versiones, versiones y versiones...renovar la aventura de compartir la vida con textos, imágenes y sonidosDirector, editor y operador: Diego Martínez Lora    Número 52 - octubre-noviembre 2003


Carlos Amézaga(*):

1970-1971: Los años iniciales


 

1970 (27 películas)

Como contaba en la crónica anterior, la primera película que tengo anotada es la Batalla de Inglaterra. Según aparece la vi en el cine “República”. Este era uno de los cines más modernos de aquella época, pues allí pasaban las películas en cinerama, es decir, una pantalla gigante con un sonido especial, ejemplos: Ben-Hur (inolvidable!) o Tora! Tora! Tora!, sobre el ataque japonés a Pearl Harbour, o Los Diez Mandamientos, curiosamente estas dos últimas nunca las he visto, ni siquiera en televisión o vídeo.

Ese año, recuerdo, viajé a Arequipa con mi madre -arequipeña- y mis hermanas. En los 15 días que estuvimos allí fuimos 4 veces al cine a ver: Esta Calle es Nuestra, sobre unos niños en un país centro europeo; La Vida Continúa, un musical romántico con Sandro, un cantante argentino de moda en ese tiempo; Charlie, el Puma Solitario, la vida y tribulaciones de un puma norteamericano; y, Viva La Vida, de la cual no recuerdo nada.

De los cines que conocí recuerdo especialmente el "Fénix". Era más bien un teatro, pues tenía una platea rodeada de palcos que me impresionó bastante, no había conocido todavía ningún teatro parecido en Lima y ninguno de los cines que frecuentaba era de ese estilo.

Ese año fue también el año del fútbol. El Perú participó en el mundial de México, donde cumplió una buena actuación, quedando eliminado al perder frente al formidable equipo brasileño de Pelé, Tostao, Jairzinho, Gerson y Rivelino, que resultó finalmente campeón. Pero en las pantallas limeñas de entonces pude ver Gol, la Copa del Mundo, un documental sobre el mundial de Inglaterra 66. También vi otro documental llamado El Rey Pelé, una especie de biografía de este gran jugador desde sus inicios como delantero en el Santos FC y sus participaciones en los mundiales de Suecia, Chile e Inglaterra.

Hacia el final del año llegó lo mejor: Fútbol, México 70, con un recuento de todo lo acontecido ese mismo ano en el mundial. En esa época la televisión en el país era en blanco y negro y los partidos no llegaban necesariamente en directo como ahora. Por eso, esta película fue la gran oportunidad de ver en la pantalla grande al equipo del Perú, a todo color, y poder apreciar los goles de Teófilo Cubillas a Bulgaria, Marruecos, Alemania y Brasil. Recuerdo que cuando apareció Perú el griterío en el cine era tan grande que la gente no podía entender lo que contaba el narrador.

Otras películas que me impresionaron ese ano fueron: El Prisionero de Zenda, con uno de los duelos de espadachines más famosos de la historia del cine; Espartaco, la gran epopeya de Stanley Kubrick con con Kirk Douglas; y, El Cerebro, una comedia con David Niven acerca de un delincuente tan inteligente que andaba siempre con la cabeza echada hacia un lado pues el cerebro le pesaba demasiado.

Hay una de ese mismo año que fue muy importante: El Espadachín Manco, una película china con un actor de moda en esos tiempos cuyo nombre se me escapa, no era, por supuesto, Bruce Lee. Esa fue la primera película que vi clasificada para mayores de 14 anos. En esa ocasión fui con mi madre, al viejo cine “Florida”. La recuerdo también especialmente porque hacia la mitad de la película el héroe principal, durante un duelo, pierde un brazo. Tengo aun grabadas en la mente las escenas del hombre -ahora manco- arrastrándose por la nieve tratando de recoger su brazo, rebanado de un solo tajo por su enemigo. La escena me causó una profunda impresión, tanto que mi madre me preguntó si quería que saliéramos y acepté inmediatamente.

Ha sido quizás la única vez que he dejado una película a la mitad, salvo otra ocasión, que relataré más adelante, en que por fuerza mayor tuve que salir del cine durante la función. El hecho de que me hubiera impresionado tanto me hizo reflexionar sobre la conveniencia de ver películas para mayores de 14 anos cuando yo aun tenía sólo 12. Por supuesto estos recelos no duraron mucho tiempo.

Hubo además otras como: El Extra y La Vuelta al Mundo en 80 días, con  Mario Moreno Cantinflas; El Gnomo Móvil y Cupido Motorizado, inolvidables aventuras del simpático VW Herbie; Ulises y Maciste y Ulises en el Infierno; iniciadoras de una zaga de aventuras greco-romanas que seguiría en los años siguientes; y, otra clásica, El Cid, con Sofía Loren en el esplendor de su juventud.

Así transcurrió ese primer año de cine anotado, en el que se pueden apreciar ya ciertas tendencias que se acentuarían en los años siguientes.

1971 (29 películas)

Mi segundo año fue más o menos una continuación del anterior en cuanto a los géneros de película típicos de esa edad. En el apartado de comedia norteamericana para niños y jóvenes estuvieron: El Caballo Ejecutivo,  un caballo al que sólo le faltaba hablar; La Computadora Jugadora, imagínense como serían las computadoras de los años 70, pero esta, si mal no recuerdo, era experta en hacer ganar en el juego a sus propietarios, uno de ellos Kurt Russell en uno de sus primeros papeles en el celuloide; y, El Pícaro Rascal, la tierna historia de un mapache perdido en algún lugar de los Estados Unidos.

