versiones, versiones y versiones...Director, editor y operador: Diego Martínez Lora
Maria F. Morgado(*)
Las manos que no eran mías
( primer intento de traducción: DML)
Las manos que no eran mías me guardaron hoy un lugar especial.
Un sitio abierto a las controversias adversas,
cosas que no se pueden ni siquiera pensar en el resguardo.
Un escondite testigo de letras conjugadas.
No se gastan las palabras:
ni bajo un eco perpetuo callado.
Oye como yo las únicas vibraciones disonantes.
Tal y cual un clasicismo trágico.
Un lugar íntimo en el cual despido el mal y envuelvo el apaciguamiento.
Empujo el viento sin notar que se mueve
y a paso lento veo como corre.
Va de piernas cruzadas entre el aire y el mar que respira.
Se retira de las lluvias que compiten al curso del tiempo.
Desperté de brazos posados sobre otros brazos.
Los dos lados,
izquierdo y derecho,
apaciguados en el calor de un miedo hirviente por el toque parcial de veinte dedos semejantes a los míos,
incorporaron espacios diferenciados,
territorios marcados por señales omnipotentes
por los miembros rectos extendidos entre telas crudas y tacto afable.
El saludable,
intransitable placer de:
Sentir el aroma de buenos sueños
(que no los míos).
Transpirar un insomnio de tus pesadillas
(que son solo nuestras).
Imitar el sobrevivir.
Soy piel, carne, huesos.
Transpirar como que sondeas,
en la penumbra del eclipse el rostro de la luna.
Existen sí,
en mí,
trazos determinados en piezas así-así,
más o menos constantes en la inconstancia de uno o muchos surtos perennes.
O la creación de varios sentidos a la flor de la crema
que se esparcen en un vaso desvariado en los escombros de aquella sombra que no más se desvanece.
Por eso no hay cercas sin trabas de madera consolidadas entre vedamientos de hierba fresca.
Notas semibreves,
coágulos de tinta morada,
fondos de sol divergente,
lastrados en las plumas de una arara coja,
acomplejada por la belleza de tantos puntos de luz,
punto cruz bordado en burbujas efervescentes de...
ideales: nobles y raros.
En el vidrio una mariposa y en la puerta anchos faros.
No di de pestañas en los párpados.
Cualquier cosa, tanto y nada.
Tanto y mi mundo.
Bendición emanada.
Salvo lo que escucho,
nevada en luto,
sin quiebra abandonada,
cualquier cosa, tanto y todo.
El otro azul ondulante en arenal...
Ese nos habla de alguien,
falta contaminada.
Nos sobra palabreo y se ríe de horas cerradas en jaulas de acero,
afluye aquí.
Yo lo hago.
En las piedras terrenas un horizonte,
en los lujos marciales de los flujos que yo provoco.
Yo convoco,
Yo te abrazo porque yo lo merezco.
Quería el lugar especial de aquellas manos que no eran mías,
el local,
el precio de una perspectiva esencial,
el sueño en las alas de las ganas,
el sueño despertado en las alas del deseo.
Decía yo que la ausencia del fuego contagia la presencia de la saudade,
la visión intermitente calla el frío.
Y yo no muero.
Si un día yo fuese combustión...
Miré otros ojos en la vastedad fresca del aire matinal,
fatal
y yo dije que no muero.
Yo dije que no lloro,
las lágrimas comandan la vida de quien se deja guiar por ellas.
Yo no sufro,
conduzco un camino iluminado por algunas velas,
cera derretida en vidrios ofuscados
cortes impregnados en satisfacciones puras y espontáneas.
Detalles de felicidades,
unanimidades contemporáneas.
Donde yo encuentro un pedazo de fierro blando,
un Corazón,
yo especulo.
Por eso brinco en suelos duros que duelen al hacer pausa,
circulo en intentos viciados en intentar,
habitúo adaptaciones al límite de la calma.
Como cuando se agarra el alma en las marcas invisibles que forma en la cerrada recaída sutil en los barros desnudos de las tierras húmedas del Invierno.
Como cuando se agarra el alma en los reflejos hesitantes de una caza que florece en las naturalezas donde crece el despertar del Verano de todos.
Como cuando se agarra el alma el ansia de la fuga de la Primavera.
Como cuando se agarra el alma en la lanza atribuida a una hoja caduca, una brisa severa, una sinopsis de corrientes que siembran el disfrutar del terminus de los Otoños.
Negativo haber dueño de nosotros.
Las manos que no eran mías me guardaron hoy un lugar especial,
me exiliaron del desierto.
Se encerraron en concha y cogieron el agua más potable existente en mi tanque.
Tu fuerte seguro,
y seguramente mi sed y fuerza.
Me situaron en un viaje o en el encuentro de un espejismo caliente en las piedras corroídas por la erosión sólida de los meses que te pierdo.
Un local abierto.
Mariposa que huye huye de las sales marinas de la noche.
Huye huye de los malabarismos de la tarde.
Inspiro el amanecer.
Expiro el amanecer.
Puente en niveles.
Antes, después, contra y frente al hasta.
Nacer en valles de cafeína
en las oraciones traicioneras de los adornos de un café.
Desperté hoy de brazos reposados sobre otros brazos.
Sabes tú de quién.
(*)Maria F. Morgado, 1984. Escritora portuguesa. Reside en Oporto. Publicó Os textos que não eram meus, Editorial 100, 2004. Las manos que no eran mías, forma parte de aquel libro.