Los Testigos de Jehová

Reflexiones ante la Manipulación (Contribuido)



Herederos del Reino

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Mateo 25: 34 (Valera)

Con esta acogida como “herederos del reino” debería haber suficiente argumento para establecer la identidad de los herederos del Reino, ya que es el propio Jesucristo el que establece el juicio... y la doctrina. Sin embargo, como quiera que hay quien está empeñado en matizar esas palabras y añadir por su cuenta y riesgo una supuesta “región terrestre” del Reino, se hace necesario un comentario más extenso sobre el tema. Además otros pasajes añaden aspectos que enriquecen la información disponible, pero nunca contradicen la esencia de la enseñanza fundamental. En la medida de lo posible intentaré comentar sobre esas otras cuestiones hasta donde cabe llegar sin traspasar los límites de lo estrictamente escrito y, sobre todo, sin llegar a conclusiones que puedan contradecir otras partes de la Biblia. Más adelante volveremos sobre estas palabras de Jesucristo.

Como esclarecedores del espíritu que creo impera en la Palabra de Dios en todo lo relacionado con este asunto, incluyo los versículos siguientes:

Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20: 25-28. (Valera.)

Precisamente estas palabras fueron pronunciadas por Jesucristo en corrección a una petición improcedente en demanda de poder y prestigio para algunos de sus discípulos. Mateo 20: 20-28. El espíritu de servicio sin otras consideraciones que supongan “privilegios” personales es lo que Jesús establece como digno de valoración dentro de la comunidad cristiana. Esa mentalidad la reflejaron los apóstoles y todos los que aparecen en los Escritos Sagrados de la era cristiana como ejemplos para los demás. Siempre tuvieron una disposición de rechazo a cualquier gesto que llevara implícito el encumbramiento personal, desviando el honor y la atención hacia quien era debido, Jesucristo y Dios mismo (1 Cor. 3: 5). No dedicaron una línea a considerar la dignidad propia, salvo en un contexto en el que era justo y deseable para establecer el justiprecio necesario para beneficio de la congregación (2 Corintios, capítulos 10 y 11), pero nunca para encumbrarse sobre otros.

En contraste con esa actitud de las personas que resultaron ser pilares en la congregación cristiana primitiva, está el continuo autobombo de la supuesta clase del “esclavo”, que dedica una gran parte de su literatura a decirse a sí mismos y decir a los demás lo buenos que son, obteniendo de esa manera una consideración “quasi divina” y una adulación constante de su “clase” o casta, como los únicos “hijos genuinos de Dios”, los herederos de una supuesta “región celestial” del reino, en contraposicion a la supuesta “región terrestre” del mismo destinada para quienes han de ser “gobernados” por ellos. La Atalaya del 15.4.1998, página 13, lo establece así:

En el cielo, los que componen el Reino de Dios dirigirán los asuntos de la Tierra para el bien de la humanidad. (Revelación 5:10; 20:4-6) (párrafo 18. Subrayado nuestro)

La nueva tierra es la nueva sociedad humana que será gobernada por los nuevos cielos, el Reino de Dios. (párrafo 19)

Como siempre, entresacan unos versículos del contexto que dan sentido a los mismos y les inoculan su propio producto doctrinal con lo cual quedan desgajados del pasaje que les da vida y son injertados en un cuerpo de doctrina extraño, elaborado por una clase sectaria en continua demanda de autoridad y obediencia. Aunque con anterioridad he comentado aspectos de los pasajes implicados en los textos que citan como apoyo a su concepción del reino de Dios, podemos hacer otro examen de los mismos:

Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Apocalipsis 5: 9-13. (Valera).

