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e todos los genios de la mitología vasca, el principal es sin duda alguna Mari, pudiendo dársele el calificativo de diosa. Se trata de una divinidad de carácter femenino, conocido en todos los puntos de Euskal Herria, y a la que se le atribuye una morada en cada una de las montañas de la accidentada geografía vasca. Es poco probable que el nombre de Mari sea un diminutivo del cristiano María, y sí mucho más seguro que deba su origen a los ancestrales Maire -genios constructores de dólmenes-, Maide -genios de los montes, de sexo masculino y constructores de cromlechs- y de Maidi -las almas de los antepasados que visitan de noche sus antiguos hogares-. O que signifique, simplemente, "señora". Y es que parece estar claro que el mito de Mari es muy anterior al advenimiento del cristianismo y éste no ha podido asimilarlo como ha hecho con tantos otros. Porque el campesino vasco no aprecia aún hoy, o tal vez hoy menos que nunca, un elemento cristiano en la figura de Mari.

l origen de la Mari vasca, tal como se desprende de una leyenda de Oñati (Guipúzcoa), la diosa euskalduna fue raptada siendo niña. La cosa es como sigue. Vivían juntas una madre y una hija de corta edad. Como la madre era muy mala, en cierta ocasión maldijo a la niña: "Ojalá te lleve el diablo". Y nada más decirlo, el diablo se llevó a la niña a Gaiztozulo. Poco tiempo después, unos hombres se encontraron por aquella zona con una niña que se ocupaba en recoger leña. Le preguntaron: "¿Qué haces?". Y ella respondió: "Recojo leña". "¿Dónde vives?" -insistieron los hombres-. La niña no dijo nada esta vez, limitándose tan sólo a señalar hacia lo alto de Aloña. Entonces cubrió la niebla a los hombres y la niña desapareció.

n Orozko (Vizcaya), cuentan que lo que la enfadada madre dijo, fue: "Ojalá vueles por los aires tantos años como granos contiene una fanega de alubias rojas" Y que desde entonces pasa siete años en Supelaur y otros siete en Amboto.

n Zumaia (Guipúzcoa), en cambio, la versión es diferente. Una mujer casada y sin descendencia, que deseaba tanto una hija "aun cuando a los veinte años se la hubiese de llevar el diablo", vio al fin colmados sus sueños al nacerle una hermosa niña, de tez blanca y dorada cabellera. Cuando la linda criatura estaba a punto de cumplir veinte años, la encerró en una caja de cristal y se dedicó a vigilarla día y noche. Esfuerzo inútil, pues al instante de cumplir veinte años la muchacha, apareció el diablo, quien rompiendo la caja, se la llevó consigo hasta la cima del Amboto.

xiste aún otra leyenda de Ataun, con sus correspondientes variantes, que refiere el origen de Mari de otra manera. Según esta leyenda, había una mujer muy mala, casada con un buen cristiano y madre de cinco hijos, que vivía en un caserío de Beasain (Guipúzcoa). Como no quería que los niños fuesen bautizados, el padre los subió a un carro, ató a él a la madre, y se encaminaron hacia la iglesia en busca de bautismo para los pequeños. Pero por el camino la mujer se envolvió en llamas, quemó las ligaduras que la ataban al carro, y volando por los aires, gritó: "Mis hijos para el cielo y yo ahora para Muru". Y hacia el Murumendi se dirigió, donde desde entonces está. En ocasiones ha sido vista cerca de una sima existente en aquel monte, sentada al sol, peinándose su caballera rubia con un peine de oro. Leyenda de similares características es conocida en Arano.

al como es creencia en la zona de Zegama, la mítica dama aparece en su cueva de Aketegi cada seis años, permaneciendo en ella por espacio de tres. Luego se marcha a Txindoki y Amboto, donde se instala por el mismo espacio de tiempo, de un modo rotativo. Mientras dura su estancia en Txindoki, las nubes son abundantes en la zona, lo que favorece las cosechas durante esos tres años. Y cuando está en Aketegui, de la sima de la montaña emana un delicioso aroma a pan recien sacado del horno.

ari, como diosa que es, es vista por el campesino vasco como poseedora de una gran justicia, aunque, al mismo tiempo, plena de severidad, Porque premia a los que practican el bien, pero castiga a los que no cumplen sus mandatos. Si alguien necesita ayuda y la llama con fervor tres veces, diciendo: "Aketegiko dama", la susodicha dama de Aketegi se coloca sobre su cabeza, dispuesta a favorecer a esa persona.

e igual manera, Mari favorece a cuantos le ofrecen algún tributo. Por eso dicen en Kortezubi, que jamás cae pedrisco en las propiedades de aquellos que cada año le hacen algún obsequio. Este hecho puede explicar que se hayan encontrado monedas y otros objetos en las cuevas, ofrendados posiblemente a la mítica diosa, o bien a otros genios, hoy olvidados, habitantes de las cavernas. Monedas de la época romana han aparecido en las cuevas de Isturiz, en Santimamiñe; Sagastigorri, de Covaira; Solacueva y un largo etcétera. Quedan incluso reminiscencias de la práctica de aquel culto en Zelharburu, azpeko, Saindua o Saindia, que aunque revestido de apariencia cristiana, sus elementos básicos arrancan de una época pagana muy anterior.

or el contrario, la dama ha favorecido en ocasiones a personas que han pasado por sus cuevas, regalándole valiosos objetos. Tal ocurrió con una joven pastora de Markina, que cuidando un rebaño de ovejas en Gabaro se acercó a la cueva de Mari. La señora la metería dentro, reteniéndola durante varios años, úempo que la tuvo ocupada en hilar. Pasado el tiempo, Mari le diría a su pupila: "Ahora tienes que marcharte". Pero la muchacha no deseaba hacerlo, alegando que se encontraba muy bien allí. Por eso, Mari habría de insistir, dándole, además, un pedazo de carbón como regalo, cosa que extrañó enormemente a la chica. Mas para su sorpresa, en cuanto hubo abandonado la caverna el carbón quedó convertido en oro.

resagiar próximas tormentas, es una constante en buena parte de las leyendas referidas a Mari. Una de Elosua viene a coincidir esencialmente con las anteriores. Un hombre que pasaba por el alto de Iturriberri de Elosua, vio una noche a Mari, hilando sentada sobre una piedra que existe en aquellos parajes, llamada Trukarri. No había llegado aún a Bergara aquel mortal, cuando se desencadenó una tormenta espantosa.

el mismo modo, es la propia diosa la que aparece como ladrona en otras leyendas. Una de Azkoitia refiere que la dama de Amboto le robó un carnero a un pastor de Aralar, y que éste se presentó ante la señora. Le preguntó a ver dónde tenía su animal y ella le contestó: "En mi cocina . "¿Y me lo devolvería usted?" -inquirió el hombre-. "Si vienes, sí" El pastor entró en la cueva, descubriendo que la dama tenía al carnero por cabecera. Lo cogió por los cuernos y salió tirando de él andando hacia atrás. Antes de que se marchase el humano, Mari exclamó: "Gracias a que has salido como has entrado, pues de lo contrario hubieras tenido que quedarte aquí".

ari, la diosa vasca es vista por el campesinado vasco, por lo general, como alguien irascible a veces, rigurosa casi siempre y tiránica en ocasiones. Pero tampoco es infrecuente encontrarla como alguien dócil, dedicada a tareas que difícilmente podríamos relacionar con las actividades de los dioses.