Sin entrar en un análisis profundo de los motivos que justifican el espectacular crecimiento de los Testigos de Jehová en los últimos 30 años, una mirada rápida evidencia que uno de los factores fundamentales ha sido el ambiente de euforia creado en torno a la inmediatez de la conclusión de este mundo caduco y el traspaso de su control al gobierno directo del mismo por Dios.
Ese ha sido el lema y el motor que ha impulsado a centenares de miles de personas a ajustar su vida y amoldarla a un modelo de provisionalidad, cuyas expectativas se circunscribían a un período limitado de años en el que soportar la injusticia, la corrupción y todo tipo de inconvenientes que cada día nos depara la vida, para en breves años pasar por fin a disfrutar del “nuevo sistema de cosas”.
La inmensa mayoría de los supervivientes en las filas de la organización de unos veinte años atrás no esperaban ni de lejos estar en 1.998 exactamente igual que cuatro o cinco lustros atrás, es decir, a la espera de la inmediata llegada del Reino de Dios.
A estas alturas tendríamos que haber visto cómo los países tras el antiguo telón de acero se apoderaban de las riquezas de la tierra, dominaban a los países occidentales, la emprendían contra toda forma de religión hasta aniquilarla y finalmente atacarían a la única religión supuestamente superviviente, los Testigos de Jehová, a quienes el Rey del Norte atacaría, encontrando ahí su aniquilación total, puesto que ese hecho provocaría el desencadenamiento de Har-Magedón.
Es evidente que nada de eso se ha cumplido. Sí quedan fehacientemente corroboradas las palabras de Jesucristo:
“Mirad que no os dejéis engañar, porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: «Yo soy» y «El tiempo está cerca». No los sigáis”. Lucas 21: 8 (NC).La expresión que aquí se anota “El tiempo está cerca” creo que no debería entenderse como un comentario informal o una opinión basada en la observación de hechos que una persona puede interpretar como que pudieran coincidir con las señales que Jesucristo dio y que le pueden ayudar a permanecer alerta, sino más bien a una afirmación rotunda, dogmática y constante, convertida en el eje de todo un modo de actuar, o sea, exactamente lo que ha venido haciendo la Sociedad Watch Tower desde que existe, ya sea dando fechas concretas (1.914, 1.925, 1.975...) así como también estableciendo unos límites de tiempo que de ninguna manera serían rebasados (la generación que no pasará).
Estas afirmaciones las han puesto siempre en boca del Creador o de Jesucristo y las han expuesto como sólidamente basadas en la Biblia. En otras palabras y, tal como indica el texto, “en mi nombre”. También lo corrobora el hecho de presentarse a sí mismos como el “conducto” que hace de intermediario para transmitir entre, otras cosas, el mensaje de que el tiempo está prácticamente cumplido con esa contundencia que no deja lugar a matizaciones de ningún tipo, y que equivale de hecho como si fuera actuar de acuerdo a la expresión “en mi nombre”. Dado que vez tras vez han quedado desacreditados por Dios, por Jesucristo y por la Palabra de Dios, porque los hechos así lo han indicado inequívocamente, la conclusión es obvia: son falsos profetas.
Curiosamente, quienes han entrado en los últimos cinco, diez y quizá hasta quince años están ignorantes de la intensa expectativa creada en torno a 1.975 fomentada en asambleas, artículos en revistas y libros de la Watch Tower. Sólo tienen una vaga idea de que “algunos” habían puesto incorrectamente sus esperanzas en alguna fecha, referencias vagas y negativas hacia esos “algunos” indeterminados en los que, por supuesto nadie se incluye. Por otro lado esas alusiones inconcretas y sutiles indirectamente tienden a excluir de responsabilidad precisamente a los máximos responsables y los originadores de todo tipo de especulación, haciéndola derivar hacia esos “algunos” inexistentes, que han cumplido a la perfección el papel de “chivo expiatorio”. Sí que todos han visto y siguen viendo esas expresiones relativas a lo limitado del tiempo que queda, pronunciadas con la rotundidad habitual, siendo el cuerpo gobernante y los redactores de la Watch Tower el “alma máter” de las mismas.
