Los Testigos de Jehová

1914 y su carga doctrinal (Contribuido)


1914, ese es el año. Ahí se han anclado finalmente como referente temporal. En esa fecha han plantado sus reales para llevar a cabo todo tipo de incursiones especulativas y para dar explicación a los acontecimientos ocurridos desde entonces relacionándolos necesariamente con la profecía bíblica.

La Sociedad Watch Tower tiene a gala airear sus proclamas relacionadas con 1914 y, dentro del contexto de lo que esa fecha ha significado como referente asociado al fin del “sistema de cosas”, hay que reconocer que ese procedimiento les ha dado buen resultado entre los propios testigos. Otra cosa será lo que les depare el futuro. No sería extraño que algún día todo eso les llegue a pesar como una losa.

Aparentemente nada de eso parece preocuparles, dada su persistencia y apego a sus enseñanzas sobre esa fecha. No obstante, personalmente mantengo mis dudas al respecto, dada la experiencia de que lo que hoy es o “se ve” de una manera dentro de la organización mañana deja de serlo y “lo ven” de otra, con muy pocas explicaciones para justificar y mucha retórica para afianzar los cambios. No obstante, lo de 1914 es diferente por las repercusiones en el caso de alguna alteración. Cuidadosamente, en los cambios recientes de gran calado doctrinal han tenido muy en cuenta el reiterar que la enseñanza sobre 1914 no ha sufrido modificación alguna. En realidad, eso no se ajusta a la verdad. Tal como un viejo árbol no sería el mismo si se le cortan algunas de sus ramas principales, de la misma manera el desvincular de 1914 “la generación que no pasará” y la obra de “separar a la gente”, clasificándola como oveja o cabra de acuerdo a la respuesta que dieran al mensaje que se le llevaba, aligera el contenido doctrinal atribuido a ese año.

A pesar de toda esa aparente seguridad en el apoyo de todo lo relacionado con 1914, tengo mis reservas de que, a estas alturas, no les preocupe el atolladero en el que esa doctrina en combinación con el tiempo transcurrido desde entonces les ha colocado. Como ustedes pueden suponer, lo que digo no tiene el más mínimo fundamento demostrable, fuera de una percepción lógica personal, que así se la transmito, un pensamiento en voz alta. Contra esa apreciación mía están las abundantes declaraciones que la organización no cesa de repetir para “disfrute” de sus lectores:

Por más de cincuenta años los testigos de Jehová han estado proclamando al mundo que el año 1914 marcó un punto de viraje en la historia de la humanidad, señalando la entrada en una generación singular que según las profecías habrá de terminar de manera catastrófica, a saber, en la guerra del Armagedón. La Atalaya del 15 de Abril de 1969, página 252. (Subrayado nuestro)

Ese es el gran mérito que se apuntaba La Atalaya del 15 de Abril de 1969, página 252 bajo este encabezamiento que calificaba ese año así:

1914 EL PRINCIPIO DEL FIN

Ahora ya son más de ochenta los años que llevan diciendo lo mismo. Para la ¡Despertad! de ese mismo mes:

El año 1914 no fue un año común. Según el horario de Dios, ese año en realidad introdujo lo que la Biblia llama los “últimos días” para este sistema de cosas 2. Tim. 3: 1. ¡Despertad! del 8 de Abril de 1969, página 5 (Subrayado nuestro).

En esas palabras tenemos una de las doctrinas asociadas al año 1914, a saber, a partir de ese año comienza la cuenta de los últimos días antes de Armagedón.

La Watch Tower gusta además de usar citas de historiadores y hombres de relevancia política que hagan referencia a la repercusión del estallido de la primera guerra mundial, hecho acaecido en ese año, porque entienden que de esa manera refuerzan el entramado doctrinal que han desarrollado en torno a 1914, es decir, el núcleo de su teología escatológica, que representa una buena parte de todo su acervo doctrinal y que, en términos de dedicación oratoria y de letra impresa ocupa una gran parte del espacio total. El uso propagandístico de ese tema para enardecer los ánimos de la gente ha sido y es continuo, implantando en la mente de las personas un sentido de máxima urgencia con una regularidad incesante e implacable. Repito aquí lo mismo que he dicho sobre otros asuntos: haga el lector que tenga curiosidad en comprobarlo un seguimiento de cuántas veces aparece 1914 en La Atalaya y demás publicaciones y quedará asombrado de la abundancia de referencias a esa fecha.

Habiendo sido la primera guerra mundial un hecho importante en la historia de la humanidad, es lógico que se hagan comentarios sobre sus repercusiones, pero eso es común a muchos otros hechos anteriores a ese acontecimiento y también posteriores al mismo. Seguro que cualquiera pudiera encontrar declaraciones relevantes relacionadas con el Descubrimiento de América en 1492, La Revolución Francesa en 1.789, la Revolución de Octubre de 1.917 o la reciente caída del muro de Berlín. Sin embargo, la amnesia que reflejan sobre una gran parte de su historia real, contrasta con el registro cuidadoso de cualquier comentario que de alguna manera creen puede venir a abonar sus tesis. Así, la contraportada de La Atalaya del 15 de Septiembre de 1998 recoge el comentario de un columnista. Bajo el encabezamiento LA GUERRA QUE ACABO CON EL SIGLO XIX, La Atalaya resalta 1914 como el eje en torno al que se ha movido el siglo XX en todas sus manifestaciones destacables. Después de resaltar el comentario del periodista, añaden el suyo propio:

Durante más de ciento veinte años, los testigos de Jehová han explicado que en 1914 se puso fin a lo que Jesús denominó “los tiempos señalados de las naciones” (Lucas 21: 24). En ese año se entronizó como Rey del Reino celestial al resucitado Jesucristo.

Ahí tenemos otra afirmación convertida en punto doctrinal ligado a 1914: La entronización de Jesucristo como Rey del Reino precisamente en ese año.

