Una de las características de las publicaciones de la Watch Tower es la de la divagación, la del enredo en el tratamiento de las doctrinas, generalmente con la idea preconcebida de, al final, hacerlas encajar dentro de su peculiar “catecismo”. En ese ejercicio de imaginación desbordada, perdiendo todo contacto serio con el texto bíblico, toman un tema, acuden a su bagaje doctrinal en busca de referencias y, a partir de ahí hacen los “retoques” necesarios para el maquillaje actualizado. Todo lo demás se parece a un trabajo de “cortar y pegar” con el resultado de un producto frío e impersonal, algo más cercano a una labor mecánica que al de una mente y una personalidad humana cargada de sentimientos. Generalmente es una obra rígida y metódica, de pregunta y respuesta, aséptica, en la que raramente aparecen los sentimientos del autor, aunque sí, no pocas veces, busca la explotación de los de los lectores.
Siguiendo el modelo expuesto, han salido a la luz multitud de imaginarios “cumplimientos de profecía”, numerosos “tipos y antitipos” para Jehová, Jesucristo y las dos “clases” de cristianos, así como supuestos “nombramientos”, “comisiones” y “capacidades” para impartir enseñanza y recibir revelaciones en exclusiva. Al final todo se reduce a una temeraria atribución de “privilegios” de unos pocos para imponer su criterio y detentar el poder y ejercerlo sobre los demás.
Uno de los temas manipulados de esta manera es el relacionado con los Pactos que aparecen en la Biblia, objeto de esta consideración. Siendo éste un tema importante, fundamental en el desarrollo del propósito de Dios hacia los humanos, pero que quedó resuelto plenamente con la vida y muerte de nuestro Señor Jesucristo y convenientemente explicado en el Nuevo Testamento, especialmente en los escritos paulinos, los responsables de la Sociedad Watch Tower con frecuencia abordan esta cuestión, le dan vueltas y más vueltas creando toda una doctrina, complicada en extremo, en torno a este tema, cuya finalidad última es “colarse” ellos mismos dentro del plan divino para la salvación en papel de protagonistas activos hasta el grado que su retorcida visión les permite llegar sin aparentemente traspasar los límites exclusivos que corresponden a Jesucristo, pero que, de hecho, se distancian de los demás humanos como una “clase” con miras más altas y unas funciones que Dios sólo ha reservado para su Hijo. Por la propia condición, ningún humano está capacitado para asumir tareas de mediación entre Dios y otros humanos o entre Jesucristo y otros humanos. De manera que todo tipo de piruetas dialécticas y especulativas encaminadas a aproximarse de algún modo a semejante posición son divagaciones temerarias y peligrosas.
Intentaré examinar algo de lo publicado recientemente, intentando aclarar el significado de los textos bíblicos que abordan este tema e invitando al lector a que se tome su tiempo y amplíe su lectura de la Biblia en la parte correspondiente a este asunto.
En la relación que Dios ha mantenido con la humanidad desde que ésta fue creada ha habido una serie de promesas, tratos y pactos tendentes a la restauración de la amistad total, la reconciliación definitiva del hombre con Dios, después de la transgresión en Edén. En realidad todo forma parte de un proceso diseñado por Dios para reparar el daño y permitir que personas fieles a El puedan disfrutar de la Vida eterna, conseguir la salvación definitiva de sus personas. Las razones que explican por qué Dios ha actuado de la manera que lo ha hecho, puede que escapen a nuestro entendimiento, teniendo a disposición nuestra únicamente lo que nos ha revelado a través de la Sagrada Escritura, lo cual hemos de entender es suficiente para nuestras necesidades de información.
