DÍAS DE
RETRIBUCIÓN
Una exposición del
libro
de Apocalipsis
Título de la obra en
inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Uno
1
REY DE REYES
Título y
bendición
(1:1-3)
1 La
revelación
de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas
que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por
medio
de su ángel a su siervo Juan;
2 que ha dado testimonio de la
palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas
que
ha visto.
3 Bienaventurado el que lee, y
los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas
en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
1. Desde el comienzo, Juan deja
bien
claro que su libro revela, devela, descubre, los propósitos de
Dios.
No tiene la intención de ser misterioso o enigmático; de
manera enfática, revela su tema. Específicamente,
es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio - en otras
palabras,
una revelación en la cual medió nuestro Señor en
persona
(comp. Heb. 1:2), sobre las cosas que deben suceder pronto. Por lo
tanto,
el Apocalipsis no se ocupa ni del alcance de la historia mundial ni del
fin del mundo, sino de los sucesos que estaban en el futuro para Juan y
sus lectores. Como veremos a través del comentario, el Libro de
Apocalipsis es un "proceso legal de pacto", que profetiza el
derramamiento
de la ira de Dios sobre Jerusalén. Es una profecía del
período
conocido en la Escritura como "los últimos días", es
decir,
los últimos días de la nación de la alianza,
Israel,
la "generación" de cuarenta años (Mat. 24:34)
transcurridos
desde la ascensión de Cristo (30 d. C.) hasta la caída de
Jerusalén a manos de los romanos (70 d. C.). 1
Predice sucesos que Juan esperaba que sus lectores vieran muy pronto.
Esto milita claramente contra
cualquier
interpretación "futurista" del libro. Los futuristas dicen que
Juan
estaba advirtiendo a los cristianos de sus días mayormente sobre
cosas que ellos nunca verían - ¡quiere decir que el Libro
de Apocalipsis ha sido irrelevante por 1.900 años! Afirmar que
el
libro es relevante sólo para nuestra generación es
egocéntrico,
y contrario al testimonio del libro mismo. Debe subrayarse que la
expresión
griega significa claramente lo que dice, y los que primero leyeron la
frase
no habrían entendido que significase ninguna otra cosa (comp.
Lucas
18:8; Hechos 12:7; 22:18; 25:4; Rom. 16:20; Apoc. 22:6). Una
interpretación
futurista queda refutada en la mera primera frase del Apocalipsis.
Antes de que sigamos adelante,
debemos
notar también que la declaración inicial de Juan
presupone
la filosofía bíblica de la historia: Dios es Señor
de todos, tiene un plan abarcante para su creación, y gobierna
cada
átomo de la realidad según su plan. Después de
todo,
¿cómo conoce Dios el futuro? La Biblia no indica que Dios
tiene una especie de bola de cristal con la cual percibe los sucesos
futuros.
Pensemos en eso. En realidad, no existe tal cosa como "el futuro", en
el
sentido de algo "allá afuera" que puede ser adivinado con el
equipo
adecuado. Decir que algo está en el futuro es simplemente decir
que todavía no existe. Entonces, ¿cómo conoce Dios
el futuro? La Biblia sólo da una respuesta: Dios conoce el
futuro
porque él lo planeó:
Jehová
estableció
en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. (Sal. 103:19).
Nuestro Dios está en los
cielos; todo lo que quiso ha hecho. (Sal. 115:3).
Todos los habitantes de la
tierra
son considerados como nada; y él hace según su voluntad
en
el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no
hay
quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Dan. 4:35)
En él asimismo tuvimos
herencia,
habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas
las cosas según el designio de su voluntad. (Efe. 1:11)
De este modo, aunque "el futuro"
no
existe todavía, es absolutamente cierto y seguro, porque el
Señor
todopoderoso del universo lo ha planeado infaliblemente. Él "da
vida a los muertos, y llama a las cosas que no son, como si fuesen"
(Rom.
4:17). Dios conoce todas las cosas exhaustivamente porque Él
planeó
todas las cosas exhaustivamente.
Arthur Pink escribió:
"El
Señor Dios omnipotente reina. Su gobierno se ejerce sobre la
materia
inanimada, sobre las bestias brutas, sobre los hijos de los hombres,
sobre
ángeles buenos y malos, y sobre Satanás mismo.
Ningún
giro de ningún mundo, ningún brillo de ninguna estrella,
ninguna tormenta, ningún movimiento de ninguna criatura, ninguna
acción de los hombres, ninguna diligencia de los ángeles,
ninguna obra del diablo -- nada en todo el vasto universo puede
ocurrir
sino porque Dios se lo ha propuesto eternamente. Aquí hay
fundamento
para la fe. Aquí hay un lugar de descanso para el intelecto.
Aquí
hay un ancla para el alma, segura y firme. No es el destino ciego, la
maldad
desenfrenada, ni el hombre, ni el diablo, sino el Señor
Todopoderoso,
el que gobierna el mundo, gobernándolo de acuerdo con su propia
voluntad y para su propia gloria eterna". 2
Ahora, Juan dice que estas
cosas
en relación con el futuro le fueron "declaradas" por el
ángel.
El uso de esta palabra nos dice que la profecía no debe ser
tomada
simplemente como "historia escrita por anticipado". Es un libro de signos,
representaciones simbólicas de sucesos que se acercaban. Los
símbolos
no han de entenderse de manera literal. Podemos ver esto en el uso que
hace Juan del mismo término en su evangelio (12:33; 18:32;
21:19).
En cada caso, se dice que Cristo "daba a entender" un suceso futuro
mediante
una indicación más o menos simbólica, más
bien
que por medio de una descripción prosaica y literal. Y esta es
generalmente
la forma de las profecías en el Apocalipsis. Es un libro de
símbolos
de principio a fin. Como bien dijo G. R. Besley-Murray: "El profeta
desea
dejar claro que él no proporciona fotografías del cielo".3
Esto no significa que los símbolos son ininteligibles; la
interpretación
no es lo que cualquier individuo decida que sea. Ni, por otra parte,
están
escritos los símbolos en alguna especie de código, de
manera
que todo lo que necesitamos sea un diccionario o un gramática de
simbolismos para "traducir" los símbolos al español. La
única
manera de entender el sistema de Juan es familiarizarse con la Biblia
misma.
2-3 Aquí se establece
una
importante relación. El versículo 1 nos mostró a
Jesucristo
dando la revelación a Juan; ahora Juan dice que él mismo
testifica de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo.
Así,
pues, vemos que Jesús es el pre-eminente portador del
testimonio,
testificando a sus siervos; y vemos también que Juan testifica
del
testimonio de Cristo. Él puede hacer esto porque es uno de los
siervos
de Cristo, y ha venido a ser como su Maestro. Al dar testimonio, Juan
se
conforma a la imagen de Cristo. Estos dos modelos - Cristo y sus
siervos
dando un doble testimonio, y los siervos de Cristo llevando su imagen -
ocurren a través de todo el libro, e informarán a nuestro
entendimiento de pasajes como 11:4-12.
Porque este doble testimonio
(el
libro de Apocalipsis) es la misma Palabra de Dios, se pronuncia una
bendición
- la primera de las siete "bienaventuranzas"" de la profecía
(1:3;
14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14) - sobre los que son fieles a su
mensaje. Notemos la forma específica de la bendición,
porque
ofrece otra importante indicación del contenido del libro:
Bienaventurado
el que lee y bienaventurados los que oyen. Juan ha escrito esta
profecía,
no solamente (ni principalmente) para la edificación individual,
sino para la iglesia en sus reuniones oficiales de culto. Desdc el
principio,
el Libro de Apocalipsis es colocado en un marco litúrgico, en el
cual un lector lee la profecía a la congregación. La
palabra
griega para leer se usa a menudo en el Nuevo Testamento para esta
actividad
litúrgica (Lucas 4:16; Hechos 13:27; 15:21; 2 Cor. 3:15; Efe.
3:4;
Col. 4:16; 1 Tesa. 5:27; 1 Tim. 4:13). El Libro de Apocalipsis, como
veremos,
se ocupa mucho de la liturgia; en realidad, el culto es un tema central
de la profecía. Mostrándonos cómo se hace la
voluntad
de Dios en el culto celestial, Juan revela cómo ha de cumplir la
iglesia la voluntad de Él en la tierra.
De la liturgia del culto
especial,
salimos al mundo, para servir a Dios en la liturgia de la vida.
Respondemos
a la verdad ("Amén") en el culto especial, y luego respondemos
adicionalmente
en el culto general durante toda nuestra vida. Así, la
bendición
de Juan no es sólo para el que lee y los que oyen, sino para los
que guardan este mensaje. La meta del libro no es solamente informarnos
de sucesos "proféticos". La meta de la instrucción
apostólica
es siempre ética: Está escrita para producir "amor de un
corazón limpio, una buena conciencia, y una fe no fingida" (1
Tim.
1:5). El Apocalipsis nos da mandamientos para guardar; y, en
particular,
los lectores del siglo primero debían acatar y obedecer su
instrucción,
pues la crisis estaba sobre ellos. El tiempo está cerca,
advierte
Juan, enfatizando nuevamente la relevancia contemporánea de su
profecía.
Repite su advertencia al final del libro (22:6,7,10). El mundo antiguo
estaría pronto en un alboroto de reinos sacudidos y desmoronados
hasta sus cimientos, y los cristianos necesitaban la Revelación
como una guía estable durante el período de
dramáticos
cambios que habría de venir. El fin del mundo se acercaba - no
la
destrucción del universo físico, sino el del antiguo
orden
mundial, el gobierno del mundo alrededor del santuario central en
Jerusalén.
Dios había establecido una nueva nación, un nuevo
sacerdocio,
una nueva humanidad que adorara en un nuevo santuario. La Casa de Dios
se acercaba a su terminación, y la morada antigua y provisional,
como un andamiaje, estaba a punto de ser quitada.
Salutación y
doxología
(1:4-8)
4 Juan, a las siete iglesias que
están
en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de
venir,
y de los siete espíritus que están delante del trono;
5 y de Jesucristo el testigo fiel, el
primogénito
de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos
amó,
y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre;
a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos.
Amén.
