Alla Nazimova: "El áspid lésbico de Stanislavsky" Por Rampova ©



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Para Theodore Kossloff, era un honor tener a una gran dama de la escena como alumna, por tanto accedió a crear los trajes para la película "Aphrodite", basada en la novela de Pierre Louys, autor también de "Las canciones de Bilitis" y " La mujer y el pelele", en la que el lesbianismo tendría un protagonismo supremo. Ofreció a la Rambova la dirección artística de todas sus películas y a June Mathis los guiones; empezaba la confabulación sáfica para las mentes mas recalcitrantemente ultraconservadoras de Hollywood. La censura, estricta como en cualquier república bananera, prohibe la película y hace quemar los centenares de bellos amores lésbicos que se habían rodado en celuloide, perdiéndose para lo que ahora llaman "la memoria histórica". Los censores, como señala Diana McLellan, se dieron cuenta de que la historia se burlaba de tales restricciones. El caso es que hacía hincapié no sólo en el asesinato y la tortura sino también en el sexo entre mujeres. Había llegado la hora que tanto temían: la posguerra trajo un reaccionarismo aterrador, que devolvía a las mujeres, en general, a sus hogares y a las lesbianas, en particular, a sus armarios empotrados... algunas a sus féretros, como Mercedes de Acosta, a la que, posteriormente, la niña Maria Sieber, hija de la Dietrich, la llamaba Drácula.

Tras varios fracasos cinematográficos, se prepara la quintaesencia del Art-Déco, "Camille" ("La dama de las camelias"), con una Rambova preparando hipersofisticados decorados megavanguardistas, con dibujos curvilíneos, como doble homenaje a la camelia y a la mujer y con un vestuario que traspasaba las fronteras de la pantalla, con un elegante y decadente Rodolfo Valentino, que venía de filmar "Los cuatro Jinetes del Apocalipsis" y que buscaba desesperadamente una coartada que acallara los rugidos, más que murmullos, de su homosexualidad y su escandalosa relación con la locaza Ramon Navarro. Nazimova le ofreció el "matrimonio blanco" que tanto anhelaba, en la actriz lesbiana Jean Acker, que pronto le abandonó, espantada, porque él quiso consumarlo("lavanda" con derecho a roce).

Rambova intimó con Rudy, invitándole a sesiones de espiritismo y ayudándole en tareas de maquillaje, para disimular su labio inferior partido y resaltar su belleza latina. Mientras tanto, los escándalos sexuales se sucedían: Charles Chaplin y sus pasiones paidófilas, las orgías de Clara Bow, el asesinato de una menor a manos de Fatty Arbuckle, al introducirle una botella de champaña en la vagina. Nadie se hallaba seguro en Hollywood, con la Cruzada por la Decencia y las Buenas Costumbres. Pronto Mercedes de Acosta necesitó un escudo humano, en forma de Sr. Abraham Poole, que la protegiera de los crueles chismorreos.

Entre opiáceos, cigarrillos de cocaína y vodka, la Nazimova entretenía a sus invitadas interpretando canciones rusas, al violín, o al piano, mientras ponía fin a su contrato con la Metro, mientras los críticos escribían que "Camille" " era una obsesiva sucesión de imágenes hipnotizadoras, lenta y extraña". No iban descaminados: Rambova y Nazimova se pasaron todo el rodaje amándose y "viajando" al país de las amapolas del opio. Pero para Alla una mujer no era suficiente; necesitaba estar rodeada de un harén... un peligro para el nuevo Hollywood, en el que las fustigadoras de los vicios no descansaban día y noche. Más que sus admiradoras, que eran legión, le preocupaba el conservadurismo patológico de sus detractores, para dejar bien sentado el desprecio que le merecían sus censores adversarios. En realidad se esforzaba en demostrar una gran seguridad en la escena y aquella autoridad natural que constituía su arma más terrible. La primera "caza de brujas" estaba aflorando. Todos se casaban. Todas se casaban o eran sospechosas de pertenecer al crimen organizado, al bolchevismo más extremista, o al lesbianismo castrador, que usaba tijeras en lugar de collares. Alguien aconsejó a Alla que tantas amantes y su enemistad con la poderosa Metro la podría llevar a la deportación como extranjera "non grata". Diana McLellan se refiere a la psicosis matrimonial de las lesbianas de la época, con una historia apócrifa sobre un joven enfermo de amor que se arrojaba a los pies de Eva Le Gallienne gritando: "¡He de tenerte como a mi esposa!" -oh, ¿de verdad?- contestaba Eva -¿Cuando puedo conocerla?

