Los Testigos de Jehová

Reflexiones ante la Manipulación (Contribuido)



Impartir Enseñanza

De esa doctrina, por completo ajena al espíritu de los santos Escritos, que reconoce la existencia de un grupo de personas como constituyentes del “esclavo fiel y discreto”, que se deriva además de una división forzada, sin base bíblica que la sostenga, de las personas que abrazan el cristianismo en dos categorías diferentes, se obtiene otro subproducto doctrinal que reclama para ese reducido grupo de personas auto proclamadas como el “esclavo fiel y discreto” la exclusividad de extraer el entendimiento de la Palabra de Dios y distribuirlo a los demás. Su competencia en este asunto no puede objetarse. Su autoridad doctrinal es incontestable a tal grado que determina incluso la propia salvación de las personas.

Eso es continuamente bombardeado en las publicaciones y los responsables en las congregaciones no solamente no se plantean en absoluto si tal cosa es o no cierta, sino que, además la magnifican y, en muchos casos, tienen a gala el manifestar su asentimiento total a todo lo que provenga de esa fuente, incluso considerando que con el tiempo pueda resultar erróneo. Un superintendente de circuito me dijo en una ocasión que “es mejor estar con el esclavo, aunque esté equivocado, que en ninguna otra parte”. Un anciano hizo un comentario en una reunión más o menos en estos términos: “yo, aunque piense cosas, me las quito de la mente, si el esclavo dice por aquí, por aquí, si dice por allí, por allí, no soy nadie para poner en duda lo que el esclavo dice”.

Esos comentarios indican hasta qué grado ha calado el adoctrinamiento con ese enfoque en muchas personas. Echemos un vistazo a algunas de las declaraciones que promueven esa enseñanza y contribuyen a situar al grupo del esclavo en el “pedestal” que con las mismas se han esculpido para sí mismos.

La Atalaya del 1.8.97 en la página 16 afirma esto:

En la actualidad, el esclavo fiel y discreto se compone del resto de los herederos del Reino. Son cristianos ungidos, los que quedan en la tierra de los 144.000, los cuales “pertenecen a Cristo” y forman parte de la “descendencia de Abrahán”. (Gálatas 3:16, 29; Revelación 14: 1-3.)... Párrafo 9

El “esclavo” es el medio que Jehová utiliza en la actualidad para enseñar a la gente. Párrafo 10.

Está claro que se atribuyen cuatro cosas en exclusiva:

Son los herederos del Reino
Pertenecen a Cristo
Forman parte de la descendencia de Abrahán
Son los “designados” para impartir enseñanza

Más cosas podríamos extraer, si examináramos otra documentación, pero creo que es más que suficiente para, como siempre, pararnos a examinar estas prerrogativas que se atribuyen para ver cuál es la razón que les asiste a la luz del contenido bíblico que, a la postre es lo que siempre tendremos por autoridad.

En cuanto a que son los herederos del Reino, espero poder tratarlo en otra ocasión. En lo referente a atribuirse la pertenencia a Cristo y lo de que forman parte de la descendencia de Abraham, excluyendo a los demás, les remito al artículo “¿Una descendencia complementaria?”. Trataré, entonces esa alegación de que son los designados para impartir enseñanza.

Según La Atalaya del 1.1.97, página 13, párrafo 4:

Jehová ha comisionado a la clase ungida del esclavo fiel y discreto para suministrar alimento [espiritual] al tiempo apropiado a los domésticos de su Amo, Cristo. (Mateo 24: 45-47).

El pasaje contenido en Mateo 24: 45-47 lo abordé en el artículo “Esclavos del Esclavo”. Allí se pueden encontrar elementos de reflexión suficientes para poder extraer la enseñanza que esta parábola de Jesucristo contiene.

Con demasiada frecuencia insinúan de manera solapada que ellos son destinatarios de una revelación procedente de Dios para que la declaren a los demás, a quienes solamente corresponde el papel de receptores, siempre a la espera de una “nueva revelación” cuando aquéllos la perciban. Un ejemplo:

Desde el Pentecostés, Jehová ha revelado progresivamente “las cosas profundas de Dios” contenidas en su Palabra escrita. (1 Corintios 2: 10-13) Lo ha hecho a través de un conducto visible al que Jesús denominó “el esclavo fiel y discreto”. (subrayado nuestro) La Atalaya del 15.12.96, página 15, párrafo 7.

