El Veneno de los Decibeles

                     Por Marcos Caracciolo


      Decibel: m. fís. nombre del decibelio en la nomenclatura internacional.

      Decibelio: (de deci- y -belio), m. fís. unidad empleada para expresar la relación entre dos potencias eléctricas o acústicas; es 10 veces el logaritmo decimal de su relación numérica.

      Schopenhauer fue uno de los más grandes enemigos del ruido: llegó a sostener que la mente es como una piedra preciosa que al brillar piensa y nos ilumina a nosotros mismos y a los otros, y que el ruido causa a esta joya una irreparable quebradura. Si el filósofo alemán, en vez de haber vivido en 1800, viviera en nuestros días, ¡qué reacción hubiera tenido!

      Digamos la verdad: Estamos exagerando, ya sea como productores o como víctimas del ruido. El hombre moderno está constantemente circundado de una atmósfera más o menos ruidosa, ya sea que esté obligado a sufrirla -como en ciertos ambientes de trabajo- o que se regodee voluntariamente de ella, como sucede con la elección de ciertos tipos de música y actividades recreativas.

      El ruido es un problema que ha preocupado también a antiguas civilizaciones, como la griega y la romana. Así lo atestiguan algunas ordenes emanadas de aquellas lejanas administraciones, aunque entonces la preocupación del legislador se dirigía únicamente a salvaguardar la tranquilidad del sueño de sus conciudadanos.

      Pero hoy el insidioso veneno de los decibeles, apunta mucho más alto: a la función auditiva, al sistema nervioso central, a la circulación sanguínea y al ritmo respiratorio. El ruido no nos da tregua ni aún en nuestras propias casas.

      Según los actuales conocimientos médicos, se considera que 70 decibeles es el límite del cual el ruido no puede pasar sin ser peligroso para la función auditiva. Si consideramos la siguiente escala de ruidos expresados en decibeles, nos daremos cuenta de cuán pesada es la carga que las grandes ciudades imponen al organismo humano.

     

 

Voz susurrada
15-20 db.
Parque o departamento tranquilo
20-30 db.
Calle tranquila
40-50 db.
Voces normales
50-55 db.
Oficinas con máquinas de escribir
65-70 db.
Interior de un autobús
80-85 db.
Cruce de calles muy frecuentadas
80-90 db.
Camiones y trenes
90-95 db.
Martillo neumático
120-125 db.
Motor a reacción
135-140 db.

 

      El oído es el que sufre los mayores daños de las agresiones sonoras. En el interior del mismo, los ruidos son seleccionados por el órgano de Corti, constituido por más de 20.000 células nerviosas sensibles. El estímulo sonoro, transformado en potencial eléctrico, determina una rápida transformación de las proteínas citoplasmáticas de las células nerviosas auditivas, lo que puede llevar a una modificación de diversas encimas y especialmente de las ribonucléicas, produciendo resultados análogos a los de las intoxicaciones de diverso origen. En particular, los ruidos fuertes e imprevistos son más nocivos que los continuos.

      Existen además, los daños llamados de tipo no específico, o lesiones de varios órganos o sistemas, sobre todo el nervioso. El ruido fuerte también produce nefastos efectos psíquicos, desencadenando modificaciones del carácter y del comportamiento en individuos expuestos por mucho tiempo a él.

      Respecto de los efectos sobre el sistema endocrino y el neurovegetativo, se han hecho numerosas investigaciones. Algunos médicos sostienen que el ruido provoca una hiperactividad endocrina, sobre todo por la parte de la hipófisis y de la tiroides, modificación de la secreción gástrica y alteración de la presión.

      Respecto de la dinámica circulatoria, un individuo expuesto a un ruido de 87-88 db. presenta inmediatamente una reducción del 50% de la amplitud de las pulsaciones digitales.

      Las personas expuestas a niveles sonoros superiores a 87-90 db. por periodos prolongados (6-8 horas al día) son fácil presa de hipoacusia (disminución auditiva).

      El reposo es esencial para restaurar los oídos. A menudo esa especie de murmullo que acompaña la hipoacusia desaparece durante la noche. Pero los efectos residuales de la hipoacusia temporal y de la falta de un periodo suficiente de reposo, conducen a menudo a la hipoacusia irreversible, con la lesión de las células del órgano de Corti.

      Otro peligro para las personas sometidas a mucho ruido, además del bajo rendimiento, es la disminución de su estado de alerta y de concentración durante el trabajo o el estudio.

      La polución acústica se ha convertido en un grave problema social. Estamos llegando al momento predicho a comienzos del siglo por Roberto Koch, quien expresó: "El hombre deberá un día luchar contra el ruido con la misma voluntad y energía con las que hoy lucha contra la peste y el cólera".

      Marcos Caracciolo
      Médico y redactor de la publicación italiana mensual Vita e Salute