Este pasaje, en todo el esplendor de un escenario de criaturas celestiales centra su atención en atribuir toda la dignidad a Jesucristo. No es ético quitar el enfoque de la visión de Juan sobre la dignidad del Cordero y poner la lupa sobre el versículo 10, arrancarlo de su función ornamental hacia la excelencia de la posición del Señor Jesucristo y trasplantarlo como “estrella” principal a un escenario impropio en el que se atribuye dignidad indebida a un grupo de personas. La terminología utilizada (reyes y sacerdotes) no justifica atribuirse funciones de gobierno o dirección hacia los asuntos de la tierra. Si examinamos algunas expresiones de estos versículos, podemos obtener esclarecimiento para no desviarnos del sentido de esta visión y no atribuir por separado un significado que la Biblia no da al versículo 10.

porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Como claramente se expresa, la razón por la que Jesucristo estaba capacitado para tomar el libro y abrir sus sellos es el haber sido inmolado y con esa sangre preciosa haber redimido a personas de “todo linaje, lengua y pueblo y nación”. La sangre de Jesucristo no selecciona la redención de unos cuantos como clase, sino de toda la humanidad, y en ese mismo contexto se declara a continuación: “nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. En el lenguaje de este contexto ser redimido por la sangre preciosa de Cristo significa al mismo tiempo obtener la condición de rey y sacerdote, así como reinar sobre la tierra. No queda restringido a un grupo esa concesión lograda por medio del sacrificio de Cristo para “todas” las personas redimidas. Más bien parece una referencia al Reino de Dios en su proyección hacia los humanos, al conjunto de todos los humanos bajo el Reino de Dios. Podríamos recordar aquí las palabras que Dios transmitió a través de Moisés al pueblo de Israel, acampado en el desierto:

Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Exodo 19: 5, 6 (Valera).

El hecho de que llegaron a ser un reino de sacerdotes, no implicó que todos fueran reyes y sacerdotes, sino un sistema teocrático con esas posiciones que solamente algunas personas ocuparon en virtud de la instrucción divina. Pero, en conjunto, podía decirse del pueblo de Israel que era una nación de “reyes y sacerdotes”. Sin embargo, ese modelo, en los papeles de sacerdote y rey, fue asumido en exclusiva por Jesucristo en la nueva “realidad” adquirida por medio de su muerte. Aparte de Rey del Reino de Dios, como heredero davídico (Siloh, Génesis 49: 10), pasó a ser sacerdote a la manera de Melquisedec, ya que, una vez presentado el sacrificio con valor real para el perdón de pecados una única vez para siempre, las funciones sacerdotales eran inservibles para la economía de la salvación. (Hebreos capítulo 7). Al respecto, conviene tener en cuenta que cosas que eran cuantiosas, plurales, en el arreglo antiguo de la Ley mosaica, llevaban a Cristo, señalaban a El como persona única, singular. Los reyes, los sacerdotes, los sacrificios, fueron muchos en la “sombra” de las cosas por venir, pero se redujeron a uno en la realidad en la que tuvieron cumplimiento, Jesucristo: un Rey, un Sacerdote, un Sacrificio. El texto de Apocalipsis continúa así:

El cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos

De manera que “el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la gloria y la alabanza”, son cosas para el Cordero. Todo lo creado, arriba en el cielo y, abajo en la tierra aclama al unísono a Dios y al Cordero como los únicos a quienes atribuir esas prerrogativas, ningún humano, ni ángel entra en el cuadro. Ese pasaje no enseña de ninguna manera que hombres previamente seleccionados vayan a “dirigir los asuntos de la tierra para el bien de la humanidad” como pretende el párrafo de la Atalaya. Todos los humanos sin excepción son esa humanidad. No cabe deducir de este pasaje bíblico, y otros con referencias similares, que unos pocos van a ejercer de “reyes” nombrados sobre los demás. El énfasis, la fuerza de esos versículos en cuanto a poder y dignidad recae exclusivamente sobre Dios y sobre Jesucristo, el Rey.

Lo que pudiera corresponder en cuanto a participación de personas humanas en arreglos de organización y gobierno dentro del reino de Dios no se especifica en ninguna parte de la Escritura. Jesucristo no estuvo interesado en declarar semejante cosa, reprochó a sus discípulos cualquier conato de ambición en ese sentido y dejó para todos nosotros las palabras citadas al comienzo de esta consideración. Dichas palabras son una referencia inequívoca, esclarecedora en el tema que estamos considerando a fin de que nadie se extralimite y llegue a acariciar para sí ideas de grandeza que traspasen los límites de la propia condición humana. Por tanto cualquiera puede pensar, meditar en los diferentes pasajes, e incluso imaginar posibles realidades dentro del reino de Dios en el futuro, pero nadie está autorizado a afirmar y establecer doctrina que no está claramente delineada en la palabra de Dios. Mucho menos, si además, contradice otras partes de la misma, ya sea en la letra o en el espíritu.

