1 La catequesis ha sido siempre considerada por la
Iglesia como una de sus tareas primordiales, ya que Cristo resucitado, antes de
volver al Padres, dio a los Apóstoles esta última consigna: hacer discípulos a
todas las gentes enseñándoles a observar todo lo que El había mandado. El les
confiaba de este modo la misión y el poder de anunciar a os hombres lo que ellos
mismos habían oído, visto con sus ojos, contemplado y palpado con sus manos,
acerca del Verbo de vida. Al mismo tiempo les confiaba la misión y el poder de
explicar con autoridad lo que El les había enseñado, sus palabras y sus actos,
sus signos y sus mandamientos. Y les daba el Espíritu para cumplir esta misión.
Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de
esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los
hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe,
ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta vid ay
construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar sus
energías a esa tarea.
Solicitud del Papa Pablo VI
2 Los últimos Papas le han reservado un puesto de
relieve en su solicitud pastoral. Mi venerado predecesor Pablo VI sirvió a la
catequesis de la Iglesia de manera especialmente ejemplar con sus gestos, su
predicación, su interpretación autorizada del Concilio Vaticano II -que él
consideraba como la gran catequesis de los tiempos modernos- con su vida entera.
El aprobó, el 18 de marzo de 1971, el "Directorio general de la catequesis",
preparado por la S. Congregación para el Clero, un Directorio que queda como un
documento básico para orientar y estimular la renovación catequética en toda la
Iglesia.
El instituyó la Comisión internacional de Catequesis,
en el año 1975. El definió magistralmente el papel y el significado dela
catequesis en la vida y en la misión de la Iglesia, cuando se dirigió a los
participantes en el Primer Congreso Internacional de Catequesis, el 25 de
septiembre de 1971, y se detuvo explícitamente sobre este tema en la Exhortación
Apostólica Evangelii nuntiandi. El quiso que la catequesis, especialmente
la que se dirige a los niños y a los jóvenes, fuese el tema de la IV Asamblea
general del Sínodo de los Obispos, celebrada durante el mes de octubre de 1977,
en la que yo mismo tuve el gozo de participar.
Un Sínodo fructuoso
3 Al concluir el Sínodo, los Padres entregaron al Papa
una documentación muy rica, que comprendía las diversas intervenciones tenidas
durante la Asamblea, las conclusiones de los grupos de trabajo, el Mensaje que
con su consentimiento habían dirigido al Pueblo de Dios, y sobre todo la serie
imponente de"" en las que ellos expresaban su parecer acerca de muchos aspectos
de la catequesis en el momento actual.
Este Sínodo ha trabajado en una atmósfera excepcional
de acción de gracias y de esperanza. Ha visto en la renovación catequética un
don precioso del Espíritu Santo a la Iglesia de hoy, un don al que por doquier
las comunidades cristianas, a todas los niveles, responden con una generosidad y
entrega creadora que suscitan admiración. El necesario discernimiento podía así
realizarse partiendo de una base viva y podía contar en el Pueblo de Dios con
una disponibilidad a la gracia del Señor y a las directrices del Magisterio.
Sentido de esta Exhortación
4 En este mismo clima de fe y esperanza os dirijo hoy,
venerables hermanos, amados hijos e hijas, esta Exhortación Apostólica. En un
tema tan amplio, ella no tratará sino de algunos aspectos más actuales y
decisivos, para corroborar los frutos del Sínodo. Ella vuelve a tomas en
consideración, sustancialmente, las reflexiones que el Papa Pablo VI había
preparado, utilizando ampliamente los documentos dejados por el Sínodo. El Papa
Juan Pablo I -cuyo celo y cualidades de catequista tanto asombro nos han
causado- las había recogido y se disponía a publicarlas en el momento en que
inesperadamente fue llamado por Dios.
A todos nosotros él nos ha dado el ejemplo de una
catequesis fundada en lo esencial y a la vez popular, hecha de gestos y palabras
sencillas, capaces de llegar a los corazones. Yo asumo, pues la herencia de
estos dos Pontífices, para responder a la petición de los Obispos, formulada
expresamente al final de la IV Asamblea general del Sínodo y acogida por el Papa
Pablo Vi en su discurso de clausura. Lo hago también para cumplir uno de los
deberes principales de mi oficio apostólico. La catequesis ha sido siempre una
preocupación central en mi ministerio de sacerdote y de Obispo.
Deseo ardientemente que esta Exhortación Apostólica,
dirigida a toda la Iglesia, refuerce la solidez de la fe y de la vida cristiana,
dé un nuevo vigor a las iniciativas emprendidas, estimule la creatividad -con la
vigilancia debida- y contribuya a difundir en la comunidad cristiana la alegría
de llevar al mundo el misterio de Cristo.
I TENEMOS UN SOLO MAESTRO: JESUCRISTO
En comunión con la persona de Cristo
5 La IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos ha
insistido mucho en el cristocentrismo de toda catequesis auténtica. Podemos
señalar aquí los dos significados de la palabra que ni se oponen ni se excluyen,
sino que más bien se relacionan y se complementan.
Hay que subrayar, en primer lugar, que en el centro
de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret,
"Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad", que ha sufrido y ha muerto
por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros. Jesús es
"el Camino, la Verdad y la Vida", y la vida cristiana consiste en seguir a
Cristo, en la "sequela Christi".
El objeto esencial y primordial de la catequesis es,
empleando una expresión muy familiar a San Pablo y a la teología contemporánea,
"el Misterio de Cristo". Catequizar, es, en cierto modo, llevar a uno a escrutar
ese Misterio en toda su dimensión: "Iluminar a todos acerca de la dispensación
del misterio ..., comprender, en unión con todos los santos, cuál es la anchura,
la largura, la altura y la profundidad y conocer la caridad de Cristo, que
supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios".
Se trata, por tanto, de descubrir en la Persona de
Cristo el designio eterno de Dios que se realiza en El. Se trata de procurar
comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos
realizados por El mismo, pues ellos encierran y manifiestan a la vez su
Misterio. En este sentido, el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no
sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo El puede
conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de
la Santísima Trinidad.
Transmitir la doctrina de Cristo
6 En la catequesis, el cristocentrismo significa
también que, a través de ella, se transmite no la propia doctrina o la de otra
maestro, sino la enseñanza de Jesucristo, la Verdad que El comunica o, más
exactamente, la Verdad que El es. Así, pues, hay que decir que en la catequesis
lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás
en referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en
la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca. La
constante preocupación de todo catequista, cualquiera que sea su responsabilidad
en la Iglesia, debe ser la de comunicar, a través de su enseñanza y su
comportamiento, la doctrina y la vida de Jesús.
No tratará de fijar en sí mismo, en sus opiniones y
actitudes personales, la atención y la adhesión de aquel a quien catequiza; no
tratará de inculcar sus opiniones y opciones personales como si éstas expresaran
la doctrina y las lecciones de vida de Cristo. Todo catequista debería poder
aplicarse a sí mismo la misteriosa frase de Jesús: "Mi doctrina no es mía, sino
del que me ha enviado". Es lo que hace San Pablo al tratar una cuestión de
primordial importancia: "Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido".
¡Qué contacto asiduo con la Palabra de Dios transmitida por el Magisterio de la
Iglesia, qué familiaridad profunda con Cristo y con el Padres, qué espíritu de
oración, qué despego de sí mismo ha de tener el catequista para poder decir: "Mi
doctrina no es mía"!
Cristo que enseña
7 Esta doctrina no es un cúmulo de verdades
abstractas, es la comunicación del Misterio vivo de Dios. La calidad de Aquel
que enseña en el Evangelio y la naturaleza de la enseñanza superan en todo a las
de los "maestros" en Israel, merced a la unión única existente entre lo que El
dice, hace y lo que es. Es evidente que los Evangelios indican claramente los
momentos en que Jesús enseña, "Jesús hizo y enseñó": en estos dos verbos que
introducen al libro de los Hechos, San Lucas une y distingue a la vez dos
dimensiones en la misión de Cristo.
Jesús enseñó. Este es el testimonio que El da de sí
mismo. "Todos los días me sentaba en el Templo a enseñar". Esta es la
observación llena de admiración que hacen los evangelistas, maravillados de
verlo enseñando en todo tiempo y lugar, y de una forma y con una autoridad
desconocidas entonces: "De nuevo se fueron reuniendo junto a El las multitudes y
de nuevo, según su costumbre, les enseñaba"; "y se asombraban de su enseñanza,
pues enseñaba como quien tiene autoridad". Eso mismo hacen notar sus enemigos,
aunque sólo sea para acusarlo y buscar un pretexto para condenarlo. "Subleva al
pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí".
El único Maestro
8 El que enseña así merece a título único el nombre de
Maestro. ¡Cuántas veces se le da este título de maestro a lo largo de todo el
Nuevo Testamento, y especialmente en los Evangelios!. Son evidentemente los
Doce, los otros discípulos y las muchedumbres que lo escuchan quienes le llaman
"Maestro" con acento a la vez de admiración, de confianza y de ternura. Incluso
los Fariseos y los Saduceos, los Doctores de la Ley y los Judíos en general no
le rehúsan esta denominación: "Maestro, quisiéramos ver una señal tuya";
"Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?".
Pero sobre todo Jesús mismo se llama Maestro en
ocasiones particularmente solemnes y muy significativas: "Vosotros me llamáis
Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy"; y proclama la
singularidad, el carácter único de su condición de Maestro: "Uno solo es vuestro
Maestro": Cristo. Se comprende que, a lo largo de dos mil años, en todas las
lenguas de la tierra, hombres de toda condición, raza y nación, le hayan dado
con veneración este título repitiendo a su manera la exclamación de Nicodemo:
"has venido como Maestro de parte de Dios".
Esta imagen de Cristo que enseña, a la vez majestuosa
y familiar, impresionante y tranquilizadora, imagen trazada por la pluma de los
evangelistas y evocada después, con frecuencia, por la iconografía desde la
época paleocristiana -¡tan atractiva es!-, deseo ahora evocarla en el umbral de
estas reflexiones sobre la catequesis en el mundo actual.
Enseñando con toda su vida
9 No olvido, haciendo esto, que la majestad de Cristo
que enseña, la coherencia y la fuerza persuasiva únicas de su enseñanza, no se
explican sino porque sus palabras, sus parábolas y razonamientos no pueden
separarse nunca de su vida y de su mismo ser.
En este sentido, la vida entera de Cristo fue una
continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor
al hombre, su predilección por os pequeños y los pobres, la aceptación del
sacrificio total en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la
actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación. De suerte que para
los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de
Jesús que enseña.
Estas consideraciones, que están en línea con las
grandes tradiciones de la Iglesia, reafirman en nosotros el fervor hacia Cristo,
el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro
que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que
endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el
Maestro que viene y que vendrá en la gloria.
Solamente en íntima comunión con El, los catequistas
encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la
catequesis.
II UNA EXPERIENCIA TAN ANTIGUA COMO LA IGLESIA
La misión de los Apóstoles
10 La imagen de Cristo que enseña se había impreso en
la mente de los Doce y de os primeros discípulos, y la consigna "Id y haced
discípulos a todas las gentes" orientó toda su vida. San Juan da testimonio de
ello en su Evangelio, cuando refiere las palabras de Jesús: "Yo no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos,
porque todo lo que oí de mi Padres os lo he dada a conocer".
No son ellos los que han escogido seguir a Jesús,
sino que es Jesús quien los ha elegido, quien los ha guardado y establecido, ya
antes de su Pascua, para que ellos vayan y den fruto, y para que su fruto
permanezca. Por ello después de la resurrección, les confió formalmente la
misión de hacer discípulos a todas las gentes.
El libro entero de los Hechos de los Apóstoles
atestigua que fueron fieles a su vocación y a la misión recibida. Los miembros
de la primitiva comunidad cristiana aparece en él "perseverantes en oír la
enseñanza de los apóstoles y en la fracción del pan y en la oración". Se
encuentra allí, sin duda alguna, la imagen permanente de una Iglesia que,
gracias a la enseñanza de los Apóstoles, nace y se nutre continuamente de la
Palabra del señor, la celebra en el sacrificio eucarístico y da testimonio al
mundo con el signo de la caridad.
Cuando los adversarios se sienten celosos de la
actividad de los Apóstoles, se debe a que están "molestos porque enseñan al
pueblo" y les prohíben enseñar en el nombre de Jesús. pero nosotros sabemos que,
precisamente en ese punto, los Apóstoles juzgaron más razonable obedecer a Dios
que a los hombres.
La catequesis en la época apostólica
11 Los Apóstoles no tardan en compartir con los demás
el ministerio apostólico. Transmiten a sus sucesores la misión de enseñar. Ellos
la confían también a los diáconos desde su institución: Esteban, "lleno de
gracia y de poder", no cesa de enseñar, movido por la sabiduría del Espíritu.
Los Apóstoles asocian en su tarea de enseñar a "otros" discípulos; e incluso
simples cristianos dispersados por la persecución, iban por todas partes
predicando la palabra.
San Pablo es el heraldo por antonomasia de este
anuncio, desde Antioquía hasta Roma, donde la última imagen que tenemos de él
según el libro de los Hechos, es la de un hombre "que enseña con toda libertad
lo tocante al Señor Jesucristo". Sus numerosas cartas amplían y profundizan su
enseñanza. Asimismo las cartas de Pedro, de Juan, de Santiago y de Judas son
otros tantos testimonios de la catequesis de la era apostólica.
Los Evangelios que, antes de ser escritos, fueron la
expresión de una enseñanza oral transmitida a las comunidades cristianas, tienen
más o menos una estructura catequética. ¿No ha sido llamado el relato de San
Mateo evangelio del catequista, y el de San Marcos, evangelio del catecúmeno?
