LA SERIE DE TRANSICIÓN TERAPSIDOS - MAMIFEROS

Por Lenny Flank
(c) 1995
Traducción: Rolón Ríos

Sí bien el Archaeopteryx es de lejos el más conocido de los fósiles de transición, no es el único ni el mejor. La transición fósil de los reptiles a los mamíferos es una de las más extensas y mejor estudiadas de todas las transiciones, y una detallada serie de fósiles demuestran como se llevó a cabo esta transición. No sorprende por ello, que los creacionistas no hablen mucho de la serie reptiles a mamíferos, y cuando lo hacen, la mayor parte de lo que dicen son falsedades demostrables.

Se cree que los mamíferos evolucionaron de una clase de reptiles del Pérmico y del Triásico llamados terápsidos. Taxonómicamente, los mamíferos se distinguen por una serie de rasgos; siendo el pelo el más obvio (incluso mamíferos acuáticos como las ballenas y los delfines retienen aún pelos hirsutos sobre su piel), y la presencia de glándulas mamarias que secretan leche, producto utilizado para nutrir a las crías. Ninguna de estas estructuras se preserva en el registro fósil, pero afortunadamente, los mamíferos también se distinguen por una serie de características esqueléticas (en especial craneales y dentales). Específicamente, los mamíferos se distinguen de los reptiles por una serie de rasgos: Los reptiles tienen un número mayor de huesos individuales en el cráneo que los mamíferos. En los reptiles, los dientes son todos de la misma forma, y sí bien varían ligeramente en tamaño, todos tienen la misma figura simple de molde cónico. Los mamíferos, por otra parte, poseen diferentes tipos de dientes en sus maxilares; desde los planos y multicúspides molares a los filosos caninos de forma cónica. En los reptiles, el maxilar inferior esta hecho de una serie de huesos diferentes, y la articulación se forma entre el hueso cuadrado del cráneo y el angular de la mandíbula. En los mamíferos, en contraste, el maxilar inferior es un solo hueso, el dentario; que articula con el hueso escamoso del cráneo formando la junta articular. Los reptiles tienen también un hueso simple en el oído medio: El estribo. En los mamíferos, hay tres huesos en el oído medio: El martillo, el yunque y el estribo. En la cima del cráneo, los reptiles tienen un pequeño orificio a través del cual el cuerpo pineal, ó "tercer ojo", se extiende. Ello esta ausente en los mamíferos. Finalmente, el cráneo de un reptil está adjuntado al espinazo en un solo punto de contacto, el cóndilo occipital. En los mamíferos, el cóndilo occipital contacta por dos caras.

Los paleontólogos señalan que los terápsidos poseían muchas de las características tanto de los reptiles como de los mamíferos:

"En las formas avanzadas, el cráneo era de tipo intermedio entre el de un reptil primitivo y un mamífero; muchos de los huesos ausentes en los mamíferos estaban en su camino hacia la reducción ó ya se habían perdido. Un pequeño tercer ojo estaba aún presente en la cima del cráneo, pero la apertura era diminuta" (Romer, 1967, página 226).

"La diferenciación de los dientes progresó en los terápsidos hacia altos niveles de desarrollo, mostrando en los géneros avanzados; incisivos, caninos, y dientes de las mejillas; que en algunos de estos reptiles eran de formas complejas, frecuentemente con cúspides accesorias ó coronas anchas. En muchos terápsidos, el cóndilo occipital deviene en duplo, como en los mamíferos" (Colbert y Morales, 1991, página 118).

"En muchos aspectos, el cráneo del tritilodonte era muy mamífero en sus rasgos. Ciertamente, debido a la avanzada naturaleza de los arcos Zigomáticos, el paladar secundario y los dientes especializados, estos animales tenían hábitos alimenticios cercanos a los de algunos mamíferos ..... Empero, pese a estos avances, los tritilodontes todavía retienen la articulación reptil entre los huesos cuadrado del cráneo y el articular del maxilar inferior. Es cierto que estos huesos están mucho más reducidos, de modo que el hueso escamoso del cráneo y el dentario del maxilar inferior (dos huesos involucrados en la articulación de la quijada de los mamíferos) estaban en un punto en que se tocaban uno al otro" (Colbert y Morales, 1991, página 127).

