La música en la adoración

 

Por Jeffrey Lauritzen


 

¿Lo estamos adorando realmente a Él?

 

La situación actual de la música en la iglesia.

 

Para las cosas comunes de cada día,

Dios al hombre le dio el habla

Para las cosas más profundas en las que el hombre piensa y siente

Dios le dio palabras especiales para expresarlas,

Para las cosas elevadas y profundas que las palabras no pueden alcanzar

Dios le dio al hombre música, el vocabulario del alma.

-autor desconocido-  

 

Howard Hanson, compositor norteamericano y por muchos años director de la Escuela Eastman de Música, dijo una vez:  “La música es un arte curiosamente sutil, con innume­ra­bles, y muy variadas connotaciones emocionales. Está hecha con muchos ingredientes, y de acuerdo a las pro­porciones de esos componentes, puede ser calmante o vigorizante, ennoblecedora o vulgarizadora, filosófica u orgiástica. Tiene poder tanto para el bien como para el mal.”1

La música ha sido una idea de Dios, un regalo lujoso para los seres huma­nos, la que ha enriquecido nuestras vidas desde el princi­pio del tiempo. En el Antiguo Testamento, Dios unió música y adoración en una unión gloriosa que permanece estable hasta hoy día. El cris­tianismo, más que todas las otras religiones, ha contribuido con la mejor música de la tierra. Dios entiende la música de la iglesia como algo muy serio, pero, ¿también lo en­tienden de la misma manera todos en la iglesia hoy?

            Muchos observadores concluyen que el estado de la música en las iglesias americanas está mezclado. Por un lado, la música tiene una aceptación sin paralelo. La cantidad de música sacra que hay compuesta, publicada y grabada es asom­bro­sa. Nuevos himnarios con gran profundidad, extensión y muy equilibrados están apare­cien­do de muchas casas publicadoras. Este creci­miento y vitalidad de la música de la iglesia son positivos y animantes. Pero por otro lado, hay muchos aspectos de la música de la iglesia que no son tan animantes o positivos. Parece que mucha de la música contempo­ránea de la iglesia pone su perfil más en valores comerciales o seculares que en principios espirituales. La música de la iglesia muy a menudo parece tener como objetivo el satisfacer el gusto del público a expensas de un ministerio equilibrado. Muchas suposicio­nes no bíblicas y objetivos de la industria del entretenimiento están desgastando lo que ya es un concepto superficial del minis­te­rio a través de la música. A esto podemos agregar, una tenden­cia hacia lo trivial y poco profundo que ilustra negli­gencia al inten­tar lograr profundidad y substancialidad en mucha de la música de la iglesia hoy en día. Pocas personas en la iglesia toman la música con suficiente seriedad como para pensar en ella en una forma bíblica y teológica. Esta música continúa siendo una de las áreas de la vida de la iglesia que menos se aborda con una teolo­gía bíblica, y debiera poner nerviosos a los Adventistas del Séptimo Día.

            Dado que un cuarto a la mitad del servicio de adoración involucra a la música, será vital darle a la música de la iglesia una atención profunda, inteligente y con mucha ora­ción. La música forma parte de la adoración a Dios en el cielo, y su intención es elevar el alma y despertar un espíri­tu de devoción y gratitud; es tanto un acto de adoración como es una oración.2

EL SOLO hecho de "interpretar" música sacra no es suficiente. Dado que el obje­tivo último es glorificar a Él, será un placer para Dios más que un deleite para los hombres, este debería ser nuestro interés. En adoración, DIOS es la audiencia.

            En lugar de estos elevados principios, han emergido dos acercamientos a la música de la iglesia, ninguno de los cuales tiene sustentación bíblica. La primera posición, basada en el gusto musical, tiene por objetivo lograr el máximo placer en la audiencia.

            "Buena música", según esta definición, es usualmente igual a lo que nos es familiar. La solidez del material del texto es secundaria a la forma en que suena la música, y si la mayoría de la congregación gusta de esos sonidos, la música se considera apropiada. Este punto de vista, quizá inconscientemente, ve a la música primariamente como una forma de entre­tenimiento "sacro", y por lo tanto, una forma de escapar de la realidad. Hay un lugar para el entretenimiento, pero, ¿es adecuado o apropiado al adorar a Dios?

