María Canela Ruiz(*):
No quiero comer nada
que no conozca, dijo, y apartó de su mente la imagen de una mujer que vio en la pantalla del televisor,
el mesero continuaba de pie con la bandeja en la mano, llena de unos panecillos
con crema roja, tan vistosa como la boca de una mujer, que desde el otro lado
del salón, lo observaba rechazar amablemente los extraños bocadillos.
Había tanta gente que
apenas si se podía caminar, menos tratar de ver, el asunto era comer, y de paso
beber, pero él insistía en no comer nada que no conociera y ella en mirarlo
rechazar todo lo desconocido.
¿ Habrase visto cosa
más absurda que asistir a una inauguración para querer ver las obras y sobre todo no comer cuanta cosa
extraña a uno le ofrezcan ?, ese era él, tratando de admirar los dibujitos
pegados a la pared, esquivando a los mozos y al público, que al parecer,
siempre que hay un evento de este tipo, asiste en ayunas.
Hasta que se topó de
golpe con los ojos de ella, fijos en los de él, comprendió de pronto y en toda
su magnitud, la palabra pudor, la vergüenza se le subió a las mejillas y sin
pensarlo cogió una copa con un liquido color azuloso y se la empino hasta el
fondo, a ver si con eso apagaba el incendio que ya comenzaba a bajarle por los
brazos; el brebaje le quemó la garganta, bajo hasta su estómago, convirtiéndose
en una piscina de agua azul, donde vino a bañarse el pudor con la timidez, pero
como no saben nadar, se ahogaron sin más remedio y sin salva vidas. Entonces
levantó la vista y la buscó con la mirada por el salón, ya no estaba, comenzó
a abrirse paso entre la gente, mientras
probaba todo lo que le ofrecían.
Pero ya no importaba
qué se echara en la boca, ni lo que bebía, estaba condenado, él mismo se había
declarado culpable, se había condenado a no comer nada que no conociera; y así
lo entendió ella al verlo bajar la vista, por eso mascó un bocadillo con crema roja,
esa tan roja como su boca.
(*)María Canela Ruiz, escritora chilena. Actualmente reside en Valencia,
España.