Ciento veinte años son muchos años para que, aparte la diversidad de significados atribuidos por ellos a ese año en el transcurso del tiempo, no darse cuenta del descrédito que la historia verdadera ha acumulado sobre afirmaciones de ese calibre. 1.914 no es ni el principio ni el final de esos 120 años que arrancan en el siglo pasado, sino que está dentro de ese período de la historia, dentro ya de este siglo veinte. Siendo así las cosas ese espacio de tiempo tiene un tramo cronológico que precede a 1914 y otro que le sigue. Doctrinalmente hablando sucede lo mismo, hay un antes y un después en el significado atribuido a esa fecha por la Watch Tower, eso no acostumbran a decirlo. Como en tantas ocasiones, ello vino motivado por el gran fracaso de sus escarceos especulativos en torno a esa fecha. Lógicamente la dialéctica demagógica, la manipulación de los hechos inherente en el comportamiento de la Sociedad, explica las cosas de otra manera, la de siempre: que no se entendían cabalmente las cosas, bla, bla, bla... bla, bla, bla.

En el artículo En torno a la Inminencia del fin hay algunas referencias a este año 1.914 que bien podrían haber sido abordadas ahora, pero que también son acordes con el aspecto informativo allí tratado. El lector puede acudir a ellas como complemento de lo que aquí se dice.

Analizando la doctrina sobre 1.914 en el segmento temporal que precede a ese año, encontramos qué es lo que realmente representaba esa doctrina tal como fue establecida desde el principio. El capítulo 7 del libro Crisis de Conciencia de R. Franz aborda el tema de las predicciones de la Watch Tower. Allí (páginas 176 y 177) cita del libro El tiempo se ha acercado (páginas 76 y 77) que aporta su “prueba” sobre siete puntos relacionados con el tema que estamos tratando. Entre otras cosas, esto:

En este capítulo presentamos la evidencia bíblica que prueba que el fin completo de los tiempos de los gentiles, es decir, el fin completo de su arrendamiento a dominar, terminará en 1914 de nuestra era común; y que esa fecha será el límite extremo del gobierno de hombres imperfectos.

Como preámbulo a todo lo que iba a “probar” ese capítulo no está nada mal. El caso es que, si no estamos alucinados o viviendo algo irreal, el gobierno de hombres imperfectos continúa al día de hoy, más de un siglo después de que se escribieran esos alardes de evidencia probatoria. A continuación se extiende en la enumeración de siete puntos que irremisiblemente se habían de cumplir, siempre con el tope cronológico en 1914. Enumero parte del primero y del séptimo:

En primer lugar, que en esa fecha el Reino de Dios... habrá tenido control completo, y será instalado, o firmemente establecido sobre la tierra.

En séptimo lugar, probará que antes de esa fecha, el Reino de Dios, organizado en poder, estará en la tierra y entonces golpeará y aplastará la imagen gentil (Dan. 2: 34) y completamente consumirá el poder de esos reyes.

El libro El Tiempo se ha Acercado (página 101) no se andaba con ambages en sus temerarias afirmaciones:

No se sorprendan, pues, si en capítulos siguientes presentamos pruebas de que el establecimiento del Reino de Dios ya ha comenzado, que está señalado en la profecía para comenzar a ejercer poder en 1878, y que la “Batalla del gran día de Dios Todopoderoso” (Rev. 16:14), que terminará en 1914 con el completo derrocamiento del presente dominio sobre la tierra, ya ha comenzado. La recolección de los ejércitos es claramente visible desde el punto de vista de Dios. (Cita tomada de Crisis de Conciencia, página 183).

De manera que tenían las “pruebas” de que según la profecía el Reino de Dios había comenzado a ejercer poder en 1878. No sé el grado de sorpresa que producirían esas palabras en aquellos lectores, pero a estas alturas de los tiempos, ya no nos sorprendemos de nada que venga de la Watch Tower. El libro Venga tu Reino, publicado por Russell, página 153, aseguraba:

Y con el fin del 1914, lo que Dios llama Babilonia, y que los hombres llaman la cristiandad, habrá pasado, como ya se ha mostrado con la profecía. (Cita tomada de Crisis de Conciencia, página 183).

Mucho ha cambiado, al parecer, lo que ellos consideran profecía, pues lo que ellos llaman Babilonia sigue en pie y pujante.

La Atalaya de entonces no le andaba a la zaga al resto de publicaciones de ese tiempo. Así el número del 15 de Enero de 1892 (en inglés) se despachaba así:

La fecha para la terminación de la “batalla” está definitivamente marcada en las Escrituras como siendo octubre de 1914. Ella está ya en progreso, datando su comienzo de octubre de 1874. (Cita tomada de Crisis de Conciencia, página 183)

Ningún síntoma de flaqueza en su convencimiento. Para ellos, en su privilegiada posición como canal autorizado, aquello no era de procedencia humana:

Nosotros creemos que éstas son fechas de Dios, no nuestras. Pero recuerden que la fecha de 1914 no es la fecha del comienzo sino la fecha del final del tiempo de angustia. La Atalaya de Julio de 1894 (Cita tomada de Crisis de Conciencia, página 185)

No hay duda “la fecha de Dios” para el final de la angustia según La Atalaya era 1914. La evidencia muestra lo “certero” de ese análisis, lo autorizada que estaba la “visión” de las cosas del órgano oficial (La Atalaya) para impartir el alimento “adecuado” en el tiempo “debido” a la casa de la fe.

Considero suficiente información para que el lector se forme una idea y pueda recrear un poco el ambiente que existía en los testigos del siglo pasado y primeros años de éste. No cabe duda, la fecha tope a la que esperar para el establecimiento del Reino de Dios y su dominio sobre la tierra era 1914. Eso es muy distinto a lo que se enseña hoy. Es evidente que todo aquello falló. ¿Entonces qué? Suponiendo que hubiera sido una creencia real de “todos”, lo sensato es que “cada uno pensara” que en algo se había equivocado y abandonar el asunto. Pero, como sucede hoy con respecto a lo que enseña la organización, aquello no era una creencia personal, sino una entelequia del carismático Russell que, en su calidad de “esclavo fiel y discreto”, era la propia organización. Los demás fueron arrastrados por él y sus allegados a cifrar su esperanza ciegamente en una fecha, 1914. Todos miraban a ese año en el que, incitados por la literatura de la época, habían puesto su esperanza de ir a la patria celestial.

Ante la incapacidad personal de asumir una responsabilidad, como sucede en todo tipo de sectas que anulan el ejercicio del pensamiento individual y debilitan en buena manera la capacidad personal para la toma libre de decisiones, el rumbo de las cosas lo marcó la organización. Querido hermano, si usted ha vivido la época previa a 1975, ya puede hacerse una idea de cómo se manejó la situación posterior a 1914, porque el modelo de actuación se repite una y otra vez sin que ese proceso hipócrita afecte lo más mínimo a la insensibilidad de unas personas que por lo único que han mostrado interés en cada ocasión en la que han tenido que enfrentarse a una situación semejante ha sido por lavar la cara como mejor han podido.

