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- EXHORTACION APOSTOLICA
- DE SU SANTIDAD
- JUAN PABLO II
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- AL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES
- DE TODA LA IGLESIA SOBRE LA MISION DE
- LA FAMILIA CRISTIANA EN EL MUNDO ACTUAL
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- INTRODUCCION
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- La Iglesia, al servicio de la familia
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- 1. LA FAMILIA, en los tiempos modernos,
institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas
viven esta situación permaneciendo fieles a os valores que constituyen el
fundamento de la institución familiar. Otras se sientes inciertas y desanimadas
de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al
significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin,
a causa de diferentes situaciones de injusticia se ven impedidas para realizar
sus derechos fundamentales.
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- La Iglesia, consciente de que el matrimonio y la
familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad, quiere
hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que, conociendo ya el valor
del matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente; a todo aquel que, en
medio de la incertidumbre o de la ansiedad, busca la verdad y a todo aquel que
se ve injustamente impedido para vivir con libertad en propio proyecto familiar.
Sosteniendo a los primeros, iluminando a los segundos y ayudando a los demás, la
Iglesia ofrece su servicio a todo hombre preocupado por los destinos del
matrimonio y de la familia.
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- De manera especial se dirige a los jóvenes que están
para emprender su camino hacia el matrimonio y la familia, con el fin de
abrirles nuevos horizontes, ayudándoles a descubrir la belleza y la grandeza de
la vocación al amor y al servicio de la vida.
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- El Sínodo de 1980 continuación de los Sínodos anteriores
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- 2. Una señal de este profundo interés de la Iglesia
por la familia ha sido el último Sínodo de los Obispos, celebrado en Roma del 26
de septiembre al 25 de octubre de 1980. Fue continuación natural de los
anteriores. En efecto, la familia cristiana es la primera comunidad llamada a
anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la
plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y
catequesis.
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- Es más, el reciente Sínodo conecta idealmente, en
cierto sentido, con el que abordó el tema del sacerdocio ministerial y de la
justicia en el mundo contemporáneo. Efectivamente, en cuanto comunidad
educativa, la familia debe ayudar al hombre a discernir la propia vocación y a
poner todo el empeño necesario en orden a una mayor justicia, formándolo desde
el principio para unas relaciones interpersonales rica sen justicia y amor.
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- Los Padres Sinodales, al concluir su Asamblea me
presentaron una larga lista de propuestas, en las que recogían los frutos de las
reflexiones hechas durante las intensas jornadas de trabajo, a la vez que me
pedían, con voto unánime, que me hiciera intérprete ante la humanidad de la viva
solicitud de la Iglesia en favor de la familia, dando oportunas indicciones para
un renovado empeño pastoral en este sector fundamental de la vida humana y
eclesial.
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- Al recoger tal deseo mediante la presente
Exhortación, como una actuación peculiar del ministerio apostólico que se me ha
encomendado, quiero expresar mi gratitud a todos los miembros del Sínodo por la
preciosa contribución en doctrina y experiencia que han ofrecido, sobre todo con
sus "propositiones", cuyo texto he confiado al Pontificio Consejo para la
Familia, disponiendo que haga un estudio profundo de las mismas, a fin de
valorizar todos los aspectos de las riquezas allí contenidas.
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- El bien precioso del matrimonio y de la familia
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- 3. La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a
conocer toda la verdad acerca del bien precioso del matrimonio y de la familia
acerca de sus significados más profundos, siente una vez más el deber de
anunciar el Evangelio, esto es, la "buena nueva", a todos indistintamente, en
particular a aquellos que son llamados al matrimonio y se preparan para él, a
todos los esposos y padres del mundo.
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- Está íntimamente convencida de que sólo con la
aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta
legítimamente en el matrimonio y en la familia.
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- Queridos por Dios con la misma creación, matrimonio y
familia, están internamente ordenados a realizarse en Cristo y tienen necesidad
de su gracia para ser curados de las heridas del pecado y ser devueltos "s su
principio" es decir, al conocimiento pleno y a la realización integral del
designio de Dios.
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- En un momento histórico en que la familia es objeto
de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente
de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien
de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a
todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurando su plena
vitalidad, así como su promoción humana y cristiana, contribuyendo de este modo
a la renovación de la sociedad y del mismo Pueblo de Dios.
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- PRIMERA PARTE
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- LUCES Y SOMBRAS DE LA FAMILIA EN LA ACTUALIDAD
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- Necesidad de conocer la situación
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- 4. Dado que los designios de Dios sobre el matrimonio
y la familia afectan al hombre a la mujer en su concreta existencia cotidiana,
en determinadas situaciones sociales y culturales, la Iglesia para cumplir su
servicio, debe esforzarse por conocer el contexto dentro del cual matrimonio y
familia se realizan hoy.
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- Este conocimiento constituye consiguientemente una
exigencia imprescindible de la tarea evangelizadora. En efecto, es a las
familias de nuestro tiempo a las que la Iglesia debe llevar el inmutable y
siempre nuevo Evangelio de Jesucristo; y son a su vez las familias, implicadas
en las presentes condiciones del mundo, las que están llamadas a escoger y a
vivir el proyecto de Dios sobre ellas. Es más, las exigencias y llamadas del
Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia, y
por tanto la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del
inagotable misterio del matrimonio y de la familia, incluso por las situaciones,
interrogantes, ansias y esperanzas de los jóvenes, de los esposos y de los
padres de hoy.
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- A esto hay que añadir una ulterior reflexión de
especial importancia en los tiempos actuales. No raras veces al hombre y a la
mujer de hoy día, que están en búsqueda sincera y profunda de una respuesta a
los problemas cotidianos y graves de su vida matrimonial y familiar, se les
ofrecen perspectivas y propuestas seductoras, pero que en diversa medida
comprometen la verdad y la dignidad de la persona humana. Se trata de una
ofrecimiento sostenido con frecuencia por una potente y capilar organización de
los medios de comunicación social que ponen sutilmente en peligro la libertad y
la capacidad de juzgar con objetividad.
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- Muchos son conscientes de este peligro que corre la
persona humana y trabajan en favor de la verdad. La Iglesia, con su
discernimiento evangélico, se une a ellos, poniendo a disposición su propio
servicio a la verdad, libertad y dignidad de todo hombre y mujer.
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- Discernimiento evangélico
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- 5. El Discernimiento hecho por la Iglesia se convierte
en el ofrecimiento de una orientación, a fin de que se salve y realice la verdad
y la dignidad plena del matrimonio y de la familia.
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- Tal discernimiento se lleva a cabo en el sentido de
la fe que es un don participado por el Espíritu Santo a todos los fieles. Es por
tanto obra de toda la Iglesia, según la diversidad de los diferentes dones y
carismas que junto y según la responsabilidad propia de cada uno, cooperan para
un más hondo conocimiento y actuación de la Palabra de Dios. La Iglesia,
consiguientemente, no lleva a cabo el propio discernimiento evangélico únicamente por medios de los Pastores, quiénes enseñan en nombre y con el poder
de Cristo, sino también por medio de los seglares: Cristo "los constituye sus
testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la palabra para que
la virtud del evangelio brille en la vida diaria familiar y social". Más aún,
los seglares por razón de su vocación particular tienen el cometido específico
de interpretar a la luz de Cristo la historia de este mundo, en cuanto que están
llamados a iluminar y ordenar todas las realidades temporales según el designio
de Dios Creador y Redentor.
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- El "sentido sobrenatural de la fe" no consiste sin
embargo única o necesariamente en el consentimiento de los fieles. La Iglesia,
siguiendo a Cristo, busca la verdad que no siempre coincide con la opinión de la
mayoría. Escucha a la conciencia y no al poder, en lo cual defiende a los pobres
y despreciados. La Iglesia puede recurrir también a la investigación sociológica
y estadística, cuando se revele útil para captar el contexto histórico dentro
del cual la acción pastoral debe desarrollarse y para conocer mejor la verdad;
no obstante tal investigación por sí sola no debe considerarse, sin más,
expresión del sentido de la fe.
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- Dado que es cometido del ministerio apostólico
asegurar la permanencia de la Iglesia en la verdad de Cristo e introducirla en
ella cada vez más profundamente, los Pastores deben promover el sentido de la fe
en todos los fieles, valorar y juzgar con autoridad la genuinidad de sus
expresiones, educar a los creyentes para un discernimiento evangélico cada vez
más maduro.
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- Para hacer un auténtico discernimiento evangélico en
las diversas situaciones y culturas en que el hombre y la mujer viven su
matrimonio y su vida familiar, los esposos y padres cristianos pueden y deben
ofrecer su propia e insustituible contribución. A este cometido les habilita su
carisma y don propio, el don del sacramento del matrimonio.
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- Situaciones de la familia en el mundo de hoy
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- 6. La situación en que se halla la familia presenta
aspectos positivos y aspectos negativos: signo, los unos, de la salvación de
Cristo operante en el mundo; signo, los otros, del rechazo que el hombre opone
al amor de Dios.
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- En efecto, por una parte existe una conciencia más
viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones
interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a
la procreación responsable, a la educación de los hijos; se tiene además
conciencia de la necesidad de desarrollar relaciones entre las familias, en
orden a una ayuda recíproca espiritual y material, al conocimiento de la misión
eclesial propia de la familia, a su responsabilidad en la construcción de una
sociedad más justa. Por otra parte no faltan, sin embargo, signos de preocupante
degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica
y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí: las graves ambigüedades
acerca de la relación de autoridad entre padre se hijos; las dificultades
concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los
valores; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso
cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y
propia mentalidad anticoncepcional.
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- En la base de estos fenómenos negativos está muchas
veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no
como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio
y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente
contra los demás, en orden al propia bienestar egoísta.
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- Merece también nuestra atención el hecho de que en
los Países del llamado Tercer Mundo a las familias les faltan muchas veces bien
sea los medios fundamentales para la supervivencia como son el alimento, el
trabajo, la vivienda, las medicinas, bien sea las libertades más elementales. En
cambio, en los Países más ricos, el excesivo bienestar y la mentalidad
consumística, paradójicamente unida a una cierta angustia e incertidumbre ante el
futuro, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas
vidas humanas; y así la vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición,
sino como un peligro del que hay que defenderse.
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- La situación histórica en que vive la familia se
presenta pues como un conjunto de luces y sombras.
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- Esto revela que la historia no es simplemente un
progreso necesario hacia lo mejor, sino más bien un acontecimiento de libertad,
más aún, un combate entre libertades que se oponen entre sí, es decir, según la
conocida expresión de san Agustín, un conflicto entre dos amores: el amor de
Dios llevado hasta el desprecio de sí, y el amor de sí mismo llevado hasta el
desprecio de Dios.
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- Se sigue de ahí que solamente la educación en el amor
enraizado en la fe puede conducir a adquirir la capacidad de interpretar los
"signos de los tiempos", que son la expresión histórica de este doble amor.
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- Influjo de la situación en la conciencia de los fieles
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- 7. Viviendo en un mundo así, bajo las presiones
derivadas sobre todo de los medios de comunicación social, los fieles no siempre
han sabido ni saben mantenerse inmunes del oscurecerse de los valores
fundamentales y colocarse como conciencia crítica de esta cultura familiar y
como sujetos activos de la construcción de un auténtico humanismo familiar.
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- Entre los signos más preocupantes de este fenómeno,
los Padres Sinodales han señalado en particular la facilidad del divorcio y del
recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del
matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a
"desposarse en el Señor"; la celebración del matrimonio sacramento no movidos
por una fe vivida, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que
guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del
matrimonio.
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- Nuestra época tiene necesidad de sabiduría
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- 8. Se plantea así toda la Iglesia el deber de una
reflexión y de un compromiso profundos, para que la nueva cultura que está
emergiendo sea íntimamente evangelizada, se reconozcan los verdaderos valores, se
defiendan los derechos del hombre y de la mujer y se promueva la justicia en las
estructuras mismas de la sociedad. De este modo el "nuevo humanismo" no apartará
a los hombres de su relación con Dios, sino que los conducirá a ella de manera
más plena.
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- En la construcción de tal humanismo, la ciencia y sus
aplicaciones técnicas ofrecen nuevas e inmensas posibilidades. Sin embargo, la
ciencia, como consecuencia de las opciones políticas que deciden su dirección de
investigación y sus aplicaciones, se usa a menudo contra su significado
original, la promoción de la persona humana.
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- Se hace pues necesario recuperar por parte de todos
la conciencia de la primacía de los valores morales, que son los valores de la
persona humana en cuanto tal. Volver a comprender el sentido último de la vida y
de sus valores fundamentales es el gran e importante cometido que se impone hoy
día para la renovación de la sociedad. Sólo la conciencia de la primacía de
éstos permite un uso de las inmensas posibilidades, puestas en manos del hombre
por la ciencia; un uso verdaderamente orientado como fin a la promoción de la
persona humana en toda su verdad, en su libertad y dignidad. La ciencia está
llamada a ser aliada de la sabiduría.
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- Por tanto se pueden aplicar también a los problemas
de la familia las palabras del Concilio Vaticano II: "Nuestra época, más que
ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para humanizar todos los nuevos
descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no
se forman hombres más instruidos en esta sabiduría".
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- La educación de la conciencia moral que hace a todo
hombre capaz de juzgar y de discernir los modos adecuados para realizarse según
su verdad original, se convierte así en una exigencia prioritaria e
irrenunciable.
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- Es la alianza con la Sabiduría divina la que debe ser
más profundamente reconstituida en la cultura actual. De tal Sabiduría todo
hombre ha sido hecho partícipe por el mismo gesto creador de Dios. Y es únicamente en la fidelidad a esta alianza como las familias de hoy estarán en
condiciones de influir positivamente en la construcción de un mundo más justo y
fraterno.
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- Gradualidad y conversión
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- 9. A la injusticia originada por el pecado -que ha
penetrado profundamente también en las estructuras del mundo de hoy- y que con
frecuencia ponen obstáculos a la familia en la plena realización de sí misma y
sus derechos fundamentales, debemos oponernos todos con una conversión de la
mente y del corazón, siguiendo a Cristo Crucificado en la renuncia al propio
egoísmo: semejante conversión podrá dejar de ejercer una influencia beneficiosa
y renovadora incluso en las estructuras de la sociedad.
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- Se pide una conversión continua, permanente, que,
aunque exija el alejamiento interior de todo mal y la adhesión al bien en su
plenitud, se actúa sin embargo concretamente con pasos que conducen cada vez más
lejos. Se desarrolla así un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la
progresiva integración de los dones de Dios y de las exigencias de su amor
definitivo y absoluto en toda la vida personal y social del hombre. Por esto es
necesario un camino pedagógico de crecimiento con el fin de que los fieles, las
familias y los pueblos, es más, la misma civilización, partiendo de lo que han
recibido ya del misterio de Cristo, sean conducidos pacientemente más allá hasta
llegar a un conocimiento más rico y a una integración más plena de este misterio
en su vida.
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- Inculturación
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- 10. Está en conformidad con la tradición constante de
la Iglesia el aceptar de las culturas de los pueblos, todo aquello que está en
condiciones de expresar mejor las inagotables riquezas de Cristo.
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- Sólo con el concurso de todas las culturas, tales
riquezas podrán manifestarse cada vez más claramente y la Iglesia podrá caminar
hacia un conocimiento cada día más completo y profundo de la verdad, que le ha
sido dada ya enteramente por su Señor.
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- Teniendo presente el doble principio de la
compatibilidad con el Evangelio de las varias culturas a asumir y de la comunión
con la Iglesia Universal se deberá proseguir en el estudio, en especial por
parte de las Conferencias Episcopales y de los Dicasterios competentes de la
Curia Romana, y en el empeño pastoral para que esta "inculturación" de la fe
cristiana se lleve a cabo cada vez más ampliamente, también en el ámbito del
matrimonio y de la familia.
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- Es mediante la "inculturación" como se camina hacia
la reconstitución plena de la alianza con la Sabiduría de Dios que es Cristo
mismo. La Iglesia entera quedará enriquecida también por aquellas culturas que,
aun privada de tecnología, abundan en sabiduría humana y están vivificadas por
profundos valores morales.
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- Para que sea clara la meta y, consiguientemente
quede indicado con seguridad el camino, el Sínodo justamente ha considerado a
fondo en primer lugar el proyecto original de Dios acerca del matrimonio y de la
familia. ha querido "volver al principio", siguiendo las enseñanzas de Cristo.
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- SEGUNDA PARTE
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- EL DESIGNIO DE DIOS SOBRE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
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- El hombre imagen de Dios Amor
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- 11. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza:
llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al
amor.
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- Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente
en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión.
El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano.
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- En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se
expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado
al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano
y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual.
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- La Revelación cristiana conoce dos modos específicos
de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: el
Matrimonio y la Virginidad. Tanto el uno como la otra, en su forma propia, son
una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su "ser imagen de
Dios".
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- En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el
hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los
esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la
persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano,
solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se
comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería
un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda
la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o
la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría
totalmente.
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- Esta totalidad, exigida por el amor conyugal,
corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual,
orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden
puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo
crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y concorde de los
padres.
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- El único "lugar" que hace posible esta donación total
es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y
libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y
amor, querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadera
significado. La institución matrimonial no es una ingerencia indebida de la
sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino
exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como
único y exclusivo, para que sea vivida así a plena fidelidad al designio de Dios
Creador. Esa fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende
contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría
creadora.
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- Matrimonio y comunión entre Dios y los hombres
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- 12. La comunión de amor entre Dios y los hombres,
contenido fundamental de la revelación y de la experiencia de fe de Israel,
encuentra una significativa expresión en la alianza esponsal que se establece
entre el hombre y la mujer.
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- Por esta razón, la palabra central de la Revelación,
"Dios ama a su pueblo", es pronunciada a través de las palabras vivas y
concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal.
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- Su vínculo de amor se convierte en imagen y símbolo
de la Alianza que une a Dios con su pueblo. El mismo pecado que puede atentar
contra el pacto conyugal se convierte en imagen de la infidelidad del pueblo a
su Dios: la idolatría es prostitución, es abandono del amor esponsal del Señor.
pero la infidelidad de Israel no destruye la fidelidad eterna del Señor y por
tanto el amor siempre fiel de Dios se pone como ejemplo de las relaciones de
amor fiel que deben existir entre los esposos.
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- Jesucristo, esposo de la Iglesia, y el sacramento del matrimonio
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- 13. La comunión entre Dios y los hombres halla su
cumplimento definitivo en Cristo Jesús, el Esposo que ama y se da como Salvador
de la humanidad, uniéndola a sí como su cuerpo.
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- El revela la verdad original del matrimonio, la
verdad del "principio" y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo hace
capaz de realizarla plenamente.
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- Esta revelación alcanza su plenitud definitiva en el
don de amor que el Verbo de Dios hace a la humanidad asumiendo la naturaleza
humana, y en el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su
Esposa, la Iglesia. En este sacrificio se desvela enteramente el designio que
Dios ha impreso en la humanidad del hombre y de la mujer desde su creación; el
matrimonio de los bautizados se convierte así ene l símbolo real de la nueva y
eterna Alianza, sancionada con la sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el
Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como
Cristo nos amó. El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está
ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo propio y específico
con que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de
Cristo que se dona sobre la cruz.
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- En una página justamente famosa, Tertuliano ha
expresado acertadamente la grandeza y belleza de esta vida conyugal en Cristo:
"¿Cómo lograré exponer la felicidad de ese matrimonio que la Iglesia favorece,
que la ofrenda eucarística refuerza, que la bendición sella, que los ángeles
anuncian y que el Padre ratifica?... ¡ Qué yugo el de los dos fieles unidos en
una sola esperanza, en un solo propósito, en una sola observancia, en una sola
servidumbre! Ambos son hermanos y los dos sirven juntos; no hay división ni en
la carne ni en el espíritu. Al contrario, son verdaderamente dos en una sola
carne y donde la carne es única, único es el espíritu".
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- La Iglesia, acogiendo y meditando fielmente la
Palabra de Dios, ha enseñado solemnemente y enseña que el matrimonio de los
bautizados es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza.
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- En efecto, mediante el bautismo, el hombre y la mujer
son inseridos definitivamente en la Nueva y Eterna Alianza en la Alianza
esponsal de Cristo con la Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la
comunidad íntima de vid ay de amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada
y asumida en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su
fuerza redentora.
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- En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio,
los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera más profundamente
indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo
sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia.
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- Los esposos son por tanto el recuerdo permanente,
para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para
los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace
partícipes. De este acontecimiento de salvación el matrimonio, como todo
sacramento, es memorial, actualización y profecía; "en cuanto memorial, el
sacramento les da la gracia y el deber de recordar las obras grandes de Dios,
así como de dar testimonio de ellas ante los hijos; en cuanto actualización les
da la gracia y el deber de poner por obra en el presente, el uno hacia el otro y
hacia los hijos, las exigencias de un amor que perdona y que redime; en cuanto
profecía les da la gracia y el deber de vivir y de testimoniar la esperanza del
futuro encuentro con Cristo".
