Journal of Medical Ethics - Octubre 2000
Rechazo de transfusiones de sangre potencialmente salvadoras de vidas por parte de los Testigos de Jehová: ¿deberían los médicos explicar que no todos los TJ piensan que es un requisito religioso?
Raanan Gillon. Imperial College School of Medicine, London University.
En este número de la revista "Lee Elder" 1, seudónimo de un testigo de Jehová (TJ) disidente, quien en el pasado fue un anciano de esa religión y todavía es un TJ, se une al incansable Dr. Muramoto 2-5 (este último no es TJ) en afirmar que hasta por sus propias creencias religiosas basadas en textos bíblicos los TJ no están obligados a rehusar transfusiones de sangre que potencialmente pueden salvar vidas. Tal como la jerarquía "oficial" de los TJ ha aceptado que las Escrituras no prohíben la transfusión o inyección de fracciones sanguíneas, así mismo la teología TJ puede y debe lógicamente permitir la transfusión de sangre entera cuando se requiere médicamente.
Pocos doctores alegarían que deberían pasar por alto las decisiones adecuadamente autónomas de los Testigos de Jehová de rehusar transfusiones de sangre incluso si es probable que mueran como resultado de esas transfusiones. Sin embargo, hay que exponer los argumentos a favor de los médicos que le piden a tales pacientes que reflexionen en su potencialmente fatal rechazo a la sangre y por llamar la atención de estos pacientes sobre el razonamiento de miembros de su propia fe que justifican la aceptación de transfusiones de sangre que potencialmente pueden salvar la vida. ¿Cuáles son esos argumentos? Simplemente que el deber profesional primordial de los médicos de tratar de mejorar la salud de su paciente envuelve tratar de salvar la vida de su paciente cuando y sí el hacerlo así mejorará la salud del paciente. Por supuesto este no es un deber absoluto que pase por alto los demás deberes; en particular si los pacientes que son adecuadamente autónomos para hacerlo rehusan tal tratamiento que prolonga la vida, por lo general los médicos tienen que aceptar tal rechazo, aunque con tristeza. Este editorial aprueba esa opinión en el caso de TJs legalmente competentes y adecuadamente autónomos. (En otro documento de este número de la revista el Profesor Shimon Glick afirma que los comités éticos deberían estar facultados, cómo lo están ahora en Israel, para pasar por alto hasta rechazos bien fundamentados de tratamientos que pueden prolongar la vida cuando el comité estima que el tratamiento sería "claramente beneficioso" y se predice que "si el tratamiento se impone el paciente más tarde dará su consentimiento de manera retroactiva"). 6
Pero incluso afirmar que los médicos deberían cuestionar las creencias religiosas del paciente, sin decir que hacen sugerencias para que el paciente considere una creencia contraria, sin importar que la creencia contraria se origine de la propia religión del paciente, está sujeto a ser mal recibido. Surgirán objeciones de que estas propuestas no son parte apropiada de los intereses de un médico; que son perniciosamente paternalistas y coercitivas; que incluso cuando no son llevadas a cabo de una manera aparentemente coercitiva, la falta de equilibrio entre el poder del médico y el paciente asegurarán que en la práctica su efecto será con frecuencia, o al menos así se percibirá, coercitivo, e irrespetuoso a autonomía del paciente. Además, su implementación sería ofensiva, y causaría angustia adicional innecesaria a pacientes que ya están de manera muy probable, excesivamente angustiados con la posibilidad de tener que morir a fin de cumplir con sus obligaciones religiosas. Además de esto, las propuestas pueden ser vistas moral y legalmente injustas al amenazar con pasar por alto los derechos humanos y legales del paciente. ¿Son correctos estos contraargumentos?
Primero, es asunto de los médicos empezar a envolverse en las creencias religiosas de sus pacientes? Normalmente la respuesta probable es no. Pero cuando es probable que tales creencias perjudiquen la salud del paciente entonces parece razonable que los médicos al menos se interesen en estas creencias religiosas. Como el argumento sinóptico presentado arriba a favor de tal interés indica, tratar de proveer beneficios a la salud de sus pacientes es el deber profesional primordial de los médicos y todas las obstrucciones a tales beneficios de la salud son un interés prima facie para los médicos.
Qué hay de la afirmación de paternalismo pernicioso? La refutación es sencilla. El paternalismo es sólo un concepto relevante en este contexto si, en la ausencia de una emergencia que descarte tales intentos, el médico no trata de descubrir las preferencias autónomas de una persona adecuadamente autónoma, o de otra manera pasa por alto o ignora estas preferencias, a fin de proveer un beneficio a esa persona. En otras palabras el paternalismo está envuelto sólo cuando el médico trata al paciente de la manera como un padre trataría a su hijo o hija para el bienestar del menor pero sin saber la opinión del menor en el asunto o en contravención de esa opinión. Así, mientras sería paternalista dar una transfusión de sangre a un Testigo de Jehová en contra de la decisión de él o ella de rechazar una transfusión de sangre, y mientras que sería paternalista no tratar de averiguar si él o ella aceptó o rechazó una transfusión de sangre, no sería paternalista preguntarle a tal paciente sus razones para rechazar las transfusiones de sangre, ni pedirle que considere opiniones contrarias.