Cuando Juan transmite saludos al principio de la revelación que le fue dada, se expresó en estos términos:

Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. Apocalipsis 1: 5, 6 (Valera).

En estas primeras palabras subyace la misma idea, aunque con un enfoque no de futuro, sino de realidad consumada. No fueron pronunciadas en el contexto de alguna de las visiones relatadas en el Apocalipsis por Juan, sino que fueron dirigidas a los cristianos destinatarios del contenido de esa revelación, es decir, a los componentes de las siete iglesias de Asia (Apo. 1::4), cuyas vidas discurrían en la escena terrestre. Hacía décadas que Jesucristo había muerto y, por tanto, “había lavado los pecados de todos con su sangre” y eso representaba también que habían sido “hechos reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”. Por la fe en el sacrificio de Jesucristo habían sido “limpiados”, habían “nacido de nuevo”, o nacido a una vida diferente y eso también les otorgaba el carácter de reyes y sacerdotes. No era una condición que adquirirían en el futuro, sino algo de lo que ya participaban. Pero ¿ejercieron de “reyes” para el bien del resto de la humanidad? Indudablemente su influencia hacia otras personas fue benéfica en sentido espiritual, pero en ningún caso se consideraron con capacidades de poder y gobierno sobre otros.

Por la fe en Jesucristo habían pasado, de hecho, a formar parte de una nueva sociedad, la de los creyentes, edificados en Jesucristo. En ese sentido les serían aplicables las palabras de Jesucristo: “Porque he aquí el Reino de Dios está entre vosotros”. (Lucas 17:21). Esa condición la declara el apóstol Pedro con otras palabras a los que andaban esparcidos en diferentes países de aquel entonces:

Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por medio de Jesucristo. 1 Pedro 2: 4, 5 (BJ)

Está claro, el acercamiento a la piedra viva, Jesucristo, permite llegar a formar parte de una edificación de tipo espiritual, la iglesia o congregación de Dios, en donde se entra a formar parte de un sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios debido a la mediación de Cristo. Participar en la vida de esa comunidad de creyentes, la oración, las acciones de alabanza, la profesión pública de la fe, se consideran sacrificios de tipo espiritual.

Después de declarar el rechazo del que fue objeto Jesucristo, como piedra de fundamento en esa nueva construcción, la comunidad cristiana, el pueblo de Dios acogido al nuevo pacto por mediación de Jesucristo, Pedro añade:

Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido ... vosotros que en un tiempo no erais pueblo, y que ahora sois el Pueblo de Dios. ... 1 Pedro 2: 9-10 (BJ)

En otras palabras, el llegar a formar parte de los creyentes significa llegar a ser sacerdocio real, adquirir condición de Pueblo de Dios. Entender eso es fundamental para el cristiano. No caben añadidos, ni entrar en cábalas subliminales sobre unas palabras tan sencillas y unos conceptos tan claramente expresados.

El párrafo de La Atalaya también hace referencia a Revelación 20: 4-6 en apoyo de sus alegaciones. Estos versículos dicen así:

Y vi tronos y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años. Apocalipsis 20: 4-6 (Valera).

Esencialmente lo que aquí se describe es la primera resurrección. De los participantes en esta resurrección, que serían sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarían con él por mil años se dice lo siguiente:

-Habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios.
-No habían adorado a la bestia ni a su imagen.
-Tampoco habían recibido la marca en sus frentes ni en sus manos.
-No se indican otros detalles, como número o clase.

