Versiones 36
Febrero/Marzo
2001 - Año de la serpiente
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Director: Diego Martínez Lora
Cuento africano(*):
La tortuga y los pájaros
Por
causa de una sequía, reina una gran hambruna en el país de los animales. Las
hierbas están amarillas y secas, los árboles perdieron sus frutos y nada crece
en los campos, ni siquiera se oye el cantar de río. Todos los animales sufren
de hambre; van y viene por la selva, buscando alimentarse de insectos y de
granos.
Apenas
los pájaros están gordos y grandes, y parecen muy felices de la vida. En
efecto, gracias a sus alas, les es posible volar hasta lejanas regiones donde el
período de las lluvias ya pasó y las cosechas ya se iniciaron; varias veces
por mes, ellos viajan hasta allá y unos días después regresan a la tierra.
Llevada
por el hambre, la tortuga quiere saber adónde es que ellos van así en cada
viaje, con la esperanza de poder ir ella allá también. Acercándoseles les
dijo:
-Mis
queridos pájaros, ¡qué bellos que están! Sus plumas están limpias y lisas.
¡Qué aire tan saludable.! ¿Podrían ayudarme? ¿Dónde es que ustedes van
todas la semanas?
-¡Pobre
tortuga! A ti, que no tienes alas y que eres tan lenta, podemos contártelo
todo, porque no tienes ninguna hipótesis de llegar allá. Nosotros encontramos
una bella región donde hay comida en abundancia.
-¡Mis
amigos- dice la tortuga - llévenme con ustedes!
-A
nosotros no nos importa intentarlo -le responden los pájaros-, pero ¿eso será
posible?
La
tortuga piensa por unos instantes y luego les dice:
-Escuchen,
tuve una buena idea: yo buscaré un palo para morderlo por el medio y apretarlo
fuertemente con la boca. Luego, bastará que dos de ustedes agarren con las
patas, cada uno un extremo del palo, y así me puedan llevar para esa
maravillosa región. ¿De acuerdo?
Los
pájaros vacilan y, finalmente, acaban por aceptar. Llega el día de la partida.
La tortuga muerde fuerte en medio del palo, luego dos pájaros muy grandes
agarran cada uno una de las puntas del palo y la tortuga se eleva de ese modo
por los cielos con todos sus amigos.
Después
de un largo viaje, llegan finalmente a esa famosa región. Y existen, de facto,
muchas cosas para comer: nueces de palma, inhame cocido, carne asada y toda
especie de frutas. Todos están con buen apetito, principalmente la tortuga que,
además, es muy glotona. Y come tanto y tan bien que su caparazón se vuelve
demasiado estrecho para contener todo su cuerpo. Y se pone también pesadísimo.
Los
pájaros deciden, entonces, regresar. Se genera una discusión para saber quién
será el que tenga que llevar de vuelta a la tortuga. Ya nadie lo quiere
transportar, ni a él, ni a su palo, porque todos piensan que pesa mucho más
que en la ida.
-¡Amigos
míos, no me abandonen! - suplica la tortuga, ustedes no me pueden dejar aquí
solo, en esta región desconocida. Llévenme consigo.
Cediendo
a su pedido, dos pájaros terminan por agarrar los extremos del palo y se elevan
por los aires cargando a la tortuga. Al inicio, como todos los pájaros están
contentos por volver, se ponen a cantar, salvo los dos que estaban cargando a la
tortuga. Éstos vuelan con mucha dificultad. Y comienzan a quedarse retrasados.
Muy fatigados empiezan a perder altura.
Entonces
uno de ellos le dice a la tortuga:
-¿Oh,
tortuga, acaso no estás contenta por ir así volando por los aires, con la
barriga llena y sin cansarte? ¿Por qué es que no cantas con nosotros?
Efectivamente,
la tortuga se siente tan feliz que, olvidándose de su situación, abre la boca
para cantar y cae en dirección a la selva.
Los
pájaros, muy distraídos cantando, continúan su camino, ahora más ligeros,
hasta su tierra. Y sólo al llegar de nuevo a su país, fingieron darse cuenta
del desaparecimiento de la tortuga. Pero, ahora, ¿qué podrían hacer ellos
para encontrarla?
(*) Este cuento proviene de Nigeria.