En los Padres de la Iglesia
12 La Iglesia continúa esta misión de enseñar de los
Apóstoles y de sus primeros colaboradores. Haciéndose día a día discípula del
Señor, con razón se la ha llamado "Madre y Maestra". Desde Clemente Romano hasta
Orígenes, en la edad postapostólica ven la luz obras notables. Más tarde se
registra un hecho impresionante: Obispos y Pastores, los de mayor prestigio,
sobre todo en los siglos tercero y cuarto, consideran como una parte importante
de su ministerio episcopal enseñar de palabra o escribir tratados catequéticos.
Es la época de Cirilo de Jerusalén y de Juan
Crisóstomo, de Ambrosio y de Agustín, en la que brotan de la pluma de tantos
Padres de la Iglesia obras que siguen siendo modelos para nosotros.
No es posible evocar aquí, ni siquiera brevemente, la
catequesis que ha mantenido la difusión y el camino de la Iglesia en los
diversos períodos de la historia, en todos los continentes y en los contextos
sociales y culturales más diversos. Ciertamente las dificultades no han faltado
nunca. Mas la Palabra del señor ha realizado su misión a través de los siglos,
se ha difundido y ha sido glorificada, como indica el Apóstol Pablo.
-
- En los Concilios y en la actividad misionera
-
- 13 El ministerio de la catequesis saca siempre nuevas
energías de los Concilios. A este respecto el Concilio de Trento constituye un
ejemplo que se ha de subrayar: en sus constituciones y decretos dio prioridad a
la catequesis; dio lugar al "catecismo romano" que lleva además su nombre y
constituye una obra de primer orden, resumen de la doctrina cristiana y de la
teología tradicional para uso de los sacerdotes; promovió en la Iglesia una
organización notable de la catequesis; despertó en los clérigos la conciencia de
sus deberes con relación a la enseñanza catequética; y, merced al trabajo de
santos teólogos como San Carlos Borromeo, San Roberto Belarmino o San Pedro
Canisio, dio origen a catecismos, verdaderos modelos para aquel tiempo. ¡Ojalá
suscite el Concilio Vaticano II un impulso y una obra semejante en nuestros
días!
-
- Las misiones constituyen también un terreno
privilegiado para la práctica de la catequesis. Así, desde hace casi dos mil
años, el Pueblo de Dios no ha cesado de educarse en la fe, según formas
adaptadas a las distintas situaciones de los creyentes y a las múltiples
coyunturas eclesiales.
-
- La catequesis está íntimamente unida a toda la vida
de la Iglesia. No sólo la extensión geográfica y el incremento numérico sino
también, y más todavía, el crecimiento interior de la Iglesia, su
correspondencia, con el designio de Dios, dependen esencialmente de ella. De
entre las experiencias de la historia de la Iglesia que acabamos de recordar,
muchas lecciones -entre tantas otras- merecen ser puestas de relieve.
-
-
-
- La catequesis: derecho y deber de la Iglesia
-
- 14 Es evidente, ante todo, que la catequesis ha sido
siempre para la Iglesia un deber sagrado y un derecho imprescriptible. Por una
parte, es sin duda un deber que tiene su origen en un mandato del Señor e
incumbe sobre todo a los que en la nueva Alianza reciben la llamada al
ministerio de Pastores.
-
- Por otra parte, puede hablarse igualmente de derecho;
desde el punto de vista teológico, todo bautizado por el hecho mismo de su
bautismo, tiene el derecho de recibir de la Iglesia una enseñanza y una
formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente cristiana; en la
perspectiva de los derechos del hombre, toda persona humana tiene derecho a
buscar la verdad religiosa y de adherirse plenamente a ella, libre de "toda
coacción por parte tanto de los individuos como de los grupos sociales y de
cualquier poder humano que sea, de suerte que, en esta materia, a nadie se
fuerce a actuar contra su conciencia o se le impida actuar... de acuerdo con
ella".
-
- Por ello la actividad catequética debe poder
ejercerse en circunstancias favorables de tiempo y lugar, debe tener acceso a
los medios de comunicación social, a adecuados instrumentos de trabajo, sin
discriminación para con los padres, los catequizados o los catequistas.
Actualmente es cierto que ese derecho es reconocido cada vez más, al menos a
nivel de grandes principios, como testimonian declaraciones o convenios
internacionales, en los que -cualesquiera que sean sus límites- se puede
reconocer la voz de la conciencia de gran parte de los hombres de hoy.
-
- Pero numerosos Estados violan este derecho, hasta tal
punto que dar, hacer dar la catequesis o recibirla, llega a sr un delito
susceptible de sanción. En unión con los Padres del Sínodo elevo enérgicamente
la voz contra toda discriminación en el ámbito de la catequesis, a la vez que
dirijo una apremiante llamada a los responsables para que acaben del todo esas
constricciones que gravan sobre la libertad humana en general y sobre la
libertad religiosa en particular.
-
-
-
- Tarea prioritaria
-
- 15 La segunda lección se refiere al lugar mismo de la
catequesis en los proyectos pastorales de la Iglesia. Cuanto más capaz sea, a
escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis -por encima de
otras obras e iniciativas cuyos resultados podrían ser más espectaculares-,
tanto más la Iglesia encontrará en la catequesis una consolidación de su vida
interna como comunidad de creyentes y de su actividad externa como misionera.
-
- En este final del siglo XX, Dios y los
acontecimientos, que son otras tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia
a renovar su confianza en la acción catequética, como en una tarea absolutamente
primordial de su misión. Es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores
recursos en hombres y energías, sin horrar esfuerzos, fatigas y medios
materiales, para organizarla mejor y formar personal capacitado. En ello no hay
un mero cálculo humano, sino una actitud de fe. Y una actitud de fe se dirige
siempre a la fidelidad a Dios, que nunca deja de responder.
-
-
- Responsabilidad común y diferenciada
-
- 16 Tercera lección: la catequesis ha sido siempre, y
seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser
responsable. Pero sus miembros tienen responsabilidad diferentes, derivadas de
la misión de cada uno. Los Pastores, precisamente en virtud de su oficio,
tienen, a distintos niveles, la más alta responsabilidad en la promoción,
orientación y coordinación de la catequesis.
-
- El Papa por su parte, tiene una profunda conciencia
de la responsabilidad primaria que le compete en este campo: encuentra en él
motivos de preocupación pastoral, pero sobre todo de alegría y de esperanza. Los
sacerdotes, religiosos y religiosas tienen ahí un campo privilegiado para su
apostolado. A otro nivel, los padres de familia tienen una responsabilidad
singular.
-
- Los maestros, los diversos ministros de la Iglesia,
los catequistas y, por otra parte, los responsables de los medios de
comunicación social, todos ellos tienen, en grado diverso, responsabilidades muy
precisas en esta formación de la conciencia del creyente, formación importante
para la vida de la Iglesia, y que repercute en la vida de la sociedad misma. Uno
de los mejores frutos de la Asamblea general del Sínodo dedicado por enero a la
catequesis sería despertar, en toda la Iglesia y en cada uno de sus sectores,
una conciencia viva y operante de esta responsabilidad diferenciada pero común.
-
-
- Renovación continua y equilibrada
-
- 17 Finalmente, la catequesis tienen necesidad de
renovarse continuamente en un cierto alargamiento de su concepto mismo, en sus
métodos, en la búsqueda de un lenguaje adaptado, en el empleo de nuevos medios
de transmisión del mensaje. Esta renovación no siempre tiene igual valor, y los
Padres del Sínodo han reconocido con realismo, junto a un progreso innegable en
la vitalidad de la actividad catequética y a iniciativas prometedoras, las
limitaciones o incluso las "deficiencias" de lo que se ha realizado hasta el
presente.
-
- Estos límites son particularmente graves cuando ponen
en peligro la integridad del contenido. El "Mensaje al pueblo de Dios" subrayó
justamente que, para la catequesis, "la repetición rutinaria, que se opone a
todo cambio, por una parte, y la improvisación irreflexiva que afronta con
ligereza los problemas, por la otra, son igualmente peligrosas". La repetición
rutinaria lleva al estancamiento, al letargo y, en definitiva, a la parálisis.
-
- La improvisación irreflexiva engendra desconcierto en
los catequizados y en sus padres, cuando se trata de los niños, causa
desviaciones de todo tipo, rupturas y finalmente la ruina total de la unidad. Es
necesario que la Iglesia dé pruebas hoy -como supo hacerlo en otras épocas de la
historia- de sabiduría, de valentía y de fidelidad evangélicas, buscando y
abriendo camino y perspectivas nuevas para la enseñanza catequética.
-
-
-
-
- III LA CATEQUESIS EN LA ACTIVIDAD PASTORAL Y MISIONERA DE LA IGLESIA
-
-
-
- La catequesis: una etapa de la evangelización
-
- 18 La catequesis no puede disociarse del conjunto de
actividades pastorales y misionales de la Iglesia. Ella tiene, sin embargo, algo
específico propio sobre lo que la IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos,
en sus trabajos preparatorios y a lo largo de su celebración, se ha interrogado
a menudo. La cuestión interesa también a la opinión pública, dentro y fuera de
la Iglesia.
-
- No es éste el lugar adecuado para dar una definición
rigurosa y formal de la catequesis, suficientemente ilustrada en el "Directorio
General de la Catequesis". Compete a los especialistas enriquecer cada vez más
su concepto y su articulación.
-
- Frente a la incertidumbre de la práctica, recordemos
simplemente algunos puntos esenciales, por lo demás ya consolidados en los
documentos de la Iglesia, para una comprensión exacta de la catequesis, y sin
los cuales se correría el riesgo de no llegar a comprender todo su significado y
su alcance.
-
- Globalmente, se puede considerar aquí la catequesis
en cuanto educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que
comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada
generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la
plenitud de la vida cristiana.
-
- En este sentido, la catequesis se articula en cierto
número de elementos de la misión pastoral de la Iglesia, sin confundirse con
ellos, que tienen una aspecto catequético, preparan a la catequesis o emanen de
ella: primer anuncio del evangelio o predicación misional por medio del
kerigma para suscitar la fe apologética o búsqueda de las razones de
creer, experiencia de vida cristiana, celebración de los sacramentos,
integración en la comunidad eclesial, testimonio apostólico y misional.
-
- Recordemos ante todo que entre la catequesis y la
evangelización no existe ni separación u oposición, ni identificación pura y
simple, sino relaciones profundas de integración y de complemento recíproco.
-
- La exhortación apostólica "Evangelii nuntiandi" del 8
de diciembre de 1975, sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, subrayó
con toda razón que la evangelización -cuya finalidad es anunciar la Buena Nueva
a toda la humanidad para que viva de ella- es una realidad rica, compleja y
dinámica, que tiene elementos o, si se prefiere, momentos, esenciales y
diferentes entre sí, que es preciso saber abarcar conjuntamente, en la unidad de
un único movimiento. La catequesis es uno de esos momentos -¡y cuán señalado!-
en el proceso total de evangelización.,
-
-
-
- Catequesis y primer anuncio del Evangelio
-
- 19 La peculiaridad de la catequesis, distinta del
anuncio primero del evangelio que ha suscitado la conversión, persigue el doble
objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por
medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje
de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en la práctica catequética, este orden
ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera evangelización
no ha tenido lugar.
-
- Cierto número de niños bautizados en su infancia
llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe,
y sin tener todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino
solamente la capacidad de creer puesta en ellos por el bautismo y la presencia
del Espíritu Santo; y los prejuicios de un ambiente familiar poco cristiano o el
espíritu positivista de la educación crean rápidamente algunos reticencias.
-
- A éstos es necesario añadir otros niños, no
bautizados, para quienes sus padres no aceptan sino tardíamente la educación
religiosa: por motivos prácticos, su etapa catecumenal se hará en buena parte
durante la catequesis ordinaria. Además muchos preadolescentes y adolescentes,
que han sido bautizados y que han recibido sistemáticamente una catequesis, así
como los sacramentos, titubean por largo tiempo en comprometer o no su vida a
Jesucristo, cuando no se preocupan por esquivar la formación religiosa en nombre
de su libertad.
-
- Finalmente los adultos mismos no están al reparo de
tentaciones de duda o de abandono de la fe, a consecuencia de un ambiente
notoriamente incrédulo. Es decir, que la "catequesis" debe a menudo preocuparse
no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la
ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión
global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe. Esta
preocupación inspira parcialmente el tono, el lenguaje y el método de la
catequesis.
-
-
-
- Finalidad específica de la catequesis
-
- 20 La finalidad específica de la catequesis no
consiste únicamente en desarrollar, con la ayuda de Dios, una fe aún inicial, en
promover en plenitud y alimentar diariamente la vida cristiana de los fieles de
todas las edades. Se trata, en efecto, d hacer crecer, a nivel de conocimiento y
de vida, el germen de la fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio
y transmitido eficazmente a través del bautismo.
-
- La catequesis tiende, pues, a desarrollar la
inteligencia del misterio de Cristo a la luz de la Palabra, para que el hombre
entero sea impregnado por ella. Transformado por la acción de la gracia en nueva
criatura, el cristiano se pone así a seguir a Cristo y, en la Iglesia, aprende
siempre a pensar mejor como El, a juzgar como El, a actuar de acuerdo con sus
mandamientos, a esperar como El nos invita a ello.
-
- Más concretamente, la finalidad de la catequesis, en
el conjunto de la evangelización, es la de ser un período d enseñanza y de
madurez, es decir, el tiempo en que el cristiano, habiendo aceptado por la fe la
persona de Jesucristo como el solo Señor y habiéndole prestado una adhesión
global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza por conocer mejor a
ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su "misterio", el Reino de Dios
que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico,
los senderos que El ha trazado a quien quiera seguirle.