Este asunto lo traté, en parte, en el artículo Cristianos de primera y cristianos de segunda. Intentaré hacer un comentario un poco más amplio, sobre aspectos que entonces no fueron abordados. La visión comienza dando cuenta de unos tronos en los que hubo quienes se sentaron para juzgar. Inmediatamente pasa a describir a los participantes en la primera resurrección. Jesucristo prometió a sus seguidores que se sentarían sobre “doce tronos” para juzgar a las doce tribus de Israel (Mateo 19: 28). Pablo por su parte dijo. ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? (1 Corintios 6: 2). Por otra parte, está claro que Jesucristo vendrá para “juzgar a vivos y muertos” (2 Timoteo 4: 1), que Dios ha cedido la prerrogativa de juicio a su Hijo (Juan 5: 22) lo que no impide que se hable de que Dios juzgará a los “fornicadores y adúlteros” (Hebreos 13: 4). No existe contradicción en todo ello, sino que en su debido contexto, cada una de esas declaraciones tiene su propia justificación. No es el caso de entrar a fondo en el asunto de juzgar, que nos apartaría del tema. Sin embargo con estos datos y los que nos aporta Apocalipsis 20: 4 uno puede reflexionar respetuosamente sobre qué pueda representar en la práctica todo ello.

La Watch Tower da su versión y emite su dictamen sobre la identidad de los personajes que ahí aparecen. El libro Apocalipsis... ¡Se acerca su magnífica culminación! trata este asunto en las páginas 288-291. Bajo el subtema Jueces por mil años, afirma estas cosas:

Son lo mismo que los 24 ancianos que se sientan en tronos celestiales en la misma presencia de Jehová (Revelación 4: 4). Párrafo 4, página 288.

Revelación 4: 4 dice textualmente:

Y alrededor del trono había 24 tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. (Valera)

Si es cierto que son los 24 ancianos los que se sientan con autoridad para juzgar (Revelación 20:4) en ese caso la terminología a utilizar sería la de “24 tronos” tal como lo hace Revelación 4: 4. Al no especificarse el número de quienes se sientan en esos tronos, en la Watch Tower “decidieron” de que se trataba de 144.000 tronos (párrafo 10, página 289). La razón para ello es, como en otra ocasión he dicho, que igualan a los 144.000 con los 24 ancianos, ya que lo consideran como dos maneras distintas de ver una misma realidad. Lógicamente, teniendo en cuenta la “realidad visible” de quienes se consideran parte de esos 144.000 y lo que en Revelación 20:4 se afirma de quienes allí se describe, se hacen necesarios unos “arreglos” para acomodar la situación. Así la pregunta 11-b en la página 289 se formula en estos términos: ¿Por qué se puede decir que todo miembro de los 144.000 tiene una muerte de sacrificio? Es evidente que la muerte de muchos de los actualmente considerados miembros de los 144.000 no se parece mucho a lo descrito en Revelación 20:4. De algunos de ellos podría decirse que han muerto ocupando su poltrona. Como el propio párrafo 11 reconoce:

“Muchos de ellos mueren por enfermedades o de vejez. Sin embargo, estos también pertenecen al grupo que Juan ahora ve. En cierto sentido la muerte de todos ellos es una muerte de sacrificio. (Romanos 6: 3-5)” Página 289.

O sea que la fuerza que tiene Revelación 20: 4 que estriba precisamente en esa heroicidad, en esa muerte de martirio, en una actitud valerosa de lealtad hasta el extremo, descrita de una manera ejemplarizante y que acredita a esas personas como merecedoras de tales galardones, ahora resulta que “no es para tanto”. El gran mérito está en “apuntarse” al número 144.000. Lea además Romanos 6: 3-5, ya que lo citan, y comprobará que ese texto aplica a cualquier bautizado que entierra su vida anterior y entra en una nueva vida o ¿también tendremos que ir haciendo distinciones entre unos bautizados y otros?

