Las bicicletas son para el verano

Reinaldo Bolívar

 

Como apacibles gaviotas que anuncian al marinero que tierra firme o una isla está muy cerca, aparecen, cuando el automóvil o el bus se acerca a una población de Venezuela, las bicicletas. Algunos mayores van de un pueblo o de un caserío al siguiente. Otros, jóvenes y adolescentes, pasean sus alegrías por las afueras del terruño.

Ya en el poblado se observa a la gente desplazándose en tan saludable vehículo. Trabajando: el repartidor con una bici de inmensa cesta de aluminio delante del manubrio; el heladero que peladea en su tricicarrito musical, el amolador, cuya rueda maravillosa que le da de vivir (como lo poetizó Aquiles Nazoa en su Credo), es parte de su velocípedo. Es usada cual caballo para arrastrar carretas muy originales, como esas que cargan las lavadoras de alquiler en Yaritagua.

 Antes que en las grandes ciudades como Caracas o en la serie Pacif Blue ya en los pueblitos era la patrulla del amigable policía. De un lado a otro, para ir a la bodega, a casa del amigo, la tía, la madrina, la novia, al campo, solo o con acompañante en la parrilla, la bicicleta es parte del día a día de muchas lugares de la provincia. Como lo fue antes el caballo. Particularmente cuando voy a San José de Tiznados y a Ortiz, me luce familiar ver a mis amigos, y parientes en sus ciclas. Así es en Oriente y Occidente y hasta en los empinados Andes. En grandes clubes de playa tienen sus aparcaderos. En tiempo de la Alcaldesa Irene Sáez, pintaron una raya azul en las avenidas para su paso, y en la Plaza Altamira había sitios para estacionar.

Más allá de nuestras fronteras también destaca. En ciudades de Perú las acondicionan para servir de transporte público. Que decir de China en cuyas calles hay reglas para facilitar su popular uso.

Va unida también al crecimiento psicomotor de las personas. Es infaltable el triciclo de plástico que trae el Niño Jesús, que luego es reemplazado por la pequeña bicicleta con rueditas traseras. Que alegría cuando el niño o la niña anuncian alegre el “ya manejo sin las rueditas”. Después la de paseo,  la montañera, la de velocidades que inundan la cotamil y Los Próceres. En Colombia cierran largas avenidas para que los ciclistas las disfruten a su antojo. Toda una fiesta. Como la que producen las grandes competencias ciclísticas: La Vuelta al Táchira, a Venezuela, el popular Tour de Francia.

El cine idealizó este medio de transporte, trabajo y entretenimiento. ¿Recuerdan la caricatura de los tres policías (“que dice Harry, que dice”) y su bicicleta de tres asientos? Champlin y sus zigzags; El Postino, y tantas escenas románticas que adornan la filmografía mundial.

Este modesto vehículo ocupa gran parte de la vida de la humanidad. Es un inventó (Francia 1855, perfeccionado por Inglaterra en 1869) tan generoso   que garantiza buen estado físico, no contamina y ahorra combustible. En los años 60, 70 y 80 fue una alternativa a la crisis energética y parte de la solución a la contaminación atmosférica. Nunca estará de más su buen uso, cualquiera que sea.

 

Reinaldo Bolívar

Profesor Universitario

reibol@cantv.net

El Universal 26-04-01