Los Testigos de Jehová

Reflexiones ante la Manipulación (Contribuido)



Los Hijos de Dios

El apóstol Pedro, cuya personalidad queda suficientemente documentada en el Nuevo Testamento, era una persona impulsiva, vehemente. En ocasiones no se daba la oportunidad de pensarse las cosas dos veces. Pero era de una sinceridad pareja con su vehemencia. Al mismo tiempo, lo que no era es precisamente terco, sino maleable, franco y leal. Tenía su “pronto”, pero no era definitivo o inamovible. Si el propio Jesús atestiguó de Natanael que era un auténtico israelita en quien no había “doblez” (Juan 1: 47), Pedro no le iba a la zaga a ese respecto. Sus fallos (que los tuvo) nunca fueron de carácter definitivo. Siempre tuvo el momento de la rectificación.

Una vez más manifestó su sentimiento más profundo cuando en una visión se le invitó a comer animales que él consideraba impuros. Su inmediata reacción fue “De ninguna manera, Señor -respondió Pedro-, nunca he comido yo nada profano o impuro” (Hechos 10: 14). Sin embargo no le costó aprender la lección y aceptar la enseñanza que relata el pasaje, de manera que en su discurso:

Pedro tomó la palabra y dijo: Compruebo que Dios no hace distinción de personas, que acepta al que le es fiel y practica la justicia, sea de la nación que sea. El ha enviado su palabra a los israelitas anunciando la paz por medio de Jesucristo, que es Señor de todos. Hechos 10: 34-36. (La Santa Biblia. Traducida bajo la dirección del Dr. Evaristo Martín Nieto)

Aquí nos encontramos con dos afirmaciones categóricas: 1) Dios no hace acepción de personas y 2) Jesucristo es Señor de todos. Como Pablo escribió a los Romanos: “ante Dios todos son iguales”. (Romanos 2: 11). Y no se encuentran matizaciones a esa realidad en la Biblia, sino que otras declaraciones corroboran esas palabras de Pedro.

En artículos anteriores he tratado otros aspectos doctrinales que la Watch Tower establece como consecuencia de catalogar a los cristianos como pertenecientes a dos “clases” diferentes. En esta ocasión, enfocaré el tema bajo la consideración de los miembros de la congregación cristiana como “hijos de Dios”, teniendo en cuenta que los testigos de Jehová reconocen como la verdadera congregación de Dios y verdaderos hijos de Dios sólo al grupo de 144.000 que dicen ser “ungidos por espíritu”, entre otras cosas exclusivas de ellos.

Cuando la Biblia habla directamente sobre los “hijos de Dios” en lo que respecta a los seres humanos ¿Qué dice? ¿Cuál es el alcance de esa condición que Dios concede a los humanos?:

El vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, a aquellos que creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios; los cuales, no de sangre, ni de voluntad humana, ni de voluntad de varón, sino de Dios nacieron. Juan 1: 11-13. (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica)

Esta es una enseñanza capital en la Sagrada Escritura. En estos versículos están concentradas otras expresiones del Nuevo Testamento relacionadas con el tema. Todo lo que se refiere a un “nuevo nacimiento” puede decirse que está aquí explicado. Todos los que reciben a Jesucristo, los que creen en su nombre (con todo lo que ello representa, “Descendencia”, “Mediador”, “Redentor”...) son declarados “hijos de Dios”. Se trata de un nacimiento espiritual a la Vida, no vinculado al nacimiento natural de paternidad humana, sino que “de Dios nacieron”. El alcance del mismo es para TODOS y la base es RECIBIR a Jesucristo, CREER en su nombre, como indica el texto, que es de una claridad meridiana.

Pues bien, ahora nos viene el “esclavo” aplicando su tijera mutiladora en la siguiente pregunta:

¿Cuál es la base para que algunas personas lleguen a ser hijos espirituales de Dios? La Atalaya del 1.8.95, página 11, párrafo 9, pregunta b). Subrayado y cursiva nuestros.

No es el caso de entrar en toda la divagación previa y posterior a esta pregunta perturbadora. Sin embargo, de todo ese embrollo dialéctico que contiene La Atalaya mencionada, cuya finalidad es ahondar en la autoridad docente del “esclavo fiel y discreto”, como si fuera enseñanza de Jehová, citaré este párrafo:

Aunque las otras ovejas no están incluidas directamente en los “hijos” que menciona Isaías 54: 13, tienen la bendición de que Jehová les enseñe. Por ello, es adecuado que llamen a Dios “Padre”, dado que realmente es Padre del que será “Padre Eterno” de ellos: Jesucristo. (Mateo 6: 9; Isaías 9:6). La Atalaya del 1.8.95, página 13, párrafo 19. Subrayado nuestro.

