El hecho de proclamar que los cristianos están agrupados en dos clases diferentes sobre la base de una elección divina conlleva una serie de derivaciones doctrinales obtenidas en un proceso tortuoso, pero que se ha desarrollado en un crescendo, cuyo resultado ha sido el establecimiento cada vez más preciso de una diferencia entre unos y otros y, sobre todo, la constatación de unas atribuciones gratuitamente otorgadas al grupo de los “ungidos” que, como es el caso que consideraremos, de una manera muy sutil, invaden un terreno que es exclusivo del propio Jesucristo.
Hasta tal grado llegan en distanciar a una clase de la otra, que sostienen que la verdadera Congregación de Dios se circunscribe a esos 144.000 “ungidos”, siendo todos los demás una especie de “meros comparsas”, para quienes Jesucristo no es el mediador o lo es de una manera menos directa. Casi a manera de concesión se les reconoce su derecho al bautismo y se les permite que asistan como meros observadores a la conmemoración de la Cena del Señor.
Sobre lo que acabo de decir, incluyo algunas de las afirmaciones de la Sociedad Watch Tower a modo de documentación y sin hacer comentario alguno sobre las mismas (aunque invito al lector a que medite sobre la gravedad de dichas afirmaciones), ya que centraremos la atención en otro aspecto:
De modo que Jesucristo en el cielo es el Mediador entre Dios y los israelitas espirituales, mientras éstos todavía están en la carne como hombre y mujeres. (La Atalaya del 1.5.80, página 24, párrafo 12, bajo el subtema "¿Mediador de cuántos?"Por eso Jehová dio existencia a una nueva congregación, con la cual hizo un nuevo pacto. Las Escrituras identifican a esta congregación como la “novia” de Cristo, compuesta de 144.000 personas que son escogidas por Dios para que lleguen a estar unidas con su Hijo en el cielo. (Efesios, 5:22-32; Rev. 14:1; 21:9-10). (Libro “Unidos en la adoración del único Dios verdadero”, página 117, párrafo 2)
En 1.934 se animó a otras ovejas a bautizarse en agua... En 1.938 se les invitó a asistir como observadores a la Conmemoración de la muerte de Jesucristo... En 1.985 se comprendió que sobre la base del sacrificio redentor de Jesús, se declara justos como amigos de Dios a los cristianos de las otras ovejas con la esperanza de sobrevivir a Armagedón (La Atalaya del 1.7.95, página 15, párrafo 5)
Lee, por favor, otra vez estas últimas generosas “concesiones” por parte de los privilegiados “ungidos” hacia los de la “rebajada” (por ellos) “grande muchedumbre”. Asimismo ese “entendimiento tardío”, en 1.985, de que el sacrificio de Jesucristo también alcanza para hacernos amigos de Dios. ¡Qué lejos del espíritu y la doctrina de la Sagrada Escritura!
Pero en esta ocasión centraré el comentario principalmente en analizar la alegación de que sólo los 144.000 son realmente la descendencia de Abraham. La Atalaya del 1.7.95 contiene parte del razonamiento que utilizan para llegar a esa conclusión. Así, el párrafo 7 en la página 11 dice:
Al ser hijos adoptivos de Dios, estos cristianos escogidos llegaron a ser hermanos de Jesucristo. (Romanos 8:16, 17; 9: 4, 26; Hebreos 2:11) Dado que Jesús resultó ser la Descendencia que se prometió a Abrahán, estos cristianos ungidos por espíritu son una parte vinculada a esa Descendencia que bendeciría a la humanidad creyente, es decir, son una parte complementaria de ella (Génesis 22: 17-18; Gálatas 3: 16, 26, 29.Atención, hermanos, porque estamos ante unas afirmaciones muy graves, muy osadas, absolutamente falsas y no pueden tolerarse en sentido bíblico.