Pero hagamos la reflexión de otra manera. Supongamos que una persona de “las otras ovejas” sufre persecución, incluso muerte violenta por mantenerse íntegro para con Dios y Jesucristo. Resulta que el tal no puede ser considerado entre los “decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios” por la sencilla razón de que no tuvo esa “percepción” subjetiva de pertenecer al grupo de los “ungidos”. En cambio cualquiera de los considerados “ungidos” que ha llevado una vida apacible y no ha pasado por pruebas de una heroicidad reseñable, ese sí que “en cierto sentido” ha tenido una muerte de sacrificio. Ese “cierto sentido” me resulta tan misterioso como su “pretendida” pertenencia a la “clase ungida”. Una vez más creo que quitan el poder que tiene la Palabra de Dios cuando establece sus juicios, sus decisiones, sus valores por esa labor de acomodo que se ven obligados a efectuar para adaptarlos a sus prejuicios doctrinales.

Personalmente no considero vital encontrar una interpretación que resulte absolutamente cierta, e inequívoca de Apocalipsis 20: 4. Pero sí que está claro de qué manera no puede entenderse, porque para ello se necesita de un maquillaje que no es sino una clara adulteración del texto. Precisamente el libro Apocalipsis.. ¡Se acerca su magnífica culminación!, ese comentario penoso y disparatado a la Revelación del apóstol Juan, ya comienza con mal pie, puesto que en el recuadro de la página 15, entre otras, ponen como condición “sine qua non” para poder entender lo escrito por Juan: Reconocer al esclavo fiel y discreto hoy. Difícilmente podrán entender Apocalipsis con esa mentalidad previa. Eso significa, o podría significar, que era inútil su lectura hasta el año 1919 cuando se le “reconoció y nombró” como tal. Toda una apología de sí mismos; eso es en realidad ese libro. ¡Qué arrogancia!

Indudablemente, cuando se leen estos textos y, en general, cuando se piensa en la esperanza del Reino de Dios, uno puede pensar e imaginar muchas cosas que no están escritas. Seguro que Dios superará la bondad de lo que cada cual espera del Reino de Dios. Pero no hay fundamento para interpretaciones consistentes en relacionar partes de la Sagrada Escritura cuando, al hacerlo, el resultado es de colisión y contradicción con la enseñanza sana de la misma. El rellenar los espacios no desarrollados explícitamente en la Biblia, ya sea en relatos con suficiente detalle que permitan extender las expectativas humanas, o bien haciendo la lógica interconexión de textos que amplían y enriquecen el entendimiento, puede ser un ejercicio loable y provechoso, pero no autoriza a ir más allá de lo escrito y, menos aún, a entorpecer y corromper la enseñanza revelada. Todavía más pernicioso resulta imponer a otros como “procedente de Dios” lo que es mera especulación propia. Al abordar pasajes, como Apocalipsis 20:4 que invitan a pensar en futuras realidades, pero para las que se nos proporcionan unos elementos limitados para extraer interpretaciones a las que incorporar todo lujo de detalles, debemos ser humildes para no extralimitarnos.
Sí que podemos percibir y beneficiarnos del espíritu de justicia y expectativa gloriosa que enriquece nuestra fe y alimenta nuestra esperanza.

Consideremos otras partes de la Biblia relacionadas con todo lo que en esta ocasión estamos considerando. Ellas nos pueden arrojar luz adicional. Pablo se dirigió a los Efesios y les dio detalles sobre el plan divino para la salvación. Entre otras cosas les dijo:

En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, la Buena Nueva de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados por el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia, para redención del pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria. Efesios 1: 13, 14 (BJ).

Una vez más se repiten las ideas clave para la salvación: La Buena Nueva de la Salvación, íntimamente unida a la fe en Jesús, el sello del Espíritu Santo de la Promesa, garante de la HERENCIA, pasar a ser un pueblo de posesión especial. Nada de eso está reservado para algunos y restringido o vedado para otros.

En un esfuerzo por hacer una separación entre las expectativas por una clase de vida diferente entre personajes del pasado, anteriores a Jesucristo y los de la “clase ungida”, La Atalaya del 15 de Enero de 1.998 en la página 11, párrafo 12, refiriéndose a Abrahán dice:

Hebreos 11: 16 dice de él, de su esposa Sara, de su hijo Isaac y de su nieto Jacob: “Dios no se avergüenza de ellos, de ser invocado como su Dios, porque les tiene lista una ciudad”. Sí, Jehová tiene un lugar para ellos en la región terrestre de su Reino Mesiánico. (subrayado nuestro).

