Al maestro con cariño

Al maestro con cariño

Reinaldo Bolívar

 

¿Qué harán en estos días, sin su medio turno escolar, los niños de la escuela nacional del Furrial, en el Estado Monagas? ¿Qué estarán haciendo los preadolescentes de las escuelas públicas de Cabimas, en el Zulia? ¿Se habrán cansado de correr por las veredas y callejones los niños sin clases de los barrios de Caracas, de Valencia, de San Cristóbal?

Los tiempos han cambiado. Hoy un pequeño de 5 ó 6 años al pasar dos días sin clases, sabe que no es fin de semana. Que no es tiempo de vacaciones. Que algo está pasando. Que puede perder el año. En la televisión los entrevistan. Opinan. Piden clases. Los niños asumen su papel de sujetos activos de la sociedad.

En estos días de un nuevo paro de maestros, cabe también preguntarse que hacen los padres de familia —en especial las madres— que tienen sus hijos en las escuelas públicas. Son madres que en su gran mayoría trabajan en la calle. La escuela, además de colaborar con la educación de los hijos, se ha convertido en el medio ideal para canalizar hacia los sectores populares los programas sociales del Estado: vacunación, becas, comedor, útiles escolares, transporte. Es el principal medio de integración paulatina a la sociedad civil. A través de ella se accedes a una amplia gama de actividades, cuyo costo sería difícil de cubrir por una familia humilde, como paseos, visitas de interés, informática, cultura y deportes. La escuela es la gran aliada de las familias trabajadoras en la formación y el cuidado de los más pequeños.

Qué gran compromiso el de los docente. Qué gran responsabilidad la del magisterio con la sociedad venezolana. Qué deber tan sagrado el del Estado. Cuánta esperanza tiene el pueblo depositada en ellos.

Es necesario que el sueldo real de los educadores les asegure una vida digna acorde con su elevada misión; que se consoliden los aspectos de seguridad social, que se garantice y exija a los docentes el acceso a planes de actualización. Esto parece comprenderlo el gobierno, de acuerdo a la lectura que hacemos del discurso oficial y al aumento preferencial otorgados a los maestros por sobre otros empleados públicos. Urgente es también la dotación de los colegios de condiciones óptimas para el desarrollo de los programas educativos. Los estudiantes necesitan buenas instalaciones y excelentes educadores, con vocación de servicio, bien preparados y con una sensibilidad social acorde con el tamaño de los niños: INMENSA.

La huelga en este sector no puede seguir siendo el instrumento de reivindicación. Son muchos los inocentes afectados en su derecho a estudiar. Dejar sin actividades escolares a miles de menores, provocando la angustia de padres y representantes, por muy justa que sean las exigencias saláriales, nos parece que es usar como instrumento a los más pequeños —precisamente a aquellos que día a día depositan su confianza y futuro en sus educadores—. Debe haber otra manera menos radical y humana de negociar, más aún cuando los actores son profesionales de la enseñanza.

Los venezolanos queremos, sin la amenaza de los paros, ver a los niños jugar en los patios de la escuela, guiados por la mano amiga y sabia de su maestra o de su maestro.

 

Reinaldo Bolívar

Profesor Universitario

reibol@cantv.net