Teología de la Música

 

Por A. Aragón Glez


 

La controversia sobre el uso de música pop en los cultos religiosos es fundamentalmente teológica, debido a que la música es como un prisma de cristal  a través del cual brillan las verdades eternas de Dios. La música divide esta luz en un espectro de muchas verdades hermosas. Los himnos cantados y los instrumentos tocados en el templo expresan lo que la iglesia cree acerca de Dios, su naturaleza y revelación para nuestra vida presente y futura.


            La música define la naturaleza de la experiencia de la adoración al revelar la manera y el objeto de culto. Cuando la música está orientada hacia el gusto personal, entonces, la adoración refleja nuestra elevación natural de pueblo sobre Dios. La tendencia hedonista de nuestra idiosin-crasia se percibe en el incremento popular de diversas formas de música rock utilizadas en la iglesia, debido a que proveen una cómoda satisfacción personal.


            Muchos cristianos se quejan de que los himnos tradicionales de la iglesia están muertos, puesto que ya no les atraen. Por el contrario, la música religiosa contemporánea, como el rock, les brinda esa chispa; -una sensación placentera. Sin embargo, aquellos que suplican por música eclesiástica que ofrezca satisfacción personal, ignoran que ello implica buscar una estimulación física egocéntrica en vez de una celebración espiritual teocéntrica de las actividades creativas y redentivas de la divinidad.


            El creciente número de iglesias cristianas, en general, así como adventistas del séptimo día, en particular, que están adoptando nuevos estilos de adoración donde se incluyen diversos estilos de música rock, sufren de una condición que podría diagnosticarse como un empobrecimiento teológico;. La principal característica de dicha condición es la elección de música sobre la base del gusto personal y las tendencias culturales, en vez de cimentarse en claras convicciones teológicas.


            El énfasis en muchas canciones religiosas sobre el a mí, refleja la teología egocéntrica que prevalece en nuestro tiempo. Asimismo, se refleja en las letras que contienen  sólo vagas y oscuras referencias a los asuntos espirituales.


            La Iglesia Adventista del Séptimo Día toma su inspiración para elaborar su música de tres principales doctrinas: 1) el sábado; 2) el sacrificio expiatorio de Jesús y su ministerio en el Santuario celestial; y 3) la certeza e inminencia del retorno del Señor. Tales creencias nos ayudan a definir la naturaleza de la adoración y la música adventista.


            Desafortunadamente, el constante debate sobre el uso de la música pop en la adoración adventista ignora notablemente las presuposiciones teológicas que debieran prevalecer en la experiencia cúltica de los creyentes adventistas. Algunos líderes adventistas en  asuntos de adoración son presionados a adoptar música pop en los servicios de culto, estrictamente sobre la base del gusto personal y las consideraciones culturales. No obstante, el estilo de la música y la adoración de la Iglesia Adventista del Séptimo Día no se puede cimentar únicamente en gustos subjetivos ni tendencias populares. La misión profética y el mensaje de la iglesia debiera reflejarse en su estilo de música y adoración.


            El estilo de la música y adoración de la mayoría de las iglesias adventistas está basado en una aceptación acrítica de la forma de adorar de otras denominaciones cristianas. En su libro And worship him, Norval Peace, mi antiguo profesor de adoración en la Universidad Andrews, declaró:
Somos adventistas, y debemos acercarnos a la adoración como adventistas. Un servicio de culto que suple las necesidades de metodistas, episcopales o presbiterianos debiera ser insatisfactorio para nosotros.

            La respuesta a la renovación de la adoración adventista no se encuentra en la adopción de música rock religioso, sino en una reexaminación de la forma en la que nuestras creencias adventistas distintivas debieran impactar las diversas partes del servicio eclesiástico, incluyendo la música. Una empresa tan ambiciosa está más allá de los límites de este artículo, el cual se enfoca principalmente en los aspectos musicales del servicio de adoración.

 

El sábado ofrece razones para adorar

 

            De las tres principales doctrinas que identifican a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el sábado ocupa un sitio único, pues provee la base de la verdadera adoración a Dios. Dicha base se localiza en las tres verdades fundamentales que el sábado contiene y proclama, a saber, que el Señor nos ha creado perfectamente, que nos ha redimido completamente, y que nos restaurará al final del tiempo.