Pero bueno ¿Por qué se desvincula a los supuestos “ungidos” de la paternidad de Jesucristo sobre ellos por medio de esta, por otra parte descabellada, manera de razonar y corromper textos? ¿Acaso es cierto que tales “ungidos” son hijos directos de Dios sin la mediación de Jesucristo y los demás lo somos sólo indirectamente? Será una pena que Jesucristo no sea “Padre” para quienes alegan ser de esa “clase”. ¿En dónde hay semejante cosa en las Sagradas Escrituras?

¡Qué manera de manipular! ¡Qué razonamiento más retorcido!. No le demos más vueltas; volvamos a los versículos sencillos de Juan al comienzo de su Evangelio y no admitamos enrevesadas interpretaciones. Eso nos evitará llegar a conclusiones tan erróneas como la que se extrae de las palabras siguientes:

La cantidad de los legítimos hijos de Dios que continúan vivos en la tierra ha disminuido enormemente. (La Atalaya del 15.8.97, página 15, párrafo 12). Subrayado nuestro.

¿Acaso tiene Dios hijos ilegítimos o menos legítimos? ¿Cómo se puede llegar a escribir semejantes disparates?. Amigo, si has leído otros artículos de esta serie, habrás observado que en más de una ocasión invito a que se reflexione. Este es el momento de hacerlo una vez más. Párate un momento para pensar en la cantidad de barbaridades y el calibre de las mismas que se exhiben en las páginas de la Atalaya y que a los hermanos no se les concede la oportunidad de someterlas a escrutinio. De nuevo quedémonos con las palabras de Juan 1: 11-13 que, por supuesto, contradicen todo ese cúmulo de confusión.

En contraste con toda esa “ingeniería” doctrinal está la sencillez con que se expresaba Jesucristo:

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará. Mateo 6: 3. (BJ)

Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Mateo 6: 6. (BJ)

Mirad las aves del cielo que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. Mateo 6: 26.

Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Mateo 7: 11 (BJ)

Vosotros pues orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Mateo 6: 9 (BJ).

¿Cómo distinguir aquí diferentes maneras de considerar a Dios como Padre? Y ¿quién puede negar a otros a dirigirse libremente y sin restricciones, llamando a Dios: Padre?

Pero podemos ampliar nuestra consideración recurriendo a otras partes de la Biblia que nos confirmarán lo ya expuesto y nos proporcionarán detalles y aspectos nuevos, a fin de que sea la propia Palabra de Dios la que nos exponga su propia enseñanza sobre este asunto.

El apóstol Pablo declara una razón poderosa para que una persona adquiera esa naturaleza de “hijo de Dios”, dejarse guiar por el espíritu y no dejarse arrastrar por los deseos de la carne. En el artículo “Cristianos de Primera y Cristianos de Segunda” esbocé un poco este tema. Ahora es el momento de profundizar un poco más en él:

En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Romanos 8: 14 (BJ)

Esta es una declaración clara e inequívoca. Y el apóstol la amplía y expone con más detalle el alcance doctrinal de esas palabras:

Pues no recibísteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien recibísteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! El espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. Romanos 8: 15-17 (BJ).

Nuevamente la sociedad Watch Tower restringe el alcance de estas palabras para, sin base bíblica alguna, aplicarlas en exclusiva a una “clase” minoritaria de cristianos. Como ejemplo, podéis leer el subtema Hijos espirituales...¿Cómo lo saben? Del libro “Unidos”, páginas 112-114. Entre otras cosas dicen esto:

Cuando los que han sido engendrados por espíritu santo leen lo que las Escrituras dicen a los que son hijos espirituales de Dios, apropiadamente responden. ‘Eso me aplica’. Así la propia fuerza activa de Dios da testimonio de diversas maneras con el espíritu de ellos, la fuerza motivadora de su mente y corazón, de que son hijos de Dios. Párrafo 9, página 113. (subrayado y cursivas nuestros)

¿En dónde está la clave para determinar cuándo lo que dice un texto lo dice para sólo unos pocos, ya que eso cabe entender de ese párrafo del libro “Unidos”?. ¿Quién está autorizado para restringir la aplicación del texto introduciendo esa expresión perturbadora que he marcado con cursiva?. Cuando leemos las Escrituras ¿es para decir esto no es para mí? ¿Para qué las leemos entonces? Claro que, tristemente, con el énfasis que ponen en su “literatura”, la importancia de ésta eclipsa a la de la propia Biblia, y el tiempo dedicado a leer aquélla es infinitamente mayor al que se dedica al estudio de ésta. No nos engañemos, es la realidad. Quizá aborde este asunto en otra ocasión.