Quien esto escribe tuvo sus problemas por aquel entonces, porque era evidente que lo de 1.975 era un auténtico disparate, sin apoyo bíblico posible (también los tuve con el tema de la “generación” y otros). Inmediatamente después de 1.975 apareció la especulación sobre el tiempo de creación de Eva, lo que provisionalmente, amortiguó algo el batacazo hasta que finalmente se abandonó la idea. Entonces aparecieron los anteriores “abanderados” de 1.975 diciendo lo contrario que pocos meses o años antes habían defendido ardorosamente. Eran los que venían con el nuevo “look” informativo: “algunos hermanos habían puesto sus expectativas en una fecha...”, de pena.
Precisamente estos superintendentes y ancianos, educados para la obediencia ciega han sido y siguen siendo los “colaboradores necesarios” para que la Watch Tower siga campando por sus fueros. Además han contribuido a mantener ese clima interno de no contestación, bajo amenaza de ser tachado desde ser “poco espiritual” hasta “rebelde” e incluso “apóstata”, pudiendo ser expulsado con privación de compañerismo de amigos y hasta de familiares. De esta manera, en vez de estar alerta para depurar cualquier doctrina contaminante que entre en la congregación, se han constituido en “gendarmes” de la Watch Tower que no ha hecho otra cosa que crear un cuerpo de doctrina extraño, sin base bíblica.
Esa ha sido una constante en las formas de manipulación habituales: ocultar la historia pasada o desfigurarla de tal manera que, con el paso del tiempo, llega a hacerse otra diferente. Cuando en las publicaciones actuales hacen referencia a lo que se escribió en otro tiempo, seleccionan y maquillan de tal manera el texto que cambian totalmente el sentido de lo que entendieron quienes en su día leyeron los escritos originales y tuvieron oportunidad de oír la explicación de los mismos de boca de los propios escritores. El hecho de mencionar publicaciones antiguas, o citar muy selectivamente de las mismas, y la forma en que lo hacen, implícitamente otorga a dichas publicaciones un valor y una trascendencia que oculta las ideas descabelladas que abarrotan sus páginas y que, lógicamente, impide su reedición. Sin embargo eso contribuye a dotar a la organización de esa aureola de “iluminadores” que quieren transmitir.
No han ahorrado esfuerzos para inculcar la idea de que en cada momento han expuesto la “verdad” para ese tiempo particular y que los cambios producidos no son tales, sino que han venido como consecuencia de una revelación progresiva de esa misma “verdad”. Los destinatarios y distribuidores de esa supuesta revelación son ellos, quienes detentan la exclusiva como intermediarios o “conducto” para los demás.
En ese empeño utilizan una lógica tortuosa y cambiante que resulta escurridiza. Ante el fracaso de un argumento, siempre encuentran otro de recambio, no importa que sea opuesto al anterior. Simplemente cuando uno resulta inservible para la ocasión, siempre se encontrará algo escrito que respalde también la argumentación contraria, produciendo perplejidad, estupor y, al final, desencanto y hastío.
El intentar seguir los razonamientos empleados en cada caso es tanto como perderse en la confusión, la contradicción constante para terminar en el vacío, la irracionalidad y la negación del sentido común.
Con ellos sucede como con aquellas personas que están tan llenas de fantasías y son tan mentirosas que terminan por creerse sus propias mentiras, de tal manera que nunca se puede sacar nada consistente y estable como conclusión.
Cuentan además con la ventaja de que una buena parte de sus lectores, en medio de esa avalancha continua de información, no les da tiempo para el análisis, o no alcanzan a captar el cúmulo de contradicciones existentes en las páginas de la Atalaya y demás publicaciones, porque materialmente no tienen tiempo para ello, porque en muchos casos tampoco existe la capacidad para hacerlo y porque, desafortunadamente también los hay que saben leer entre líneas, se dan cuenta de por dónde van los asuntos, pero por las razones que sea (no entramos a juzgar a nadie), o se mantienen a la espectativa, o simplemente se acomodan y prefieren mirar hacia otra parte.