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- Al igual que cada uno de los siete sacramentos, el
matrimonio es también un símbolo real del acontecimiento de la salvación, pero
de modo propio. "Los esposos participan en cuanto esposos, los dos, como pareja,
hasta tal punto que el efecto primario e inmediato del matrimonio (res et
sacramentum) no es la gracia sobrenatural misma, sino el vínculo conyugal
cristiano, una comunión en dos típicamente cristiana, porque representa el
misterio de la Encarnación de Cristo y su misterio de Alianza.
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- El contenido de la participación en la vida de Cristo
es también específico: el amor conyugal comporta una totalidad en la que entran
todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del
sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira
a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne,
conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma; exige la
indisolubilidad y fidelidad de la donación recíproca definitiva y se abre a la
fecundidad (cfr. Humanae vitae, 9). En una palabra, se trata de
características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado
nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino que las eleva hasta el punto de
hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos".
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- Los hijos, don preciosísimo del matrimonio
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- 14. Según el designio de Dios, el matrimonio es el
fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución misma
del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación
de la prole, en la que encuentran su coronación.
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- En su realidad más profunda, el amor es esencialmente
don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco
"conocimiento" que les hace "una sola carne", no se agota dentro de la pareja,
ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten
en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este
modos los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la
realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad
conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre.
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- Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don
de una nueva responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser para los hijos
el signo visible del mismo amor de Dios, "del que proviene toda paternidad en el
cielo y en la tierra".
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- Sin embargo, no se debe olvidar que incluso cuando la
procreación no es posible, no por esto pierde su valor la vida conyugal. La
esterilidad física, en efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros
servicios importantes a la vida de la persona humana, como por ejemplo la
adopción, las diversas formas de obras educativas, la ayuda a otras familias, a
los niños pobres o minusválidos.
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- La familia, comunión de personas
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- 15. En el matrimonio y en la familia se constituye un
conjunto de relaciones interpersonales -relación conyugal,
paternidad-maternidad, filiación, fraternidad- mediante las cuales toda persona
humana queda introducida en la "familia humana" y en la "familia de Dios", que
es la Iglesia.
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- El matrimonio y la familia cristiana edifican la
Iglesia; en efecto, dentro de la familia la persona humana no sólo es engendrada
y progresivamente introducida, mediante la educación, en la comunidad humana,
sino que mediante la regeneración por el bautismo y la educación en la fe, es
introducida también en la familia de Dios, que es la Iglesia.
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- La familia humana, disgregada por el pecado, queda
reconstituida en su unidad por la fuerza redentora de la muerte y resurrección
de Cristo. El matrimonio cristiano, partícipe de la eficacia salvífica de este
acontecimiento, constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la
inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia.
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- El mandato de crecer y multiplicarse, dado al
principio al hombre y a la mujer, alcanza de este modo su verdad y realización
plenas.
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- La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del
sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las
generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia.
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- Matrimonio y virginidad
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- 16. La virginidad y el celibato por el Reino de Dios
no sólo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la
confirman. El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el
único Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el
matrimonio, no puede existir tampoco la virginidad consagrada; cuando la
sexualidad humana no se considera un gran valor donado por el Creador, pierde
significado la renuncia por el Reino de los cielos.
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- En efecto, dice acertadamente san Juan Crisóstomo:
"Quien condena el matrimonio, priva también la virginidad de su gloria; en cambio, quien lo alaba, hace la virginidad más admirable y luminosa. Lo que
aparece un bien solamente en comparición con un mal, no es un gran bien; pero lo
que es mejor aún que bienes por todos considerados tales, es ciertamente un bien
en grado superlativo".
-
- En la virginidad, el hombre está a la espera, incluso
corporalmente, de las bodas escatológicas de Cristo con la Iglesia, dándose
totalmente a la Iglesia con la esperanza de que Cristo se dé a ésta en la plena
verdad de la vida eterna. La persona virgen anticipa así en su carne el mundo
nuevo de la resurrección futura.
-
- En virtud de este testimonio, la virginidad mantienen
viva en la Iglesia la conciencia del misterio del matrimonio y lo defiende de
toda reducción y empobrecimiento.
-
- Haciendo libre de modo especial el corazón del
hombre, "hasta encenderlo mayormente de caridad hacia Dios y hacia todos los
hombres", la virginidad testimonia que el Reino de Dios y su justicia son la
perla preciosa que se debe preferir a cualquier otro valor aunque sea grande, es
más, que hay que buscarlo como el único valor definitivo. Por esto, la Iglesia,
durante toda su historia, ha defendido siempre la superioridad de este carisma
frente al del matrimonio, por razón del vínculo singular que tiene con el Reino
de Dios.
-
- Aun habiendo renunciado a la fecundidad física, la
persona virgen se hace espiritualmente fecunda, padre y madre de muchos,
cooperando a la realización de la familia según el designio de Dios.
-
- Los esposos cristianos tienen pues el derecho de
esperar de las personas vírgenes el buen ejemplo y el testimonio de la fidelidad
a su vocación hasta la muerte. Así como para los esposos la fidelidad se hace a
veces difícil y exige sacrificio, mortificación y renuncia de sí, así también
puede ocurrir a las personas vírgenes. la fidelidad de éstas incluso ante
eventuales pruebas, debe edificar la fidelidad de aquellos.
-
- Estas reflexiones sobre la virginidad pueden iluminar
y ayudar a aquellos que por motivos independientes de su voluntad no han podido
casarse y han aceptado posteriormente su situación en espíritu de servicio.
-
-
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-
- TERCERA PARTE
-
- MISION DE LA FAMILIA CRISTIANA
-
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- Familia, ¡sé lo que eres!
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- 17. En el designio de Dios Creador y Redentor la
familia descubre no sólo su "identidad", lo que "es" , sino también su "misión",
lo que puede y debe "hacer". El cometido, que ella por vocación de Dios está
llamada a desempeñar en la historia brota de su mismo ser y representa su
desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma
la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad:
familia, ¡"sé" lo que "eres"!.
-
- Remontarse al "principio" del gesto creador de Dios
es una necesidad para la familia, si quiere conocerse y realizarse según la
verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica. Y
dado que, según el designio divino, está constituida como "íntima comunidad de
vida y de amor", la familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es
decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda
realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios. En una
perspectiva que además llega a las raíces mismas de la realidad, hay que decir
que la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por
el amor. Por esto la familia recibe la misión de custodiar, revelar y
comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios
por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.
-
- Todo cometido particular de la familia es la
expresión y la actuación concreta de tal misión fundamental. Es necesario pro
tanto penetrar más a fondo en la singular riqueza de la misión de la familia y
sondear sus múltiples y unitarios contenidos.
-
- En este sentido, partiendo del amor y en constante
referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos
generales de la familia:
-
- 1) formación de una comunidad
de personas;
- 2) servicio a la vida;
- 3) participación en el
desarrollo de la sociedad;
- 4) participación en la vida
y misión de la Iglesia.
-
-
-
- I. FORMACION
-
- DE UNA COMUNIDAD DE PERSONAS
-
-
-
- El amor, principio y fuerza de la comunión
-
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-
- 18. La familia, fundada y vivificada por el amor, es
una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de
los hijos, de los parientes. SU primer cometido es el de vivir fielmente la
realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica
comunidad de personas.
-
- El principio interior, la fuerza permanente y la meta
última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una
comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir,
crecer y perfeccionarse como comunidad de personas. Cuanto he escrito en la
Encíclica Redemptor hominis encuentra su originalidad y aplicación
privilegiada precisamente en la familia en cuanto tal: "El hombre no pude vivir
sin amor., permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada
de sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no
lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente".
-
- El amor entre el hombre y la mujer en el matrimonio
y, de forma derivad ay más amplia, el amor entre los miembros de la misma
familia -entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y
familiares- está animado e impulsado por un dinamismo interior e incesante que
conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e intensa,
fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.
-
-
-
- Unidad indivisible de la comunión conyugal
-
-
-
- 19. La comunión primara es la que se instaura y se
desarrolla entre los cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y
la mujer "no son ya dos, sino que sola carne" y están llamados a crecer
continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa
matrimonial de la recíproca donación total.
-
- Esta comunión conyugal hunde sus raíces en el
complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta mediante
la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida, lo
que tienen y lo que son; por esto tal comunión es el fruto y el signo de una
exigencia profundamente humana. Pero, en Cristo Señor, Dios asume esta exigencia
humana, la confirma, la purifica y la eleva conduciéndola a perfección con el
sacramento del matrimonio: el Espíritu Santo infundido en la celebración
sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de
amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la
Iglesia el indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús.
-
- El don del Espíritu Santo es mandamiento de vida para
los esposos cristianos y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada
día progresen hacia una unión cada vez más rica entre ellos, a todos los niveles
-del cuerpo, del carácter, del corazón, de la inteligencia y voluntad, del
alma-, revelando así a la Iglesia y al mundo la nueva comunión de amor, donada
por la gracia de Cristo.
-
- Semejante comunión queda radicalmente contradicha por
la poligamia; ésta, en efecto, niega directamente el designio de Dios tal como
es revelado desde los orígenes, porque es contraria a la igual dignidad personal
del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo
mismo único y exclusivo. Así lo dice el Concilio Vaticano II: "La unidad
matrimonial confirmada por el Señor aparece de modo claro incluso por la igual
dignidad personal del hombre y de la mujer, que debe ser reconocida en el mutuo
y pleno amor".
-
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- Una comunión indisoluble
-
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-
- 20. La comunión conyugal se caracteriza no sólo por su
unidad, sino también por su indisolubilidad: "Esta unión íntima, en cuanto
donación mutua de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen la
plena fidelidad de los cónyuges y reclaman su indisoluble unidad".
-
- Es deber fundamental de la Iglesia reafirmar con
fuerza -como han hecho los Padres del Sínodo- la doctrina de la indisolubilidad
del matrimonio; a cuantos, en nuestros días consideran difícil o incluso
imposible vincularse a una persona por toda la vida y a cuantos son arrastrados
por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa
abiertamente del compromiso de los esposos a la fidelidad, es necesario repetir
el buen anuncio de la perennidad del amor conyugal que tiene en Cristo su
fundamento y su fuerza.
-
- Enraizada en la donación personal y total de los
cónyuges y exigida por el bien de los hijos, la indisolubilidad del matrimonio
halla su verdad última en el designio que Dios ha manifestado en su Revelación:
EL quiere y da la indisolubilidad del matrimonio como fruto, signo y exigencia
del amor absolutamente fiel que Dios tiene al hombre y que el Señor Jesús vive
hacia su Iglesia.
-
- Cristo renueva el designio primitivo que el Creador
ha inscrito en el corazón del hombre y de la mujer, y en la celebración del
sacramento del matrimonio ofrece un "corazón nuevo": de este modo los cónyuges
no sólo pueden superar la "dureza de corazón" sino que también y principalmente
pueden compartir el amor pleno y definitivo de Cristo, nueva y eterna Alianza
hecha carne. Así como el Señor Jesús es el "testigo fiel", es el "sí" de las
promesas de Dios y consiguientemente la realización suprema de la fidelidad
incondicional con la que Dios ama a su pueblo, así también los cónyuges
cristianos, están llamados a participar realmente en la indisolubilidad
irrevocable, que une a Cristo con la Iglesia su esposa, amada por él hasta el
fin.
-
- El don del sacramento es al mismo tiempo vocación y
mandamiento para los esposos cristianos, para que permanezcan siempre fieles
entre sí, por encima de toda prueba y dificultad, en generosa obediencia a la
santa voluntad del Señor "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".
-
- Dar testimonio del inestimable valor de la
indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más preciosos y
urgentes de las parejas cristianas de nuestro tiempo. Por esto, junto con todos
los Hermanos en el Episcopado que han tomado parte en el Sínodo de los Obispos,
alabo y aliento a las numerosas parejas que, aun encontrando no leves
dificultades, conservan y desarrolla el bien de la indisolubilidad; cumplen así,
de manera útil y valiente, el cometido a ellas confiado de ser un "signo" en el
mundo -un signo pequeño y precioso, a veces expuesto a tentación, pero siempre
renovado- de la incansable fidelidad con que Dios y Jesucristo aman a todos los
hombres y a cada hombre. Pero es obligado también reconocer el valor del
testimonio de aquellos cónyuges que, aun habiendo sido abandonados por el otro
cónyuge, con la fuerza de la fe y de la esperanza cristiana, no han pasado a una
nueva unión: también éstos dan un auténtico testimonio de fidelidad, de la que el
mundo tiene hoy gran necesidad. Por ello deben ser animados y ayudados por los
pastores y por los fieles de la Iglesia.
-
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- La más amplia comunión de la familia
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- 21. La comunión conyugal constituye el fundamento
sobre el cuan se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los
padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los
parientes y demás familiares.
-
- Esta comunión radica en los vínculos naturales de la
carne y de la sangre y se desarrolla encontrando su perfeccionamiento
propiamente humano en el instaurarse y madurar de vínculos todavía más profundos
y ricos del espíritu: el amor que anima las relaciones interpersonales de los
diversos miembros de la familia, constituye la fuerza interior que plasma y
vivifica la comunión y la comunidad familiar.
-
- La familia cristiana está llamada además a hacer la
experiencia de una nueva y original comunión, que confirma y perfecciona la
natural y humana. En realidad la gracia de Cristo, "el Primogénito entre los
hermanos", es por su naturaleza y dinamismo interior una "gracia fraterna como
la llama santo Tomás de Aquino". El Espíritu Santo, infundido en la celebración
de los sacramentos, es la raíz viva y el alimento inagotable de la comunión
sobrenatural que acumula y vincula a los creyentes con Cristo y entre sí en la
unidad de la Iglesia de Dios. una revelación y actuación específica de la
comunión eclesial está constituida por la familia cristiana que también por esto
puede y debe decirse "Iglesia doméstica".
-
- Todos los miembros de la familia, cada uno según su
propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la
comunión de las personas, haciendo de la familia una "escuela de humanidad más
completa y más rica": es lo que sucede con el cuidado y el amor hacia los
pequeños, los enfermos y los ancianos; con el servicio recíproco de todos los
días, compartiendo los bienes, alegrías y sufrimientos.
-
- Un momento fundamental para construir tal comunión
está constituido por el intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada
uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los padres, los
hijos aportan su específica e insustituible contribución a la edificación de una
familia auténticamente humana y cristiana. En esto se verán facilitados si los
padres ejercen su autoridad irrenunciable como un verdadero y propio
"ministerio", esto es, como un servicio ordenado al bien humano y cristiano de
los hijos, y ordenado en particular a hacerles adquirir una libertad
verdaderamente responsable, y también si los padres mantienen viva la conciencia
del "don" que continuamente reciben de los hijos.
-
- La comunión familiar puede ser conservada y
perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una
pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la
tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el
egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia ya
veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas
formas de división en la vida familiar.
-
- Pero al mismo tiempo, cada familia está llamada por
el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la
"reconciliación", esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente
encontrada. En particular la participación en el sacramento de la reconciliación
y en el banquete del único Cuerpo de Cristo ofrece a la familia cristiana la
gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena
verdad de la comunión querida por Dios, respondiendo así al vivísimo deseo del
Señor: que todos "sean una sola cosa".
-
-
-
- Derechos y obligaciones de la mujer
-
-
-
- 22. La familia, en cuanto es y debe ser siempre
comunión y comunidad de personas, encuentra en el amor la fuente y estímulo
incesante para acoger, respetar y promover a cada uno de sus miembros en a
altísima dignidad de personas, esto es, de imágenes vivientes de Dios. Como han
afirmado justamente los Padres Sinodales, el criterio moral de la autenticidad
de las relaciones conyugales y familiares consiste en la promoción de la
dignidad y vocación de cada una de las personas, las cuales logran su plenitud
mediante el don sincero de sí mismas.
-
- En esta perspectiva, el Sínodo ha querido reservar
una atención privilegiada a la mujer, a sus derechos y deberes en la familia y
en la sociedad. En la misma perspectiva deben considerarse también el hombre
como esposo y padre, el niño y los ancianos.
-
- De la mujer hay que resaltar, ante todo, la igual
dignidad y responsabilidad respecto al hombre; tal igualdad encuentra una forma
singular de realización en la donación de uno mismo al otro y de ambos a los
hijos, donación propia del matrimonio y de la familia. lo que la misma razón
humana intuye y reconoce, es revelado en plenitud por la Palabra de Dios; en
efecto, la historia de la salvación es un testimonio continuo y luminoso de la
dignidad de la mujer.
-
- Creando al hombre "varón y mujer", Dios da la
dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con los
derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona
humana. Dios manifiesta también de la forma más elevada posible la dignidad de
la mujer sumiendo El mismo la carne humana de María Virgen, que la Iglesia honra
como madre de Dios, llamándola la nueva Eva y proponiéndola como modelo de la
mujer redimida.
-
- El delicado respeto de Jesús hacia las mujeres que
llamó a su seguimiento y amistad, su aparición la mañana de Pascua a una mujer
antes que a los otros discípulos, la misión confiada a las mujeres de llevar la
buena nueva de la Resurrección a los apóstoles, son signos que confirman la
estima especial del Señor Jesús hacia la mujer. Dirá el Apóstol Pablo: "Todos,
pues, sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. No hay ya judío o griego, no
hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús".
-
-
-
- Mujer y sociedad
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-
- 23. Sin entrar ahora a tratar de los diferentes
aspectos del amplio y completo tema de las relaciones mujer-sociedad, sino
limitándonos a algunos puntos esenciales, no se puede dejar de observar cómo en
el campo más específicamente familiar una amplia y difundida tradición social y
cultural ha querido reservar a la mujer solamente la tarea de esposa y madre,
sin abrirla adecuadamente a las funciones públicas, reservadas en general al
hombre.
-
- No hay duda de que la igual dignidad y
responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de la
mujer a las funciones públicas. Por otra parte, la verdadera promoción de la
mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna
y familiar respecto a los demás funciones públicas y a las otras profesiones.
Por otra parte, tales funciones y profesiones deben integrarse entre sí, si se
quiere que la evolución social y cultural sea verdadera y plenamente humana.
-
- Esto resultará más fácil si, como ha deseado el
Sínodo, una renovada "teología del trabajo" ilumina y profundiza el significado
del mismo en la vida cristiana y determina el vínculo fundamental que existe
entre el trabajo y la familia, y por consiguiente el significado original e
insustituible del trabajo de la casa y la educación de los hijos. Por ello la
Iglesia puede y debe ayudar a la sociedad actual, pidiendo incansablemente que
el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos y estimado por su valor
insustituible. Esto tiene una importancia especial en la acción educativa; en
efecto, se elimina la raíz misma de la posible discriminación entre los diversos
trabajos y profesiones cuando resulta claramente que todos y en todos los
sectores se empeñan con idéntico derecho e idéntica responsabilidad. Aparecerá
así más espléndida la imagen de Dios en el hombre y en la mujer.
-
- Si se debe reconocer también a las mujeres, como a
los hombres el derecho de acceder a las diversas funciones públicas, la sociedad
debe sin embargo estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean
de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir
y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia.
-
- Se debe superar además la mentalidad según la cual el
honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la actividad familiar.
pero esto exige que los hombres estimen y amen verdaderamente a la mujer con
todo el respeto de su dignidad personal, y que la sociedad cree y desarrolle las
condiciones adecuadas para el trabajo doméstico.
-
- La Iglesia, con el debido respeto por la diversa
vocación del hombre y de la mujer, debe promover en la medida de lo posible en
su misma vida su igualdad de derechos y de dignidad; y esto por el bien de
todos, de la familia, de la sociedad y de la Iglesia.
-
- Es evidente sin embargo que todo esto no significa
para la mujer la renuncia a su femineidad ni la imitación del carácter
masculino, sino la plenitud de la verdadera humanidad femenina, tal como debe
expresarse en su comportamiento, tanto en familia como fuera de ella, sin
descuidar por otra parte en este campo la variedad de costumbres y culturas.
-
-
-
- Ofensas a la dignidad de la mujer
-
-
-
- 24. Desgraciadamente el mensaje cristiano sobre la
dignidad de la mujer halla oposición en la persistente mentalidad que considera
al ser humano no como persona, sino como cosa, como objeto de compraventa, al
servicio del interés egoísta y del solo placer; la primera víctima de tal
mentalidad es la mujer.
-
- Esta mentalidad produce frutos muy amargos, como el
desprecio del hombre y de la mujer, la esclavitud, la opresión de los débiles,
la pornografía, la prostitución -tanto más cuando es organizada- y todas las
diferentes discriminaciones que se encuentran en el ámbito de la educación, de
la profesión, de la retribución del trabajo, etc.
-
- Además, todavía hoy, en gran parte de nuestra
sociedad permanecen muchas formas de discriminación humillantes que afectan y
ofenden gravemente algunos grupos particulares de mujeres como, por ejemplo, las
esposas que no tienen hijos, las viudas, las separadas, las divorciadas, las
madres solteras.
