La identidad de un individuo, como de toda una nación, tiene dos bases primordiales. Una es su nombre y otra es su alimento principal o básico.
En el caso del individuo filipino su nombres es, en la inmensa mayoría de los casos, de origen español.
De allí ha salido esa costumbre y tradición de llamar al ordinario filipino, de a pie, un Juan de la Cruz. Y si se quiere hablar de la contraparte femenina de Juan de la Cruz, se le denomina, Juana de la Cruz. A veces, se le llama María de la Cruz. (Y lo de María también tiene variantes como lo son lo de María Makiling, María Clara, María Capra, María Alimañgo, etc.)
Esto, a nivel individual.
Si hemos de hablar a nivel de colectividad, o comunitaria, ese Juan de Cruz y esa Juana, o María, de la Cruz, se le identifica con otro nombre español. El de filipino y el de filipina. En fin, el de filipinos.
Hay por cierto nombres filipinos que no son, de hecho, de origen español. Pero se deletrean en español. Tales son los casos de los apellidos de origen chino, de origen indígena o de origen musulmán.
Pero, no importa que no sean apellidos españoles puesto que estos nombres, para que sean filipinos, han tenido que hizpanizarse. Si no, dejan de ser nombres y apellidos filipios.
De allí tenemos el caso de apellidos como Itchon, Dízon, Sázon, Singson o Síson, Gózon, Lácson, Chison, Quízon o Quézon, Puéson o Púson, Cáson o Caoson, Chápson, Jópson, Cháson o Quiáson. Estos son apellidos que provienen de los números chinos de uno a diez.
También están los otros apellidos chinos que provienen de antepasados que se hicieron chinos cristianos, de hecho filipinos, y cuyos apellidos terminan en “co” como en el caso de Cojuangco, Tantoco, Tantiongco, Yuchengco, Tampinco, Sanciangco, Quilayco, etcétera. La terminación “co” indica que sus antepasados han sido chinos cristianos relacionados al comercio de los galeones que duró 215 años. Otro grupo de apellidos chinos son Tuáson (de Sun-tua-co), Locsin (de Sinluc o Chien Yuk), etcétera...
Están los apellidos de origen musulman, como Adad, Racid, Lucmán, Pendátun, Solimán, etc.. Y, al fin los de orígen indígena (tagalo, bisaya, ilocano) como Pañganiban, Pañgan, Batungbacal, Silañgan, etc...
Ahora, todos los que han llevado estos filipinos han sido familias de habla hispana.
En 1810, el Gobernador Narciso de Clavería y Zaldúa decretó que aquellos indígenas isleños que aún no tenían apellidos españoles, o apellidos deletreados en español, tenían que adoptar para su identificación y uso legal, como compete a uno que es ciudadano, o súbdito, español, un apellido de una lista de nombres españoles.
Los filipinos ya eran ciudadanos españoles de hecho y tenían que verse empadronados para pagar los cinco impuestos decretados por el gobierno español asentado en Manila. De allí, el decreto de Clavería.
Cuando los filipinos se declararon independientes de España el 12 de junio de 1898, estos apellidos seguían vigentes y el nombre de Juan de la Cruz se hizo más popular aún cuando se quería hablar del pueblo filipino en general.
Pero esta plana de nombres y apellidos ya tenidos por puramente filipinos empezaron a sufrir contradicciones cuando buena parte de los descendientes de estos referidos filipinos se vieron forzados a americanizarse hablando, y llamándose, en inglés. No es que el conocimiento del inglés
fuese algo desventajoso. Es ventajoso.
Pero esa ventaja facilmente puede volverse en desventaja, por incongruente, pretensiosa, prepóstera, ridícula y hasta destructura de lo que es la identidad individual y colectiva de todo un pueblo cuando, sin ser ciudadanos usenses, o norteamericanos, los filipinos que chapurrean el inglés, por aquello de imitar ----como nos lo señala Claro Mayo Recto en su obra premiada “Sólo entre las sombras”---- y por zahumerir a un nuevo invasor y explotador con características de un lobo pero que viene disfrazado de blanca oveja, ---se ponen nombres americanos y ostentan hasta cuando ya son mayores eso del “Jr.” o “Junior”. Todo este vicio sobre el uso impertinente de nombres de WASP usenses es caricaturesco por estúpido cuando no por pura ignorancia de lo que es la identidad filipina con respecto de nombres y apellidos.
Si se hubiese hecho de Filipinas un estado más de la Unión usense, entonces, eso de ponerse nombres americanos podría tener alguna justificación. Pero, eso de ponerse o llevar un nombre usense sin ser “citizen” de la U.S.A. ha de ser altamente cuestionable si hemos de hablar de lo que es la lógica dentro del concepto que encierra lo que es identidad nacional filipina.
Además del nombre norteamericano, o norteamericanizado, lo de hablar y escribir en solamente el inglés en menoscabo de la lengua nacional propia, viene a ser una vil traición, ----si hemos de ser cabalmente estrictos sobre esta materia---, a lo filipino y al mismo nombre de filipino.
De ese defecto José Rizal dijo en tagalo: “Ang hindi marunong magmahal sa sariling wikâ, ay higuit pa sa hayop at malansang isdâ”. (El que no prefiera, o ame, su propia
lengua, es peor que una bestia y apesta más que un pez podrido). Vide: el libro “Poesías de Rizal”, página 5, Manila, 1960.)
Pasemos ahora a la otra base de lo que es una identidad individual y, o, nacional: cual es el alimento básico.
Como es bien sabido, el alimento básico del filipino es el arroz irrespectivo de su origen racial. Si es uno que nació en estas islas y haya crecido en las mismas hasta los 7 años, su alimento básico es el arroz. En cuanto a este alimento, el filipino es asiático porque el arroz es también el alimento básico de China, Japon, Corea, Tailandia, indonesia, Malasia, el Vietnam, la Indochina, etc...
Pero el filipino, aunque también coma arroz como sus vecinos se diferencia por su vianda confeccionada a base del guisado español. (Vea el estudio de Nick Joaquín “What the Guisado did to us” ("Lo que nos hizo el guisado".)
Mientras la vianda originalmente china se hace a base de un hervido, la vianda filipina se guisa, se tiene frito, se tiene asado, se tiene adobado, se tiene salseado, se tiene enjamonado, se tiene escabechado,etcétera.
En resumidas cuentas, tanto en su nombre individual como en su alimento fundamental, el filipino tiene en su identidad más primitiva el impronto español. Y la personalidad filipina ya estaba completa, enteramente redondeada, antes de venir a sus playas los sectarios WASP usenses con sus
posturas y sus imposiciones injustas, destructoras, insultantes y denigrantes. Y el filipino de nuestros días que no sepa reconocer este hecho está perdido porque se ha convertido, a sabiendas o no, en nada más que un vil esclavo de los caprichos y las órdenes usenses, sean lógicas o no.
Sean justas o no. Sean dañinas o no.
Es por eso que la pobre Filipinas de nuestros días está sumida en el caos y en la confusión en casi todos los sentidos proque se le des-educa adrede, ---y en la más supina de las ignorancias como de las torpezas más incalificables---, en cuanto a los mismos orígenes de su identidad nacional.
Y todo este mal tan solamente se podrá minimizar o atenuar si se le enseña nociones de idioma español y de su propia historia al pueblo filipino de nuestros días. De allí la campaña fraterna en pro del castellano en la educación de las islas.
Guillermo Gómez Rivera .
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