Sería esto coercitivo de los derechos del paciente? Dependería de cómo se hiciera. Hay pocas dudas de que se pueden formular preguntas y dar sugerencias de una manera coercitiva, y/o legítimamente percibidas como coercitivas, y hay poco duda de que la probabilidad de que esto ocurra aumenta mientras más poder relativo tenga sobre su interlocutor quien plantea las preguntas y da las sugerencias. Y los médicos sí tienen poder relativo masivo sobre sus pacientes en muchas circunstancias, especialmente cuando el paciente está muy enfermo. Pero es perfectamente posible formular preguntas y dar sugerencias y hacer solicitudes, incluso a pacientes muy enfermos, dejando de lado a quienes no están muy enfermos, sin ser coercitivos o parecer serlo -sólo estando ordinaria y sensiblemente interesado por su paciente y por sus opiniones como también por su salud.
¿Serían tales indagaciones y sugerencias ofensivas y causarían daño y angustia a pacientes que ya podrían estar angustiados con la perspectiva de posiblemente tener que morir por sus creencias religiosas? Aunque esto dependería en parte de la manera cómo se hiciera, de todas maneras casi con certeza algunos pacientes TJ, al igual que algunos miembros de su familia y correligionarios se ofenderían y se angustiarían sin importar lo prudente y sensible que sea el médico. Por otro lado, otros podrían estar complacidos en discutir y explicar sus propias perspectivas y en leer las opiniones al respecto de TJs disidentes, aun cuando no estuvieran en ninguna medida dispuestos a cambiar de opinión. Y cuando se considera el daño potencial a los pacientes es importante considerar todos los daños y beneficios potenciales envueltos -incluyendo en estos casos el daño potencial de morir sin quererlo e innecesariamente y el beneficio potencial de reconocer que no todos los correligionarios creen que uno está obligado religiosamente a rehusar una transfusión de sangre que puede salvar la vida.
Aquí puede ser de ayuda traer a colación otras propuestas potencialmente ofensivas o por lo demás perturbadoras que los médicos sin embargo pueden sentirse obligados profesionalmente a hacer con el interés de tratar de preservar y / o beneficiar la saud de sus pacientes. Piense por ejemplo en ofrecerse a discutir las implicaciones de diagnósticos indeseados con los pacientes; o de proponer operaciones particularmente perturbadoras tales como mastectomías, coloctomías o amputaciones de extremidades; los médicos sabrán que algunos pacientes van a rechazar tales propuestas y que para estos pacientes la sola sugerencia resultará ser excesivamente indeseada, perturbadora y algunas veces ofensiva, y con poco o ningún beneficio. Incluso explicaciones sencillas acerca de los efectos poco saludables de ciertos estilos de vida pueden ser ofensivos y / o perturbadores para algunos pacientes -a pesar de lo cual los médicos con frecuencia considerarán su deber ofrecer tales explicaciones, (¡al menos una vez!) con el interés de tratar de mejorar la salud de sus pacientes, a pesar de saber que al hacerlo algunos pacientes se puedan ofender y / o posiblemente angustiar.
Aun si no son coercitivas u ofensivas, ¿de alguna manera se pasaría por alto la autonomía del paciente si los médicos le preguntaran a los pacientes TJ si estarían preparados para dar sus razones para rechazar transfusiones de sangre que pueden salvar la vida y considerar opiniones de TJs disidentes que aceptan transfusiones de sangre? De seguro que no, desde que tales solicitudes sean genuinas -al contrario de alguna forma de "órdenes del médico"- planteadas de una manera que pretende respetar al paciente y su autonomía, y que una respuesta negativa se acepte como tal, a pesar de lo doloroso que pueda ser para un médico acceder a tal rechazo y tener que emplear técnicas alternativas que él o ella considera que son improbables que salven la vida del paciente. Teniendo presente estas condiciones, no es irrespetuoso a la autonomía del paciente pedirle que explique las razones para su rechazo y preguntarle si leería explicaciones alternativas de sus correligionarios que pueden permitirle salvar su vida a la vez que cumple con sus compromisos religiosos. También es cierto, como lo señala el profesor Glick, que el respeto por la autonomía es sólo uno de varios intereses morales potencialmente relevantes pero también potencialmente conflictivos y que no hay razón automática para asumir que tiene que "poner en jaque" a los demás -pero como se declaró arriba, este editorial sostiene que en estos casos el rechazo legalmente competente a tratamientos por parte del TJ debería poner en jaque los otros intereses morales y ser respetado- a pesar de lo trágico que sea el resultado.