-
- Estas y otras discriminaciones han sido deploradas
con toda la fuerza posible por los Padres Sinodales. Por lo tanto, pido que por
parte de todos se desarrolle una acción pastoral específica más enérgica e
incisiva, a fin de que estas situaciones sean vencidas definitivamente, de tal
modo que se alcance la plena estima de la imagen de Dios que se refleja en todos
los seres humanos sin excepción alguna.
-
-
-
- El hombre esposo y padre
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-
- 25. Dentro de la comunión-comunidad conyugal y
familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre.
-
- El ve en la esposa la realización del designio de
Dios: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada", y
hace suya la exclamación de Adán, el primer esposo: "Esta sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne".
-
- El auténtico amor conyugal supone y exige que el
hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: "No eres su amo
-escribe san Ambrosio-, sino su marido; no te ha sido dado como esclava, sino
como mujer... Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecido
por su amor". El hombre debe vivir con la esposa "un tipo muy especial de
amistad personal". El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de
amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que
Cristo tiene a la Iglesia.
-
- El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son
para el hombre el camino natural para la compresión y la realización de su
paternidad. Sobre todo, donde las condiciones sociales y culturales inducen
fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la familia o bien a una
presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que se
recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y
por la familia son de una importancia única e insustituible.
-
- Como la experiencia enseña, la ausencia del padre
provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables
en las relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la
presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía rige el fenómeno del
"machismo", o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que
humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares.
-
- Revelando y reviviendo en la tierra la misma
paternidad de Dios, el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario
de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa
responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un
compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa, un trabajo
que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y
estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más
eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia.
-
-
-
- Derechos del niño
-
-
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- 26. En la familia, comunidad de personas, debe
reservarse una atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima
por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus
derechos. Esto vale respecto a todo niño, pero advierte una urgencia singular
cuando el niño es pequeño y necesita de todo, está enfermo , delicado o es
minusválido.
-
- Procurando y teniendo un cuidado tierno y profundo
para cada niño que viene a este mundo, la Iglesia cumple una misión fundamental.
En efecto, está llamada a revelar y a proponer en la historia el ejemplo y el
mandato de Cristo, que ha querido poner al niño en el centro del Reino de Dios:
"Dejad que los niños vengan a mi... que de ellos es el reino de los cielos".
-
- Repito nuevamente lo que dije en la Asamblea General
de las Naciones Unidas, el 2 de octubre de 1979: "Deseo... expresar el gozo que
para cada uno de nosotros constituyen los niños, primavera de la vida, anticipo
de la historia futura de cada una de las patrias terrestres actuales. Ningún
país del mundo, ningún sistema político puede pensar en el propia futuro, si no
es a través de la imagen de estas nuevas generaciones que tomarán de sus padres
el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes y de las aspiraciones de
la nación a la que pertenecen, junto con el de toda la familia humana.
-
- La solicitud por el niño, incluso antes de su
nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a continuación, en los
años de la infancia y de la juventud es la verificación primaría y fundamental
de la relación del hombre con el hombre. Y por eso, ¿qué más se podría desear a
cada nación y a toda la humanidad, a todos los niños del mundo, sino un futuro
mejor en el que el respeto de los Derechos del Hombre llegue a ser una realidad
plena en las dimensiones del dos mil que se acerca?".
-
- La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple
y unitario -material, afectivo, educativo, espiritual- a cada niño que viene a
este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los
cristianos, especialmente de las familias cristianas; así los niño, a la vez que
crecen "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres",
serán una preciosa ayuda para la edificación de la comunidad familiar y para la
misma santificación de los padres.
-
-
-
- Los ancianos en familia
-
-
-
- 27. Hay culturas que manifiestan una singular
veneración y un gran amor por el anciano; lejos de ser apartado de la familia o
de ser soportado como un peso inútil, el anciano permanece inserido en la vida
familiar, sigue tomando parte activa y responsable -aun debiendo respetar la
autonomía de la nueva familia- y sobre todo desarrolla la preciosa misión de
testigo del pasado e inspirado de sabiduría para los jóvenes y para el futuro.
-
- Otras culturas, en cambio, especialmente como
consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado
y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación, que son
fuente a la vez de agudos sufrimientos para ellos mismos y de empobrecimiento
espiritual para tantas familias.
-
- Es necesario que la acción pastoral de la Iglesia
estimule a todos a descubrir y a valorar los cometidos de los ancianos en la
comunidad civil y eclesial, y en particular en la familia. En realidad, "la vida
de los ancianos ayuda a clarificar la escala de valores humanos; hace ver la
continuidad de las generaciones y demuestra maravillosamente la interdependencia
del Pueblo de Dios. Los ancianos tienen además el carisma de romper las barreras
entre las generaciones antes de que se consoliden: ¡Cuántos niños han hallado
comprensión y amor en los ojos, palabras y caricias de sus ancianos! y ¿cuánta
gente mayor no ha suscrito con agrado las palabras inspiradas "la corona de los
ancianos son los hijos de sus hijos".
-
-
- II. SERVICIO A LA VIDA
-
- 1) La transmisión de la vida
-
-
- Cooperadores del amor de Dios Creador
-
-
- 28. Dios, con la creación del hombre y de la mujer a
su imagen y semejanza, corono y lleva a perfección la obra de sus manos; los
llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de
Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión
del don de la vida humana: "Y bendíjolos Dios y les dijo: Sed fecundos y
multiplicaos y henchid la tierra y sometedla".
-
- Así el cometido fundamental de la familia es el
servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original
del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre.
-
- La fecundidad es el fruto y el signo del amor
conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos: "El
cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que
de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a
capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del
Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente
su propia familia.
-
- La fecundidad del amor conyugal no se reduce sin
embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión
específicamente humana: se amplia y se enriquece con todos los frutos de vida
moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a
los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo.
-
-
-
- La doctrina y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia
-
-
-
- 29. Precisamente porque el amor de los esposos es una
participación singular en el misterio de la vida y del amor de Dios mismo, la
Iglesia sabe que ha recibido la misión especial de custodiar y proteger la
altísima dignidad del matrimonio y la gravísima responsabilidad de la
transmisión de la vida humana.
-
- De este modo, siguiendo la tradición viva de la
comunidad eclesial a través de la historia, el reciente Concilio Vaticano II y el
magisterio de mi predecesor Pablo VI, expresado sobre todo en la encíclica
Humanae vitae, han transmitido a nuestro tiempo un anuncio verdaderamente
profético, que reafirma y propone de nuevo con claridad la doctrina y la norma
siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la
transmisión de la vida humana.
-
- Por esto, los Padres Sinodales, en su última asamblea
declararon textualmente: "Este Sagrado Sínodo, reunido en la unidad de la fe con
el sucesor de Pedro, mantiene firmemente lo que ha sido propuesto en el Concilio
Vaticano II (cfr. Gaudium et spes, 50) y después en la encíclica
Humanae vitae, y en concreto, que el amor conyugal debe ser plenamente
humano, exclusivo y abierto a una nueva vida (Humanae vitae, n.11 y cfr.
9 y 12)".
-
-
-
- La Iglesia en favor de la vida
-
-
-
- 30. La doctrina de la Iglesia se encuentra hoy en una
situación social y cultural que la hace a la vez más difícil de comprender y más
urgente e insustituible para promover el verdadero bien del hombre y de la
mujer.
-
- En efecto, el progreso científico-técnico, que el
hombre contemporáneo acrecienta continuamente en su dominio sobre la naturaleza,
no desarrolla solamente la esperanza de crear una humanidad nueva y mejor, sino
también una angustia cada vez más profunda ante el futuro. Algunos se preguntan
si es un bien vivir o si sería mejor no haber nacido; dudan de si es lícito
llamar a otros a la vida, los cuales quizás maldecirán su existencia en un mundo
cruel, cuyos terrores no son ni siquiera previsibles.
-
- Otros piensan que son los únicos destinatarios de las
ventajas de la técnica y excluyen a los demás a los cuales imponen medios
anticonceptivos o métodos aún peores. Otros todavía, cautivos como son de la
mentalidad consumista y con la única preocupación de un continuo aumento de
bienes materiales, acaban por no comprenden, y por consiguiente rechazar la
riqueza espiritual de una nueva vida humana. La razón última de estas
mentalidades es la ausencia, en el corazón de los hombres, de Dios cuyo amor
sólo es más fuerte que todos los posibles miedos del mundo y los puede vencer.
-
- Ha nacido así una mentalidad contra la vida
(anti-life mentality), como se ve en muchas cuestiones actuales:
piénsese, por ejemplo, en un cierto pánico derivado de los estudios de los
ecólogos y futurólogos sobre la demografía, que a veces exageran el peligro que
representa el incremento demográfico para la calidad de vida.
-
- Pero la Iglesia cree firmemente que la vida humana,
aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad.
Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor
de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel "Sí", de
aquel "Amén" que es Cristo mismo. Al "no" que invade y aflige al mundo,
contrapone este "Sí" viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de
cuantos acechan y rebajan la vida.
-
- La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a
todos, con un convencimiento más claro y firme, su voluntad de promover con todo
medio y defender contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o
fase de desarrollo en que se encuentre.
-
- Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la
dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o
de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la
libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay
que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por
tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización
y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente
injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica
concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de
anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado.
-
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-
- Para que el plan divino sea realizado cada vez más plenamente
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- 31. La Iglesia es ciertamente consciente también de
los múltiples y complejos problemas que hoy, en muchos Países, afectan a los
esposos en su cometido de transmitir responsablemente la vida. Conoce también el
grave problema del incremento demográfico como se plantea en diversas partes del
mundo, con las implicaciones morales que comporta.
-
- Ella cree, sin embargo, que una consideración
profunda de todos los aspectos de tales problemas, ofrece una nueva y más fuerte
confirmación de la importancia de la doctrina auténtica acerca de la regulación
de la natalidad, propuesta de nuevo en el Concilio Vaticano II y en la encíclica
Humanae vitae.
-
- Por esto, junto con los Padres del Sínodo, siento el
deber de dirigir un acuciante invitación a los teólogos a fin de que, uniendo
sus fuerzas para colaborar con el magisterio jerárquico, se comprometan a
iluminar cada vez mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las
razones personalistas de esta doctrina. Así será posible, en el contexto de una
exposición orgánica, hacer que la doctrina de la Iglesia en este importante
capítulo sea verdaderamente accesible a todos los hombres debuena voluntad,
facilitando su comprensión cada vez más luminosa y profunda; de este modo el
plan divino podrán ser realizado cada vez más plenamente para la salvación del
hombre y gloria del Creador.
-
- A este respecto, el empeño concorde de los teólogos,
inspirado por la adhesión convencida al magisterio, que es la única guía
auténtica del Pueblo de Dios, presenta una urgencia especial también a causa de
la relación íntima que existe entre la doctrina católica sobre este punto y la
visión del hombre que propone la Iglesia. Dudas o errores en el ámbito
matrimonial o familiar llevan a una ofuscación grave de la verdad integral sobre
el hombre, en una situación cultural que muy a menudo es confusa y
contradictoria. la aportación de iluminación y profundización, que los teólogos
están llamados a ofrecer en el cumplimiento de su cometido específico, tiene un
valor incomparable y representa un servicio singular, altamente meritorio, a la
familia y a la humanidad.
-
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-
- En la visión integral del hombre y de su vocación
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-
- 32. En el contexto de una cultura que deforma
gravemente o incluso pierde el verdadero significado de la sexualidad humana,
porque la desarraiga de su referencia a la persona, la Iglesia siente más
urgente i insustituible su misión de presentar la sexualidad como valor y
función de toda la persona creada, varón y mujer, a imagen de Dios.
-
- En esta perspectiva el Concilio Vaticano II afirmó
claramente que "cuando se trata de conjugar el amor conyugal con la responsable
transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de
la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse
con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus
actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de
la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin
cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal".
-
- Es precisamente partiendo de la "visión integral del
hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena, sino también sobrenatural y
eterna", por lo que Pablo VI afirmó, que la doctrina de la Iglesia "está fundada
sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede
romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador". Y concluyó recalcando que hay
que excluir, como intrínsecamente deshonesta, "toda acción que, o en previsión
del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias
naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la
procreación".
-
- Cuando los esposos, mediante el recurso al
anticoncepcionismo, separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito
en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se
comportan como "árbitros" del designio divino y "manipulan" y envilecen la
sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor
de donación "total". Así, el lenguaje natural que expresa la recíproca donación
total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente
contradictoria, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo
el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de
la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal.
-
- En cambio, cuando los esposos mediante el recurso a
períodos de infecundidad, respetan la conexión inseparable de los significados
unitivo y procreador de la sexualidad humana, se comportan como "ministros" del
designio de Dios y "se sirven" de la sexualidad según el dinamismo original de
la donación "total", sin manipulaciones ni alteraciones.
-
- A la luz de la misma experiencia de tantas parejas de
esposos y de los datos de las diversas ciencias humanas, la reflexión teológica
puede captar y está llamada a profundizar la diferencia antropológica y al
mismo tiempo moral, que existe entre el anticoncepcionismo y el recurso a
los ritmos temporales. Se trata de una diferencia bastante más amplia y profunda
de lo que habitualmente se cree, y que implica en resumidas cuentas dos
concepciones de la persona y de la sexualidad humana, irreconciliables entre sí.
-
- La elección de los ritmos naturales comporta la
aceptación del tiempo de la persona, es decir de la mujer, y con esto la
aceptación también del diálogo, del respeto recíproco, de la responsabilidad
común, del dominio de sí mismo. Aceptar el tiempo y el diálogo significa
reconocer el carácter espiritual y a la vez corporal de la comunión conyugal,
como también vivir el amor personal en su exigencia de fidelidad.
-
- En este contexto la pareja experimenta que la
comunión conyugal es enriquecida por aquellos valores de ternura y afectividad,
que constituyen el alma profunda de la sexualidad humana, incluso en su
dimensión física. De este modo la sexualidad es respetada y promovida en su
dimensión verdadera y plenamente humana, no "usada" en cambio como un "objeto"
que, rompiendo la unidad personal de alma y cuerpo, contradice la misma creación
de Dios en la trama más profunda entre naturaleza y persona.
-
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- La Iglesia maestra y madre para los esposos en dificultad
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- 33. También en el campo de la moral conyugal la
Iglesia es y actúa como maestra y madre.
-
- Como maestra, no se cansa de proclamar la norma moral
que debe guiar la transmisión responsable de la vida. De tal norma la Iglesia no
es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es
Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona
humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de
buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección.
-
- Como madre, la Iglesia se hace cercana a muchas
parejas de esposos que se encuentran en dificultad sobre este importante punto
de la vida moral; conoce bien su situación, a menudo muy ardua y a veces
verdaderamente atormentada por dificultades de todos tipo, no sólo individuales
sino también sociales; sabe que muchos esposos encuentran dificultades no sólo
para la realización concreta, sino también para la misma comprensión de los
valores inherentes a la norma moral.
-
- Pero la misma y única Iglesia es a la vez maestra y
madre. Por esto, la Iglesia no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las
eventuales dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer
jamás la verdad. En efecto, está convencida de que no puede hacer verdadera
contradicción entre la ley divina de la transmisión de la vida y la de favorecer
el auténtico amor conyugal. Por esto, la pedagogía concreta de la Iglesia debe
estar siempre unida y nunca separada de su doctrina. Repito, por tanto, con la
misma persuasión de mi predecesor: "No menoscabar en nada la saludable doctrina
de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las almas".
-
- Por otra parte, la auténtica pedagogía eclesial
revela su realismo y su sabiduría solamente desarrollando un compromiso tenaz y
valiente en crear y sostener todas aquellas condiciones humanas -psicológicas,
morales y espirituales- que son indispensables para comprender y vivir el valor
y la norma moral.
-
- No hay duda de que entre estas condiciones se deben
incluir la constancia y la paciencia, la humildad y la fortaleza de ánimo, la
confianza filial en Dios y en su gracia, el recurso frecuente a la oración y a
los sacramentos de la Eucaristía y de la reconciliación. Confortados así, los
esposos cristianos podrán mantener viva la conciencia de la influencia singular
que la gracia del sacramento del matrimonio ejerce sobre todas las realidades de
la vida conyugal, y por consiguiente también sobre su sexualidad: el don del
Espíritu, acogido y correspondido por los esposos, les ayuda a vivir la
sexualidad humana según el plan de Dios y como signo del amor unitivo y fecundo
de Cristo por su Iglesia.
-
- Pero entre las condiciones necesarias está también el
conocimiento de la corporeidad y de sus ritmos de fertilidad. En tal sentido
conviene hacer lo posible para que semejante conocimiento se haga accesible a
todos los esposos, y ante todo a las personas jóvenes, mediante una información
y una educación clara, oportuna y seria, por parte de parejas, de médicos y de
expertos. El conocimiento debe desembocar además en la educación al autocontrol;
de ahí la absoluta necesidad de la virtud de la castidad y de la educación
permanente en ella. Según la visión cristiana, la castidad no significa
absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien
energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la
agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena.
-
- Pablo VI, con intuición profunda de sabiduría y amor,
no hizo más que escuchar la experiencia de tantas parejas de esposos cuando en
su encíclica escribió: "El dominio del instinto, mediante la razón y la voluntad
libre, impone sin ningún género de duda una ascética, para que las
manifestaciones afectivas de la vida conyugal estén en conformidad con el orden
recto y particularmente para observar la continencia periódica. Esta disciplina,
propia de la pureza de los esposos, lejos de perjudicar el amor conyugal, le
confiere un valor humano más sublime.
-
- Exige un esfuerzo continuo, pero, en virtud de su
influjo beneficiosos, los cónyuges desarrollan integralmente su personalidad,
enriqueciéndose de valores espirituales: aportando a la vida familiar frutos de
serenidad y de paz y facilitando la solución de otros problemas; favoreciendo la
atención hacia el otro cónyuge; ayudando a superar el egoísmo, enemigo del
verdadero amor, y enraizando más su sentido de responsabilidad. Los padres
adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los
hijos".
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- Itinerario moral de los esposos
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- 34. Es siempre muy importante poseer una recta
concepción del orden moral, de sus valores y normas; la importancia aumenta,
cuanto más numerosas y graves se hacen las dificultades para respetarlos.
-
- El orden moral, precisamente porque revela y propone
el designio de Dios Creador, no puede ser algo mortificante para el hombre ni
algo impersonal; al contrario, respondiendo a las exigencias más profundas del
hombre creado por Dios, se pone al servicio de su humanidad plena, con el amor
delicado u vinculante con que Dios mismo inspira, sostiene y guía a cada criatura
hacia su felicidad.
-
- Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el
designio sabio y amoroso de Dios, es un ser histórico, que se construye día a
día con sus opciones numerosas y libres; por esto él conoce, ama y realiza el
bien moral según diversas etapas de crecimiento.
-
- También los esposos, en el ámbito de su vida moral,
están llamados a un continuo camino, sostenidos por el deseo sincero y activo de
conocer cada vez mejor los valores que la ley divina tutela y promueve, y por la
voluntad recta y generosa de encarnarlos en sus opciones concretas.
-
- Ellos, sin embargo, no pueden mirar la ley como un
mero ideal que se puede alcanzar en el futuro, sino que deben considerarla como
un mandato de Cristo Señor y superar con valentía las dificultades. "Por ello la
llamada ley de gradualidad o camino gradual no puede identificarse con la
gradualidad de la ley, como si hubiera varios grados o formas de precepto en la
ley divina para los diversos hombres y situaciones. Todos los esposos, según el
plan de Dios, están llamados a la santidad en el matrimonio, y esta excelsa
vocación se realiza en la medida en que la persona humana se encuentra en
condiciones de responder al mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en la
gracia divina y en la propia voluntad". En la misma línea, es propio de la
pedagogía de la Iglesia que los esposos reconozcan ante todo claramente la
doctrina de la Humanae vitae como normativa para el ejercicio de su
sexualidad y se comprometan sinceramente a poner las condiciones necesarias para
observar tal norma.
-
- Esta pedagogía, como ha puesto de relieve el Sínodo,
abarca toda la vida conyugal. Por esto la función de transmitir la vida debe
estar integrada en la misión global de toda la vida cristiana, la cual sin la
cruz no puede llegar a la resurrección. En semejante contexto se comprende cómo
no se puede quitar de la vida familiar el sacrificio, es más, se debe aceptar de
corazón, a fin de que el amor conyugal se haga más profundo y sea fuente de gozo
íntimo.
-
- Este camino exige reflexión, información, educación
idónea de los sacerdotes, religiosos y laicos que están dedicados a la pastoral
familiar; todos ellos podrán ayudar a los esposos en su itinerario humano y
espiritual ,que comporta la conciencia del pecado, el compromiso sincero a
observar la ley moral y el ministerio de la reconciliación. Conviene también
tener presente que en la intimidad conyugal están implicadas las voluntades de
dos personas, llamadas sin embargo, a una armonía de mentalidad y de
comportamiento. Esto exige no poca paciencia, simpatía y tiempo. Singular
importancia tiene en este campo la unidad de juicios morales y pastorales de los
sacerdotes: tal unidad debe ser buscad ay asegurada cuidadosamente, para que los
fieles no tengan que sufrir ansiedades de conciencia.