Lo que se afirma en este párrafo implica que lo escrito en la Biblia necesita de una posterior revelación, en forma progresiva. Ese proceso de revelación lo hace Dios a través de un conducto visible al que llaman el “esclavo fiel y discreto”, concretando y restringiendo el significado de las palabras de Jesucristo en Mateo 24: 45. Por supuesto anula el valor de la Biblia para el resto de personas. En la práctica, la reescriben en los artículos de sus publicaciones, especialmente en La Atalaya, instrumento “oficial” que ejerce el monopolio de la interpretación bíblica.

Puesto que citan 1 Corintios 2: 10-13 al hacer la afirmación contenida en la primera parte del párrafo citado, incluyo aquí dicho texto bíblico:

Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales.

Juzgue el lector de qué parte de este texto se puede extraer la conclusión de que las palabras escritas en la Sagrada Escritura necesitan una “revelación” complementaria para ir entendiéndolas a medida que esa pretendida “revelación” se produzca. Lo cierto es que generalmente las cosas “reveladas” (con excepción de las meramente proféticas) han sido suficientemente entendidas, como también susceptibles de ser malentendidas en todos los tiempos.

A eso se refiere Pablo en sus palabras a los Corintios. Para entender las cosas profundas de Dios en aquel tiempo era necesaria la colaboración del Espíritu Santo, exactamente igual que sucede ahora y ha sucedido siempre. No es cierto que ese texto indique que se necesita un tiempo hasta que el Espíritu Santo lo “revele” a una “clase” de personas, encargados a su vez de, a partir de entonces, explicarlas a otros.

En más de una ocasión he oído que cosas como lo relacionado con “las autoridades superiores” y otras no las habríamos llegado a entender, si el “esclavo” no nos las hubiera explicado. O sea que los cristianos de Roma, Corinto y otras ciudades a los que dirigió sus cartas no entendían nada en absoluto de los consejos que les daba y la doctrina que les impartía, ya que esas palabras necesitaban de un posterior “esclarecimiento progresivo”.

Recientemente he tenido noticia fidedigna de la exposición de un anciano, expresada en estos términos:

“Los apóstoles y otros escritores de la Biblia no sabían lo que escribían, simplemente el espíritu santo los impulsaba a poner por escrito la doctrina y los pensamientos bíblicos. Entonces, el esclavo fiel y discreto ha ido entendiendo progresivamente la revelación y nos la explica a todos los demás”.

Lo dicho, que cuando Pablo, exhortaba a los romanos a sujetarse a la autoridad, no tenía idea de lo que decía y para los destinatarios de su carta aquello era un jeroglífico por descifrar. Ha sido el “esclavo” el que nos ha “esclarecido” ese mandato de Dios que Pablo nos transmitió. Esa es la mentalidad que la Sociedad ha implantado en las personas. En una de las últimas “conversaciones” mantenidas y en las que me quejaba de la ausencia del estudio de la Biblia, mi interlocutor (anciano) me dijo que “nosotros no podemos entender la Biblia”. Ya sabía que no se lee la Biblia, es la literatura la que ocupa su lugar, de ahí mi reproche, pero ¡decir eso como justificación...!.

¿Cómo podían los destinatarios de la carta de Pedro prestar atención a la palabra de los profetas como a una lámpara, si el propio Pedro no sabía lo que estaba escribiendo y ellos estaban incapacitados para entenderle? (1 Pedro 1:19).

Entiendo que pueda parecer exagerado el asunto expuesto de esta manera, pero es una realidad que conduce a lo que antes he dicho, de lo que doy fe, aparte de otras muchas cosas que sería prolijo de exponer aquí. Pero la gravedad es que, en la práctica, ni los responsables en las congregaciones “estudian” la Biblia, sintiéndose satisfechos con “estar al día” con la lectura de la literatura, “la abundancia de alimento” (contaminado, por supuesto).

