UNA REALIDAD QUE DESGARRA A NUESTRAS CULTURAS

 

Que gran tristeza e impotencia, matan hermanos indígenas y no pasa nada, nadie dice nada, ninguno de nosotros podemos hacer nada ya que nos han silenciado el miedo, nos han dicho que eso es normal en un país donde se vive la violencia, en un país donde la muerte es el pan de cada día, el alimento funesto de una nación indiferente. Ya no gritamos estamos ocupados en nuestra lucha de supervivencia y ella no nos deja ver al hermano que perdió la esperanza porque le acallaron su grito. En un país donde el lema es sálvese quien pueda, porque el silencio y la indiferencia ha sido la cultura que heredamos y nos ha apagado nuestro grito. Somos silencios perdidos en el laberinto del olvido.

Que dolor hermanos del sol y de la luna y que pena ser civilizado, porque ser civilizado es no poder contar con el amigo solidario para unir nuestras manos y preparar nuestro grito, para no permitir que se pisotee la vida por los miserables que hablan de democracia y libertad y que a nombre de ello se asesina y se hace una guerra despiadada y sombría con intereses mezquinos y bárbaros donde nunca sabremos la verdad, y no pasa nada, pero es que no pasa nada y no podemos hacer nada, somos demasiados civilizados.

La esperanza de que podamos dar la voz de protesta y no dejar que el silencio sea cómplice de esta masacre de nuestros pueblos aborígenes. Seria una voz de aliento para volver a los tiempos donde tallábamos la palabra solidaridad.

”Las tres Colombias, donde unos mueren, otros matan, la elite esconde la cabeza y goza”.

 

VIENTO TEATRO (COLOMBIA)

 

ESTOS SON TIEMPOS DIFÍCILES PARA TODOS

 

Para los Embera, que vemos todos los días caer nuestros líderes como hojas secas. Para los U`wa que resistimos la herida que nos hace con odio la industria petrolera para sacar nuestra sangre y luego venderla para que los carros de Nueva York se muevan no mas un mes. Para los Nasas y Guambianos, que recibimos en el pecho el fuego asesino de quienes no quieren aceptar que somos capaces de mandar en nuestra casa. Para los IKA, los Wiwa, los Koggi y los Kankuamu, que somos asesinados en grupos de a diez, como moscas mientras el ejército mira para otro lado o se hace el sordo. Para los Yukpas, que no tenemos dónde sembrar una mata de maíz, cuando al lado hay unos que tienen toda la tierra del mundo. Para los Pastos, que por defender nuestros territorios hemos tenido que ver a los taitas asesinados, a los líderes desaparecidos y a las comunidades amenazadas. Para los pueblos indígenas de la Amazonia, que vemos llegar la guerra a nuestros ríos y selvas, que vemos la llegada de cientos de desplazados buscando dónde sembrar coca o sacar madera o extraer oro, que somos invadidos por gentes armadas que quieren controlar nuestros territorios a nombre del Estado o de una nueva sociedad donde no parece que quepamos nosotros. Para los pueblos indígenas, a quienes nos llueve el veneno del Cielo como una maldición desde aviones manejados por gente que cobra por cada niño muerto o por cada metro de maíz quemado. En fin, para todos los pueblos que habitamos en las costas, serranías, en la zona andina, en la amazonía y en las fronteras... para los pueblos que estamos luchando por sobrevivir.

 

Mensaje de los pueblos indígenas de Colombia

 

 

UNA CULTURA DE LA POBREZA Y LA EXCLUSION

 

Hace mucho tiempo en nuestro país deambula el hambre y la violencia en un carnaval de la pobreza, donde la experiencia de vida ha sido una cultura de la exclusión, una cultura que perfila un rostro sobre la guerra que poco a poco va empobreciendo de experiencias y conocimiento libre y enriquecedor para las nuevas generaciones. Solo se vuelve del campo de batalla en el despojo y la usura más pobre y huérfano de ideas y posibilidades creadoras. La violencia no deja vivir la vida sino verla morir en su soledad cruel e indigna.

La pobreza no permite elevar el espíritu porque está ocupada borrando las huellas de la vida, avasallando el conocimiento y cortando el aliento capaz de construir la esperanza de una nación. Es sofocante la pobreza que se reanima día a día hasta crear la miseria del hombre en medio de tanta riqueza y decoración del confort.

En las grandes ciudades anda arrastras la pobreza espiritual y creadora, se anda rumiando la zozobra y la desconfianza por falta de experiencia y de aventura en el conocimiento. Ladrones y honrados tienen el propósito de continuar en la cultura de la barbarie. Buenos y malos empiezan de nuevo y son implacables obedeciendo reglas que amenazan y mutilan el diálogo y la convivencia.

Se devoran hombres y mujeres, niños y árboles, sensibilidades y silencios, gritos y sueños, inteligencias y libertades, pueblos y culturas. Sólo consumimos una cultura de rapiña que deshumaniza y astilla el misterio de la creación, que no deja huella en el pensamiento, en la singularidad de la experiencia del hombre. Ya no creamos cultura, sólo somos consumidores desaforados y desesperanzados en una fiesta de la muerte.

Nada tenemos en el rincón de la historia, sino solo tristezas y estantes viejos roídos de libros que se lamentan de ver tanto dolor junto. En la caída del tiempo han pasado hombres que han salvado la dignidad y el pensamiento, y son ellos la brújula de la experiencia, de la odisea que perfila los tiempos y que han tallado la creación con su única meta, asombrarse e inmolarse en el misterio del conocimiento.

Es el lenguaje inconfundible de la soledad de una nación que desampara a sus hijos desabrigándolos del conocimiento. La educación oficial es una educación industrializada y domestica manejada por al mercado cosificado de los seres humanos donde se nos somete al mundo de la competencia y la deslealtad, en un no-lugar donde no dejamos huella.

Es la fatiga de la pobreza espiritual donde se desalienta a los hombres y mujeres de la búsqueda de experiencias nuevas, de viajar por la disciplina y el asombro al encuentro de un lenguaje filosófico, creador y renovador de ideas, de un pensamiento científico humanístico que evoque espíritus libres. Esto es ya una utopía, lo han devorado todo, es la moda de la destrucción y de la modernidad en la desolación y el cansancio. Sólo quedan guerreros que en medio de la decepción, de la uniformidad apabullante, se aventuran enteramente a la búsqueda del espíritu libre, protegiendo el conocimiento, salvando el valor mas preciado que es su libertad.

La pobreza de experiencias y de identidad humilla el amanecer de un pueblo. Entre tanto, el ladrón y el explotador vive de la mediocridad y de la mendicidad moderna. La cultura que estimula la libertad, que protege la creación, la memoria de los orígenes y el conocimiento no ha sido primordial para ningún gobierno que se rige en la mediocridad y la homogenización del pensamiento.

Somos obras inacabadas en abandono en medio de las ruinas de una cultura polvorienta de dolor y de banalidades exuberantes. Ya no somos obras de arte de la naturaleza sino pobrezas vencidas en la fatalidad por una cultura de la muerte generadora de golosinas culturales y otras frivolidades que deshacen la inteligencia, ese gran legado de la humanidad que esta en grave peligro de desaparecer de la faz de la tierra.

Se marginan y se excluyen a los pensadores y creadores que han arriesgado por crear una cultura donde se viva la experiencia del hombre libre como un estado natural; por crear una vida digna donde el conocimiento resguarde al hombre en la reflexión, en la sabiduría de un amor inteligente y equilibrado con la naturaleza, donde la humildad roce el canto del respeto a la vida

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