7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo
le verá, y los que traspasaron; y todos los linajes de la tierra
harán lamentación por él. Sí, amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el
Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
4-6 Juan dirige su profecía a las siete iglesias
en
Asia. De las descripciones que siguen (capítulos 2-3), es obvio
que Juan definidamente está pensando en estas iglesias. La idea
propagada por C. I. Schofield y otros de que estas iglesias representan
"siete fases de la historia espiritual de la iglesia" 4
es una mera ficción, sin ninguna evidencia objetiva, y
está
aplicada de manera totalmente arbitraria y selectiva. Hay por lo menos
tres presuposiciones falaces sostenidas por los que abogan por esta
doctrina.
Primera, la doctrina de las "siete épocas"
presupone
que el Libro de Apocalipsis cubre toda la historia de la iglesia, de
principio
a fin. Al defender su punto de vista, Schofield dice: "Es
increíble
que no haya un concepto como éste en una profecía que
cubre
el período de la iglesia". 5
Muy cierto, quizás; pero, ¿quién dice que el Libro
de Apocalipsis abarca la historia de la iglesia? Juan ciertamente no lo
dice. Sólo afirma que la profecía abarca "las cosas que
deben
suceder pronto" (1:1), y que el tiempo del cual la
profecía
habla está cerca (1:3). Así, pues, la
presuposición
más básica de las "siete épocas" es completamente
falsa.
La segunda presuposición sostiene que la
iglesia
terminará en derrota y en apostasía: Se supone que la
iglesia
laodicense, tibia, virtualmente apóstata, de la cual Cristo no
tiene
nada bueno que decir (3:14-22), simboliza la iglesia de Jesucristo al
final
de los tiempos. (Un corolario de este punto de vista es que "los
últimos
días" de que se habla en las Escrituras, en los cuales la
apostasía
es rampante, son los verdaderos últimos días de la
historia
de la tierra). El hecho de que la iglesia termina en victoria y en
triunfo
es, por supuesto, lo que este comentario se propone demostrar;
así
que no es necesario decir nada más aquí. Pero es
importante
notar que la idea de la apostasía al final de los tiempos es una
presuposición
del punto de vista de las "siete épocas", y los que la sostienen
están suponiendo lo que quieren demostrar.
La tercera presuposición, por supuesto, es la
de
que nosotros estamos viviendo en la última etapa de la
iglesia
(nuevamente, debemos notar que esta gente son a menudo incapaces de
imaginarse
a sí mismos viviendo en cualquier época que no sea el
clímax
de la historia). Esta presuposición es errónea. Las
profecías
de la gloriosa condición de la iglesia, que se han de cumplir
antes
del regreso de Cristo, están lejos de haberse cumplido.
Probablemente
nos quedan miles de años antes del fin. Y, aunque está de
moda que los modernos intelectuales cristianos hablen de nuestra
civilización
como "post-cristiana", deberíamos darle vuelta a esta
afirmación
y convertirla en bíblicamente exacta: Nuestra cultura no es
post-cristiana
- nuestra cultura es todavía mayormennte pre-cristiana! 6
Por lo tanto, aunque no podemos decir que las siete
iglesias
representan siete épocas en la historia de la iglesia, hay un
punto
importante que debe observarse aquí. El hecho de que se
mencionen
siete iglesias en un libro lleno de símbolos numéricos no
debería pasarse por alto. En las Escrituras, siete es el
número
que indica plenitud cualitativa, la naturaleza esencial de una
cosa
(como diez indica la calidad de "mucho", una plenitud de cantidad);
aquí representa el hecho de que el Apocalipsis está
destinado
a la iglesia entera en todo tiempo. Los mensajes a las iglesias de Asia
han de aplicarse a todos, así como las cartas de Pablo a los
romanos
y a los filipenses tienen significación mundial. Pero en nuestra
aplicación de estas cartas, debemos tener cuidado de no
arrancarlas
de su contexto histórico. 7
Juan usa la bendición característica
de
los apóstoles: gracia (el favor de Dios concedido a los que,
aparte
de Cristo, merecen la ira) y paz (el estado de reconciliación
permanente
con Dios por medio de la expiación de Cristo). Estas
bendiciones,
dice, son de cada miembro de la Deidad: el Padre, el Espíritu
Santo,
y el Hijo. Cada uno de los tres participa plena e igualmente en
extender
la gracia y la paz a los elegidos. El Padre nos escogió desde
antes
de la fundación del mundo, y envió a su Hijo a
redimirnos;
el Hijo, en nuestro lugar, vivió una vida perfecta en obediencia
a la Ley, y pagó la pena completa por nuestros pecados; y el
Espíritu
aplica la obra del Padre y el Hijo a través de la
regeneración
y la santificación. El resumen adecuado de todo lo que Dios ha
hecho
por nosotros está contenido en estas palabras: gracia y paz.
Las personas de la Trinidad se nombran aquí
en
orden litúrgico (para distinguirlo del orden teológico).
La explicación de Michael Wilcocks es muy útil: "La
visión
de Juan le va a llevar al santuario celestial, del cual el
Tabernáculo
judío era copia y sombra (Heb. 8:5); y quizás el orden
desusado
de la Trinidad aquí (Padre, Espíritu, Hijo) corresponde
al
plan del santuario terrenal, en el cual el arca en el Lugar
Santísimo
representa el trono de Dios, el candelabro de los siete brazos en el
Lugar
Santo delante de él representa al Espíritu 8
,
y en el atrio delante está el altar, con su sacerdote y sus
sacrificios,
ambos representando, por supuesto, la obra redentora de Cristo". 9
La salutación es una clara expresión
de
la fe trinitaria - que más tarde fue forjada en forma de credo
en
los concilios de Nicea (325 d. C.) y de Constantinopla (381), pero
ciertamente
explícita en la enseñanza de la Biblia. 10
La doctrina de la Trinidad es que hay un solo Dios (una persona) que es
tres personas distintas - el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo
- y que cada una de estas personas es Dios een sí mismo. No hay
tres
Dioses - sólo Uno. Y sin embargo, estas tres Personas no son
diferentes
maneras o modos en que Dios se nos da a conocer, ni deben confundirse
las
unas con las otras; son tres Personas distintas. Cornelius Van
Til
lo expresa tan claramente como cualquier otro: "Cada uno de ellos, el
Padre,
el Hijo, y el Espíritu Santo, es una personalidad, y juntos
constituyen
el Dios exhaustivamente personal. Hay una interacción eterna,
interna,
y auto-consciente entre las tres personas de la Deidad. Son
co-sustanciales.
Cada una es tan Dios como las otras dos. El Hijo y el Espíritu
no
derivan su existencia del Padre. La diversidad y la unidad en la Deidad
son por lo tanto igualmente esenciales; son exhaustivamente
correlativos
entre sí y no correlativos con nada más". 11
Lo que esto significa es que Dios no es
"básicamente"
uno, derivándose las Personas individuales de la unicidad; ni es
Dios "básicamente" tres, siendo secundaria la unidad de las
Personas.
Ni es la unicidad de Dios o su "trunidad" cada una anterior a la otra;
ambas son básicas. Dios es Uno, y Dios es Tres. Hay tres
Personas
distintas, individuales, cada una de las cuales es Dios. Pero hay
sólo
Un Dios. 12
Para ponerlo en un lenguaje más filosófico, la unidad
(unicidad)
y la diversidad (triunicidad, individualidad) de Dios son igualmente
definitivas.
Dios es básicamente Uno y básicamente Tres al mismo
tiempo.
13
Primero, Juan describe al Padre: El que es, y que
era,
y que ha de venir. Philip Barrington ha captado el espíritu de
su
expresión, que es griego atroz, pero excelente teología:
El Que Es, y El Que Era, y El Que Ha de Venir. 14
Dios es eterno e inmutable (Mal. 3:6); como los cristianos primitivos
se
enfrentaban a lo que les parecía un futuro incierto,
tenían
que tener delante de ellos la absoluta certeza del eterno gobierno de
Dios.
Dios no está a merced de un ambiente; Él no es definido
por
ninguna condición externa; todas las cosas existen en
términos
de su Palabra infalible. Amenazados, opuestos, y perseguidos por los
que
estaban en el poder, sin embargo habrían de regocijarse en el
conocimiento
de su eterno Dios que "ha de venir", el que viene continuamente en
juicio
contra sus adversarios. La venida de Dios se refiere, no simplemente al
fin del mundo, sino a su incesante gobierno sobre la historia.
Él
viene una y otra vez a librar a su pueblo y a juzgar a los
impíos.
15
Segundo, Juan habla del Espíritu Santo como
de
los siete espíritus que están delante de Su trono. Aunque
algunos han tratado de ver esto como una referencia a siete
ángeles,
es inconcebible que la gracia y la paz puedan originarse en alguien
aparte
de Dios. La Persona de la cual se habla aquí está
claramente
en pie de igualdad con el Padre y el Hijo. La descripción del
Espíritu
Santo aquí (como también en 3:1; 4:5; 5:6), se basa en
Zacarías
4, donde el profeta ve a la iglesia como un candelabro con siete
lámparas,
alimentadas, sin intervención humana, por un flujo incesante de
aceite a través de "siete tubos para las siete lámparas"
(vers. 2) - cuya interpretación es, como le dice Dios a
Zacarías:
"No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu"
(vers.
6). El llenamiento y la obra capacitadora del Espíritu Santo en
la iglesia se describen, pues, en términos del número siete,
para simbolizar la plenitud y la calidad de completo. Así ocurre
aquí en el Apocalipsis: "A las siete iglesias ... gracia
y paz a vosotros ... de los siete espíritus". Y la obra
del
Espíritu en la iglesia tiene lugar en términos del
dominio
y la majestad de Dios, delante de su trono. De hecho, esto es un
marcado
énfasis en el libro de Apocalipsis: La palabra trono ocurre
aquí
cuarenta y seis veces (el libro del Nuevo Testamento que más se
acerca a ese número es el evangelio de Mateo, donde se usa
sólo
cinco veces). El Apocalipsis es un libro, sobre todo, acerca de
gobierno:
revela a Jesucristo como el Señor de la historia, que restaura
su
pueblo al dominio por medio del poder del Espíritu Santo.