-
- Si es verdad que ser cristiano significa decir "Sí" a
Jesucristo, recordemos que este "sí" tiene dos niveles: consiste en entregarse a
la Palabra de Dios y apoyarse en ella, pero significa también, en segunda
instancia, esforzarse por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa
Palabra.
-
-
- Necesidad de una catequesis sistemática
-
- 21 En su discurso de clausura de la IV Asamblea
general del Sínodo , el Papa Pablo VI se felicitaba al "advertir que todos han
señalado la gran necesidad de una catequesis orgánica y bien ordenada, ya que
esa reflexión vital sobre el misterio mismo de Cristo es lo que principalmente
distingue a la catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de
Dios".
-
- Frente a las dificultades prácticas, hay que subrayar
algunas características de esta enseñanza:
-
-
- - debe ser una enseñanza
sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le permita llegar a un
fin preciso,
- - una enseñanza elemental que
no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas ni transformarse en
investigación teológica o en exégesis científica;
- - una enseñanza, no obstante,
bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del misterio
cristiano, cual lo tenemos en el kerigma,
- - una iniciación cristiana
integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana.
-
- Sin olvidar la importancia de múltiples ocasiones de
catequesis, relacionadas con la vida personal, familiar, social y eclesial, que
es necesario aprovechar y sobre las que os remito al capítulo VI, insisto en la
necesidad de una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde
distintos sitios se intenta minimizar su importancia.
-
-
-
- Catequesis y experiencia vital
-
- 22 Es inútil insistir en la ortopraxis en detrimento
de la ortodoxia: el cristianismo es inseparablemente la una y la otra. Unas
convicciones firmes y reflexivas llevan a una acción valiente y segura; el
esfuerzo por educar a los fieles y vivir hoy como discípulos de Cristo reclama y
facilita el descubrimiento más profundo del Misterio de Cristo en la historia de
la salvación.
-
- Es asimismo inútil querer abandonar el estudio serio
y sistemático del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metrológica a la
experiencia vital. "Nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una
simple experiencia privada, es decir, sin una conveniente exposición del mensaje
de Cristo, que es el "Camino, la Verdad y la Vida".
-
- No hay que poner igualmente una catequesis que
arranque de la vida a una catequesis tradicional, doctrinal y sistemática. La
auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la
Revelación que Dios mismo ha hecho al hombre, en Jesucristo, revelación
conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y
comunicada constantemente, mediante una "traditio" viva y activa, de generación
en generación.
-
- Pero esta revelación no está aislada de la vida ni
yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la
existencia y la ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del
Evangelio.
-
- Por eso podemos aplicar a los catequistas lo que el
Concilio Vaticano II ha dicho especialmente de los sacerdotes: educadores del
hombre y de la vida del hombre en la fe.
-
-
-
- Catequesis y Sacramentos
-
- 23 La catequesis esta intrínsecamente unida a toda la
acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos y sobretodo en la
eucaristía donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los
hombres.
-
- En la Iglesia primitiva, catecumenado e iniciación a
los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, se identificaban. Aunque en
este campo haya cambiando la práctica de la Iglesia, en los antiguos países
cristianos, el catecumenado jamás ha sido abolido; conoce allí una renovación y
se practica abundantemente en las jóvenes Iglesias misioneras.
-
- De todos modos, la catequesis está siempre en
relación con los sacramentos. Por una parte, en forma eminente de catequesis es
la que prepara a los sacramentos, y toda catequesis conduce necesariamente a los
sacramentos de la fe. Por otra parte, la práctica auténtica de los sacramentos
tiene forzosamente un aspecto catequético. En otras palabras, la vida
sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se
funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos. Y la
catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental.
-
-
-
- Catequesis y Comunidad Eclesial
-
- 24 La catequesis, finalmente, tiene una íntima unión
con la acción responsable de la Iglesia y de los cristianos en el mundo. Todo el
que se ha adherido a Jesucristo por la fe y se esfuerza por consolidar esta fe
mediante la catequesis, tiene necesidad de vivirla en comunión con aquellos que
han dado el mismo paso.
-
- La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si
una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge el catecúmeno en cierta fase de
su catequesis. por eso la comunidad eclesial, a todos los niveles, es doblemente
responsable respecto a la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la
formación de sus miembros, pero también la responsabilidad de acogerlos en un
ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han
aprendido.
-
- La catequesis está abierta igualmente al dinamismo
misionero. SI hace bien, los cristianos tendrán interés en dar testimonio de su
fe, de transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer a otros, de servir de todos
modos a la comunidad humana.
-
-
-
- Necesidad de la catequesis en sentido amplio para la madurez y fuerza de la fe
-
- 25 Así, pues, gracias a la catequesis, el
kerygma evangélico -primer anuncio lleno de ardor que un día transformó
al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe- se
profundiza poco a poco, se desarrolla en sus corolarios implícitos, explicado
mediante un discurso que va dirigido también a la razón, orientado hacia la
práctica cristiana en la Iglesia y en el mundo.
-
- Todo esto no es menos evangélico que el
kerygma, por más que digan algunos que la catequesis vendría forzosamente
a racionalizar, aridecer y finalmente matar lo que de más vivo, espontáneo y
vibrante hay en el kerygma. Las verdades que se profundizan en la
catequesis son las mismas que hicieron mella en el corazón del hombre al
escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de embotarlas y
agostarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida.
-
- En la concepción que se acaba de exponer, la
catequesis se ajusta al punto de vista totalmente pastoral desde el cual ha
querido considerarla el Sínodo. Este sentido amplio de la catequesis no
contradice, sino que incluye, desbordándolo, el sentido estricto al que por lo
común se atienen las exposiciones didácticas: la simple enseñanza de las
fórmulas que expresan la fe.
-
- En definitiva, la catequesis es tan necesaria para la
madurez de la fe de los cristianos como para su testimonio en el mundo: ella
quiere conducir a los cristianos "en la unidad de la fe y en el conocimiento del
Hijo de Dios y a formar al hombre perfecto, maduro, que realice la plenitud de
Cristo"; también quiere que estén dispuestos a dar razón de su esperanza a todos
los que les pidan una explicación.
-
-
-
-
-
-
- IV TODA LA BUENA NUEVA BROTA DE LA FUENTE
-
-
- El contenido del Mensaje
-
- 26 Siendo la catequesis un momento o un aspecto de la
evangelización, su contenido no puede ser otro que el de toda la evangelización:
el mismo mensaje -Buena Nueva de salvación- oído una y mil veces y aceptado de
corazón, se profundiza incesantemente en la catequesis mediante la reflexión y
el estudio sistemático; mediante una toma de conciencia, que cada vez compromete
más, de sus repercusiones en la vida personal de cada uno; mediante su inserción
en el conjunto orgánico y armonioso que es la existencia cristiana en la sociedad
y en el mundo.
-
-
- La fuente
-
- 27 La catequesis extraerá siempre su contenido de la
fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la
Escritura, dado que "la Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado
de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia", como ha recordado el Concilio
vaticano II al desear que "el ministerio de la palabra, que incluye la
predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana ... reciba de
la palabra de la Escritura el alimento saludable y por ella dé frutos de
santidad".
-
- Hablar de la Tradición y de la Escritura como fuentes
de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el
pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un
contacto asiduo con los textos mismos; es también recordar que la catequesis
será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la inteligencia y el
corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida dos
veces milenaria de la Iglesia.
-
- La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia
surgen de esta fuente y conducen a ella, bajo la dirección de los Pastores y
concretamente del Magisterio doctrinal que el Señor les ha confiado.
-
-
-
- El Credo: expresión doctrinal privilegiada
-
- 28 Una expresión privilegiada de la herencia viva que
ellos han recibido en custodia, se encuentra en el Credo o, más
concretamente, en los Símbolos que, en momentos cruciales, recogieron en
síntesis felices la fe de la Iglesia. Durante siglos, un elemento importante de
la catequesis era precisamente la "traditio Symboli" (o transmisión del
compendio de la fe), seguida de la entrega de la oración dominical.
-
- Este rito expresivo ha vuelto a ser introducido en
nuestros días en la iniciación de los catecúmenos. ¿No habría que encontrar una
utilización más concretamente adaptada, para señalar esta etapa, la más
importante entre todas, en que un nuevo discípulo de Jesucristo acepta con plena
lucidez y valentía el contenido de lo que más adelante va a profundizar con
seriedad?
-
- Mi predecesor Pablo VI, en el "Credo del Pueblo de
Dios" proclamado al cumplirse el XIX centenario del martirio de los Apóstoles
Pedro y Pablo, quiso reunir los elementos esenciales de la fe católica, sobre
todo los que ofrecían mayor dificultad o estaban en peligro de ser ignorados. Es
una referencia segura para el contenido de la catequesis.
-
-
-
- Elementos a no olvidar
-
- 29 El mismo Sumo Pontífice ha recordado, en el
capítulo tercero de su Exhortación Apostólica Evanlelii nuntiandi, "el
contenido esencial, la sustancia viva" de la evangelización. Es necesario para
la catequesis misma tener presente cada uno de los elementos y la síntesis viva
en que ellos han sido integrados.
-
- Me contentaré, por consiguiente, con ofrecer aquí
alguna simple alusión. Todos ven, pro ejemplo, la importancia de hacer entender
al niño, al adolescente, al que progresa en la fe, "lo que puede conocerse de
Dios"; de poderles decir, en cierto sentido: "Lo que sin conocer veneráis, eso
es lo que yo os anuncio"; de exponerles brevemente el misterio del Verbo de Dios
hecho hombre y que realiza la salvación del hombre por su Pascua, es decir, a
través de su muerte y su resurrección, pero también con su predicación, con los
signos que realiza, con los sacramentos de su presencia permanente en medio de
nosotros.
-
- Los Padres del Sínodo estuvieron bien inspirados
cuando pidieron que se evite reducir a Cristo a su sola humanidad y su mensaje a
una dimensión meramente terrestre, y que se le reconociera más bien como el Hijo
de Dios, el medidor que nos da libre acceso al Padre en el Espíritu.
-
- ¡Cuán importante es exponer a la inteligencia y al
corazón, a la luz de la fe, ese sacramento de su presencia que es el Misterio de
la Iglesia, asamblea de hombres pecadores, pero, al mismo tiempo, santificados y
que constituyen la familia de Dios reunida por el Señor b ajo la dirección de
aquellos a quienes "el Espíritu Santo... constituyó vigilantes para apacentar la
Iglesia de Dios"!.
-
- Es importante explicar que la historia de los
hombres, con sus aspectos de gracia y de pecado, de grandeza y de miseria, es
asumida por Dios en su Hijo Jesucristo y "ofrece ya algún bosquejo del siglo
futuro". Es importante, finalmente, revelar sin ambages las exigencias, hechas
de renuncia, mas también de gozo, de lo que el Apóstol Pablo gustaba llamar
"vida nueva", "creación nueva", ser o existir en Cristo, "vida eterna en Cristo
Jesús", y que no es más que la vida en el mundo, pero una vida según las
bienaventuranzas y destinada a prolongarse y transfigurarse en le más allá.
-
- De ahí la importancia que tienen en la catequesis las
exigencias morales personales correspondientes al Evangelio y las actitudes
cristianas ante la vid ay ante el mundo, ya sean heroicas, ya las más sencillas:
nosotros las llamamos virtudes cristianas o virtudes evangélicas.
-
- De ahí también el cuidado que tendrá la catequesis de
no omitir, sino iluminar como es debido, en su esfuerzo de educación en la fe,
realidades como la acción del hombre por su liberación integral, la búsqueda de
una sociedad más solidaria y fraterna, las luchas por la justicia y la
construcción de la paz.
-
- Por lo demás no se ha de creer que esta dimensión de
la catequesis es absolutamente nueva. Ya en la época patrística, San Ambrosio y
San Juan Crisóstomo, por no mencionar a otros, destacaron las consecuencias
sociales de las exigencias evangélicas y, más cerca de nosotros, el catecismo de
San Pío X citaba explícitamente entre los pecados que claman venganza ante Dios
el hecho de oprimir a los pobres, así como el defraudar a los trabajadores en su
justo salario.
-
- Especialmente desde la Rerum novarum, la
preocupación social está activamente presente en la enseñanza catequética de los
papas y de los obispos. Muchos Padres del Sínodo han pedido con legítima
insistencia que el rico patrimonio de la enseñanza social de la Iglesia
encuentre su puesto, bajo formas apropiadas, en la formación catequética común
de los fieles.
-
-
- Integridad del contenido
-
- 30 A propósito del contenido de la catequesis, hay que
poner de relieve, en nuestros días, tres puntos importantes.
-
- El primero se refiere a la integridad de dicho
contenido. A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace
discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" no mutilada,
falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y su vigor.
-
- Traicionar en algo la integridad del mensaje es
vaciar peligrosamente la catequesis misma y comprometer los frutos que de ella
tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial. No es ciertamente
casual el hecho de que una cierta totalidad caracterice el mandato final de Jesús en el Evangelio de Mateo: "Me ha sido dado todo poder... Haced discípulos
a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo... yo estoy siempre con
vosotros".
-
- Por eso, cuando un hombre, presintiendo "la
superioridad del conocimiento de Cristo Jesús", descubierto por la fe, abrigue
el deseo, aún inconsciente, de conocerle más y mejor, mediante "una predicación
y enseñanza conforme a la verdad que hay en Jesús", ningún pretexto es válido
para negarle parte alguna de ese conocimiento.