-
- El camino de los esposos será pues más fácil si, con
estima de la doctrina de la Iglesia y con confianza en la gracia de Cristo,
ayudados y acompañados por los pastores de almas y por la comunidad eclesial
entera, saben descubrir y experimentar el valor de liberación y promoción del
amor auténtico, que el Evangelio ofrece y el mandamiento del Señor propone.
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- Suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas
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- 35. Ante el problema de una honesta regulación de la
natalidad, la comunidad eclesial, en el tiempo presente, debe preocuparse por
suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quiénes desean vivir la
paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable.
-
- En este campo, mientras la Iglesia se alegra de los
resultados alcanzados por las investigaciones científicas para un conocimiento
más preciso de los ritmos de fertilidad femenina y alienta a una más decisiva y
amplia extensión de tales estudios, no puede menos de apelar, con renovado
vigor, a la responsabilidad de cuantos -médicos, expertos, consejeros
matrimoniales, educadores, parejas- pueden ayudar efectivamente a los esposos a
vivir su amor, respetando la estructura y finalidad del acto conyugal que lo
expresa. Esto significa un compromiso más amplio, decisivo y sistemático en
hacer conocer, estimar y aplicar los métodos naturales de regulación de la
fertilidad.
-
- Un testimonio precioso puede y debe ser dado por
aquellos esposos que, mediante el compromiso común de la continencia periódica,
han llegado a una responsabilidad personal más madura ante el amor y la vida.
Como escribía Pablo VI, "a ellos ha confiado el Señor la misión de hacer visible
ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el amor mutuo de
los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida humana".
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- 2) La educación
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- El derecho-deber educativo de los padres
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- 36. La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación
primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos,
engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación
al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla
eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio
Vaticano II: "Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la
gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como
los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación
familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede
suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado pro
el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la
educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la
primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan.
-
- El derecho-deber educativo de los padres se califica
como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida
humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los
demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos;
como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser
totalmente delegado o usurpado por otros.
-
- Por encima de estas características, no puede
olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los
padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa
su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los
padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en
norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta,
enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio,
desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.
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- Educar en los valores esenciales de la vida humana
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- 37. Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo
agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con
confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos
deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un
estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que "el hombre vale más por lo
que es que por lo que tiene".
-
- En una sociedad sacudida y disgregada pro tensiones y
conflictos a causa del choque entre los diversos individualismo y egoísmos, los
hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que
lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del
sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado
hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.
-
- La familia es la primera y fundamental escuela de
socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que
la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos ,
se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre
hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la
familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los
momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y
eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el
horizonte más amplio de la sociedad.
-
- La educación para el amor como don de sí mismo
constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer
a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que
"banaliza" en parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de
manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el
placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una
cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad
es una riqueza de toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta
su significado íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí mismo en el
amor.
-
- La educación sexual, derecho y deber fundamental de
los padres, debe realizarse siempre b ajo su dirección solícita, tanto en casa
como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido
la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que
observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo
que anima a los padres.
-
- En este contexto es del todo irrenunciable la
educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica
madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el "significado
esponsal" del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y
cuidado especial -discerniendo los signos de la llamada de Dios- a la educación
para la virginidad, como la forma suprema del don de uno mismo que constituye el
sentido mismo de la sexualidad humana.
-
- Por los vínculos estrecho que hay entre la dimensión
sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los
hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa
para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
-
- Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema
de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente
difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer
y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde
los años de la inocencia.
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- Misión educativa y sacramento del matrimonio
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- 38. Para los padres cristianos la misión educativa,
basada como se ha dicho en su participación en la obra creadora de Dios, tiene
una fuente nueva y específica en el sacramento del matrimonio, que los consagra
a la educación propiamente cristiana de los hijos, es decir, los llama a
participar de la misma autoridad y del mismo amor de Dios Padre y de Cristo
Pastor, así como del amor materno de la Iglesia, y los enriquece en sabiduría,
consejo, fortaleza y en los otros dones del Espíritu Santo, para ayudar a los
hijos en su crecimiento humano y cristiano.
-
- El deber educativo recibe del sacramento del
matrimonio la dignidad y la llamada a ser un verdadero y propio "ministerio" de
la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros. Tal es la grandeza y
el esplendor del ministerio educativo de los padres cristianos, que santo Tomás
no duda en compararlo con el ministerio de los sacerdotes: "Algunos propagan y
conservan la vida espiritual con un ministerio únicamente espiritual: es la
tarea del sacramento del orden; otros hacen esto respecto de la vida a la
vez corporal y espiritual, y esto se realiza con el sacramento del
matrimonio, en el que el hombre y la mujer se unen para engendrar la
prole y educarla en el culto a Dios".
-
- La conciencia viva y vigilante de la misión recibida
con el sacramento del matrimonio ayudará a los padres cristianos a ponerse con
gran serenidad y confianza al servicio educativo de los hijos y, al mismo
tiempo, a sentirse responsables ante Dios que los llama y los envía a edificar
la Iglesia en los hijos. Así la familia de los bautizados, convocada como
iglesia doméstica por la Palabra y por el Sacramento, llega a ser a la vez, como
la gran Iglesia, maestra y madre.
-
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-
- La primera experiencia de Iglesia
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- 39. La misión de la educación exige que los padres
cristianos propongan a los hijos todos los contenidos que son necesarios para la
maduración gradual de su personalidad, desde un punto de vista cristiano y
eclesial. Seguirán pues las líneas educativas recordadas anteriormente,
procurando mostrar a los hijos a cuán profundos significados conducen la fe y la
caridad de Jesucristo. Además, la conciencia de que el Señor confía en ellos el
crecimiento de un hijo de Dios, de un hermano de Cristo, de un templo del
Espíritu Santo, de un miembro de la Iglesia, alentará a los padres cristianos en
su tarea de afianzar en el alma de los hijos el don de la gracia divina.
-
- El Concilio Vaticano II precisa así el contenido de
la educación cristiana: "La cual no persigue solamente la madurez propia de la
persona humana..., sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más
conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente
en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre
en espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir
según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad, y así lleguen al hombre
perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del
Cuerpo místico. Conscientes, además de su vocación, acostúmbrense a dar
testimonio de la esperanza que hay en ellos y a ayudar a la configuración
cristiana del mundo".
-
- También el Sínodo, siguiendo y desarrollando la línea
conciliar ha presentado la misión educativa de la familia cristiana como un
verdadero ministerio, por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio,
hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en
cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo. En la
familia consciente de tal don, como escribió Pablo VI, "todos los miembros
evangelizan y son evangelizados".
-
- En virtud del ministerio de la educación los padres,
mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio
ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la
lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo
-eucarístico y eclesial- de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a
ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de vida corporal, sino
también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu brota de la Cruz y
Resurrección de Cristo.
-
- A fin de que los padres cristianos puedan cumplir
dignamente su ministerio educativo, los Padres Sinodales han manifestado su
deseo de que se prepare un texto adecuado de catecismo para las familias
claro, breve y que pueda ser fácilmente asimilado pro todos. Las conferencias
episcopales han sido invitadas encarecidamente a comprometerse en la realización
de este catecismo.
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- Relaciones con otras fuerzas educativas
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- 40. La familia es la primera, pero no la única y
exclusiva, comunidad educadora; la misma dimensión comunitaria, civil y eclesial
del hombre exige y conduce a una acción más amplia y articulada, fruto de la
colaboración ordenada de las diversas fuerzas educativas. Estas son necesarias,
aunque cada una puede y debe intervenir con su competencia y con su contribución
propias.
-
- La tarea educativa de la familia cristiana tiene por
esto un puesto muy importante en la pastoral orgánica; esto implica una nueva
forma de colaboración entre los padres y las comunidades cristianas, entre los
diversos grupos educativos y los pastores. En este sentido, la renovación de la
escuela católica debe prestar una atención especial tanto a los padres de los
alumnos como a la formación de una perfecta comunidad educadora.
-
- Debe asegurarse absolutamente el derecho de los
padres a la elección de una educación conforme con su fe religiosa.
-
- El Estado y la Iglesia tienen la obligación de dar a
las familias todas las ayudas posibles, a fin de que puedan ejercer
adecuadamente sus funciones educativas. Por esto tanto la Iglesia como el Estado
deben crear y promover las instituciones y actividades que las familias piden
justamente, y la ayuda deberá ser proporcionada a las insuficiencias de las
familias. por tanto, todos aquellos que en la sociedad dirigen las escuelas, no
deben olvidar nunca que los padres han sido constituidos por Dios mismo como los
primeros y principales educadores de los hijos, y que su derecho es del todo
inalienable.
-
- Pero como complementario al derecho, se pone el grave
deber de los padres de comprometerse a fondo en una relación cordial y efectiva
con los profesores y directores de las escuelas.
-
- Si en las escuelas se enseñan ideologías contrarias a
la fe cristiana, la familia junto con otras familias, si es posible mediante
formas de asociación familiar, debe con todas las fuerzas y con sabiduría ayudar
a los jóvenes a no alejarse de la fe. En este caso la familia tiene necesidad de
ayudas especiales por parte de los pastores de almas, los cuales no deben
olvidar que los padres tienen el derecho inviolable de confiar sus hijos a la
comunidad eclesial.
-
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- Un servicio múltiple a la vida
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- 41. El amor conyugal fecundo se expresa en un servicio
a la vida que tiene muchas formas, de las cuales la generación y la educación
son las más inmediatas, propias e insustituibles. En realidad, cada acto de
verdadero amor al hombre testimonia y perfecciona la fecundidad espiritual de la
familia, porque es obediencia al dinamismo interior y profundo del amor, como
donación de sí mismo a los demás.
-
- En particular los esposos que viven la experiencia de
la esterilidad física, deberán orientarse hacia esta perspectiva, rica para
todos en valor y exigencias.
-
- Las familias cristianas, que en la fe reconocen a
todos los hombres como hijos del Padre común de los cielos, irán generosamente
al encuentro de los hijos de otras familias, sosteniéndoles y amándoles no como
extraños, sino como miembros de la única familia de los hijos de Dios. Los
padres cristianos podrán así ensanchar su amor más allá de los vínculos de la
carne y de la sangre, estrechando esos lazos que se basan en el espíritu y que
se desarrollan en el servicio concreto a los hijos de otras familias, a menudo
necesitados incluso de los más necesario.
-
- Las familias cristianas se abren con mayor
disponibilidad a la adopción y acogida de aquellos hijos que están privados de
sus padres o abandonados por éstos. Mientras esos niños, encontrando el calor
afectivo de una familia, pueden experimentar la cariñosa y solícita paternidad
de Dios, atestiguada por los padres cristianos, y así crecer con serenidad y
confianza en la vida, la familia entera se enriquecerá con los valores
espirituales de una fraternidad más amplia.
-
- La fecundidad de las familias debe llevar a su
incesante "creatividad", fruto maravilloso del Espíritu de Dios, que abre el
corazón de nuestra sociedad, y que infunde ánimo para asumirlas y darles
respuesta. En este marco se presenta a las familias un vasto campo de acción; en
efecto, todavía más preocupante que el abandono de los niños es hoy el fenómeno
de la marginación social y cultural, que afecta duramente a los ancianos, a los
enfermos, a los minusválidos, a los drogadictos, a los excarcelados, etc.
-
- De este modo se ensancha enormemente el horizonte de
la paternidad y maternidad de las familias cristianas, un reto para su amor
espiritualmente fecundo viene de estas y tantas otras urgencias de nuestro
tiempo. Con las familias y por medio de ellas, el Señor Jesús sigue teniendo
"compasión" de las multitudes.
-
-
- III. PARTICIPACION EN EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD
-
-
- La familia, célula primera y vital de la sociedad
-
-
-
- 42. "El Creador del mundo estableció la sociedad
conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana"; la familia es por ello
la "cédula primera y vital de la sociedad".
-
- La familia posee vínculos vitales y orgánicos con la
sociedad, porque constituye su fundamento y alimento continuo mediante su
función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y
éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son
el ama de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.
-
- Así la familia, en virtud de su naturaleza y
vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias y a la
sociedad, asumiendo su función social.
-
-
-
- La vida familiar
como experiencia de comunión
y participación
-
-
-
- 43. La misma experiencia de comunión y participación,
que debe caracterizar la vida diaria de la familia, representa su primera y
fundamental aportación a la sociedad.
-
- Las relaciones entre los miembros de la comunidad
familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la "gratuidad" que, respetando
y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal, como único título de
valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda.
-
- Así la promoción de una auténtica y madura comunión
de personas en la familia se convierte en la primera e insustituible escuela de
socialidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un
clima de respeto, justicia, diálogo y amor.
-
- De este modo, como han recordado los Padres
Sinodales, la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de
humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y
profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente
humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los "valores".
Como dice el Concilio Vaticano II, en la familia "las distintas generaciones
coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los
derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social".
-
- Como consecuencia, de cara a una sociedad que corre
el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y por tanto
inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de
"evasión" -como son, por ejemplo, el alcoholismo, la droga y el mismo
terrorismo-, la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables
capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo consciente de su
dignidad personal, de enriquecerlo con profunda humanidad y de inserirlo
activamente con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad.
-
-
-
- Función social y política
-
-
-
- 44. La función social de la familia no puede
ciertamente reducirse a la acción procreadora y educativa, aunque encuentra en
ella su primera e insustituible forma de expresión.
-
- Las familias, tanto solas como asociadas, pueden y
deben por tanto dedicarse a muchas obras de servicio social, especialmente en
favor de los pobres y de todas aquellas personas y situaciones, a las que no
logra llegar la organización de previsión y asistencia de las autoridades públicas.
-
- La aportación social de la familia tiene su
originalidad, que exige se la conozca mejor y se la apoye más decididamente,
sobre todo a medida que los hijos crecen, implicando de hecho lo más posible a
todos los miembros.
-
- En especial hoy que destacar la importancia cada vez
mayor que en nuestra sociedad asume la hospitalidad, en todas sus formas, desde
el abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del propio corazón, a las
peticiones de los hermanos, al compromiso concreto de asegurar a cada familia su
casa, como ambiente natural que la conserva y la hace crecer. Sobre todo, la
familia cristiana está llamada a escuchar el consejo del Apóstol: "Sed solícitos
en la hospitalidad", y por consiguiente en practicar la acogida del hermano
necesitado, imitando el ejemplo y compartiendo la caridad de Cristo: "El que
diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca porque es mi
discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa".
-
- La función social de las familias está llamada a
manifestarse también en la forma de intervención política, es decir, las
familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones
del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los
derechos y los deberes de la familia. En este sentido las familias deben crecer
en la conciencia de ser "protagonistas" de la llamada "política familiar", y
asumirse la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las
familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a
observar con indiferencia. La llamada del Concilio Vaticano II a superar la
ética individualista vale también para la familia como tal.
-
-
-
- La sociedad al servicio de la familia
-
-
-
- 45. La conexión íntima entre la familia y la sociedad,
de la misma manera que exige la apertura y la participación de la familia en la
sociedad y en su desarrollo, impone también que la sociedad no deje de cumplir
su deber fundamental de respetar y promover la familia misma.
-
- Ciertamente la familia y la sociedad tienen una
función complementaria en la defensa y en la promoción del bien de todos los
hombres y de cada hombre. Pero la sociedad, y más específicamente el Estado,
deben reconocer que la familia es una "sociedad que goza de un derecho propio y
primordial" y por tanto, en sus relaciones con la familia están gravemente
obligados a atenerse al principio de subsidiaridad.
-
- En virtud de este principio, el Estado no puede ni
debe sustraer a las familias aquellas funciones que pueden igualmente realizar
bien, por sí solas o asociadas libremente, sino favorecer positivamente y
estimular lo más posible la iniciativa responsable de las familias. Las
autoridades públicas, convencidas de que el bien de la familia constituye un
valor indispensable e irrenunciable de la comunidad civil, deben hacer cuanto
puedan para asegurar a las familias todas aquellas ayudas -económicas, sociales,
educativas, políticas, culturales- que necesitan para afrontar de modo humano
todas sus responsabilidades.
-
-
-
- Carta de los derechos de la familia
-
-
- 46. El ideal de una recíproca acción de apoyo y
desarrollo entre la familia y la sociedad choca a menudo, y en medida bastante
grave, con la realidad de su separación e incluso de su contraposición.
-
- En efecto, como el Sínodo ha denunciado
continuamente, la situación que muchas familias encuentran en diversos Países es
muy problemática, si no incluso claramente negativa: instituciones y leyes
desconocen injustamente los derechos inviolables de la familia y de la misma
persona humana, y la sociedad, en vez de ponerse al servicio de la familia, la
ataca con violencia en sus valores y en sus exigencias fundamentales. De este
modo la familia, que, según los planes de Dios, es célula básica de la sociedad,
sujeto de derechos y deberes antes que el Estado y cualquier otra comunidad, es
víctima de la sociedad, de los retrasos y lentitudes de sus intervenciones y más
aún de sus injusticias notorias.
-
- Por esto la Iglesia defiende abierta y vigorosamente
los derechos de la familia contra las usurpaciones intolerables de la sociedad y
del Estado. En concreto, los Padres Sinodales han recordado, entre otros, los
siguientes derechos de la familia:
-
- - a existir y progresar como
familia, es decir, el derecho de todo hombre, especialmente aun siendo pobre, a
fundar una familia, y a tener los recursos apropiados para mantenerla;
-
- - a ejercer su responsabilidad
en el campo de la transmisión de la vida y a educar a los hijos;
-
- - a la intimidad de la vida
conyugal y familiar;
-
- - a la estabilidad del vínculo
y de la institución matrimonial;
-
- - a creer y profesar su propia
fe, y a difundirla;
-
- - a educar a sus hijos de
acuerdo con las propias tradiciones y valores religiosos y culturales con los
instrumentos, medios e instituciones necesarios;
-
- - a obtener la seguridad
física, social, política y económica, especialmente de los pobres y enfermos;
-
- - el derecho a una vivienda
adecuada, para una vida familiar digna;
-
- - el derecho de expresión y de
representación ante las autoridades públicas, económicas, sociales, culturales y
ante las inferiores, tanto por sí misma como por medio de asociaciones;
-
- - a crear asociaciones con
otras familias e instituciones, para cumplir adecuada y esmeradamente su misión;
-
- - a proteger a los menores,
mediante instituciones y leyes apropiadas, contra los medicamentos
perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo, etc.;
-
- - el derecho a un justo tiempo
libre que favorezca, a la vez, los valores de la familia;
-
- - el derecho a los ancianos a
una vida y a una muerte dignas;
-
- - el derecho a emigrar como
familia, para buscar mejores condiciones de vida.
-
- La Santa Sede, acogiendo la petición explícita del
Sínodo, se encargará de estudiar detenidamente estas sugerencias, elaborando una
"Carta de los derechos de la familia", para presentarla a los ambientes y
autoridades interesadas.
-
-
-
- Gracia y responsabilidad de la familia cristiana
-
-
-
- 47. La función social propia de cada familia compete,
por un título nuevo y original, a la familia cristiana, fundada sobre el
sacramento del matrimonio. Este sacramento, asumiendo la realidad humana del
amor conyugal en todas sus implicaciones, capacita y compromete a los esposos y
a los padres cristianos a vivir su vocación de laicos, y por consiguiente a
"buscar el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según
Dios".
-
- El cometido social y político forma parte de la
misión real o de servicio, en la que participan los esposos cristianos en virtud
del sacramento del matrimonio, recibiendo a la vez un mandato al que no pueden
sustraerse y una gracia que los sostiene y los anima.
-
- De este modo la familia cristiana está llamada a
ofrecer a todos el testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los
problemas sociales, mediante la "opción preferencial" por los pobres y los
marginados. Por eso la familia, avanzando en el seguimiento del Señor mediante
un amor especial hacia todos los pobres, debe preocuparse especialmente de los
que padecen hambre, de los indigentes, de los ancianos, los enfermos, los
drogadictos o los que están sin familia.
-
-
-
- Hacia un nuevo orden
internacional
-
-
-
- 48. Ante la dimensión mundial que hoy caracteriza a
los diversos problemas sociales, la familia ve que se dilata de una manera
totalmente nueva su cometido ante el desarrollo de la sociedad; se trata de
cooperar también a establecer un nuevo orden internacional, porque sólo con la
solidaridad mundial se pueden afrontar y resolver los enormes y dramáticos
problemas de la justicia en el mundo, de la libertad de los pueblos y de la paz
de la humanidad.
-
- La comunión espiritual de las familias cristianas,
enraizadas en la fe y esperanza común y vivificadas por la caridad, constituye
una energía interior que origina, difunde y desarrolla justicia, reconciliación,
cristiana, como "pequeña Iglesia", está llamada, a semejanza de la "gran
Iglesia", a ser signo de unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función
profética, dando testimonio del Reino y de la paz de Cristo, hacia el cual el
mundo entero está en camino.