Parece que tengan un manual de procedimiento para esas circunstancias, porque cada vez siguen inexorablemente el mismo proceso después de cada batacazo. Experiencia desde luego no les falta. Un ejemplo reciente lo tenemos en la vergonzosa “salida” que dieron a su doctrina sobre “la generación que no pasará”: manipular el contenido de la Sagrada Escritura más aún.

Si uno observa las referencias actuales, el cuento o novela en la que convierten su historia pasada, lo primero que observa (debe ser la primera regla de ese hipotético manual de procedimiento al que me he referido antes) es el recurso a resaltar las declaraciones “matizadoras”, cualquier cosa que maquille un poco la realidad y traerlas a primer plano en el razonamiento a fin de mitigar un poco o eliminar, si pueden, la fuerza y rotundidad de sus afirmaciones proféticas. Junto a eso, tratan por todos los medios de convertir el fracaso en éxito y dar explicaciones que disfracen la realidad. El capítulo 6 del libro Los Testigos de Jehová Proclamadores del Reino de Dios es un ejemplo de la manipulación de los hechos, convirtiéndolos en algo muy diferente a lo que fue para ellos la cruda realidad. El título de ese capítulo, Un Tiempo de Prueba es sumamente ilustrativo al respecto.

El capítulo comienza con estas palabras tomadas de The Watch Tower del 1 de Noviembre de 1914:

“Recordamos que nos hallamos en un período de prueba [...] Si por alguna razón alguien abandona al Señor y Su Verdad y cesa de sacrificarse por la Causa del Señor, entonces lo que ha despertado su interés no ha sido sencillamente el amor a Dios en su corazón, sino otra cosa; quizás la idea de que no habría que esperar mucho tiempo; la consagración fue solamente temporal. Si así es, este es un buen momento para apartarse.”

Esas palabras serían sensatas si no fuera por el fuerte adoctrinamiento previo en centrar el mensaje en expectativas de una realidad temporal corta por una parte y, por otra, la intimidación intrínseca que encierra esa manera de expresarse imputando malos motivos a otros, sin hacer lo que realmente requería la ocasión, reconocer el error, desecharlo y pedir disculpas. Esa manera de actuar se ha repetido y se sigue repitiendo como una constante del despotismo de los dirigentes de la secta.

No tardó mucho C.T. Russell en resolver la situación y mostrar cuál sería su actitud ante el hecho. Así el viernes 2 de Octubre de aquel mismo año, tal como relata el libro Proclamadores (página 61) se presentó ante todos en el comedor con esta sentencia:

¡Los Tiempos de los Gentiles han terminado; el día de sus reyes ha pasado!

Una sabia decisión “largamente madurada”, no cabe duda. Había que pensar qué estuvo meditando aquella noche previa a esa declaración, mediante la cual optó por dar por terminado el gobierno de los poderes gentiles. Lógicamente eso sería especular, pero la brevedad del tiempo seguro que no garantizaría una decisión y una postura menos incongruente que la “airosa salida” de A.H. Macmillan poco después, tal como lo relata el recuadro de la página 62 del libro Proclamadores:

“Bueno -siguió diciendo Macmillan-, entonces tuve que apresurarme a buscar qué decir. Hallé el texto de Salmo 74: 9: ‘No vemos ya nuestras señales; no hay más profeta, ni hay con nosotros quien sepa hasta cuándo’.

Esa fue la “graciosa respuesta” que se le ocurrió después de que tan sólo dos días antes hubiera dicho:

‘Este probablemente sea el último discurso público que dé, porque pronto nos iremos a casa [al cielo]’.

Aquí los cambios drásticos de pensamiento en cuestión de días son comunes. La seriedad, el peso y el grado de responsabilidad en los prohombres de la Watch Tower siempre han sido los mismos, es decir nulos. Se muestran tan volátiles en sus afirmaciones de un día a otro, de un año a otro, de una asamblea a otra, como tercos en mantener la línea de tergiversar las cosas, manipular los hechos y mantener el error. Es su inconfundible estilo, no me cansaré de repetirlo.

Enseguida llegaron todas esas declaraciones matizadoras, quitando importancia al asunto. El recuadro de la página 62 del libro Proclamadores es ilustrativo al respecto, si observamos, por ejemplo, esta fraseología:

En aquel discurso traté de mostrar a los hermanos que algunos quizás habíamos sido un poco apresurados al creer que nos iríamos al cielo inmediatamente. (Subrayado nuestro).

Otro aspecto inconfundible (a incluir en ese supuesto Manual de Procedimiento ante el manifiesto error) es la retórica que sigue, recurriendo a frases en las que envuelven hábilmente a Jehová y Jesucristo. En las páginas 62-63 del libro Proclamadores también encontramos esa evidencia:

Hermanos, a nosotros los que tenemos la actitud correcta para con Dios no nos decepciona ninguna de Sus disposiciones. No queríamos hacer nuestra propia voluntad; por eso, cuando descubrimos que estábamos equivocados respecto a lo que esperábamos en octubre de 1914, nos regocijó que el Señor no cambiara Su Plan para ajustarlo a nuestras expectativas. No deseábamos que El hiciera eso. (Subrayado nuestro).

¡Vaya, vaya! Menos mal que les dio por “regocijarse” y no por “pedir explicaciones”. No cabe duda que el suyo fue un deseo noble, al no exigir ese reajuste en el Plan divino. “No deseábamos que El hiciera eso”: Hombre, se mostraron generosos al no ponerle en semejante “aprieto”. Es que es triste tener que leer esas cosas expresadas en semejantes términos. Pero son frases, cuyo estilo se repite vez tras vez. Querido amigo, lea de nuevo la cita anterior. Cada frase encierra todo un mundo de necedad.

Otro de los recursos (para el mencionado Manual) es acudir a la Escritura y buscar pasajes en los que ellos quieren ver que los primeros cristianos obraron de una manera similar a como ellos mismos han actuado. También tenemos eso con respecto a 1914. El Libro Proclamadores, página 636, dice:

En este aspecto, se parecieron hasta cierto grado a los apóstoles de Jesús. Los apóstoles conocían las profecías acerca del Reino de Dios y supuestamente creían en ellas. Pero en varias ocasiones se equivocaron a cómo y cuándo se cumplirían. Esto decepcionó a algunos. (Luc. 19: 11; 24: 19-24; Hech. 1: 6).