            Adorar significa reconocer y alabar la dignidad de Dios. ¿Sería el Señor digno de alabanza si no hubiera creado originalmente este mundo y sus criaturas de manera perfecta? El servicio de adoración sabático es una ocasión para celebrar y regocijarse en la magnitud de las acciones divinas: su maravillosa creación, su exitosa redención de la humanidad, sus multiformes manifestaciones de amor y protección. Estos son temas esenciales que debieran inspirar la composición y la entonación de himnos de alabanza al Señor.


            La celebración de la bondad y la misericordia divina constituye la base para toda música y culto ofrecido al Señor en cualquier día de la semana. Sin embargo, el sábado, la música y la vivencia de la adoración alcanzan la máxima expresión, ya que el día provee tanto el tiempo como las razones para celebrar con gratitud y alegría el amor creador y redentor de Dios.

 

Un antídoto para la adoración falsa

 

La misión de la iglesia en este tiempo, como aparece efectivamente en el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis, es promover la verdadera adoración del; que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas  (Apo. 14:7). El sábado es uno de los medios más eficaces para promover la restauración de la verdadera adoración, puesto que llama a la gente a adorar a Aquel que en seis días hizo el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que contienen. (Éx. 20:11)


            Como un santuario en el tiempo, el sábado desafía a los creyentes a respetar la diferencia entre lo sagrado  y lo secular, no únicamente en el tiempo, sino también en tales áreas como la música y la adoración. Después de todo, la música y la adoración constituyen un importante  aspecto de la observancia del sábado.


            La diferencia entre lo sagrado y lo secular, que está insertada en el cuarto mandamiento, es extraña para aquellos cristianos que consideran su día del Señor como un día festivo en vez de un día santo. La mezcla de actividades sagradas con seculares facilita la fusión de música sagrada con secular en el servicio de adoración. El factor que contribuye más  es la pérdida del sentido de lo sagrado -una pérdida que afecta muchos aspectos de la vida del cristiano contemporáneo.

            La adopción de versiones modificadas de música rock en la adoración es un síntoma de un problema mayor, a saber, la pérdida del sentido de lo sagrado en nuestra sociedad. El proceso de secularización, el cual ha alcanzado nuevas alturas en la actualidad, ha empañado gradualmente la diferencia entre lo sagrado y lo secular, lo recto y lo erróneo, lo bueno y lo malo.

            El sábado desafía a los creyentes a cerrar la puerta a la presión humanista del relativismo cultural, al recordarles que la diferencia entre lo sagrado y lo secular se extiende a todas las facetas de la vida cristiana, incluyendo la música y la adoración en la iglesia. Utilizar música secular para el servicio de la iglesia en sábado es tratar al día santo como un día secular, y a la iglesia como un lugar secular. Finalmente, no se ofrece una adoración verdadera  a Dios, puesto que un culto genuino implica reconocer los límites entre lo que es sagrado para el servicio del Señor y lo que es secular para el uso personal.


La música en el contexto del Santuario celestial

 

            Para muchas iglesias cristianas el culto se centra en lo que Jesús ya ha cumplido en el pasado a través de su vida perfecta, su muerte expiatoria y su gloriosa resurrección. En contraste, la adoración adventista del séptimo día se centra no solamente en estos acontecimientos redentivos pasados de nuestro Salvador, sino también en su ministerio presente en el Santuario celestial y en su futura venida para consumar su redención. Por lo tanto, estas tres dimensiones del ministerio de Jesucristo -pasado, presente y futuro- están implícitas en la adoración adventista.


            Es notorio que las tres doctrinas adventistas distintivas - el sábado, el Santuario y la segunda venida- comparten un común denominador, a saber, la reunión con el Señor. El sábado nos reunimos con el invisible Señor en tiempo. En el Santuario celestial nos encontramos por fe con el Salvador ministrando en lugar. Cuando Jesús venga nos reuniremos  con el Señor visible en espacio.


            Encontrarse con el Señor  en tiempo, en su día sábado, en lugar, en su Santuario santo, y en espacio, en su glorioso día, debieran constituir los puntos focales de la adoración adventista. Cuando los adventistas se reúnen para adorar, su deseo debiera ser encontrarse con el Señor. Por fe debieran anhelar estar delante de Dios, no solamente en la cruz del Calvario, donde él pagó la pena de sus pecados, sino también en el trono celestial, donde ministra en su favor.