-
- Las familias cristianas podrán realizar esto tanto
por medio de su acción educadora, es decir, ofreciendo a los hijos un modelo de
vida fundado sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor, bien sea
con un compromiso activo y responsable para el crecimiento auténticamente humano
de la sociedad y de sus instituciones, bien con el apoyo, de diferentes modos, a
las asociaciones dedicadas específicamente a los problemas del orden
internacional.
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-
- IV. PARTICIPACION EN LA VIDA Y MISION DE LA IGLESIA
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-
-
- La familia en el misterio de la Iglesia
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- 49. Entre los cometidos fundamentales de la
familia cristiana se halla el eclesial, es decir, que ella está puesta al
servicio de la edificación del Reino de Dios en la historia, mediante la
participación en la vida y misión de la Iglesia.
-
- Para comprender mejor los fundamentos, contenidos y
características de tal participación, hay que examinar a fondo los múltiples y
profundos vínculos que unen entre sí a la Iglesia y a la familia cristiana, y
que hacen de esta última como una "Iglesia en miniatura" (Ecclesia
domestica) de modo que sea, a su manera, una imagen viva y una
representación histórica del misterio mismo de la Iglesia.
-
- Es ante todo la Iglesia madre la que engendra, educa,
edifica la familia cristiana, poniendo en práctica para con la misma la misión
de salvación que ha recibido de su Señor. Con el anuncio de la Palabra de Dios,
la Iglesia revela a la familia cristiana su verdadera identidad, lo que es y
debe ser según el plan del Señor; con la celebración de los sacramentos, la
Iglesia enriquece y corrobora a la familia cristiana con la gracia de Cristo, en
orden a su santificación para la gloria del Padre; con la renovada proclamación
del mandamiento nuevo de la caridad, la Iglesia anima y guía a la familia
cristiana al servicio del amor, para que imite y revivía el mismo amor de
donación y sacrificio que el Señor Jesús nutre hacia toda la humanidad.
-
- Por su parte, la familia cristiana está insertada de
tal forma en el misterio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión
de salvación que es propia de la Iglesia. Los cónyuges y padres cristianos, en
virtud del sacramento, "poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su
estado y forma de vida".
-
- Por eso no sólo "reciben" el amor de Cristo,
convirtiéndose en comunidad "salvada", sino que están también llamados a
"transmitir" a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad
"salvadora". De esta manera, a la vez que es fruto y signo de la fecundidad
sobrenatural de la Iglesia, la familia cristiana se hace símbolo, testimonio y
participación de la maternidad de la Iglesia.
-
-
-
- Un cometido eclesial propio y original
-
-
-
- 50. La familia cristiana está llamada a tomar parte
viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es
decir, poniendo a servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar,
en cuanto comunidad íntima de vida y de amor.
-
- Si la familia cristiana es comunidad cuyos vínculos
son renovados por Cristo mediante la fe y los sacramentos, su participación en
la misión de la Iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria;
juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y los padres e hijos en
cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo. Deben ser
en la fe "un corazón y un alma sola", mediante el común espíritu apostólico que
los anima y la colaboración que los enseña en las obras de servicio a la
comunidad eclesial y civil.
-
- La familia cristiana edifica además el Reino de Dios
en la historia mediante esas mismas realidades cotidianas que tocan y distinguen
su condición de vida. Es por ello en el amor conyugal y familiar
-vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad,
unicidad, fidelidad y fecundidad- donde se expresa y realiza la participación de
la familia cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y
de su Iglesia. El amor y la vida constituyen por lo tanto el núcleo de la misión
salvífica de la familia cristiana en la Iglesia y para la Iglesia.
-
- Lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: "La
familia hará partícipes a otras familias, generosamente, de sus riquezas
espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo origen está en el
matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y
la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la
auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la
unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus
miembros".
-
- Puesto así el fundamento de la participación
de la familia cristiana en la misión eclesial, hay que poner de manifiesto ahora
su cometido en la triple unitaria referencia a Jesucristo Profeta, Sacerdote
y Rey, presentando por ello la familia cristiana como 1) comunidad creyente
y evangelizadora, 2) comunidad en diálogo con Dios, 3) comunidad al servicio del
hombre.
-
-
-
- 1) La familia cristiana comunidad creyente y evangelizadora
-
-
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- La fe, descubrimiento y admiración del plan de Dios sobre la familia
-
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- 51. Dado que participa de la vida y misión de la
Iglesia, la cual escucha religiosamente la Palabra de Dios y proclama con firme
confianza, la familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y
anunciando la Palabra de Dios. Se hace así, cada día más, una comunidad
creyente y evangelizadora.
-
- También a los esposos y padres cristianos se exige la
obediencia a la fe, ya que son llamados a acoger la Palabra del Señor que les
revela la estupenda novedad -la buena nueva- de su vida conyugal y familiar, que
Cristo ha hecho santa y santificadora. En efecto, solamente mediante la fe en
ellos pueden descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad ha elevado
Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y lugar de la alianza
de amor entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la Iglesia esposa suya.
-
- La misma preparación al matrimonio cristiano se
califica ya como un itinerario de fe. Es, en efecto, una ocasión privilegiada
para los novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe recibida en el bautismo
y alimentada con la educación cristiana. De esta manera reconocen y acogen
libremente la vocación a vivir el seguimiento de Cristo y el servicio al Reino
de Dios en el estado matrimonial.
-
- El momento fundamental de la fe de los esposos está
en la celebración del sacramento del matrimonio, que en el fondo de su
naturaleza es la proclamación, dentro de la Iglesia, de la buena nueva sobre el
amor conyugal. Es la Palabra de Dios que "revela" y "culmina" el proyecto sabio
y amoroso que dios tiene sobre los esposos, llamados a la misteriosa y real
participación en el amor mismo de Dios hacia la humanidad. Si la celebración
sacramental del matrimonio es en sí misma una proclamación de la Palabra de Dios
en cuanto son por título diverso protagonistas y celebrantes, debe ser una
"profesión de fe" hecha dentro y con la Iglesia, comunidad de creyentes.
-
- Esta profesión de fe ha de ser continuada en la vida
de los esposos y de la familia. En efecto, Dios que ha llamado a los esposos
"al" matrimonio, continúa a llamarlos "en el matrimonio". Dentro y a través de
los hechos, los problemas, las dificultades, los acontecimientos de la
existencia de cada día. Dios viene a ellos, revelando y proponiendo las
"exigencias" concretas de su participación en el amor de Cristo por su Iglesia,
de acuerdo con la particular situación -familiar, social y eclesial- en la que
se encuentran.
-
- El descubrimiento y la obediencia al plan de Dios
deben hacerse "en conjunto" por parte de la comunidad conyugal y familiar, a
través de la misma experiencia humana del amor vivido en el Espíritu de Cristo
entre los esposos, entre los padres y los hijos.
-
- Para esto, también la pequeña Iglesia doméstica, como
la gran Iglesia, tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamente. De
ahí deriva su deber de educación permanente en la fe.
-
-
-
- Ministerio de evangelización de la familia cristiana
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-
-
- 52. En la medida en que la familia cristiana acoge el
Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad evangelizadora. Escuchemos de
nuevo a Pablo VI: "La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio
donde el evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.
-
- Dentro, pues, de una familia consciente de esta
misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los
padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez
recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido... Una familia así se
hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive".
-
- Como ha repetido el Sínodo, recogiendo mi llamada
lanzada en Puebla, la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia
doméstica. Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el bautismo y
recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir
la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios.
-
- La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene una
especial vocación a ser testigo de la alianza pascual de Cristo, mediante la
constante irradiación de la alegría del amor y de la certeza de la esperanza, de
la que debe dar razón: "La familia cristiana proclama en voz alta tanto las
presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida
bienaventurada".
-
- La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge
con singular fuerza en determinadas situaciones, que la Iglesia constata por
desgracia en diversos lugares: "En los lugares donde una legislación
antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha
cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar
prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica
es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica
catequesis".
-
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-
- Un servicio eclesial
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- 53. El ministerio de evangelización de los padres
cristianos es original e insustituible y asume las características típicas de la
vida familiar, hecha, como debería estar, de amor, sencillez, concreción y
testimonio cotidiano.
-
- La familia debe formar a los hijos para la vida, de
manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación
recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores
transcendentales, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa
fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el
misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor
seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios.
-
- El ministerio de evangelización y catequesis de los
padres debe acompañar la vida de los hijos también durante su adolescencia y
juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, contestan o incluso rechazan
la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida. Y así como en la
Iglesia no se puede separar la obra de evangelización del sufrimiento del
apóstol, así también en la familia cristiana lo padres deben afrontar con
valentía y gran serenidad de espíritu las dificultades que halla a veces en los
mismo hijos su ministerio de evangelización.
-
- No hay que olvidar que el servicio llevado a cabo por
los cónyuges y padres cristianos en favor del Evangelio es esencialmente un
servicio eclesial, es decir, que se realiza en el contexto de la Iglesia entera
en cuanto comunidad evangelizada y evangelizadora. En cuanto enraizado y
derivado de la única misión de la Iglesia y en cuanto ordenado a la edificación
del único Cuerpo de Cristo, el ministerio de evangelización y de catequesis de
la Iglesia doméstica ha de quedar en íntima comunión y ha de armonizarse
responsablemente con los otros servicios de evangelización y de catequesis
presentes y operantes en la comunidad eclesial, tanto diocesana como parroquial.
-
-
-
- Predicar el Evangelio a toda criatura
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-
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- 54. La universalidad sin fronteras es el horizonte
propio de la evangelización, animada interiormente por el afán misionero, ya que
es de hecho la respuesta a la explícita e inequívoca consigna de Cristo: "Id por
el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura".
-
- También la fe y la misión evangelizadora de la
familia cristiana poseen esta dimensión misionera católica. El sacramento del
matrimonio que plantea con nueva fuerza el deber arraigado en el bautismo y en
la confirmación de defender y difundir la fe, constituye a los cónyuges y padres
cristianos en testigos de Cristo "hasta los últimos confines de la tierra", como
verdaderos y propios "misioneros" del amor y de la vida.
-
- Una cierta forma de actividad misionera puede ser
desplegada ya en el interior de la familia. Esto sucede cuando alguno de los
componentes de la misma no tiene fe o no la practica con coherencia. En este
caso, los parientes deben ofrecerles tal testimonio de vida que los estimule y
sostenga en el camino hacia la plena adhesión a Cristo Salvador.
-
- Animada por el espíritu misionero en su propio
interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la
presencia de Cristo y de su amor incluso para loa "alejados", para las familias
que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente
la fe recibida. Está llamada "con su ejemplo y testimonio" a iluminar " a los
que buscan la verdad".
-
- Así como ya al principio del cristianismo Aquila y
Priscila se presentaban como una pareja misionera, así también la iglesia
testimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia de cónyuges y
familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a
tierras de misión a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de
Jesucristo.
-
- Las familias cristianas dan una contribución
particular a la causa misionera de la Iglesia, cultivando la vocación misionera
en sus propios hijos e hijas, y, de manera más general, con una obra educadora
que prepare a sus hijos, desde la juventud "para conocer el amor de Dios hacia
todos los hombres.
-
-
-
- 2) La familia cristiana, comunidad en diálogo con Dios
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-
- El santuario doméstico de la Iglesia
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- 55. El anuncio del Evangelio y su acogida mediante la
fe encuentran su plenitud en la celebración sacramental. La Iglesia, comunidad
creyente y evangelizadora, es también pueblo sacerdotal, es decir, revestido de
la dignidad y partícipe de la potestad de Cristo, Sumo Sacerdote de la nueva y
eterna Alianza.
-
- También la familia cristiana está inserta en la
Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacramento del matrimonio, en el cual
está enraizada y de la que se alimenta, es vivificada continuamente por el Señor
y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el
ofrecimiento de la propia vida y oración.
-
- Este es el cometido sacerdotal que la familia
cristiana puede y debe ejercer en íntima comunión con toda la Iglesia, a través
de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar. De esta manera la
familia cristiana es llamada a santificarse y a santificar a la comunidad
eclesial y al mundo.
-
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-
- El matrimonio sacramento de mutua
santificación y acto de culto
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- 56. Fuente y medio original de santificación propia
para los cónyuges y para la familia cristiana es el sacramento del matrimonio,
que presupone y especifica la gracia santificadora del bautismo. En virtud del
misterio de la muerte y resurrección de Cristo, en el que el matrimonio
cristiano se sitúa de nuevo, el amor conyugal es purificado y santificado: "El
Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don
especial de la gracia y la caridad".
-
- El don de Jesucristo no se agota en la celebración
del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de
toda su existencia. Lo recuerda explícitamente el Concilio Vaticano II cuando
dice que Jesucristo "permanece con ellos para que los esposos, con su mutua
entrega, se amen con perpetua fidelidad, como El mismo amó a la Iglesia y se
entregó por ella... Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus
deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento
especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos
del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad,
llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación,
y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios".
-
- La vocación universal a la santidad está dirigida
también a los cónyuges y padres cristianos. Para ellos está especificada por el
sacramento celebrado y traducida concretamente en las realidades propias de la
existencia conyugal y familiar. De ahí nacen la gracia y la exigencia de una
auténtica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de
inspirarse en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la
resurrección y del signo, de los que se ha ocupado en más de una ocasión el
Sínodo.
-
- El matrimonio cristiano, como todos los sacramentos
que "están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del
Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios", es en sí mismo un acto
litúrgico de glorificación de Dios en Jesucristo y en la Iglesia. Celebrándolo,
con cónyuges cristianos profesan su gratitud a Dios por el bien sublime que se
les da de poder revivir en su existencia conyugal y familiar el amor mismo de
Dios por los hombres y del Señor Jesús por la Iglesia, su esposa.
-
- Y como del sacramento derivan para los cónyuges el
don y el deber de vivir cotidianamente la santificación recibida, del mismo
sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar toda su
vida en un continuo sacrificio espiritual. También a los esposos y padres
cristianos, de modo especial en esas realidades terrenas y temporales que los
caracteriza, se aplican las palabras del Concilio: "También los laicos, como
adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a
Dios".
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- Matrimonio y Eucaristía
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- 57. El deber de santificación de la familia cristiana
tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía, a
la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano. El Concilio Vaticano II
ha querido poner de relieve la especial relación existente entre la Eucaristía y
el matrimonio, pidiendo que habitualmente éste se celebre "dentro de la Misa".
Volver a encontrar y profundizar tal relación es del todo necesario, si se
quiere comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades
del matrimonio y de la familia cristiana.
-
- La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio
cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de
Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este
sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la
raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su
alianza conyugal.
-
- En cuanto representación del sacrificio de amor de
Cristo por su Iglesia, la Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don
eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el fundamento y el alma de
su "comunión" y de su "misión", ya que el Pan eucarístico hace de los diversos
miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de
la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el Cuerpo
"entregado" y en la Sangre "derramada" de Cristo se hace fuente inagotable del
dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana.
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- El sacramento de la conversión
y reconciliación
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- 58. Parte esencial y permanente del cometido de
santificación de la familia cristiana es la acogida de la llamada evangélica a
la conversión, dirigida a todos los cristianos que no siempre permanecen fieles
a la "novedad" del bautismo que los ha hecho "santos". Tampoco la familia es
siempre coherente con la ley de la gracia y de la santidad bautismal, proclamada
nuevamente en el sacramento del matrimonio.
-
- El arrepentimiento y perdón mutuo dentro de la
familia cristiana que tanta parte tienen en la vida cotidiana, hallan su momento
sacramental específico en la penitencia cristiana. Respecto de los cónyuges
cristianos, así escribía Pablo VI en la encíclica Humanae vitae: "Y si el
pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde
perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el sacramento de la
penitencia".
-
- La celebración de este sacramento adquiere un
significado particular para la vida familiar. En efecto, mientras mediante la fe
descubren cómo el pecado contradice no sólo la alianza con Dios, sino también la
alianza de los cónyuges y la comunión de la familia, los esposos y todos los
miembros de la familia son alentados el encuentro con Dios "rico en
misericordia", el cual, infundiendo su amor más fuerte que el pecado,
reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión familiar.
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- La plegaria familiar
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- 59. La Iglesia ora por la familia cristiana y la educa
para que viva en generosa coherencia con el don y el cometido sacerdotal
recibido de Cristo Sumo Sacerdote. En realidad, el sacerdocio bautismal de los
fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para
la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante la
cual su misma existencia cotidiana se transforma en "sacrificio espiritual
aceptable a Dios por Jesucristo". Esto sucede no sólo con la celebración de la
Eucaristía y de los otros sacramentos o con la ofrenda de sí mismos para gloria
de Dios, sino también con la vida de oración, con el diálogo suplicante dirigido
al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo.
-
- La plegaria familiar tiene características propias.
Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos
juntos. La comunión en la plegaria es a la vez fruto y exigencia de esa comunión
que deriva de los sacramentos del bautismo y del matrimonio. A los miembros de
la familia cristiana pueden aplicarse de modo particular las palabras con las
cuales el Señor Jesús promete su presencia: "Os digo en verdad que si dos de
vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os la otorgará mi
Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
-
- Esta plegaria tiene como contenido original la
misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como
vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y
dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la
boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y
decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor
de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento
favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono confiado de la
familia al padre común que está en los cielos. Además, la dignidad y
responsabilidad de la familia cristiana en cuanto Iglesia doméstica solamente
pueden ser vividas con la ayuda incesante de Dios, que será concedida sin falta
a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración.
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- Maestros de oración
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- 60. En virtud de su dignidad y misión, los padres
cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de
introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del
coloquio personal con el: "Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con
la gracia y los deberes del sacramento del matrimonio, importa que los hijos
aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo
según la fe recibida en el bautismo".
-
- Elemento fundamental e insustituible de la educación
a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo
orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio
sacerdocio rea, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas
que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar. Escuchemos de
nuevo la llamada que Pablo VI ha dirigido a las madres y a los padres: "Madres,
¿enseñáis a vuestros niños las oraciones del cristiano? ¿Preparáis, de acuerdo
con los sacerdotes, a vuestros hijos para los sacramentos de la primera edad:
confesión, comunión, confirmación? ¿Los acostumbráis, si están enfermos, a
pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los santos?
-
- ¿Rezáis el rosario en familia? Y vosotros, padres,
¿sabéis rezas con vuestros hijos, con toda la comunidad doméstica, al menos
alguna vez? Vuestro ejemplo, en la rectitud del pensamiento y de la acción,
apoyado pro alguna oración común vale una lección de vida, vale un acto de culto
de un mérito singular; lleváis de este modo la paz al interior de los muros
domésticos: "Pax huic domui", Recordad: así edificáis la Iglesia".
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- Plegaria litúrgica y privada
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- 61. Hay una relación profunda y vital entre la oración
de la Iglesia y la de cada uno de los fieles, como ha confirmado claramente el
Concilio Vaticano II. Una finalidad importante de la plegaria de la Iglesia
doméstica es la de constituir para los hijos la introducción natural a la
oración litúrgica propia de toda la Iglesia, en el sentido de preparar a ella y
de extenderla al ámbito de la vida personal, familiar y social.
-
- De aquí deriva la necesidad de una progresiva
participación de todos los miembros de la familia cristiana en la Eucaristía,
sobre todo los domingos y días festivos, y en los otros sacramentos, de modo
particular en los de la iniciación cristiana de los hijos. Las directrices
conciliares han abierto una nueva posibilidad a la familia cristiana, que ha
sido colocada entre los grupos a los que se recomienda la celebración
comunitaria del Oficio divino. Pondrán asimismo cuidado las familias cristianas
en celebrar, incluso en caso y de manera adecuada a sus miembros, los tiempos y
festividades del año litúrgico.
-
- Para preparar y prolongar en casa el culto celebrado
en la Iglesia, la familia cristiana recurre a la oración privada, que presenta
gran variedad de formas. Esta variedad, mientras testimonia la riqueza
extraordinaria con la que el Espíritu anima la plegaria cristiana, se adapta a
las diversas exigencias y situaciones de vida de quien recurre al Señor.
-
- Además de las oraciones de la mañana y de la noche,
hay que recomendar explícitamente -siguiendo también las indicaciones de los
Padres Sinodales- la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la preparación
a los sacramentos, la devoción y consagración al Corazón de Jesús, las varias
formas de culto a la Virgen Santísima, la bendición de la mesa, las expresiones
de la religiosidad popular.
-
- Dentro del respeto debido a la libertad de los hijos
de Dios, la Iglesia ha propuesto y continúa proponiendo a os fieles algunas
prácticas de piedad en las que pone una particular solicitud e insistencia.
Entre éstas es de recordar el rezo del rosario: "Y ahora, en continuidad de
intención con nuestros predecesores, queremos recomendar vivamente el rezo del
Santo Rosario en familia... no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen
debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes
que la familia cristiana está invitada a rezar. Nos queremos pensar y deseamos
vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el
Rosario sea su expresión frecuente y preferida".