Aparte la barbaridad que supone equiparar la actitud o circunstancias de los apóstoles con las de la Watch Tower en su rosario de predicciones, me gustaría que alguien me mostrara de dónde cabe deducir de esos textos citados tal decepción por parte de los apóstoles, como afirman en ese párrafo. Quienes siguieron a Jesucristo aprendieron de El, le manifestaron sus anhelos, lo que pensaban y creían y Jesús los enseñaba y rectificaba, según procedía, pero jamás edificaron un cuerpo de doctrinas especulativas que se derrumbaran posteriormente. El tiempo que permanecieron junto al Maestro fue relativamente breve, algo más de tres años, y más breve aún el que carecieron de su presencia después de su muerte, tan sólo tres días. Enseguida comprobaron que había resucitado, que estaba vivo. Tratar de establecer una semejanza con su turbia trayectoria doctrinal es lo más absurdo que pueda concebirse.

El caso es que con todo ese conjunto de argucias (estratagemas de manual) resuelven todos los fracasos. Entonces dan una nueva orientación doctrinal, la enseñanza toma un nuevo rumbo y así convierten el error en acierto. En el caso de 1914, transformaron lo que tenía que haber sido el final de los últimos días en el comienzo de los mismos y a partir de ahí alardean de su “gran perspicacia” en captar los acontecimientos y su significado.

Ese proceso, en este caso para la fecha de 1914, podemos seguir observándolo en el libro Proclamadores en la página 635 donde cita lo siguiente de The Watch Tower del 15 de Abril de 1916:

“Creemos que las fechas han resultado ser del todo correctas. Creemos que los tiempos de los Gentiles han concluido”.

“El Señor no dijo que toda la Iglesia sería glorificada para 1914. Simplemente lo dedujimos y, evidentemente nos equivocamos”.

Eso expuesto con apariencia de candidez, como el libro Proclamadores le atribuye, no es tal, sino el resultado de la soberbia, la arrogancia. Ese reconocimiento de error está tan matizado que no es tal. Algo tendrían que decir, dado que la evidencia es que seguían en la tierra, sin que ninguno de ellos hubiera sido arrebatado al cielo. Pero el meollo de la cuestión, lo absurdo de perderse en cálculos para llegar a una fecha a la que atribuir algún significado basado en la Biblia, quedó intacto. De modo que nada más lejos de la realidad que las palabras de A.H. Macmillan:

“De modo que aprendí que debemos reconocer nuestros errores y continuar examinando la Palabra de Dios para conseguir más esclarecimiento”. (Proclamadores, página 637)

Si en algo se han distinguido es en no aprender. Ese esclarecimiento lo obtuvieron bien pronto. De momento, la actitud inmediata, el recurso que cubre esos primeros momentos en tanto no se estabiliza la situación es algo tan “loable” como que no puede uno pararse en esas nimiedades, hay que seguir trabajando, a fin de cuentas el propósito del Señor no ha cambiado un ápice y hemos de superar los períodos de “prueba”. Después de comprobar que el fin no se había consumado en 1914, La Atalaya se explicaba así:

¿Nos pesa que la siega prosiga? No; de ninguna manera. [...] Nuestra actitud actual, estimados hermanos, debe ser de profundo agradecimiento a Dios, de aprecio creciente a la hermosa Verdad que por El tenemos el privilegio de conocer, y con la cual se nos identifica, y de ayudar con más celo a otros a adquirir el conocimiento de esta Verdad. (Proclamadores, página 63, subrayado nuestro)

El fracaso de todo lo que se había dicho que sucedería en el período anterior a 1914 hasta culminar en Octubre de ese año era manifiesto. Pero, en vez de reconocer abiertamente que todo el razonamiento carecía de sentido, se empeñaron en decir que todos los cálculos eran correctos, pero como la evidencia es que aún estaban en este mundo, “descubrieron” que ‘el Señor no dijo que toda la Iglesia sería glorificada para 1914’. A partir de ahí hubo un trasvase de supuestos sucesos de unas fechas a otras, quedando 1914 como el año en que se produjo la presencia del Señor (antes había sido 1874) y atribuyéndole a todo eso el comienzo de su Reinado Invisible en los cielos. Así el fallo quedaba a medias y, si no subsanado, sí justificado con ese “nuevo entendimiento”.

Su manera de actuar siempre se ha caracterizado de, en la práctica, no llegar a reconocer plenamente sus errores. Siempre buscan la manera de disfrazarlos. Con el tiempo se valen de información sesgada al respecto para afianzar en sus adeptos la idea de que sus predicciones se han cumplido. Por supuesto lo de 1914 no es una excepción. La Atalaya del 1 de Abril de 1996, página 16, párrafo 3 dice:

Fundándose en su análisis de la profecía bíblica, este grupo señaló con más de treinta años de antelación que en 1914 caducarían los “tiempos señalados de las naciones”, un período de “siete tiempos”, equivalentes a 2.520 años, que comenzó con la desolación de Jerusalén en 607 a.E.C. (Lucas 21: 24; Daniel 4: 16.). Según lo esperado, 1914 resultó ser un año crucial en el devenir de la historia humana. (Subrayado nuestro).

¿Según lo realmente esperado? Las citas anteriores contienen lo que de verdad esperaban. El cambio de contenido de lo esperado, eliminando la evidencia comprobable, o sea, que de ir al cielo nada de nada, generalmente queda obviado en las citas actuales. Son hábiles en manipular los hechos a la hora de hacer apología de sus doctrinas. Siempre han sabido buscar una salida, un agujero dialéctico que les permita escapar por el mismo de su estulticia, engañándose a sí mismos en sus propios razonamientos y, lo que es peor, transmitiendo a los demás (después de privarles de la información completa) la idea de que siempre han acertado en sus predicciones.

Otra manera típica en su comportamiento después de que se ha corroborado un fracaso es el recurrir a la supuesta “fortaleza” de su fe, no permitiendo que ésta se tambalee ante las adversidades y las “pruebas”. Un ejemplo lo tenemos en la página 634 del libro Proclamadores en donde C.J. Woodworth escribe a alguien que no estuvo de acuerdo en seguir el rumbo emprendido por la Wacht Tower ante el fiasco de 1914. Entre otras cosas dijo:

Puede que yo le parezca ridículo a usted porque no me fui al Cielo el 1 de Octubre de 1914, pero usted no me parece ridículo a mi, ¡oh no!