Los reptiles, como hemos apuntado, tienen un hueso en el oído medio y varios huesos en el maxilar inferior; y los mamíferos tienen tres huesos en el oído medio y solo uno en el maxilar inferior. Por otra parte, las articulaciones del maxilar en el reptil están formadas  por huesos diferentes que los huesos que forman la articulación maxilar en los mamíferos. Es entonces ostensible que durante la transición evolutiva de los reptiles hacia los mamíferos, las articulaciones de la mandíbula han tenido que cambiar de un hueso al otro, liberando al resto de estos huesos para formar los huesillos auditivos en el oído medio del mamífero. (De hecho, en muchos reptiles modernos, los huesos de la mandíbula en cuestión, funcionan actualmente transmitiendo las ondas sonoras hacia el oído interno, así que la
transformación postulada anteriormente no involucra un cambio funcional, pero sí una mejora de la función que estos huesos ya poseen). Como Arthur N. Strahler dijera: "Una forma de transición debe tener dos articulaciones en
operación simultáneamente (como en la moderna serpiente de cascabel), y está fase fue seguida por una fusión de la articulación inferior" (Strahler, 1987, página 414).

Los creacionistas encuentran este proceso imposible de concebir, e indican que no hay evidencia fósil para ello:

"Las dos más distinguibles diferencias osteológicas entre reptiles y mamíferos, sin embargo, nunca han sido conectadas por una serie de transición. Todos los mamíferos, vivos ó fósiles, tienen un solo hueso, el dentario, a cada lado del maxilar inferior, y todos los mamíferos, vivos ó fósiles, tienen tres huesillos auditivos, el martillo, el yunque y el estribo. En algunos reptiles fósiles el número y tamaño de los huesos del maxilar inferior están reducidos comparados con los reptiles vivientes, Cada reptil, vivo ó fósil, sin embargo, tiene al menos cuatro huesos en el maxilar inferior y un solo huesillo auditivo; el estribo. . . No hay formas fósiles transicionales que muestren, por ejemplo, dos ó tres huesos maxilares, ó dos huesos auditivos. Nadie ha explicado aún, en este asunto, como podría la forma transicional habérselas arreglado  para masticar mientras su mandíbula era descoyuntada y rearticulada, ó como podría oír mientras dos de sus huesos mandibulares se arrastraban hacia su oído" (Gish, 1978, página 80).

"Los mamíferos tienen también tres huesos en sus oídos, mientras que los reptiles tienen solo uno. ¿De donde vinieron los dos "extras?" Los intentos de explicación de la teoría evolucionista son como sigue: Los reptiles tienen por lo menos cuatro huesos en el maxilar inferior, mientras que los mamíferos tienen solo uno; así que, cuando los reptiles se tornaron mamíferos, hubo supuestamente un rebarajar de huesos; algunos de los huesos del maxilar inferior del reptil se movieron hacia el oído medio del mamífero para hacer los tres huesos allí, y en el proceso, dejaron solo uno en el maxilar inferior del mamífero. Sin embargo, el problema con esta línea de razonamiento es que no hay evidencia fósil de ninguna clase que la soporte. Es solo una deseosa conjetura" (Watchtower [Atalaya] and Bible Tract Society, 1985, página 81).

Pero esta explicación NO ES "solo una deseosa conjetura", si no que puede verse claramente en una serie notable de fósiles a partir de los terápsidos del Triásico. Los terápsidos más "jóvenes" (los primigenios) muestran la típica articulación maxilar del reptil, con el hueso articular del maxilar firmemente adjunto al cuadrado del cráneo. En fósiles más tardíos del mismo grupo, los huesos cuadrado - articular se han vuelto más pequeños, y el dentario y el escamoso se han agrandado y acercado el uno al otro. Esta tendencia alcanza su clímax en un grupo de terápsidos conocidos como cinodontes, de los cuales el género Probainognathus es representativo. Probainognathus poseía características tanto reptiles como mamíferas, y este aspecto transicional fue mostrado claramente por el hecho de que tenía DOS articulaciones maxilares: Una reptílica, la otra mamífera:

"Probainognathus, un pequeño reptil cinodonte de los sedimentos del Triásico de ARGENTINA, muestra caracteres en el cráneo y maxilar muy avanzadas hacia la condición mamífera. Así, tenía dientes diferenciados en incisivos, caninos y post-caninos, un doble cóndilo occipital y un muy bien desarrollado paladar, rasgos todos ellos típicos de los mamíferos; pero muy significativamente, la articulación entre el cráneo y el maxilar inferior estaba en el mismísimo umbral entre la condición reptílica y mamífera. Los dos huesos formando la articulación entre el cráneo y la mandíbula en los reptiles, el cuadrado y el articular respectivamente estaban todavía presentes, pero pequeños, articulando flojamente a los huesos que constituían la articulación mamífera . . . Consecuentemente en el Probainognathus había una doble articulación entre el cráneo y la mandíbula, y es de particular interés, que el hueso cuadrado, tan pequeño y flojamente articulado al escamoso, estaba íntimamente articulado con el estribo del oído medio. Es totalmente obvio que estaba en vías de ser el hueso yunque,
uno de los tres huesos que caracterizan al oído medio mamífero" (Colbert y Morales, 1991, páginas 228 a 229).