-
- Así la auténtica devoción mariana, que se expresa en
la unión sincera y en el generoso seguimiento de las actitudes espirituales de
la Virgen Santísima, constituye un medio privilegiado para alimentar la comunión
de amor de la familia y para desarrollar la espiritualidad conyugal y familiar.
Ella, la Madre de Cristo y de la Iglesia, es en efecto y de manera especial la
Madre de las familias cristianas, de las iglesias domésticas.
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- Plegaria y vida
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- 62. No hay que olvidad nunca que la oración es parte
constitutiva y esencial de la vida cristiana considerada en su integridad y
profundidad. más aún, pertenece a nuestra misma "humanidad" y es "la primera
expresión de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica
libertad del espíritu".
-
- Por ello la plegaria no es una evasión que desvía del
compromiso cotidiano, sino que constituye el empuje mas fuerte para que la
familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus responsabilidades
como célula primera y fundamental de la sociedad humana. En ese sentido, la
efectiva participación en la vida y misión de la Iglesia en el mundo es
proporcional a la fidelidad e intensidad de la oración con la que la familia
cristiana se una a la vid fecunda, que es Cristo.
-
- De la unión vital con Cristo, alimentada por la
liturgia, de la ofrenda de sí mismo y de la oración deriva también la fecundidad
de la familia cristiana en su servicio específico de promoción humana, que no
puede menos de llevar a la transformación del mundo.
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- 3) la familia cristiana, comunidad al servicio del hombre
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- El nuevo mandamiento del amor
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- 63. La Iglesia, pueblo profético, sacerdotal y real,
tiene la misión de llevar a todos los hombres a acoger con fe la Palabra de
Dios, a celebrarla y profesarla en los sacramentos y en la plegaria, y
finalmente a manifestarla en la vida concreta según el don y el nuevo
mandamiento del amor.
-
- La vida cristiana encuentra su ley no en un código
escrito, sino en la acción personal del Espíritu Santo que anima y guía al
cristiana, es decir, en "la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús": "el amor
de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que
nos ha sido dado".
-
- Esto vale también para la pareja y para la familia
cristiana: su guía y norma es el Espíritu de Jesús, difundido en los corazones
con la celebración del sacramento del matrimonio. En continuidad con el bautismo
de agua y del Espíritu, el matrimonio propone de nuevo la ley evangélica del
amor, y con el don del Espíritu la graba más profundamente en el corazón de los
cónyuges cristianos. Su amor, purificado y salvado, es fruto del Espíritu que
actúa en el corazón de los creyentes y se pone a la vez como el mandamiento
fundamental de la vida moral que es una exigencia de su libertad responsable.
-
- La familia cristiana es así animada y guiada por la
ley nueva del Espíritu y en íntima comunión con la Iglesia, pueblo real, es
llamada a vivir su "servicio" de amor a Dios y a los hermanos. Como Cristo
ejerce su potestad real poniéndose al servicio de los hombres, así también el
cristiano encuentra el auténtico sentido de su participación en la realeza de su
Señor, compartiendo su espíritu y su actitud de servicio al hombre: "Este poder
lo comunicó a sus discípulos, para que también ellos queden constituidos en
soberana libertad, y por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino
del pecado.
-
- Más aún, para que sirviendo a Cristo también en los
demás, conduzcan con humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio
equivale a reinar. también pro medio de los fieles laicos el Señor desea dilatar
su reino: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de
justicia, de amor y de paz. Un reino en el cual la misma creación será
liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la
gloria de los hijos de Dios.
-
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- Descubrir en cada hermano
la imagen de Dios
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- 64. Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del
amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio a cada
hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.
-
- Esto debe realizarse ante todo en el interior y en
beneficio de la pareja y la familia, mediante el cotidiano empeño en promover
una auténtica comunidad de personas, fundada y alimentada por la comunión
interior de amor. Ello debe desarrollarse luego dentro del círculo más amplio de
la comunidad eclesial en el que la familia cristiana vive. Gracias a la caridad
de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más doméstica, es
decir, más familiar, adoptando un estilo de relaciones más humano y fraterno.
-
- La caridad va más allá de los propios hermanos en la
fe, ya que "cada hombre es mi hermano"; en cada uno, sobre todo si es pobre,
débil, si sufre o es tratado injustamente, la caridad sabe descubrir el rostro
de Cristo y un hermano a amar y servir.
-
- Para que el servicio al hombre sea vivido en la
familia de acuerdo con el estilo evangélico, hay que poner en práctica con todo
cuidado lo que enseña el Concilio Vaticano II: "Para que este ejercicio de la
caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver
en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor,
a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da".
-
- La familia cristiana, mientras con la caridad edifica
la Iglesia, se pone al servicio del hombre y del mundo, actuando de verdad
aquella "promoción humana", cuyo contenido ha sido sintetizado en el Mensaje del
Sínodo a las familias: "Otro cometido de la familia es el de formar los hombres
al amor y practicar el amor en toda relación humana con los demás, de tal modo
que ella no se encierre en sí misma, sino que permanezca abierta a la comunidad,
inspirándose en un sentido de justicia y de solicitud hacia los otros,
consciente de la propia responsabilidad hacia todo la sociedad".
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- CUARTA PARTE
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- PASTORAL FAMILIAR:
- TIEMPOS, ESTRUCTURAS , AGENTES Y SITUACIONES
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- I - TIEMPOS DE LA PASTORAL
FAMILIAR
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- La Iglesia acompaña a la familia cristiana en su camino
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- 65. Al igual que toda realidad viviente, también
la familia está llamada a desarrollarse y crecer. Después de la preparación
durante el noviazgo y la celebración sacramental del matrimonio la pareja
comienza el camino cotidiano hacia la progresiva actuación de los valores y
deberes del mismo matrimonio.
-
- A la luz de la fe y en virtud de la esperanza, la
familia cristiana participa, en comunión con la Iglesia, en la experiencia de la
peregrinación terrena hacia la plan revelación y realización del Reino de Dios.
-
- Por ello hay que subrayar una vez más la urgencia de
la intervención pastoral de la Iglesia en apoyo de la familia. Hay que llevar a
cabo toda clase de esfuerzos para la pastoral de la familia adquiere
consistencia y se desarrolle, dedicándose a un sector verdaderamente
prioritario, con la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en
gran parte de la Iglesia doméstica.
-
- La solicitud pastoral de la Iglesia no se limitará
solamente a las familias cristianas más cercanas, sino que, ampliando los
propios horizontes en la medida del Corazón de Cristo, se mostrará más viva aún
hacia el conjunto de las familias en general y en particular hacia aquellas que
se hallan en situaciones difíciles o irregulares.
-
- Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de
verdad, de bondad, de comprensión, de esperanza, de viva participación en sus
dificultades a veces dramáticas; ofrecerá a todos su ayuda desinteresada, a fin
de que puedan acercarse al modelo de familia, que ha querido el Creador "desde
el principio" y que Cristo ha renovado con su gracia redentora.
-
- La acción pastoral de la Iglesia debe ser progresiva,
incluso en el sentido de que debe seguir a la familia, acompañándola paso a paso
en las diversas etapas de su formación y de su desarrollo.
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- Preparación
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- 66. En nuestros días es más necesaria que nunca la
preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar. En algunos Países
siguen siendo las familias mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a
los jóvenes los valores relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una
progresiva obra de educación o iniciación. Pero los cambios que han sobrevenido
en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino
también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar
convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro.
-
- Muchos fenómenos negativos que se lamentan hoy en la
vida familiar derivan del hecho de que, en las nuevas situaciones, los jóvenes
no sólo pierden de vista la justa jerarquía de valores, sino que, al no poseer
ya criterios seguros de comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las
nuevas dificultades. Las experiencia enseña en cambio que los jóvenes bien
preparados para la vida familiar, en general van mejor que los demás.
-
- Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyo
influyo se extiende sobre la santidad de tantos hombres y mujeres. Por esto, la
Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al
matrimonio, para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten
tantos matrimonios, y más aún para favorecer positivamente el nacimiento y
maduración de matrimonios logrados.
-
- La preparación al matrimonio ha de ser vista y
actuada como un proceso gradual y continuo. En efecto, comporta tres momentos
principales: una preparación remota, una próxima y otra inmediata.
-
- La preparación remota comienza desde la
infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a
descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja psicología y
de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. Es el período en
que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones
interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la
formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias
inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro
sexo, etc. Se exige, además, especialmente para os cristianos, una sólida
formación espiritual y catequística, que sepa mostrar en el matrimonio una
verdadera vocación y misión, sin excluir la posibilidad del don total de sí
mismo a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.
-
- Sobre esta base se programará después, en plan
amplio, la preparación próxima, la cual comporta -desde la edad oportuna
y con una adecuada catequesis, como en un camino catecumenal- una preparación
más específica para los sacramentos, como un nuevo descubrimiento. Esta nueva
catequesis de cuantos se preparan al matrimonio cristiano es absolutamente
necesaria, a fin de que el sacramento sea celebrado u vivido con las debidas
disposiciones morales y espirituales.
-
- La formación religiosa de los jóvenes deberá ser
integrada, en el momento oportuno y según las diversas exigencias concretas, por
una preparación a la vida en pareja que, presentando el matrimonio como una
relación interpersonal del hombre y de la mujer, a desarrollarse continuamente,
estimule y profundizar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la
paternidad responsable, con los conocimientos médico-biológicos esenciales que
están en concesión con ella y los encamine a la familiaridad con rectos métodos
de educación de los hijos, favoreciendo la adquisición de los elementos de base
para una ordenada conducción de la familia (trabajo estable, suficiente
disponibilidad financiera, sabia administración, nociones de economía doméstica,
etc.).
-
- Finalmente, no se deberá descuidar la preparación al
apostolado familiar, a la fraternidad y colaboración con las demás familias, a
la inserción activa en grupos, asociaciones, movimientos e iniciativas que
tienen como finalidad el bien humano y cristiano de la familia.
-
- La preparación inmediata a la celebración del
sacramentos del matrimonio debe tener lugar en los últimos meses y semanas que
preceden a las nupcias, como para dar un nuevo significado, nuevo contenido y
forma nueva al llamado examen prematrimonial exigido por el derecho canónico. De
todos modos, siendo como es siempre necesaria, tal preparación se impone con
mayor urgencia para aquellos prometidos que presenten aún carencias y
dificultades en la doctrina y en la práctica cristiana.
-
- Entre los elementos a comunicar en este camino de fe,
análogo al catecumenado, debe haber también un conocimiento serio del misterio
de Cristo y de la Iglesia, de los significados de gracia y responsabilidad del
matrimonio cristiano, así como la preparación para tomar parte activa y
consciente en los ritos de la liturgia nupcial.
-
- A las distintas fases de la preparación matrimonial
descritas anteriormente sólo a grandes rasgos indicativos- deben sentirse
comprometidas la familia cristiana y toda la comunidad eclesial. Es deseable que
las Conferencias Episcopales, al igual que están interesadas en oportunas
iniciativas para ayudar a los futuros esposos a que sean más conscientes de la
seriedad de su elección y los pastores de almas a que acepten las convenientes
disposiciones, así también procuren que se publique un directorio para la
pastoral de la familia.
-
- En él se deberán establecer ante todo los elementos
mínimos de contenido, de duración y de método de los "cursos de preparación",
equilibrando entre ellos los diversos aspectos -doctrinales, pedagógicos,
legales y médicos- que interesan al matrimonio, y estructurándolos de manera que
cuantos se preparen al mismo, además de una profundización intelectual, se
sientan animados a inserirse vitalmente en la comunidad eclesial.
-
- Por más que no sea de menospreciar la necesidad y
obligatoriedad de la preparación inmediata al matrimonio -lo cual sucedería si
se dispensase fácilmente de ella-, sin embargo tal preparación debe ser
propuesta y actuada de manera que su eventual omisión no sea un impedimento para
la celebración del matrimonio.
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- Celebración
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- 67. El matrimonio cristiano exige por norma una
celebración litúrgica, que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza
esencialmente eclesial y sacramental del pacto conyugal entre los bautizados.
-
- En cuanto gesto sacramental de santificación,
la celebración del matrimonio -inserida en la liturgia, culmen de toda la acción
de la Iglesia y fuente de su fuerza santificadora- debe ser de por sí válida,
digna y fructuosa. Se abre aquí un campo amplio para la solicitud pastoral, al
objeto de satisfacer ampliamente las exigencias derivadas de la naturaleza del
pacto conyugal elevado a sacramento y observar además fielmente la disciplina de
la Iglesia en lo referente al libre consentimiento , los impedimentos, la forma
canónica y el rito mismo de la celebración.
-
- Este último debe ser sencillo y digno, según las
normas de la competencias autoridades de la Iglesia, a las que corresponde a su
vez -según las circunstancias concretas de tiempo y de lugar y en conformidad
con las normas impartidas por la Sede Apostólica- asumir eventualmente en la
celebración litúrgica aquellos elementos propios de cada cultura y mejor se
prestan a expresar el profundo significado humano y religioso del pacto
conyugal, con tal de que no contengan algo menos conveniente a la fe y a la
moral cristiana.
-
- En cuanto signo, la celebración litúrgica debe
llevarse a cabo de manera que constituya, incluso en su desarrollo exterior, una
proclamación de la Palabra de Dios y una profesión de fe de la comunidad de los
creyentes. El empeño pastoral se expresará aquí con la preparación inteligente y
cuidadosa de la "liturgia de la Palabra" y con la educación a la fe de los que
participan en la celebración, en primer lugar de los que se casan.
-
- En cuanto gesto sacramental de la Iglesia, la
celebración litúrgica del matrimonio debe comprometer a la comunidad cristiana,
con la participación plena, activa y responsable de todos los presentes, según
el puesto e incumbencia de cada uno: los esposos, el sacerdotes, los testigos,
los padres, los amigos, los demás fieles , todos los miembros de una asamblea
que manifiesta y vive el misterio de Cristo y de su Iglesia.
-
- Para la celebración del matrimonio cristiano en el
ámbito de las culturas o tradiciones ancestrales, se sigan los principios
anteriormente enunciados.
-
-
-
- Celebración del matrimonio y evangelización de los bautizados no
creyentes
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-
-
- 68. Precisamente porque en la celebración del
sacramento se reserva una atención especial a las disposiciones morales y
espirituales de los contrayentes, en concreto a su fe, hay que afrontar aquí una
dificultad bastante frecuente, que pueden encontrar los pastores de la Iglesia
en el contexto de nuestra sociedad secularizada.
-
- En efecto, la fe de quien pide desposarse ante la
Iglesia puede tener grados diversos y es deber primario de los pastores hacerla
descubrir, nutrirla y hacerla madurar. Pero ellos deben comprender también las
razones que aconsejan a la Iglesia admitir a la celebración a quien está
imperfectamente dispuesto.
-
- El sacramento del matrimonio tiene esta peculiaridad
respecto a los otros: ser el sacramento de una realidad que existe ya en la
economía de la creación; ser el mismo pacto conyugal instituido por el Creador
"al principio". La decisión pues del hombre y de la mujer de casarse según este
proyecto divino, esto es, la decisión de comprometer en su respectivo
consentimiento conyugal toda su vida en un amor indisoluble y en una fidelidad
incondicional, implica realmente, aunque no sea de manera profunda a la voluntad
de Dios, que no puede darse sin su gracia. Ellos quedan ya pro tanto inseridos
en un verdadero camino de salvación, que la celebración del sacramento y la
inmediata preparación a la misma pueden completar y llevar a cabo, dada la
rectitud de su intención.
-
- Es verdad, por otra parte, que en algunos
territorios, motivos de carácter más bien social que auténticamente religioso
impulsan a los novios a pedir casarse en la Iglesia. Esto no es de extrañar. En
efecto, el matrimonio no es un acontecimiento que afecte solamente a quien se
casa. Es por su misma naturaleza un hecho también social que compromete a los
esposos ante la sociedad. Desde siempre su celebración ha sido una fiesta que
une a familias y amigos. De ahí, pues, que haya también motivos sociales, además
de los personales, en la petición de casarse en la Iglesia.
-
- Sin embargo, no se debe olvidar que estos novios, por
razón de su bautismo, están ya realmente inseridos en la Alianza esponsal de
Cristo con la Iglesia y que, dada su recta intención, han aceptado el proyecto
de Dios sobre el matrimonio y consiguientemente -al menos de manera implícita-
acatan lo que la Iglesia tiene intención de hacer cuando celebra el matrimonio.
-
- Por tanto, el solo hecho de que en esta petición haya
motivos también de carácter social, no justifica un eventual rechazo por parte
de los pastores. Por lo demás, como ha enseñado el Concilio Vaticano II, los
sacramentos, con las palabras y los elementos rituales nutren y robustecen la
fe; la fe hacia la cual están ya orientados en virtud de su rectitud de
intención que la gracia de Cristo no deja de favorecer y sostener.
-
- Querer, establecer ulteriores criterios de admisión a
la celebración eclesial del matrimonio, que debieran tener en cuenta el grado de
fe de los que están próximos a contraer matrimonio, comporta además muchos
riesgos. En primer lugar, el de pronunciar juicios infundados y
discriminatorios; el riesgo además de suscitar dudas sobre la validez del
matrimonio ya celebrado, con grave daño para la comunidad cristiana y de nuevas
inquietudes injustificadas para la conciencia de los esposos; se caería en el
peligro de contestar o de poner en duda la sacramentalidad de muchos matrimonios
de hermanos separados de la plena comunión con la Iglesia católica,
contradiciendo así la tradición eclesial.
-
- Cuando por el contrario, a pesar de los esfuerzos
hechos, los contrayentes dan muestras de rechazar de manera explícita y formal
lo que la Iglesia realiza cuando celebra el matrimonio de bautizado, el pastor
de almas no puede admitirlos a la celebración. Y, aunque no sea de buena gana,
tiene obligación de tomar nota de la situación y de hacer comprender a los
interesados que, en tales circunstancias, no es la Iglesia sino ellos mismos
quiénes impiden la celebración que a pesar de todo piden.
-
- Una vez más se presenta en toda su urgencia la
necesidad de una evangelización y catequesis prematrimonial y postmatrimonial
puestas en práctica por toda la comunidad cristiana, para que todo hombre y toda
mujer que se casan, celebren el sacramento de matrimonio no sólo válida sino
también fructuosamente.
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- Pastoral postmatrimonial
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- 69. El cuidado pastoral de la familia normalmente
constituida significa concretamente el compromiso de todos los elementos que
componen la comunidad eclesial local en ayudar a la pareja a descubrir y a vivir
su nueva vocación y misión. Para que la familia sea cada vez más una verdadera
comunidad de amor, es necesario que sus miembros sean ayudados y formados en su
responsabilidad frente a los nuevos problemas que se presentan, en el servicio
recíproco, en la comparticipación activa a la vida de familia.
-
- Esto vale sobre todo para las familias jóvenes, las
cuales, encontrándose en un contexto de nuevos valores y de nuevas
responsabilidades, están más expuestas, especialmente en los primeros años de
matrimonio, a eventuales dificultades, como las creadas por la adaptación a la
vida en común o por el nacimientos de hijos. Los cónyuges jóvenes sepan acoger
cordialmente y valorar inteligentemente la ayuda discreta, delicada y valiente
de otras parejas que desde hace tiempo tienen ya experiencia del matrimonio y de
la familia.
-
- De este modo, en el seno de la comunidad eclesial
-gran familia formada por familias cristianas- se actuará un mutuo intercambio
de presencia y de ayuda entre todas las familias, poniendo cada una al servicio
de las demás la propia experiencia humana, así como también los dones de fe y de
gracia. Animada por verdadero espíritu apostólico esta ayuda de familia a
familia constituirá una de las maneras más sencillas, más eficaces y más al
alcance de todos para transfundir capilarmente aquellos valores cristianos, que
son el punto de partida y de llegada a toda cura pastoral. De este modo las
jóvenes familias no se limitarán sólo a recibir, sino que a su vez, ayudadas
así, serán fuente de enriquecimiento para las otras familias, ya desde hace
tiempo constituidas, con su testimonio de vida y su contribución activa.
-
- En la acción pastoral hacia las familias jóvenes, la
Iglesia deberá reservar una atención específica con el fin de educarlas a vivir
responsablemente el amor conyugal en relación con sus exigencias de comunión y
de servicio a la vida, así como a conciliar la intimidad de la vida de casa con
la acción común y generosa para edificación de la Iglesia y la sociedad humana.
-
- Cuando, por el advenimiento de los hijos, la pareja
se convierte en familia, en sentido pleno y específico, la Iglesia estará aún
mas cercana a los padres para que acojan a sus hijos y los amen como don
recibido del Señor de la vida, asumiendo como alegría la fatiga de servirlos en
su crecimiento humano y cristiano.
-
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-
-
- II. ESTRUCTURAS DE LA PASTORAL FAMILIAR
-
-
-
- La acción pastoral es siempre expresión dinámica de
la realidad de la Iglesia, comprometida en su misión de salvación. también la
pastoral familiar -forma particular y específica de la pastoral- tiene como
principio operativo suyo y como protagonista responsable a la misma Iglesia, a
través de sus estructuras y agentes.
