Versiones 47
Diciembre 2002 - Enero 2003
Director: Diego Martínez Lora
Rafael García-Godos (*):
Teacher not a choice
El profesor corre cual flecha hasta una P vestida de azul prendida a un tubo de fierro. Sube a su combi[1]. El vehículo se desploma cada que tropieza con un cráter del camino, el profesor ocupa su mente con la búsqueda de una solución a la escasez intelectual de sus pupilos. Porque debe contribuir en algo -así le gusta pensar- a que esas mentes mal formadas y gusaneadas (más bien podridas) encuentren alivio a su estigma mediocre (eso que otros dicen significa ser peruano) y salten, como él lo ha hecho, a una dimensión inimaginable para muchos de su generación o incluso de sus compañeros de cátedra... la dimensión de la conciencia y de la buena estrella.
Como sea que fuere, el camino esta vez le resulta particularmente extenso y cotidianamente aburrido, aprovecha que el cosmos ha conspirado para regalarle un poco de tiempo, y dibuja esquemas mentales de ejemplos didácticos para iniciar de manera colorida su atiBURRADA clase. Mayúsculo desafío que en más de una ocasión ha llevado a extremar su creatividad hasta la altura de algún poeta o artista plástico contemporáneo. No es el caso de hoy, pues nuestro profesor no encuentra remedio para estimular a su alumnado en su sesión cuarenta y ocho: “La importancia del pensamiento de MATTELART en la teoría de la comunicación”, como señala la pauta de la Coordinación Académica. A medida que el trayecto llega a su fin, los pasajeros mentan-la-madre al conductor por su lentitud, lo que –de alguna manera- lleva al ocupado profesor a pensar sobre fenómeno de “Cultura Básica v.s Cultura Parasitaria”[2], y piensa que sería mejor dedicar esta clase al Marketing -como para darle en la yema del gusto a la globalización-. Así, mandaría rodar de un punta pié la curricula que él mismo ideó bajo un caliente verano, allá en el 95. “Se trata de la disciplina más de moda y más alienante”. Escupió nuestro profesor recostado en el pecho eterno de Kevin. Joven. Publicista. Surfer. Sin idea. Verano del 95, el mar y el tiempo se llevaron a Kevin y su cadera de candado. Recuerda por qué ya no escribe poesía.
/Una sonrisa recorre el hemisferio. Máncora.
Una postal./
Hastiado ya por el olor a marisco podrido que infesta el ambiente en las mañanas de Malandrena, muestra con actitud paciente su credencial al guachiman que luego de dejarlo pasar, se lleva la mano derecha hasta los testículos donde se propina una rascada relajante. “Toda la vida adelante” lee rápidamente en una vitrina de la Facultad de Artes Escénicas y Ciencias de la Comunicación. Una vez en el aula, contempla –o más que eso- fija su mirada en las caras desinteresadas de sus alumnos, por ahí escucha alguna queja por su tardanza. Él esta ahí frente a ese auditorio al que por cinco años ha tratado de elevar intelectualmente, sin mayores resultados que tres alumnos convencidos que no quieren seguir la carrera, diez que están sentados para pasar el rato y dos que reposan en su stoneada.
Terminada su inspección ocular, resuelve que TODO pero TODO el tiempo ha sido desperdiciado. Que el camino al paradero inicial, que el trayecto extrañamente largo y tedioso, que la rascada de huevos del guachi, y que el sarcástico slogan de su institución, no revisten singularidad alguna en medio de la criollada peruana y que todavía matizan, amenizan y sustentan ese estigma mediocre, que se vende a china en cualquier esquina de esta macha-ciudad. Por ello, apelando a la fuerza intelectual de su doctorado en la Universidad Complutense y su pasantía en la UCLA, baja el cierre de su cremallera, apunta firmemente con su pene al endiosado podio catedrático y con una lluvia dorada de orín dibuja una imagen inolvidable para todos en ese momento, una dinámica que jamás olvidarán. Las reacciones fueron desde el bochorno hasta el horror. Así, antes de terminar con la franqueza de su demostración, el aula queda sólo con dos alumnos (los stones). El ocupado profesor concluye con su “necesidad”, ambos alumnos se acercan. –Estoy de acuerdo, esto es una mierda ... - dice uno. El otro, completando lo ante dicho por su compañero, agrega: -... y usted lo ha demostrado-. El profesor, sin decir palabra alguna, reconoce en ellos –sin saber por qué- la conciencia de la mente joven, la conciencia y la buena estrella que él siempre quiso ver en sus discípulos.
[2] Ch. Mattlelart señala que los gigantescos torrentes de información cotidiana que produce la carrera de la modernidad a través de los medios de difusión colectivos y las nuevas tecnologías de información, han ocasionado una grave dificultad para diferenciar lo sustancial de lo accesorio y trazar jerarquías para conservar lo fundamental. Esto ha generado la presencia de un mundo de información parasitaria que ha contribuido a revolver y sepultar los conocimientos sustanciales para substituirlos por concepciones pragmáticas superficiales o de moda, de muy corto plazo.
(*)Rafael García-Godos Salazar, poeta peruano. Vive actualmente en Lima.