El razonamiento tiene dos etapas diferentes. En la primera se establece que, al ser hijos adoptivos de Dios, llegan a ser hermanos de Jesucristo, naturalmente porque Jesucristo es el Hijo de Dios. A partir de esa premisa y, puesto que Jesucristo es la Descendencia destinada a bendecir a la humanidad, ellos también son parte de esa misma descendencia, una parte complementaria, ya que son hijos del mismo Padre. Y, como veremos, se atribuyen funciones, digamos “auxiliares”, como resultado de esa posición que se adjudican. Pero, el razonamiento en sí mismo es defectuoso, ya que las premisas son falsas. En primer lugar, hijos adoptivos de Dios somos todos. (Este tema tiene una importancia que merece ser tratado en otra ocasión). Aparte de eso, nos encontramos en un caso similar al tratamiento dado al asunto del término “generación” (Ver el artículo “Un tiempo para soltar Lastre”) y que consiste en extraer arbitrariamente el significado que en otras partes de la Biblia tiene una palabra determinada y aplicarlo indiscriminadamente allí donde les interesa sin tener en cuenta el contexto, que es el que, a la postre, da el sentido exacto de cada palabra. En este caso utilizan el mismo recurso, aunque el vocablo es “descendencia”.
Como en el caso de la “generación”, el contexto en el que se utiliza el término “descendencia” determina su significado, ya que la propia Palabra de Dios lo especifica de una manera meridianamente clara. Cuando se lee la Biblia y, más aún cuando se escribe sobre ella, uno debe ser muy cuidadoso, examinar bien el terreno en el que se mueve. No puede “meterse” todo en un mismo “saco” y publicar cualquier “tontería” que se le pase por la mente. Aunque parezca mentira, eso es lo que ha sucedido en la organización de los testigos de Jehová. No viene de ahora, sino de muy atrás, pero también es cierto que nadie se atreve a hacer una revisión seria de las doctrinas fundamentales dentro de la organización. Más bien parece que todos quieren añadir su “granito de arena” a ese cúmulo de despropósitos, contribuyendo a hacer la “bola” de cada doctrina particular cada vez más grande. En esa situación está el tema que nos ocupa.
El aplicarse a ellos Génesis 22: 17-18 constituye una auténtica temeridad. En el artículo “La Doctrina del Esclarecimiento Progresivo” anoté una serie de textos, arrancando de Génesis 3:15 hasta llegar a Jesucristo. En esa cadena de jalones importantes está incluido también Génesis 22:17-18. Se trata de una serie de hitos clave en la revelación que finalmente nos llevan a una sola persona, Jesucristo, Nuestro Salvador, el Mesías, la Descendencia prometida. Unica y exclusivamente El. ¿Cómo se atreven a incluirse como partícipes activos en la promesa del plan divino para la salvación de la humanidad? Ellos necesitan de la aplicación del sacrificio de Jesucristo como todos los demás, ya que forman parte de la raza humana, con la tara que todos tenemos, el pecado.
El apóstol Pablo lo expresa muy claramente:
Pues bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: “y a los descendientes”, como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. Gálatas 3: 16 (BJ)El apóstol Pablo estaba persuadiendo a los gálatas de que la Ley no anulaba la Promesa (basada en la “descendencia”), sino que tuvo una función propia y temporal hasta que llegó el objeto de la promesa, Jesucristo. Hasta tal grado es así que el ejercer fe en El (sólo El, ningún complemento) le hace destinatario del objeto de la Promesa, tal como lo expresa Gálatas 3: 22:
Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo. (BJ)Pablo, conocedor de la Ley como nadie, pero conocedor también de toda la anchura y profundidad encerrada en la fe y amor a Jesucristo (Efesios 3:14-19), separado para explicar las cosas profundas de la voluntad divina a los gentiles, muestra muy claramente que la Promesa (objeto de esperanza y razón de ser del anhelo durante siglos de la comunidad israelita) había llegado para los creyentes en la persona de Jesucristo al poner su fe en El. Por tanto, el Prometido, el Mesías, la Descendencia, Jesucristo, había sido otorgado a los creyentes, a todos los creyentes, por un solo camino, la fe. Ninguna imaginaria “clase” de creyentes tenía participación alguna en esa “Descendencia”, como integrando o complementando de alguna manera a dicha Descendencia. Querer infiltrarse en esa condición dentro de lo que representa la Descendencia destinada a bendecir a todas las naciones de la tierra es, simple y llanamente, un acto de impostura.