En ese proceso hubo, después de una etapa patriarcal, un período provisional de relación del pueblo israelita (beneficiario de la promesa hecha al patriarca Abrahán) con Dios, materializado en un Pacto hecho por mediación de Moisés, basado en un conjunto de leyes, cuyo cumplimiento repercutía en una relación beneficiosa con el Creador. Sin embargo, creo que deberíamos considerar ambas cosas, la promesa hecha a Abrahán y el Pacto de la Ley mosaica como la expresión de una misma cosa que regulaba el propósito de Dios para salvación del hombre. Unicamente que Dios recurrió a la “Ley” para delimitar más claramente sus condiciones y lo que requería de “su pueblo”. El apóstol Pablo nos explica este asunto en Gálatas:
Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa. Entonces ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador...Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo. Gálatas 3: 17-22 (BJ).Por tanto, lo esencial es la Promesa (temporalmente mantenida en una necesaria regulación legal añadida) que nos lleva a Jesucristo (la Descendencia de la Promesa). Pero la Ley, que llegó a hacerse necesaria debido a las transgresiones se produjo a través de un Pacto en el que Moisés desempeñó el papel de mediador (Hechos 7: 38). Siendo esto así, es decir, “lo esencial y permanente” es la Promesa, “lo temporal y provisional” es la Ley, al haber sido ésta promulgada de hecho, siendo Moisés el mediador, era necesaria su abolición en algún momento. Dado que la Ley constituía un verdadero Pacto, la abolición de la misma también vino mediante un mejor Pacto, ajustado mejor a la Promesa, y que tuvo un mediador más excelente que Moisés, Jesucristo. (Leer Hebreos 8, 9 y 10).
Aunque son temas profundos del propósito de Dios, sin embargo para nosotros, los cristianos, lo importante es entender que, con la intervención de Jesucristo, podemos ser beneficiarios de la Promesa y estamos en el tiempo de la “gracia”, disponible para todos por igual.
Los de la Watch Tower, sin embargo, una y otra vez vuelven con su doctrina sectaria, implantando en la mente de los testigos algo ajeno a la revelación bíblica, contenida en las Escrituras. Así en la Atalaya del 1 de Febrero de 1.998, páginas 14-15, párrafo 8 declaran:
Para aquellos gálatas, la bendición mediante la Descendencia de Abrahán incluía ser partícipes del nuevo pacto y también coherederos con Jesús, es decir, parte con Jesús de la descendencia de Abrahán.¼sí conocemos el número final de aquéllos que formarán parte de la descendencia espiritual con Jesús: 144.000 (Revelación 7:4; 14:1) ... y participan en administrar las bendiciones del pacto abrahámico a otras personas (Revelación 5:9).Si tenemos en cuenta que las posibilidades de salvación están ligadas a la Promesa, y que el Nuevo Pacto, que anula al Pacto de la Ley, no es otra cosa que la plasmación de la Promesa en la persona de Jesucristo, con la sustitución de la Ley por los requisitos de la Fe (con el funcionamiento de la conciencia, con el mantenimiento de la ley dentro del corazón y no en un código escrito), todo tipo de considerandos que distorsionan el carácter abarcador de la Promesa, parcelando su efecto de universalidad, no es más que producto de un razonamiento alambicado, que esclaviza la mente, pervierte la Escritura y extravía a las personas.
Las palabras del apóstol Pablo son: “a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo”. En ningún sitio se restringe la condición de beneficiarios de la promesa (descendencia de Abraham en ese sentido) a 144.000 personas. Lo contrario sería excluirlas de la posibilidad de la salvación, así de claro. No hay recovecos ni compartimentos en la aplicación del propósito de Dios para los humanos. Si Dios reserva privilegios para alguien, sólo El lo sabe y no hay revelación de que nadie nazca siendo acreedor y depositario de una posición que le corresponda en exclusiva. Es contrario al espíritu del cristianismo. Mucho menos puede alegarse derecho a tener una participación en administrar las bendiciones del pacto abrahámico a otros, siendo que el tal pacto no existe. Para hablar con propiedad, a Abraham se le hizo una Promesa, que por ser hecha directamente por Dios (sin mediador de ninguna clase) tiene más fuerza que cualquier otro Pacto. Dicho con otras palabras, las de Pablo, se trataba de un testamento. El propio Pacto de la Ley, como queda explicado anteriormente, entra dentro del ámbito de esa promesa, siendo de un rango temporal e inferior en la trascendencia que la Biblia le otorga. El único que se ha hecho acreedor a manejar la economía de la Salvación para “todos” es Jesucristo, por derecho (al ser la Descendencia prometida) y por méritos (al haber entregado su vida como rescate).