Hoy a los que piensan como ese “disidente” no sólo les parecen ridículos a los dirigentes de la Sociedad, sino que los consideran apóstatas. En sus palabras de conclusión el comentario dice:

La fe del hermano Woodworth no tambaleó cuando los sucesos de 1914 no resultaron en lo que se esperaba (Subrayado nuestro).

Con ello imputan pérdida de la fe a la otra persona o, cuando menos, su debilitamiento en la misma. Este comentario en cuanto a lo que se esperaba parece contradecir lo que dice La Atalaya. La metamorfosis sufrida por el contenido de lo esperado no es más que un “apaño” para evitar reconocer el error. Eso los ha llevado a la locura de perpetuarlo. La realidad es esa y no otra. Ahí están atrapados por su insensatez.

Hay otro aspecto de su estrategia, consistente en buscar cualquier información de fuentes seglares que les venga bien en apoyo de sus creencias. Bajo el encabezamiento 1914 un año señalado, La Atalaya del 1 de Julio de 1969, página 391 dice así:

El número 30 de Agosto de 1914 la publicación seglar “The World” declaró: “el tremendo estallido de guerra en Europa ha cumplido una profecía extraordinaria. . . . ‘¡Tengan cuidado con 1914!’ ha sido el lema de centenares de evangelizadores que . . . han viajado por todo el país enunciando la doctrina de que ‘el Reino de Dios se ha acercado’.”

Es esta una cita de la que han gustado ir recordando periódicamente en sus publicaciones (Ver ¡Despertad! del 8 de Abril de 1969, página 12 o recuadro en la página 60 del libro Proclamadores, entre otras).

En resumen, después de todo el proceso especulativo en torno a 1914 que precedió a esa fecha, La Sociedad Watch Tower fijó definitivamente 1914 como el año de la Segunda Venida del Señor de manera invisible. Entonces comenzó a gobernar en el cielo. A partir de ahí ha de mirarse el año 1914 de una manera diferente. En primer lugar, porque está en el pasado y no en el futuro como en los tiempos de C.T. Russell. El no consideraba un horizonte más allá de esa fecha. En segundo término y, como consecuencia de ello, porque pasó a tener un significado diferente al que hasta entonces se le había asignado. Pasó de ser el punto final, la fecha tope para que el Reino de Dios tomara control de los asuntos de la tierra, a ser el punto de partida, la referencia para contar hacia el futuro el cumplimiento de profecías, que han reubicado en el período de tiempo posterior a 1914.

Para todo ello han seguido al pie de la letra todas las normas de lo que hipotéticamente hemos considerado como un “Manual de procedimiento” para afrontar estos casos. Una de esas normas es la de alterar paulatinamente el sentido de la información disponible hasta el momento en que se comprobó fehacientemente el error. Aparte lo ya expuesto, al referirse a publicaciones antiguas citan de ellas sólo la parte que les interesa, lo que generalmente adultera el significado original. También dejan de editar publicaciones con información comprometedora para ellos. A este respecto recuerdo la súbita desaparición del libro Vida eterna en libertad de los Hijos de Dios (publicado en 1966 y que recibió una publicidad extraordinaria en las Asambleas de aquel tiempo) inmediatamente después de 1975. También han recurrido a maquillar alguna información en ediciones posteriores de algunos libros (La Verdad que lleva a Vida eterna es un ejemplo de ello).

Inmediatamente después de eso comienza una labor intensa de afianzar el nuevo enfoque a través de discursos y referencias en las publicaciones, en especial La Atalaya, al “nuevo entendimiento” obtenido. De esta manera, con los años y las “ganas” de olvidar que se ha estado enseñando algo falso, queda consolidado el nuevo enfoque de la doctrina. Ya nadie se acuerda o no quiere acordarse de lo anterior. Cualquiera que lo intente es “etiquetado” con algún calificativo desagradable. Vuelva a considerar el caso de C.J. Woodworth en la página 634 del libro Proclamadores en el que se afirma que cierta persona abandonó el servicio de Jehová. Esa es la imputación inmediata para cualquiera que los deja por estar en desacuerdo con sus doctrinas y apegarse a la Sagrada Escritura.

Al resultado final de toda esa torpeza con el tiempo lo consideran y lo proclaman como proceder sabio, como producto de la sabiduría y la confianza en Jehová que siempre aclara los asuntos satisfactoriamente:

“He visto la sabiduría de esperar pacientemente en Jehová para aclarar nuestro entendimiento de cosas bíblicas en vez de perturbarnos a causa de nuevo pensamiento. A veces nuestras expectativas de cierta fecha eran mayores [de] lo que autorizaban las Escrituras. Cuando estas expectativas no se cumplieron, eso no cambió los propósitos de Dios”. ( A.H. Macmillan. Proclamadores, recuadro de la página 637)

Naturalmente, la Sociedad Watch Tower afirma que su doctrina está apoyada por la Sagrada Escritura. No son ellos los responsables, sino Jehová mismo el que señaló ese año e hizo que se cumpliera en ese año todo lo que ellos afirman en sus publicaciones. Ellos han sido los destinatarios de esa revelación privilegiada. De ello tenemos abundante documentación:

En primer lugar Jehová ha confiado a su pueblo la verdad. La revelación más emocionante es que su reino comenzó a gobernar en 1914. (Revelación 12: 10)... El reino típico fue derrocado, y desde el año 607 a E.C., Jerusalén estuvo completamente sometida a la gobernación de las potencias mundiales gentiles. El nuevo Reino que Jehová instauró en 1914 es una potencia celestial que nunca se sometará a nadie, salvo a Jehová, y que nunca será reducida a ruinas. (Daniel 2: 44). La Atalaya del 1 de Julio de 1997, páginas 19-20, párrafo 14. (Subrayado nuestro).

Según la cuenta de tiempo expuesta en la Biblia, el libro del Creador, el tiempo que El asignó para la dominación del mundo por las naciones terrestres, incluso las de la cristiandad, se venció a principios del otoño de 1914. La Atalaya del 15 de Abril de 1980, página 24, párrafo 3 (Subrayado nuestro).