-
-
-
- La comunidad eclesial y la parroquia en particular
-
-
-
- 70. La Iglesia, comunidad al mismo tiempo salvada y
salvadora, debe ser considerada aquí en su doble dimensión universal y
particular. Esta se expresa y se realiza en la comunidad diocesana, dividida
pastoralmente en comunidades menores entre las que se distingue, por su peculiar
importancia, la parroquia.
-
- La comunión con la Iglesia universal no rebaja, sino
que garantiza y promueve la consistencia y la originalidad de las diversas
Iglesias particulares; éstas permanecen como el sujeto activo más inmediato y
eficaz para la actuación de la pastoral familiar. En este sentido cada Iglesia
local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más
viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la
promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier
nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la
familia.
-
- A la luz de esta responsabilidad hay que entender la
importancia de una adecuada preparación por parte de cuantos se comprometan específicamente
en este tipo de apostolado. Los sacerdotes, religiosos y
religiosas, desde la época de su formación, sean orientados y formados de manera
progresiva y adecuada para sus respectivas tareas. Entre otras iniciativas, me
es grato subrayar la reciente creación en Roma, en la Pontificia Universidad
Lateranense, de un Instituto Superior dedicado al estudio de los problemas de la
familia.
-
- También en algunas diócesis se han fundado Institutos
de este tipo; los Obispos procuren que el mayor número posible de sacerdotes,
antes de asumir responsabilidades parroquiales, frecuenten cursos
especializados; en otros lugares se tienen periódicamente cursos de formación en
Institutos Superiores de estudios teológicos y pastorales. Estas iniciativas
sean alentadas, sostenidas, multiplicadas y estén abiertas, naturalmente,
también a los seglares, que con su labor profesional (médica, legal,
psicológica, social y educativa) prestan su labor en ayuda a la familia.
-
-
-
- La familia
-
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-
- 71. Pero sobre todo hay que reconocer el puesto
singular que, en este campo, corresponde a los esposos y a las familias
cristianas, en virtud de la gracia recibida en el sacramento. Su misión debe
ponerse al servicio de la edificación de la Iglesia y de la construcción del
Reino de Dios en la historia. Esto es una exigencia de obediencia dócil a Cristo
Señor. El, en efecto, en virtud del matrimonio, de los bautizados elevado a
sacramento, confiere a los esposos cristianos una peculiar misión de apóstoles,
enviándolos como obreros a su viña, y, de manera especial, a este campo de la
familia.
-
- En esta actividad ellos actúan en comunión y
colaboración con los restantes miembros de la Iglesia, que también trabajar en
favor de la familia, poniendo a disposición sus dones y ministerios.
-
- Este apostolado se desarrollará sobre todo dentro de
la propia familia, con el testimonio de la vida vivida conforme a la laye divina
en todos sus aspectos, con la formación cristiana de los hijos, con la ayuda
dada para su maduración en la fe, con la educación en la castidad, con la
preparación a la vida, con la vigilancia para preservarles de los peligros
ideológicos y morales por los que a menudo se ven amenazados, con su gradual y
responsable inserción en la comunidad eclesial y civil, con la asistencia y el
consejo en la elección de la vocación, con la mutua ayuda entre los miembros de
la familia para el común crecimiento humano y cristiano, etc.
-
- El apostolado de la familia, por otra parte, se
irradiará con obras de caridad espiritual y material hacia las demás familias,
especialmente a las más necesitadas de ayuda y apoyo, a los pobres, los
enfermos, los ancianos, los minusválidos, los huérfanos, las viudas, los
cónyuges abandonados, las madres solteras y aquellas que en situaciones
difíciles sienten la tentación de deshacerse del fruto de su seno, etc.
-
-
-
- Asociaciones de familias para las familias
-
-
-
- 72. Sin salir del ámbito de la Iglesia, sujeto
responsable de la pastoral familiar, hay que recordar las diversas agrupaciones
de fieles, en las que se manifiesta y se vive de algún modo el misterio de la
Iglesia de Cristo. Por consiguiente, se han de reconocer y valorar -cada una según las características, finalidades, incidencias y métodos propios- las
varias comunidades eclesiales, grupos y movimientos comprometidos de distintas
maneras, por títulos y a niveles diversos, en la pastoral familiar.
-
- Por este motivo el Sínodo ha reconocido expresamente
la aportación de tales asociaciones de espiritualidad, de formación y de
apostolado. Su cometido será el de suscitar en los fieles un vivo sentido de
solidaridad, favorecer una conducta de vida inspirada en el Evangelio y en la fe
de la Iglesia, formar las conciencias según los valores cristianos y no según
los criterios de la opinión pública, estimular a obras de caridad recíproca y
hacia los demás con un espíritu de apertura, que hace de las familias cristianas
una verdadera fuente de luz y un sano fermento para las demás.
-
- Igualmente, es deseable que, con un vivo sentido del
bien común, las familias cristianas se empeñen activamente, a todos los niveles,
incluso en asociaciones no eclesiales. Algunas de estas asociaciones se proponen
la preservación, la transmisión y tutela de los sanos valores éticos y
culturales del respectivo pueblo, el desarrollo de la persona humana, la
protección médica, jurídica y social de la maternidad y de la infancia, la justa
promoción de la mujer y la lucha frente a todo lo que va contra su dignidad, el
incremento de la mutua solidaridad, el conocimiento de los problemas que tienen
conexión con la regulación responsable de la fecundidad, según los métodos
naturales conformes con la dignidad humana y la doctrina de la Iglesia. otras
miran a la construcción de un mundo más justo y más humano, a la promoción de
leyes justas que favorezcan el recto orden social en el pleno respeto de la
dignidad y de la legítima libertad del individuo y de la familia, a nivel
nacional e internacional, y a la colaboración con la escuela y con las otras
instituciones que completan la educación de los hijos, etc.
-
-
-
- III. AGENTES DE LA PASTORAL
FAMILIAR
-
-
-
- Además de la familia -objeto y sobre todo sujeto de
la pastoral familiar- hay que recordar también los otros agentes principales en
este campo concreto.
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-
- Obispos y presbíteros
-
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-
- 73. El primer responsable de la pastoral familiar en
la diócesis es el Obispo. Como Padre y Pastor debe prestar particular solicitud
a este sector, sin duda prioritario, de la pastoral. A él debe dedicar interés,
atención, tiempo, personas, recursos; y sobre todo apoyo personal a las familias
y a cuantos, en las diversas estructuras diocesanas, le ayudan en la pastoral de
la familia. Procurará particularmente que la propio diócesis sea cada vez más
una verdadera "familia diocesana", modelo y fuente de esperanza para tantas
familias que a ella pertenecen. La creación del Pontificio Consejo para la
Familia se ha de ver en este contexto; es un signo de la importancia que yo
atribuyo a la pastoral de la familia en el mundo, para que al mismo tiempo sea
un instrumento eficaz a fin de ayudar a promoverla a todos los niveles.
-
- Los obispos se valen de modo particular de los
presbíteros, cuya tarea -como ha subrayado expresamente el Sínodo- constituye
una parte esencial del ministerio de la Iglesia hacia el matrimonio y la
familia. Lo mismo se diga de aquellos diáconos a los que eventualmente se confíe
el cuidado de este sector pastoral.
-
- Su responsabilidad se extiende no sólo a los
problemas morales y litúrgicos, sino también a los de carácter personal y
social. Ellos deben sostener a la familia en sus dificultades y sufrimientos,
acercándose a sus miembros, ayudándoles a ver su vida a la luz del Evangelio. No
es superfluo anotar que de esta misión, si se ejerce con el debido
discernimiento y verdadero espíritu apostólico, el ministro de la Iglesia saca
nuevos estímulos y energías espirituales aun para la propia vocación y para el
ejercicio mismo de su ministerio.
-
- El sacerdote o el diácono preparados adecuada y
seriamente para este apostolado, deben comportarse constantemente, con respecto
a las familias, como padre, hermano, pastor y maestro, ayudándolas con los
recursos de la gracia e iluminándolas con la luz de la verdad. Por lo tanto, su
enseñanza y sus consejos deben estar siempre en plena consonancia con el
Magisterio auténtico de la Iglesia de modo que ayude al pueblo de Dios a
formarse un recto sentido de la fe, que ha de aplicarse luego en la vida
concreta.
-
- Esta fidelidad al Magisterio permitirá también a los
sacerdotes lograr una perfecta unidad de criterios con el fin de evitar
ansiedades de conciencia en los fieles.
-
- Pastores y laicado participan dentro de la Iglesia en
la misión profética de Cristo: los laicos, testimoniando la fe con las palabras
y con la vida cristiana; los pastores, discerniendo en tal testimonio lo que es
expresión de fe genuina y lo que no concuerda con ella; la familia, como
comunidad cristiana, con su peculiar participación y testimonio de fe. Se abre
así un diálogo entre los pastores y las familias.
-
- Los teólogos y los expertos en problemas familiares
pueden ser de gran ayuda en este diálogo, explicando exactamente el contenido
del Magisterio de la Iglesia y el de la experiencia de la vida de familia. De
esta manera se comprenden mejor las enseñanzas del Magisterio y se facilita el
camino para su progresivo desarrollo. No obstante, es bueno recordar que la
norma próxima y obligatoria en doctrina de fe -incluso en los problemas de la
familia- es competencia del Magisterio jerárquico. Relaciones claras entre los
teólogos, los expertos en problemas familiares y el Magisterio ayudan no poco a
la recta comprensión de la fe y a promover -dentro de los límites de la misma-
el legítimo pluralismo.
-
-
-
- Religiosos y religiosas
-
-
-
- 74. La ayuda que los religiosos, religiosas y almas
consagradas en general, pueden dar al apostolado de la familia encuentran su
primera, fundamental y original expresión precisamente en su consagración a
Dios: "De este modo evocan ellos ante todos los fieles aquel maravilloso
connubio, fundado por Dios y que ha de revelarse plenamente en el siglo futuro,
por el que la Iglesia tiene por esposo único a Cristo". Esa consagración los
convierte en testigos de aquella caridad universal que, por medio de la castidad
abrazada por el Reino de los cielos, les hace cada vez más disponibles para
dedicarse generosamente al servicio divino y a las obras de apostolado.
-
- De ahí deriva la posibilidad de que religiosos y
religiosas, miembros de Institutos seculares y de otros Institutos de
perfección, individualmente o asociados, desarrollen su servicio a las familias,
con especial dedicación a los niños, especialmente a los abandonados, no
deseados, huérfanos, pobres o minusválidos; visitando a las familias y
preocupándose de los enfermos; cultivando relaciones de respeto y de caridad con
familias incompletas, en dificultad o separadas; ofreciendo su propia
colaboración en la enseñanza y asesoramiento para la preparación verdaderamente
responsable; abriendo la propia casa a una hospitalidad sencilla y cordial, para
que las familias puedan encontrar el sentido de Dios, el gusto por la oración y
el recogimiento, el ejemplo concreto de una vida vivida en caridad y alegría
fraterna, como miembros de la gran familia de Dios.
-
- Quisiera añadir una exhortación apremiante a los
responsables de los Institutos de vida consagrada, para que consideren -dentro
del respeto sustancial al propio carisma original- el apostolado dirigido a las
familias como una de las tareas prioritarias, requeridas más urgentemente por la
situación actual.
-
-
-
- Laicos especializados
-
-
-
- 75. No poca ayuda pueden prestar a las familias los
laicos especializados (médicos, juristas, psicólogos, asistentes sociales,
consejeros, etc.) que, tanto individualmente como por medio de diversas
asociaciones e iniciativas, ofrecen su obra de iluminación, de consejo, de
orientación y apoyo. A ellos pueden aplicarse las exhortaciones que dirigía a la
Confederación de los Consultores familiares de inspiración cristiana: "EL
vuestro es un compromiso que bien merece la calificación de misión, por lo noble
que son las finalidades que persigue, y determinantes para el bien de la
sociedad y de la misma comunidad cristiana los resultados que derivan de
ellas... Todo lo que consigáis hacer en apoyo de la familia está destinado a
tener una eficacia que, sobrepasando su ámbito, alcanza también otras personas e
incide sobre la sociedad. El futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de
la familia".
-
-
-
- Destinatarios y agentes de la comunicación social
-
-
-
- 76. Una palabra aparte se ha de reservar a esta
categoría tan importante en la vida moderna. Es sabido que os instrumentos de
comunicación social "inciden a menudo profundamente, tanto bajo el aspecto
afectivo e intelectual como bajo el aspecto moral y religioso, en el ánimo de
cuantos los usan", especialmente si son jóvenes. Tales medios pueden ejercer un
influjo benéfico en la vida y las costumbres de la familia y en la educación de
los hijos, pero al mismo tiempo esconden también "insidias y peligros no
insignificantes", y podrían convertirse en vehículo -a veces hábil y
sistemáticamente manipulado, como desgraciadamente acontece en diversos Países
del mundo- de ideologías disgregadoras y de visiones deformadas de la vida, de
la familia, de la religión, de la moralidad y que no respetan la verdadera
dignidad y el destino del hombre.
-
- Peligro tanto más real, cuanto "el modo de vivir,
especialmente en las naciones más industrializadas, lleva muy a menudo a que las
familias se descarguen de sus responsabilidades educativas, encontrando en la
facilidad de evasión (representada en casa especialmente por la televisión y
ciertas publicaciones) el modo de tener ocupados tiempo y actividad de los niños
y muchachos". De ahí "el deber... de proteger especialmente a los niños y
muchachos de las agresiones que sufren también por parte de los
mass-media", procurando que el uso de éstos en familia sea regulado
cuidadosamente. Con la misma diligencia la familia debería buscar para sus
propios hijos también otras diversiones más sanas, más útiles y formativas
física y moral y espiritualmente " para potenciar y valorizar el tiempo libre de
los adolescentes y orientar sus energías".
-
- Puesto que además los instrumentos de comunicación
social -así como la escuela y el ambiente- inciden a menudo de manera notable en
la formación de los hijos, los padres, en cuanto receptores, deben hacerse parte
activa en el uso moderado, crítico, vigilante y prudente de tales medios,
calculando el influjo que ejercen sobre los hijos; y deben dar una orientación
que permita "educar la conciencia de los hijos para emitir juicios serenos y
objetivos, que después la guíen en la elección y en el rechazo de los programas
propuestos".
-
- Con idéntico empeño los padres tratarán de influir en
la elección y preparación de los mismos programas, manteniéndose -con oportunas
iniciativas- en contacto con los responsables de las diversas fases de la
producción y de la transmisión, para asegurarse que no sean abusivamente
olvidados o expresamente conculcados aquellos valores humanos fundamentales que
forman parte del verdadero bien común de la sociedad, sino que, por el
contrario,
se difundan programas aptos para presentar en su justa luz los problemas de la
familia y su adecuada solución.
-
- A este respecto, mi predecesor Pablo VI escribía:
"Los productores deben conocer y respetar las exigencias de la familia, y esto
requiere, a veces, por parte de ellos una verdadera valentía, y siempre un alto
sentido de responsabilidad. Ellos, en efecto, están obligados a evitar todo lo
que pueda dañar a la familia en su existencia, en su estabilidad, en su
equilibrio y en su felicidad. Toda ofensa a los valores fundamentales de la
familia -se trate de erotismo o de violencia, de apología del divorcio o de
actitudes antisociales por parte de os jóvenes- es una ofensa al verdadero bien
del hombre".
-
- Yo mismo, en ocasión semejante, ponía de relieve que
las familias "deben poder contar en no pequeña medida con la buena voluntad,
rectitud y sentido de responsabilidad de los profesionales de los
mass-media: editores, escritores, productores, directores, dramaturgos,
informadores, comentaristas y actores". Por consiguiente, es justo que también
por parte de la Iglesia se siga dedicando toda atención a estas categorías de
personas, animando y sosteniendo al mismo tiempo a aquellos católicos que se
sienten llamados y tienen cualidades para trabajar en estos delicados sectores.
-
-
-
-
-
- LA PASTORAL FAMILIAR EN LOS CASOS DIFÍCILES
-
-
- Circunstancias particulares
-
-
-
- 77. Es necesario un empeño pastoral todavía más
generoso, inteligente y prudente, a ejemplo del Buen Pastor, hacia aquellas
familias que -a menudo e independientemente de la propia voluntad, o apremiados
por otras exigencias de distinta naturaleza- tienen que afrontar situaciones
objetivamente difíciles.
-
- A este respecto hay que llamar especialmente la
atención sobre algunas categorías particulares de personas, que tienen mayor
necesidad no sólo de asistencia, sino de una acción más incisiva ante la opinión
pública y sobre todo ante las estructuras culturales, profundas de sus
dificultades.
-
- Estas son, por ejemplo, las familias de los
emigrantes por motivos laborales; las familias de cuantos están obligados a
largas ausencias, como los militares, los navegantes, los viajeros de cualquier
tipo; las familias de los presos, de los prófugos y de los exiliados; las
familias que en las grandes ciudades viven prácticamente marginadas; las que no
tienen casa; las incompletas o con uno solo de los padres; las familias con
hijos minusválidos o drogados; las familias de alcoholizados; las desarraigadas
de su ambiente cultural y social o en peligro de perderlo; las discriminadas por
motivos políticos o por otras razones; las familias ideológicamente divididas;
las que no consiguen tener fácilmente un contacto con la parroquia; las que
sufren violencia o tratos injustos a causa de la propia fe; las formadas por
esposos menores de edad; los ancianos, obligados no raramente a vivir en soledad
o sin adecuados medios de subsistencia.
-
- Las familias de emigrantes, especialmente
tratándose de obreros y campesinos, deben tener la posibilidad de encontrar
siempre en la Iglesia su patria. Esta es una tarea connatural a la Iglesia, dado
que es signo de unidad en la diversidad. En cuanto sea posible estén asistidos
por sacerdotes de su mismo rito, cultura e idioma. Corresponde igualmente a la
Iglesia hacer una llamada a la conciencia pública y a cuantos tienen autoridad
en la vida social, económica y política, para que los obreros encuentren trabajo
en su propia región o patria, sean retribuidos con un justo salario, las
familias vuelvan a reunirse lo antes posible, sea tenida en consideración su
identidad cultural, sean tratadas igual que las otras, y a sus hijos se les dé
la oportunidad de la formación profesional y del ejercicio de la profesión, así
como de la posesión de la tierra necesaria para trabajar y vivir.
-
- Un problema difícil es el de las familias
ideológicamente divididas. En estos casos se requiere una particular atención
pastoral. Sobre todo hay que mantener con discreción un contacto personal con
estas familias. Los creyentes deben ser fortalecidos en la fe y sostenidos en la
vida cristiana. Aunque la parte fiel al catolicismo no puede ceder, no obstante,
hay que mantener siempre vivo el diálogo con la otra parte. Deben multiplicarse
las manifestaciones de amor y respeto, con la viva esperanza de mantener firme
la unidad. Mucho depende también de las relaciones entre padres e hijos. Las
ideologías extrañas a la fe pueden estimular a los miembros creyentes de la
familia a crecer en la fe y en el testimonio de amor.
-
- Otros momentos difíciles en los que la familia tiene
necesidad de la ayuda de la comunidad eclesial y de sus pastores pueden ser: la
adolescencia inquieta, contestadora y a veces problematizada de los hijos; su
matrimonio que les separa de la familia de origen; la incomprensión o la falta
de amor por parte de las personas más queridas; el abandono por parte del
cónyuge o su pérdida, que abre la dolorosa experiencia de la viudez, de la
muerte de un familiar, que mutila y transforma en profundidad el núcleo original
de la familia.
-
- Igualmente no puede ser descuidado por la Iglesia el
período de la ancianidad, con todos sus contenidos positivos y negativos: la
posible profundización del amor conyugal cada vez más purificado y ennoblecido
por una larga e ininterrumpida fidelidad; la disponibilidad a poner en favor de
los demás, de forma nueva, la bondad y la cordura acumulada y las energías que
quedan; la dura soledad, a menudo más psicológica y afectiva que física, por el
eventual abandono o por una insuficiente atención por parte de los hijos y de
los parientes; el sufrimiento a causa de enfermedad, por el progresivo
decaimiento de las fuerzas, por la humillación de tener que depender de otros,
por la amargura de sentirse como u peso para los suyos, por el acercarse de los últimos momentos de la vida.
-
- Son éstas las ocasiones en las que -como han sugerido
los Padres Sinodales- más fácilmente se pueden hacer comprender y vivir los
aspectos elevados de la espiritualidad matrimonial y familiar, que se inspiran
en el valor de la cruz y resurrección de Cristo, fuente de santificación y de
profunda alegría en la vida diaria, en la perspectiva de la grandes realidades
escatológicas de la vida eterna.
-
- En estas diversas situaciones no se descuide jamás la
oración, fuente de luz y de fuerza, y alimento de la esperanza cristiana.
-
-
-
- Matrimonios mixtos
-
-
-
- 78. En número creciente de matrimonios entre católicos
y otros bautizados requiere también una peculiar atención pastoral a la luz de
las orientaciones y normas contenidas en los recientes documentos de la Santa
Sede y en los elaborados por las Conferencias Episcopales, para facilitar su
aplicación concreta en las diversas situaciones.