Y en la página 12, párrafo 18 dice:

“Dios previó algo mejor para nosotros”, escribió el apóstol Pablo. Es decir, previó algo mejor para aquellos que, como Pablo, han recibido llamada para vivir en el cielo con Cristo (Hebreos 11: 40). Subrayado nuestro.

Claramente utilizan parte del capítulo 11 de Hebreos para hacer ver que a los patriarcas del pasado les esperaba heredar la supuesta “región terrestre” del Reino Mesiánico, en tanto que Pablo y otros (no todos, se entiende que sólo 144.000) de la era cristiana tenían un sitio reservado en el cielo. Pero ¿apoya semejante cosa el capítulo 11 de la carta a los Hebreos? Examinemos con un poco de detenimiento algo de lo que Pablo dice en ese capítulo:

En fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra. Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria; pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella. Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad... Hebreos 11: 13-15 (BJ).

Ellos murieron sin haber conseguido el objeto de las promesas, sencillamente porque fue Jesucristo el que abrió la puerta a esa realidad. Sin embargo en la lejanía del tiempo, mediante la fe y la esperanza, las saludaron y sus aspiraciones estaban en una patria mejor, una celestial. No cabe expresarlo con mayor claridad. Esa ciudad no es ninguna “región terrestre” del Reino de Dios”, se trata de una patria o ciudad celestial. Ese es el lenguaje utilizado. No entramos en consideraciones a si la referencia es a ubicación, el cielo, o a la fuente para las bendiciones en esa patria o ciudad, evidentemente de procedencia celestial. Más adelante Pablo, cerrando su exposición sobre la fe, el aguante y las expectativas de los hombres del pasado, dice:

Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas. Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección. Hebreos 11:39, 40 (BJ).

De manera que ellos no consiguieron la promesa de heredar la región terrestre del Reino Mesiánico ni ninguna otra región de ese Reino. Tuvieron que esperar a que llegara la perfección para todos. Eso lo hizo posible Jesucristo con su sacrificio de rescate. Ni ellos sin nosotros, ni nosotros sin ellos. La realización de la Promesa, que hace posible la salvación, heredar el Reino de Dios, llegó para todos al mismo tiempo y en las mismas condiciones. Ninguna distinción por la que unos estén seleccionados a ser reyes y otros estén predestinados a ser súbditos.

Como he venido reiterando en estos artículos, la división forzada de los cristianos en dos clases diferentes condiciona todo aspecto de la Escritura en la visión de la Watch Tower. A ese criterio dogmático someten los textos y de ahí salen distorsionados en sus manuales de captación de adeptos. El capítulo 9 del libro La Verdad que lleva a Vida Eterna titulado Por qué un “rebaño pequeño” va al cielo aporta textos en los que se apoyan para mantener esta doctrina. Así, entre otras cosas, el párrafo 2, en la página 75 dice:

Esto nos ayuda a entender lo que él mismo quiso decir cuando dijo: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Lucas 12:32) Sí, Dios daría a este “rebaño pequeño” participación en el gobierno celestial sobre toda la eternidad.

De manera que utilizan Lucas 12:32 para justificar que unos pocos (atribuido a la expresión “rebaño pequeño”) participarán en gobernar sobre los demás humanos (supuestamente basado en las palabras “su Padre ha aprobado darles el reino”).

Jesucristo, en su famoso Sermón del Monte, pronunció palabras que aplican universalmente, sin distinciones artificiosas (aunque la Watch Tower intenta repartir los versículos de las llamadas Bienaventuranzas de acuerdo a su caprichosa división “clasista” de los cristianos). Dos de estas bienaventuranzas hacen referencia directa al Reino de los Cielos:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos Mateo 5: 3 (BJ)

Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos Mateo 5: 10 (BJ)

Una habla exclusivamente de heredar la tierra:

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la herencia de la tierra. Mateo 5: 4 (BJ).