-
- ¿Qué catequesis sería aquella en la que no hubiera
lugar para la creación del hombre y su pecado, para el plan redentor de nuestro
Dios y su larga y amorosa preparación y realización, para la Encarnación del
Hijo de Dios, para María -la Inmaculada, la Madre de Dios, siempre Virgen,
elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial- y su función en el misterio de
la salvación, para el misterio de la iniquidad operante en nuestras vidas y la
virtud de Dios que nos libera, para la necesidad de la penitencia y de la
ascesis, para los gestos sacramentales y litúrgicos, para la realidad de la
presencia eucarística, par ala participación en la vida divina aquí en la tierra
y en el más allá, etc.?
-
- Asimismo, a ningún verdadero catequista le es lícito
hacer por cuenta propia una selección en el depósito de la fe, entre lo que
estima importante y lo que estima menos importante o para enseñar lo uno y
rechazar lo otro.
-
-
- Con métodos pedagógicos adaptados
-
- 31 De ahí esta segunda observación: es posible que en
la situación actual de la catequesis, razones de método o de pedagogía aconsejen
organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un
modo más bien que de otro. Por lo demás, la integridad no dispensa del
equilibrio ni del carácter orgánico y jerarquizado, gracias a los cuales se dará
a las verdades que se enseñan, a las normas que se transmiten y a los caminos de
la vida cristiana que se indican, la importancia respectiva que les
corresponden.
-
- También puede suceder que determinado lenguaje se
demuestre preferible para transmitir este contenido a determinada persona o
grupo de personas. La elección sería válida en la medida en que no dependa de
teorías o prejuicios más o menos subjetivos y marcados por una cierta ideología,
sino que esté inspirada por el humilde afán de ayustarse mejor a un contenido
que debe permanecer intacto. El método y el lenguaje utilizados deben seguir
siendo verdaderamente instrumentos para comunicar la totalidad y no una parte de
las "palabras de vida eterna" o del "camino de la vida".
-
-
-
- Dimensión ecuménica de la catequesis
-
- 32 El gran movimiento, inspirado ciertamente por el
Espíritu de Jesús, que, desde hace un cierto número de años, lleva a la Iglesia
católica a buscar con otras Iglesias o confesiones cristianas el
restablecimiento de la perfecta unidad querida por el Señor, me induce a hablar
del carácter ecuménico de la catequesis. Este movimiento cobró todo su relieve
en el Concilio Vaticano II, y a partir del Concilio ha conocido en la Iglesia
una
importancia concretada en una serie impresionante de hechos y de iniciativas
conocidas por todos.
-
- La catequesis no puede permanecer ajena a esta
dimensión ecuménica cuando todos los fieles, según su propia capacidad y su
situación en la Iglesia, son llamados a tomar parte en el movimiento hacia la
unidad.
-
- La catequesis tendrá una dimensión ecuménica si, sin
renunciar a enseñar que la plenitud de las verdades reveladas y de los medios de
salvación instituidos por Cristo se halla en la Iglesia católica, lo hace, sin
embargo, respetando sinceramente, de palabra y de obra, a las comunidades
eclesiales que no están en perfecta comunión con esta misma Iglesia.
-
- En este contexto es muy importante hacer una
presentación correcta y leal de las demás Iglesias y comunidades eclesiales de
las que el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse como medio de salvación; por
otra parte, "los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la
propia Iglesia pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos,
fuera del recinto visible de la Iglesia católica por un lado a profundizar su
propia fe y por otro a conocer mejor y estimar a los demás hermanos cristianos,
facilitando así la búsqueda común del camino hacia la plena unidad en toda la
verdad. Ella debería además ayudar a los no católicos a conocer mejor y apreciar
a la Iglesia católica y su convicción de ser el "auxilio general de salvación".
-
- La catequesis tendrá una dimensión ecuménica si,
además, suscita y alimenta un verdadero deseo de unidad; más todavía, si inspira
esfuerzos sinceros -incluido el esfuerzo por purificarse en la humildad y el
fervor del Espíritu con el fin de despejar los caminos- no con miras aun
irenismo fácil, hecho de omisiones y de concesiones en el plano doctrinal, sino
con miras a la unidad perfecta, cuando el Señor quiera y por las vías que El
quiera.
-
- Finalmente, la catequesis será ecuménica si se
esfuerza por preparar a los niños y a los jóvenes, así como a los adultos
católicos, a vivir en contacto con los no católicos, viviendo su identidad
católica dentro del respeto a la fe de los otros.
-
-
- Colaboración ecuménica en el ámbito de la
catequesis
-
- 33 En situaciones de pluralismo religioso, los obispos
pueden juzgar oportunas, o aun necesarias, ciertas experiencias de colaboración
en el campo de la catequesis entre católicos y otros cristianos, como complemento
de la catequesis habitual que, de todos modos, los católicos deben recibir.
Tales experiencias encuentran su fundamento teológico en los elementos comunes a
todos los cristianos. Pero la comunión de fe entre los católicos y los demás
cristianos no es completa ni perfecta; más aún, existen en determinados casos
profundas divergencias.
-
- En consecuencia, esta colaboración ecuménica es por
su naturaleza limitada: no debe significar jamás una "reducción" al mínimo
común. Además, la catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino
en iniciar a toda la vida cristiana, haciendo participar plenamente en los
sacramentos de la Iglesia. De ahí la necesidad, donde se da una experiencia de
colaboración ecuménica en el terreno de la catequesis, de vigilar para que la
formación de los católicos esté bien asegurada en la Iglesia católica en lo
concerniente a la doctrina y a la vida cristiana.
-
- Durante el Sínodo, cierto número de obispos señaló
casos -cada vez más frecuentes, decían- en los que las autoridades civiles u
otras circunstancias imponen, en las escuelas de algunos países, una enseñanza
de la religión cristiana - con sus manuales, horas de clase, etcétera- común a
católicos y no católicos. Sería superfluo decir que no se trata de una verdadera
catequesis. Esta enseñanza tiene además una importancia ecuménica cuando se
presenta con lealtad la doctrina cristiana. En los casos en que las
circunstancias impusieran esta enseñanza, es importante que sea asegurada de
otra manera, con el mayor esmero, una catequesis específicamente católica.
-
-
- Problemas de manuales comunes a diversas
religiones
-
- 34 Hay que añadir aquí otra observación que se sitúa
en la misma dirección, aunque bajo óptica distinta. Sucede a veces que las
escuelas estatales ponen libros a disposición de los alumnos, en los que las
religiones, incluida la católica, son presentadas a título cultural histórico,
moral y literario. Una presentación objetiva de los hechos históricos, de las
diferentes religiones y confesiones cristianas puede contribuir a una mejor
comprensión recíproca.
-
- En tal caso se hará todo lo posible para que la
presentación sea verdaderamente objetiva, al resguardo de sistemas ideológicos y
políticos o de pretendidos prejuicios científicos que deformarían su verdadero
sentido. De todos modos, estos manuales no deben considerarse como obras
catequéticas: les falta para ello el testimonio de creyentes que exponen la fe a
otros creyentes, y una comprensión de los misterios cristianos y de lo específicamente
católico, todo ello sacado de lo profundo de la fe.
-
-
-
-
-
- V TODO TIENEN NECESIDAD DE LA CATEQUESIS
-
-
- La importancia de los niños y de los jóvenes
-
- 35 El tema señalado por mi predecesor Pablo VI para la
IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos versaba sobre "la catequesis en
nuestro tiempo con especial atención a los niños y a los jóvenes". El ascenso de
los jóvenes constituye, sin duda, el hecho más rico de la esperanza y, al mismo
tiempo, de inquietud para una buena parte del mundo actual. En algunos países,
sobre todo los del Tercer Mundo, más de la mitad de la población está por debajo
de los veinticinco o treinta años.
-
- Ellos significa que millones y millones de niños y de
jóvenes se preparan para su futuro de adultos. Y no es sólo el factor numérico:
acontecimientos recientes, y la misma crónica diaria, nos dicen que esta
multitud innumerable de jóvenes, aunque esté dominada aquí y allí por la
incertidumbre y el miedo, o seducida por la evasión en la droga y la
indiferencia, incluso tentada por el nihilismo y la violencia, constituye, sin
embargo, en su mayor parte la gran fuerza que, entre muchos riesgos se propone
construir la civilización del futuro.
-
- Hora bien, en nuestra solicitud pastoral nos
preguntamos: ¿Cómo revelar a esa multitud de niños y jóvenes a Jesucristo, Dios
hecho hombre? ¿Cómo revelarlo no simplemente en el deslumbramiento de un primer
encuentro fugaz, sino a través del conocimiento cada día más hondo y más
luminoso de su persona, de su mensaje, del Plan de Dios que El quiso revelar,
del llamamiento que dirige a cada uno, del Reino que quiere inaugurar en este
mundo con el "pequeño rebaño" de quienes creen en él, y que no estará completo
más que en la eternidad? ¿Cómo dar a conocer el sentido, el alcance, las
exigencias fundamentales, la ley del amor, las promesas, las esperanzas de ese
Reino?
-
- Habría que hacer muchas observaciones sobre las
características propias que adopta la catequesis en las diferentes etapas de la
vida.
-
-
-
- Párvulos
-
- 36 Un momento con frecuencia destacado en aquel en que
el niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los primeros
rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una sencilla revelación del
Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón. Las
brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir serán el principio de un
diálogo cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después.
Ante los padres cristianos nunca insistiríamos demasiado en esta iniciación
precoz, mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación
vital con Dios: obra capital que exige amor y profundo respeto al niño, el cual
tiene derecho a una presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana.
-
-
-
- Niños
-
- 37 Pronto llegará, en la escuela y en la Iglesia, en
la parroquia o en la asistencia espiritual recibida en el colegio católico o en
el instituto estatal, a la vez que la apertura en un círculo social más amplio,
el momento de una catequesis destinada a introducir al niño de manera orgánica
en la vida de la Iglesia, incluida también una preparación inmediata a la
celebración de los sacramentos: catequesis didáctica, pero encaminada a dar
testimonio de la fe: catequesis inicial, mas no fragmentaria, puesto que deberá
revelar, si bien de manera elemental, todos los principales misterios de la fe y
su repercusión en la vida moral y religiosa del niño; catequesis que da sentido
a los sacramentos, pero a la vez recibe de los sacramentos vividos una dimensión
vital que le impide quedarse en meramente doctrinal, y comunica al niño la
alegría de ser testimonio de Cristo en su ambiente de vida.
-
-
-
- Adolescentes
-
- 38 Luego vienen la pubertad y la adolescencia, con las
grandezas y los riesgos que presenta esa edad. Es el momento del descubrimiento
de sí mismo y del propio mundo interior; el momento de los proyectos generosos,
momento en que brota el sentimiento del amor, así como los impulsos biológicos
de la sexualidad, del deseo de estar juntos; momento de una alegría
particularmente intensa, relacionada con el embriagador descubrimiento de la
vida.
-
- Pero también es a menudo la edad de los interrogantes
más profundos, de búsquedas angustiosas, incluso frustrantes, de desconfianza de
los demás y de peligrosos repliegues sobre sí mismo; a veces también la edad de
los primeros fracasos y de las primeras amarguras. La catequesis no puede
ignorar esos aspectos fácilmente cambiantes de un período tan delicado de la
vida. Podrá ser decisiva una catequesis capaz de conducir al adolescente a una
revisión de su propia vida y al diálogo, una catequesis que no ignore sus
grandes temas -la donación de sí mismo, la fe, el amor y su mediación que es la
sexualidad-.
-
- La revelación de Jesucristo, como amigo, como guía y
como modelo, admirable y, sin embargo, imitable; la revelación de su mensaje que
da respuesta a las cuestiones fundamentales; la revelación del Plan de amor de
Cristo Salvador como encarnación del único amor verdadero y de la única
posibilidad de unir a los hombres, todo eso podrá constituir la base de una
auténtica educación en la fe.
-
- Y, sobre todo, los misterios de la pasión y de la
muerte de Jesús, a los que San Pablo atribuye el mérito de su gloriosa
resurrección, podrán decir muchas cosas a la conciencia y al corazón del
adolescente y arrojar luz sobre sus primeros sufrimientos y los del mundo que va
descubriendo.
-
-
-
- Jóvenes
-
- 39 Con la edad de la juventud llega la hora de las
primeras decisiones. Ayudado tal vez por los miembros de su familia y por los
amigos, mas a pesar de todo solo consigo mismo y con su conciencia moral, el
joven, cada vez más a menudo y de modo más determinante, deberá asumir su
destino. Bien y mal, gracia y pecado, vida y muerte, se enfrentarán cada vez más
en su interior como categorías morales, pero también y, sobre todo, como
opciones fundamentales que habrá de efectuar o rehusar con lucidez y sentido de
responsabilidad.
-
- Es evidente que una catequesis que denuncie el
egoísmo en nombre de la generosidad, que exponga sin simplismos ni esquematismos
ilusorios el sentido cristiano del trabajo, del bien común, de la justicia y de
la caridad, una catequesis sobre la paz entre las naciones, sobre la promoción
de la dignidad humana, del desarrollo, de la liberación tal como las presentan
documentos recientes de la Iglesia, completará felizmente en los espíritus de
los jóvenes una buena catequesis de las realidades propiamente religiosas, que
nunca ha de ser desatendida.
-
- La catequesis cobra entonces una importancia
considerable, porque es el momento en que el Evangelio podrá ser presentado,
entendido y aceptado como capaz de dar sentido a la vida y, por consiguiente, de
inspirar actitudes de otro modo inexplicables: renuncia, desprendimiento,
mansedumbre, justicia, compromiso, reconciliación, sentido de lo Absoluto y de
lo invisible, etc., rasgos todos ellos que permitirán identificar entre sus
compañeros a este joven como discípulo de Jesucristo.
