El Canto que Alegra el Corazón
Por Adly Campos
DESEABA llorar, quizás gritar en mi desesperación
de madre, al saber que de allí en adelante vería a mi hijo
sólo de vez en cuando y que quizá ya no viviría más en
nuestro hogar.
Era un día de verano, tibio, con
su cielo azul salpicado de nubes blancas que se asemejaban a
rollos de algodón. ¡Mi época favorita del año! Sin embargo,
me sentía triste. Se me oprimía el corazón por la ausencia de
mi hijo mayor, quien había partido del hogar.
¿Qué hacer? ¿Llorar hasta
quedar tal vez dormida? ¿Buscar la manera de desahogarme o de
olvidar mi pena mediante algún pasatiempo o placer?
Me senté al piano y comencé a
cantar. La voz se me quebraba. Sentía un nudo en la garganta que
no dejaba salir las notas ni las palabras del canto. Por un
momento canté y lloré al mismo tiempo. Pero seguí cantando,
hasta que comencé a sentir calma y alivio dentro de mi. Como
ésta ha habido muchas experiencias en mi vida y en la de muchos
otros.
El canto ha tenido siempre un
lugar especial en la vida de los seres humanos y de los pueblos
en general. Desde tiempos inmemoriales se ha usado como una forma
de expresar deseos e ideales, en honor a la patria, al amor, a la
madre, a la mujer, a la naturaleza y a Dios mismo.
En la Biblia encontramos un
sinnúmero de casos en los que se dio expresión al sentimiento
humano a través del canto o mediante la ejecución de un
instrumento musical.
Por ejemplo, nos cuenta el relato
del Éxodo cómo Maria la profetisa condujo al pueblo de Israel en
cantos y danzas de júbilo y alabanza a Dios, en sus años de
peregrinaje por el desierto, inspirándole fe y confianza en la
dirección divina.1
En los días de los reyes de
Israel, Saúl mandaba llamar a David en sus momentos de
depresión y perturbación, para que cuando el joven pulsase el
arpa, pudiera calmar su espíritu y mejorar su ánimo abatido.2
David, "el dulce cantor de
Israel", al cuidar las ovejas de su padre se inspiraba y
componía salmos3 que hasta el día de hoy siguen
siendo un bálsamo que refresca al alma atribulada y enferma.
El canto tiene un gran efecto
sobre los sentimientos de las personas. De allí la importancia
de seleccionar cuidadosamente el tipo de música que hemos de
cantar o escuchar en el hogar, en el automóvil durante nuestros
viajes o en los lugares que acostumbramos frecuentar.
El ritmo y la síncopa, la letra o
el mensaje, son los que ejercen una influencia positiva o
negativa sobre nuestro espíritu, sentimientos y pensamientos. La
música suave y tranquila traerá paz, quietud, gozo y alegría.
Pero la música ruidosa y discordante, alterará el sistema
nervioso y nos hará sentir agitados e hiperactivos.
Algunos cantos son descriptivos o
narrativos, como "Lamento Borincano", que describe los
sufrimientos del pueblo puertorriqueño durante la época de la
depresión. La "Canción Mixteca" expresa la nostalgia
y melancolía que experimenta el que se encuentra lejos de su
patria. El "Padre Nuestro" o el "Ave Maria"
son cantos inspiracionales que elevan y edifican espiritualmente.
Otros, como el "Aleluya" de Haendel, son himnos de
alabanza y reconocimiento a Dios por su poder y grandeza.
Por otro lado, hay cantos que
expresan sentimientos de tristeza, dolor, despecho; que hablan de
adulterio, vicio, fornicación, adoración al diablo, sexo libre,
rebeldía, y asuntos semejantes. Los tales nunca deberían estar
en nuestros labios porque lejos de ayudarnos moral y
espiritualmente, sólo nos destruyen. Únicamente nos impulsan a
practicar lo impuro e inmoral. Busquemos aquello que eleva, ennoblece, y dignifica.