En un grupo ligeramente posterior, conocido como los ictidosaurios, la parte mamífera de la doble articulación vista en el Probainognathus fue reforzada, mientras que la vieja parte reptílica estaba empezando a reducirse en tamaño. Al describir a un miembro de este grupo conocido como Diarthrognathus, los paleontólogos Colbert y Morales señalan: "El punto más interesante y fascinante en la morfología de los ictidosaurios (por lo menos, como se ve en el Diarthrognathus) era la doble articulación maxilar. En este animal, no solo estaba presente la ancestral articulación reptílica entre un reducido cuadrado y articular todavía presentes, sino que también está presente la nueva articulación mamífera entre los huesos escamoso y dental que empieza a ser funcional. De esta manera, el Diarthrognathus estaba verdaderamente en la línea divisoria entre reptiles y mamíferos en cuanto concierne a este importante rasgo diagnóstico" (Colbert y Morales, 1991, página 128).

La transición terápsidos a mamíferos se completó con la aparición de los Morganucodontes a finales del Triásico. Este grupo ha sido descrito por el paleontólogo T.S. Kemp:

"Los ejes de las dos juntas mandibulares, dentario - escamoso y articular - cuadrado, coinciden a lo largo de la línea lateral - media; y por ende, la doble articulación maxilar de los más avanzados cinodontes está todavía presente... La junta secundaria, dentario - escamoso, se ha alargado (en los Morganucodontes) y tomado una mayor proporción si no toda la tensión de la articulación maxilar. La junta articular - cuadrado era libre de funcionar por sí sola de manera firme" (Strahler, 1987, página 419).

Por lo tanto, el registro fósil demuestra, que durante la transición de los reptiles terápsidos hacia los mamíferos, varios huesos del cráneo migraron lentamente juntos para formar una segunda articulación maxilar funcional, y que los ahora superfluos huesos maxilares originales fueron reduciéndose de tamaño hasta formar los tres huesos del oído medio mamífero. El hueso cuadrado reptílico devino en el yunque mamífero; mientras que el articular llegó a ser el martillo. El proceso completo tomó casi todo el periodo Triásico para completarse; un lapso de tiempo de unos 40 millones de años. Ya que la característica determinante de un mamífero en el registro fósil es la estructura del maxilar y su articulación, todos los terápsidos hasta el Morganucodonte se clasifican como reptiles, y todos los posteriores se consideran mamíferos. Como dice Romer: "Nosotros agrupamos arbitrariamente a los terápsidos como reptiles (tenemos que dibujar una línea divisoria en alguna parte), pero sí ellos estuvieran vivos, un terápsido típico probablemente nos parecería una curiosa cruza entre un lagarto y un perro, un tipo transicional entre los dos grandes grupos de animales vertebrados." (Romer, 1967, página 227).

Los creacionistas, por supuesto, no pueden admitir que tal transición exista, y por ello están forzados a afirmar que tal transformación no es posible (sin reconocer la detallada evidencia fósil que demuestra que las cosas ocurrieron precisamente de esta manera). Como la evidencia fósil  de la transición terápsidos a mamíferos es extensa, detallada y muy bien estudiada, no es una sorpresa que la mayoría de los creacionistas no hagan mención alguna de ello. Las críticas que han sido dirigidas a esta serie transicional (como el alegre comentario de Gish sobre el pobre mamífero que no podía oír ni masticar porque sus maxilares estaban siendo arrastrados a la redonda) son vacías y no soportan el análisis. La serie entera de terápsidos transicionales son todas y cada una plenamente funcionales, completamente capaces de masticar sus alimentos y detectar sonidos (así como las serpientes modernas comen con una doble articulación maxilar y detectan sonidos a través de huesos conectados al cráneo y a los maxilares).

El único intento de Gish para responder a la evidencia fósil de la transición terápsidos a mamíferos ha sido señalar que "No hay duda alguna absoluta por consiguiente, que el Morganucodonte tenía una poderosa mandíbula standard de reptil." (Gish, ICR Impact, "Los Reptiles tipo Mamífero", Diciembre 1981). ¡Vaya broma! No solo que Morganucodonte tenía una articulación típica de reptil, al igual que Probainognathus y Diarthrognathus (Gish no menciona a ninguna de estas especies). Lo que importa, por supuesto, es QUE TAMBIEN TENIAN UNA ARTICULACION MAMIFERA. La respuesta de Gish a este punto es restarle importancia como "extremadamente fragmentaria" (Gish, ICR Impact, "The Mammal - Like Reptiles, Diciembre 1981). Los terápsidos son, de hecho, muy bien conocidos en el registro fósil.