Yo me pregunto, Si resulta que no podemos entender la Biblia, ¿Cómo es que entendemos que lo del “esclavo fiel y discreto”, tal como lo enseña la Sociedad, está de acuerdo con la Biblia? Si la entendemos cuando nos la explican y lo vemos todo clarísimo ¿Cómo es que cuando hacen cambios lo volvemos a ver de diferente manera? Si, llegamos a hacernos a tal grado dependientes de unos cuantos iluminados ¿Qué diferencia hay de eso a cualquier otro grupo que catalogamos como secta?.

El problema, además, es que muchos de sus artículos están diseñados para alejar de la mente de sus lectores la realidad de la influencia esclavizante que ejercen sobre los mismos. Encubren su propio ejercicio de sectarismo, criticando las prácticas sectarias de otros, dando así a entender que ellos están libres de semejante actividad y situación. En ese sentido La Atalaya del 15.3 98, páginas 10-11, bajo el encabezamiento Los peligros de seguir a los hombres dice:

Se ha definido una secta como “un grupo que se aferra a una determinada doctrina o a un líder”. De forma similar, se considera que sus adeptos tienen “gran devoción a una persona, idea o cosa”. En realidad, los miembros de todo grupo religioso caracterizado por una fuerte adhesión a líderes humanos y a las ideas de éstos, se exponen a convertirse en esclavos de los hombres. Una intensa relación con el líder puede conducir a una dependencia emocional y espiritual enfermiza. El riesgo se acrecienta cuando alguien crece en un ambiente sectario desde la niñez.

La doctrina sobre “el esclavo fiel y discreto” y la dependencia de los demás de ese grupo misterioso y reducido, cuya identidad es de mera concepción subjetiva es un reflejo fiel de lo que se declara en esas palabras de La Atalaya, lo que ellos mismos entienden por secta. Son conscientes de la imagen que proyectan hacia fuera y del peligro que los de dentro lleguen a la conclusión obvia de la situación real en la que se encuentran. Por eso, para disuadir de cualquier planteamiento que pueda poner en entredicho esa circunstancia, La Atalaya continúa:

Quienes tienen esas preocupaciones en cuanto a una religión necesitan información fidedigna. Puede que a algunas personas les hayan dicho que los Testigos pertenecen a una organización religiosa que esclaviza a sus adeptos, que coarta en exceso su libertad y que los margina del resto de la sociedad.

El mensaje es claro, hacer ver que eso es algo inconcebible en el seno de la organización, que son del todo ajenos a semejante cosa, “nec nominetur in vobis” (lejos de todos semejante idea o práctica).

La realidad es que, primero con Russell, quien asumió para sí el papel de “esclavo fiel y discreto”, calificando de “opositores” a quienes no compartían esa apreciación personal, afirmando que la lectura de sus “Estudios de las Escrituras” era imprescindible para conocer la verdad, y ahora con la aplicación de ese papel a un grupo de personas ejerciendo el monopolio de la expresión a través de sus publicaciones y, en general, de la programación de todo cuanto se ha de decir en reuniones grandes y pequeñas, la dependencia de un líder (Russell) o un grupo reducido de personas (el Cuerpo Gobernante) que ejercen de tal, es la que se corresponde exactamente a lo que en el párrafo citado de La Atalaya define como secta.

Difícilmente pueden encontrarse palabras que expresen con mayor fidelidad la situación que existe entre los testigos de Jehová que las que han escogido para describir a los seguidores de hombres. La esclavitud a las doctrinas de un grupo que ejerce el liderato incontestable, la gran devoción que, muy por encima de los demás, se les profesa, así como la dependencia emocional y espiritual enfermiza del mismo, o sea, del mal llamado “esclavo fiel y discreto”, no es más que el seguimiento ciego de un grupo de hombres, de cuyos peligros quieren advertir a quienes ellos mismos retienen exactamente en esa situación.

Pasemos a considerar ahora esta afirmación contenida en La Atalaya 1.8.97 página 16, párrafo 8:

Sin lugar a dudas. Tres días antes de morir, Jesús predijo que una gran obra de predicación precedería al fin de este sistema de cosas. “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones -explicó Jesús-; y entonces vendrá el fin”. Luego indicó qué instrumento utilizaría para dirigir este programa de predicación mundial y enseñanza. Habló del “esclavo fiel y discreto”, el conducto por el que proporcionaría a Sus siervos el alimento espiritual. (Mateo 24:14, 45:47.) Jehová emplea a este “esclavo” para supervisar los intereses del Reino por toda la tierra.

