Versiones 45
Agosto - Setiembre 2002
Director: Diego Martínez Lora
Editorial
45:
La elefanta y el ratón
Había una vez un ratoncito que se enamoró perdidamente de una elefanta risueña y coqueta. Muy seguro de sus sentimientos, sin mayor demora, un buen día se fue a visitar a la elefanta y le propuso claramente matrimonio.
- Oh, elefanta querida, ¿querías casarte conmigo?
La elefanta lo miró riéndose y le respondió:
- No, Sr. Ratón, de ningún modo. No me gusta su bigote…
El ratoncito sin dejar que acabase de responderle la elefanta se fue corriendo a su casa y con unas tijeras se cortó los bigotes volviendo de inmediato a la casa de la elefanta.
- Oh, querida elefanta, ¿ahora que estoy sin bigotes te casarías conmigo?
La elefanta sonrió porque le había el gusto y le respondió:
- Sr. Ratón, Sr. Ratón, no es sólo su bigote. Tiene una cola larga y asquerosa para mi gusto. Así no me casaría consigo.
El ratoncito sin dudarlo regresó a su casa y muy decidido se cortó la cola con las mismas tijeras con que se había cortado los bigotes y volvió a la casa de la elefanta.
- Oh, querida elefanta, aquí estoy sin bigote y sin cola para darte el gusto. ¿Ya te querías casarte conmigo?
- No, claro que no, con tantos pelos que tienes por todo el cuerpo, de ninguna manera. No me podría casar contigo.
El ratoncito sin pensarlo dos veces se dirigió de vuelta a su casa y se afeitó por completo todo el cuerpo con una navaja muy filuda que un barbero había botado a la basura. Ni bien se quedó sin ningún pelo regresó a la casa de la elefanta y con una sonrisa muy pronunciada en su rostro le dijo:
- Oh, querida elefanta, ya estoy aquí sin bigote, sin cola y sin pelo alguno. ¿Cuándo nos podremos casar?
La elefanta lo miró carcajeándose y le dijo con toda la desfachatez del mundo:
- Oh, ratonzuelo, yo nunca me quise casar consigo. No sé que esperanzas tenía. Es ridículamente pequeño para mí.
El ratoncito muy desilusionado y triste salió de la casa de la elefanta.
- Qué idiota que he sido. Qué iluso. Cómo pude creer que la elefanta se casaría conmigo. Y ahora sin mi bigote, ni mi cola y sin pelo alguno ¿quién me irá a querer así?
El ratoncito sin querer volver a su casa se fue hasta la orilla del río que pasaba cerca de su pueblo y allí mirando su reflejo en el agua se puso a llorar desahogando su pena. Decidió nunca más renunciar a los atributos de su cuerpo y de su personalidad y se quedó dormido debajo de un roble.
Cuando despertó encontró su bigote completo, su cola perfecta y todos sus pelos en su sitio. Se alegró mucho porque sólo había sido un sueño. Se fue a una fiesta que se estaba realizando en la plaza principal del pueblo y allí conoció a una conejita que lo aceptó tal como era y comenzaron a enamorar hasta que un día se casaron y fueron felices.
(*)Este texto pertenece a Diego Martínez Lora