Existe una situación, a mi entender muy grave, que es desconocida por el gran público y también por los familiares de los testigos de Jehová relacionada con la negativa a ser transfundidos y a cualquier otro uso de la sangre.
Soy ex-miembro de los testigos de Jehová y tras veinticuatro años de permanencia, me desasocié en 1992 por motivos de conciencia. Fui publicador, siervo ministerial y finalmente, durante ocho años, anciano en la congregación Glorias de Barcelona (España). En los años de servicio como anciano de congregación tuve que enfrentarme a algún que otro problema relacionado con transfusiones. Sin embargo, ha sido mi actividad profesional la que ha acrecentado mi conocimiento acerca de esta problemática. Me explico:
Soy ATS (ahora llamados Diplomados en Enfermería), estoy colegiado en el Colegio Oficial de ATS de Barcelona desde hace veinte años. También soy naturópata y ejercí como tal. Puesto que siempre he considerado que algunos tratamientos (no todos) de esta disciplina son de mucha utilidad. Entre 1980 y 1985 tuve consultas de naturopatía en varias poblaciones de Barcelona y Zaragoza.
Fue en estas consultas donde tuve la oportunidad de conocer a muchos hermanos testigos de Jehová y me gustaría que alguno de ellos leyera estas líneas.
Desde 1985 hasta la fecha he trabajado como ATS en diversos centros médicos y desde hace siete años desarrollo mi profesión en el Servicio de Medicina Interna del Hospital de Badalona.
Digo todo esto a fin de que pueda entenderse que a lo largo de mi vida profesional he vivido muchas situaciones relacionadas con el tema de las transfusiones de sangre, tanto como anciano de congregación como por naturópata y como ATS.
Cuando alguien fallece por no aceptar una transfusión es notorio y evidente el eco que de ese hecho hacen los medios de comunicación.
Por mi experiencia, os aseguro que muchos testigos de Jehová han muerto, no por rechazar una transfusión post-quirúrgica o por causa de un accidente o traumatismo, sino porque, al ser informados de la necesidad de someterse a una operación, estas personas fallecidas optaron por buscar soluciones no médicas ni quirúrgicas y de este modo permitir que la enfermedad se desarrollara y acabara con sus vidas. Naturalmente se puede suponer que en muchos casos la intervención del cirujano no hubiera evitado la muerte, pero estoy seguro que se puede establecer una proporción de cientos o tal vez miles de fallecimientos por postergar una operación y un tratamiento por cada testigo de Jehová que ha perecido en un quirófano por no ser transfundido.
Por mi consulta de naturópata acudieron muchos testigos de Jehová buscando con desespero una solución no quirúrgica a su problema. Sinceramente, yo siempre aconsejé la intervención quirúrgica, pero muchos optaron por abandonarse a la enfermedad.
Vi tantas desgracias que no pude resistirlo y abandoné la práctica de la naturopatía porque, en muchos casos, los tratamientos alternativos nada pueden hacer y no soy insensible como para no angustiarme al conocer a alguien que voluntariamente rechaza someterse a la única alternativa que se puede ofrecer.
Deseo hacer referencia a dos casos, uno de mis tiempos de naturópata y otro actual.
En los años 80 un hermano de una congregación de Barcelona, próxima a la Villa Olímpica actual me trajo a la consulta de naturopatía a su esposa. El problema consistía en intensos dolores en la zona del hipocondrio derecho que no cedían con ningún tipo de analgesia. Recomendé al hermano que exploraran a su esposa en el Hospital del Mar de Barcelona, próximo a su domicilio para que se estableciera un diagnóstico. Resultó ser un carcinoma hepático, no metastásico, muy localizado. El pronóstico NO ERA GRAVE si se intervenía rápido esa tumoración y tal vez después se seguía un tratamiento quimioterápico.
Aconsejé al hermano que no perdiera el tiempo y se interviniera a su esposa. El temor a enfrentarse al cuadro médico por rechazar las transfusiones hizo que, lamentablemente, dejara de comunicarse conmigo, por lo que dejé de tener noticias de este matrimonio (pertenecían a una congregación distinta a la mía). Supe por otros testigos que la enferma estaba siendo tratada por alguien de los que “curan el cancer”.
El resultado: tres meses después, durante una asamblea de circuito, encontré a este hermano que, llorando se abrazó a mí diciendo: Ernesto ¡Qué lástima no haberte hecho caso!