Vamos a ver. La Biblia es muy densa y, en muchas ocasiones, nos transmite los hechos despojada de muchos detalles que no son esenciales para nuestra instrucción. Génesis 1: 1 dice que en el principio “creó Dios los cielos y la tierra”, ¡cuán densa de contenido real es esa frase tan corta! En el capítulo 24 de Mateo Jesucristo habló de muchas cosas. En ocasiones resulta laborioso separar lo referente al fin de Jerusalén, de lo que se refiere exclusivamente al fin del mundo a su regreso. Pero todo ese artificio de empaste de Mateo 24: 14 con Mateo 24:45-47, omitiendo olímpicamente todo el contexto es absolutamente disparatado. Entre el versículo 14 y el 47 de ese capítulo no existe vinculación directa alguna, están en diferente contexto temático.

Con esta maniobra quieren hacer decir al texto lo que en realidad no dice. Es una descarada corrupción del mismo. Cabe aquí aquella frase del escritor latino: “corruptio optimi péssima”. En términos comparativos podríamos decir que la gravedad de la corrupción aumenta al grado de la excelencia de la cosa que se corrompe o altera. Para los creyentes, no hay otra cosa de más valor que la propia Palabra de Dios, con lo que alterar, corromper o manipular su contenido es la peor de las corrupciones. Es una pena que hombres que se constituyen a sí mismos como maestros dediquen todas sus energías a forzar el sencillo mensaje de los textos bíblicos para hacerlo encajar dentro de una doctrina artificial y enrevesada que, además, continuamente se ven obligados a retocar.

En el empeño por justificar su posición y atribuir la existencia de la misma al apoyo espontáneo de los demás utilizan la demagogia con una prodigalidad escandalosa. Así La Atalaya del 15.3.98, página 20, párrafo 9, entre otras cosas dice:

Los testigos de Jehová entienden que el esclavo fiel y discreto está compuesto de los hermanos espirituales de Jesús (Hebreos 2: 10-13). A esta clase del esclavo se la ha nombrado para suministrar al pueblo de Dios el “alimento [espiritual] al tiempo apropiado”.

En realidad lo que los testigos de Jehová entiendan a nivel individual de su estudio de la Biblia importa bien poco. Lo único que tiene efectividad es lo que “imponen” quienes a sí mismos se han nombrado como una “clase separada”, la del “esclavo”. Lo que en realidad han de entender es lo que se les dice a través de las publicaciones, abusando de esa posición que se han adjudicado. Los testigos no están enseñados por Jehová a través de esa “clase” imaginaria, están fuertemente adoctrinados por la Watch Tower.

La demagogia alcanza límites increíbles a la hora de justificar cualquier mensaje que quieran transmitir, cualquier impresión que deseen inculcar y dejar grabada en otros. En este sentido, el párrafo 15, página 22, de La Atalaya del 15.3.98, queriendo transmitir la idea de la libertad personal en cuanto a la toma de decisiones, expresa lo siguiente:

Si un Testigo toma decisiones basándose en el consejo bíblico que ofrece el Cuerpo Gobernante, lo hace por voluntad propia debido a que su estudio personal de la Biblia lo ha convencido de que es el proceder debido. La misma Palabra de Dios influye en todos los Testigos para que pongan en práctica el sano consejo bíblico que da el Cuerpo Gobernante, con pleno reconocimiento de que las decisiones que tome afectarán su relación personal con Dios, a quien está dedicado (1 Tesalonicenses 2:13) Subrayado nuestro.

El párrafo 19 de la página 23 de la misma Atalaya añade:

¿No dejan claro los hechos que los testigos de Jehová son siervos de Dios, no esclavos de los hombres? Como cristianos dedicados disfrutan de la libertad para la cual Cristo los libertó, permiten que el espíritu y la Palabra de Dios dirijan su vida al servir unidos a sus hermanos con la congregación de Dios (Salmo 133: 1). Subrayado nuestro.