            Asimismo, la música y la adoración en la iglesia debieran tomar su inspiración de aquella que se practica  en el Santuario celestial, debido a que ambos están unidos por el culto al mismo Creador y Redentor. ¡Qué desafío para la iglesia de los últimos días permitir que la gloria y la majestad de la adoración celestial resplandezcan a través de su música, sus oraciones y su predicación!


            Cuando los rayos de la majestad y la gloria del Salvador resucitado y Sumo Sacerdote celestial lleguen a través de la música y la adoración en la iglesia, entonces, no habrá necesidad de incursionar con rock o danza cristiana para reavivar el culto. La visión de la gloria y majestad de Dios provee todos los ingredientes dramáticos que los creyentes podrían desear de una experiencia emocionante de adoración.

            En el libro de Apocalipsis aparece una visión del Santuario celestial. Algunos eruditos han contado seis, siete o hasta once coros a lo largo de este libro profético. Sin embargo, el número exacto de himnos y coros en Apocalipsis no es tan relevante como su testimonio de la importancia de la música en la adoración escatológica al Señor en el Santuario celestial. Los tres principales coros que participan en la adoración celestial son: (1) los veinticuatro ancianos (Apo. 4:10-11; 5:8-9; 11:16-18; 19:4); (2) la incontable multitud de ángeles y redimidos (Apo. 5:11-12; 7:9-12; 14:2-3; 19:1-3, 6-8); y (3) la compañía que incluye a toda criatura en el cielo y la tierra (Apo. 5:13).

            Un estudio cuidadoso de varios himnos del Apocalipsis revela que a pesar de todas las referencias al sufrimiento del pueblo de Dios, el libro podría probar ser una de las composiciones más felices jamás escritas. La música victoriosa del Apocalipsis está inspirada, no por el golpeteo hipnótico de los instrumentos de percusión, sino por la maravillosa revelación de las acciones redentivas del Señor para con su pueblo. Mientras los adoradores en el Santuario celestial tienen el privilegio de contemplar la manera providencial en la que Jesús, el Cordero inmolado, ha rescatado a personas de diversas naciones, cantan con una gran emoción una doxología en alabanza a la divinidad.

            Los encargados de la adoración, que a veces están urgidos por introducir tambores, guitarras eléctricas y ritmos movidos para darle un matiz rockero a la música en la iglesia, deberían notar que tanto en el Templo de Jerusalén como en el Santuario celestial no se permitían instrumentos de percusión. El único instrumento usado por los coros celestiales es un conjunto de arpas (Apo. 5:8; 14:2). La razón, según la explica Thomas Seel, es que el timbre distintivo del arpa en la adoración se mezcla armoniosamente con las voces colectivas de los adoradores. Debiera notarse que el apoyo instrumental no suplanta la importancia de las palabras del texto ni contiene una mezcla de diferentes instrumentos. El conjunto de instrumentos contiene un tipo singular de instrumentos (el arpa) que armoniza con la voz.


            La diferencia entre música sagrada y secular que aparece en el Santuario celestial también era evidente en el Templo de Jerusalén. Sólo un grupo selecto de levitas conformaba el coro del Templo. Ellos tocaban sólo cuatro instrumentos en momentos específicos durante el servicio: trompetas, címbalos, liras y arpas (1 Cr. 15:16; 16:5-6). De los cuatro, sólo los últimos dos, la lira y las arpas (ambos instrumentos de cuerdas que armonizaban con las voces humanas), eran usados para acompañar los cantos.


            Las trompetas eran utilizadas sólo para dar algunas señales, como cuando la congregación se postraba o el coro cantaba durante la presentación de las ofrendas encendidas  (2 Cr. 29:27-29)  Los címbalos se usaban para anunciar el inicio de una canción o de una nueva estrofa. A diferencia de lo que a veces se cree, estos instrumentos no eran utilizados para conducir la música dándole ritmo a los himnos. La razón es que la música en el antiguo Israel, como ha mostrado Anthony Sendrey, carecía de  compás regular y estructura métrica.


            Quienes creen que la Biblia les brinda permiso para tocar cualquier instrumento y música en la iglesia, ignoran que la música en el Templo no se basaba en el gusto personal o las preferencias culturales. Esto es evidente debido a que otros instrumentos, como los tamborines, la flauta y el órgano (un tipo de flauta) no eran permitidos en el Templo, dada su asociación con el entretenimiento secular. No obstante, es importante mencionar que no hay nada moralmente malo con el uso de instrumentos como el tamborín o la flauta. La razón de que fueran excluidos de la orquesta del Templo era debido a que se usaban comúnmente para el entretenimiento. Dicha exclusión se extendía a la participación de las mujeres en el ministerio de la música del Santuario, puesto que su música consistía principalmente en danzas con tamborines -una música que no era apta para la adoración.