            El segundo punto de vista es el usar música que expresa valores culturales e ideales. En esto, la preservación de la herencia de tesoros musicales artísticos  de la iglesia es lo más importante. Igualmente tiene sus deficiencias. La música usada en la adora­ción como un fin en sí mismo, arte por el arte misma, tiene problemas teológicos. Todo en el servicio eclesiástico tiene que tener un propósito cimentado en algo más grande que en sí mismo. El rol de la música en la iglesia no puede ser diferente a la de la iglesia misma, el ministerio del Señor, el cuerpo de Cristo, y el mundo por el cual Cristo murió.3

Elena de White ha dicho: "los cantos deben ser dirigidos hacia Dios, de otra manera es solo un poco más que una exhibi­ción de uno mismo... La música no existe por si misma, pero, como una oración, tiene el sentido de acercarnos a Dios".4

            El propósito de este artículo es sugerir que podemos encontrar usos erróneos identificables en la música de adoración que violan el objetivo de adorar dirigiéndonos a Dios. Estos usos erróneos han prevalecido particularmente en círculos carismá­ticos por algún tiempo, y ahora tratan de introducirse en la adoración adventista. Al desarrollar esta tesis, la música religiosa popular de hoy en día y sus usos serán examinados, la forma en que la música es percibida en el cerebro y como esto se relaciona con el problema que estamos tratando, y, algunos criterios y normas para la música de la iglesia hoy en día serán sugeridos.

 

Estilos y usos de la música popular actual.

 

            La posición de algunos que intentan fijar rumbos, es que cualquier tipo de música, siempre que contenga texto sagrado, es usable en un servicio de adoración. Los medios de informa­ción masiva han condicionado al público con una "dieta de ritmos de rock", que parece que fuera de esto todo parece insípido y monóto­no para muchos. Una obsesión de vestir toda la música para evangelismo con alguna forma de ritmo de rock, parece haberse desarrollado entre muchos de los interpretes de la música para evangelismo de hoy en día. Músicos entre nosotros están tomando estilos desarrollados por el mundo, y muy a menudo, el ritmo de rock de las casas de baile ha llegado a ser la música de la iglesia, todo en nombre de una mejor comu­nicación, para alcanzar a la gente donde están.

Un escritor dijo, varios años atrás:

            Ha habido un considerable aumento en la "música para evangelismo tipo jazz" en las iglesias del país en los últi­mos años. Esto es en muchos aspectos una cosa diabólica. Lo menos que esto hace, es poner a la iglesia en contac­to con expresiones musicales baratas y de poco valor artístico. Lo importante en este punto es que lo malo es más que sólo eso, porque es que parece natural que se una la música barata con textos banales, descuidados e inconse­cuente, sino absoluta­mente triviales y de pensa­mien­tos sentimenta­les.5

Mucha de la música de hoy en día es: (al tener que definir­la), rock. Básicamente rock es una forma musical orientada rítmicamente, en forma repetitiva, que sostiene su fuerza en el acentuar los pulsos secundarios de la música, preferentemente a los prima­rios. Esta característica no limita al rock "duro" solamente. Mucha de la música "rock suave" y "fácil de escu­char" entra dentro de esta clasificación. Niveles elevados del volumen, muchas veces por encima de los 100 decibeles, es otro elemento del rock y una fuente de su poder.6 Baterías, guitarras eléctricas, sintetizadores, y siste­mas elaborados de amplificación, que generalmente intensifican el efecto rítmico y el volumen de la música, están entrando en una forma dramática en la adoración cristiana, como por ejem­plo los acompañamientos producidos en forma comercial (play back) muchos de los cuales están escritos en "idioma" rock. Una expe­riencia física-emocional muy intensa, puede ser creada con esos ritmos repetitivos y efectos orquestales calculados cuidadosamen­te. Irwin Sonenfield escribe:

            Por algún tiempo, el uso de un poder masivo a través de la tecnología electrónica ha desempeñado un rol muy importante en la música popular. Instrumentos eléctri­cos, junto con amplificadores, manipuladores y sinteti­zadores, son casi inevitablemente asociados con nuevos sonidos. Estos son más que simples herra­mientas; son factores de control. Ellos determinan la naturaleza de la música y sus efectos. El poder del alto watage y los decibeles es venerado por si mismo y también por las intensas experiencias físi­cas y psíquicas a las que conducen. Es una alianza humana, y una subyugación, con el poder tecnológico súper humano, por el que las sensa­ciones de dolor y éxtasis llegan a estar místicamente unidos.7