La palabra trono se usa particularmente en
las
Escrituras para referirse a la corte oficial de Dios, donde recibe adoración
oficial de su pueblo en sábado. 16
La visión entera de Apocalipsis fue vista en el día
del
Señor (1:10) - el día cristiano de culto oficial
corporativo;
y toda la acción en el libro se centra en la adoración
alrededor
del trono de Dios. Juan quiere que veamos que el culto público y
oficial del Señor Soberano es central a la historia - la
historia
tanto como un todo como en sus partes constitutivas (es decir, su vida
y la mía). El Espíritu comunica gracia y paz a las
iglesias,
en el sentido especial, por medio del culto público. Hasta
podemos
decir esto: No podemos tener una continuada comunión con Dios, y
recibir bendiciones de él, sin el culto público de la
iglesia,
el "lugar" de acceso al trono. El Espíritu trabaja en
individuos,
sí - pero no trabaja sin la iglesia. Su obra corporativa e
individual
pueden distinguirse, pero no pueden separarse. La idea de que podemos
tener
comunión con Dios, aunque separados de la iglesia y del culto
corporativo
del cuerpo de Cristo, es una idea completamente pagana, totalmente
extraña
a las Sagradas Escrituras. La Iglesia, como tal, recibe gracia
y
paz del Espíritu séptuple; y está continuamente
delante del trono, la esfera especial de Su ministerio.
"Nuestras vidas son congestionadas y ruidosas. Es
fácil
pensar que la Iglesia y los sacramentos compiten con el otro mundo de
la
vida diaria por nuestra atención, llevándonos a alguna
otra
vida - secreta, enrarecida, y remota. Haríamos mejor en pensar
en
ese mundo diario y práctico como algo incomprensible e
inmanejable,
a menos y hasta que podamos acercarnos a él sacramentalmente por
medio de Cristo. De lo contrario, la naturaleza y el mundo
estarán
más allá de nuestro alcance; el tiempo también, el
tiempo que se lleva todas las cosas en un fluir sin sentido, haciendo
que
los hombres se desesperen a menos que vean en él el modelo de la
acción de Dios, reflejado en el año litúrgico, el
necesario camino a la Nueva Jerusalén". 17
El tercer miembro de la Deidad (en este orden
litúrgico)
es Jesucristo, al cual se refiere Juan con tres designaciones: el
testigo
fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes
de la tierra. R. J. Rushdoony ha señalado con vigor cómo
el término testigo (mártir, en griego) ha adquirido
connotaciones
ajenas al significado original de la palabra: "En la Biblia, el testigo
es aquél que trabaja para hacer cumplir la ley y ayuda en su
ejecución,
incluyendo la ejecución de la pena de muerte. 'Mártir'
ahora
ha venido a significar exactamente lo opuesto, es decir, el que es
ejecutado,
más bien que el que ejecuta, el que es perseguido, más
bien
que el que es central en la perseución. El resultado es un serio
error en la lectura de las Escrituras. ... La significación de
Jesucristo
como 'el testigo fiel y verdadero' es la de que Él no solamente
testifica contra los que están en guerra contra Dios, sino que
también
los ejecuta.... Por lo tanto, Jesucristo testifica contra todo hombre y
toda nación que establezca su vida sobre cualquier otra premisa
que no sea el Dios soberano y trino, y su infalible y absoluta
palabra-ley".
18
El tema de Cristo como el Testigo preeminente es
importante
en Apocalipsis, como observamos arriba, en el versículo 2. Como
un modo de suplementar el análisis de Rushdoony, podemos
observar
que un aspecto central del testimonio de Cristo fue su muerte a manos
de
testigos falsos. Los que en este libro dan testimonio en su imagen lo
harán
también a costa de sus vidas (6:9; 12:11). La moderna
connotación
de la palabra mártir no es, pues, tan inverosímil
o antibíblica como podría parecerlo a primera vista; pero
es necesario, como ha mostrado Rushdoony, recordar el significado
básico
del término.
Jesús es también el Primogénito
de
los muertos. Por medio de su resurrección de entre los muertos,
Él ha alcanzado la supremacía, teniendo "la preeminencia
en todo" (Col. 1:18). Como dijo Pedro en el día de
Pentecostés:
"A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros
somos
testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo
recibido
del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que
vosotros
veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero
él
mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a
mi
diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este
Jesús
a quien vosotros crucificásteis, Dios le ha hecho Señor y
Cristo" (Hechos 2:32-36). Dios cumplió la promesa que
había
hecho mucho antes: "Yo también le pondré por
primogénito,
el más excelso de los reyes de la tierra" (Sal. 89:27).
Obviamente, Juan tenía en mente este pasaje
de
los Salmos, porque la siguiente designación que le da a nuestro
Señor es la de Soberano de los reyes de la tierra. La prioridad
y la soberanía de Cristo están por encima de todo. No
"sólo"
es el Salvador, esperando un futuro suceso cataclísmico antes de
convertirse en Rey; él es el Rey universal ahora, en esta
época
- y está sentado a la mano derecha dee su Padre mientras todos
sus
enemigos están siendo puestos bajo sus pies. Este proceso de
asumir
el dominio sobre toda la tierra en términos del título a
que tiene derecho está teniendo lugar en este momento, y ha
estado
teniendo lugar siempre desde que resucitó de entre los muertos.
Como Primogénito ( ¡y unigénito!), Cristo posee los
derechos soberanos de toda la creación: "Toda potestad me
es dada en el cielo y en la tierra", afirmó (Mat. 28:18). Todas
las naciones le han sido concedidas como herencia, y los reyes de la
tierra
están bajo una orden tribunalicia para someterse a él
(Sal.
2:8-12). Comentando el título de Cristo como soberano de los
reyes
de la tierra, William Symington escribió: "Las personas que
aquí
se supone que están sujetas a Cristo son reyes, gobernantes
civiles,
supremos y subordinados, todos los que tienen autoridad civil, ya sean
en las ramas legislativa, judicial, o ejecutivas del gobierno. De los
tales,
Jesucristo es Príncipe; - soberano, señor, jefe, el
primero
en poder, autoridad, y dominio". 19
De hecho, ésta es precisamente la
razón
de la persecución de los cristianos por parte del estado. Por el
evangelio, Jesucristo ha declarado su absoluta soberanía y
dominio
sobre los gobernantes y las naciones de la tierra. Ellos tienen una
alternativa:
O someterse al gobierno y a la ley de Jesucristo, aceptando sus
términos
no negociables de rendición y paz, o ser hechos añicos
por
la vara de su ira. Una posición tal, audaz e inflexible, es una
afrenta a la dignidad de cualquier humanista que se respete a sí
mismo - mucho más para los gobernantes que están
acostumbrados
a considerarse dioses que caminan sobre la tierra. Quizás a este
Cristo pueda permitírsele un lugar en el panteón, junto
con
el resto de nosotros los dioses; pero que sus seguidores le proclamen
como
Señor sobre todos, cuya ley es obligatoria para todos los
hombres,
cuyos estatutos llaman a juicio las leyes y decretos de las naciones -
es demasiado; es inexcusable, y no puede ser permitido.
Por supuesto, habría sido mucho más
fácil
que los primeros cristianos hubiesen predicado la popular doctrina de
retirada
de que Jesús es Señor del "corazón", que Él
tiene que ver con las conquistas "espirituales" (o sea, no terrenales),
pero que no le interesan en lo más mínimo las cuestiones
políticas; que Jesús se contenta con ser "Señor"
en
el ámbito del espíritu, mientras César es
Señor
en todos los demás lugares (es decir, donde a nosotros nos
parece
que realmente importa). Esta doctrina no habría sido ninguna
amenaza
en absoluto para los dioses de Roma. De hecho, ¡César no
podría
pedir una religión más cooperadora! Un cristianismo
desdentado
e impotente es una mina de oro para el estatismo: Mantiene la
atención
de los hombres enfocada en las nubes mientras el estado les
vacía
sus bolsillos y les roba sus hijos.
Pero la iglesia primitiva no era consciente de esta
enseñanza
escapista. En vez de eso, enseñaba la doctrina bíblica
del señorío de Cristo - que Él es Señor de
todos, "Soberano de los reyes de la tierra". Era esto lo que
garantizaba
su persecución, su tortura, y su muerte a manos del estado. Y
era
esto también lo que garantizaba su victoria en última
instancia.
Porque Jesús es Señor universal, toda oposición a
su gobierno está condenada al fracaso, y será aplastada.
Porque Cristo es Rey de reyes, a los cristianos se les aseguran dos
cosas:
guerra a muerte contra todos los supuestos dioses; y el triunfo
completo
de la fe cristiana sobre todos sus enemigos.
Por esta razón, Juan prorrumpe en una
doxología
de alabanza a Jesucristo, que nos ama y nos libró de nuestros
pecados
por medio del rescate de su propia sangre, y nos ha hecho reyes y
sacerdotes
para Dios y su Padre; a Él sea la gloria y el dominio por
siempre
jamás. No sólo hemos sido redimidos de nuestra
esclavitud,
sino que hemos sido constituídos reyes y sacerdotes. El reino ha
comenzado; los cristianos ahora reinan con Cristo (Efe. 1:20-22; 2:6;
Col.
1:13), y nuestro dominio aumentará a través del mundo
(Apoc.
5:9-10). Somos un sacerdocio victorioso, que pone bajo su gobierno
todas
las áreas de la vida.
7-8 El versículo 7 anuncia el tema del libro,
que
no es la Segunda Venida de Cristo, sino más bien la Venida de
Cristo
en juicio sobre Israel, para establecer la iglesia como el nuevo reino.
Viene con las nubes, proclama Juan, usando una de las más
familiares
imágenes bíblicas de juicio (comp. Gén. 15:17;
Éx.
13:21-22; 14:19-20, 24; 19:9, 16-19; Sal. 18:8-14; 104:3; Isa. 19:1;
Eze.
32:7-8; Mat 24:30; Mar. 14:62; Hech. 2:19). Esta es la nube de gloria,
el carruaje celestial de Dios por medio del cual Él anuncia su
presencia.
20
La nube es una revelación de su trono, pues Él viene a
proteger
a su pueblo y a destruir a los impíos. Una de las más
llamativas
descripciones de la "venida de Dios en las nubes" aparece en la
profecía
de Nahum contra Nínive (Nah. 1:2-8):
Jehová es Dios celoso y vengador;
Jehová
es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios,
y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y
grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable.
Jehová
marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus
pies. Él amenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos los
ríos;
Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano
fue
destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se
derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los
que en él habitan. ¿Quién permanecerá
delante
de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de
su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las
peñas. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la
angustia; y conoce a los que en él confían. Mas con
inundación
impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas
perseguirán
a sus enemigos.