Los testigos de Jehová han publicado muchas pruebas de que el tiempo de espera de Jesús terminó en 1914, cuando llegó a ser el gobernante del Reino de Dios en los cielos invisibles. La Atalaya del 15 de Octubre de 1995, página 21, párrafo 16 (Subrayado nuestro).

Los testigos de Jehová han publicado muchas necedades en cuanto a ese y otros asuntos y esas palabras de La Atalaya son una más. En todo caso, incluiré algunas citas más para completar su doctrina actual referida a 1914. Una vez pasado aquel año, continúan tozudamente reafirmando doctrinas falsas, como ramificaciones que completan el árbol doctrinal cuyo tronco está enraizado en 1914:

Este gran Rey demostró buena voluntad a sus hermanos ungidos en la Tierra cuando, en el año 1919, libró a estos cristianos ungidos del cautiverio espiritual y ellos regresaron a su “tierra”, su estado espiritual (Isaías 66: 8; Rev. 18: 4) La Atalaya del 1 de Mayo de 1997, páginas 19-20, párrafo 7).

De manera que 1919 (tres años y medio a contar desde octubre de 1914) fueron librados del cautiverio y vueltos a su tierra, su estado espiritual, hecho también asociado al 1914. No se prive de leer los textos que citan. De manera que ni los cristianos del primer siglo tuvieron el privilegio de formar parte de la nación espiritual de Dios, su pueblo, hubo que esperar a 1919.

Desde el comienzo del “día del Señor”, en 1914, se han estado cumpliendo muchas de las visiones que tuvo Juan (Revelación 1: 10.) ¿Qué podemos decir de la ‘venida de Jesús en la Gloria de su Padre’, prefigurada en la transfiguración? Esta visión comenzó a cumplirse al nacer el Reino celestial de Dios, en 1914... Hay prueba sólida de que poco después comenzó la resurrección celestial de los cristianos ungidos. (2 Timoteo 4: 8; Revelación 14: 13). La Atalaya del 15 de Mayo de 1997, página 11, párrafo 7

Así la resurrección celestial de los cristianos ungidos comenzó poco después de 1914 es otra doctrina ligada a ese año. Si tenemos en cuenta que cuando Juan hace referencia a que tuvo la revelación fue en el día del Señor (un domingo), y se refiere al día de la semana en que le fue presentada la visión relatada en Apocalipsis, resulta que toda la doctrina que han construido en torno a lo que representa ese “día” se viene abajo. No hay tal comienzo para un período de tiempo denominado el “día del Señor”. Al no existir tal cosa, tampoco existen los supuestos cumplimientos en el período de tiempo que caprichosamente ellos determinan.

Pero al acercarse el “tiempo del fin”, reapareció el verdadero Israel de Dios, y en 1919 se le nombró sobre todos los bienes de Jesús. (Mateo 13: 24-30, 36-43; 24: 45-47; Daniel 12: 4) La Atalaya del 15 de Mayo de 1997, página 15, párrafo 1

Isaías 66: 8 (referenciado en una cita anterior) habla del nacimiento de un pueblo de una vez (BJ) no de un “regreso” del que allí hablan o de una “reaparición” como dicen aquí, refiriéndose al mismo hecho. En cuanto al nombramiento sobre todos los bienes de Jesús, otra doctrina relacionada con 1914, ver el artículo Esclavos del esclavo en donde se trata más ampliamente Mateo 24: 45-47.

Pero ¿Por qué 1914 y no otra fecha?. La Atalaya del 1 de Enero de 1962, bajo el subtema EL TIEMPO DE VOLVER CON PODER REGIO dice:

Debemos recordar que hace más de veinticinco siglos Jehová Dios tuvo un reino de Dios en miniatura aquí en la Tierra, con su capital en Jerusalén. Por eso Jesucristo llamó a la Jerusalén de su día “la ciudad del gran Rey” (Mat. 5. 35). Pero en el año 607 de la E.C. Jehová Dios permitió que el imperio de Babilonia destruyera a Jerusalén por primera vez. De manera que él dejó que las naciones mundanas se apoderaran del dominio visible de toda la Tierra. Allí comenzaron los “tiempos señalados de las naciones.” Gracias a Dios, esos “tiempos señalados de las naciones” no habían de continuar para siempre, es decir, hasta que las naciones se destruyeran a sí mismas. Dios les señaló un fin, que habría de ser seguido por el establecimiento, de nuevo, del reino de Dios. Según el propio señalamiento de Dios, el fin de esos tiempos vino en el destacado año de 1914. (página 12, párrafo 32, subrayado nuestro).

De manera que sitúan el comienzo de los tiempos de los gentiles en el año 607 antes E.C. y afirman su conclusión como cosa cierta en 1914. ¿Por qué parten de 607 E.C. y abarcan un período que, comenzando en ese año llega hasta 1914, fecha exacta de conclusión?. Para ellos ese cálculo es de suma importancia.

La Atalaya del 15 de Septiembre de 1968, páginas 556 y 557, bajo el subtema CALCULANDO LOS PERIODOS DE TIEMPO concluye un artículo más amplio que aborda el tema de los siete tiempos. Dicha Atalaya afirma:

Uno de los cálculos más importantes de un período largo de tiempo envuelve a “los tiempos señalados de las naciones” mencionados previamente. (Página 556, párrafo 21).

Entienden que los “tiempos señalados de las naciones” (Lucas 21: 24) se extienden por un período de tiempo que arrancando en la destrucción de Jerusalén por parte de Babilonia, se llega hasta la segunda venida de Jesucristo, en la que éste retoma el poder legítimo del Reino de Dios y termina con la dominación de la tierra por parte de cualquier autoridad humana. Para contabilizar ese período de tal manera que lleguemos a la fecha de 1914 hacen un razonamiento basado en las arenas movedizas de unos argumentos no ya frágiles, sino absurdos, sin solidez alguna. Si utilizamos su publicación más reciente para el estudio, El conocimiento que lleva a vida eterna (páginas 96, 97), observamos los siguientes elementos:

-Año de comienzo de ese período: 607 a.E.C.

-Daniel 4: 23-25 les sirve de base para la extensión total de ese período. La magnitud para la cuenta es la expresión bíblica “tiempos”, siete tiempos en total.

-Para medir la duración de un tiempo, acuden a Revelación 12: 6, 14 en donde se equiparan tres tiempos y medio a un período de 1260 días, o lo que es lo mismo 360 días para cada uno de esos tiempos.