Nazimova reflexionaba sobre él mil veces interpretado papel de Nora, de "Casa de Muñecas", de Ibsen, cuando el marido Helmer le espeta: "Yo puedo trabajar día y noche, soportar cualquier dolor por ti, ¡pero nadie sacrifica su honor a quien ama!". Nora Responde: "¡Millones de mujeres lo han hecho!" En "Teoría de cuatro movimientos", C. Fourier escribe algo que debió pensar la actriz rusa, que "una conducta que sólo puede ser recíproca, una conducta que si es practicada por uno de los sexos debería ser obligatoria en el otro, es juzgada simpática en uno y odiosa en el otro. A menos que tengan a las mujeres presas en un serrallo, los hombres no pueden tener veinte mujeres consecutivamente sin que las mujeres tengan veinte hombres consecutivamente". Derrotada, tuvo que claudicar, como miles de mujeres anónimas, y organizarse su "matrimonio blanco" con Charles Bryant, gay discreto y viril, que daría visos de realidad "rehabilitadora" a la fama de amazona de la rusa con voz de harpa. Aún así ningún estudio pondría un sólo dólar para un film con Nazimova, por lo que ella misma financió, produjo, escribió, protagonizó y dirigió su gran tributo a Oscar Wilde, aunque su "marido" Charles Bryant, como estrategia ante la censura, aparecería varias veces en los créditos, como "director" y en el papel del incestuoso Herodes. Aquello tenía que ser Arte Grandilocuente. Decidió que todas las interpretaciones fueran coreografiadas como una pantomima ralentizada, adelantándose 50 años al espectáculo "Flowers", de Lindsay Kemp.

Natacha Rambova alcanzó el delirio supremo, en los decorados y en un fastuoso vestuario inspirado en el gran ilustrador Aubrey Beardsley, también caído en desgracia, junto a Oscar Wilde y el no menos fascinante y decadente Erté. Todos eran sabedores de que se estaba realizando una obra maestra, de la que se necesitarían décadas para ser gozada en plenitud, un magistral blanco y negro, con toda la extrafina gama de grises, pasados por los filtros más embellecedores, con una luna llena omnipresente, que se torna violeta ante la concentración de cortesanas, interpretadas por hombres hermosamente travestidos y maquillados por Rambova y una luna que se vuelve roja cuando se corta la cabeza a Juan el Bautista.

Durante el rodaje de Salomé, la diva eslava subió un día lentamente a un estrado colocado junto a los decorados de un puente; parecía salir del Olimpo, arrastrada al parecer, por la cola de plumas de pavo real bordadas que la seguían como un vapor de incienso. Se sentó bajo un dosel de brocado de seda y saludó a una multitud fascinada por el glamuroso milagro. En aquel preciso momento, desde las almenas del decorado se levantó un vuelo de cuervos negros. -¡Dios mio que hermosa está!- murmuró la Rambova -Puede magnificar su belleza hasta extremos inalcanzables.

Hay que entornar los ojos para adivinar el movimiento de los siete velos y contener la respiración para percibir la sorda cadencia del oleaje de una danza que es una gran oda a Oscar Wilde, en la que Nazimova luce, entre otros, un tocado cubierto de burbujas de cristal que se tornasolaban cuando ella manifestaba emoción. Hubo dos finales: el primero, como en la obra teatral, muere atravesada por las espadas de los guardianes del tetrarca; la segunda, fue una licencia que la misma Nazimova se tomó y es que al verla tan bella e irreal, los soldados se negaban a matarla, teniendo que tomar ella un sable y arquear su cuerpo hacia atrás, serpenteando como una víbora escarlata y hacerse ella misma el harakiri, algo que, de haberla visto, debió emocionar e inspirar el suicidio de Yukio Mishima. También inspiró la gran coreografía que Bob Fosse creó para Shirley McLaine en "Sweet Charity", en la que ésta emularía a Nazimova, enroscándose en un árbol, como la serpiente que tienta a Eva.