Su venida en las nubes, pues, trae juicio y
liberación
en la historia; no hay razón, ni en el uso general
bíblico
ni en su contexto inmediato aquí, para suponer que se quiere
significar
el fin literal del mundo físico (aunque el sentido puede
ciertamente
aplicarse al Día Final también). Juan está
hablando
del hecho, subrayado por los apóstoles a través del
período
de los "últimos días", de que la crisis se acercaba
rápidamente:
Como Él había prometido, Cristo vendría contra la
presente generación "en las nubes", en juicio airado contra el
Israel
apóstata (Mat. 23-25). Y todo ojo le verá, y los que le
traspasaron
(los gentiles, Juan 19:34, 37): Los crucificadores le verían
viniendo
en juicio - esto es, experimentarían y comprenderían
que su venida significaría ira en la tierra (comp. el uso de la
palabra en Mar. 1:44, Luc. 17:22; Juan 3:36; Rom. 15:21). El
Señor
había usado la misma terminología de su venida contra
Jerusalén
al fin de aquella generación (Mat. 24:30), y hasta había
advertido al sumo sacerdote: "Veréis al Hijo del Hombre sentado
a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo"
(Mat.
26:64). En otras palabras, los apóstatas de aquella
generación
malvada entenderían el significado de la Ascensión de
Cristo,
la definitiva venida del Hijo del Hombre, el segundo Adán (Dan.
7:13). En la destrucción de su ciudad, su civilización,
su
templo, todo el orden de su mundo, entenderían que Cristo
había
ascendido a su trono como Señor del cielo y de la tierra.
Verían
que el Hijo del Hombre había venido al Padre.
Jesús había dicho también que
"lamentarán
todas las tribus de la tierra" en el día de su venida (Mat.
24:30),
que "allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mat.
24:51).
Juan repite esto como parte del tema de su profecía: todas
las tribus de la tierra [los judíos] se lamentarán por
él.
Tanto Jesús como Juan reinterpretaron esta expresión,
tomada
prestada de Zacarías 12:10-14, donde ocurre en un contexto
original
del lamento y el arrepentimiento de Israel. Pero Israel había
pasado
el punto de donde podía regresar; su lamento no sería de
arrepentimiento, sino de pura agonía y terror.
Y, sin embargo, esto no niega las promesas en el
libro
de Zacarías. La verdad es que, por medio del juicio de Cristo
sobre
Israel, por medio de la excomunión de Israel, el mundo
será
salvo; y, por medio de la salvación del mundo, Israel mismo se
volverá
nuevamente al Señor y será salvo (Rom. 11:11-12, 15,
23-24).
Porque Cristo viene en las nubes, en la historia, juzgando a los
hombres
y a las naciones, la tierra es redimida. Cristo viene, no simplemente
para
juicio, sino para juicio que es para salvación. "Luego que hay
juicios
tuyos sobre la tierra, los moradores de la tierra aprenden justicia"
(Isa.
26:9). Desde el principio, el propósito último de la
venida
de Cristo ha sido redentor: "Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo
para condenar al mundo, sino para el mundo sea salvo por él"
(Juan
3:17). Cristo "viene con las nubes" en juicios históricos para
que
el mundo conozca al Señor Dios como la Fuente y la Meta eterna e
inmutable de toda la historia (Rom. 11:36), el Alfa y la Omega, la A y
la Z (comp. Isa. 44:6), el que es y que era, el que ha de venir, el
eterno
Origen y la eterna Consumación de todas las cosas. Todopoderoso
es la traducción corriente de la palabra griega Pantokratôr,
que significa el que tiene todo el poder y gobierna sobre todo,
el equivalente en el Nuevo Testamento de la expresión del
Antiguo
Testamento Señor de los Ejércitos, el "capitán de
los ejércitos" (significando los ejércitos de Israel, o
los
ejércitos del cielo compuestos por estrellas/ángeles, o
los
ejércitos de las naciones paganas, a las cuales Dios usaba para
derramar su ira sobre su pueblo desobediente). Cristo estaba a punto de
demostrarle a Israel y al mundo que él, Cristo, había
ascendido
al trono como Gobernante Supremo.
Jesucristo, trascendente e
inmanente
(1:9-16)
9 Yo, Juan, vuestro hermano, y
copartícipe
vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de
Jesucristo,
estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el
testimonio de Jesucristo.
10 Yo estaba en el
Espíritu
en el día del Señor, y oí detrás de
mí
una gran voz, como de trompeta,
11 que decía: Yo soy el
Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo
que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en
Asia:
a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia, y
Laodicea.
12 Y me volví para ver la
voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13 y en medio de los siete
candeleros,
a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba
hasta
los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14 Su cabeza y sus cabellos eran
blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15 y sus pies semejantes al
bronce
bruñido, refulgente como en un horno, y su voz como estruendo de
muchas aguas.
16 Tenía en su diestra
siete
estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su
rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
9 En este notable
versículo
tenemos un resumen conciso de la visión mundial de Juan, su
perspectiva
fundamental de lo que se trata la vida. Esta visión contrasta
fuertemente
con los puntos de vista de la moderna teología evangélica
y dispensacionalista norteamericana, que sostiene que (1) no hay
tribulación
para el cristiano, (2) que Cristo no tiene un reino en esta era, y (3)
¡que no se requiere ni se espera que el cristiano persevere!
Pero,
para Juan y sus lectores, la vida sí involucraba estas cosas.
Por
supuesto, la tribulación no es la historia entera de la vida
cristiana;
ni sufre la Iglesia idénticamente en todos los tiempos o
lugares.
Al apoderarse el evangelio del mundo, al asumir los cristianos el
dominio,
la tribulación disminuye. Pero es un absoluto disparate (y
una maldad absoluta ) que los cristianos supongan que de alguna manera
son inmunes a todo sufrimiento. Jesús había advertido a
sus
discípulos que la tribulación, el sufrimiento, y la
persecución
vendrían (Juan 15:18-20; 16:33; 17:14-15).
Sin embargo, más
particularmente,
Juan está pensando en un período especial de
dificultades;
no sólo tribulación en general, sino la
Tribulación,
el tema de muchos escritos apostólicos al avanzar hasta llegar a
su clímax el tiempo de los últimos días (1 Tesa.
1:6;
3:4; 2 Tesa. 1:4-10; 1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 3:1-12). Durante este
período
de trastornos políticos y sociales, la apostasía y la
persecución
estallaron con furia, como Jesús lo había predicho (Mat.
24:4-13). Los cristianos sufrieron mucho; y sin embargo, tenían
el conocimiento cierto de que la Tribulación no era sino el
preludio
del firme establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra. Pablo y
Bernabé habían alentado a otros cristianos de Asia a
permanecer
en la fe, recordándoles que "es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hech. 14:22). Lo
que
daba sentido a su sufrimiento era que era en Cristo Jesús, en
unión
con el sufrimiento de Él; como escribió Pablo: "Ahora me
gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta
de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia" (Col.
1:24).
Así, pues, la
visión
mundial de Juan no involucra sólo tribulación. Él
también está en el reino ... en Cristo Jesús. Como
vimos más arriba (v. 5-6), la doctrina del Nuevo Testamento,
basada
en pasajes del Antiguo Testamento como Daniel 2:31-45 y 7:13-14, es la
de que el Reino ha llegado en la Primera Venida de Jesucristo. Desdc su
ascensión al trono, él ha estado reinando "sobre todo
principado
y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se
nombra, no sólo en este siglo, sino también en el
venidero;
y sometió todas las cosas bajo sus pies" (Efe. 1:21-22; comp.
Mar.
1:14-15; Mat. 16:28; 28:18; Hech. 2:29-36; Col. 1:13). Si todas las
cosas
están ahora sometidas bajo sus pies, ¿qué
más
podría añadirse a su señorío? Por supuesto,
los "principados y autoridades" deben todavía ser abatidos; de
eso
trata gran parte de la profecía de Juan. Pero, en principio, y
definitivamente,
el Reino ha llegado. Esto significa que no tenemos que esperar
ningún
futuro suceso redentor o escatológico antes de que podamos
efectivamente
asumir el señorío sobre la tierra. El
señorío
del pueblo de Dios por todo el mundo será simplemente el
resultado
de un progresivo desarrollo de lo que Cristo mismo ya ha logrado. Juan
quería que sus lectores comprendieran que estaban tanto en la
Gran
Tribulación como en el Reino - que, de hecho, estaban en
la Tribulación precisamente porque el Reino había llegado
(Dan. 7:13-14). Estaban en una guerra, combatiendo por la victoria del
Reino (Dan. 7: 21-22), y por eso necesitaban el tercer elemento de la
visión
mundial de Juan: perseverancia en Cristo Jesús. Perseverancia es
una importante palabra en el mensaje de Apocalipsis, y Juan la usa
siete
veces (1:9; 2:2,3,19; 3:10; 13:10; 14:12).
Aquí también hay
un
contraste radical con mucho del moderno dispensacionalismo. Debido a
que
la versión diluída del cristianismo de moda en la
Norteamérica
contemporánea en la actualidad rechaza los conceptos del reinado
y señorío de Cristo, 21
también rechaza la enseñanza bíblica de la
perseverancia
- ¡y el resultado predecible es que coomparativamente pocos
conversos
del evangeliquismo moderno pueden permanecer siquiera en esa fe
que exige tan poco! 22
La popular doctrina de la "seguridad eterna" es sólo y a lo sumo
una verdad a medias: le da a la gente una base no bíblica para
la
seguridad (por ejemplo, el hecho de que caminaron por el pasillo
durante
una reunión de reavivamiento, etc.), más bien que la
clase
de seguridad proporcionada en las Escrituras - la seguridad relacionada
con la perseverancia (comp. 1 Juan 2:3-4). La Biblia enseña, no
simplemente que somos preservados, sino también que perseveramos
hasta el fin (véase Juan 10:28-29; Rom. 8:35-39; 2 Cor. 13:5;
Fil.
1:6; 2:12-13; Col. 1:21-23; 2 Ped. 1:10).
Juan les dice a los sufrientes
pero
reinantes y perseverantes cristianos de Asia que él es su
hermano
y compañero en todas estas cosas, inclusive ahora en exilio en
la
isla de Patmos. Este exilio era un castigo por su actividad
apostólica,
pero el lenguaje en que él lo expresa es interesante: A causa de
la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Juan no dice que
está
preso en una roca en el mar a causa de su propio testimonio sobre
Cristo,
sino a causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús.
Juan
sufre porque Dios ha hablado, porque Jesús ha testificado.
