versiones, versiones, versiones  y versiones...renovar la aventura de compartir la vida con textos, imágenes y sonidosDirector, editor y operador: Diego Martínez Lora Número: 51 / agosto - setiembre 2003


Carlos Amézaga (*)


Introducción: Comienza la aventura


No recuerdo cuando fue la primera vez que fui al cine. Lo que sí recuerdo y de eso no puedo olvidarme,  pues lo tengo anotado, es la primera película que vi en el año 1970: La Batalla de Inglaterra. Tampoco puedo asegurar quien era el director o sus actores principales, pero contaba la historia de los valientes pilotos de la RAF que impidieron la invasión principales Alemania a Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial.

 

He dicho que lo tengo anotado porque desde ese año precisamente he venido apuntando todas las películas que he ido a ver al cine, es decir, no cuentan aquellas que he visto en la televisión, en vídeo o, más recientemente, en DVD, únicamente las que he visto en las salas oscuras.

 

Nací el año 1958 así que en 1970 ya tenia 12 años, con toda seguridad ya había ido al cine antes de ese último año. Lamentablemente tengo sólo muy vagos recuerdos. Debo haber ido la primera  vez con mis padres y probablemente para ver alguna de Charly Chaplin. A mi padre no le gusta mucho el cine, en todo caso, no es de los que van seguido, pero le encantaba Chaplin, pues él lo había visto cuando era niño. Si no fue una de Chaplin, entonces debió ser alguna de Cantinflas que era otro de los ídolos de mis padres.

 

Si bien no puedo decir con seguridad o exactitud cual fue la primera o las primeras películas que vi durante mi niñez, si podría casi afirmar las salas en las que las puedo haberlas visto, es decir, los cines de mi barrio: el Florida, el Idolo, el Gardel, el Broadway o el Brasil. Yo viví durante los primeros años de mi vida en el distrito de la ciudad de Lima llamado Pueblo Libre, también conocido como Magdalena Vieja, famoso por su iglesia de María Magdalena y porque allí tuvo su casa el Libertador Simón Bolívar, muy cerca de la antigua taberna Queirolo.

 

De aquellos sólo uno era de los llamados de estreno: el Idolo, los demás eran cines de barrio, es decir, aquellos que cambiaban de película todos los días y pasaban normalmente las pasadas de moda o las que terminaban su ciclo estelar en los principales cines de la ciudad. En las salas de estreno las películas duraban por lo menos una semana y, dependiendo de su éxito podían quedarse por dos o más, de acuerdo con las preferencias el publico.

 

Las diferencias entre cines de estreno y de barrio eran también notables. Los primeros contaban con una platea de butacas relativamente nuevas y bien cuidadas y con un segundo nivel llamado mezzanine, cuyas localidades normalmente eran mas caras que las de la platea. Los segundos, por su parte, eran viejos, quizás algunos de ellos habían sido de estreno en sus primeros años, pero el tiempo y muchas veces la incuria los volvía inaptos para la presentación de las mejores películas. En ellos, además de la platea, existía la platea alta en un segundo nivel y, en muchos casos, hasta un tercer nivel, llamado cazuela como en los teatros. Aquí, a diferencia de los primeros, las localidades más caras eran las de la platea y después seguían la platea alta y la cazuela.

 

Cabe señalar que las diferencias entre ambos tipos de salas también se daban a nivel de precios y por el tipo de gente que asistía a ellas, nadie que se considerara medianamente elegante iba a cines de barrio, a excepción de los muchachos quienes siempre escasos de fondo llenábamos muchas veces sus plateas altas y sus cazuelas.

 

Guardo muy buenos recuerdos de esos cines antiguos. Eran para ir con los amigos y divertirse, muchas veces no importaba la película que dieran, sino estar allí y meter bulla, gritar, fastidiar a los vecinos de abajo y lanzar papeles o cosas peores a los que tenían  la mala suerte de haber escogido la platea en vez de refugiarse en lo más alto de la cazuela.

 

Los de estreno imponían un mejor comportamiento y, en su momento, eran los adecuados para asistir acompañados por nuestros familiares cuando nos invitaban a ver alguna de las películas de moda o, más tarde, por las chicas del barrio. Por cierto, más de un romance surgió entre la propicia oscuridad de nuestros cines, como siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo.

 

De nuevo en Lima al empezar estas crónicas, luego de vivir por varios años en el extranjero, debo decir que me he sentido un poco nostálgico. Acabo de hacer un recorrido por los lugares donde quedaban aquellos cines que he mencionado: el Idolo ya no existe, ha sido reemplazado por un edificio de apartamentos. El Florida tampoco, en su lugar hay un terreno en construcción, toda la esquina donde estaba ha sido demolida. Del Brasil no quedan rastros, ha sido absorbido por las casas de alrededor, es mas, no me he podido acordar exactamente donde quedaba, probablemente el edificio también fue destruido.

