"Al morir el compostor Erik Satie (1866-1925)
sus amigos entraron por primera vez en su habitación de Arcueil
que durante 30 años no había abierto más que
a los perros perdidos, y descubren, con asombro y horror, algo que
era a la vez mezcla de cueva de Aladino y de tela de araña.
De una aglomeración indistinta de objetos heteróclitos,
recubiertos de densas capas de polvo, surgen, cuidadosamente ordenados
en cajas de puros, 4000 rectángulos minúsculos de
papel inmaculado sobre los que había caligrafiado, sin enseñarselos
nunca a nadie, descripciones meticulosas de paisajes imaginarios,
órdenes religiosas inexistentes e instrumentos musicales
intocables. Había dos pianos de cola, uno sobre el otro,
con las pedaleras unidas, y en el armario se encontraron colgados
veinte trajes verdes..."
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