Cristo
el testigo fiel ha dado testimonio contra los pretendidos dioses de
esta
era, y ellos se han vengado encarcelando al apóstol. Es por esto
por lo que la Tribulación y el Reino y la perseverancia de la
que
todos estos creyentes participan son en Cristo Jesús: Su
testimonio
ha decidido el curso de la historia.
10 Cuando Juan dice que
él
estaba en el Espíritu en el día del Señor, no
quiere
decir que se sentía bien. La expresión no tiene nada que
ver con su actitud personal, subjetiva, o su estado de ánimo,
sino
que se refiere a una experiencia definida. Este es lenguaje
profético
técnico (Mat. 22:43; comp. Núm. 11:25; 2 Sam. 23:2, Eze.
2:2; 3:24; 2 Ped. 1:21), y se refiere al hecho de que el autor es un
apóstol
inspirado, que recibe revelación, al ser admitido a la
cámara
del concilio celestial. 23
Juan nos dice que vio esta
visión
en el día del Señor. El origen de este importante
término
se remonta al primer sábado, cuando Dios reposó de la
creación
(Gén. 2:2-3). El término reposo en la Escritura a
menudo se refiere a Dios sentado en su trono como Juez, recibiendo la
adoración
de sus criaturas (1 Crón. 28:2; Sal. 132:7-8, 13-14; Isa. 11:10;
66:1). Este sábado original era el prototipo del "día del
Señor" en la Escritura, el día del juicio. El
sábado
semanal en Israel era una reproducción (y una
pre-representación)
del primer y final Día del Señor, 24
en
el cual el pueblo se reunía para juicio, ejecución, la
declaración
oficial del perdón, y la proclamación de la palabra del
Rey.
También para nosotros, este es el significado del día del
Señor, cuando venimos delante del trono de Dios para ser
perdonados
y restaurados, escuchar su palabra, y estar en comunión con
Él
(en un sentido general - y no exactamente en el sentido
especial
en que Juan la usa aquí - todos los cristianos están "en
el Espíritu" en el día del Señor: En
adoración,
todos somos arrebatados hasta el salón del trono de Dios). 25
El
día del Señor es el día del Señor en
acción.
Una de las más
básicas
imágenes bíblicas del juicio es la nube de gloria, y esta
teofanía se asocia generalmente con otras tres imágenes:
el Espíritu, el Día (o luz,
puesto que
la luz del día fue originalmente "clonada" de la luz de la nube
26
),
y la voz (que a menudo se oye como una trompeta; comp. Éx.
19:16-19).
De hecho, las tres se mencionan en el mismo comienzo en el Edén,
cuando Adán y Eva "oyeron la voz del Señor Dios
que
se paseaba por el jardín como el Espíritu del Día",
como dice el texto literalmente (Gén. 3:8).
27
Lo que Adán y Eva oyeron en aquel terrible día de juicio
no fue una suave y fresca brisa que flotaba por entre las hojas de los
eucaliptos - oyeron los explosivos truenos del Dios del cielo y de la
tierra
restallando a través del jardín. Era espantoso, y por eso
trataron de esconderse. Repitiendo este esquema, Juan nos dice: "Yo
estaba
en el Espíritu en el día del Señor, y oí
detrás
de mí una gran voz como de trompeta". Juan iba a ser arrebatado
dentro de la nube de gloria para recibir revelación, y se
esperaba
que sus lectores entendieran estas imágenes.
11-15 La voz de Dios instruye
a
Juan para que escriba en un libro la Revelación y la
envíe
a las siete iglesias de Asia. Se vuelve para ver la voz - y ve al
Señor
Jesucristo. Este detalle establece un patrón que se repite a
través
del libro - Juan primero oye, luego ve. Al final de la
profecía
(22:8) nos dice: "Yo Juan soy el que oyó y vio
estas
cosas. Y después que las hube oído y visto
..." Este patrón no siempre se sigue en el libro, pero ocurre
con
la suficiente frecuencia para que nos fijemos en que Juan lo usa -
porque
es a veces importante para entender cómo interpretar los
símbolos
(comp. 5:5-6). La revelación verbal es necesaria para entender
la
revelación visual.
De repente, Juan se encuentra
en
el Lugar Santo, porque ve siete candeleros de oro; y en medio
de
los siete candeleros uno como el Hijo del Hombre. Aquí
las
imágenes son claramente tomadas del Tabernáculo, pero con
una significativa diferencia: En el Lugar Santo terrenal, había
un candelero con siete lámparas; aquí, Juan ve siete
candeleros,
conectados el uno al otro en la Persona que está en pie en medio
de ellos. El simbolismo de que se trata aquí será
discutido
bajo el versículo 20; lo importante que hay que notar ahora es
simplemente
el cuadro sugerido por estas imágenes: Jesucristo es el
Candelero,
que une las siete lámparas - cada una de las cuales resulta en
sí
misma un candelero; Cristo está rodeado de luz. Como dijo
Germano,
arzobispo de Constantinopla en el siglo octavo, al comienzo de su obra
sobre liturgia: "La iglesia es un cielo terrenal en el cual habita y se
mueve el Dios supercelestial". 28
La descripción de
Cristo
en los versículos 13-16 involucra una combinación de
imágenes
del Antiguo Testamento: La nube de gloria, el ángel del
Señor,
el Anciano de Días, y el Hijo del Hombre. Nuestra
comprensión
puede aumentar si leemos esta descripción junto con los
siguientes
pasajes de Daniel:
Estuve mirando hasta
que
fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días,
cuyo
vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana
limpia;
su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un
río
de fuego procedía y salía de delante de él;
millares
de millares le servían, y millones de millones asistían
delante
de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.
(Dan.
7:9-10)
Miraba yo en la
visión de
la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno
como
un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le
hicieron
acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino,
para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio
es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no
será
destruido (Dan. 7:13-14)
Y alcé mis ojos y
miré,
y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus
lomos de oro de Ofaz.Su cuerpo era como de berilo, y su rostro
parecía
un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y
sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus
palabras
como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella
visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que
se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.
Quedé,
pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza
en
mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no
tuve
vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír
el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo
sueño,
con mi rostro en tierra. Y he quí una mano me tocó, e
hizo
que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me
dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras
que te hablaré, y ponte en pie; porque a tí he sido
enviado
ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. (Dan.
10:5-11)
29
Estos y otros pasajes se combinan
para
formar el cuadro de Cristo en la visión introductoria de Juan.
La
ropa que llegaba hasta los pies y el cinto de oro que
ceñía
el pecho 30
(comp. Éx. 28:4; 29:5; 39:27-29; Lev. 16:4) son recordatorios
del
vestido oficial del Sumo Sacerdote, cuya ropa era una
representación
del Espíritu-Gloria, un símbolo de la imagen radiante de
Dios. "Contribuía a la impresión de radiante el material
de lino color de fuego prescrito para el efod, con su cinto y su
pectoral,
y para el borde de la túnica del efod - una mezcla centelleante
de brillantes rojos y azules con el destello metálico de las
hebras
de oro. Resaltaban el efecto llameante los anillos y las cadenas
trenzadas
de oro, la radiante corona de oro de la mitra, y el resplandor de las
piedras
preciosas engastadas en oro sobre los tirantes en las hombreras del
efod
y el pectoral. Difícilmente podría algún artista
hacer
más con una paleta terrenal en un medio frío para
producir
el efecto de luz llameante". 31
Luz llameante:
Esta es exactamente la impresión que da la visión de
Cristo
aquí. La blancura de la cabeza y el pelo (como los del Anciano
de
días en Daniel 7),
32
el fuego llameante de sus ojos (como el trono de Daniel 7 y los ojos
del
Hijo del Hombre en Daniel 10), y sus pies como bronce bruñido
(el
término para bronce puede referirse a una
aleación
de oro y plata; comp. Mal. 3:2-3) - todo esto se combina para
puntualizar
la apariencia de Cristo de un brillante resplandor de gloria: Y su
rostro
era como el sol cuando brilla con toda su fuerza (v. 16).
Compárese
a este Jesús con la notable descripción que hace Ben
Sirach
de la gloria del Sumo Sacerdote:
Cuán
espléndido
se veía con el pueblo reunido alrededor de él, cuando
salía
del altar encortinado, como la estrella de la mañana entre las
nubes,
como la luna en su plenitud, como el sol brillando sobre el Templo del
Altísimo, como el arco iris destellando contras las brillantes
nubes,
como las rosas en días de primavera, como los lirios al lado de
una corriente de agua, como una ramita de incienso en verano, como el
fuego
y el incienso en el incensario, como un vaso de oro batido incrustado
de
toda suerte de piedras preciosas, como un olivo cargado de fruta, como
un ciprés que se levanta hacia las nubes; cuando se ponía
sus espléndidas vestiduras, y se vestía en gloriosa
perfección,
cuando subía al santo altar, y llenaba los recintos del
santuario
con su grandeza; cuando recibía las porciones de las manos de
los
sacerdotes, estando él mismo de pie al lado del fuego del altar,
rodeado por una muchedumbre de sus hermanos, como un joven cedro del
Líbano
rodeado por troncos de palmeras. (Eclesiástico 50:5-12, Biblia
de
Jerusalén).
Completando este glorioso cuadro
de
Cristo está la afirmación de que su voz era como el
sonido
de muchas aguas. Juan identifica la voz de Cristo con el sonido de la
nube
- un sonido que, a través de la Escriitura, se parece a numerosos
fenómenos terrestres: el viento, el trueno, las trompetas, los
ejércitos,
los carruajes, y las cataratas; 33
o quizás debemos decir que todos estos fenómenos
terrestres
fueron creados para que se parecieran a varias facetas de la nube.34
La conclusión debería ser obvia: El Jesús
resucitado
y transfigurado es la Gloria de Dios encarnada.
16 En su mano derecha
tenía
siete estrellas; Juan continúa interpretando esto más
plenamente
en el versículo 20, pero debemos considerar primero la
impresión
inmediata que esta visión produciría en Juan y sus
lectores.
Las siete estrellas conponen el enjambre abierto de estrellas conocido
como las Pléyades, consideradas poéticamente en el mundo
antiguo como enlazadas en una cadena, como un collar. Las
Pléyades,
formando parte de la constelación Tauro, se mencionan en Job
9:5-9;
38:31-33; y Amós 5:8. Así, pues, el sol está con
Tauro
en primavera (Pascua), y las Pléyades son un símbolo
adecuado
en relación con la venida de Cristo: Él sostiene las
estrellas
que anuncian el renacimiento y el florecimiento del mundo. Las otras
referencias
bíblicas dejan claro que el que sostiene las siete estrellas es
el todopoderoso Creador y Sustentador del universo.