            William Schaefer observa: "lo que no se puede negar del rock es su poder hipnótico. Ha encadenado a millones de jóve­nes alrede­dor del mundo y ha transformado sus vidas.8 Obviamente entonces, cualquier uso que se le dé a la música popular tipo rock, en la adoración a Dios, por lo menos nos llama a tener un alto grado de discernimiento. Una res­puesta física o emocional nunca debe ser confundida con una respuesta espiritual. ¿Podríamos considerar que confundirnos entre un estado de alta espiritualidad y uno de alta emotividad es uno de los aspectos de la lluvia tardía? ¿Puede suceder esto en iglesias Adventistas de hoy, que buscan promo­ver esta nueva música en sus servicios de adoración? La crea­ción de una respuesta física emocional es una de las caracte­rísticas primordiales de la música rock contemporánea. A pesar de que es fácil ver los peligros potenciales de utilizar estos estilos en la música de adoración, todo un nuevo género de música se ha desarrollado, como nunca antes, que contiene todos los elementos del rock secular. A esta música se le llama: "Rock Cristiano", pero los medios de comunicación le han dado otro nombre: Música Cristiana Contemporánea, lo que le puede dar una mayor aceptación y uso en las iglesias. Ha sido parte de la adora­ción carismática, y esta entrando en la adoración Adventista de algunas congregaciones que ha adoptado alguna "forma" más informal de estilo de adoración.

            Un punto paralelo al uso de un estilo popular-rock, emocio­nal, es el "teatral". Muchos interpretes encuentran que mucha música religiosa contemporánea evoca una interpretación teatral como "Broadway" en su forma física y vocal. Las reli­giones pentecostales han guiado al camino de promover este tipo de interpreta­ción musical teatral-emocional-física, y parece que algunos Adven­tistas están intrigados en conocerla también. Uno se puede pregun­tar: ¿Quién es el objeto de adora­ción en ese tipo de alabanza: Dios, o uno mismo?  Note la advertencia de Elena de White:

            Ni una jota ni una tilde de nada teatral debe ser traído a nuestra obra. La causa de Dios debe tener un molde ce­lestial, sacro. Permitid que cualquiera que esté conec­tado a dar el mensaje para estos tiempos lleve una impresión divina. No permitáis nada de naturale­za tea­tral, porque esto arruinaría lo sacro de su obra.9

            Muchos intentan justificar este sentimiento popular aduciendo un éxito aparente. ¿Qué puede uno decir cuando un programa o plan tiene una amplia popularidad y consenso, aunque parezca estar en abierta violación a los principios?  Elena de White otra vez nos ofrece un consejo de valor:

            Si ustedes bajan las normas con el objetivo de con­seguir popularidad y de esta forma aumentar el núme­ro de miem­bros, y luego regocijarse por ese aumento, estáis mos­trando una gran ceguera. Si los números fueran una evi­dencia de éxito, Satanás puede recla­mar la preeminencia, porque, en este mundo, sus segui­dores son mayoría. Este es el grado de poder moral que está inva­diendo al colegio, es una prueba de su prosperidad. Es la virtud, prosperidad, y piedad de la gente que conforma la igle­sia, no su número, lo que debe ser una fuente de gozo y agrade­cimiento.10

            Nunca debiéramos "rebajar la verdad con el objeto de obtener conversos, pero primero elevar a los pecadores y corruptos a los altos principios de la ley de Dios"11

Job pregunta: "¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie" (Job 14:4), y el sabio declara en Proverbios 6:28: "¿Andará el hombre sobre brazas sin que sus pies se quemen?"

            Un gran evangelista descubrió que cuando cambió lo tradicio­nal por música tipo folk-rock en sus conferencias, el número de asistentes aumentó rápidamente. Más adelante encon­tró que el porcentaje de ellos que habían completado el plan de seguimiento había caído de un original de 20% a menos del 1%.12

            Ex Músicos de rock que se han convertido al cristia­nismo señalan que no es posible tener ningún tipo de compromiso con esta música. La única solución es la de una abstinencia total. La naturaleza de esos "soni­dos" está tan asociada a "lo carnal" y es tan "parte del mundo" que debe ser eliminada totalmente de la vida. ¿Pueden los adventistas darse el gusto de defender lo que otros han encontrado como algo anti-espiritual?