Como señalaba "Photoplay", "se suponía que la película iba a ser una orquídea de invernadero de decadente pasión". Y así fue, para una minoría de gente cultivada, de gays y lesbianas, pero no para el tosco y apelmazado público estadounidense, adiestrado en las bajezas de la subcultura más galopante. Era 1923 y un público parisino, berlinés, e incluso moscovita, hubiera recibido ese film con la gran categoría que se merecía, sin nada que envidiar a las indudables obras maestras de E. W. Griffith, Erich Von Stroheim, Sergei M. Eisenstein o Fritz Lang, por poner unos ejemplos. Pero la palurdez de la época debió considerar el film una "mariconada" hecha por una lesbiana resentida con los hombres. El código de Will H. Hays, entró en vigor en 1922, implantando una férrea censura que incluía " cláusulas morales" de los actores fuera de la pantalla. " La homosexualidad era un pecado no sólo contra Dios, sino contra la taquilla. Los que desafiasen las nuevas normas serían expulsados", como recuerda Diana McLellan. "Salomé", bella obra independiente, al ser condenada al fracaso, hizo que ningún estudio requiriera la sabiduría actoral de la Nazimova, por lo que volvió a los escenarios teatrales. Pronto, su entorno supo que Alla no podía pedir el divorcio, porque no había habido boda, pero ante los puritanos guardianes de la moral, marchó a París, con la "excusa" de pedir el divorcio de Charles Bryant. Su carrera cinematográfica había periclitado. Tan sólo le ofrecían pequeños papeles, a bajo salario, en la que se autoparodiaba, llegando a utilizar una cabeza de Halloween, a modo de cabeza de Juan el Bautista. Tuvo que vender "El Jardín de Alla" a una nueva rica, que lo convirtió en varios bungalows, que serían alquilados, a las nuevas estrellas de Hollywood, reservándose, en una cláusula del contrato, la seguridad de que tendría su propio bungalow de por vida. En su estancia en París, un mundo superlativamente más libre y desprejuiciado que el de Nueva York o Hollywood, Mercedes Acosta hizo de celestina y presentó a la sáfica sobrina de Oscar Wilde, Dolly, a la Nazimova y ambas recorrían lugares improbables en Londres o en Hollywood, con mujeres paramilitares, vestidas de frac, o a la moda más andrógina, la conocida como " a lo garçon".

Lo contrario que en Nueva York, que el 30 de Septiembre de 1926, porque se representaba en el Empire Theatre, en Broadway, la obra "La cautiva", de Edouard Bourdet y las críticas advirtieron que habían ligeras insinuaciones lésbicas en la obra, la policía hizo acto de presencia en el escenario, llevándose esposada y a la cárcel, por escándalo público, a la protagonista, Helen Menken, por entonces casada con Humphrey Bogart. Hubo redada general en todos los teatros neoyorkinos en los que se representaban obras pecaminosas, como "El Dios de la venganza" y "Casa de viudos", ambas de Bernard Shaw, además de encarcelar a la dramaturga(era autora de todas las obras por ella representadas, algunas llevadas posteriormente al cine) Mae West, por doble motivo: por aparecer en su obra, procazmente provocadora, "Sex" y por su comedia dramática "The Drag", escrita con toda la furia desatada de la que era capaz su brillante intelecto e interpretada enteramente por hombres travestidos de ella. Si Mae West era peligrosa, imaginen 20 Maes contoneándose por el escenario. Como un preludio de la Gestapo alemana, el magistrado del Tribunal Supremo de Nueva York declaró que " el escenario no es lugar donde retratar emociones humanas inmorales", endureciéndose el código de censura para prohibir" todas las obras que tratasen de degeneración o perversión sexual".

Se sintió profundamente asqueada y con unos irreprimibles deseos de vivir en París o volver a su país, pero actoralmente era consciente que en Estados Unidos, al menos, era una grande del teatro, mientras que en París su francés chocaba por el fuerte acento germánico y su propia lengua rusa se había contaminado, lo que la relegaría, tanto en París como en Moscú, a encasillarse en papeles de extranjera. Como feminista era consciente de que la mujer había conquistado el voto, pero los prejuicios seguían enquistados. Sabía que una negra lesbiana podría unirse a sus compañeras de fábrica para conseguir una reivindicación determinada, pero no debía olvidar nunca que, una vez lograda, ella seguiría siendo negra y lesbiana y no habrían desaparecido los prejuicios incrustados en los cerebros de sus compañeras.