-Con esa manera de computar los tiempos tendríamos un total de 2.520 días para los 7 tiempos de Daniel.

-Pero eso es muy poco tiempo y para ello recurren caprichosamente a lo que consideran “la pauta bíblica” a aplicar que no es otra que la equivalencia de un año por día. Aportan el apoyo de Números 14: 34 y Ezequiel 4: 6.

¿Recuerdan ustedes el cuento de la lechera? Pues esto es muy parecido. El más mínimo fallo de cualquiera de esas premisas da al traste con todo el montaje. El problema es que no sólo falla uno, sino todos los supuestos. Evidentemente esa y no otra es la realidad. Jehová y Jesucristo no actúan de una forma tan complicada, ni dejan las cosas para que nadie actúe de una manera tan confusa y arriesgada. Es evidente que la segunda Venida de Jesucristo sólo se ha producido en la imaginación de quienes la patrocinan. Los conceptos, las ideas y las creencias se mueven en el terreno del intelecto y desde él actúan repercutiendo en las manifestaciones externas de los individuos o las comunidades. En tanto los asuntos permanezcan en ese estadio, en el que la subjetividad puede alcanzar un alto grado de protagonismo, ha de ejercerse un buen grado de cautela y comprensión. Sin embargo, cuando se traspasan esos límites y se entra en el terreno de los acontecimientos, la norma para juicio es diferente, porque los hechos reales se han medido siempre de otra manera. Los hechos históricos exigen unas pruebas que nada tienen que ver con lo que la retórica de la Watch Tower considera como tales.

En esos cálculos, lo primero que falla es la fecha de partida, 607 a.E.C. No me voy a detener en ese asunto que ya ha sido considerado por otros. Tan sólo señalaré que la caída de Jerusalén no se produjo en el año 607 a.E.C., como ellos afirman, sino en el 587 a.E.C. ó 586 a.E.C., según atestiguan los historiadores. Si el lector lo desea, puede ampliar la información leyendo La doctrina de 1914 se tambalea en esta dirección: http://www.oocities.org/Athens/Ithaca/5974

La Sociedad Watch Tower trata de minimizar la evidencia histórica, alegando que la veracidad de los historiadores es siempre cuestionable, en tanto que la Escritura es siempre fidedigna, segura incluso en aspectos cronológicos. Pero lo que aquí falla no es la Sagrada Escritura, sino la interpretación que dan a muchos hechos bíblicos. En tanto no se despojen de esa megalomanía y el afán en confundir su criterio con la propia Palabra de Dios, seguirán en su interminable camino de estrepitosos fracasos y, tristemente, arrastrando a centenares de miles, a millones de personas, en su proceder insensato.

La aplicación de un año por día fue algo que Jehová usó para ocasiones concretas, cuando condenó a los israelitas a vagar por el desierto tantos años cuantos fueron los días que tardaron los espías en reconocer la tierra de Canaán y traer informes exageradamente pesimistas en cuanto a los moradores de aquella tierra. Ezequiel 4: 6 no es una aplicación de Números 14: 34, sino una señal dada para el sitio sobre Jerusalén. No existe conexión alguna entre ambos acontecimientos, aunque tengan el denominador común de contar un año por día.

Independientemente de todos los problemas de cálculo, se parte de un error inicial, el otorgar al capítulo 4 de Daniel otro cumplimiento adicional al que ofrece la propia Escritura. Daniel 4: 17-19 dice:

Ese árbol que has visto, que se hizo grande y corpulento, cuya altura llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra, que tenía hermoso ramaje y abundante fruto, en el que había alimento para todos, bajo el cual se cobijan las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban los pájaros del cielo, eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, cuya grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y cuyo dominio se extiende hasta los confines de la tierra. (BJ)

El relato continúa diciendo:

Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo morarás; hierba, como los bueyes, tendrás por comida, y serás bañado del rocío del cielo; siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el imperio de los hombres y que se lo da a quien le place. Daniel 4: 22 (BJ).

Todo esto le sobrevino al rey Nabucodonosor. Daniel 4: 25 (BJ)

De entre los hombres serás arrojado, con las bestias del campo morarás; hierba como los bueyes tendrás por comida, y siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el imperio de los hombres, y que se lo da a quien le place. Y al punto se cumplió la palabra en Nabucodonosor: fue arrojado de entre los hombres, se alimentó de hierba como los bueyes, su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta crecerle sus cabellos como pluma de águila y sus uñas como las de las aves. Daniel 4: 29-30 (BJ)

Después de pasado el tiempo prefijado, Nabucodonosor recobró la razón y bendijo al Altísimo:

En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi reino volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio una grandeza todavía mayor. Daniel 4: 33 (BJ)

En ninguna parte de la Biblia hay información que permita otro cumplimiento de ese relato. Ahí quedó cerrado aquel sueño profético, en la persona del propio Nabucodonosor. Suponer otra cosa es entrar en el terreno de la conjetura, ir más allá de lo escrito. De haber reconocido esa realidad, se habrían ahorrado todo ese cúmulo de doctrinas disparatadas asociadas a 1914. Todo el ejercicio de cálculo sobre los siete tiempos relacionándolos con los “tiempos de los gentiles” es superfluo, inútil, sin base bíblica y condenado al fracaso.

Bíblicamente hay que considerar también Lucas 21: 24 debido a que está directamente implicado en el tema que estamos considerando. Para ello es importante tener en cuenta el contexto del pasaje en el que está incluido:

“Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son días de castigo, y se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta y criando en aquellos días! Habrá en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles”. Lucas 21: 20-24 (BJ).

También La Atalaya del 1 de Octubre de 1980 (Página 4) afirmaba que la desolación de Jerusalén y la tierra de Judá se produjo al ser conquistada por Nabucodonosor:

La ciudad capital de Jerusalén y la Tierra de Judá quedaron desoladas cuando los babilonios bajo Nabucodonosor completaron su conquista.

Eso contrasta con las palabras de Jesucristo que sitúa ese hecho en el futuro. Aunque Jerusalén fue conquistada por los babilonios en tiempo de Nabucodonosor, la desolación específica a la que Jesucristo asocia los “tiempos de las naciones” es la que está en su contexto apropiado, es decir, Lucas 21: 20-24.

