El oído es el que
sufre los mayores daños de las agresiones sonoras. En el interior
del mismo, los ruidos son seleccionados por el órgano de Corti,
constituido por más de 20.000 células nerviosas sensibles.
El estímulo sonoro, transformado en potencial eléctrico,
determina una rápida transformación de las proteínas
citoplasmáticas de las células nerviosas auditivas, lo que
puede llevar a una modificación de diversas encimas y especialmente
de las ribonucléicas, produciendo resultados análogos a los
de las intoxicaciones de diverso origen. En particular, los ruidos fuertes
e imprevistos son más nocivos que los continuos.
Existen además, los
daños llamados de tipo no específico, o lesiones de varios
órganos o sistemas, sobre todo el nervioso. El ruido fuerte también
produce nefastos efectos psíquicos, desencadenando modificaciones
del carácter y del comportamiento en individuos expuestos por mucho
tiempo a él.
Respecto de los efectos sobre
el sistema endocrino y el neurovegetativo, se han hecho numerosas investigaciones.
Algunos médicos sostienen que el ruido provoca una hiperactividad
endocrina, sobre todo por la parte de la hipófisis y de la tiroides,
modificación de la secreción gástrica y alteración
de la presión.
Respecto de la dinámica
circulatoria, un individuo expuesto a un ruido de 87-88 db. presenta inmediatamente
una reducción del 50% de la amplitud de las pulsaciones digitales.
Las personas expuestas a
niveles sonoros superiores a 87-90 db. por periodos prolongados (6-8 horas
al día) son fácil presa de hipoacusia (disminución
auditiva).
El reposo es esencial para
restaurar los oídos. A menudo esa especie de murmullo que acompaña
la hipoacusia desaparece durante la noche. Pero los efectos residuales
de la hipoacusia temporal y de la falta de un periodo suficiente de reposo,
conducen a menudo a la hipoacusia irreversible, con la lesión de
las células del órgano de Corti.
Otro peligro para las personas
sometidas a mucho ruido, además del bajo rendimiento, es la disminución
de su estado de alerta y de concentración durante el trabajo o el
estudio.
La polución acústica
se ha convertido en un grave problema social. Estamos llegando al momento
predicho a comienzos del siglo por Roberto Koch, quien expresó:
"El hombre deberá un día luchar contra el ruido con la misma
voluntad y energía con las que hoy lucha contra la peste y el cólera".
Marcos Caracciolo
Médico y redactor
de la publicación italiana mensual Vita e Salute