Para desintoxicarse un poco de la viciada literatura de la Watch Tower, es bueno para esta ocasión leer el capítulo 8 de la carta de Pablo a los Romanos completo y reflexionando en lo que se lee. Aconsejaría incluso que se hiciera en una versión diferente a la TNM por la “insipidez” de la versión en Español de ésta. Además nos evitaremos leer esa flagrante adulteración del versículo 23 en donde quieren hacer ver que las “primicias” son el “espíritu”, cuando es evidente que Pablo habla de las “primicias del espíritu” (....tén aparjén tou pnéumatos); no olvidemos que estamos en los primeros tiempos del cristianismo (las primicias). En general, la mayoría de las versiones de la Biblia recogen con mayor fidelidad el espíritu caluroso y afectivo de los escritores, en este caso del propio Pablo. De esta manera comienza dicho capítulo:

Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu. Romanos 8: 1-4 (BJ).

Estas palabras, después de expresar la lucha interna entre la ley de la carne y la ley del espíritu (Romanos 7: 14-25), muestran claramente que Jesucristo es la base para la liberación de la ley de la carne a la ley del espíritu. Al mismo tiempo introducen el elemento temático de Pablo en este pasaje, que no es otro que esa contraposición entre la actitud carnal y la posición espiritual con el resultado consiguiente en la clasificación de las personas. Unas siguen los dictados de la carne, otras los espirituales. En virtud de escoger ser guiados por el espíritu Dios nos adopta como hijos suyos. ¡Que nadie nos quite, con argucias, ese privilegio de dirigirnos a Dios como nuestro Padre! Y para no perderlo, sigamos el consejo de Pablo:

Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. Romanos 8: 12-13 (BJ)

No perdamos de vista la línea argumental y de razonamiento de Pablo, en la que no se refiere a dos clases de cristianos, sino a dos clases de personas, los cristianos y los que no son cristianos, porque no aceptan vivir de acuerdo a la ley liberadora del espíritu. Para ello es necesaria la fe y por eso, tal como lo expresé en otra ocasión (Ver el artículo “¿Una Descendencia Complementaria?”), también por la fe llegamos a esa condición de “hijos de Dios” (Gálatas 3: 26-29) hasta tal grado clarificadora que elimina cualquier otro elemento diferencial.

En el saludo inicial que Pablo dirige a los Efesios, incluye también esa relación de hijos de Dios a la que se llega a través de la obra redentora de Jesucristo:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por su sangre la redención, el perdón de los delitos... Efesios 1: 2-7 (BJ).

Quizá pienses que estas palabras son aplicables a los “ungidos”, no a los demás. Esa es la insistencia continua en las publicaciones de la Sociedad, pero de ninguna porción de toda la carta a los Efesios cabe deducir tal cosa, sino más bien trata de la obra unificadora de Cristo, haciendo un solo pueblo de todos, el pueblo de Dios.

Además, si volvemos a examinar el comentario de La Atalaya del 1.8.95, página 13, párrafo 19 al que anteriormente me refería y lo comparamos con estas palabras de Efesios, observamos claramente que Pablo dice para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo. ¿No dan a entender los comentarios de la Sociedad que los “ungidos” son hijos “legítimos” y “directos” de Dios, mientras los de la gran muchedumbre lo son “indirectamente”, a través de Jesucristo? ¿Cómo entonces pueden aplicarse las palabras de Pablo exclusivamente a los “ungidos cuando, al parecer, en esa línea argumental de razonamiento para ese punto concreto, no necesitan de tal mediación?

Todos somos “hijos de Dios” de la misma manera, sobre la misma base, Jesucristo lo que hizo con su muerte fue eliminar toda barrera posible para llegar a ser un solo Hombre Nuevo:

“Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estábais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos acceso al Padre en el mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2: 14-22. (BJ)

Aún se puede objetar de estas palabras que muy bien pueden referirse exclusivamente a los “ungidos” como la Congregación verdadera, tal como subyace en la enseñanza permanente de la Sociedad. Pero hay que decir lo siguiente:

Esa actitud permanente de restringir la aplicación de la mayoría de las partes de la Biblia a los ungidos no está respaldada por la Palabra de Dios, es la peor de las manipulaciones que hace recurriendo a lo que en alguna ocasión he denominado como expresiones y preguntas perturbadoras, porque falsean el sentido bíblico que no da pie a obrar de esa manera. No me cansaré de insistir en que tales expresiones o preguntas condicionan la mente del lector del texto bíblico para hacerle entender dicho texto de una manera totalmente distorsionada, adulterada. La literatura de la Watch Tower está absolutamente plagada de esas expresiones y preguntas guiadoras del lector hacia una visión empobrecida de la Biblia. Eso, evidentemente, acarrea una gran responsabilidad. (Apocalipsis 22: 18-19. 1 Corintios 4:6).

Este texto contiene los siguientes elementos clave:

- Judíos y gentiles pasan a ser un único Hombre Nuevo mediante el sacrificio de Jesucristo.
- Eso permite formar parte de la única familia de Dios.
- Esa familia de Dios es edificada espiritualmente como un templo con los elementos siguientes:
Jesucristo, la piedra angular.
Los apóstoles.
Los profetas.
Los propios Efesios (y por extensión, todos los gentiles).