-
- La catequesis prepara así para los grandes
compromisos cristianos de la vida adulta. En lo que se refiere, por ejemplo a
las vocaciones par ala vida sacerdotal y religiosa, es cosa cierta que muchas de
ellas han nacido en el curso de una catequesis bien llevada a lo largo de la
infancia y de la adolescencia.
-
- Desde la infancia hasta el umbral de la madurez, la
catequesis se convierte, pues, en una escuela permanente de la fe y sigue de
este modo as grandes etapas de la vida como faro que ilumina la ruta del niño,
del adolescente y del joven.
-
-
- Adaptación de la catequesis a los jóvenes
-
- 40 Es consolador comprobar que, durante la IV Asamblea
general del Sínodo y a lo largo de estos años que lo han seguido, la Iglesia ha
compartido ampliamente esta preocupación: ¿Cómo impartir la catequesis a los
niños y a los jóvenes? ¡Quiera Dios que la atención así despertada perdure mucho
tiempo en la conciencia de la Iglesia! En ese sentido, el Sínodo ha sido
precioso para la Iglesia entera, al esforzarse por delinear con la mayor
precisión posible el rostro complejo de la juventud actual; al mostrar que esta
juventud emplea un lenguaje al que es preciso saber traducir, con paciencia y
buen sentido, sin traicionarlo, el mensaje de Jesucristo; al demostrar que, a
despecho de las apariencias, esta juventud tiene, aunque sea confusamente, no
sólo la disponibilidad y la apertura, sino también verdadero deseo de conocer a
"Jesús, llamado Cristo".
-
- Al revelar, finalmente, que la obra de la catequesis,
si se quiere llevar a cabo con rigor y seriedad, es hoy día más ardua y fatigosa
que nunca a causa de los obstáculos y dificultades de toda índole con que tipo,
pero también es más reconfortante que nunca a causa de la hondura de las
respuestas que recibe por parte de los niños y de los jóvenes. Ahí hay un tesoro
con el que la Iglesia puede y debe contar en los años venideros.
-
- Algunas categorías de jóvenes destinatarios de la
catequesis, dada su situación peculiar, postulan también una atención especial.
-
-
- Minusválidos
-
- 41 Se trata, ante todo, de los niños y de los jóvenes
física o mentalmente nimusválidos. Estos tienen derecho a conocer como los demás
coetáneos el "Misterio de la fe". Al ser mayores las dificultades que
encuentran, son más meritorios los esfuerzos de ellos y de sus educadores. Es
motivo de alegría comprobar que organizaciones católicas especialmente
consagradas a los jóvenes minusválidos tuvieron a bien aportar al Sínodo su
experiencia en la materia, y sacaron del Sínodo el deseo renovado de afrontar
mejor este importante problema. Merecen ser vivamente alentadas en esta tarea.
-
-
- Jóvenes sin apoyo religioso
-
- 42 Mi pensamiento se dirige después a los niños y a
los jóvenes, cada vez más numerosos, nacidos y educados en un hogar no
cristiano, o al menos no practicante, pero deseosos de conocer la fe cristiana.
Se les deberá asegurar una catequesis adecuada para que puedan creer en la fe y
vivirla progresivamente, a pesar de la oposición que encuentren en su familia y
en su ambiente.
-
-
-
- Adultos
-
- 43 Continuando la serie de destinatarios de la
catequesis, no puedo menos de poner de relieve ahora una de las preocupaciones
más constantes de los Padres del Sínodo, impuesta con vigor y con urgencia por
las experiencias que se están dando en el mundo entero: se trata del problema
central de la catequesis de los adultos. Esta es la forma principal de la
catequesis porque está dirigida a las personas que tienen las mayores
responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma
plenamente desarrollada.
-
- La comunidad cristiana no podría hacer una catequesis
permanente sin la participación directa y experimentada de los adultos, bien
sean ellos destinatarios o promotores de la actividad catequética. El mundo en
que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la
catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos: la fe de
éstos debería igualmente ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el
fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables.
Así, pues, para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente y sería
ciertamente vana si se detuviera precisamente en el umbral de la edad madura,
puesto que, si bien ciertamente de otra forma, se revela no menos necesaria para
los adultos.
-
-
-
- Cuasi catecúmenos
-
- 44 Entre estos adultos que tienen necesidad de la
catequesis, nuestra preocupación pastoral y misionera se dirige a los que,
nacidos y educados en regiones todavía no cristianizadas, no han podido
profundizar la doctrina cristiana que un día las circunstancias de la vida les
hicieron encontrar; a los que en su infancia recibieron una catequesis
proporcionada a esa edad, pero que luego se alejaron de toda práctica religiosa
y se encuentran en la edad madura con conocimientos religiosos más bien
infantiles; a los que se resienten de una catequesis sin duda precoz, pero mal
orientada o mal asimilada; a los que, aun habiendo nacido en países cristianos,
incluso dentro de un cuadro sociológicamente cristiano, nunca fueron educador en
su fe y, en cuanto adultos, son verdaderos catecúmenos.
-
-
-
- Catequesis diversificadas y complementarias
-
- 45 Así, pues, los adultos de cualquier edad, incluidas
las personas de edad avanzada -que merecen atención especial dada su experiencia
y sus problemas- son destinatarios de la catequesis igual que los niños, los
adolescentes y los jóvenes. Habría que hablar también de los emigrantes, de las
personas marginadas por la evolución moderna, de las que viven en las barriadas
de las grandes metrópolis, a menudo desprovistas de iglesias, de locales y de
estructuras adecuadas.
-
- Por todos ellos quiero formular votos a fin de que se
multipliquen las iniciativas encaminadas a su formación cristiana con los
instrumentos apropiados (medios audio-visuales, publicaciones, mesas redondas,
conferencias), de suerte que muchos adultos puedan suplir las insuficiencias o
deficiencias de la catequesis, o completar armoniosamente, a un nivel más
elevado, la que recibieron en la infancia, o incluso enriquecerse en este campo
hasta el punto de poder ayudar más seriamente a los demás.
-
- Con todo, es importante que la catequesis de los
niños y de los jóvenes, la catequesis permanente y la catequesis de adultos no
sean compartimientos estancos e incomunicados. Más importante aún es que no haya
ruptura entre ellas. Al contrario, es menester propiciar su perfecta
complementariedad: los adultos tienen mucho que dar a los jóvenes y a los niños
en materia de catequesis, pero también pueden recibir mucho de ellos para el
crecimiento de su vida cristiana.
-
- Hay que repetirlo, en la Iglesia de Jesucristo nadie
debería sentirse dispensado de recibir la catequesis; pensamos incluso en los
jóvenes seminaristas y religiosos, y en todos los que están destinados a la
tarea de pastores y catequistas, los cuales desempeñarán mucho mejor ese
ministerio si saben formarse humildemente en la escuela de la Iglesia, la gran
catequista y a la vez la gran catequizada.
-
-
-
-
-
-
- VI METODOS Y MEDIOS DE LA CATEQUESIS
-
-
-
- Medios de comunicación social
-
- 46 Desde la enseñanza oral de los Apóstoles a las
cartas que circulaban entre las Iglesias y hasta los medios más modernos, la
catequesis no ha cesado de buscar los métodos y los medios más apropiados a su
misión, con la participación activa de las comunidades, bajo impulso de los
Pastores. Este esfuerzo debe continuar.
-
- Me vienen espontáneamente al pensamiento las grandes
posibilidades que ofrecen los medios de comunicación social y los medios de
comunicación de grupos: televisión, radio, prensa, discos, cintas grabadas, todo
lo audio-visual. Los esfuerzos realizados en estos campos son de tal alcance que
pueden alimentar las más grandes esperanzas.
-
- La experiencia demuestra, pro ejemplo, la resonancia
de una enseñanza radiofónica o televisiva, cuando sabe unir una apreciable
expresión estética con una rigurosa fidelidad al Magisterio. La Iglesia tiene
hoy muchas ocasiones de tratar problemas -incluidas las jornadas de los medios
de comunicación social-, sin que sea necesario extenderse aquí sobre ello, no
obstante su capital importancia.
-
-
-
- Múltiples lugares, momentos o reuniones por valorizar
-
- 47 Pienso asimismo en diversos momentos de gran
importancia en que la catequesis encuentra cabalmente su puesto: por ejemplo,
las peregrinaciones diocesanas, regionales o nacionales, que son más provechosas
si están centradas en un tema escogido con acierto a partir de la vida de
Cristo, de la Virgen y de los Santos; las misiones tradicionales, tantas veces
abandonadas con excesiva prisa y que son insustituibles para una renovación
periódica y vigorosa de la vida cristiana -hay que reanudarlas y remozarlas-;
los círculos bíblicos , que deben ir más allá de la exégesis para hacer vivir la
Palabra de Dios; las reuniones de las comunidades eclesiales de base, en la
medida en que se atengan a los criterios expuestos en la Exhortación Apostólica
"Evangelii nuntiandi".
-
- Quiero recordar también los grupos de jóvenes que en
ciertas regiones, con denominaciones y fisonomías distintas -más con el mismo
fin de dar a conocer a Jesucristo y de vivir el Evangelio-, se multiplican y
florecen como en una primavera muy reconfortante para la Iglesia_ grupos de
acción católica, grupos caritativos, grupos de oración, grupos de reflexión
cristiana, etc.
-
- Estos grupos suscitan grandes esperanzas para la
Iglesia del mañana. Pero en el nombre de Jesús conjuro a los jóvenes que los
forman, a sus responsables y a los sacerdotes que les consagran lo mejor de su
ministerio: no permitáis por nada del mundo que en estos grupos, ocasiones
privilegiadas de encuentro, ricos en tantos valores de amistad y solidaridad
juveniles, de alegría y de entusiasmo, de reflexión sobre los hechos y las cosas,
falte un verdadero estudio de la doctrina cristiana.
-
- En ese caso se expondrían -y el peligro, por
desgracia, se ha verificado sobradamente- a decepcionar a sus miembros y a la
Iglesia misma.
-
- El esfuerzo catequético, posible en estos lugares y
en otros muchos, tiene tantas más probabilidades de ser acogido y de dar sus
frutos, cuanto más se respete su naturaleza propia. COn una inserción apropiada,
conseguirá esa diversidad y complementariedad de contactos que le permite
desarrollar toda la riqueza de su concepto, mediante la triple dimensión de
palabra, de memoria y de testimonio -la doctrina, de celebración y de compromiso
en la vida- que el mensaje del Sínodo al Pueblo de Dios ha puesto en evidencia.
-
-
-
- Homilía
-
- 48 Esta observación vale más aún para la catequesis
que se hace dentro del cuadro litúrgico y concretamente en la Asamblea litúrgica: respetando lo específico y el ritmo propio de este cuadro, la homilía
vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a
su perfeccionamiento natural; al mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor
a emprender cada día su itinerario espiritual en la verdad, la oración y la
acción de gracias.
-
- En este sentido se puede decir que la pedagogía
catequética encuentra, a su vez, su fuente y su plenitud en la eucaristía dentro
del horizonte completo del año litúrgico. La predicación centrada en los textos
bíblicos debe facilitar entonces, a su manera, el que los fieles se familiaricen
con el conjunto de los misterios de la fe y de las normas de la vida cristiana.
-
- Hay que prestar una gran atención a la homilía; ni
demasiado larga, ni demasiado breve, siempre cuidadosamente preparada,
sustanciosa y adecuada, y reservada a los ministros autorizados. Esta homilía
debe tener su puesto en toda eucaristía dominical o festiva, y también en la
celebración de los bautizados, de las liturgias penitenciales, de los
matrimonios, de los funerales. Es éste uno de los beneficios de la renovada
liturgia.
-
-
-
- Publicaciones catequéticas
-
- 49 En medio de este conjunto de vías y de medios -toda
actividad de la Iglesia tiene una dimensión catequética- las obras de catecismo,
lejos de perder su importancia esencial, adquieren nuevo relieve. Uno de los
aspectos más interesantes del florecimiento actual de la catequesis consiste en
la renovación y multiplicación de los libros catequéticos que en la Iglesia se
ha verificado un poco por doquier. Han visto la luz obras numerosas y muy
logradas, y constituyen una verdadera riqueza al servicio de la enseñanza
catequética.
-
- Pero hay que reconocer igualmente, con honradez y
humildad, que esta floración y esta riqueza han llevado consigo ensayos y
publicaciones equívocas y perjudiciales para los jóvenes y para la vida de la
Iglesia. Bastante a menudo, aquí y allá, con el afín de encontrar el lenguaje
más apto o de estar al día en lo que atañe a los métodos pedagógicos, ciertas
obras catequéticas desorientan a los jóvenes y aun a los adultos, ya por la
omisión, consciente o inconsciente, de elementos esenciales a la fe de la
Iglesia, ya por la excesiva importancia dada a determinados temas con detrimento
de los demás, ya sobre todo por una visión global harto horizontalista, no
conforme con la enseñanza del Magisterio de la Iglesia.
-
- No basta, por tanto, que se multipliquen las obras
catequéticas. Para que respondan a su finalidad, son indispensables algunas
condiciones:
-
- - que conecten con la vida
concreta de la generación a la que se dirigen, teniendo bien presentes sus
inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas;
-
- - que se esfuercen por
encontrar el lenguaje que entiende esa generación;
-
- - que se propongan decir todo
el mensaje de Cristo y de su Iglesia, sin pasar por alto ni deformar nada,
exponiéndolo todo según un eje y una estructura que hagan resaltar lo esencial;
-
- - que tiendan realmente a
producir en sus usuarios un conocimiento mayor de los misterios de Cristo en
orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme con el querer de
Dios.