El fútbol no se podía quedar atrás con Tostao, la Fiera de Oro, historia de esta otra gran estrella brasileña, aunque sin punto de comparación con Pelé. Cantinflas también tuvo lo suyo con El Padrecito, un cura bastante especial;  Entrega Inmediata, donde hace el papel de un cartero metido en líos harto complicados; y, El Profe, como su nombre lo indica, un maestro, pero harto adelantado para su época.

En el género de guerra, hubo cosas interesantes. La mejor de todas, sin duda,  Patton, todo un clásico con George C. Scott como protagonista. Recuerdo que esta película fue motivo de arduas discusiones y comentarios durante varias semanas, en las cuales la evocamos permanentemente con los amigos e intentábamos recordar en sus más mínimos detalles. La escena antológica: aquella del brindis con un general ruso luego de conquistada más de la mitad de Alemania.

Pero no fue la única, también estuvieron La Batalla de Neretva, acerca del frente yugoslavo en la Segunda Guerra Mundial; y una muy divertida: El Botín de los Valientes, aventuras de unos renegados del ejército norteamericano que deciden llegar hasta un pueblo donde supuestamente había un gran tesoro escondido, o algo así. Tengo también registradas en este rubro La Gran Batalla y Comando Suicida, sobre las que no alcanzo a recordar casi nada.

El  género estrella del año 1971 fue, sin embargo, el Greco-Romano. Aquí tenemos varias: La Leyenda de Eneas, la ciudad de Troya ha caído y Eneas escapa hacia Roma llevando consigo a su padre y a su hijo; El León de Tebas, aventuras en esa vieja ciudad griega; Los Siete Magníficos Rebeldes, una historia de aventureros ambientada en la antigua Grecia, muy divertida; Jason y los Argonautas, esta fue también una de la que mejores recuerdos nos dejó por su acción trepidante y ciertas escenas realmente novedosas para la época, como aquella en la que los argonautas se enfrentan a un ejército de esqueletos armados de escudos y espadas.

Pero la mayor de todas y que sigue siendo un paradigma de gran película, no sólo en este género, fue Ben-Hur. He perdido la cuenta de las veces en que habremos recordado y repasado con los amigos de la época todas y cada una de sus escenas. Como no existían todavía los vídeos, teníamos el disco (LP de 33 rpm) con la música de la película y lo escuchábamos muy seguido para imaginarnos las escenas más emocionantes. Aun hoy no podemos olvidar aquella fantástica carrera de aurigas en la que Ben-Hur se impone a su antiguo amigo Mesala.

La vi, recuerdo, en el cine “Roma” -recientemente desaparecido- el único, junto con el “República”, capaz de reproducir por esos años este tipo de películas filmadas para grandes pantallas y con un sonido espectacular para la época. Absolutamente inolvidable y varias veces vista y re-vista con gusto siempre creciente en la televisión.

Ahí no acababa el año. Una película que nos hizo presumir sobre lo que seguramente mostraban aquellas para mayores que estaban vedadas para nuestra edad: Un millón de años antes de Cristo. Imagínense a la Raquel Welch de hace 30 años, durante una hora y media, ataviada únicamente por los taparrabos que supuestamente usaban los primeros pobladores de nuestro planeta. No recuerdo prácticamente nada de la trama,  pero sí que soñamos por mucho tiempo con todo aquello que la Welch no terminaba de mostrar en la película,  aunque insinuaba a todo lo largo de la misma.

Hubo otra más digna de comentar: Un Hombre llamado Caballo, con Richard Harris y una actriz bellísima que había sido Miss Universo. El tema, recuerdo, era impactante, un hombre blanco es capturado por una tribu de indios norteamericanos y es amarrado y tratado como si fuera un caballo. Poco a poco, gracias a que les enseña a luchar contra una tribu enemiga, logra su libertad y, sobre todo, ganar el amor de una bellísima india, quien, si mal no recuerdo muere al final de la película. La secuencia antológica: cuando el protagonista cumple el rito de iniciación y es colgado durante horas de dos clavos que tiene atravesados en el pecho.

Dos más antes de concluir: Al Maestro con Cariño, la nostálgica historia de un profesor negro, Sydney Poitier, en una América todavía muy blanca y Escape del Planeta de los Simios, tercera entrega de la serie iniciada por El Planeta de los Simios, la cual nunca vi en el cine.

Estos dos primeros años fueron pues, efectivamente, tiempo de iniciación, no sólo en los diferentes géneros del celuloide, sino también en otros aspectos importantes. Si bien la mayor parte de las películas eran todavía de las “aptas para todos”, varias de ellas, especialmente en 1971, ya no eran definitivamente para niños y nos permitieron ir descubriendo temas, circunstancias e historias que empezarían a cambiarnos la vida.

Por otro lado, fueron los años en que empezamos a ir al cine entre amigos. Es decir, este tipo de aventura se convirtió también en un acto social, en el que la película a veces era lo de menos, frente a las múltiples posibilidades de diversión que se nos ofrecían al estar acompañados.

Estos dos aspectos, el ingreso al cine adulto y la socialización a través de las salas oscuras serían los que en los años siguientes marcarían y darían impulso a nuestra afición, tal como lo veremos en las próximas entregas.


(*)Carlos Amézaga, escritor, abogado y diplomático peruano. Actualmente vive entre Lima y Viena.  Ganó el concurso de las 2000 palabras de la Revista Caretas, Lima - Perú. 2002/3


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