Pero hay otra dimensión
en
estas imágenes. El uso simbólico de las siete estrellas
era
bastante bien conocido en el siglo primero, porque las siete estrellas
aparecían con regularidad en las monedas del emperador como
símbolos
de su suprema soberanía política. Por lo menos algunos
lectores
de Apocalipsis deben haberse quedado boquiabiertos de asombro por la
audacia
de Juan al declarar que las siete estrellas estaban en la mano de Cristo.
Los emperadores romanos se habían apropiado un símbolo de
dominio que la Biblia reserva solamente para Dios - y, dice Juan,
Jesucristo
ha venido a recuperarlo. Las siete estrellas, y con ellas todas las
cosas
en la creación, le pertenecen a Él. El dominio reside en
la mano derecha del Señor Jesucristo.
Naturalmente, habrá
oposición
contra todo esto. Pero Juan deja claro que Cristo está a la
ofensiva,
y que viene a presentar batalla en la causa de sus derechos a la
corona:
de su boca salía una espada de dos filos, su Palabra, que obra
para
salvar y para destruir. La imagen aquí es tomada de la
profecía
de Isaías: "Herirá la tierra con la vara de su boca, y
con
el espíritu de sus labios matará al impío" (Isa.
11:4).
Se usa nuevamente en Apocalipsis para mostrar la actitud de Cristo
hacia
los herejes: "Pelearé contra ellos con la espada de mi boca"
(2:16);
y otra vez para mostrar la Palabra de Dios conquistando a las naciones
(19:11-16). No sólo está Cristo en conflicto con las
naciones,
sino que declara que saldrá completamente victorioso sobre
ellas,
sometiéndolas por su sola Palabra, la espada aguda de dos filos
que sale de su boca (Heb. 4:12).
La comisión de Juan
(1:17-20)
17 Cuando le vi,
caí
como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí,
diciéndome:
No temas; yo soy el primero y el último;
18 y el que vivo, y estuve
muerto;
mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19 Escribe las cosas que has
visto,
y las que son, y las que han de ser después de estas.
20 El misterio de las siete
estrellas
que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las
siete
estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias, y los
siete
candeleros que has visto, son las siete iglesias.
17-18 Cuando vio al ángel
del
Señor, Daniel dice: "Caí sobre mi rostro en un profundo
sueño.
Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre
mis
rodillas y sobre las palmas de mis manos... Mientras hablaba esto
conmigo,
me puse en pie temblando" (Dan. 10:9-11). La reacción de Juan a
la visión del Señor glorificado es muy parecida; sin
embargo,
Cristo le dice que no tema. Aunque el temor es una primera
reacción
correcta, debe ser reemplazada. En última instancia, la
impresionante
majestad de Dios no es razón para que el cristiano sienta
terror;
más bien, es la base de nuestra confianza y nuestra estabilidad.
La presencia de Cristo es, muy apropiadamente, ocasión para que
los incrédulos desmayen y se oculten, de puro susto (comp.
6:15-17);
pero nuestro Señor viene a Juan (como a nosotros) en amor, y le
pone de pie. La presencia y la actividad de Dios en la Nube era para
los
egipcios un portento terrorífico de su destrucción; pero,
para el pueblo del pacto, Él era el Consolador y el Salvador. El
mismo contraste se establece en Habacuc 3:10-13:
Te vieron y tuvieron
temor
los montes; pasó la inundación de las aguas; el abismo
dio
su voz, a lo alto alzó sus manos. El sol y la luna se pararon en
su lugar; a la luz de tus saetas anduvieron, y al resplandor de tu
fulgente
lanza. Con ira hollaste la tierra, con furor trillaste las naciones.
Saliste
para socorrer a tu pueblo, para socorrer a tu ungido. Traspasaste la
cabeza
de la casa del impío, descubriendo el cimiento hasta la roca.
Jesús es Dios, el Primero
y
el Último, como el Señor dice de sí mismo en Isa.
44:6: "Yo soy el primero y el último, y fuera de mí no
hay
Dios" (comp. Isa. 48:12). Aplicándose otro título de Dios
del Antiguo Testamento, Jesús declara que Él es el que
vive
(comp. Deut. 5:26; Josué 3:10; Sal. 42:2; Jer. 10:10): Él
es autoexistente, independiente, El que lo Controla Todo - y Él,
"habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se
enseñorea
más de él" (Rom. 6:9). Juan puede ser resucitado en el
versículo
17 por causa de la verdad del versículo 18, de que Cristo vive
para
siempre jamás. Como Señor resucitado, Cristo tiene las
llaves
de la Muerte y del Hades.35
El imperio reclamaba tener toda autoridad, y poseer poder sobre la vida
y la muerte, y sobre la tumba; en su lugar, Jesús declara que
Él
- no el estado, ni el emperador, ni Satan&aaacute;s, ni el dirigente de
la sinagoga - tiene dominio sobre toda realidad. Él es el
Señor
de la vida y la muerte, de toda la historia, y de la eternidad; y es en
términos de este completo dominio que Él comisiona a Juan
para que escriba este libro que tan clara e inequívocamente
establece
la verdad de su gobierno eterno y abarcante.
19 La comisión de Juan
fue
interrumpida por el hecho de haber caído como muerto; ahora que
ha sido "resucitado", nuevamente se le ordena: Por lo tanto, 36
escribe
las cosas que has visto, y la que son, y las que han de tener lugar
después
de estas cosas. Algunos intérpretes interpretan esto como un
triple
bosquejo del libro entero: Juan escribe sobre lo que ha visto (la
visión
de Cristo), luego sobre el presente (las iglesias, en los
capítulos
2-3), y finalmente sobre el futuro (capítulos 4-22). Sin
embargo,
esta división es bastante arbitraria; Apocalipsis (como todas
las
otras profecías bíblicas) entrelaza juntos el pasado, el
presente, y el futuro a través de todo el libro.
Un significado más
probable
de esta afirmación es la de que Juan ha de escribir lo que ha
visto
- la visión de Cristo entre los candeeleros sosteniendo las
estrellas
- y lo que ellas son, es decir, lo que siignifican o a lo
que
corresponden. La palabra son (en griego eisin) se usa
más
a menudo en Apocalipsis en este sentido (1:20; 4:5; 5:6, 8; 7:13-14;
11:4;
14:4; 16:14; 17:9, 10, 12, 15). Así pues, el versículo 20
continúa haciendo exactamente eso, explicando el simbolismo de
"las
cosas que has visto" (las estrellas y los candeleros). Luego, a
Juan se le encomienda escribir las cosas que han de suceder pronto, o,
(como nos ha dicho en el versículo 1) "las cosas que deben
suceder
pronto". Parece que la frase tiene el propósito de proporcionar
un paralelo para la descripción del que "era y que es y que ha
de
venir": Así, "El proceso de la historia temporal refleja la
eterna
naturaleza de Dios".37
En este punto,
podríamos
hacer una pausa para considerar un error que es común entre los
que adoptan una interpretación preterista de Apocalipsis. Los
dos
hechos del estilo simbólico de Juan y su contenido claramente
anti-estatista
han llevado a algunos a creer que el mensaje políticamente
sensitivo
determinó el uso del simbolismo - que Juan escribió el
Apocalipsis
en un código secreto para ocultar su mensaje de los
burócratas
imperiales. Este es el punto de vista de James Kallas (que, dicho sea
de
paso, también sostiene que Juan escribió en tiempos del
emperador
Domiciano, más bien que en los de Nerón):
Juan escribe en
lenguaje
deliberadamente disfrazado. Recurre a imágenes que los romanos
no
entenderán. No puede escribir de manera literal y obvia. No
puede
decir en términos claros y no ambiguos lo que está
más
cerca de su corazón. ¿Qué sucedería si
escribiera
lo que creía, que Domiciano era un hijo blasfemo del mismo
diablo?
¿Qué sucedería si afirmara que la demanda del
imperio
romano de que los hombres se inclinaran y adoraran a César era
una
estratagema diabólica de Satanás mismo calculada para
alejar
a los hombres de Jesús? La carta jamás sería
entregada.
Nunca pasaría más allá de los censores.
Así,
pues, tenía que disfrazar y esconder el verdadero significado.
Tenía
que recurrir al simbolismo no literal, a referencias oscuras y
aparentemente
sin significado que sus censores romanos verían meramente como
las
seniles meditaciones de un anciano loco.38
Puede que haya algo de verdad en
esto,
como un giro tangencial sobre el uso del número 666 en 13:18 en
referencia a Nerón (no Domiciano) - un "código" que los
romanos
serían incapaces de descifrar correctamente. Pero, aún
sin
esa referencia, el Libro de Apocalipsis es claramente un documento
traidor,
y cualquier burócrata del estado habría podido
interpretarlo
así. Considérese lo que ya hemos visto en la
descripción
de Jesucristo que hace Juan: La mera afirmación de que Él
es el soberano de los reyes de la tierra es un ataque contra la
autonomía
del emperador. El mismo primer capítulo de Apocalipsis es
procesable,
y el simbolismo no oscurece ese hecho en lo más mínimo.
La
razón del uso del simbolismo es que Apocalipsis es una profecía,
y el simbolismo es lenguaje profético. Debemos recordar
también
que el gobierno romano sabía muy bien quién era Juan. No
era "un anciano loco" que había sido exilado allí por sus
"meditaciones seniles". Era un apóstol del Señor
Jesucristo,
bajo prohibición imperial a causa de la Palabra de Dios y el
testimonio de Jesús. (1:9).
20 Jesús le explica a
Juan
el misterio de las siete estrellas y de los siete candeleros de oro.
Aquí
también es importante subrayar que estos no son nombres en
código.