¿Y si resulta, como es el caso de muchos de nosotros, que de nuestro estudio personal de la Biblia junto con mucha meditación y plegaria hemos llegado a la conclusión de que el seguir el consejo del Cuerpo Gobernante en muchos casos es pernicioso para nuestra relación con Dios, como también para nosotros mismos y nuestra familia? ¿Cuál es la alternativa que dejan a esas palabras de “dirección única”?. ¿Dónde está la libertad para seguir la propia conciencia entrenada por la Palabra de Dios, mensaje que ese número de La Atalaya quiere transmitir?. Esa forma de exponer el proceso de actuación personal es en realidad una manipulación de cómo se produce el mismo, ya que no dejan otra opción que la de concordar con lo que el supuesto esclavo entiende, sin dejar posibilidad alguna de que ese entendimiento esté en total desacuerdo con la doctrina real de la Palabra de Dios. Es un razonamiento falaz que conduce inevitablemente a lo que tratan de combatir, el sectarismo. Hasta tal grado constituye práctica sectaria que hasta marcan la senda por la que debe encauzarse el pensamiento propio, poniendo como el único cauce del mismo las directrices del Cuerpo Gobernante, haciéndolas coincidir necesariamente con lo que uno obtiene en su estudio personal de las Escrituras, excluyendo cualquier discrepancia posible. ¿No es precisamente eso ser esclavos del pensamiento de otros y estar sometidos a su influencia sectaria?

Además ¿Dónde está la sabiduría en la decisión tomada por algunos, siguiendo el consejo del Cuerpo Gobernante, de abandonar todo debido a la inminencia del fin, cuando al cabo de veinte o treinta años, con una edad en la que ya comienzan a peinar canas, cuando sus padres han envejecido y necesitan de su atención, y no pueden contribuir debido a que ellos mismos se han hecho “dependientes” de la Sociedad para su propia subsistencia?. ¿No es eso ser “literalmente” esclavos de hombres? ¿Cuántos superintendentes, precursores, betelitas... pueden encontrarse en esa situación? ¿Y cuántos otros están lamentando aún una decisión tomada años atrás movidos por la fuerte corriente propagandística expresada desde las páginas de “Nuestro Ministerio del Reino” para moverse a otro lugar donde lo único que han encontrado ha sido dificultades añadidas para sí y para su familia? ¿Cuántos se están lamentando de no haberse formado mejor para afrontar con más garantía las obligaciones familiares que posteriormente les han sobrevenido? Muchos, uno aquí, otro allá, están sufriendo en silencio las consecuencias de un mal consejo, de falta de orientación y equilibrio a la hora de tomar decisiones trascendentales en la vida. La enseñanza impartida no ha resultado razonable, más bien ha sido y sigue siendo nefasta.

Por otra parte ¿Cuál es la situación de unos padres que entienden perfectamente lo que dice la Biblia acerca del deber de cuidar la vida propia y la de sus hijos así como lo referente a uso de la sangre y deciden no manchar su conciencia y su relación con Dios, porque otros entiendan e impongan que uno no puede aceptar una transfusión de ninguna de las maneras?

Pero, dejando aparte todas estas cuestiones y centrándonos un poco más en el tema que nos ocupa, es evidente que la enseñanza es fundamental en el cristianismo. ¿A quién corresponde impartirla? Como hemos considerado, un grupo reducido de personas reclama para sí “en exclusiva”, de manera “nominal”, por nombramiento, ese privilegio. Lo afirman sin cesar en su literatura. Como un ejemplo más que lo constata, cito de La Atalaya del 1.3.98, página 14, párrafo 3:

Antes de dejar la Tierra, Jesús nombró a sus discípulos ungidos para que fueran un “esclavo fiel y discreto” que suministrara alimento espiritual a la casa de la fe (Mateo 24:45). Subrayado nuestro.