Lógicamente, esto es una percepción personal que, por la dificultad de comprobarlo, no estoy en condiciones de afirmar con carácter de universalidad, pero tampoco hablo gratuitamente.
En todo caso lo que sí es cierto es que, por muchas cosas que se quieran pasar por alto, no importa la dosis de comprensión que se quiera emplear, la conclusión final y evidente es que todo es manipulación premeditada.
La confianza (inmerecida) casi sin límites que al principio se les concede, desaparece en su totalidad al comprobar, con el paso del tiempo, su dialéctica distorsionadora que los convierte en auténticos maestros en torcer el pensamiento y sentido de las Sagradas Escrituras. Al final se cosecha lo que se siembra.
Son conscientes de que el tiempo, si no borra del todo, sí que al menos difumina las frustraciones. Y para volver a recomponer el viejo esquema y recuperar la iniciativa que en momentos determinados haya podido vislumbrarse algo maltrecha, nada mejor que ofrecer una nueva soflama de vanas esperanzas apelando a los sentimientos y no a la razón y al contenido bíblico. Como ejercen el monopolio de la expresión, se sirven eficazmente de este hecho para adoctrinar a conciencia, desacreditando implícita y explícitamente a todo aquel que pretenda poner la más mínima objeción a sus postulados. Lo han hecho siempre y, desgraciadamente, no parecen dispuestos a cambiar.
Esa es precisamente otra manera de manipular, en este caso a las personas. A tal fin han fomentado un clima de hostilidad hacia todo aquel que haya tratado de discrepar lo más mínimo de los excesos verbales y escritos relativos a predicciones y de las fábulas impunemente propagadas por la organización. Para ello han sido pródigos en declaraciones tendenciosas, despellejando continuamente a quienes siguen su conciencia, tratando de desacreditarlos y destruir su reputación y su buen nombre por todos los medios con el resultado inmediato de desbaratar amistad, vínculos familiares y dignidad humana.
En los artículos que vaya incluyendo en esta sección se hará análisis de puntos y doctrinas concretos en los que la Watch Tower ha manipulado la Palabra de Dios para acomodarla a sus propias enseñanzas. El objetivo es que el lector tenga la oportunidad de examinar independientemente el texto bíblico en su propio contexto para que saque sus propias deducciones. Intentaré que sea únicamente la Palabra de Dios la que exponga su enseñanza limitando mi comentario lo más posible a la presentación del texto y breves observaciones de su contenido y, en caso de extenderme más, siempre intentaré que el texto bíblico brille con el esplendor que le corresponde. En todo caso, cuando aparezca mi opinión, espero no hacerlo dogmáticamente aún en el caso de que mi convicción profunda me haga defender un determinado punto de vista. Cuando el objeto de mi comentario sean las doctrinas promulgadas en las publicaciones de la Sociedad Watch Tower la finalidad siempre estará en animar al lector a someterlas a la disciplina del contenido bíblico para que pueda comprobar por sí mismo la consistencia o inconsistencia de las mismas.
Cierto es que encontrará una visión radicalmente distinta a los postulados que defiende la Watch Tower y que se razona un enfoque diferente de la doctrina contenida en los pasajes bíblicos que se analizan. También es cierto que no se usarán paños calientes para con la Organización. Pero no es menos cierto que cada uno sentimos un grado de responsabilidad que no queremos eludir. Por otra parte, reconozco que hubiera sido mucho más agradable no tener que expresar la disconformidad, porque eso representaría la ausencia del problema doctrinal grave y permanente que ocasiona los comentarios que, si Dios quiere, irán apareciendo en esta sección. De ninguna manera quiero ser irrespetuoso para con nadie, siendo de gran interés para mí que los lectores lo entiendan. En cualquier caso, espero tener siempre la disposición de aceptar otras opiniones, incluso abandonar las mías si otras luces me hacen ver que estoy equivocado.
No cabe duda que, después de estar sometidos a la intoxicación informativa que rebosa toda la literatura de la Sociedad Watch Tower, a veces resulta tarea ardua descontaminarse, pero con la ayuda de Dios evidentemente esto se consigue. En eso estamos.
(Contribuido)