La única “participación” de que habla la Biblia en lo que toca a los humanos es la de enseñar, edificar, ayudar al prójimo, etc. y eso no está “reservado” para unos “pocos” en particular. Otras intervenciones futuras contenidas en la Escritura tampoco aparecen reservadas con carácter predeterminado. Añadiduras de ese tipo nadie está autorizado a hacerlas.
Después de divagar, divagar y divagar llegan a uno de los puntos a los que siempre quieren llegar. Así en la página 17, párrafo 16 de la mencionada Atalaya del 1.2.98 Dicen:
Todos los miembros del Israel de Dios, tanto hombres como mujeres, componen un sacerdocio colectivo (Gálatas 3: 28-29). Como la parte secundaria de la descendencia de Abrahán, dicen ahora: “Alégrense, oh naciones, con su pueblo” (Deuteronomio 32:43). Los que quedan en la Tierra del Israel espiritual forman el “esclavo fiel y discreto” (Mateo 24: 45-47). Solo se puede servir servicio sagrado aceptable a Dios en unión con ellos.Pero Pablo no dice nada de todo eso que a fuerza de repetir una y otra vez tratan de implantar en la mente de las personas. Sus palabras no inducen a suponer ninguna “parte secundaria” de la descendencia de Abrahán. Por tanto no tienen derecho a considerarse como “su pueblo” y a los demás “como las naciones” en sentido discriminatorio. Invito a un repaso de los artículos de esta serie Esclavos del “esclavo” y ¿Una Descendencia secundaria? como ampliación de información relacionada. La pretensión de que hay que seguirlos a ellos, aceptar todas sus enseñanzas, estén o no de acuerdo con la Sagrada Escritura revela bien claramente el espíritu sectario en el que se mueven.
La cosa no es tan complicada. Las palabras de Pablo son tan sencillas y tan claras como esto:
Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. Gálatas 4: 26-29 (Thompson).Pertenecer a Jesucristo es declararse discípulo suyo, tener fe en él, creer en el valor de su sacrificio, bautizarse en su nombre. Eso otorga el carácter de “hijo de Dios” y es lo que se desprende de la Escritura, no hay otras cosas que puedan deducirse del contenido bíblico, salvo manipulándolo.
En cuanto a servicio sagrado aceptable a Dios, el apóstol Pablo dice:
Os exhorto, pues hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. Romanos 12: 1, 2 (BJ).Más bien que seguir ciegamente a otros, Pablo exhorta al esfuerzo personal por distinguir qué es lo bueno, cuál es la voluntad de Dios y rehacer la mente (y la conducta) en consecuencia. No hay lugar para un seguimiento “pasivo” y a ciegas de ningún grupo concreto de hombres. De donde se deduce la importancia que tiene la participación personal en la elección de las personas con quiénes desea uno asociarse.
El párrafo 20 de la misma Atalaya (del que subrayo algunas porciones), en la página 18 en línea con esa tendencia de forzar el texto bíblico para mantener su concepción clasista del cristianismo dice:
Pero aún cabe la pregunta ¿benefician únicamente a estas 144.000 almas fieles el pacto abrahámico y el nuevo pacto? No, otras personas que no están directamente implicadas en estos pactos también se bendecirán por medio de ellos, como veremos en el artículo siguiente.Toda esa visión artificiosamente concebida no tiene aquí cabida. ¿En dónde se dice que haya personas directamente implicadas en los pactos y otras que no?. La promesa original hecha a Abrahán implicaba a la descendencia benefactora por una parte y a todas las naciones, que serían los beneficiados de la tierra, por otra. En este sentido, la Descendencia es Jesucristo sola y exclusivamente, sin parte secundaria o complementaria alguna. Todas las naciones son todas las naciones, personas de todas las procedencias que pueden ser herederos de la Promesa y, al serlo, son “descendencia de Abrahán”, “el israel de Dios”, “los hijos de Dios”. Eso es lo que explica Pablo a los cristianos de Galacia.