Naturalmente Mateo 24: 45 no habla de discípulos “ungidos”, ni de “nombramiento” alguno de persona o grupo de personas, ni tan siquiera de enseñanza. Tal como expliqué en el artículo Esclavos del “Esclavo”, se trata de una parábola de Jesucristo, pronunciada con la finalidad de recalcar la necesidad de mantenerse alerta, de estar siempre preparados espiritualmente para cualquier hora que el Amo llegue. Para ello utilizó una situación de la vida real, como era su costumbre. Es muy importante no confundir el mensaje de Jesucristo, porque con la manipulación que de este pasaje ha hecho la Watch Tower, nos puede privar de la doctrina que el Maestro nos transmite en ese caso particular, sustituyéndola por otra por completo ajena a sus palabras y, por supuesto, interesada.

La Sagrada Escritura, sin embargo, no restringe la capacidad de enseñar a ningún grupo exclusivo de personas, previamente seleccionadas, como si de una “casta” especial se tratara, de tal manera que todos los demás estén necesariamente privados de ejercer esa faceta del ministerio cristiano sencillamente porque no han sido designados para eso. Muy al contrario, Dios se sirve de cualquiera que tenga las cualidades y la disposición para ello y lo utiliza para proclamar su mensaje, el entendimiento de la Sagrada Escritura, para lo cual la colaboración del espíritu santo es además imprescindible. No hay límite en el número de las personas que puedan participar en esa labor, como tampoco lo hay para desarrollar cualquiera otra de las manifestaciones de la práctica cristiana. Todos somos como un cuerpo con diferentes habilidades que aportar. El apóstol Pablo hace una descripción perfecta de ese hecho:

Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero, teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Romanos 12: 4-7. (BJ)

Según estas palabras de Pablo, la enseñanza es un don concedido por Dios en el que destacan unas personas de la misma manera que otras están más capacitadas para otros cometidos dentro del funcionamiento de la iglesia de Cristo como un cuerpo. Es una dádiva de Dios concedida por gracia, no por nombramiento especial. Por tanto, quien la tenga que la utilice en beneficio de otros. ¿Por qué empeñarse en complicar algo tan natural, tan sencillo y tan claramente expresado? Cuando Pablo anota las cualidades que deben adornar a los superintendentes, una de ellas es que sean “aptos” para la enseñanza (1 Timoteo 3:2). Lógicamente han de estar preparados para enseñar la Palabra de Dios, sin depender de un supuesto “esclavo” que reciba “revelaciones” de ninguna clase. También instruyó a Tito en el nombramiento de ancianos en las diferentes ciudades. Entre otras cualidades, se requiere:

Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen. Tito 1:9 (BJ).

Eso difiere mucho de la situación de la inmensa mayoría de los superintendentes y ancianos de la Watch Tower, cuyo fanatismo o ignorancia impide el cumplimiento de la primera de sus obligaciones, siendo la obediencia ciega la norma que los rige, y no la defensa de la verdad. En lugar de estar obsesionados por las cifras, las colocaciones, la transmisión hacia otros de la presión que ellos mismos reciben para mantener a toda costa los informes a unos niveles operativamente aceptables, tendrían que cuidar el espíritu de amor, justicia y fidelidad a la Palabra de Dios. No es “contabilizar” muchas horas y “vender” muchas publicaciones, ni el alardear de tener tantos o cuantos “precursores”, sino asegurarse de que lo que se “lleva entre manos” es acorde con la verdad, ya que, de lo contrario, se está prestando colaboración en el esparcimiento del error y el oprobio hacia Dios y su Palabra. Harían bien en prestar atención a la exhortación clara de Pablo:

Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyen. 1 Timoteo 4:16 (Valera)

Esta esclarecedora advertencia y al mismo tiempo, vigoroso mandato de Pablo a Timoteo deja caer toda su fuerza sobre aquellas personas cuya influencia en otros tiene repercusiones trascendentales y están especialmente obligados a vigilar por su estricto cumplimiento al haber aceptado un puesto de responsabilidad. El apego a la “verdad” de la “doctrina” que uno transmite es de vital importancia, como también lo es la atención dada a uno mismo, y debería ser motivo de atención constante por parte de quienes supuestamente ocupan un puesto para impartir enseñanza sana en beneficio de otros. Para ello tendrían que enfrentarse al “esclavo”, que en este caso es su “amo”, y defender la pureza de la fe frente a la especulación y el abuso. Sin embargo, ya se sabe, es más fácil no plantearse incomodidades, como dijo un político conocido: “el que se mueva no sale en la foto”. Claro que en semejante foto lo mejor es no aparecer.