            La música era controlada rígidamente en la adoración del Templo para asegurar que estuviera en armonía con la santidad del lugar. Por lo tanto, es posible tomar cuatro lecciones en cuanto a la música sobre el modelo del Templo de Jerusalén  así como el Santuario celestial. Primero, la música en la iglesia debería respetar y reflejar la santidad del lugar de adoración. Esto significa que los instrumentos de percusión y la música de entretenimiento que estimula a la gente físicamente está fuera de lugar en la iglesia.


            Segundo, la música tanto de los Santuarios terrenal como  celestial nos enseña que los acompañamientos musicales deben usarse para ayudar a la respuesta vocal al Señor y no ahogar el canto. Esto significa que una música rítmica y ruidosa que enfatiza el sonido sobre la letra es inapropiada para adorar.


            Tercero, la música en la iglesia debiera expresar  el deleite y el gozo de estar en la presencia de Dios. Además, debiera existir un equilibrio entre la parte emocional e intelectual de la vida en la religión y la adoración. La expresión musical en la adoración debe tener un aspecto emocional e intelectual debido a que así es la naturaleza del hombre, la naturaleza de la música y la naturaleza de la religión. En su mejor momento, la música debiera demostrar su unidad entre vida-religión-música en la adoración  a través de un acercamiento a la composición bien proporcionado, razonado y sentimental.

            Cuarto, la música en la iglesia debería ser reverente, a tono con la naturaleza sagrada de la adoración.

 

La música y la segunda venida de Jesús


           La creencia en el inminente retorno de Cristo es la principal motivación de la adoración y el estilo de vida adventista. Ser un cristiano adventista significa, primero que todo, vivir con la mirada puesta en el glorioso día de la venida del Señor. Lo anterior significa observar nuestra vida presente como un peregrinaje hacia una tierra mejor.


            La expectación de la pronta venida de Jesús le brinda una especial textura a la música y la adoración adventista. A través del culto derribamos la barrera del tiempo y el espacio, de modo que experimentamos una probadita de las bendiciones de la futura adoración celestial que nos aguarda cuando Cristo venga.


            La adoración con los creyentes nos capacita para olvidar temporalmente las realidades desagradables de la vida presente, además, nos permite apropiarnos de las bendiciones del mundo venidero.

            La música en la iglesia juega un papel vital en el fortalecimiento y la nutrición de la esperanza en la venida de Jesús. A través de los cantos, los creyentes ensayan para el día en el que verán y hablarán con Cristo cara a cara. Por ello, la gloriosa visión del regreso del Señor ha inspirado  la composición de muchos himnos que han enriquecido el culto de los fieles a lo largo de los siglos. De modo que hoy, los adventistas necesitamos nuevos cantos que atraigan a las generaciones jóvenes, las cuales han sido cautivadas por los sonidos movidos, rítmicos, ruidosos y electrónicamente amplificados de la música rock.


            Actualmente, nuestro desafío es ayudar a una generación impregnada de rock a capturar la visión del glorioso día cuando puedan ser capaces de experimentar la emoción audiovisual más grande que se hayan imaginado -la aparición de la Roca de la eternidad. La banda de ángeles que lo  acompañará producirá tal estruendo que este planeta jamás ha escuchado. El esplendor de su presencia y las vibraciones de los sonidos de su voz serán tan poderosos que acabarán con los incrédulos y traerán una nueva vida a los creyentes.


            Un evento tan glorioso puede entusiasmar la imaginación de los músicos para componer nuevas alabanzas que atraigan a aquellos que buscan significado y esperanza en sus vidas.

Referencias
1)  Norval Peace.
And worship him. Nashville, TN. 1967. p. 8;

2)  Thomas Allen Seel. A theology of music for worship derived from the book of Revelation. Metuchen, N.J. 1995. p. 84; 

3) Calvin M. Johansson. Music and ministry: a biblical counterpoint. Peabody, MA. 1986. p. 67-68.

Pax Vobiscum
A. Aragón Glez.


 

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