-
-
-
- Catecismos
-
- 50 Todos los que asumen la pesada tarea de preparar
estos instrumentos catequéticos, y con mayor razón el texto de los catecismos,
no pueden hacerlo sin la aprobación de los Pastores que tienen autoridad para
darla, ni sin inspirarse lo más posible en el Directorio general de Catequesis
que sigue siendo norma de referencia.
-
- A este respecto, no puedo menos de animar
fervientemente a las Conferencias episcopales del mundo entero: que emprendan,
con paciencia, pero también con firme resolución, el imponente trabajo a
realizar de acuerdo con la Sede Apostólica, para lograr catecismos fieles a los
contenidos esenciales de la Revelación y puestos al día en lo que se refiere al
método, capaces de educar en una fe robusta a las generaciones cristianas de los
tiempos nuevos.
-
- Esta breve mención a los medios y a las vías de la
catequesis contemporánea no agota la riqueza de las proposiciones elaboradas por
los Padres del Sínodo. Es reconfortante pensar que en cada país se realiza
actualmente una preciosa colaboración para una renovación más orgánica y más
segura de estos aspectos de la catequesis. ¿Cómo es posible dudar de que la
Iglesia pueda encontrar personas competentes y medios adaptados para responder,
con la gracia de Dios, a las exigencias complejas de la comunicación con los
hombres de nuestro tiempo?
-
-
-
-
-
-
- VII COMO DAR LA CATEQUESIS
-
-
- Diversidad de métodos
-
- 51 La edad y el desarrollo intelectual de los
cristianos su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras
circunstancias personales postulan que la catequesis adopte métodos muy diversos
para alcanzar su finalidad específica: la educación en la fe. Esta variedad es
requerida también, en un plano general, por el medio socio-cultural en que la
Iglesia lleva a cabo su obra catequética.
-
- La variedad en los métodos es un signo de vid ay una
riqueza. Así lo han considerado los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo,
llamando la atención sobre las condiciones indispensables para que sea útil y no
perjudique a la unidad de la enseñanza de la única fe.
-
-
-
-
- Al servicio de la Revelación y de la conversión
-
- 52 La primera cuestión de orden general que se
presenta concierne el riesgo y la tentación de mezclar indebidamente la
enseñanza
catequética con perspectivas ideológicas, abierta o larvadamente, sobre todo de
índole político-social, o con opciones políticas personales. Cuando estas
perspectivas predominan sobre el mensaje central que se ha de transmitir, hasta
oscurecerlo y relegarlo a un plano secundario, incluso queda desvirtuada en sus
raíces.
-
- El Sínodo ha insistido con razón en la necesidad de
que la catequesis se mantenga por encima de las tendencias unilaterales
divergentes -de evitar las "dicotomías"- aun en el campo de las interpretaciones
teológicas dadas a tales cuestiones. La pauta que ha de procurar seguir es la
Revelación, tal como la transmite el Magisterio universal de la Iglesia en su
forma solemne u ordinaria.
-
- Esta Revelación es la de un Dios creador y redentor,
cuyo Hijo, habiendo venido entre los hombres hecho carne, no sólo entra en la
historia personal de cada hombre, sino también en la historia humana, convirtiéndose
en su centro. Esta es, por tanto, la Revelación de un cabio
radical del hombre y del universo, de todo lo que forma el tejido de la
existencia humana, bajo la influencia de la Buena Nueva de Jesucristo. Una
catequesis así entendida supera todo moralismo formalista, aun cuando incluya
una verdadera moral cristiana. Supera principalmente todo mesianismo temporal,
socio o político. Apunta a alcanzar el fondo del hombre.
-
-
- Encarnación del mensaje en las culturas
-
- 53 Abordo ahora una segunda cuestión. Como decía
recientemente a os miembros de la Comisión bíblica "el término "aculturación" o
"inculturación", además de ser un hermoso neologismo, expresa muy bien uno de
los componentes del gran misterio de la Encarnación". De la catequesis como de
la evangelización en general, podemos decir que está llamada a llevar la fuerza
del evangelio al corazón de la cultura y de las culturas.
-
- Para ello, la catequesis procurará conocer estas
culturas y sus componentes esenciales; aprenderá sus expresiones más
significativas, respetará sus valores y riquezas propias. Sólo así se podrá
proponer a tales culturas el conocimiento del misterio oculto y ayudarles a
hacer surgir de su propia tradición viva expresiones originales de vida, de
celebración y de pensamiento cristianos. Se recordará a menudo dos cosas:
-
- - por una parte, el Mensaje
evangélico no se puede pura y simplemente aislarlo de la cultura en la que está
inserto desde el principio (el mundo bíblico, y más concretamente el medio
cultural en el que vivió Jesús de Nazaret); ni tampoco, sin graves pérdidas,
podrá ser aislado de las culturas en las que ya se ha expresado a lo largo de
los siglos; dicho Mensaje no surge de manera espontánea en ningún "humus"
cultural; se transmite siempre a través de un diálogo apostólico que está
inevitablemente inserto en un cierto diálogo de culturas;
-
- - por otra parte, la fuerza
del Evangelio es en todas partes transformadora y regeneradora. Cuando penetra
una cultura, ¿quién puede sorprenderse de que cambien en ella no pocos
elementos?
No habría catequesis si fuere el Evangelio el que hubiera de cambiar en contacto
con las culturas.
-
- En ese caso ocurría sencillamente lo que San Pablo
llama, con una expresión muy fuerte, "reducir a nada la cruz de Cristo".
-
- Otra cosa sería tomar como punto de arranque, con
prudencia y discernimiento, elementos -religiosos o de otra índole- que forman
parte del patrimonio cultural de un grupo humano para ayudar a las personas a
entender mejor la integridad del misterio cristiano. Los catequistas auténticos
saben que la catequesis " se encarna" en las diferentes culturas y ambientes:
baste pensar en la diversidad tan grande de los pueblos, en los jóvenes de
nuestro tiempo, en las circunstancias variadísimas en que hoy día se encuentran
las gentes; pero no aceptan que la catequesis se empobrezca por abdicación o
reducción de su mensaje, por adaptaciones, aun de lenguaje, que comprometan el
"buen depósito" de la fe, o por concesiones en materia de fe o de moral; están
convencidos de que la verdadera catequesis acaba por enriquecer a esas culturas,
ayudándolas a superar los puntos deficientes o incluso inhumanos que hay en
ellas y comunicando a sus valores legítimos la plenitud de Cristo.
-
-
-
- Aportaciones de las devociones populares
-
- 54 Otra cuestión de método concierne a la
valorización, mediante la enseñanza catequética, de los elementos válidos de la
piedad popular. Pienso en las devociones que en ciertas regiones practica el
pueblo fiel con un fervor y una rectitud de intención conmovedores, aun cuando
en muchos aspectos haya que purificar, o incluso rectificar, la fe en que se
apoyan. Pienso en ciertas oraciones fáciles de entender y que tantas gentes
sencillas gustan de repetir.
-
- Pienso en ciertos actos de piedad practicados con
deseo sincero de hacer penitencia o de agradar al Señor. En la mayor parte de
esas oraciones o de esas prácticas, junto a elementos que se han de eliminar,
hay otros que, bien utilizados, podrían servir muy bien para avanzar en el
conocimiento del misterio de Cristo o de su mensaje: el amor y la misericordia
de Dios, la Encarnación de Cristo, su cruz redentora y su resurrección, la
acción del Espíritu en cada cristiano y en la Iglesia, el misterio del más allá,
la práctica de las virtudes evangélicas, la presencia del cristiano en el mundo,
etc. ¿Y por qué motivo íbamos a tener que utilizar elementos no cristianos
-incluso anticristianos- rehusando apoyarnos en elementos que, aun necesitando
revisión y rectificación, tienen algo cristino en su raíz?
-
-
-
- Memorización
-
- 55 La última cuestión metodológica que conviene al
menos subrayar -más de una vez se hizo alusión a ella en el Sínodo- es la
memorización. Los comienzos de la catequesis cristiana, que coincidieron con una
civilización eminentemente oral, recurrieron muy ampliamente a la memorización.
Y la catequesis ha conocido una larga tradición de aprendizaje por la memoria de
las principales verdades. Todos sabemos que este método puede presentar ciertos
inconvenientes: no es el menor el de presentarse a una asimilación insuficiente,
a veces casi nula, reduciéndose todo el saber a fórmulas que se repiten sin
haber calado en ellas.
-
- Estos inconvenientes, unidos a las características
diversas de nuestra civilización, han llevado aquí y allí a la supresión casi
total -definitiva, por desgracia, según algunos- de la memorización en la
catequesis. Y, sin embargo, con ocasión de la IV Asamblea general del Sínodo, se
han hecho oír voces muy autorizadas para reequilibrar con buen criterio la parte
de la reflexión y de la espontaneidad, del diálogo y del silencio, de los
trabajos escritos y de la memoria. Por otra parte, determinadas culturas tienen
en gran aprecio la memorización.
-
- ¿Por qué mientras en la enseñanza profana de ciertos
países se elevan críticas cada vez más numerosas contra las lamentables
consecuencias que se siguen del menosprecio de esa facultad humana que es la
memoria, por qué no tratar de revalorizarla en la catequesis de manera
inteligente y aun original, tanto más cuanto la celebración o "memoria" de los
grandes acontecimientos de la historia de la salvación exige que se tenga un
conocimiento preciso?
-
- Una cierta memorización de las palabras de Jesús, de
pasajes bíblicos importantes, de los diez mandamientos, de fórmulas de profesión
de fe, de textos litúrgicos, de algunas oraciones esenciales, de nociones-clave
de la doctrina..., lejos de ser contraria a la dignidad de los jóvenes
cristianos, o de constituir un obstáculo para el diálogo personal con el Señor,
es una verdadera necesidad como lo han recordado con vigor los Padres sinodales.
-
- Hay que ser realistas. Estas flores, por así decir,
de la fe y de la piedad no brotan en los espacios desérticos de una catequesis
sin memoria. Lo esencial es que esos textos memorizados sean interiorizados y
entendidos progresivamente en su profundidad, para que sean fuente de vida
cristiana personal y comunitaria.
-
- La pluralidad de métodos en la catequesis
contemporánea puede ser signo de vitalidad y de ingeniosidad. En todo caso,
conviene que el método escogido se refiera en fin de cuentas a una ley
fundamental para toda la vida de la Iglesia: la fidelidad a Dios y la fidelidad
al hombre, en una misma actitud de amor.
-
-
-
- VIII LA ALEGRIA DE LA FE ENE UN MUNDO DIFICIL
-
-
- Afirmar la identidad cristiana...
-
- 56 Vivimos en un mundo difícil donde la angustia de
ver que las mejores realizaciones del hombre se le escapan y se vuelven contra
él, crea un clima de incertidumbre. Es en este mundo donde la catequesis debe
ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, "luz" y
"sal". Ello exige que la catequesis les dé firmeza en su propia identidad y que
se sobreponga sin cesar a las vacilaciones, incertidumbres y desazones del
ambiente. Entre otras muchas dificultades, que son otros tantos desafíos para la
fe, pongo de relieve algunas para ayudar a la catequesis a superarlas.
-
-
-
- ... en un mundo indiferente...
-
- 57 Se habla mucho, hace algunos años, de un mundo
secularizado, de una era postcristiana. la moda pasa... Pero permanece una
realidad profunda. Los cristianos de hoy deben ser formados para vivir en un
mundo que ampliamente ignora a Dios o que, en materia religiosa, en lugar de un
diálogo exigente y fraterno, estimulante para todos, cae muy a menudo en un
indiferentismo nivelador, cuando no se queda en una actitud menospreciativa de
"suspicacia" en nombre de sus progresos en materia de "explicaciones"
científicas.
-
- Para "entrar" en este mundo, para ofrecer a todos un
"diálogo de salvación" donde cada uno se siente respetado en su dignidad
fundamental, la de buscador de Dios, tenemos necesidad de una catequesis que
enseñe a los jóvenes y a los adultos de nuestras comunidades a permanecer lúcidos y coherentes en su fe, a afirmar serenamente su identidad cristiana y
católica, a "ver lo invisible" y a adherirse de tal manera al absoluto de Dios
que puedan dar testimonio de El en una civilización materialista que lo niega.
-
-
-
- ... con la pedagogía original de la fe
-
- 58 La originalidad irreductible de la identidad
cristiana tiene como corolario y condición una pedagogía no menos original de la
fe. Entre las numerosas y prestigiosas ciencias del hombre que han progresado
enormemente en nuestros días, la pedagogía es ciertamente una de las más
importantes. Las conquistas de las otras ciencias -biología, psicología,
sociología- le ofrecen aportaciones preciosas. La ciencia de la educación y el
arte de enseñar son objeto de continuos replanteamientos con miras a una mejor
adaptación o a una mayor eficacia, con resultados por lo demás desiguales.
-
- Pues bien, también hay una pedagogía de la fe y nunca
se ponderará bastante lo que ésta pude hacer en favor de la catequesis. En
efecto, es cosa normal adaptar, en beneficio de la educación de la fe, las
técnicas perfeccionadas y comprobadas de la educación en general. Sin embargo,
es importante tener en cuenta en todo momento la originalidad fundamental de la
fe.
-
- Cuando se habla de pedagogía de la fe, no se trata de
transmitir un saber humano, aun el más elevado; se trata de comunicar en su
integridad de Revelación de Dios. Ahora bien, Dios mismo, a lo largo de toda la
historia sagrada y principalmente en el Evangelio, se sirvió de una pedagogía
que debe seguir siendo el modelo de la pedagogía de la fe. En catequesis, una
técnica tiene valor en la medida en que se pone al servicio de la fe que se ha
de transmitir y educar, en caso contrario, no vale.