            La inspiración es clara al decir que hay música aceptable y también inaceptable en la adoración. Cuando descendía del monte Sinaí, luego de recibir la ley de Dios, Moisés pensó que oía sonidos de guerra. Ese "sonido de guerra" resultó ser los sonidos de los cantos de adoración al becerro de oro, un servicio que había sido declarado día de fiesta al Señor. En los días de Daniel, la "orquesta de Babilonia" era importante al influenciar el estado de ánimo de los que participaban de la adoración de la imagen de Nabucodonosor. El profeta Amós describe el día cuando Dios le dirá a su pueblo: "Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos". (Amós 5:23)13

            Al entrar en este siglo, Elena de White describió y condenó cierto tipo de música de adoración en Indiana, y declaró que esto sería repetido justo antes del fin del tiempo de gracia. Lo que ella dice con relación a la interpretación musical revela:

            Es mejor no mezclar nunca el culto a Dios con músi­ca que utiliza instrumentos musicales para reali­zar la obra que en enero pasado se me mostró que tendría lugar en nues­tras reuniones de reavivamien­to. La verdad para este tiempo no necesita nada de eso para convertir a las almas.14

Finalmente, noten esta alarmante profecía.

            "Esas cosas que ha habido en el pasado, habrá en el futuro. Satanás hará de la música una trampa por la forma en que esta es conducida. 15

            Quizá en este punto del artículo, un breve repaso de los métodos satánicos nos podrá ser de ayuda: "Satanás obrará con su poder engañoso para influen­ciar el corazón y nublar el entendimiento, para hacer que lo malo parezca bueno, y lo bueno ma­lo".16

            En años recientes se han publicado muchos himnarios nuevos, y en muchos casos, los himnos de ellos representan un cambio en su énfasis. Parece que muchas denominaciones sienten que han perdido algo profundo, debido al uso limitado que se le ha dado a los grandes himnos de la Iglesia.17  En estos nuevos himnarios, vemos un retorno a esos grandes himnos de la Iglesia.

            Así como algunos adventistas buscan lo simple, coros informa­les y sonidos contemporáneos, otros cristianos que han experimen­tado eso, están aparentemente buscando algo más substancial.

            En un editorial reciente de la Revista Adventista (en In­glés), Eugene Durand señala que las iglesias de la Asamblea de Dios (Pentecostal) describen la música rock Cristiana como fuera de tono con el evangelio.

            La Iglesia de Jesucristo ha llegado a estar bajo un ataque especial de Satanás a través del entreteni­miento propuesto por los medios de comunicación, y ha sido provocada a imitar el mundo y sus formas artísticas de­gradantes... Poniendo el nombre de Jesús a la música rock, no significa que cambia la naturaleza esencial de ésta. Ellos toman algo que es básicamente inaceptable para los cristianos, le cambian la "etiqueta"  pero sigue siendo tan malo como lo fue antes.

            ¡Cuán extraño es que pentecostales clamen por pre­cau­ción en contra de la música rock cristiana, mien­tras tanto muchos, supuestamente de mente elevada y conservadores, Adventistas del Séptimo Día lo devo­ran! No estoy hablan­do solamente del rock duro, sino también del rock suave y música tipo Club nocturno, que es escuchada en las reuniones de los adventis­tas.18

 

Cómo la música es percibida por el cerebro humano

 

            Probablemente el desarrollo más importante en la investi­gación científica de la música fue el descubrimiento de que la música es percibida por una porción del cerebro que recibe el estímulo de las emociones, sensaciones y sentimientos sin estar sujeto primariamente a los centros cerebrales que inclu­yen la razón y la inteligencia. Schullian and Schoen explica este fenóme­no:

            La música que no afecta la parte central del cere­bro, puede, igualmente excitar al organismo a través del tála­mo, la estación de control de todas las emo­ciones, sen­saciones y sentimientos. Una vez que un           estímulo (real o irreal) ha sido capaz de alcanzar al tálamo, el cerebro es automática­mente invadido, y si el estímu­lo continúa por algún tiempo, se puede establecer un contacto muy cercano entre el cerebro y el mundo de lo real.19

            El tiempo y espacio no nos permiten un tratamiento más pro­fundo de la percepción musical. Es suficiente decir que estudios realizados durante los últimos 50 años han traído a la luz descu­brimientos preferentemente significantes que los podemos resumir en los siguientes:

 

1. La música es percibida y disfrutada sin ser necesariamen­te interpretada por los altos centros cerebrales que  incluyen la razón y el juicio.