Recientemente al padre de un hermano conocido y amigo mío por muchos años, en secreto nunca dejó de relacionarse conmigo a pesar de estar yo desasociado (Los testigos de Jehová no hablan con los excompañeros, les está prohibido y temen pasar por un comité , si lo hacen), se le diagnosticó cáncer de próstata y el tratamiento evidente era el de la extirpación tumoral (la edad del hermano fallecido era de unos setenta años). Según su hijo, por los mismos temores del caso anterior, el hermano decidió no operarse y murió recientemente. Este tipo de cáncer responde bien al tratamiento quirúrgico y médico. Es una pena que alguien no tan mayor se abandone a la muerte.
Quiero añadir otra experiencia para resaltar la angustia latente que provoca el tema de la sangre en los testigos de Jehová.
Desde la primera asamblea de distrito que se celebró en la plaza de toros Las Arenas de Barcelona en 1974 hasta el año 1992, fui voluntario en primeros auxilios debido a mi profesión. Naturalmente también en primeros auxilios encontré alguna situación difícil al respecto.
Fue en 1985 o 1986, n o recuerdo bien la fecha, pero por entonces. En esa época las asambleas se celebraban en el estadio del F.C. Barcelona.
Unas hermanas de Rubí invitaron a una joven a asistir a la sesión matinal. Esta joven era un estudio que progresaba bien, estaba casada y su esposo no estaba conforme con la relación de la joven con los testigos de Jehová.
La fatalidad hizo que esta joven sufriera un accidente al caer sobre unas barandas metálicas tumbadas en el suelo. Se lesionó la zona genital y presentaba una hemorragia abundante. La suerte es que en aquellos momentos se encontraba en primeros auxilios el único médico testigo de Jehová de Barcelona el Dr. Patricio K.
El procedimiento médico inmediato era el de evacuar a la herida a un hospital, pero las hermanas acompañantes suponían el problema que se presentaba: la lesionada se negaría a aceptar una transfusión si llegaba el caso, tenía el esposo opuesto, etc. Es fácil imaginar la difícil situación que se avecinaba. Ante los ruegos e insistencias vehementes por causa de la presión angustiosa que se vivía, el hermano médico decidió actuar allí mismo. Debo añadir en cuanto a este hermano que siempre le he tenido en alta estima por sus cualidades personales y profesionales. Afortunadamente la hemorragia no era uterina, ya que en este caso el traslado a un centro sería ineludible. Con sutura se pudo llevar a efecto la hemostasia de la zona dañada.
Este caso, ahora anecdótico, ilustra el intenso miedo a enfrentarse a una situación médico quirúrgica que tienen los testigos de Jehová. Si no existiese ese temor oculto, lo correcto y normal en el caso anterior era el traslado inmediato de la persona lesionada a un hospital para que la atendieran con las medidas oportunas de asepsia hospitalaria y, en cambio, se le suturó la herida en el estadio de fútbol sin las debidas condiciones. El problema se solventó sin incidencias gracias a la habilidad y profesionalidad del hermano médico y al interés y cuidado que pusimos los demás voluntarios de primeros auxilios.
En el año 1992, en la asamblea de distrito, a los voluntarios de primeros auxilios se nos prohibió llevar bata blanca, se suprimió el servicio de camilleros y no se proveyó el material de enfermería. La razón que se alegó es que, en algún lugar, no se nos dijo donde, hubo problema grave de tipo médico. A tenor de la experiencia relatada no me extrañó lo más mínimo. Estaba convencido de que tarde o temprano surgirían problemas.
También en aquella asamblea se nos ordenó firmar cualquier asistencia y, por tanto, responsabilizarnos personalmente de las actuaciones en primeros auxilios. Decisión hacia los voluntarios impropia y leonina por cuanto carecíamos de material, de asepsia, de medicamentos, de utillaje de enfermería y se debía atender sin bata, sin guantes y con responsabilidad personal.
Por supuesto, no acepté y fue la última asamblea a la que asistí. Ignoro cómo pueden estar ahora organizados los primeros auxilios, pero tampoco tengo interés en saberlo.
Deseo que esta aportación dé a conocer un problema que no se tiene en cuenta en relación con la negativa por parte de los testigos de Jehová a las transfusiones de sangre. Para mi modo de ver las cosas profesionalmente considero que son incalculables las personas fallecidas por eludir un tratamiento médico-quirúrgico aparte del mal vivir que causa la angustia permanente que sufren la mayoría de los testigos de Jehová que prevén el posible enfrentamiento con ese problema.
Ernesto Cencerrado