Una hace referencia directa a la condición de “Hijos de Dios”:

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5: 9 (BJ)

Jesús dirigió esas y otras palabras a un mismo auditorio. Resulta inconcebible que, con la sencillez que les enseñaba, estuviera haciendo distinciones de destinos diferentes en el Reino de Dios. De ser así se lo habría expuesto con toda claridad o, cuando menos, utilizando parábolas como era su costumbre en ocasiones.

A la hora solemne de su llegada en el esplendor de su gloria, con todos los ángeles a fin de dictar sentencia y otorgar el galardón de acuerdo al comportamiento de cada uno, una vez apartadas a su derecha a las personas que Jesús finalmente aprueba les dice:

Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Mateo 25: 34 (BJ)

Es increíble cómo la Watch Tower aplica estas palabras a los que no consideran propiamente “herederos del Reino”, y haga concebir una “región terrestre” del Reino para insertarla allí donde les interesa. Al comienzo del relato de esta interesante descripción del juicio que se lleva a cabo para con todas las naciones se dice:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Mateo 25: 31 (Valera).

Es interesante observar que en esta aparición, sentado en su trono de gloria, con el esplendor de multitud de ángeles que le acompañan, no aparezcan compartiendo esa gloria también sus “hermanos ungidos”. El Rey aparece solo sin sus “reyes” asociados. Teniendo en cuenta toda la doctrina elaborada por la Watch Tower en torno a la “clase ungida”, éste sería probablemente el momento más indicado para hacer su aparición junto al Gran Rey.

Al concluir su dictamen final en el juicio de todas las naciones, el relato se cierra así:

E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. Mateo 25: 46 (Valera).

No hay un tercer grupo. Cabe concluir que todas las expresiones (“darles el Reino”, “de ellos es el Reino”, “recibid la herencia del Reino”, “poseer la herencia de la tierra”) básicamente significan lo mismo: ser aprobados y entrar en el Reino de los Cielos. Hacer un reparto de versículos asignando unos a una “clase” de personas y otros a otra “clase” distinta es caprichoso y gratuito.

No obstante encumbrarse a posiciones para las que no están autorizados, los dirigentes de la Sociedad Watch Tower suelen alardear de una gran humildad. Sin embargo no tienen el más mínimo pudor de presentarse a sí mismos en una posición de gobernantes para los humanos. Así la página 18 del folleto “El gobierno que nos traerá el Paraíso” nos muestra, entre otros anónimos supuestos gobernantes, a los cuatro primeros presidentes de la Watch Tower, precedidos de estas palabras:

Desde los días de Jesús hasta los nuestros Jehová ha estado juntando a éstos que reinarían en el cielo con Jesús. Todavía quedan unos miles de ellos vivos en la Tierra hoy. Los llamamos el resto ungido. (Revelación 12: 17)

Dicho folleto fue publicado en 1.985, en vida por tanto de F. W. Franz, cuarto presidente de la Watch Tower, quien, por supuesto, aparece en primer plano en el grabado de dicha página.

La pretensión es escandalosa si consideramos una reseña breve de algunos hechos relacionados con las enseñanzas vigentes durante el tiempo de la presidencia que a cada uno ha correspondido:

C. T. Russel (primer presidente, de 1.884 a 1.996):

Tuvo la oportunidad de comprobar que en 1.914 no vino el fin, tal como había anunciado.

J. F. Rutherford (sucesor de Russell, gobernó la Sociedad entre 1.916 y 1.942

Su espera de hombres de la antigüedad para 1.925 no se cumplió. Tampoco sus afirmaciones de “millones que ahora viven no morirán jamás”.

N. H. Knorr (fue el tercer presidente entre 1.942 y 1.977)

Pudo ver que 1.975 no era el tiempo señalado para que Dios actuara

F. W. Franz (que ocupó la presidencia entre 1.977 y 1.992)

Autor de todas las especulaciones asociadas a 1.975 tuvo también suficiente tiempo para comprobar sus errores. En todo caso ha dejado una herencia de reglas nociva.