2.  Es posible medir la respuesta a la música inclusive a pesar de que el oyente no esté presentando atención cons­ciente a ella.

3.  Hay evidencias de que la música puede alterar el estado de ánimo, cambiando y afectando la química corporal y el balance electrolítico.

4.  Bajando el nivel de percepción sensorial, la música eleva las respuestas al color, tacto y otras percepciones sen­soriales.

5.  Se ha demostrado que la música produce cambios en la energía muscular y promueve o inhibe el movimiento corpo­ral.

6.  La música que tiene un ritmo altamente repetitivo tiene un efecto hipnótico.

7.  El sentido del oído tiene un mayor efecto sobre el siste­ma nervioso autónomo que ninguno de los otros senti­dos.20

 

            Estos descubrimientos sugieren que Satanás tiene la posibili­dad, a través de la música, de montar un ataque tram­poso en todo el que esté dispuesto a ser indulgente con el tipo de músi­ca mala.

            Podemos concluir que la música en sí misma, no solamente el texto, es un punto de mucha importancia al estudiar la aceptabili­dad de la música en la adoración. Esta es la razón por la que es importante un llamado de atención a los grupos que quieren experi­mentar con música nueva para la iglesia y para los estilos de adoración. Incluso si utilizamos un texto bíblico sólido, cuando lo mezclamos con un vehículo musical inapropiado, llega a ser, teológicamente hablando, una "babilonia", una mezcla de lo bueno con lo malo, verdad con error. Al referirse a la caída del hombre, Elena de White dice:

            "Por la mezcla de lo malo y lo bueno, sus mentes han llegado a estar confusas, sus poderes mentales y espiri­tua­les nublados. No pueden apreciar lo bueno que Dios concedió gratuitamente.21 

            El profeta Ezequiel también llama la atención a los peligros de la mezcla entre lo sacro y lo profano:

            "Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre lo inmundo y lo lim­pio, y de mis días de reposo apartaron sus ojos y yo          he sido profanado en medio de ellos... diciendo:  Así ha dicho Jehová el Señor, y Jehová no había hablado. (Eze­quiel 22:26,28)

            Mezclar las verdades de Dios con lo que al mundo le parece bueno es un negocio de mucho riesgo.

 

Criterios y normas al juzgar la música.

 

            La música, hablando en términos simples, está compuesta de tres elementos: melodía, armonía y ritmo. Estos elementos corres­ponden en el mismo grado a: el espíritu del hombre, o su intelecto; sus emociones o sentimientos, y su cuerpo o necesi­ades físi­cas. Al elegir música para la adoración esta jerar­quía debe ser mantenida intacta: la melodía reina suprema. La armonía sos­tiene a la melodía, pero nunca la supersede. El ritmo sustenta a las dos, nunca las supersede.

            Dios se comunica con el hombre a través de su mente. Esta es la razón por la cual la melodía, que apela a la mente del hombre, debe tener supremacía. La melodía es el vehículo que lleva el texto de la canción. Al programar la adoración,  el texto debe ser lo más importante. ¿Hay algún lugar en los escritos sagrados que sugieran que Dios se comunica con el hombre primeramente a través de sus emociones o su naturaleza física? Por el contrario, Pablo aconseja:

            "Si no que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidum­bre. . . yo mismo vengo a ser eliminado". (1Corintios 9:27)

Las emociones e impulsos no deben ser separados de nuestra música, pero tienen que estar bajo control. Lo que apele a la mente debe reinar supremo.22

            Esa es la razón, precisamente, porque el uso de mucha de la música cristiana contemporánea, que tiene una estructura rítmica dominante, debe, por lo menos, recibir un cuidadoso estudio en relación con su lugar en la adoración cristiana. El hecho es que mucha de esta música posee una jerarquización invertida, con la melodía, la que lleva el texto, como la de menor importancia. ¿Podemos darnos el gusto de permitir que nuestros sentimientos y emociones o nuestro deseo de expresión física regulen nuestra mente? ¿Queremos una adoración que nos haga sentir "bien", o queremos una adoración que nos dirija a Dios, como el único medio de nuestra salvación?

            Lo clave aquí está mucho más lejos que los simples gustos personales y las preferencias. Nuestra música y estilo de adora­ción ilustra nuestras necesi­dades y quizá nuestro concep­to de Dios.

 


 

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