-
-
- Lenguaje adaptado al servicio del Credo
-
- 59 Un problema, próximo al anterior, es el del
lenguaje. Todos saben la candente actualidad de este tema. ¿No es paradójico
constatar también que los estudios contemporáneos, en el campo de la
comunicación, de la semántica y de la ciencia de los símbolos, por ejemplo, dan
una importancia notable al lenguaje; más por otra parte, el lenguaje es
utilizado abusivamente hoy al servicio de la mistificación ideológica, de la
masificación del pensamiento y de la reducción del hombre al estado de objeto?
-
- Todo eso influye notablemente en el campo de la
catequesis. En efecto, ésta tiene el deber imperioso de encontrar el lenguaje
adaptado a los niños y a los jóvenes de nuestro tiempo en general, y a otras
muchas categorías de personas: lenguaje de los estudiantes, de los
intelectuales, de los hombres de ciencia, lenguaje de los analfabetos o de las
personas de cultura primitiva; lenguaje de los minusválidos, etc. San Agustín se
encontró ya con ese problema y contribuyó a resolverlo para su época con su
famosa obra "De catechizandis rudibus".
-
- Tanto en catequesis como en teología, el tema del
lenguaje es sin duda alguna primordial. Pero no está de más recordarlo aquí: la
catequesis no puede aceptar ningún lenguaje que, bajo el pretexto que sea, aun
supuestamente científico, tenga como resultado desvirtuar el contenido del
Credo. Tampoco es admisible un lenguaje que enseñe o seduzca. Al
contrario, la ley suprema es que los grandes progresos realizados en el campo de
la ciencia del lenguaje han de poder ser utilizados por la catequesis para que
ésta pueda "decir" o "comunicar" más fácilmente al niño, al adolescente, a los
jóvenes y a los adultos de hoy todo su contenido doctrinal sin deformación.
-
-
-
- Búsqueda y certeza de la fe
-
- 60 Un desafío muy sutil viene algunas veces del modo
mismo de entender la fe. Ciertas escuelas filosóficas contemporáneas que parecen
ejercer gran influencia en algunas corrientes teológicas, y, a través de ellas,
en la práctica pastoral, acentúan de buen grado, que la actitud humana
fundamental es la de una búsqueda sin fin, una búsqueda que no alcanza nunca su
objeto. En teología, este modo de ver las cosas afirmará muy categóricamente que
la fe no es una certeza sino un interrogante, no es una claridad sino un salto
en la oscuridad.
-
- Estas corrientes de pensamiento, no cabe duda, tienen
la ventaja de recordarnos que la fe dice relación a cosas que no se poseen
todavía, puesto que se las espera, que todavía no se ven más que "en un espejo y
oscuramente" y que Dios habita una luz inaccesible. Nos ayudan a no hacer de la
fe cristiana una actitud de instalado, sino una marcha hacia adelante, como la
de Abraham. Con mayor razón conviene evitar el presentar como ciertas las cosas
que no lo son.
-
- Con todo, no hay que caer en el extremo opuesto, como
sucede con demasiada frecuencia. La misma carta a los Hebreos dice que "la fe es
la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de las realidades que no se
ven". Si no tenemos la plena posesión, tenemos una garantía y una prueba.
-
- En la educación de los niños, de los adolescentes y
de los jóvenes, no les demos un concepto totalmente negativo de la fe -como un
no-saber absoluto, una especie de ceguera, un mundo de tinieblas-, antes bien,
sepamos mostrarles que la búsqueda humilde y valiente del creyente, lejos de
partir de la nada, de meras ilusiones, de opiniones falibles y de
incertidumbres, se funda en la Palabra de Dios que ni se engaña ni engaña, y se
construye sin cesar sobre la roca inamovible de esa Palabra. En la búsqueda de
los Magos a merced de una estrella, búsqueda a propósito de la cual Pascal,
recogiendo un pensamiento de San Agustín escribía en términos muy profundos: "No
me buscarías si no me hubieras encontrado".
-
- Finalidad de la catequesis es también dar a los
jóvenes catecúmenos aquellas certezas, sencillas pero sólidas, que les ayuden a
buscar cada vez más y mejor, el conocimiento del Señor.
-
-
- Catequesis y teología
-
- 61 En este contexto, me parece importante que se
comprenda bien la correlación existente entre catequesis y teología.
-
- Esta correlación es evidentemente profunda y vital
para quien comprende la misión irreemplazable de la teología al servicio de la
fe. Nada tiene de extraño que toda conmoción en el campo de la teología provoque
repercusiones igualmente en el terreno de la catequesis. Ahora bien, en este
inmediato post-concilio, la Iglesia vive un momento importante pero arriesgado
de investigación teológica. Y lo misma habría que decir de la hermenéutica en
exégesis.
-
- Padres sinodales provenientes de todos los
continentes han abordado la cuestión con un lenguaje muy neto: han hablado de un
"equilibrio inestable" que amenaza con pasar de la teología a la catequesis, y
han señalado la necesidad de atajar este mal. El Papa Pablo VI había abordado
personalmente el problema, con términos no menos netos, en la introducción a su
solemne Profesión de Fe y en la Exhortación Apostólica que conmemoró el V
aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
-
- Conviene insistir nuevamente en este punto.
Conscientes de la influencia que sus investigaciones y afirmaciones ejercen en
la enseñanza catequética, los teólogos y los exegetas tienen el deber de estar
muy atentos para no hacer pasar por verdades ciertas lo que, por el contrario,
pertenece al ámbito de las cuestiones opinables o discutidas entre expertos.
-
- Los catequistas tendrán a su vez el buen criterio de
recoger en el campo de la investigación teológica lo que pueda iluminar su
propia reflexión y su enseñanza, acudiendo como los teólogos a las verdaderas
fuentes, a la luz del Magisterio. Se abstendrán de turban el espíritu de los
niños y de los jóvenes, en esa etapa de su catequesis, con teorías extrañas,
problemas fútiles o discusiones estériles, muchas veces fustigadas por San Pablo
en sus cartas pastorales.
-
- El don más precioso que la Iglesia puede ofrecer al
mundo de hoy, desorientado e inquieto, es el formar unos cristianos firmes en lo
esencial y humildemente felices en su fe. La catequesis les enseñará esto y
desde el principio sacará su provecho: "El hombre que quiere comprenderse hasta
el fondo a sí mismo- no solamente según criterios y medidas del propio ser
inmediatos, parciales a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su
inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida
y con su muerte acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en El con todo
su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la
Redención para encontrarse a sí mismo.
-
-
-
-
- IX LA TAREA NOS CONCIERNE A TODOS
-
-
- Aliento a todos los responsables
-
- 62 Ahora, Hermanos e Hijos queridísimos, quisiera que
mis palabras, concebidas como una grave y ardiente exhortación de mi ministerio
de Pastor de la Iglesia universal, enardecieran vuestros corazones a la manera
de las cartas de San Pablo a sus compañeros de Evangelio Tito y Timoteo, a la
manera de San Agustín cuando escribía al diácono Deogracias, desalentado sobre
el gozo de catequizar. ¡Sí, quiero sembrar pródigamente en el corazón de todos
los responsables, tan numerosos y diversos, de la enseñanza religiosa y del
adiestramiento en la vida según el Evangelio, el valor, la esperanza y el
entusiasmo!.
-
-
-
- Obispos
-
- 63 Me dirijo ante todo a vosotros mis Hermanos
Obispos: el Concilio Vaticano II ya os recordó explícitamente vuestra tarea en
el campo catequético, y los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo lo
subrayaron expresamente.
-
- En el campo de la catequesis tenéis vosotros,
queridísimos Hermanos, una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois
los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia.
Lleváis también con el Papa en el espíritu de la colegialidad episcopal, el peso
de la catequesis en la Iglesia entera. permitid, pues que os hable con el
corazón en la mano.
-
- Sé que el ministerio episcopal que tenéis encomendado
es cada día más complejo y abrumador. Os requieren mil compromisos, desde la
formación de nuevos sacerdotes, a la presencia activa en medio de las
comunidades de fieles, desde la celebración viva y digna del culto y de los
sacramentos, a la solicitud por la promoción humana y por la defensa de los
derechos del hombre. Pus bien, ¡que la solicitud pro promover una catequesis
activa y eficaz no ceda en nada a cualquier otras preocupación!.
-
- Esta solicitud os llevará a transmitir personalmente
a vuestros fieles la doctrina de vida. pero debe llevaros también a haceros
cargo en vuestras diócesis, en conformidad con los planes de la Conferencia
episcopal a la que pertenecéis, de la alta dirección de la catequesis,
rodeándoos de colaboradores competentes y dignos de confianza. Vuestro cometido
principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera
mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización
adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos,
así como de los recursos necesarios.
-
- Tened la seguridad de que, si funciona bien la
catequesis en las Iglesias locales, todo el resto resulta más fácil. Por lo
demás -¿hace falta decíroslo?- vuestro celo os impondrá eventualmente la tarea
ingrata de denunciar desviaciones y corregir errores, pero con mucha mayor
frecuencia os deparará el gozo y el consuelo de proclamar la sana doctrina y de
ver cómo florecen vuestras Iglesias gracias a la catequesis impartida como
quiere el Señor.
-
-
-
- Sacerdotes
-
- 64 En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un
campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros Obispos. El
Concilio os ha llamado "educadores de la fe": ¿Cómo serlo más cabalmente que
dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades
en la fe? Lo mismo si tenéis un cargo parroquial que si sois capellanes en una
escuela, instituto o universidad, si sois responsables de la pastoral a
cualquier nivel o animadores de pequeñas o grandes comunidades, pero sobre todo
de grupos de jóvenes, la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer
con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada.
-
- Los diáconos y demás ministros que pueda haber en
torno vuestro son vuestros cooperadores natos. Todos los creyentes tienen
derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla. A las
autoridades civiles pediremos siempre que respeten la libertad de la enseñanza
catequética; a vosotros, ministros de Jesucristo, os suplico con todas mis
fuerzas: no permitáis que, por una cierta falta de celo, como consecuencia de
alguna idea inoportuna, preconcebida, los fieles queden sin catequesis. QUe no
se pueda decir: "los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta".
-
-
-
- Religiosos y religiosas
-
- 65 Muchas familias religiosas masculinas y femeninas
nacieron para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes,
principalmente los más abandonados. En el decurso de la historia, los religiosos
y las religiosas se han encontrado muy comprometidos en la actividad catequética
de la Iglesia, llevando a cabo un trabajo particularmente idóneo y eficaz. En un
momento en que se quiere intensificar los vínculos entre los religiosos y los
pastores y, en consecuencia, la presencia activa de las comunidades religiosas y
de sus miembros en los proyectos pastorales de las Iglesias locales, os exhorto
de todo corazón a vosotros, que en virtud de la consagración religiosa debéis
estar aún más disponibles para servir a la Iglesia, a prepararos lo mejor
posible para la tarea catequética, según las distintas vocaciones de vuestros
institutos y las misiones que os han sido confiadas, llevando a todas partes
esta preocupación. ¡Que las comunidades dediquen el máximo de sus capacidades y
de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis!.
-
-
-
- Catequistas laicos...
-
- 66 En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias
a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres,
que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas
generaciones de niños. Vuestras actividad, con frecuencia humilde y oculta, mas
ejercida siempre con celo ardientes y generosos, en una forma eminente de
apostolado seglar, particularmente importante, allí donde, por distintas
razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación
religiosa conveniente. En efecto, ¿cuántos de nosotros hemos recibido de
personas como vosotros las primeras nociones de catecismo y la preparación para
el sacramentos de la reconciliación, para la primera comunión y para la
confirmación? La IV Asamblea general del Sínodo no os ha olvidado. Con ella os
animo a proseguir vuestra colaboración en la vida de la Iglesia.
-
- Pero el título de "catequista" se aplica por
excelencia a los catequistas de tierras de misión. Habiendo nacido de familias
ya cristianas o habiéndose convertido un día al cristianismo e instruidos por
los misioneros o por otros catequistas, consagran luego su vida, durante largos
años, a catequizar a los niños y adultos de sus países. Sin ellos no se habrían
edificado Iglesias hoy día florecientes.
-
- Me alegro de los esfuerzos realizados por la Sagrada
Congregación para la Evangelización de los Pueblos con miras a perfeccionar cada
vez más la formación de esos catequistas. Evoco con reconocimiento la memoria de
aquellos a quienes el Señor llamó ya a Sí. Pido la intercesión de aquellos a
quienes mis predecesores elevaron a la gloria de los altares. Aliento de todo
corazón a los que ahora están entregados a esa obra. Deseo que otros muchos los
releven y que su número se acreciente en favor de una obra tan necesaria para la
misión.
-
-
-
- ... en parroquia...
-
- 67 Quiero evocar ahora el marco concreto en que actúan
habitualmente todos estos catequistas, volviendo todavía de manera más sintética
sobre los "lugares" de la catequesis, algunos de los cuales han sido ya evocados
en el capítulo VI: parroquia, familia, escuela y movimiento.
-
- Aunque es verdad que se puede catequizar en todas
partes, quiero subrayar -conforme al deseo de muchísimos Obispos- que la
comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar
privilegiado. Ciertamente en muchos países, la parroquia ha sido como sacudida
por el fenómeno de la urbanización. Algunos quizás han aceptado demasiado
fácilmente que la parroquia sea considerada como sobrepasada, si no destinada a
la desaparición, en beneficio de pequeñas comunidades más adaptadas y más
eficaces.