M. G. Henschel (es el actual presidente, desde 1.992)

Tiene toda la información de los dos primeros presidentes y ha visto todo lo que sus dos últimos predecesores. Además durante su presidencia se ha dado el “cambiazo” al tema de la generación que no pasará (con un enfoque más disparatado aún, si cabe, que el que había hasta no hace mucho), ha restablecido el asunto del juicio de las ovejas y las cabras en su justo lugar y ha concedido finalmente que se pueda hacer el servicio civil sustitutorio.

De manera que la afirmación que acompaña al pie de sus fotografías en la página 18 de La Atalaya del 15.5.97,

Los cristianos ungidos maduros han sido una bendición para el pueblo de Jehová

Es más que discutible. ¿Cómo es posible que después de todos los fallos doctrinales estas personas puedan calificar para reinar y gobernar sobre los demás, cuando su gestión ha sido tan negativa en ese sentido?. Mucho más si tenemos en cuenta que Jesucristo siempre reprimió a sus discípulos cuando hacían incursión en ese terreno. Por mucha imaginación que podamos utilizar para satisfacer nuestro natural deseo de cómo se desarrollará la vida dentro del Reino de Dios, los privilegios que puedan tener o no personas notables como los apóstoles, los patriarcas, etc. siempre resultarán ciertas las palabras de Jesucristo:

... Pero el sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Mateo 20: 23 (BJ).

Nada sin embargo de clases. Los demás detalles suministrados y que pueden estar relacionados con esas mercedes, cuya concesión está reservada al Padre, no dan pie a pensar más allá de lo que en cada ocasión concreta se especifica. Y desde luego nada hay en la Biblia en cuanto a que personas concretas (excepción hecha, tal vez, de los apóstoles) vayan a estar en puestos privilegiados.

No es esa, sin embargo, la percepción entre los dirigentes de la Watch Tower. Amparados en su alegación de herederos del Reino, han creado una gran corporación con sus focos de poder ejecutivo. Pero más que un instrumento de ayuda y utilidad para otros, se parece a un monstruo capaz de devorar a sus propios hijos. Nadie parece libre para opinar y exponer libremente sus legítimos pensamientos y discrepancias. Eso equivale a ser catalogado como rebelde, supondría caer en un estado de observación amenazadora, de estar bajo sospecha. No existe sosiego para quien se atreva a discrepar, porque la maquinaria inquisitorial se pone inexorablemente en marcha y actúa sin consideración. Es la fuerza del poder con sus elementos represivos, exentos del más mínimo sentimiento de amor y humanidad la que actúa. Incluso entre los mismos que detentan el poder y son el ejecutivo, recelan unos de otros. Son esclavos de su propia criatura, la organización.

¡Que diferencia con los apóstoles y otros siervos de Dios del primer siglo! Cualquier prominencia que algunos cristianos pudieran llegar a alcanzar entre sus hermanos estaba basada exclusivamente en su capacidad para servir a otros. Nunca reivindicaron para sí dignidad exclusiva que les permitiera enseñorearse sobre ellos, por medio de atribuirse ni entonces ni en el futuro un puesto que los capacitara para gobernar, reinar sobre otros y dictar normas para “beneficio” de los demás. Las palabras de Jesucristo no dejaban margen para esas veleidades. Sin embargo, en los tiempos que nos ha tocado vivir, unos pocos han comenzado a cavilar, entrando en especulaciones sobre el significado de algunas partes de la Biblia, las han enlazado caprichosamente, decidiendo los honores que deben ostentar los 144.000, por supuesto se han creído integrantes de ese grupo, al que poco a poco han ido dotando de mayor autoridad. De esa manera sus “altezas reales”, ya se han tomado un anticipo, erigiéndose en miembros de un “Cuerpo Gobernante” para medrar a sus anchas entre el hato, a cuyos recursos de todo tipo (muchos o pocos) creen tener derecho en el nombre de Jehová. Al fin y al cabo no se trata de otra cosa.

(Contribuido)




Primera página.




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