JJ Caldera no parece hijo de gato

Reinaldo Bolívar

Honestamente, jamás creí que alguien me moviera a sentir tanta pena ajena como el diputado Juan José Caldera. Pena porque, honestamente también, ante su padre Rafael Caldera hay que quitarse el sombrero por el sentido de la oportunidad y el poder de su oratoria.

Cuando la oposición de la AN acordó que no iría a Miraflores a la reunión de trabajo con el Presidente, el señor Juan Caldera (ahora no me atrevo a llamarlo doctor “no se lo merece”) alzó su voz disidente y dijo “Yo si voy, no se puede desperdiciar esta oportunidad”.

Caramba -pensé- Juan Caldera como que viene por la goma. Y vino a mi mente las palabras de su padre el 4 de febrero de 1992. Me imaginaba que Juan Caldera daría una gran sorpresa en Miraflores, en el propio patio del Presidente más popular de la historia democrática del país y en cadena nacional voluntaria. Ese no pelaba ese boche.

Llega el día de la reunión. Ante la falta de los diputados opositores, los oficialistas optaron por hacer las preguntas que repetitivamente hacía la oposición en la AN. Juan Caldera observaba, las cámaras lo enfocaban una y otra vez, era el único en el bando oficialista, su mano en el mentón lo hacían lucir sabio y estadista. Luego de 4 horas, Juan Caldera pide la palabra. El silencio absoluto de los parlamentarios rememoró completo el discurso de su anciano padre. Entonces —me imaginé— este hombre se va a lucir. Este señor se va a catapultar como líder absoluto de la oposición y de seguro tendremos en 4 años un tercer período calderista en el país. ¡Qué terrible!

Pero no fue así. J Caldera se dedicó a repetir cual lorito que en Llaguno hubo una masacre y que Chávez era culpable porque le pidió perdón al pueblo por PDVSA y ordenó dispararle a una marcha desde el puente. Es decir, es un pecado pedir perdón. Debe ser por eso que los gobernantes que hundieron al país durante 40 años ni siquiera le dan una excusa al pueblo. Ese día el Presidente Chávez mostró unos videos en los cuales hasta un enfermo mental (con el mayor respeto para estos hermanos) podía darse cuenta que la marcha nunca pasó por la Baralt y que los canales manipularon un video para venderlo al mundo y provocar un golpe de estado. El Presidente Chávez hasta mando saludos al viejo ex presidente Caldera.

J Caldera, luego de dos horas más volvió a intervenir. Era su segunda oportunidad de oro. De seguro, haría el discurso de la reconciliación, el llamado a la unidad, a trabajar todos, simpatizantes de Chávez o no, por el país. Y era fácil hacerlo, solo tenía que seguir el guión de su padre, cambiando una que otra palabrita y hubiese alcanzado la gloria. Pero Calderita repitió. ¡Si repitió! Lo hizo entre dientes, casi gruñendo “Hubmmm ua masacre, Chávmmm es culpable, pidimm perdmmm. Qué renumm, es torpmm, nadie lo quiere”. Hugo Chávez le respondió con elegancia, lo invitó a reflexionar, le regaló copia de los videos para que los viera con calma. Tal vez ahora si vendría la pieza magistral de oratoria. Pero…

Las cámaras lo enfocaron ya si la mano en el mentón. Ahora huraño, amargado. Se parecía más a Carlos Ortega que a su papá. Al rato se fue casi corriendo. Dos horas más tarde estaría en un programa de TV repitiendo su soso monologo entre dientes: “Hubmmm ua masacre…Pidió perdmm. Es Tormm”. Y a partir de allí, Juan José Caldera se convirtió en el Juan Peña II, el del Diente Roto de Pedro Emilio Coll. En lo adelante iría por todas partes, de programa en programa, en radio y TV, en marcha y conferencia, en la Asamblea Nacional, por los rincones de su casa recitando entre dientes el cuento de la masacre de Chávez.

Cuando vino Carter, le preguntaron porque no fue a la reunión con el Presidente y Carter. Dijo que él le dijo a la oposición que esa era la oportunidad de pedirle la renuncia a Chávez porque “Hubmmm ua masacre. Pidimm perdmm, es torpmmm”.

Total, que con Juan José Caldera se cayó el viejo refrán de “hijo de gato caza ratón”. A menos que éste se un minino. “Hay Juan José me da pena verte…”