-
- Quiérase o no, la parroquia sigue siendo una
referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no
practicantes. El realismo y la cordura piden, pues, continuar dando a la
parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo un nuevo
impulso gracias a la integración creciente de miembros cualificados,
responsables y generosos.
-
- Dicho esto, y teniendo en cuenta la necesaria
diversidad de lugares de catequesis, en la misma parroquia, en las familias que
acogen a niños o adolescentes, en las capellanías de las escuelas estatales, en
las instituciones escolares católicas, en los movimientos de apostolado que
conservan unos tiempos catequéticos, en centros abiertos a todos los jóvenes, en
fines de semana de formación espiritual, etc., es muy conveniente que todos
estos canales catequéticos converjan realmente hacia una misma confesión de fe,
hacia una misma pertenencia a la Iglesia, hacia unos compromisos en la sociedad
vividos en el mismo espíritu evangélico: "... un solo Señor, una sola fe, un
solo bautismo, un solo Dios y Padre...".
-
- Por esto, toda parroquia importante y toda agrupación
de parroquias numéricamente más reducidas tienen el grave deber de formar
responsables totalmente entregados a la animación catequética -sacerdotes,
religiosos, religiosas y seglares-, de prever el equipamiento necesario para una
catequesis bajo todos sus aspectos, de multiplica y adaptar los lugares de
catequesis en la medida que sea posible y útil, de velar por la cualidad de la
formación religiosa y por la integración de distintos grupos en el cuerpo
eclesial.
-
- En una palabra, sin monopolizar y sin uniformar, la
parroquia sigue siendo, como he dicho, el lugar privilegiado de la catequesis.
Ella debe encontrar su vocación, el ser una casa de familia, fraternal y
acogedora, donde los bautizados y los confirmados toman conciencia de ser pueblo
de Dios. Allí, el pan de la buena doctrina y el pan de la Eucaristía son
repartidos en abundancia en el marco de un solo acto de culto; desde allí son
enviados cada día a su misión apostólica en todas las obras de la vida del
mundo.
-
-
- ... en familia...
-
- 68 La acción catequética de la familia tiene un
carácter peculiar y en cierto sentido insustituible, subrayado con razón por la
Iglesia, especialmente por el Concilio Vaticano II. Esta educación en la fe,
impartida por los padres -de debe comenzar desde la más tierna edad de los
niños- se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a
crecer en la fe por medio de sus testimonio de vida cristiana, a menudo
silencioso, mas perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según
el Evangelio.
-
- Será más señalada cuando, al ritmo de los
acontecimientos familiares -tales como la recepción de los sacramentos, la
celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión
de un luto- se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso
de esos acontecimientos. Pero es importante ir más allá: los padres cristianos
han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbito familiar la formación más
metódica recibida en otro tiempo.
-
- El hecho de que estas verdades sobre las principales
cuestiones de la fe de la vida cristina sean así transmitidas en un ambiente
familiar impregnado de amor y respeto permitirá muchas veces que deje en los
niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres
aprovechen el esfuerzo que esto le supone, porque en un diálogo catequético de
este tipo cada uno recibe y da.
-
- La catequesis familiar precede, pues, acompaña y
enriquece toda otra forma de catequesis. Además, en los lugares donde una
legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o
donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de
resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia
doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una
auténtica catequesis.
-
- Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos
por prepararse a este ministerio de catequistas de sus propios hijos y por
ejercerlo con celo infatigable. Y es preciso alentar igualmente a las personas o
instituciones que, por medio de contactos personales, encuentros o reuniones y
toda suerte de medios pedagógicos, ayudan a los padres a cumplir su cometido:
el servicio que prestan a la catequesis es inestimable.
-
-
-
- ... en la escuela...
-
- 69 Al lado de la familia y en colaboración con ella,
la escuela ofrece a la catequesis posibilidades no desdeñables. En los países,
cada vez más escasos por desgracia, donde es posible dar dentro del marco escolar
una educación en la fe, la Iglesia tiene el deber de hacerlo lo mejor posible.
Esto se refiere, ante todo, a la escuela católica: ¿Seguiría mereciendo este
nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en la materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o
desviación en la educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará
siempre implícitamente o de manera indirecta!.
-
- El carácter propio y la razón profunda de la escuela
católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es
precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de
los alumnos. Si es verdad que las instituciones católicas deben respetar la
libertad de conciencia, es decir, evitar cargar sobre ella desde fuera, por
presiones físicas o morales, especialmente en lo que concierne a los actos
religiosos de los adolescentes, no lo es menos que tienen el grave deber de
ofrecer una formación religiosa adaptada a las situaciones con frecuencia
diversas de los alumnos, y también hacerles comprender que la llamada de Dios a
servirle en espíritu y en verdad, según los mandamientos de Dios y los preceptos
de la Iglesia, sin constreñir al hombre, no lo obliga menos en conciencia.
-
- Pero me refiero también a la escuela no confesional y
a la estatal. Expreso el deseo ardiente de que, respondiendo a un derecho claro
de la persona humana y de las familias y en el respeto de la libertad religiosa
de todos, sea posible a todos los alumnos católicos el progresar en su formación
espiritual con la ayuda de una enseñanza religiosa que dependa de la Iglesia,
pero que, según los países, pueda ser ofrecida a la escuela o en el ámbito de la
escuela, o más aún en el marco de un acuerdo con los poderes públicos sobre los
programas escolares, si la catequesis tiene lugar solamente en la parroquia o en
otro centro pastoral.
-
- En efecto, donde hay dificultades objetivas, por
ejemplo, cuando los alumnos son de religiones distintas, conviene ordenar los
horarios escolares de cara a permitir a los católicos que profundicen su fe y su
experiencia religiosa, con unos educadores cualificados, sacerdotes o laicos.
-
- Ciertamente, muchos elementos vitales además de
la
escuela contribuyen a influenciar la mentalidad de los jóvenes: asueto, medio
social, medio laboral. Pero los que han realizado estudios están fuertemente
señalados por ellos, iniciados a unos valores culturales o morales aprendidos
en el clima de la institución de enseñanza, interpelados por múltiples ideas
recibidas en la escuela: conviene que la catequesis tenga muy en cuenta esta
escolarización para alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de
la educación, a fin de que el Evangelio impregne la mentalidad de los alumnos en
el terreno de su formación y que la armonización de su cultura se logre a la luz
de la fe.
-
- Aliento, pues, a los sacerdotes, religiosos,
religiosas y seglares que se ocupen de ayudar a estos alumnos en el plano de la
fe. Por lo demás, es el momento de declarar aquí mi firme convicción de que el
respeto demostrado a la fe católica de los jóvenes, incluso facilitando su
educación, arraigo, consolidación, libre profesión y práctica, honraría,
ciertamente a todo Gobierno, cualquiera que sea el sistema en que se basa o la
ideología en que se inspira.
-
-
-
- ... en los movimientos
-
- 70 Reciban finalmente mi palabra de aliento las
asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles que se dedican a la práctica
de la piedad, al apostolado, a la caridad y a la asistencia, a la presencia
cristiana en las realidades temporales. Todos ellos alcanzarán tanto mejor sus
objetivos propios y servirán tanto mejor a la Iglesia, cuanto más importante sea
el espacio que dediquen, en su organización interna y en su método de acción, a
una seria formación religiosa de sus miembros. En este sentido, toda asociación
de fieles en la Iglesia debe ser, por definición, educadora de la fe.
-
- Así aparece más ostensiblemente la parte que corresponde
hoy a los seglares en la catequesis, siempre bajo la dirección
pastoral de sus Obispos, como en otra parte han subrayado en varias ocasiones
las Proposiciones formuladas por el Sínodo.
-
-
- Institutos de formación
-
- 71 Esta contribución de los seglares, por el cual
hemos de estar reconocidos al Señor, constituye al mismo tiempo un reto a nuestra
responsabilidad de Pastores. En efecto, esos catequistas seglares deben recibir
una formación esmerada para lo que es, si no un ministerio formalmente instituido, sí al menos una función de altísimo relieve en la Iglesia. Ahora
bien, esa formación nos invita a organizar Centros e Instituciones idóneos,
sobre los que los Obispos mantendrán una atención constante.
-
- Es un campo en el que una colaboración diocesana,
interdiocesana e incluso nacional se revela fecunda y fructuosa. Aquí,
igualmente, es donde podrán manifestar su mayor eficacia la ayuda material
ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto,
¿es que puede una Iglesia hacer en favor de otra algo mejor que ayudarla a crece
por sí misma como Iglesia?.
-
- A todos los que trabajan generosamente al servicio
del Evangelio y a quienes he expresado aquí mis vivos alientos, quisiera
recordar una consigna muy querida a mi venerado predecesor Pablo VI:
"Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer ... la imagen ... de hombres adultos
en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la
búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la
evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la
Iglesia. He aquí una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo".
-
-
-
- CONCLUSION
-
-
- El Espíritu Santo Maestro interior
-
- 72 Al final de esta Exhortación Apostólica, la mirada
se vuelve hacia Aquél que es el principio inspirador de toda la obra catequética
y de los que la realizan: el Espíritu del Padres y del Hijo: el Espíritu Santo.
-
- Al exponer la misión que tendría este Espíritu en la
Iglesia, Cristo utiliza estas palabras significativas: "El os lo enseñará o os
traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho". Y añade: "Cuando viniere Aquél,
el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa..., os comunicará las
cosas venideras".
-
- El Espíritu es, pues, prometido a la Iglesia y a cada
fiel como un Maestro interior que, en la intimidad de la conciencia y del
corazón, hace comprender lo que se había entendido, pero que no se había sido
capaz de captar plenamente. "El Espíritu Santo desde ahora instruye a los fieles
-decía a este respecto San Agustín- según la capacidad espiritual de cada uno. Y
él enciende en sus corazones un deseo más vivo en la media en la que cada uno
progresa en esta caridad que le hace amar lo que ya conocía y desear lo que
todavía no conocía".
-
- Además, misión del Espíritu es también transformar a
los discípulos en testigos de Cristo: "El dará testimonio de mí y vosotros
daréis también testimonio".
-
- Más aún. Para San Pablo, que sintetiza en este punto
una teología latente en todo el Nuevo Testamento, la vida según el Espíritu, es
todo el "ser cristiano", toda la vida cristiana, la vida nueva de los hijos de
Dios. Sólo el Espíritu nos permite llamar a Dios: "Abba, Padre". Sin el Espíritu
no podemos decir: "Jesús es el Señor".
-
- Del Espíritu proceden todos los carismas que edifican
la Iglesia, comunidad de cristianos. En este sentido San Pablo da a cada
discípulo de Cristo esta consigna: "Llenaos del Espíritu". San Agustín es muy
explícito: "El hecho de creer y de obrar bien son nuestros como consecuencia de
la libre elección de nuestra voluntad, y sin embargo uno y otro son un don que
viene del Espíritu de fe y de Caridad".
-
- La catequesis, que es crecimiento en la fe y
maduración de la vida cristiana hacia la plenitud, es pos consiguiente una obra
del Espíritu Santo, obra que sólo El puede suscitar y alimentar en la Iglesia.
-
- Esta constatación, sacada de la lectura de los textos
citados más arriba, y de otros muchos pasajes del Nuevo Testamento, nos lleva a
dos convicciones.
-
- Ante todo está claro que la Iglesia, cuando ejerce su
misión catequética -como también cada cristiano que la ejerce en la Iglesia y en
nombre de la Iglesia- debe ser muy consciente de que actúa como instrumento vivo
y dócil del Espíritu Santo. Invocar, constantemente este Espíritu, estar en
comunión con El, esforzarse en conocer sus auténticas inspiraciones debe ser la
actitud de la Iglesia docente y de todo catequista.
-
- Además, es necesario que el deseo profundo de
comprender mejor la acción del Espíritu y de entregarse más a él -dado que
"nosotros vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu", como observaba mi Predecesor Pablo VI en su Exhortación Apostólica "Evangelii
nuntiandi"- provoca un despertar catequético. En efecto, la "renovación en el
Espíritu" será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no
tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios, cuanto si conduce
al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde,
paciente, y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar
testimonio de El.
-
- Yo invoco ahora sobre la Iglesia catequizadora este
Espíritu del Padres y del Hijo, y le suplicamos que renueve en esta Iglesia el
dinamismo catequético.
-
-
-
- María, madre y modelo de discípulo
-
- 73 Que la Virgen de Pentecostés nos lo obtenga con su
intercesión. Por una vocación singular, ella vio a su Hijo Jesús "crecer en
sabiduría, eda dy gracia". En su regazo y luego escuchándola, a lo largo de la
vida oculta en Nazaret, este Hijo, que era el Unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad, ha sido formado por ella en el conocimiento humano de las
Escrituras y de la historia del designio de Dios sobre su Pueblo, en la
adoración al Padre.
-
- Por otra parte, ella ha sido la primera de sus
discípulos: primera en el tiempo, pues ya al encontrarle en el Templo, recibe de
su Hijo adolescente unas lecciones que conserva en su corazón; la primera, sobre
todo, porque nadie ha sido enseñado por Dios con tanta profundidad: "Madre y a
la vez discípula", decía de ella San Agustín, añadiendo atrevidamente que esto
fue para ella más importante que lo otro. No sin razón en el Aula Sinodal se
dijo de María que es "un catecismo viviente", "madre y modelo de los
catequistas".
-
- Quiera, pues, la presencia del Espíritu Santo, por
intercesión de María, conceder a la Iglesia un impulso creciente en la obra
catequética que le es esencial. Entonces la Iglesia realizará con eficacia, en
esta hora de gracia, la misión inalienable y universal recibida de su Maestro:
"Id, pues, enseñad a todas las gentes".
-
- Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 16 de octubre
del año 1979, segundo de pontificado.