El incluir Gálatas 3: 29 en el mismo párrafo de La Atalaya también forma parte de ese recurso al que me refería antes de mezclar una misma palabra en contextos diferentes y sacar conclusiones descabelladas desde el punto de vista bíblico. Es la apoteosis en la ceremonia de la confusión. Además, las consecuencias doctrinales que tal hecho envuelve son inaceptables.
Aclarémonos, la palabra “descendencia” en Génesis 22: 17-18 tiene un sentido, en principio amplio, se refiere a los descendientes físicos del patriarca Abraham y sirve como punto de arranque para seguir una línea de descendencia. En Gálatas 3: 16 esa misma palabra es la materialización en una sola persona, Jesucristo, de toda la línea profética anterior, de la que Génesis 22: 17-18 es el punto de partida. Para entender mejor el sentido de “descendencia en Gálatas 3: 29 examinaremos este versículo en su contexto:
De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa. Gálatas 3: 24-29. (BJ)Aunque el apóstol Pablo lo que está tratando es de aclarar la justificación por la fe en Jesucristo, fundamento único de la promesa, y haciendo ver que la ley ya había cumplido su función y había quedado obsoleta, su doctrina nos arroja luz sobre el tema que estamos tratando.
Aunque espero tratarlo en artículo aparte, sí vemos que todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Clarísimamente, según Pablo, la fe hace que una persona pase a ser hijo de Dios. También podemos observar que el bautismo en Cristo (en el nombre del Hijo) unifica a todas las personas en Cristo Jesús a tal grado que se hacen descendientes de Abraham, herederos según la promesa.
Examinado todo, está claro que una cosa es la “descendencia” prometida, la promesa en sí misma, personificada en una sola persona, Jesucristo, como “agente” de salvación (Gálatas 3: 16) y otra muy distinta la “descendencia”, los receptores de los beneficios a través de la fe y el bautismo, los herederos de acuerdo a lo estipulado en esa promesa (Gálatas 3: 29). La palabra es la misma, pero el contexto delimita su alcance y significado en cada ocasión.
Lógicamente Pablo no está restringiendo su mensaje a unos pocos. En su mente no existían dos clases de cristianos. La fe es común para todos, como también lo es el bautismo. Esos son los elementos que él tiene en cuenta. De manera que un mismo vocablo, la palabra descendencia, tiene un alcance diferente, siendo el contexto el que determina cuándo se refiere exclusivamente a la Descendencia prometida para bendición de la humanidad, Jesucristo (Gálatas 3:16), y cuándo ese mismo término pasa a denominar a la comunidad cristiana en su conjunto en calidad de herederos y receptores de esa misma promesa (Gálatas 3:29).
Aún a fuer de ser repetitivo, debo señalar que Génesis 22: 17-18 contiene una promesa para una Descendencia salvadora, que traería bendición a toda la humanidad. El apóstol Pablo señala con mucha claridad que se refiere a Jesucristo exclusivamente (Gálatas 3:16). Quien quiera introducirse sutilmente en ese propósito, aplicándose de alguna manera ese texto está rebasando su propia posición, ensalzándose a un privilegio que ningún humano puede tener, porque tendría que ser sin pecado. A “todos” los de la raza humana se les concede la posibilidad de “beneficiarse” de ese arreglo, nunca ser parte “activa” del mismo.
Podemos y debemos además hacer algunas reflexiones. ¿Qué encierra eso de ser una parte vinculada a la Descendencia (Jesucristo)? ¿Dónde está ese supuesto vínculo que sólo unos pocos poseen y no los demás? ¿Qué significado tiene ser una parte complementaria de ella?. ¿Le falta algo a Jesucristo para que necesite de un complemento?
Después de la creación de Adán dijo Dios:
“No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él”. Génesis 2: 18 (TNM)Es fácil entender en este caso lo que es un complemento. En palabras del propio Jehová, la soledad de Adán no era buena, necesitaba una ayuda adecuada, algo que complementase a la especie humana, que es completa como tal con la presencia del hombre y la mujer, pero ninguno de los dos por separado. Aparte de la afectividad, las actividades, etc. la reproducción necesita de la colaboración de ambos para cumplir con los fines del género humano.