De su país llegaban noticias de cine vanguardista frente a la carroña industrial que se hacía en Hollywood. Lev V. Kulechov, con apenas 22 años ya era profesor del Instituto del Cine en 1921. Su película más rompedora la rodó en 1924 con el título "Mr. West en el país de los bolcheviques". También la excentricidad y la renovación fueron la esencia de la FEKS, cuya siglas, traducidas, significan "Fábrica del Actor Excéntrico", en el que diversos autores fusionaban el teatro de vanguardia de Stanislavsky, con el circo y el cabaret, creando una cinematografía insólita, inusual y revolucionariamente audaz, como "Las aventuras de Octobrina" (1924), de Kozintsev y Trauberg, que en palabras de Roman Gubern, "se presentó como una caricatura-comedia propagandística excéntrica, que rendía homenaje a la /Commedia dell´arte/, o "Nueva Babilonia", de los mismos directores, rodada en (1929), recreando imágenes inspiradas en artistas franceses, como Daumier, Manet, Degas o Renoir. Florecen como setas visionarios estético renovadores, como Dziga Vertov, que con sus teorías anti-convencionalistas, tras dirigir el excéntrico noticiario "Kino-Pravda" ("Cine-verdad"), alcanzó su obra maestra en "Kinoglaz" ("cine-ojo"), que (Roman Gubern dixit) exponía en unos poéticos manifiestos a la manera de Maiakovski, y cuya meta era la de desembarazar a la captación de imágenes de todos sus artificios para conseguir una inalcanzable "objetividad integral", que creía posible debido a la inhumana impasibilidad de la pupila de cristal de la cámara.

Junto al gran genio Sergei M. Eisenstein, convivían Vsevolod I. Pudovkin, de entre su filmografía cabe destacar la trilogía compuesta por "La Madre"(1926) adaptación libre de la novela homónima de M. Gorki, "El fin de San Petersburgo" (1927), sobre el décimo aniversario de la revolución y "Tempestad sobre Asia" (1928), una epopeya anti-colonialista. Omito extenderme sobre Eisenstein, dado que es el genio absoluto que, además, mejor conectó con las masas, tanto rusas como del circunbalado orbe, que por esa época rodaba "Oxtiabr"("Octubre"), en 1927.

Nazimova desfallecía, cuando recibía noticias de su admirado "Expresionismo Alemán", reconvertido ahora en un cine estilísticamente más social y políticamente comprometido, desde "Nosferatu, eine Simphonie des grauens"(1922), de Murnau, que junto a "Der letzte man" ("El ultimo") en 1924, constituirían dos obras maestras indiscutibles de Murnau y precursoras de otras tantas y otros directores que, como Fritz Lang, destacó con "Dr. Mabuse der Spieler" (1922) y culminó con su genial y futurista "Metrópolis" (1926). En 1925 Garbo y Dietrich, en papeles secundarios, especialmente la segunda, coinciden en "Die freudlose Gasse", del brillante G. W. Pabst. Los escenarios alemanes se estaban, también, revolucionando, con Max Reinhardt a la cabeza, y se presentan obras abiertamente lésbicas sin que las actrices acabaran en la cárcel, como en la nauseabunda y cateta Nueva York.

"El jardín de Alla", reconvertido ahora en numerosos apartamentos "chic", fue rebautizado añadiéndole una "h" al final, lo que en inglés significaba que Alla había perdido su jardín en favor del dios islámico (Allah). Las cosas que más quería desaparecieron cubiertas por una densa niebla de tristeza, enquistándose en su pecho unas terribles tenazas de carne que la oprimían. Los sirocos arenosos californianos le destrozaron la piel, y a su contacto, su cabeza se llenaba de horribles percusiones (como el simun, ese soplo de fuego que parece arrastrar desde el fondo de África un color de voluptuosidad y de muerte). Un frescor de fuente que se desprendía de los grasos pliegues del cuello y brazos de su compañera y Alla pasaba su lengua entre ellos, porque la piel de la joven sabía a fruta. Se despidió entre lágrimas de lo que había sido su homenaje a Yalta y al Mar Negro, ese jardín que un día estuvo rodeado de diversas arboledas, donde velaban algunas efigies de náyades y de Safo enlazadas; se sumergió, para compensar, en un sueño quimérico en el que el misterio de sus orígenes la confirmaba en sus pretensiones de feminista revolucionaria divina, la madre de todas las lesbianas, reina madre que vivía rodeada de diosas marmóreas y humanas.