El incluir a los profetas (lo que incluye a los anteriores a Jesucristo) en el fundamento de esa casa espiritual, teniendo en cuenta la doctrina de la Sociedad de que ninguno de los patriarcas o profetas anteriores a Jesucristo forma parte del grupo de los 144.000, hace difícil mantener que esa parte de la Biblia deba entenderse de manera tan restringida que aplique sólo a los, siempre supuestos, “ungidos”. Pero tampoco hace falta entrar en un análisis tan detallado; basta con leer con sencillez las palabras de Pablo sin adoctrinamientos previos, sin tener que ir discriminando caprichosamente la aplicación de los textos a cierta “clase”, utilizando un artificio ajeno a la letra y el espíritu de la Escritura.

La iglesia o congregación de Dios, como un edificio espiritual o como un solo cuerpo donde Dios habita por espíritu la formamos todos los creyentes, porque todos hemos sido reconciliados con Dios por la misma sangre y todos participamos de la misma paz y del mismo espíritu.

El apóstol Juan también habla de la condición de hijos de Dios en sus cartas, redundando en lo que venimos diciendo, tal como lo expresa en estas palabras:

Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Aquel que da el ser ama también al que ha nacido de El. 1 Juan 5: 1. (BJ).

En líneas generales, hemos visto que el aceptar a Jesucristo da a la persona una nueva dimensión espiritual, pasando a ser aceptado como “hijo adoptivo de Dios”. Muchos textos del Nuevo Testamento apuntan en esa dirección y ninguno limita esa condición filial con respecto al Creador a unas “pocas” personas. Sólo introduciendo furtivamente una doctrina preconcebida, ajena a la Sagrada Escritura, para hacer decir lo que en realidad no dice y “condicionar” el entendimiento de pasajes muy esclarecedores puede llegarse a esa conclusión. Pero utilizando ese sistema, cualquiera puede sacar del contenido bíblico doctrinas que le son ajenas. Eso lo han hecho muchos, no sólo la Watch Tower, lo cual no constituye ninguna justificación.

Quiero, por último, exponer otro pasaje que desde una perspectiva diferente también nos habla de cómo se llega a ser “hijo de Dios”.

Todos conocéis la trampa que quisieron tenderle los saduceos a Jesucristo, contándole aquella historia de la mujer que había tenido sucesivamente a siete hermanos como marido. Con ello pretendían mostrar un problema insoluble en el caso de que fuera cierto eso de la resurrección. (Lucas 20: 27-39).

Pues bien:

Jesús les dijo: “Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en el otro mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven” Lucas 20: 34-38 (BJ)

Está claro que Jesucristo considera “hijos de Dios” a las personas que alcanzan la resurrección para entrar en el otro mundo. Eso es así porque no depende de “carne ni sangre”, sino “nacieron de Dios”, como dice Juan al principio de su Evangelio. Es evidente que ningún padre humano puede devolver la vida a quien la ha perdido. Sólo Dios puede hacerlo. En ese sentido, los resucitados son “hijos de Dios”, según el pensamiento expuesto por el propio Jesucristo en este pasaje.

Por otra parte no debemos desdeñar el hecho de que la pregunta de los saduceos estaba formulada en un contexto en el que la referencia era a personas muertas antes de la propia muerte de Jesucristo, en otras palabras, referida a personas que, en la teoría de la Watch Tower, nunca podían formar parte de los auténticos “hijos de Dios” por ser personas que, como el propio Juan el Bautista, habían muerto antes que lo hiciera Jesucristo. Más aún, el propio Jesús incluye a personas concretas en el relato, Abraham, Isaac y Jacob, a quienes la Sociedad considera de las “otras ovejas”, no de los “ungidos”.

Las palabras de Jesucristo deben entenderse aplicadas a “todos” los considerados dignos de tener parte en la resurrección, los que habían vivido antes de su nacimiento y los que vinieran después de eso. No cabe concluir de este pasaje en el que Jesucristo clarificó doctrina que, al referirse a los resucitados como “hijos de Dios”, lo estaba haciendo como si fueran de una categoría secundaria personas tales como Abraham, Isaac o Jacob. De paso y, a manera de propina, Jesús nos dice que ya no pueden morir por ser hijos de la resurrección. Esto viene a colación por aquella otra diferencia que la Sociedad establece entre “inmortalidad” (sin posibilidad de morir, y sólo para Jesucristo y los ungidos) y “vida eterna” (con la posibilidad de llegar a perder algún día la vida en caso de futura rebelión en el caso de los de la grande muchedumbre). No es parte del tema, pero no impide que reflexionemos.

(Contribuido)




Primera página.




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