Versiones 35  Diciembre 2000 / Enero 2001 - Año del Dragón 
Director: Diego Martínez Lora   
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la aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...


Cuento africano:


La lanza y el trompo


Érase una vez dos amigos que andaban siempre juntos. Sólo el sueño los separaba a veces. Ellos vivían juntos, comían del mismo plato, es decir, compartían todo. Iban a trabajar al campo a la misma hora, siguiendo el mismo camino, y, cuando regresaban por la noche, ambos insistían en llevar sobre los hombros los utensilios del otro.

Pero, un día, los padres del amigo que tenía más edad decidieron casarlo. La esposa era muy bella y la boda fue una verdadera fiesta. Después, la vida continuó y, poco a poco, los dos amigos comenzaron a verse con menor frecuencia.

Cuando los hombres estaban trabajando en el campo, las mujeres tenían la costumbre de llevarle al marido el almuerzo; y fue eso que, a partir del día siguiente de la boda, la joven esposa pasó a hacer. Al ver eso, la envidia nació en el corazón de aquel que se había quedado solo. Comenzó a esconderse de su amigo y hacía todo lo posioble para evitarlo.

Un día, cuando la joven esposa iba caminando hacia el campo llevando sobre la cabeza una calabaza con el almuerzo del marido ella escuchó un gran grito. Entre dos rugidos, una voz salida del interior de un enorme árbol plantado al borde del camino, le ordenó:

-¡Mujer, detente! Para y pon la calabaza sobre el suelo.

Paralizada por el miedo, la joven obedeció a la voz y retrocedió. Un horrible genio salió del árbol y devoró la mitad del contenido de la calabaza. Y después de haber terminado de comer, el genio le dijo:

-A partir de hoy, pasarás todos los días por este mismo camino y pararás junto a este árbol para darme la mitad del almuerzo de tu marido. Y que no se te ocurra decirle a nadie sobre esto, porque sino te mataré.

Durante toda la semana, la joven pasó, pues, a llegar atrasada un buen cuarto de hora al campo y con apenas la mitad del almuerzo. Un día, en que le alcanzaba la calabaza medio vacía al marido, este se quejó enfurecido:

-¿Por qué desde hace algunos días sólo me traes la mitad del almuerzo? ¿Juzgarás que yo sólo trabajo medio día?

-Querido marido- le respondió-, la culpa es de un horrible genio que me detiene en el camino y me roba la mitad del almuerzo que te preparo; y  me amenazó matarme si es que alguna vez yo dijera algo sobre él.

De regreso a la aldea, el hombre se reunió con su amigo y le contó la misteriosa historia. Su amigo tenía una lanza, cuya punta envenenada nunca fallaba en el blanco. Se la prestó al amigo que luego a la siguiente mañana se escondió cerca del árbol donde vivía el malvado genio.

Al mediodía, la joven esposa llegó por el mismo camino de costumbre y, como era habitual, el genio malo la detuvo. Lleno de cólera, el marido, agarró la lanza y cuando el genio estaba a punto de devorarse la mitad del almuerzo, se la introdujo profundamente entre las costillas. El genio sorprendido soltó un grito de dolor que rompió el silencio del mediodía. El mismo viento paró de soplar y ningún animal se atrevió a moverse.

Transformado en una nube de polvo, herido de muerte por la lanza clavada en su cuerpo, el misterioso genio desapareció de los ojos del marido y de la joven esposa, y se fue a encontrarse con los suyos. Cuando se vio en medio de todos los miembros de su familia, el genio les habló así:

--¡Escuchen! Yo moriré de aquí a poco. Otrora tuve un hijo cuando andaba de viaje por un lejano país. Es posible que ese hijo, al volverse adulto, venga buscándome hasta aquí. Hagan todo aquello que él les pida. Adiós.

Y, al acabar de pronunciar estas última palabras el genio murió.

De regreso a la aldea, el agricultor fue a visitar a su amigo para contarle toda la historia y a decirle que el genio había desaparecido llevándose consigo la lanza.

-!Infeliz! – gritó el amigo con cólera. –¡Que los dioses te protejan de haber hecho tal cosa! Tú no eres más que un traidor. Esa lanza es sagrada: en nuestros días, ningún herrero es capaz de fabricar una igual. Encuentra mi lanza, esté donde esté, de lo contrario seré tu enemigo para siempre.