Nazimova se dedicó exclusivamente al teatro: Fedra, Yokasta, Electra y todo el repertorio de Chéjov e Ibsen, con excelentes y grandilocuentes críticas, con alguna excursión al cine, animada por su incondicional George Cuckor, como uno de los primeros films anti-nazis de Hollywood, "Escape"(1941) en el que interpretaba a una actriz que, por subversiva, acaba en un campo de concentración. Por primera vez el público no adicto al teatro escuchaba esa voz capaz de congelar la respiración y rasgar los silencios como un cuchillo. Por esa época, Alla estaba predispuesta a llevar a los escenarios la vida de su ex-amiga y amante Emma Goldman, fallecida recientemente, pero ningún empresario tuvo el valor de financiar un bello drama libertario de una mujer que ni tan siquiera había nacido en U. S. A. Aceptó el papel de madre del torero en la nueva versión "Sangre y Arena", que fue el despegue de Rita Hayworth. Todo el mundo destacó la interpretación de Nazimova(ya sin Alla), como muy superior al resto de los actores. El método Stanislavsky estaba entrando con fuerza.

Pero retrocedamos. Tras el "crack" del 29, una nueva oleada de actrices invadió Hollywood, la mayoría de las cuales veneraban a la Nazimova, porque compartían con ella un lenguaje y un código secreto de vergel de violetas, y la visitaban a su camerino o a su bungalow, rindiéndole pleitesía, regalos valiosos y hasta favores sexuales. En 1931, Greta Garbo, que se hallaba en Nueva York, fue varias veces a ver a la Nazimova en "El luto de Electra", pero no se atrevió a visitar a la que los críticos celebraban como "la actriz más grande del mundo", porque la Garbo se pasó toda su triste y armarizada vida escondiéndose, ocultándose, como si hubiera cometido el más atroz de los crímenes. Lo contrario de Natacha Rambova, que la visitó hasta el final de sus días y era la única que se atrevía a bajarla del pedestal, llegándole a decir: "frente a la imagen de diosa absoluta que algunas personas tienen de ti, yo conservo otra, relativa, cálida, llena de matices, cotidiana y terrenal". O Tallulah Bankhead, que a los ojos de la rusa, se hallaba revestida de una especie de belleza bárbara; la cólera la convertía en una brasa y le daba movimientos de llama. Aunque su ordinariez la desconcertaba, la encontraba superlativamente carnal. La menopausia había entrado en Alla justo cuando le gustaban las mujeres más jóvenes.

Una noche, tras una función teatral, la Nazimova recibió a la Dietrich como a una diosa escogida germana, un icono expresionista-sáfico por la que sintió quemarse en su abrazo y el placer la transportó a una luz sobrenatural. Pero la delicadeza acabó metamorfoseada, pues a Marlene le entusiasmaba interpretar su papel favorito, el de barriobajera presidiaria, que arrancaba las bragas de encaje y blondas de Alla, a mordiscos animalizados, renunciando a su deidad, haciendo sonrojar a la eslava. No obstante, Marlene le traía información de primera mano, hablándole de la nueva y terrible situación alemana, que tras la llamada "noche de los cuchillos largos", miles de homosexuales habían sido enviados, con el triángulo rosa cosido a sus harapientas ropas, a campos de exterminio nazis.

Un año después, el escritor Máximo Gorki, escribiría, "que la homosexualidad era producto de la degeneración fascista de occidente". Era un hecho que había que "reeducar" a los homosexuales, que, "con su fina sensibilidad para el arte" (ironizaba Gorki) podían contribuir, "reeducándose", construyendo la obra maestra artística que fue el Metro de Moscú, leyendo, en sus ratos libres, toda la bibliografía sobre "papá" Stalin, para reconvertirse en revolucionarios con mayor rapidez. Nazimova sintió que su mundo se resquebrajaba, como las últimas ruinas pompeyanas.

Los últimos años los vivió con su compañera, a la que llamaba Doodie, interpretando venerables ancianas o patricias aristocráticas, sin lujos, pero sin privaciones, sabedora de que jóvenes como Elia Kazan o Lee Strasberg, pedían su opinión, como último eslabón con el maestro Stanislavsky. Fallecida el 13 de Julio de 1945 de una trombosis arterial. Enterrada en el cementerio de Forest Lawn, en la lápida sólo pone NAZIMOVA. Nunca faltan violetas en su tumba, porque durante décadas esas flores fueron el símbolo que Safo y sus chicas llevaron a la isla de Lesbos y la actriz rusa las adoró con especial vehemencia, porque tenían el color de sus ojos.



© Rampova, febrero de 2004