Es interesante notar que únicamente Lucas hace referencia al “tiempo de los gentiles”. El pasaje se centra en la desolación que ha de sobrevenirle a Jerusalén. Por tanto esa desolación no había comenzado en 607 a.E.C. Todas las referencias son a irse de la ciudad cuando sea cercada, mantenerse alejados de ella. Las palabras proféticas de Jesucristo sitúan todo el pasaje en el futuro. Explícitamente se dice:

y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles”

Eso se cumplió en el año 70 E.C. Ahí comenzó la desolación de Jerusalén y el tiempo de los gentiles. Nada tiene que ver con los siete tiempos del capítulo 4 de Daniel. Por tanto, no hay razón para considerar cálculo alguno a partir del sueño de Nabucodonosor que nos lleve a una u otra fecha con la que asociar la situación concreta y la vigencia del Reino de Dios.

Ellos no solamente no lo consideran así, sino que lo han incorporado en su dogma como parte fundamental de lo que constituyen las buenas nuevas de hoy. Esas son sus buenas nuevas, según declara, entre otras, La Atalaya del 15.de Febrero de 1968 página 113:

¿Qué cosa vital se ha agregado ahora a las buenas nuevas del reino de Dios que Jesucristo y sus apóstoles celosos solían predicar hace diecinueve siglos? Esto, a saber, el nacimiento del reino mesiánico de Dios en los cielos al fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914. (Subrayado nuestro).

Son las señas de identidad que les han llevado al extremo de “añadir” ese asunto a las buenas nuevas, tal como queda reflejado en La Atalaya antes mencionada. Aunque lo que realmente anunciaron para 1914 era el fin definitivo de todos los gobiernos humanos, ante el evidente fracaso de tal expectativa, en lugar de hacer una oportuna rectificación, buscaron una salida como corresponde a gente necia y arrogante, atribuyendo el carácter de “invisible” a esa supuesta venida y entronización real de Jesucristo. A partir de ahí, emprendieron una huida hacia delante reafirmándose continuamente en que Jesucristo vino a tomar el poder en 1914. A expandir semejante temeridad se han dedicado ininterrumpidamente, tal como reconoce el folleto El gobierno que nos traerá el Paraíso:

Poco después de 1914 el resto de los que esperan gobernar en el cielo con Jesús empezó a dar las buenas nuevas de que el Reino estaba establecido. Página 23 (Subrayado nuestro).

Ese mensaje nuevo, sin base histórica que lo pueda corroborar y sin base bíblica posible que lo apoye queda bien reflejado en estas palabras:

“El reino de nuestro Señor y de su Cristo” ejerce su autoridad sobre todo el mundo de la humanidad. Esta nueva expresión de la soberanía de Jehová, de la que forman parte su Hijo Mesiánico y sus 144.000 hermanos, la mayoría de los cuales ya han resucitado y están en la gloria celestial, no es una cuestión de simple interés intelectual, un tema teórico sobre el cual los teóricos deseen debatir. No, este Reino celestial es un gobierno real. (La Atalaya del 1 de Julio de 1997, página 20, párrafo 15).

No creo que semejante majadería le haga perder un minuto de tiempo a ningún estudioso. Habrían de aclararnos si los cristianos siguen sometidos a las autoridades civiles, incluyendo a los del cuerpo gobernante. Presumo que la respuesta es que sí, indudablemente, eso se desprende de la literatura de la Watch Tower y no lo pongo en duda, pero me resulta contradictorio formar parte de un gobierno que no es teórico, sino real, y no ser soberano, sino seguir sometido a los gobiernos de este mundo. Pero, de todas maneras, no debemos olvidar cuando hablan de “realidades”, “hechos reales”, “pruebas irrefutables”, “evidencias” y toda esa palabrería que prodiga la Watch Tower en su literatura, de dónde proceden, la garantía de la fuente, lo que la historia muestra en cuanto a la solidez de toda esa falacia verbal. El trato continuado con las personas nos lleva ineludiblemente a concederles un crédito dependiendo de la solidez que su palabra, sus tratos y sus hechos nos han mostrado con el transcurso del tiempo. Para quienes nos han fallado o nos han mentido una y otra vez ese crédito llega a ser nulo. Sucede lo mismo en el mundo de los negocios, el trabajo, la política, etc. El campo religioso no ha de ser una excepción, de manera que el contacto con la información y el comportamiento de cualquier organización religiosa puede ser un elemento a tener en cuenta a la hora de atribuirle la credibilidad que pide de nosotros.

Muy bien. De alguna manera las buenas nuevas que predicaron los primeros cristianos se han visto “enriquecidas” por ese hecho novedoso, inexistente en el primer siglo, aunque sólo sea por razones cronológicas. El ángel que primero dio la noticia de las buenas nuevas, ya dijo en qué consistían esas buenas nuevas:

“Os traigo una buena noticia que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo Señor. Lucas 2: 10-11 (N. T. Versión ecuménica)

Esas son las buenas nuevas del evangelio: la aparición de la Salvación en la persona de Jesucristo para todo el que ejerza fe en El, en su muerte en sacrificio y en su Resurrección. No caben más añadidos ni nuevos aspectos. Las diferentes formas de expresión asociadas a las buenas nuevas: “buenas nuevas del Reino”, “buenas nuevas acerca de la promesa”, “buenas nuevas de la bondad inmerecida de Dios”, “buenas nuevas de Dios”, “buenas nuevas acerca del Cristo”, “buenas nuevas de paz mediante Jesucristo”... únicamente son formas diferentes de referirse a una sola cosa: las buenas nuevas de Jesucristo como Salvación para los creyentes. Quienes tocan y retocan, quitan y añaden a eso, confeccionando un “cuerpo de doctrinas” de obligada difusión han de dar cuenta por ello. Para quien lea esta información sobre la doctrina relacionada con el año 1914 y la reflexión aquí hecha, la invitación es que haga la suya propia. Si puede completarla con otros aspectos no considerados aquí, mejor.

Especialmente es importante considerar si del contenido bíblico (leyendo la Sagrada Escritura y meditando sinceramente en lo escrito) apoya o no, si da pie inequívocamente para afirmar que Jesucristo vino en 1914 a tomar posesión del Reino en los Cielos y todas las demás doctrinas que le acompañan. La importancia de todo eso radica no en estar de acuerdo o en desacuerdo con determinadas enseñanzas, sino que implica además el estar colaborando en esparcir la verdad o la mentira. Eso es responsabilidad ineludible e individual.

(Contribuido)




Primera página




This page hosted by GeoCities Get your own Free Home Page