tributo a la moderna apostasía. "El testimonio de Jesús
es el espíritu de profecía" (Apoc. 19:10); ignorar a
Jesús en favor de explosiones atómicas es una
perversión de la Escritura, una extravagante distorsión
de la santa Palabra de Dios. De principio a fin, Juan está
intensamente interesado en la conducta ética de los que leen el
libro de Apocalipsis:
Bienaventurado
el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y
guardan las cosas en ella escritas (1:3).
Bienaventurado
el que vela, y guarda sus ropas (16:15).
Bienaventurado
el que guarda las palabras de la profecía de este libro (22:7).
Bienaventurados
los que guardan sus mandamientos (22:14).
Debo subrayar que, al
argumentar a favor de la escatología de
dominio, no estoy simplemente presentando un programa alterno como
guía para el futuro. La escatología bíblica no es
sólo un calendario de sucesos especiales. El significado
fundamental de la esperanza es el
señorío de Jesucristo.
La meta de la escatología es llevar a las personas a adorar y a
servir a su Creador. La profecía no es nunca meramente un
ejercicio académico. Todos los profetas apuntaban a Jesucristo,
y todos ellos demandaban una respuesta ética. La palabra de Dios
demanda una total transformación de nuestras vidas, en todo
momento. Si ésa no es la meta, y el resultado, de nuestro
estudio de la Escritura, no nos servirá de nada.
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