Nadie se bendecirá por medio de otro que no sea Jesucristo. La torpeza en sus razonamientos les lleva a insistir en la implantación en sus lectores de la idea preconcebida que tienen en su mente estrecha y sectaria, es decir que están “prácticamente” a la altura del propio Jesucristo en su papel como “Descendencia” para bendecir a las naciones. Lo prueba además esta frase:
Estos son los primeros a quienes se bendice por medio de Jesús, la parte principal de la descendencia de Abrahán (Gálatas 6: 16; Génesis 22: 18; Revelación 7: 1-4). Subrayado nuestro.Aunque reconocen ser bendecidos, no obstante, se adjudican la condición de “primeros” en el sentido de “privilegiados”. Además introducen eso de “la parte principal de la descendencia de Abrahán”, lo que supone reservarse para ellos también ser parte de esa descendencia, en tanto que parte “secundaria”, pero excluyendo a los demás.
Ninguno de los textos ahí citados da pie para concebir semejante barbaridad. Jesucristo NO es la parte principal de la descendencia. El SI es “la Descendencia” sin más, sin compartir con nadie ese privilegio cuando ese término se utiliza aplicado a él (Gálatas 3: 16). En cambio esa misma palabra (descendencia) en Gálatas 6: 16 no aplica a Jesucristo en ningún sentido, sino a todos los creyentes, a todos por igual. Revelación 7: 1-4 nada tiene que ver en todo esto. La carta a los Gálatas tiene su propia enseñanza, sin conexión con Apocalipsis.
Ese empeño constante en dirigir la atención a sí mismos, lejos de amainar, cada vez se hace más presente en sus publicaciones, corrompiendo la Escritura una y otra vez sin el más mínimo escrúpulo y extraviando a millones de personas ingenuas de las que se aprovechan y a las que “adoctrinan” con una enseñanza a tal grado sectaria que les hace ver que es únicamente siguiendo sus doctrinas y estando bajo su dominio que encontrarán la salvación. La Atalaya del 15 de Febrero de 1.998 es un claro ejemplo. Examinaremos algunos párrafos ilustrativos:
... De modo que el número de los ‘muchos hijos que son llevados a la gloria’ celestial asciende a 144.001: Jesús y sus hermanos. Página 13, párrafo 4.El número 144.001 no aparece en ninguna parte en las Escrituras, ni la idea para hacer la suma incluyendo a Jesucristo en el mismo grupo de los 144.000. Ya está bien que se hayan separado y elevado a sí mismos como “clase” por encima de todos para que además rebajen a Jesucristo (el único que sí es diferente), poniéndolo a su mismo nivel. Es un turbio ejercicio, al grado que se ensalzan ellos, rebajan al propio Jesucristo. Incluyo aquí el texto de Hebreos 2:10 en el que basan tan aberrante afirmación para que observes la diferencia que Pablo hace entre Jehova (que perfecciona a Jesucristo), Jesucristo (el autor de la salvación de los que “son llevados a la gloria”) y “los que son “llevados a la gloria”, el autor de cuya salvación es Jesucristo:
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Hebreos 2:10 (Thompson)Con esa afirmación de la Atalaya anotada, a manera de introducción, continúan con el desarrollo de su “idea fija” y “obsesiva” hasta el subtema Introducidos en pactos especiales en la página 16. Entre otras cosas incluyen esto:
Los cristianos engendrados por espíritu tienen la certeza de que se les ha introducido en dos pactos especiales... y convierte a estos cristianos engendrados por espíritu en parte de la “descendencia” de Abrahán (Gálatas 3: 26-29). Párrafo 14. Subrayado nuestro.A los “muchos hijos” que Jehová se ha propuesto “llevar a la gloria” también se les ha introducido individualmente en el pacto para un Reino celestial. Jesús dijo con relación a este pacto entre él mismo y aquellos que siguieran sus pasos: “Ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino, para que coman y beban a mi mesa en mi reino, y se sienten sobre tronos a juzgar a las doce tribus de Israel” (Lucas 22: 28-30) ... los cristianos engendrados por espíritu tienen la seguridad de haber sido introducidos en el nuevo pacto y en el pacto para el Reino. (Párrafo 15) subrayado nuestro