 

El único sobreviviente es el Broadway. Pero más le hubiera valido pasar a mejor vida, pues actualmente está dedicado a las películas esas de triple X, de las llamadas sólo para adultos. Ha sido clausurado varias veces por permitir el ingreso de menores de edad a esas funciones y sólo de ver su aspecto exterior da lástima. Al Gardel ya no me he atrevido a ir, probablemente también haya desaparecido pues era el más viejo de todos y ya no aparece en los listines de los diarios.

 

En resumen,  de todos aquellos cines ya no queda nada , o casi nada.

 

Pero la idea de anotar las películas que veía no surgió del vacío. Resulta que, como el personaje de Unamuno, yo tengo una tía Tula. Esta tía fue siempre una gran aficionada. En su juventud, por lo menos una vez a la semana asistía a funciones cinematográficas. Gracias a ella y su debilidad por ciertos artistas conocí los nombres de Cary Grant, Humphrey Bogart, Tony Curtis y por supuesto su favorito: Frank Sinatra, entre tantas otras estrellas del celuloide de los años 40 y 50.

 

La tía Tula, eso sí no sé porque razón, apuntaba en una libreta todas las películas que iba a ver al cine. En esas épocas por supuesto la televisión todavía no existía o era muy incipiente y no se pasaban películas como ahora. El ejemplo de ella me llevó a mí a hacer lo mismo, primero como una diversión y después como algo mucho más serio, cuando noté que el cine era algo que realmente me gustaba y a veces incluso apasionaba. Le debo pues a ella el haber iniciado esta, digamos, obsesión por anotar mis aventuras cinematográficas y también por haberme iniciado en el amor y respeto al séptimo arte

 

Durante más de 30 años entonces he venido cumpliendo con el rito de anotar cada una de las películas que me sido el placer o la desgracia de ver. Mis anotaciones se limitan al nombre de la película, el cine en que la vi, la calificación de MB, B, R y M, (Muy Bien, Bien, Regular y Mal)  de acuerdo con mis sensaciones al término de la misma y la fecha y ciudad, esto a partir de los años 80. Antes, más bien, anotaba la censura, es decir, si la película había sido apta para mayores de 14, 16, 18 o 21 años, como ocurría antes que la mayoría de edad pasara a ser los 18 años a fines de la década del 70. Actualmente ya no coloco el dato de la censura pues siendo desde hace muchos años mayor de edad me parece absolutamente irrelevante.

 

Este es el primero de una serie de artículos que pretenden ir mostrando una historia personal de mi acercamiento a la cinematografía. Intentaré, a través de las películas vistas mostrar un panorama del cine de las tres ultimas décadas del siglo XX y los inicios del siglo XXI. Por cierto no he visto ni la mitad de lo que hubiera podido o debido ver, pero seguro he podido hacerlo con muchas de las que pueden ser consideradas como lo mejor del cine mundial de esas épocas, películas que por lo demás han sido también apreciadas por cientos, miles o millones de espectadores alrededor del mundo.

 

Pero el tratamiento que pienso dar a estos artículos no se limitará tan solo a enumerar las películas y comentarlas, habrá quizás también alguna apreciación sobre el contexto, la época, las circunstancias y demás hechos que pudieran estar alrededor del mero fenómeno cinematográfico.

 

He tenido la suerte de poder viajar y vivir en distintos países, especialmente en Europa, lo cual me ha permitido tener una visión más amplia de lo que es la cinematografía mundial, sin limitarme estrictamente a los productos norteamericanos, algunos de ellos, sin embargo, de la mayor calidad e inolvidables productos de la maquinaria hollywoodense, los cuales son la tónica mayor y predominante de las ultimas décadas.

 

Sobre este punto habrá que tomar en cuenta un eventual problema. Durante los primeros 15 años aproximadamente, las películas las tengo anotadas de acuerdo con el título que les pusieron para su explotación comercial en el Perú, el cual en muchos casos no coincide para nada con el título original del filme y eso las hará seguramente difícilmente identificables. Cuando empecé a ver películas fuera del Perú decidí anotarlas con su título original o, en los casos de películas asiáticas o de países exóticos, con el título comercial en inglés o francés. Este procedimiento permitirá, quizás, sino una mejor identificación de la película, una forma más certera de poder ubicarla.

 

Inicio pues una aventura que me va a tomar algún tiempo para poder recordar cientos de imágenes y títulos de filmes de todas partes, algunos de ellos olvidados para siempre, otros aun presentes en nuestro recuerdo y nuestras retinas, pero que estimo podrá ser estimulante no sólo para el autor sino también para cualquier otro amante del séptimo arte que decida acompañarme en este recorrido por la fabrica de sueños y fantasías que constituye este arte mayor de nuestros tiempos.


(*)Carlos Amézaga, escritor, abogado y diplomático peruano. Actualmente vive entre Lima y Viena.  Ganó el concurso de las 2000 palabras de la Revista Caretas, Lima - Perú. 2002/3


 

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