NIXON NO ES MAS QUE NIXON
Desde hace un año se asocia el nombre de Nixon a la posibilidad de terminar la guerra del Vietnam.Nixon y su equipo de relaciones públicas consiguieron inculcar esa asociación de ideas durante los tiempos febriles de la campaña electoral. Lo consiguieron. Una buena parte de pensadores de la escuela liberal llegó a creerlo firmemente. La reconversión del viejo columnista Walter Lippnam, que abandonó su partido demócrata para sumarse a la campaña de Nixon, arrastrando consigo a órganos de expresión tan importantes como el "New york Times" y el "Newsweek", fue el gran éxito de la campaña. Probablemente el propio Nixon llegó a creer de sí mismo que era capaz de sacar el medio millón de soldados de los barrizales geográficos, morales y políticos del Vietnam. Los políticos, profesionalmente escépticos y desconfiados, son de una admirable credulidad cuando piensan en sí mismos. Johnson se retiró a su rancho de Tejas, con las enormes orejas gachas, perseguido por la acusación popular de haber metido a su país en una guerra imposible. Desde hace ocho meses, el prometedor presidente Nixon está viviendo las mismas amarguras que su predecesor. El fugaz destello del triunfo lunar, del viaje a Rumania, de la política de negociación, se ha apagado y vuelven las tinieblas persistentes de la guerra del Vietnam. Se ha disuelto en el aire la idea del "nuevo Nixon", del viejo político derrotado que ha renacido gracias a una terapia de psicoanálisis. Se le ha caído de encima la piel de cordero. Resulta, a fin de cuentas, que Nixon es simplemente Nixon, el antiguo y conocido Nixon, el hombre de la guerra fría, el que arengaba a los belicistas tocado con el gorrito de la "American Legion", el mismo que el propio Walter Lippman, antes de que la senilidad hiriera su noble frente demócrata, había calificado de "warmoger". Ya se le viene el país encima.. Ya empiezan a mermar las cifras del favor público en las encuestas "gallup" 62 por 100 de adeptos cuando, a los mismos ocho meses de Presidencia, Eisenhower y Kennedy contaban con el 75 por ciento, Johnson el 76 -. Ya han comenzado, a partir del día 15, las grandes campañas nacionales contra la guerra, surgidas en las Universidades, en las zonas intelectuales del país. "No me importan nada, no me influyen nada", dijo el presidente en su última conferencia de prensa. Pero ha corrido ante el anuncio a tomar medidas, amovilizar sus admirables magníficos- técnicos en relaciones públicas, en guías de opinión pública, para contrarrestar la propaganda adversa. Ha llegado a quitar de en medio a un general, a Hershey, en un acto sacrificial. Hershey era en Washintong una figura eterna y castigada, algo así como el director del FBI, Edgar Hoover. Durante veintiocho años ha dirigido el servicio de reclutamiento excediéndose en sus derechos: el Tribunal Supremo ha tenido que revocar algunas de sus órdenes: En una aparición pública en Madison recibió una considerable carga de huevos en el rostro. En la Universidad de Howar fue quemado en efigie. Pero ningún presidente se había atrevido a tocarle. Nixon lo ha hecho, le va a sustituir por un civil, y el teniente general Hershey recibe, en recompensa, una cuarta estrella, con lo lo cual corona una carrera en la que lo más excepcional es que jamás se ha aproximado a un campo de batalla dicen, sin embargo, que se le vió en Tejas en 1916, inspeccionar la ardiente frontera con Méjico-. Sin duda, este extraño récord militar de Hershey ha inspirado a Nixon a anunciar que los soldados norteamericanos permanecerán en el Vietnam, pero lejos de la línea de fuego. Desgraciadamente, su portavoz en esta ocasión ha sido el senador Barry Goldwater, resucitado para esta ocasión: el mismos Goldwater ¿recuerdan ustedes?- que era el candidato belicista frente a Johnson, vestido para el caso de pacifista continuador de Kennedy, y que fue salvajemente derrotado. "Estoy seguro- ha dicho Goldawater- que el presidente ha retirado ya el 95 por ciento de nuestros soldados del alcance del fuego del enemigo". Otro residuo político, Humphrey , sale en defensa de Nixon. Humphrey, sí, el que fue su rival en las últimas elecciones y, como tal, le denigraba públicamente. Humphrey dice ahora que sólo tiene "honradas diferencias de criterio" -¿¿cómo son las diferencias de criterio deshonroso?