El apóstol San Pablo aconseja:
"No se emborrachen, pues eso lleva al desenfreno; al
contrario, llénense del Espíritu Santo. Háblense unos a otros
con salmos, himnos y cantos espirituales, y canten y alaben de
todo corazón al Señor".4
No hay ningún misterio en este
mensaje. Si usted desea caminar en armonía con Dios, evite los
cantos triviales. Manténgase lleno del Espíritu de Dios. La
manera de hacer ambas cosas es tener un canto espiritual en el
corazón. La respuesta a nuestros problemas no se encuentra en el
alcohol o en las drogas. Más bien, elevemos cantos de agradecimiento
y alabanza a Dios, nuestro amante Padre celestial, y entonces nos
sentiremos verdaderamente felices y con una mente clara para
resolver nuestros problemas y sobrellevar nuestras tristezas.
Las Sagradas Escrituras están
llenas de ejemplos de adoración a Dios a través del canto.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son una exposición
poética y musical de alabanza a Dios; encontramos esto desde la
creación en el Génesis, hasta el asentamiento de la Santa
Ciudad en el Apocalipsis.
Es extremadamente importante el
hecho de que dos de las epístolas de San Pablo nos exhortan
explícitamente a usar salmos, himnos y cantos espirituales. El
apóstol explica en Colosenses y en Efesios que el propósito es
más que sólo usar tonadas religiosas, versos o composiciones
literarias. Ambas epístolas están estrechamente relacionadas
con nuestro crecimiento espiritual. "La palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos
unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales
".5
Hay varias maneras de encarar los
problemas del diario vivir. Puede uno deprimirse, enojarse,
renegar o llorar. Hay quienes ingieren pastillas, o toman bebidas
alcohólicas, y hasta quienes se desquitan con sus amados en la
casa, en sus momentos de desesperación. Una forma fácil y
rápida de cambiar ese estado de ánimo es cantando o tocando algún
instrumento musical.
La música es un bálsamo para el
alma, un calmante para el sistema nervioso, y un tonificante para
el cuerpo entero. No hay mejor remedio para el espíritu triste y
agobiado que la música que expresa gratitud y alabanza a Dios.
En el momento de desesperación trae al alma paz y tranquilidad.
Cante cuando se encuentre triste,
desesperado o irritable. Al comenzar a hacerlo, su sentimiento
negativo se irá esfumando y comenzará a sentir alegría. Verá
las cosas de una manera mucho más positiva y tendrá una mejor
disposición mental y anímica para poder enfrentar los problemas
y dificultades que se le presentan. En mi experiencia personal,
la música ha sido motivo de inspiración y aliento en los
momentos de lucha y de tristeza. Procuro tener siempre una
canción en mi corazón, y cuanto más afligida estoy, mayor es
mi deseo de cantar o silbar una melodía cuya letra me dé ánimo
y alegre mi espíritu. No escojo cantos deprimentes o
bulliciosos. Tampoco seleccio no aquellos que hablan de olvidar
las penas en las bebidas embriagantes, ni los que me incitan a
hacer cosas de las cuales me arrepienta o me avergüence más
tarde.
Yo canto del amor de Dios hacia
mí. Canto de la hermosura y esplendor de la naturaleza, del
cuidado dulce y amoroso que Dios tiene aún por los pájaros.
Acerca de cuánto ha hecho por mí y por mis semejantes. Esto es
medicina milagrosa para mi ánimo y da un resultado rápido y
efectivo.
¡Si, alabo a Dios por la música!
¡Alabo a Dios por su gran amor! Pruebe hacerlo usted también.
Diga conmigo:
"Mi corazón está dispuesto,
oh Dios; cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria".6
Adly Campos
(1) Éxodo 15:2O~21.
(2) 1
Samuel16:23
(3) Salmo 23.
(4) Efesios 5:1819, (Versión Dios Habla
Hoy)
(5) Colosenses 3:16.
(6) Salmo
108:1.