El simbolismo bíblico no funciona así. En vez de eso, el
simbolismo bíblico pone las cosas en relación las unas
con
las otras; construye asociaciones en nuestras mentes, y nos pide que
veamos
los objetos desde esta perspectiva. Estas afirmaciones sobre las
estrellas
y los candeleros no son "definiciones", sino que expresan diferentes
modos
de ver los ángeles y las iglesias. Los comentarios de Michael
Wilcock
nos ayudan a entender este uso del simbolismo: "Un estudio muy
superficial
del uso de la palabra 'misterio' en el Nuevo Testamento muestra que
allí
no conlleva el moderno sentido corriente de 'rompecabezas'. Es
realmente
algo oculto, pero no de tal manera que se pueda seguir una serie de
pistas
y a su tiempo averiguarlo; más bien, es una verdad que o se sabe
o no se sabe, dependiendo de si se ha revelado o no".39
Así, pues, cuando Cristo identifica estas cosas las unas con las
otras, no está diciendo "que una es un símbolo mientras
la
otra es lo que el símbolo 'realmente' significa. Está
diciendo
que hay dos cosas que se corresponden entre sí, siendo igualmente
reales desde diferentes puntos de vista".40
En otras palabras, "tenemos, no una explicación de un
término
simbólico por medio de uno verdadero, sino una afirmación
de que estos términos, que son igualmente reales, son
simplemente
intercambiables... Juan no está dando explicaciones, sino
equivalencias.
No intenta decirnos que 'candeleros', un término que no
entendemos,
significa 'iglesia', un término que sí entendemos.
Más
bien, Juan quiere decirnos cosas sobre los candeleros, y la
esposa
y la ciudad y la iglesia, los veinticuatro ancianos y los 144.000 y la
grande muchedumbre; su significado ya deberíamos saberlo por el
resto de la Escritura, y él sólo nos recuerda de pasada
que
todas estas cosas se corresponden entre sí y son descripciones
diferentes
de la misma cosa".41
Así, pues, las siete
estrellas
"corresponden" a los ángeles de las siete iglesias.42
En la Biblia, los ángeles y las estrellas están asociados
a menudo entre sí (comp. Jue. 5:20; Job 38:7; Isa. 14:13; Judas
13; Apoc. 8:10-12; 9:1; 12:4), y aquí los "ángeles" de
las
iglesias están asociados con la constelación de las
Pléyades
(véanse los comentarios sobre el versículo 16).
Además
- y ésta es una de esas cosas que, coomo apunta Wilcock
más
arriba, "ya deberíamos saber por el resto de la Escritura" -
tanto
ángeles como estrellas están asociados con el gobierno y
el dominio (comp. Gën. 37:9; Jue. 5:20; Dan. 8:9-11; 10:13,
20-21).
Ahora, cuando el Señor habla a las siete iglesias en los
Capítulos
2-3, se dirige al ángel de cada iglesia; claramente, Cristo hace
responsables a los ángeles de las iglesias de la vida y la
conducta
de sus respectivas iglesias. Entonces, en las últimas porciones
de la profecía, vemos a siete ángeles derramando
juicios
sobre la tierra rebelde (comp. Apoc. 8-9, 16). Todas éstas son correspondencias:
Las siete estrellas, la constelación de la resurrección y
el dominio, son los ángeles, que corresponden al gobierno de la
iglesia.
Un aspecto adicional de las
imágenes
de ángeles en la Biblia y que apoya esta interpretación
concierne
a la relación entre los ángeles y los profetas. El
distintivo
principal del profeta bíblico era que había estado en la
presencia de Dios y los ángeles durante las sesiones del
Concilio
celestial (comp. Isa. 6:1-8; Eze. 1-3, 10), convirtiéndose, por
lo tanto, en su vocero autorizado para el pueblo de Dios (comp. Jer.
15:19).
La diferencia esencial entre el verdadero profeta y el falso profeta
era
que el verdadero profeta había sido arrebatado por el
Espíritu
hasta dentro de la Nube para participar en esta asamblea:
Así ha dicho
Jehová
de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los
profetas
que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan
visión
de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen
atrevidamente
a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a
cualquiera
que anda tras las obstinación de su corazón dicen: No
vendrá
mal sobre vosotros. Porque, ¿quién estuvo en el secreto
de
Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién
estuvo
atento a su palabra, y la oyó? ... No envié yo a aquellos
profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos
profetizaban. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto,
habrían
hecho oir mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de
su mal camino, y de la maldad de sus obras. (Jer. 23:16-22)
Los profetas no sólo
observaban
las deliberaciones del Concilio celestial (comp. 1 Reyes 22:19-22); de
hecho participaban en él. En realidad, el Señor no
hacía
nada sin consultar a sus profetas Amós 3:7). Es por esto que la
actividad característica del profeta bíblico es la
intercesión
y la mediación (comp. Gén. 18:16-33; 20:7 , la primera
ocurrencia
de la palabra profeta en las Escrituras). Como miembros del
Concilio,
los profetas tienen libertad de hablar con Dios, y pueden argumentar
con
Él, a menudo persuadiéndole a cambiar de parecer (comp.
Éx.
32:7-14; Amós 7:1-6). Ellos son sus amigos, y por eso habla
abiertamente
con ellos (Gén. 18:17; Éx. 33:11; 2 Crón. 20:7;
Isa.
41:8; Juan 15:15). Como imágenes del hombre plenamente redimido,
los profetas participaban de la gloria de Dios, ejerciendo dominio
sobre
las naciones (comp. Jer. 1:10; 28:8), habiendo sido transfigurados
éticamente
(comp. Isa. 6:5-8) y físicamente (comp. Éx. 34:29).
Así
pues, eran semejantes a los ángeles del cielo, y de esta manera
no es sorprendente que el término ángel (Heb. mal'âk,
griego angelos) se use para describir al profeta bíblico
(comp. 2 Crón. 36:15-6; Hag. 1:13; Mal. 3:1; Mat. 11:10; 24:31;
Luc. 7:24; 9:52). De hecho, el arquetipo profeta en las Escrituras es
el
Ángel del Señor.43
Hay, por lo tanto, abundante
evidencia
precedente de que a los gobernantes proféticos de las iglesias
se
los describía como los ángeles de las iglesias. Es
probable
que cada ángel representara a un solo pastor u obispo; pero Juan
podría estarse refiriendo a las estrellas/ángeles
simplemente
como personificaciones del gobierno de cada iglesia como un todo. Y el
Señor del cielo y de la tierra les sostiene en su mano derecha.
(Esta es la misma mano que Cristo usó para resucitar a Juan en
el
vers. 17; así que Juan es un "ángel"). En un sentido
más
general, lo que es cierto de los ángeles lo es de la Iglesia
como
un todo: Pablo instó a los filipenses a probarse a sí
mismos
como "irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de
una generación maligna y perversa, en medio de la cual
resplandecéis
como luminares en el mundo" (Fil. 2:15).
Los siete candeleros son
(corresponden
a) las siete iglesias; y las siete iglesias son, como ya hemos notado,
tanto las iglesias particulares referidas como la totalidad de
la
Iglesia en todas las épocas. En términos del simbolismo
del
número siete como se relaciona con la Iglesia, es
interesante
el comentario de Victorio (un obispo que fue martirizado en el
año
304 d. C.) concerniente al apóstol Pablo: "En el mundo entero,
Pablo
enseñaba que toda las iglesias estaban dispuestas en series de
siete,
que se las llama siete, y que la Iglesia Católica es una. Y en
realidad,
primero que todo, para que él mismo pudiera también
conservar
el tipo de siete iglesias, no excedió ese número. Pero
escribió
a los romanos, a los corintios, a los gálatas, a los efesios, a
los tesalonicenses, a los filipenses, a los colosenses; después
escribió a personas individuales, para no exceder el
número
de siete iglesias".44
El único candelero (un
árbol
estilizado) del antiguo tabernáculo es ahora Cristo (el
árbol
de la vida) con sus siete candeleros. Antes, en el Antiguo Testamento,
la Iglesia tenía un carácter centralizado, nacional; y la
unidad de las congregaciones particulares de Israel estaba enfocada
geográficamente,
en Jerusalén. Pero ya no es así. La Iglesia, el Nuevo
Israel,
ha sido descentralizada geográfica y nacionalmente - o, mejor,
multicentralizada:
La Iglesia es todavía un siete - todavía una unidad -
pero
lo que la mantiene junta no es un trozo de bien raíz especial o
santo; la unidad de la Iglesia está centrada en Jesucristo. La
Iglesia
ya no está atada a un lugar, porque ha sido enviada a todo el
mundo
para tomar el dominio en el nombre del Rey univcrsal.45
Ya no hay un espacio en la tierra que sea santo; más bien, el
mundo
entero se ha convertido en "espacio santo", porque Jesucristo lo ha
redimido.
Y al recapturar el mundo, Él ha recreado la Iglesia a su imagen.
Porque, de la misma manera en que Cristo es visto aquí como un
destello
de luz gloriosa, así también la Iglesia que él
lleva
y sostiene se caracteriza por la luz (comp. la descripción de la
Iglesia en 21:9-22:5). La iglesias portadoras de luz, cuyos mismos
gobiernos
alumbran con brillo como de estrellas, brillan sobre el mundo con la
luz
de Jesucristo, con el resultado de que los hombres verán sus
buenas
obras y glorificarán a su Padre que está en los cielos.
Notas:
1. Véase de David Chilton, Paradise
Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion
Press, 1985), pp. 112, 115-122. Ya he explicado esto con mucho mayor
detalle
en una serie de artículos sobre los Últimos Días,
publicados en The Geneva Review, P. O. Box 131300, Tyler, TX
75713.
2. Arthur Pink, The Sovereignty of God
(London: The Banner of Truth Trust, [1928] 1968), pp. 43s.
3. G. R. Beasley-Murray, The Book of
Revelation
(Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., [1974] 1981), p. 51.
4. The Scofield Reference Bible (Oxford
University
Press, 1909), nota sobre Apocalipsis 1:20; esta idea se ha popularizado
en las notas de "Biblias de estudio" como la Thompson
Chain-Reference
Bible: New International Version (Indianapolis: B. B. Kirkbride
Bible
Co.; Grand Rapids: The Zondervan Corporation, 1983), "Outline Studies
of
the Bible", No. 4308 ("The Seven Churches of Asia"), p. 1602.
5. Ibid.
6. Comp. Loraine Boettner, The Millenium
(Philadelphia: The Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1957), pp.
38-47, 63-66; Benjamin B. Warfield, "Are There Few That Be Saved?" en Biblical
and Theological Studies (Phladelphia: The Presbyterian and Reformed
Publishing Co., 1968), pp. 334-350. Warfield cita a William Temple:
"Con
toda probabilidad, la tierra será habitable por miríadas
de años todavía. Si el cristianismo es la religión
final, la iglesia está todavía en su infancia. Dos mil
años
son como dos días. La apelación a la 'iglesia primitiva'
es engañosa; nosotros somos la 'iglesia primitiva'"; y James
Adderly:
"Pero debemos recordar que el cristianismo es una religión muy
joven,
y que nosotros sólo estamos en el comienzo de de la historia
cristiana
en este momento" (pp. 347s).