Se podría contraargumentar aquí que la religión con frecuencia no se basa en la razón sino en la fe, la creencia y los valores espirituales y que es simplemente equivocado -al igual que contraproducente e irrespetuoso contra lo que se podría llamar autonomía religiosa- tratar de usar la razón para menoscabarlas. Aunque esto con frecuencia puede resultar cierto, está claro que la creencia de los TJ de que las transfusiones de sangre están prohibidas por Dios de hecho pretende basarse en la razón, especialmente la afirmación explícita de que las Escrituras las prohiben -y tanto el Sr. Malyon como el Sr. Ridley, en defensa del grupo principal de los TJ, ponen esto en claro. 7-9 Puesto que tal afirmación apela explícitamente a la razón es completamente legítimo señalar, como el "Lee Elder" y el Dr. Muramoto lo hacen, que las transfusiones de sangre no tienen nada que ver con "comer" o "ingerir" sangre (que es lo que los textos bíblicos relevantes prohiben) y que la aceptación por parte del grupo principal de los TJ de la inyección y transfusión médica de fracciones sanguíneas confirma este punto. También vale la pena señalar, como el Dr. Savulsecu y el Profesor Momeyer lo hacen, 10 que la vasta mayoría de cristianos mundialmente rechazan la interpretación antitransfusión de textos bíblicos; y que la práctica cristiana de la Santa Comunión se basa en textos bíblicos en los que, lejos de prohibir el comer o ingerir sangre, Cristo de manera explícita les dice a sus discípulos que beban su sangre, al menos como se simboliza en el vino de la comunión y para aquellos que creen en la doctrina de la transubstanciación, se vuelve algo real en el vino de la comunión.
Finalmente, ¿qué hay de la afirmación de que sería ir en contra de la justicia que los médicos les pidieran a sus pacientes TJ que explicaran por qué rechazan las transfusiones de sangre y que leyeran opiniones contrarias de algunos de sus (reconocidos como disidentes) correligionarios, basados en que el hacerlo amenazaría los derechos humanos y legales de los TJ envueltos? Tal afirmación es simplemente falsa. No hay derechos humanos que requieran que otros desistan de pedir explicaciones de las creencias que uno abriga o de pedirle que uno lea opiniones contrarias a las propias -asumiendo por supuesto que "solicitar" quiere decir solicitar, y no es un término encubierto para coacción de algún tipo - por ejemplo, siempre y cuando uno se vea obligado a cumplir con tales solicitudes. Ni, como vale la pena mencionarlo, están las propuestas de este editorial basadas en argumentos de justicia distributiva que señalan que los tratamientos alternativos no sanguíneos solicitados por los TJ son injustos porque son mucho más costosos que la sangre y por lo tanto crean costos de oportunidad innecesarios para otros.
¿Por qué el anonimato del "Lee Elder"? A pesar de las afirmaciones del señor Malyon, el señor Ridley y otros funcionarios de los TJ en sentido contrario, le parece probable a este escritor que los Testigos de Jehová que van en contra de la "línea oficial" de prohibir la transfusión de sangre se arriesgan a sufrir mayores sanciones por parte de su iglesia, incluyendo rechazo altamente opresivo por antiguos amigos, correligionarios y lo peor de todo, hasta por miembros de su familia, tal rechazo es aparentemente autorizado y algunas veces animado por las autoridades de los TJ. Hay simplemente demasiados ejemplos citados por el Dr. Muramoto y el "Lee Elder" y en los sitios web citados por ellos, así como en los casos en los sitios web citados por el Dr. Hart en su artículo en The Big Issue, 11 para considerar plausibles las negaciones oficiales. Para ayudar a proteger al "Lee Elder" contra tales riesgos el editor de esta revista decidió que era justificable retener su nombre real y más bien usar su seudónimo.
En resumen, este editorial presenta la propuesta bastante modesta de que los médicos deberían al menos estar justificados profesionalmente -y algunos podrían considerar que estaban obligados profesionalmente- de pedirles a sus pacientes Testigos de Jehová que explicaran por qué rechazan transfusiones de sangre que potencialmente pueden salvar la vida, y pedirles que leyeran argumentos de miembros de su propia religión -por supuesto que actualmente son miembros disidentes- que justifican su aceptación de sangre desde el sistema de creencias de esa religión. El editorial considera y rechaza los contraargumentos a estas modestas propuestas. En lo sucesivo el escritor pretende en consecuencia tener disponible en su consultorio fotocopias al menos de los documentos del "Lee Elder" a este respecto, que invitará a sus pacientes Testigos de Jehová a leer. Otros médicos quizá quieran considerar hacer algo similar.
Un punto final, ad homines. Los Testigos de Jehová mismos deberían respetar las virtudes de estas acciones propuestas, que envuelven pedirles a las personas que expliquen sus creencias religiosas, que escuchen los contraargumentos, y que lean artículos que promueven puntos de vista religiosos alternativos. Como grupo, los TJ están entre los exponentes más fervientes de tal enfoque, especialmente los domingos por la mañana cuando golpean a la puerta de perfectos desconocidos y les piden permiso para razonar con ellos, y ofrecerles literatura, como parte de su cometido de ayudar a estos desconocidos a salvar sus almas inmortales. Por tanto, entre todas las personas, los TJ mismos deberían ser los últimos en hallar ofensivo o inmoral si sus médicos se arriesgan a ofenderlos cuando les devuelven el cumplido en un esfuerzo por salvar sus cuerpos mortales. Sigue siendo posible para cualquiera de las partes rehusar cualquiera de las dos formas propuestas de salvación.