Es evidente la manifiesta contradicción en la que incurren al establecer la identidad de los “muchos hijos que son llevados a la gloria”, ya que en el párrafo 5 dicen que son 144.001 (incluyendo a Jesucristo), mientras que en el párrafo 15 Jesucristo permanece aparte, siendo el que celebra el pacto con “los muchos hijos que son llevados a la gloria”. Pero no merece la pena detenerse en eso. Lo lamentable es la manipulación de la Biblia sin el más mínimo respeto y sentido del pudor. Tienen la triste habilidad de que texto que tocan, texto que contaminan. No se detienen ante nada con tal de afianzar su autoridad, como “clase”, como “esclavo fiel y discreto”, como “Cuerpo gobernante”. Esa es la cuestión, no otra.
El hecho de que Jesucristo celebre un pacto con sus discípulos no es razón para considerarlo diferente y desvinculado del “Nuevo Pacto”. No hay tal cosa como un Nuevo Pacto y un Pacto para el Reino diferenciados, ambos son la misma cosa. Con diversos matices enriquecedores, todo forma parte del único pacto vigente, el Nuevo, es la Promesa hecha realidad por medio de Jesucristo. He insistido suficientemente sobre esto.
Queridos amigos, después de examinar todo esto, no deseo entrar en más pormenores, analizando el resto de la Atalaya, y, entendiendo que el lector tiene en otros artículos de esta serie, elementos complementarios para poder juzgar la intencionalidad manipuladora de la Watch Tower, voy a concluir la consideración de hoy, previendo además que posiblemente habré de considerar otros aspectos que también están ligados al quid principal de la cuestión: la división artificial y caprichosa de los cristianos en dos clases diferentes. Eso será, si Dios quiere, en otra ocasión.
Dejo sin embargo unos textos y unos pensamientos de conclusión:
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado al tiempo oportuno. 1 Timoteo: 2: 3-6 (BJ)Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Hebreos 9: 15 (Thompson)
Cualquier interpretación de partes de la Biblia que pueda hacer sombra o enturbiar la claridad de las afirmaciones que he subrayado, matizándolas o subdividiéndolas de alguna manera en diferentes aplicaciones para grupos diferenciados de personas es alterar gravemente su significado.
Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo el primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. Hebreos 8: 13 (Thompson)Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Hebreos 10: 8-10. (Thompson)
El pacto antiguo queda obsoleto. En Jesucristo converge el cumplimiento de la Promesa, que a partir de ese momento se transforma y materializa en el Nuevo Pacto. Todos los aspectos y formas relacionadas con este asunto durante la época histórica del pueblo de Israel de la antigüedad sólo tienen carácter esclarecedor y de enseñanza para los cristianos, pero no vigencia. Con la muerte de Jesucristo, la historia no quedó anulada, pero las leyes que rigieron para el pueblo de Dios quedaron clavadas en el madero junto con él. Jesús es el referente único en orden a la salvación para con Dios.
Que nadie nos venga entrometiéndose con extrañas participaciones en administrar beneficios de pactos de ningún tipo, siendo el caso que todos necesitamos de la gracia o la bondad inmerecida conseguida por mediación de Jesucristo para nuestra salvación, mediante la fe. Así de sencillo.
(Contribuido)