Muy triste con la idea de perder a su amigo, y herido en su orgullo por las palabras que escuchó de él, el joven marido abandonó a su mujer y salió de la aldea en busca de la lanza.

Llevaba caminando ya varias semanas, atravesando profundas selvas, cuando en medio de un río, vio a un genio bueno.

-¿Qué cosa estás haciendo aquí, tú que eres de la raza de los hombres?- le preguntó el genio. - ¿Y qué buscas en el país de los genios?

Temblando de miedo, el joven agricultor le contó su historia. Entonces el genio le contestó:

-Tuviste realmente mucha suerte en haberme encontrado. Hoy mismo tendrás tu lanza. ¿Están viendo aquella colina que se yergue en frente de nosotros? Existe una aldea pequeña en la cumbre. Se trata justamente de la aldea del genio que se llevó la lanza. Ese genio se llama Esambo, que quiere decir: “Llegó la venganza”. En lo alto de esa colina, y una vez estando allí en frente de la aldea cantarás lo siguiente:

-“Aldea situada en tan alto terreno.

Yo vine a ti,

yo vine a ti.

Aldea de mi respetado padre,

que fue tan buen caballero,

yo vine a ti”.

Y los genios malos que habitan esa aldea te responderán:

-“Bienvenido, extranjero.

Pero, ¿cómo conseguiste encontrar

el camino que te condujo hasta nosotros,

nosotros que somos lo genios malos

y que comemos carne humana?”

Así el joven agricultor subió a la colina y entró después en la aldea. Siguió al pie de la letra los consejos que el genio bueno le había dado, y les habló así a los habitantes:

-Estoy buscando a Esambo. Soy el hijo que él tuvo en un país que otrora vivía.

-Infelizmente, llegas demasiado tarde- le respondieron los aldeanos que recordaban las últimas palabras de Esambo. _Nosotros ya repartimos todos sus bienes, salvo esta lanza que un hombre la utilizó para matarlo.

El joven fingió llorar la muerte de su padre y después, luego de un momento de silencio, dijo:

-Hicieron bien en compartir todos sus bienes. Yo sólo deseo llevar conmigo un simple recuerdo suyo. Esta lanza es todo lo que me queda; me la llevaré. Volveré a mi aldea para vender mis cosechas y volveré para instalarme entre ustedes.

Todos los genios malos se quedaron contentos al saber que el hijo de Esambo volvería para vivir con ellos y a la mañana siguiente lo acompañaron hasta las puertas de la aldea. En el camino de regreso, el joven agricultor quiso agradecerle al genio bueno por sus consejos. Éste le dio un trompo mágico y le dijo:

-Cuando hayas regresado a tu tierra, anda donde el jefe de la aldea y dile que los dioses te pidieron que les organizases una reunión en la plaza de la aldea. Delante de toda la asamblea narrarás tu historia y le devolverás la lanza a tu amigo. En seguida, todos deberán lanzar este trompo, el rey en primer lugar, y por último tu amigo.

De regreso a su aldea, el joven agricultor obedeció las órdenes del genio bueno.  Delante de toda la aldea le devolvió la lanza a su amigo. Luego, el rey fue el primero en tomar el trompo y en lanzarlo a toda velocidad sobre el suelo. El misterioso trompo se puso a girar sobre sí mismo y cantaba:

-Un favor tanto puede dar la vida como la muerte, un favor tanto puede dar la vida como la muerte...

Así, el trompo fue pasando de mano en mano hasta llegar al amigo del joven agricultor. Ni bien éste toco el trompo con la punta de los dedos para lanzarlo en su turno, el trompo se partió de inmediato como si fuese un huevo.

-Tú partiste el trompo mágico que los dioses me ofrecieron. Todos ustedes que están aquí presentes son testigos que fue así. Ustedes que me vieron abandonar a mi joven esposa y mi aldea para ir en busca de la lanza que le había perdido. Y ahora es tu turno de dejar la región para ir en busca de un trompo igual al mío.

Todos los aldeanos pensaron que eso era lo más justo; y el pobre hombre dejó así atrás su aldea, tal como en la estación de las lluvias, el agua de los riachuelos desaparece para nunca más volver.


Este cuento precede de Nigéria. Y forma parte del libro: África, África (Selección y traducción de cuentos del África Negra - Diego Martínez Lora)


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