La presencia de Jesucristo entre la humanidad, sin embargo, tiene una finalidad distinta. El vino, básicamente, para salvar a la raza humana, dando su vida. Para este quehacer era completo y ningún otro humano podía aportar nada que a él le faltase. Es más, todos sin excepción necesitamos de su sacrificio redentor.
El mismo párrafo de la Atalaya incluye una pregunta pretenciosa en cuanto a su participación en bendecir a la humanidad:
¿Cómo la bendeciría?Es increíble. ¿Acaso no necesitan ellos de la misma bendición, del sacrificio de Jesucristo? ¿Cómo tienen la osadía de pasarse de la parte beneficiada (lo que es una bendición) a la parte que beneficia (para la que sólo tiene méritos y atribuciones Jesucristo)? Seguramente que se me dirá que ellos reconocen que necesitan también el sacrificio de Jesucristo. Pues, ¡Faltaría más! Pero no es eso en lo que quiero fijar la atención, sino en esa manera subrepticia de introducirse donde no les corresponde. En mi opinión, cuentan con el factor de la prisa con que pasan uno tras otro los artículos de la Atalaya y que a muy pocos les da tiempo de examinar a fondo y meditar en el contenido. Pero sí que dejan ese mensaje último de una prominencia y un status que se atribuyen y para el que no hay justificación bíblica.
A la pregunta anterior, la misma Atalaya responde:
Con la oportunidad de ser redimida del pecado, reconciliarse con Dios y servirle ahora y para siempre (Mateo 4: 23; 20:28; Juan 3:16, 36; 1 Juan 2:1, 1) (ver también “Apocalipsis...se acerca su magnífica culminación” página 73, párrafo 24)¿En qué sentido se sienten ellos eximidos de lo que indican esas mismas palabras (ser redimidos) y de que se les aplique lo que dicen los textos citados? A continuación La Atalaya añade:
Los cristianos ungidos en la Tierra encaminan a las personas de corazón sincero a esta bendición cuando dan testimonio acerca de su hermano espiritual, Jesucristo, y de su padre adoptivo Jehová Dios.En el párrafo 8 de la página 11, entre otras cosas, la misma Atalaya afirma:
...colaboran en aplicar a la humanidad los beneficios del sacrificio redentor y así elevarla a la perfección que perdió Adán. (2 Tesalonicenses 1: 8-10; Revelación 2: 26, 27; 20: 6; 22: 1, 2)Nuevamente ¿Quién los encamina a ellos y qué derecho tienen de apropiarse en exclusiva de la hermandad de Jesucristo y su filiación con respecto a Jehová Dios? ¿Cómo pueden ellos prestar una colaboración a favor de otros, dando a entender que les asiste algún derecho propio, cuando tienen la misma necesidad que todos los demás?
Si te tomas unos minutos para examinar todos los textos que citan verás que ni uno sólo apoya remotamente lo que La Atalaya pregona.
Con toda esa manera de actuar llegan a ensalzarse indebidamente sobre otros y atribuirse unas funciones y unas prerrogativas que la Biblia niega a los humanos con respecto a otros humanos. Siguiendo esa línea de desarrollo doctrinal hacen aplicaciones inverosímiles de la Palabra de Dios, llegando a afirmaciones escalofriantes como:
Eran, en sentido figurado, la prole espiritual de los cristianos ungidos (Isaías 59: 21; 66:22; compárese con 1 Corintios 4:15-16). La Atalaya del 1.7.95, página 15, párrafo 4.Nuevamente, te animo a que verifiques los textos. No es comprensible tanto disparate por parte de unos hombres que se autoproclaman “esclarecedores” de los demás. Quizá convenga hacer una reflexión sobre 1 Corintios 4: 14-16:
No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos mios queridos. Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido padres. He sido yo quien, por el Evangelio os engendré en Cristo Jesús. (BJ)Es fácil discernir y entender en qué sentido Pablo llama hijos a los corintios, ya que había sido quien por primera vez les llevó el mensaje del Evangelio en su segunda gira misional (Hechos 18: 1-5). Pero no lo dice como perteneciente a una clase “la ungida” que tiene algún tipo de “paternidad” sobre los “no ungidos”. Entre otras cosas, porque en la teoría de la Watch Tower, los propios corintios pertenecían también a la clase “ungida”. Sin embargo el matiz que encierra ese comentario de La Atalaya es precisamente ese. Es una pena que, por defender a ultranza sus doctrinas, vayan sistemáticamente añadiendo textos en apoyo de las mismas, con el consiguiente resultado de corrupción de esos textos.