7. Sucede, sin embargo, que hay un sentido en
el cual Juan se proponía que sus descripciones de estas siete
iglesias
estuvieran legítimamente relacionadas con las siete
"épocas"
de la Iglesia; véase la introducción a la Parte II,
más
abajo.
8. El pie de página de Wilcock:
"Compárese
1:4 con 4:5, 5:6, y Zac. 4:1-5, 10b: lámparas = ojos =
espíritus.
El simbolismo de las lámparas en 1:12, 20 no es tan diferente;
aquí
es el espíritu, allí la morada terrenal del
Espíritu
(1 Cor. 3:16), que está siendo presentado".
9. Michael Wilcock, I Saw Heaven Opened:
The
Message of Revelation (Downers Grove, Il.: InteVarsity Press,
1975),
p. 34.
10. Una de las obras más útiles
sobre el significado de los credos, incluyendo sus implicaciones
sociológicas,
es The Foundations of Social Order: Studies in the Creeds and
Councils
of the Early Church, de Rousas John Rushdoony, (Tyler, TX: Thobum
Press,
1968 1978; véase también de Gerald Bray, Creeds,
Councils,
and Christ (Downers Grove, Il., InterVarsity Press, 1984).
11. Cornelius Van Til, Apologetics
(class
syllabus, Westminster Theological Seminary, Philadelphia, 1959), p. 8.
12. Contrástese esto con las muy
comunes
"ilustraciones" de la Trinidad en la Escuela Dominical - como un huevo,
el sol, un pastel, o el agua. Estas son por lo general más
engañosas
que útiles. De hecho, sus implicaciones últimas son
heréticas.
Acaban por dividir a Dios en tres "partes" - como la cáscara, la
clara, y la yema de un huevo - o muestran a Dios como una sustancia que
toma tres formas diferentes, como el agua (sólida,
líquida,
y gaseosa).
13. Sobre el impacto radical de la doctrina de
la Trinidad en todas las áreas de la vida, véase, de E.
J.
Rushdoony, Foundations of Social Order y The One and the
Many
(Ttyler, TX: Thoburn Press, 1978).
14. Philip Barrington, The Meaning of the
Revelation
(London: SPCK, 1931), p. 74. En efecto, la frase entera es un nombre
propio,
e indeclinable. El problema gramático surge del intento de Juan
para poner en griego los matices teológicos contenidos en el
hebreo
de Éxodo 3:14: YO SOY EL QUE SOY. Juan no teme masacrar
el
lenguaje griego para hacer valer un punto, como en Juan 16:13, donde
"incorrectamente"
usa un pronombre masculino para enfatizar la personalidad del
Espíritu
Santo (Espíritu en griego es neutro, pero Juan
quería
subrayar que Él es realmente un Él y no una cosa).
15. Hay varias buenas discusiones de los
varios
significados de Venir en la Escritura. Véase de Oswald
T.
Allis, Prophecy and the Church (Grand Rapids: Baker Book House,
1945, 1947), pp. 175-191; Loraine Boettner, The Millenium, pp.
252-262;
Roderick Campbell, Israel and the New Covenant (Tyler, TX:
Geneva
Ministries, 1954 1983), pp. 68-80; David Chilton, Paradise Restored,
pp. 67-75, 97-105; Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology
(Grand
Rapids: Baker Book House, 1930), pp. 70-93.
16. Véase, por ejemplo, 1 Crón.
28:2; Sal. 132:7-8, 13-14; Isa. 11:10. Comp. Meredith G. Kline, Images
of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 20s.,
39ss,
46, 111sss. Como observó Geerhardus Vos, la importancia del
Tabernáculo
en el Antiguo Testamento es que "es el palacio del Rey en el cual el
pueblo
le rinde homenaje" (Biblical Theology: Old and New Testaments
[Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1948], p. 168).
17. Alexander Schmemann, Church, World,
Mission:
Reflections on Orthodoxy in the West (Crestwood, N. Y.:
Vladimir´s
Seminary Press, 1979), p. 226.
18. Rousas John Rushdoony, The Institutes
of
Biblical Law (Nutley, N. J.: The Craig Press, 1973), pp. 573s.
19. William Symington, Messiah the Prince:
or, The Mediatorial Dominion of Jesus Christ (Philadelphia: The
Christian
Statesman Publishing Co., [1839] 1884), p. 208.
20. Véase de Chilton, Paradise
Restored,
pp. 57ss., 97ss.; comp. Kline, Images of the Spirit.
21. Para un ejemplo reciente de esta
posición,
véase de Norman Geisler, "A Premillenial View of Law and
Government",
Bibliotheca
Sacra (Julio-Septiembre 1985), pp. 250-266. Escribiendo contra el
postmilenialismo
de R. J. Rushdoony y otros "reconstruccionistas", Geisler dice en
realidad:
"Los postmilenialistas trabajan para construir unos Estados Unidos
cristianos.
Los premilenialistas trabajan en favor de unos Estados Unidos
verdaderamente
libres", p. 260. La elección es clara: ¿Escogeremos el
cristianismo?
¿O escogeremos la libertad en su lugar? Geisler debe ser
felicitado
por haber expresado el asunto con esta precisión; sin embargo,
hablando
técnicamente, él no es el primero que presentó el
dilema de este modo. Permanece en la antigua tradición
(Gén.
3:1-5).
22. Véase de Walter Chantry, Today´s
Gospel: Authentic or Synthetic? (Edinburgh: The Banner of Truth
Trust,
1970), y Arend J. ten Pas, The Lordship of Christ (Vallecito,
CA:
Ross House Books, 1978).
23. Véase la discusión de
profeta
en Images of Spirit, de Meredith G. Kline, pp. 57-96; esp. pp.
93s.
24. Véase de Chilton, Paradise
Restored,
pp. 133ss.
25. Véase de Kline, Images of the
Spirit,
pp. 97-131.
26. Ibid., pp. 106ss.
27. Para una exégesis completa de este
texto, véase íbid., 97-331; comp. Chilton, Paradise
Restored,
pp. 58, 134ss.
28. St. Germanus of Constantinople, On the
Divine Liturgy, Paul Meyendorff, trad. (Crestwood, NY: St.
Vladimir´s
Seminary Press, 1984), p. 57.
29. Comp. la discusión de este texto en
relación con Apoc. 12:7-9 más abajo.
30. Según Josefo, el sacerdote llevaba
el cinto alrededor del pecho cuando descansaba y no "hacía
ningún
servicio laborioso" (Antiquities of the Jews, iii.vii.2).
31. Kline, Images of the Spirit, p. 43.
32. Nótese que el cabello blanco
es glorioso, en contraste con la cultura de "perpetua juventud" de
nuestro
tiempo.
33. Véase de Chilton, Paradise
Restored,
p. 58; comp. Éx. 19:16, 19; Eze. 1:24.
34. Véase de Herman Bavinck, The
Doctrine
of God (London: The Banner of Truth Trust, [1951] 1977, pp. 88ss.
35. Originalmente, Adán tenía la
llave de la Muerte y el Hades, porque era el Sacerdote de Edén,
con la responsabilidad scerdotal de guardar las puertas del
Paraíso
(Gén. 2:15; véase de Meredith G. Kline, Kingdom
Prologue
(programa de estudios publicado privadamente, 1981), Vol. I, pp. 127ss.
Cuando Adán renunció a esta responsabilidad, él
mismo
se convirtió en muerte, lejos del Árbol de la Vida, y los
querubines tomaron su lugar como guardianes, sosteniendo la espada
llameante
(la llave). Por medio de la resurrección, Jesucristo, como
Segundo
Adán, regresó al Paraíso como Sacerdote, el
guardián
de las puertas del Edén, para lanzar a la Serpiente a la Muerte
y al Hades (comp. Apoc. 20:1-3).
36. El por lo tanto muestra la
conexión
con la comisión original de Juan en el vers. 11.
37. Philip Barrington, The Meaning of the
Revelation,
p. 95.
38. James Kallas, Revelation: God and
Satan
in the Apocalypse (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1973),
pp.
58s.
39. Wilcock, I Saw Heaven Opened, p.
153.
40. Ibid., p. 154.
41. Ibid., p. 156.
42. Un aspecto interesante del fondo
conceptual
de todo esto es la referencia en el libro apócrifo de Tobit a
"los
siete ángeles santos, que presentan las oraciones de los santos,
y que entran y salen delante de la gloria del Santo" (12:15; comp. 1
Enoch
20:1-7).
43. El estudio más abarcante del orden
profético y su relación con el Concilio angélico
se
encuentra en Images of the Spirit, de Kline, pp. 57-96.
Véase
también de George Vandervelde, "The Gift of Prophecy and the
Prophetic
Church" (Toronto: Institute for Christian Studies, 1984).
44. Victorious, Commentary on the
Apocalypse
of the Blessed John, en Alexander Roberts y James Donaldson, eds.,
The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids: Eerdmans, [1886] 1970(, vol.
VII,
p. 345.
45. Según Éxodo 18 y
Deuteronomio
1, el ancianato estaba dispuesto jerárquicamente, con "jefes de
millares, jefes de centenas, jefes de cincuenta, y jefes de decenas".
Esta
era la base bíblica para la organización
jerárquica
de la iglesia primitiva, correspondiendo el obispo de la ciudad al
"jefe
de millares" (véase de James B. Jordan, "Biblical Church
Government,
Part 3: Councillar Hierarchy -Elders and Bishops", Presbyterian
Heritage,
No. 9 [January 1986], P. O. Box 131300, Tyler, TX 75713). Una
oficina
central (un "vaticano") puede por lo tanto ser útil para el
gobierno
de la iglesia, aunque no es necesario (hay una distinción entre
lo que puede ser bueno para el bienestar [bene esse] o la
plenitud
de ser [plene esse] de la iglesia, y lo que es necesario
para el bien [esse] de la Iglesia). El mejor estudio
histórico
disponible sobre el surgimiento del episcopado es, de J. B. Lightfoot,
The
Christian Ministry, Philip Edgcumbe Hughes, ed. (Wilton, CT
Morehouse-Barlow
Co., 1983).