Versiones 33

Agosto - Setiembre  2000 - Año del Dragón

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Director: Diego Martínez Lora


la aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...


Cuento africano(*):


El castigo


Cierta vez, hace mucho tiempo, antes que las abuelas de nuestros abuelos hubiesen nacido, hubo una grande inundación. Hasta ahora nunca hubo otra salida del río como esa. En ese entonces, antes que las aguas hubieran subido, los hombres, como acostumbraban hacerlo cada año se establecieron en la islas. Unos pescaban, otros trabajaban en otras cosas como arreglar redes. Los hombres de esos tiempos sólo iban a la Beira para casarse en el regreso y no volvían allá.

El río creció y sorprendió a todos los hombres en las islas. El río se salió de noche. Y todos los hombres murieron.

Las mujeres su quedaron sin un único hombre, Ellas pasaron a realizar todo los trabajos. Hacían lo de siempre y lo que les correspondía a los hombres, Pero no podían hacer hijos. Y comenzaron a envejecer y a morir, Hacer hijos es trabajo del hombre, la mujer sola nada puede hacer. Y por eso estaban desapareciendo.

Andaban todas muy tristes.

Un día pasaron, por aquella población, dos hermanos que vivían en las poblaciones del otro lado del río. Esos hermanos venían de la Beira, El río estaba salido. Los dos hermanos no podían atravesarlo. Se quedaron acampados y comían pescado. Todos los días comían pescado, pescado, pescado. Ya no podían comer más pescado. Entonces decidieron ir a buscar algún maizal. Encontraron uno, cerca de un poblado. Ese poblado era donde vivían las mujeres. Los dos hermanos comenzaron a robar maíz. Pero de repente cayeron en una profunda fosa. Esa fosa era una trampa hecha por las mujeres.

Después de algún tiempo llegaron las mujeres. Los dos hermanos no tuvieron ni tiempo de intentar fugar. Las mujeres llegaron. Ellos pensaron que irían a morir. Miraron las caras de las mujeres y ellas estaban muy feroces.

-Bueno, moriremos aquí. Ya nos llegó nuestro día.- Dijeron los hermanos.

Las mujeres hablaron, hablaron, entre sí en voz baja. Algunas llegaron para sacar a los dos hermanos y la jefe dijo:

-Hoy haremos una gran fiesta. Todas presentarán la mejor cerveza que tengan. La noche será para danzar.

Los hombres pensaron que ra para festejar su fin.

Al día siguiente, después de la fiesta, la jefa dijo:

-Las que quieran que estos dos hombres mueran, que pasen para mi lado izquierdo.

Ninguna mujer pasó. Una vieja les dijo:

-Hijas mías, estoy muy vieja, pero les doy un consejo. Si quieren que nuestra aldea vuelva a los buenos tiempos del pasado, aprovechen a estos dos prisioneros.

La jefa comprendió lo que la vieja les había querido decir y decidió:

-Bueno, su castigo será el siguiente: cada una de nosotras pasará una noche con cada uno de los dos. Dormiremos con ellos una por noche. Y de aquí a tres años, nosotras todas habremos dormido por lo menos una vez con estos prisioneros.

Después de los tres años, la población tenía muchos niños y niñas, todos ellos eran hermanos. La jefe dijo:

-Vuestro castigo terminó.

Uno de los hermanos respondió:

-Yo no me quedo aquí, mi gente me está esperando.

Y partió para reunirse con sus familiares que vivían en el otro lado del río. El otro hermano, sin embargo, dijo:

-Yo no partiré. Mi gente ahora es ésta.

Y se quedó en el poblado con todas aquellas mujeres e hizo más hijos.

Por eso es que hasta ahora cada hombre consigue siempre muchas mujeres. Fueron las mujeres mismas que castigaron a los hombres para que ellos les hicieran los hijos.


(*)Este cuento proviene de los Sena, Mozambique. Y forma parte del libro "África, África" - Diego Martínez Lora (Selección y traducción de cuentos populares del África Negra)


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