- con el presidente, pero que pide que se le respete. "Después de todo, no tenemos más que un presidente y creo que no debemos hundirlo", diese en uno de sus discursos de su campaña senatorial. ¿Y qué dice Nixon? Nixon dice que no quiere ser el primer presidente de los Estados Unidos "que presida una derrota americana", según cuenta el columnista Stewar Alsop, o que "pierda una guerra" según escribe el otro hermano columnista, Joseph Alsop. "Hablar de esta guerra como algo que alguien puede ganar o perder escribe un editorial del Washintong Post"- en la vieja manera convencional, es un error casi increíble por parte del presidente". El error más grave, probablemente, es el de hacer suya la cuestión, reducia al extremo de sí es "él" quien la pierde o quien preside la derrota. Es una consecuencia de haber hecho cosa suya la paz durante la campaña electoral. La paz y la guerra no son suyas, aunque la Constitución confiera al presidente la misión de declarar una guerra o firmar la paz. La guerra del Vietnam en los Estados Unidos, tiene una dinámica propia. Desde hace años, los presidentes de los Estados Unidos corren detrás de las circunstancias de su propio país como un jinete corre tras un caballo desbocado. Kennedy fue el que más tiempo consiguió sostenerse sobre esta cabalgadura de rodeo, arisca y frenética y su tesón le arrojó al suelo y le partió la nuca. Nixon parece bastante más cauto. Ejerce el poder con la misma táctica que la campaña electoral: tratar de convencer, trata de ganar adeptos. NO basta. Desde el poder hay que realizar actos. La cuestión está en saber si puede o no puede, si hay alguna diferencia entre Nixon y Johnson, si la hubiera habido con Humphrey en el caso de que hubiese sido elegido; si realmente hoy un presidente es un presidente en los estados Unidos, sí puede serlo, si le dejan serlo. Si la dinámica de los acontecimientos le supera, si los grupos de presión los gubernamentales y los de la oposición- se han hecho tan fuertes tan poderosos, que no hay quien los contenga. La frase con que Nixon respondió a la pregunta de sí se sentiría afectado por la manifestación nacional contra la guerra del día 15 fue ésta: " bajo ninguna circunstancia me dejaré influir ni seré afectado por ella de ninguna forma". Frase irreal, frase sin conexión con las circunstancias. Como no tiene conexión con la realidad su decisión de no ser el primer presidente que pierda una guerra. Las guerras siempre se pierden contra la voluntad de quien las preside. Hay políticos que están preparando ya planes para cuando la guerra se pierda. NO para cuando se termine, sino exactamente para cuando se pierda. El senador George McGOvern, por ejemplo, ha pedido ya que se voten créditos para acoger a los exiliados del Vietnam del Sur y ofrecerles asilo en el momento en que se encuentren desamparados por la retirado americana. En Saigón se han hecho ya cálculos acerca de cuántos ciudadanos huirían a los Estados Unidos: aproximadamente unos tres millones, de una población total de quince. Estas predicciones están en correlación pesimista con lo que Nixon llama en forma optimista la "vietnimitización" de la guerra. Es decir, la operación mítica por la cual Saigón sería capaz de hacerse cargo de la guerra con sus propios soldados, sin participación americana. La casa Blanca cree que esto puede suceder hacia 1971, los dirigentes de Saigón estiman que no podrá realizarse antes de 1972, y eso contando con la ayuda de la aviación y de la artillería de los estados Unidos. Pero los cálculos más realistas estiman que no hay vietnamitización posible, que el día que se retiren los americanos no quedará más recurso que la derrota y el exilio, que seguirían los tres millones de personas que se han comprometido mas o menos con el gobierno sostenido por Washintong. "La guerra termina apretando un botón" dicen las octavillas de quienes han preparado la manifestación del miércoles. Apretando el botón de la puerta: explicando cada uno a su vecino que la guerra es injusta, que la guerra no tiene razón de ser, que está minando la salud moral y económica del país y que ha acabado ya con su prestigio en el extranjero. "No escucharé nada" sigue diciendo Nixon, apretándose los ojos y los oídos, pero no la boca."No escucharé nada "dice y destituye el jefe de reclutamiento, y anuncia nuevas retiradas de tropas, y se lleva los soldados lejos del frente para que las listas de bajas que se publican cada semana en los periódicos sean cada vez más reducidas. Pero le dicen que esto no es gobernar, que esto es aparentar que gobierna. Para muchos, como para Henry Hubbard corresponsal político de "Newsweek" en Washintong- "los acontecimientos de los pasados nueve meses demuestran con amarga realidad que el presidente Nixon no ha cumplido aún sus propias prescripciones para ejercer un cargo que tanto le costó ganar. Todo se está desintegrando , les parece aquí a muchas personas precisamente por falta de cemento de imperativos morales, porque el presidente ha permanecido inmóvil, ignorando la división, discurseando sobre la desunión. En resumen, ha fracasado en utilizar la presidencia". Todos los errores que Hubbard atribuye a Nixon están entresacados citados- de un discurso de Nixon acusando a Johnson, explicando cómo no ha de ser un presidente. Pero he aquí que un presidente resulta inevitablemente similar a otro presidente, que un Nixon es igual que un Johnson. Y algo más terrible aún: que Nixon sigue siendo Nixon. Que el Nixon triunfador no es distinto de lo que fue en otros tiempos el Nixon fracasado, apartado del poder, derrotado incluso para el senado.
Eduardo Haro Tecglen