versiones, versiones y versiones...renovar la aventura de compartir la vida con textos, imágenes y sonidosDirector, editor y operador: Diego Martínez Lora    Número 53 - diciembre 2003 - enero 2004


Carlos Amézaga(*)

1972-1973: Los años del Despegue


Los he denominado así por varias razones. En primer lugar, porque a partir de esos años se puede decir que empecé a considerar al cine como una actividad prioritaria. Ya no se trataba de ir con los padres o los amigos a divertirse dentro de una sala oscura, sino de ir hacia el encuentro de una emoción, de una vivencia, de un nuevo mundo que empezaba a descubrir a través del séptimo arte.

Por otro lado, se inicia ya una primera aproximación al cine adulto, se podría decir, al cine de verdad. Empezaba a dejar de lado las películas exclusivas para niños y adolescentes, aunque estas últimas todavía son mayoría, y hubo algunas, especialmente en 1973, de las que se pueden ver aun hoy con placer luego de tantos años de existencia.

Finalmente, hay también una razón cuantitativa: el numero de películas al año aumento significativamente, lo cual es signo inequívoco de que esta afición se estaba asentando de manera definitiva, para quedarse.

1972 (41 películas)

En el año 1972 hay ciertos géneros fundamentales que se repiten, como en los años  anteriores. Tenemos algunas de guerra, las greco-romanas, el infaltable mundo de Disney, Cantinflas, las películas chinas de acción y alguna de fútbol.

Este año hubo un primer hecho mayor: Pude ver al fin mi primera película para mayores de 18 años, Contacto en Francia: la famosa y exitosa historia de un detective marsellés apodado Popeye, encarnado por Gene Hackman, quien se enfrenta a una organización criminal dedicada al tráfico de drogas. Aun la recuerdo con cierto placer, quizás la he vuelto a ver en televisión alguna vez. La escena inolvidable: esa increíble persecución de autos en los muelles de Marsella, una secuencia que parecía durar una eternidad.

Este año me trajo también la primera película de quien pasaría a ser uno de mis favoritos en los años siguientes: Woody Allen. El título en el Perú fue Robo, huyó y lo pescaron, pero creo que el original era Take the Money and Run. Fue uno de los primeros filmes del genial director judío neoyorquino, en un papel de ladrón frustrado, totalmente idiota y disparatado, en el que sembraba las huellas de lo que sería ese humor corrosivo y autodestructivo de sus siguientes producciones.

Quiero destacar también una película que significó mucho para aquellos muchachos de la época que empezábamos nuestra adolescencia con todos sus sabores y sinsabores: Melody. No recuerdo a sus actores, pero lo que la hizo famosa fue una canción muy pegajosa de los Bee Gees, del mismo título, absolutamente romántica y soñadora. Era una historia simple de unos muchachos jóvenes enamorados. Casi todos nos vimos reflejados en la pantalla, cada uno en sus propias fantasías, siempre con el fondo musical que nos lo revivían las radios de moda de la época. Fue uno de los primeros “imprescindibles”, había que verla o no éramos nadie.

Ese año nos asustamos con Aeropuerto, la primera de una saga que continuó en los años siguientes, pero que creo fue siempre la mejor de todas. Inolvidable Charlton Heston entrando al avión siniestrado para relevar en el timón a la aterrorizada Karen Black, la bella azafata que tuvo que ponerse al mando al haber sido muertos o heridos los pilotos. Los que aun no habíamos subido a un avión, la recordamos después siempre que estuvimos en el aire y dudamos de cualquiera que entrara al baño ¿Y si llevaba una bomba para hacerla estallar?.

Hablando un poco en los géneros, diremos que estuvieron La Guerra de Troya, Sodoma y GomorraGoliat contra los Bárbaros y Dos Gladiadores, entre las greco-romanas. No creo que haya mucho que decir de ellas más allá de los propios títulos. El 7 Machos, cumplió con la cuota anual de Cantinflas. Los Aristogatos, Un Gato del FBI y Robinson Crusoe Siglo XX, con Dick van Dike,  llenaron el espacio Disney. Destaco a la primera de ellas, pues la ternura de la pareja gatuna que vive aventuras y desventuras por su “amor prohibido” nos emocionó y nos hizo reir, como lo sigue haciendo con las nuevas generaciones. La cuota de fútbol la puso una película peruana: Cholo, una especie de documental dedicado a la vida y milagros de un destacado futbolista, Hugo “el Cholo” Sotil, quien llegó a jugar y brillar en el Barcelona junto a Johan Cruyff.

También merece una mención especial un western, aunque nada convencional, que vi hacia el final del año: Me llaman Trinity, con Terence Hill, actor que hacía suspirar a más de una jovencita con sus cautivadores ojos azules y su sonrisa, y Bud Spencer, todo lo contrario en apariencia. Formaban una pareja como lo habían sido en el pasado los entrañables “gordo y el flaco”. Esta primera película, hasta donde recuerdo, fue un gran éxito así como la siguiente, no así las muchas que continuaron posteriormente, todas ellas de un carácter mucho mas comercial y menos original. Algunas imágenes aun las tengo grabadas, pero sobre todo el eco de las grandes carcajadas que soltamos durante el desarrollo de todo este primer filme de la pareja de pistoleros.

1972 acababa así, entre risas, con sensaciones nuevas, con emociones que iban un poco más allá de lo que observábamos en la pantalla, pues la misma experiencia de ir al cine constituía en sí una aventura, casi interminable, como la cartelera cinematográfica que empezábamos a sentirla ya casi toda a nuestro alcance.