Durante años me he hecho muchas preguntas en cuanto a esa rápida adaptación a cambios doctrinales profundos, aceptando sin dificultades aparentes un giro total del mensaje. Se ha visto con harta frecuencia en asambleas la exposición de ideas diametralmente opuestas sobre un mismo asunto en el intervalo de pocos años por parte de personas que con deseo de servir aceptaron puestos de responsabilidad en su día. No parece que estén preocupados por decir hoy lo contrario de lo que dijeron ayer. Aunque los discursos están diseñados con anterioridad por otros no da la impresión de que nadie ponga objeción alguna al cambio de rumbo doctrinal.

Tampoco parecen conscientes de la repercusión que enseñanzas esparcidas durante decenios (pongamos por ejemplo lo del “juicio de las ovejas y las cabras”) pueda tener en la credibilidad propia. Lo que es peor, carecen de la sensibilidad que les capacite como responsables de responder por la veracidad y el apego a la Palabra de Dios de aquello que durante mucho tiempo han estado enseñando. No les duele ni muestran ese mínimo sentido de responsabilidad hacia el prójimo y hacia la Palabra de Dios. Muestran una gran prontitud en crear problemas de conciencia, sentimientos de culpabilidad en los demás allí donde no los hay, en cambio no sienten el más mínimo remordimiento de conciencia por haber estado publicando a los cuatro vientos cosas contrarias a lo que la Sagrada Escritura enseña. Tampoco reconocen responsabilidad por los problemas que han sobrevenido a otras personas, víctimas de su escasa clarividencia y de los malos consejos que en su día les dieron.

Quizá el primer paso lógico en la inmensa mayoría de ellos sería algo tan elemental en su caso como estudiar la Biblia a fin de informarse, familiarizarse con su contenido “real”. Eso les permitiría además llegar a enterarse de cuál es de verdad la obligación que tienen. Sólo encuentro una respuesta a toda esa ineptitud como maestros: delegan en la organización esa responsabilidad. Pero la organización tampoco la asume, aparte de que nadie ni nada puede reemplazar la responsabilidad propia ante Dios. La actitud de la organización es manipular la información y a las personas y recurrir sistemáticamente a lo del “conocimiento progresivo” como mecanismo de autojustificación. Pero eso no es actuar con veracidad y honradez. Entre tanto sus voceros seguirán repitiendo como “loros” las extravagancias doctrinales del “esclavo” ya sea vociferando ante las multitudes o desgranando los disparates y la retórica de La Atalaya.

Siéntase excluido quien esté luchando a medida de sus posibilidades por apegarse a la Verdad, no quiero entrar en un juicio absolutamente global, pero sí me preocupa que cada uno asuma y no haga dejación de su responsabilidad. Las circunstancias de cada uno son diferentes y quienes conocemos las prácticas y el funcionamiento de la organización, debemos tener elementos más que suficientes para la comprensión. Personas relacionadas con esta página, como es evidente, están exponiendo mucho de su patrimonio personal (entendido en toda su integridad) en el empeño.

En numerosas ocasiones la Watch Tower ha afirmado con acierto que el cristianismo es un modo de vivir. Pero para que eso ocurra es necesaria la sinceridad, el apego a la verdad y la lealtad a sí mismo, a los demás y, sobre todo, a Dios. Sobra la demagogia, las amenazas veladas o “descaradas”, la presión tendente a canalizar forzadamente u obstruir los pensamientos propios así como el tratar de poner mordaza a la expresión de los mismos. También está de más ese juicio prematuro y sistemático que consiste en imputar malos motivos a todo aquel que se atreve a cuestionar las doctrinas y la actitud de la Sociedad.

Muchas de esas personas que continúan en sus puestos de responsabilidad y a quienes corresponde un papel crucial en la enseñanza a otros, quizá todos, entendieron y aceptaron ese “modo de vivir” cuando comenzaron. Sin embargo, con el tiempo y, dadas las circunstancias, puede que algunos hayan dado ese paso peligroso de pasar desde ese digno y abnegado “modo de vivir” a ese otro acomodaticio e interesado “modus vivendi”.

(Contribuido)




Primera página.




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