-
- Las parejas que viven en matrimonio mixto presentan
peculiares exigencias que pueden reducirse a tres apartados principales.
-
- Hay que considerar ante todo las obligaciones de la
parte católica que derivan de la fe, en lo concerniente al libre ejercicio de la
misma y a la consecuente obligación de procurar, según las propias
posibilidades, bautizar y educar los hijos en la fe católica.
-
- Hay que tener presentas las particulares dificultades
inherentes a las relaciones entre marido y mujer, en lo referente al respeto de
la libertad religiosa; ésta puede ser violada tanto por presiones indebidas para
lograr el cambio de las convicciones religiosas de la otra parte, como por
impedimentos puestos a la manifestación libre de las mismas en la práctica
religiosa.
-
- En lo referente a la forma litúrgica y canónica del
matrimonio, los Ordinarios pueden hacer uso ampliamente de sus facultades por
varios motivos.
-
- Al tratar de estas exigencias especiales hay que
poner atención en estos puntos:
-
- - en la preparación concreta a
este tipo de matrimonio, debe realizarse todo esfuerzo razonable para hacer
comprender la doctrina católica sobre las cualidades y exigencias del
matrimonio, así como para asegurarse de que en el futuro no se verifiquen las
presiones y los obstáculos, de los que antes se ha hablado.
-
- - es de suma importancia que,
con el apoyo de la comunidad, la parte católica sea fortalecida en su fe y
ayudada positivamente a madurar en la comprensión y en la práctica de la misma,
de manera que llegue a ser verdadero testigo creíble dentro de la familia, a
través de la vida misma y de la calidad del amor demostrado al otro cónyuge y a
los hijos.
-
- Los matrimonios entre católicos y otros bautizados
presentan aun en su particular fisonomía numerosos elementos que es necesario
valorar y desarrollar, tanto por su valor intrínseco, como por la aportación que
pueden dar al movimiento ecuménico. Esto es verdad sobre todo cuando los dos
cónyuges son fieles a sus deberes religiosos. El bautismo común y el dinamismo
de la gracia procuran a los esposos, en estos matrimonios, la base y las
motivaciones para compartir su unidad en la esfera de los valores morales y
espirituales.
-
- A tal fin, aun para poner en evidencia la importancia
ecuménica de este matrimonio mixto, vivido plenamente en la fe por los dos
cónyuges cristianos, se debe buscar -aunque esto no se siempre fácil- una
colaboración cordial entre el ministro católico y el no católico, desde el
tiempo de la preparación al matrimonio y a la boda.
-
- Respecto a la participación del cónyuge no católico
en la comunión eucarística, obsérvense las normas impartidas por el Secretario
para la Unión de los Cristianos.
-
- En varias partes del mundo se asiste hoy al aumento
del número de matrimonios entre católicos y no bautizados. En muchos de ellos,
el cónyuge no bautizado profesa otra religión, y sus convicciones deben ser
tratadas con respeto, de acuerdo con los principios de la Declaración Nostra
aetate del Concilio Ecuménico Vaticano II sobre las relaciones con los
religiones no cristianas; en no pocos otros casos, especialmente en las
sociedades secularizadas, la persona no bautizada no profesa religión alguna.
-
- Para estos matrimonios es necesario que las
Conferencias Episcopales y cada uno de los obispos tomen adecuadas medidas
pastorales, encaminadas a garantizar la defensa de la fe del cónyuge católico y
la tutela del libre ejercicio de la misma, sobre todo en lo que se refiere al
deber de hacer todo lo posible para que sus hijos sean bautizados y educados
católicamente. El cónyuge católico debe además ser ayudado con todos los medios
en su obligación de dar, dentro de la familia, un testimonio genuino de fe y
vida católica.
-
-
-
- Acción pastoral
frente a algunas situaciones irregulares
-
-
-
- 79. En su solicitud por tutelar la familia en toda su
dimensión, no sólo la religiosa, el Sínodo no ha dejado de considerar
atentamente algunas situaciones irregulares, desde el punto de vista religioso y
con frecuencia también civil que -con las actuales y rápidas transformaciones
culturales- se van difundiendo por desgracia también entre los católicos con no
leve daño de la misma institución familiar y de la sociedad, de la que ella es
la célula fundamental.
-
-
-
- a) Matrimonio a prueba
-
-
-
- 80. Una primera situación irregular es la del llamado
"matrimonio a prueba" o experimental, que muchos quieren hoy justificar,
atribuyéndole un cierto valor. la misma razón humana insinúa ya su no
aceptabilidad, indicando que es poco convincente que se haga un "experimento"
tratándose de personas humanas, cuya dignidad exige que sean siempre y únicamente término de un amor de donación, sin límite alguno ni de tiempo ni de
otras circunstancias.
-
- La Iglesia por su parte no puede admitir tal tipo de
unión por motivos ulteriores y originales derivados de la fe. En efecto, por una
parte el don del cuerpo en la relación sexual es el símbolo real de la donación
de toda la persona; por lo demás, en la situación actual tal donación no puede
realizarse con plena verdad sin el concurso del amor de caridad dado por Cristo.
Por otra parte, el matrimonio entre dos bautizados es el símbolo real de la unión
de Cristo con la Iglesia, una unión no temporal o "ad experimentum", sino fiel
eternamente; por tanto, entre dos bautizados no puede haber más que un
matrimonio indisoluble.
-
- Esta situación no puede ser superada de ordinario, si
la persona humana no ha sido educada -ya desde la infancia, con la ayuda de la
gracia de Cristo y no por temor- a dominar la concupiscencia naciente e instaurar
con los demás relaciones de amor genuino. Esto no se consigue sin una verdadera
educación en el amor auténtico y en el recto uso de la sexualidad, de tal manera
que introduzca a la persona humana -en todas sus dimensiones, y por consiguiente
también en lo que se refiere al propio cuerpo- en la plenitud del misterio de
Cristo.
-
- Será muy útil preguntarse acerca de las causas de
este fenómeno, incluidos los aspectos psicológicos, para encontrar una adecuada
solución.
-
-
-
- b) Uniones libres de hecho
-
-
-
- 81. Se trata de uniones sin algún vínculo
institucional públicamente reconocido, ni civil ni religioso. Este fenómeno,
cada vez más frecuente, ha de llamar la atención de los pastores de almas, ya
que en el mismo puede haber elementos varios, actuando sobre los cuales será
quizá posible limitar sus consecuencias.
-
- En efecto, algunos se consideran como obligados por
difíciles situaciones -económicas, culturales y religiosas- en cuanto que,
contrayendo matrimonio regular, quedarían expuestos a daños, a la pérdida de
ventajas económicas, a discriminaciones, etc. En otros, por el contrario, se
encuentra una actitud de desprecio, contestación o rechazo de la sociedad, de la
institución familiar, de la organización socio-política o de la mera búsqueda
del placer.
-
- Otros finalmente, son empujados por la extrema
ignorancia y pobreza, a veces por condicionamientos debidos a situaciones de
verdadera injusticia, o también por una cierta inmadurez psicológica que les
hace sentir la incertidumbre o el temor de atraerse con un vínculo estable y
definitivo. En algunos Países las costumbres tradicionales prevén el matrimonio
verdadero y propio solamente después de un período de cohabitación y después del
nacimiento del primer hijo.
-
- Cada uno de estos elementos pone a la Iglesia serios
problemas pastorales, por las graves consecuencias religiosas y morales que de
ellos derivan (pérdida del sentido religioso del matrimonio visto a la luz de la
Alianza de Dios con su pueblo, privación de la gracia del sacramento, grave
escándalo), así como también por las consecuencias sociales (destrucción del
concepto de familia, atenuación del sentido de fidelidad, incluso hacia la
sociedad, posibles traumas psicológicos en los hijos y afirmación del egoísmo).
-
- Los pastores y la comunidad eclesial se preocuparán
por conocer tales situaciones y sus causas concretas, caso por caso; se acercarán
a los que conviven, con discreción y respeto; se empeñarán en una acción de
iluminación paciente, de corrección caritativa y de testimonio familiar
cristiano que puede allanarles el camino hacia la regularización de sus
situación. Pero, sobre todo, adelántense enseñándoles a cultivar el sentido de
la fidelidad en la educación moral y religiosa de los jóvenes; instruyéndoles
sobre las condiciones y estructuras que favorecen tal fidelidad, sin la cual no
se da verdadera libertad; ayudándoles a madurar espiritualmente y haciéndoles
comprender la rica realidad humana y sobrenatural del matrimonio-sacramento.
-
- El pueblo de Dios se esfuerce también ante las
autoridades públicas para que -resistiendo a las tendencias disgregadoras de la
misma sociedad y nocivas para la dignidad, seguridad y bienestar de los
ciudadanos-, procuren que la opinión pública no sea llevada a menos preciar la
importancia institucional del matrimonio y de la familia.
-
- Y dado que en muchas regiones, a causa de la extrema
pobreza derivada de unas estructuras socio-económicas injustas o inadecuadas,
los jóvenes no están en condiciones de casarse como conviene, la sociedad y las
autoridades públicas favorezcan el matrimonio legítimo a través de una serie de
intervenciones sociales y políticas, garantizando el salario familiar emanando
disposiciones para una vivienda apta y la vida familiar y creando posibilidades
adecuadas de trabajo y de vida.
-
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- c) Católicos unidos con mero matrimonio civil
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- 82. Es cada vez más frecuente el caso de católicos
que, por motivos ideológicos y prácticos, prefieren contraer sólo matrimonio
civil, rechazando o, por lo menos, difiriendo el religioso. Su situación no
puede equiparse sin más a la de los que conviven sin vínculo alguno, ya que hay
en ellos al menos un cierto compromiso a un estado de vida concreto y quizá
estable, aunque a veces no es extraña a esta situación la perspectiva de un
eventual divorcio.
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- Buscando el reconocimiento público del vinculo por
parte del Estado, tales parejas demuestran una disposición a asumir, junto con
las ventajas, también las obligaciones. A pesar de todo, tampoco esta situación
es aceptable para la Iglesia. la acción pastoral tratará de hacer comprender la
necesidad de coherencia entre la elección de vid ay la fe que se profesa, e
intentará hacer lo posible para convencer a estas personas a regular su propia
situación a la luz de los principios cristianos. Aun tratándoles con gran
caridad e interesándoles en la vida de las respectivas comunidades, los pastores
de la Iglesia no podrán admitirles al uso de los sacramentos.
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- d) Separados y divorciados no casados de nuevo
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- 83. Motivos diversos, como incomprensiones recíprocas,
incapacidad de abrirse a las relaciones interpersonales, etc., pueden conducir
dolorosamente el matrimonio válido a una ruptura con frecuencia irreparable.
Obviamente la separación debe considerarse como un remedio extremo, después de
que cualquier intento razonable haya sido inútil.
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- La soledad y otras dificultades son a veces
patrimonio del cónyuge separado, especialmente si es inocente. En este caso la
comunidad eclesial debe particularmente sostenerlo, procurarle estima,
solidaridad, comprensión y ayuda concreta, de manera que le sea posible
conservar la fidelidad, incluso en la difícil situación en la que se encuentra;
ayudarle a cultivar la exigencia del perdón, propio del amor cristiano y la
disponibilidad a reanudar eventualmente la vida conyugal anterior.
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- Parecido es el caso del cónyuge que ha tenido que
sufrir el divorcio, pero que -conociendo bien la indisolubilidad del vínculo
matrimonial válido- no se deja implicar en una nueva unión, empeñándose en
cambio en el cumplimiento prioritario de sus deberes familiares y de las
responsabilidades de la vida cristiana. En tal caso su ejemplo de fidelidad y de
coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a
la Iglesia, haciendo todavía más necesaria, por parte de ésta, una acción
continua de amor y de ayuda, sin que exista obstáculo alguno para la admisión a
los sacramentos.
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- e) Divorciados casados de nuevo
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- 84. La experiencia diaria enseña, por desgracia, que
quien ha recurrido al divorcio tiene normalmente la intención de pasar a una
nueva unión, obviamente sin el rito religioso católico. Tratándose de una plaga
que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes
católicos, el problema debe afrontarse con atención improrrogable. Los Padres
Sinodales lo han estudiado expresamente. La Iglesia, en efecto, instituida para
conducir a la salvación de los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede
abandonar a sí mismos a quiénes -unidos ya con el vínculo matrimonial
sacramental- han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará
infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación.
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- Los pastores, pro amor a la verdad, están obligados a
discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que
sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido
abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un
matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una
segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están
subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio,
irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.
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- En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los
pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados,
procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia,
pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les
exhorta a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a
perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas
de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe
cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de
este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime,
se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la
esperanza.
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- La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada
Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los
divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos,
dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de
amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay
además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía,
los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la
Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.
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- La reconciliación en el sacramento de la penitencia
-que les abriría el camino al sacramento eucarístico- puede darse únicamente a
los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad
a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la
indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el
hombre y la mujer, por motivos serios -como, por ejemplo, la educación de los
hijos- no pueden cumplir la obligación de la separación, "asumen el compromiso
de vivir en plena continencia, o sea, de abstenerse de los actos propios de los
esposos".
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- Del mismo modo el respeto debido al sacramento del
matrimonio, a los mismos esposos y sus familiares, así como a la comunidad de
los fieles, prohíbe a todo pastor -por cualquier motivo o pretexto incluso
pastoral-, efectuar ceremonias de cualquier tipo para los divorciados que
vuelven a casarse. En efecto, tales ceremonias podrían dar la impresión de que
se celebran nuevas nupcias sacramentalmente válidas y como consecuencia
inducirían a error sobre la indisolubilidad del matrimonio válidamente
contraído.
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- Actuando de este modo, la Iglesia, profesa la propia
fidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempo se comporta con espíritu
materno hacia estos hijos suyos, especialmente hacia aquellos que
inculpablemente han sido abandonados por su cónyuge legítimo.
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- La Iglesia está firmemente convencida de que también
quiénes se han alejado del mandato del Señor y viven en tal situación, pueden
obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación, si perseveran en
la oración, en la penitencia y en la caridad.
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- Los privados de familia
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- 85. Deseo añadir una palabra en favor de una categoría
de personas que, por la situación concreta en la que viven -a menudo no por
voluntad deliberada- considero especialmente cercanas al Corazón de Cristo,
dignas del afecto y solicitud activa de la Iglesia así como de los pastores.
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- Hay en el mundo muchas personas que desgraciadamente
no tienen en absoluto lo que con propiedad se llama una familia. Grandes
sectores de la humanidad viven en condiciones de enorme pobreza, donde la
promiscuidad, la falta de vivienda, la irregularidad de relaciones y la grave
carencia de cultura no permiten poder hablar de verdadera familia. hay otras
personas que por motivos diversos se han quedado solas en el mundo. Sin embargo,
para todas ellas existe una "buena nueva de la familia".
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- Teniendo presentes a los que viven en extrema
pobreza, he hablado ya de la necesidad urgente de trabajar con valentía para
encontrar soluciones, también a nivel político, que permitan ayudarles a superar
esta condición inhumana de postración. Es un deber que incumbe solidariamente a
toda la sociedad, pero de manera especial a las autoridades, por razón de sus
cargos y consecuentes responsabilidades, así como a las familias que deben
demostrar gran comprensión y voluntad de ayuda.
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- A los que no tienen una familia natural, hay que
abrirles todavía más las puertas de la gran familia que es la Iglesia, la cual
se concreta a su vez en la familia diocesana y parroquial, en las comunidades
eclesiales de base o en los movimientos apostólicos. Nadie se sienta sin familia
en este mundo: la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para
cuantos están fatigados y cargados.
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- CONCLUSION
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- 86. A vosotros esposos, a vosotros padres y madres de
familia.
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- A vosotros jóvenes, que sois el futuro y la esperanza
de la iglesia y del mundo, y seréis los responsables de la familia en el tercer
milenio que se acerca.
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- A vosotros, venerables y queridos hermanos en el
Episcopado y en el sacerdocio, queridos hijos religiosos y religiosas, almas
consagradas al Señor, que testimoniáis a los esposos la realidad última del amor
de Dios.
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- A vosotros, hombres de sentimientos rectos, que por
diversas motivaciones os preocupáis por el futuro de la familia, se dirige con
anhelante solicitud mi pensamiento al final de esta Exhortación Apostólica.
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- ¡El futuro de la humanidad se fragua en la
familia!
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- Por consiguiente es indispensable y urgente que todo
hombre de buena voluntad se esfuerce pro salvar y promover los valores y
exigencias de la familia.
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- A este respecto, siento el deber de pedir un empeño
particular a los hijos de la Iglesia. Ellos, que mediante la fe conocen
plenamente el designio maravilloso de Dios, tienen una razón de más para tomar
con todo interés la realidad de la familia en este tiempo de prueba y de gracia.
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- Deben amar de manera particular a la familia. Se
trata de una consigna concreta y exigente.
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- Amar a la familia significa saber estimar sus valores
y posibilidades, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar
los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia
significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo.
Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con
frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades
crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de
naturaleza y gracia, en la misión que Dios le ha confiado: "Es necesario que las
familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario que sigan
a Cristo".
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- Corresponde también a los cristianos el deber de
anunciar con alegría y convicción la "buena nueva" sobre la familia, que
tiene absoluta necesidad de escuchar siempre de nuevo y de entender cada vez
mejor las palabras auténticas que le revelan su identidad, sus recursos
interiores, la importancia de su misión en la Ciudad de los hombres y en la de
Dios.
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- La Iglesia conoce el camino por el que la familia
puede llegar al fondo de su más íntima verdad. Este camino, que la Iglesia ha
aprendido en la escuela de Cristo y en el de la historia -interpretada a la luz
del Espíritu- no lo impone, sino que siente en sí la exigencia apremiante de
proponerla a todos sin temor, es más, con gran confianza y esperanza, aun
sabiendo que la "buena nueva" conoce el lenguaje de la Cruz. Porque es a través
de ella como la familia puede llegar a la plenitud de su ser y a la perfección
del amor.
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- Finalmente deseo invitar a todos los cristianos a
colaborar, cordial y valientemente con todos los hombres de buena
voluntad, que viven su responsabilidad al servicio de la familia. Cuantos se
consagran a su bien dentro de la Iglesia, en su nombre o inspirados por ella, ya
sean individuos o grupos, movimientos o asociaciones, encuentran frecuentemente
a su lado personas e instituciones diversas que trabajan por el mismo ideal. Con
fidelidad a los valores del Evangelio y del hombre, y con respeto a un legítimo
pluralismo de iniciativas, esta colaboración podrán favorecer una promoción más
rápida e integral de la familia.
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- Ahora, al concluir este mensaje pastoral, que quiere
llamar la atención de todo sobre el cometido pesado pero atractivo de la familia
cristiana, deseo invocar la protección de la Sagrada Familia de Nazaret.
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- Por misterioso designio de Dios, en ella vivió
escondido largos años el Hijo de Dios: es, pues, el prototipo y ejemplo de todas
las familias cristianas. Aquella familia, única en el mundo, que transcurrió una
existencia anónima y silenciosa en un pequeño pueblo de Palestina; que fue
probada por la pobreza, la persecución y el exilio; que glorificó a Dios de
manera incomparablemente alta y pura, no dejará de ayudar a las familias
cristianas, más aún, a todas las familias del mundo, para que sean fieles a sus
deberes cotidianos, para que sepan soportar las ansias y tribulaciones de la
vida, abriéndose generosamente a las necesidades de los demás y cumpliendo
gozosamente los planes de Dios sobre ellas.
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- Que san José, "hombre justo", trabajador incansable,
custodio integérrimo de los tesoros a él confiados, los guarde, proteja e ilumine
siempre.
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- Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, sea
también Madre de la "Iglesia doméstica", y, gracias a su ayuda materna, cada
familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una "pequeña Iglesia", en la
que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo. Sea ella, Esclava
del Señor, ejemplo de acogida humilde y generosa de la voluntad de Dios; sea
ella, Madre Dolorosa a los pies de la Cruz, la que alivie los sufrimientos y
enjugue las lágrimas de cuantos sufren por las dificultades de sus familias.
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- Que Cristo Señor, Rey del universo, Rey de las
familias, esté presente como en Caná, en cada hogar cristiano para dar luz,
alegría, serenidad y fortaleza. A él, en el día solemne dedicado a su Realeza,
pido que cada familia sepa dar generosamente su aportación original para la
venida de su Reino al mundo, "Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de
gracia, Reino de justicia, de amor y de paz", hacia el cual está caminando la
historia.
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- A Cristo, a María y a José encomiendo cada familia.
En sus manos y en su corazón pongo esta Exhortación: que ellos os la ofrezcan a
vosotros, venerables Hermanos y amadísimos hijos, y abran vuestros corazones a
la luz que el Evangelio irradia sobre cada familia.
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- Asegurándoos mi constante recuerdo en la plegaria,
imparto de corazón a todos y cada uno, la Bendición Apostólica, en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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- Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 22 de
noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del año 1981, cuarto de
mi Pontificado.
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- JUAN PABLO II
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