1973 (44 películas)

Este año se inicia con una película que recuerdo particularmente, de un realizador novato en ese entonces: Steven Spielberg, de hecho, creo, fue su primera película llamada Reto a Muerte. Trataba sobre un hombre que en el trayecto hacia su casa en una autopista es seguido y amenazado de muerte por un inmenso camión. Nunca se llega a saber porque lo perseguían  ni quien era el misterioso camionero. Desde ya se notaba una mano certera en la dirección y un suspenso que no decae hasta el final del filme.

Este fue también un año Bond, sí, James Bond. Tuve ocasión de ver El Satánico Dr. No, Goldfinger y Sólo se vive dos veces. Estas películas las he visto muchas veces después en vídeo, pero guardo un magnífico recuerdo de cuando las pude apreciar en la pantalla grande. Demás está decir que, además de la acción y aventuras del 007, las famosas “chicas Bond” (Ursula Andress saliendo del mar en un dos piezas blanco!)eran un estímulo para los aspirantes a cinéfilos de aquella época que éramos.

Durante este año nos emocionamos mucho con La Aventura del Poseidón, recuerdan aquel transatlántico puesto de cabeza por una ola gigantesca; vivimos la tensión del sicario que quería asesinar a De Gaulle en El Día del Chacal; y, Jesucristo Superstar, la gran ópera rock de Andrew Lloyd-Weber nos hizo ver a Cristo y sus apóstoles de una manera distinta, muchos nos hicimos verdaderos “cristianos” con esta película, que veríamos varias veces más y cuya música escucharíamos en disco durante muchos años.

A los 15 años uno se cree capaz de todo, especialmente en lo que a cine se refiere, así que en 1973 hubo un género casi predominante: el de horror, con un sub-género: los vampiros. No guardo casi ningún recuerdo especial de estas películas, pero se puede juzgar por los títulos: La Diabólica Madame Sin, La Noche que Evelyn salió de su Tumba, Los Horrores del Museo Negro, La Mansión Embrujada, Una Noche Escalofriante, ¿Qué le han hecho a Solange?, Los Asesinatos de la Rue Morgue, La Venganza del Muerto (aunque creo más bien que era un western  con Clint Eastwood), Lady Frankestein y La Noche de los Diablos.

Respecto al mencionado sub-género, debo decir que a  Bela Lugosi lo conocí sólo en televisión, en los viejos filmes en blanco y negro. En mi época el “héroe” transilvánico era Christopher Lee. Su interpretación del conde Drácula resultaba impecable por su estampa, su mirada y el aura de refinada maldad que sabía imponer a su personaje. A no dudar que el éxito de sus películas entre los jóvenes de mi generación,  tuvo mucho que ver también con las belleza de las inocentes víctimas de los encantos del vampiro. Ese año vi: Drácula, Drácula 1972 DC,  Conde Yorga el Vampiro y La Gitana y el Vampiro.

De todos estos filmes hay uno que tiene un significado especial: La Noche que Evelyn salió de su Tumba. Fue el primero que tenía una censura para “mayores de 21 años”. Ver una película con esa calificación a los 15 años era todo un reto. Muchos amigos del colegio tenían ya algo de barba y eran más altos y se pavoneaban contando los detalles más escabrosos de las películas para mayores que habían podido entrar a ver. La expectativa que creaban entre los otros era inmensa. Por eso, la primera vez que lo logramos fue un triunfo significativo, el primero que nos hacía sentir de alguna manera más grandes, casi adultos.

Por cierto que para lograrlo se contaba con la complicidad de los cines de barrio, cuyos controladores hacían la vista gorda a las edades de los espectadores, a cambio, en muchos casos, de que se hiciera algún tipo de consumo adicional además de la entrada: gaseosas y chocolates eran los bienes más requeridos en los puestos de venta de los cines respectivos.

Eran famosos en aquella época por su “liberalidad”: el “Rivoly”, el “Mundo” y el “Alianza”, pero éstos quedaban en barrios muy alejados del nuestro, así que las primeras películas para mayores de 21 fueron vistas en el “Brasil”, por supuesto, en platea alta y en funciones vespertinas. Una muestra también de que aquel año empezábamos ya a dejar nuestra niñez es que sólo tengo registradas 2 películas de las “aptas para todos”, mientras que las 42 restantes eran para mayores de 14, 16, 18 y 21 años.

No faltaron tampoco ese año películas de los géneros greco-romano: Marco Antonio y Cleopatra;  y chino: El Karatista contra el Luchador Chino, El Boxeador Chino, Chi Hao el Rey de los Campeones y El Boxeador y el Karatista; mientras que Cantinflas estuvo representado por: Si yo fuera Diputado y Don Quijote cabalga de Nuevo. Ninguna de ellas, creo, merece un comentario especial.

1973 es el fin del despegue. A partir de entonces me encuentro completamente instalado e inmerso en la magia del séptimo arte, los horizontes que se han abierto son inmensos y se extienden hacia el pasado, pues empiezo a querer enterarme de lo que existía antes que empezara a ir al cine; se prolongan en el presente, pues me siento capaz de poder ver todo o casi todo lo que se pone en cartelera (aunque con retraso tratándose de películas para mayores, debiendo esperar que lleguen a los cines de barrio); y, por supuesto, se vislumbra un panorama amplio hacia el futuro, un futuro que se preveía largo y promisorio.


(*)Carlos Amézaga, escritor, abogado y diplomático peruano. Actualmente vive entre Lima y Viena.  Ganó el concurso de las 2000 palabras de la Revista Caretas, Lima - Perú. 2002/3


Índice de Versiones 53

Página principal de Versiones