versiones, versiones, versiones y versiones...Director, editor y operador: Diego Martínez Lora
Editorial 51:
Antes de decirte que sí
A Carla, antes de casarse, justo el día anterior, pues no quería cometer adulterio durante su matrimonio, se le metió en la cabeza la idea, el deseo, la obsesión de acostarse con el primo de su ex-enamorado. Walter, el susodicho, el primito, era un verdadero patán que a los ojos de Carla solo aparecía como un buen amigo muy guapo, amable con ella y que probablemente la podría hacer más feliz por una noche, más feliz que lo que su futuro marido por toda la vida, y eso, sin duda alguna, era una tarea muy fácil.
Llamó a Walter por teléfono y le dijo sin ningún remordimiento que su capricho pre-matrimonial era hacer el amor con él, acostarse con él, dormir con él y que si no se hacía ningun problema, lo esperaba esa misma noche en la puerta de su casa, que esa iría a ser su verdadera despedida de soltera y que no habría ningún temor en quedar embarazada porque estaba por venirle el periodo. Ya había hablado con su novio diciéndole que saldría con una vieja amiga que andaba de paso por la ciudad y que trataría de invitarla y convencerla para que asistiera a su matrimonio.
Al novio, que conocía bien al babosito del Walter, buena gente con él también, no se le podía pasar por la cabeza ninguna sospecha de nada, además a él mismo lo esperaba una grandiosa despedida de soltero con los hombres de su familia y sus principales amigos en una discoteca con chicas desnudas. El novio estaba feliz por todo, por fin le había llegado la hora de su matrimonio con la mujer que más feliz lo hacía. (Todos decían que era masoquista y ciego, que Carla tenía cara de bruja)
Walter, el primito del ex, que respondió rápidamente su teléfono celular interrumpiendo la seria conversación que entablaba con su enamorada para transformarse en novios y casarse lo más pronto posible, dentro de sus respuestas monosilábicas dijo que sí a todo lo que Carla le proponía. Sus ojos se le abrieron más. Él solo pensaba en realizar uno de sus más ocultos deseos, siempre había visto a Carla con su primo más viejo hasta en las peores y más decadentes escenas de amor, alcohol y sexo. Por lealtad nunca se había atrevido a proponerle nada deshonesto, pero ahora que su primo y ella ya en breve serían una vieja historia, un matrimonio más, se mordió los labios inferiores como comenzando ya su clandestino encuentro. La nariz de Carla tenía un toque erótico inexplicable y su modo de mirar y de tocar a las personas ya había despertado muchos apetitos de diferente calibre, muchas broncas en que se había envuelto su primo. Carla estaba allí al otro lado del teléfono pidiéndole lo que muchísimas veces había pensado:
-Sí, claro, que sí, sí. Estoy de acuerdo, respondió el primito Walter.
La enamorada Norita, una mujer ciega de amor, lo miraba sin sospechar de nada. Sonriéndole con sus grandes dientes, ni siquiera le preguntaba con quién es que estaría hablando. Carla, satisfecha con la aceptación de su propuesta, le terminó por preguntar:
-¿Estás con tu ena..?
-Sí, claro. De todos modos. Por eso nos encontraremos a la hora que dijiste. Muy bien. Adiós.
Carla sentía que si no lo hacía ya ya, nunca más lo llegaría a hacer. Y su novio no lo merecía, pero su deseo era más antiguo que él. Quería pagarle de ese modo a Walter, todo lo que él la había ayudado para poder encontrarse a escondidas de su padre con uno de sus ex-enamorados que se había convertido en un alcohólico empedernido y hasta había sido perseguido por la policía. Sabría de una vez por todas cómo es que Walter, ese muchachón atorrante y aprovechador para los demás, pero delicado con ella, hacía el amor y así mataba de golpe una vieja curiosidad y el ardiente deseo de meterse en la cama con otro hombre menos pasivo y lento que su futuro marido para toda la vida, así todo quedaría casi en familia y guardado en secreto. Sabía que desde el día siguiente solo la panza de su novio se le iría a posar pesada y adormecidamente de vez en cuando mientras con moderados e imprecisos movimientos llegaría a satisfacer sus reducidos instintos sexuales. Carla tenía en cuenta la bondad y generosidad de aquel novio que la mimaba tanto y que le ayudaba a realizar sus tantos otros caprichos materialistas. Por eso se podría olvidar y pasar de largo la baja calidad de su futura sexualidad matrimonial. Ella sabía simular innumerables orgasmos para hacer dichoso al cada vez más gordito y eterno marido que desde el día siguiente le diría que sí.
Carla se puso una ropa leve y fácil para poder desvestirse rápido. Se había bañado meticulosamente y perfumado como si fuera a una super luna de miel, porque a la suya de hecho que no iría a hacer ningún esfuerzo ni de maquillaje, ni de vestimenta, ya sabía cuáles era los resultados aunque alterara los factores preparativos y por lo tanto no valía la pena invertir en nada. Con Walter sí le provocó estar sexi y así lo esperó en la puerta de su casa. Cuando él llegó en su Ford, ella suspiró fuerte y subió al carro mostrando sus muslos como si hubiera estado subiendo a una máquina de sexo.
-Vamos, rápido, llévame a un hotel, yo tengo dinero. Yo pago. Hoy me quiero despedir bien. No hablemos de nada.
-¿Hotel?. Estás loca. Vamos a la playa.
-OK, como quieras... Soy toda tuya, imagínate toda tuya por unas horas. ¿Se te ha pasado por la cabeza que vivirías un momento como éste, Waltercito?
-Para serte sincero, Carlita, sí y muchas veces.
Walter la condujo a una playa muy alejada de la ciudad y en un rincón bastante discreto (donde acostumbraba ir con las putas de siempre) estacionó su carro. Ella sin esperar nada ya se había ido al asiento trasero y lo atraía con las cuatro extremidades abiertas y una boca llena de colorete dispuesta a cualquier cosa. Walter intimidándose con la agresiva postura de Carla se quitó los pantalones y pasándose torpemente a la parte trasera del carro se portó como lo que era, en verdad, un mediocre amante, pero con una eyaculación sumamente abundante. Carla se encargaría luego de divulgar a todas sus amistades lo miserable que había sido Walter haciendo el amor. El secreto solo no lo sabría su marido, porque medio mundo ya se enteraría de todo y confirmarían una vez más lo que siempre habían sospechado: que Carla era medio puta.
Ya Carla, después del chasco sexual con Walter, hasta le mejoró la idea que tenía acerca de su futuro marido, con panza y todo por lo menos era más convincente.
Carla se casó al día siguiente del caso con Walter, con un vestido blanco que le costó mucho dinero a sus padres y le juró eterna fidelidad a su generoso marido que pocos minutos después estaría muy abrazado a Walter, el primo tontito, que también había decidido comunicar que se casaría en breve con su ya flamante novia, Norita. Norita elogiaba a Carla, su vestido y la ceremonia religiosa, quería casarse como ella. Carla escuchándola con su cara bastante maquillada y su peinado duro por la laca sentía que entre las piernas un entrometido líquido le bajaba incomodándola y provocándole una persistente picazón. .
Números anteriores:
13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29,
30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50