Cuando el apóstol Pablo escribe a los gálatas y, cerrando una controversia, establece qué es lo esencial para ser auténtico israelita en el nuevo sentido, asociado al sacrificio de Jesucristo, les dice:
En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia lo mismo que para el Israel de Dios. Gálatas 6: 14-16.(BJ)Ellos restringen el significado de estas palabras de Pablo que, en principio están escritas para todo lo contrario, es decir, para eliminar la barrera de la circuncisión, y las aplican sólo para los 144.000. Libro Proclamadores página 141.(Ver también La Atalaya 15.3.87 página 11-12, párrafo 8).
No deja de ser curioso que parte de esta carta a los Gálatas, que Pablo escribió con energía al observar cómo los judaizantes estaban logrando esclavizar a los creyentes de la nueva fe, introduciendo en la comunidad cristiana su práctica de la circuncisión, sea utilizada en nuestros tiempos para justificar la introducción de una clase de cristianos destinataria de privilegios que están vedados a los demás. La entrada del cristianismo abrió puertas y eliminó diferencias, siendo la circuncisión una práctica determinante de las mismas. Frente a eso Pablo proclamó el vínculo unificador de la fe en Jesucristo, la Descendencia prometida, destinatario único de la Promesa con su mensaje de justificación y bendición universal. En El, únicamente en El, sobre la base de su muerte redentora, está la esperanza única y compartida por todos los creyentes. Como en los versículos anteriores dice claramente “para todos los que se sometan a esta regla”
Dichos versículos van precedidos de estos otros:
Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propio puño. Los que quieren ser bien vistos en lo humano, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo. Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para gloriarse en vuestra carne. Gálatas 6: 11-13. (BJ)Está claro que el tamaño de su letra no supera al ardor de la defensa de Pablo ante cualquier elemento que pudiera constituirse en discriminatorio entre los cristianos o que, de alguna manera, pudiera ser utilizado en algún tipo de provecho de alguien sobre los demás. La expresión “de mi propio puño” parece añadir la emotividad de su corazón en aquellas líneas.
Hoy en día no podemos apreciar las dimensiones de aquellas letras, la firmeza de su puño, ni el chorro de tinta con el que Pablo físicamente quiso transmitir su mensaje firme y diáfano. Pero sí que podemos apreciar el desvelo de un hombre por quienes podían correr peligro de esclavitud de unos cristianos ejercida por sus propios hermanos así como su apego a la verdad y la pureza de la fe en Jesucristo.
Sin embargo, la claridad de la doctrina, la proclamación de igualdad para todos los creyentes, eliminando las cosas que el sacrificio de Jesucristo suprimió, parece que no son suficientes para que otros utilicen nuevos artificios para introducir elementos diferenciales que sólo corrompiendo el sentido de la Sagrada Escritura, pueden ser concebidos. Muy atinado sería, pues, que prestáramos atención al propio Pablo cuando dice:
Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo. Colosenses 2: 8 (BJ).Quienes se atribuyen privilegios que la Palabra de Dios no autoriza harían bien en prestar atención al ejemplo del propio Jesucristo:
Tened entre vosotros los sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Filipenses 2: 5-8 (BJ).Que cada uno se mantenga en el lugar que Dios le ha asignado que, en el contexto del tema que nos ocupa, es el mismo para todos, y no es otro que el de ejercer fe en la Descendencia prometida para que podamos obtener el beneficio de sus bendiciones, como “herederos” de esa promesa, no sea que cuando venga quien a todos invita tenga que oir las palabras:
‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Lucas 14: 7-11.(Contribuido)