Luego Gish intenta descalificar la doble articulación maxilar declarando: "La anatomía requerida para tal articulación maxilar, incluida la configuración y modo de sujeción de la musculatura, han debido ser muy diferentes del que requiere una articulación maxilar de mamífero. ¿Cómo entonces podría una poderosa, muy funcional mandíbula de reptil haberse acomodado a lo largo de la articulación maxilar mamífera?"  (Gish, ICR Impact, "The Mammal - Like Reptiles, Diciembre 1981). Aparentemente, Gish está implicando que un animal con dos articulaciones funcionales simplemente no es posible, ¡y que los terápsidos por lo tanto han debido tener una sola articulación maxilar! Aparentemente, el "experto" Gish ignora que cada una de las 2000 especies de serpientes que viven hoy en día se las arreglan muy bien con una doble articulación maxilar, utilizando un elongado hueso cuadrado con una articulación en cada final. (Ello permite a las serpientes tragar enormes presas animales íntegras.) Le guste ó no le guste a Gish, la doble articulación maxilar no es una imposibilidad; puede encontrarla en reptiles modernos, y está claramente demostrada en los fósiles terápsidos.

Gish realiza un esfuerzo final para desacreditar los eslabones terápsidos a mamíferos: "Muchos de los rasgos diagnósticos de los mamíferos, por supuesto, residen en su anatomía y fisiología blandas. Ellos incluyen el modo de reproducción, su sangre caliente, el modo de respirar debido a la posesión de un diafragma, el amamantamiento de las crías, y la posesión de cabello." (Gish, 1978, página 79). Los terápsidos, implica Gish, probablemente no poseían ninguna de esta características y eran por lo tanto meros reptiles, y de ningún modo mamíferos.

Desdichadamente para Gish, muchas de estás características dejan ciertamente sus huellas en el registro fósil. Cortes transversales de los huesos de los terápsidos revelan una serie de pequeños agujeros llamados canales de Haver, que son típicos de los animales de sangre caliente de crecimiento rápido (y que están ausentes en los reptiles de sangre fría), indicando que los terápsidos desarrollaron progresivamente un metabolismo homeotérmico más a lo mamífero de sangre caliente conforme transcurría el tiempo. Y como el cráneo y las mandíbulas se volvían progresivamente más y más mamíferas, el resto de la estructura corporal le seguía en la adaptación:

"En cuanto al esqueleto post-craneal, otros cinodontes cercanamente relacionados con el Probainognathus muestran varios rasgos proféticos del esqueleto mamífero. En los géneros Thrinaxodon y Cynognathus, por ejemplo, la columna vertebral estaba claramente diferenciada en vértebras cervical, torácica y lumbar, delineando entonces las tres regiones del espinazo por delante de la pelvis tan características de los mamíferos. Sí bien las costillas cervicales están todavía definidas en tales cinodontes, eran muy pequeñas y pueden haber sido antecedentes a la condición mamífera, en que las costillas cervicales se han fusionado para ser parte integral de las vértebras. Las costillas lumbares, igualmente, eran muy pequeñas; efectivamente en los Thrinaxodontes tenían la forma de pequeñas placas planas, en lugar de estar elongadas. Una región lumbar tan distinta en estos reptiles tipo mamífero sugiere que había un diafragma, un rasgo diagnóstico que parece haberse establecido aún antes de que la condición mamífera estuviera plenamente lograda" (Colbert y Morales, 1991, página 229).

Así pues, diversas condiciones mamíferas de las que Gish afirma que los terápsidos carecían, estaban muy probablemente presentes, incluyendo el diafragma y la sangre caliente. No sabemos sí los terápsidos ponían huevos ó daban a luz a sus crías, pero ello no es un rasgo diagnóstico entre mamíferos y reptiles, ya que algunas serpientes y lagartos dan a luz (Claramente, los Camaleones Africanos y las Serpientes Americanas de Jarretera poseen primitivas estructuras placentarias similares a los de los mamíferos), y algunos mamíferos, como el oso hormiguero erizado y el ornitorrinco ponen huevos. Tampoco sabemos cuando desarrollaron los terápsidos el pelo, aunque se ha establecido que otros reptiles del Mesozoico, incluidos los pterodáctilos, estaban de hecho cubiertos con un abrigo de pelo. En prácticamente cada rasgo, entonces, los terápsidos demuestran su condición tipo reptil a principios del Triásico, creciendo progresivamente  a formas más mamíferas, y que terminan finalmente en los mamíferos primitivos del Triásico tardío.

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