Al pie del Támesis
Teatro
Cubierta de la primera edición
AL PIE DEL TÁMESIS (2008)

Texto de la contratapa: Chispas Bellatin y Raquel Saavedra, ambos peruanos y miraflorinos, se
encuentran en una habitación de hotel, en Londres. Aparentemente no se conocen y, sin embargo, tienen un pasado común: Raquel dice ser la hermana de Pirulo, gran amigo de la infancia y juventud de Chispas.

En este universo cerrado, se emprenderá un extenso viaje interior, a veces doloroso y tenso, a veces tierno y ligero. La conversación entre ambos será como una caja china donde detrás de una historia se esconde otra.
 

 

EDICIONES:
Alfaguara, 2008

Póster de la obra teatral representada en el Teatro Británico de Lima

SOBRE EL LIBRO:

   Mario Vargas Llosa asistió, durante los meses de enero y febrero, a la lectura y los ensayos de la obra teatral en el Teatro Británico de Lima, Perú. También estuvo presente los días 28 de marzo -su cumpleaños-, 29 -el estreno oficial de la obra- y domingo 30 de marzo, para recibir comentarios de los espectadores.

  El proyecto de esta obra teatral figura en una breve lista de cosas por hacer de 1987 que el autor hace en sus memorias El pez en el agua (1993). Sin embargo, es en los últimos cinco años antes de su publicación que el autor estuvo trabajando a pulso en el texto.

SOBRE LA OBRA TEATRAL:

El Comercio (Lima), 9 de marzo del 2008

Mario Vargas Llosa regresa al teatro con 'Al pie del Támesis'

9:39 | "Al pie del támesis" es una de las historias que más le ha costado escribir, confiesa. en breve, su más reciente obra teatral se presentará en el teatro británico. Un estreno mundial que el autor de "La casa verde" sigue muy de cerca

 

Por Enrique Planas

Es divertida la dedicatoria que se lee en la segunda página del texto de "Al pie del Támesis": A Luis Peirano, por su larga paciencia. En efecto, hace mucho tiempo, Mario Vargas Llosa le había prometido al director de teatro una obra, una historia que nació a partir de una conversación con Guillermo Cabrera Infante. Su colega cubano le había relatado sin perder aún el asombro su reencuentro con el poeta venezolano Esdras Parra, quien décadas después de la última despedida, había cambiado visiblemente. Se había convertido en una celebrada poetisa. "De pronto, tuve la idea de la obra: el encuentro en Londres de dos amigos miraflorinos que no se han visto en treinta y cinco años. Como Londres es la ciudad de los aparecidos, de la conversación empezarán a aparecer fantasmas, pero de carne y hueso. Me gustó muchísimo la idea y me puse a trabajar", nos confiesa el escritor en la tranquilidad de su estudio en Barranco.

Lo curioso es que, aunque el autor de "La Chunga" escribió el borrador de la obra en menos de dos semanas, las sucesivas reescrituras le tomaron casi seis años. "Solo con 'Los Cachorros' recuerdo haber reescrito tantas veces un texto. No acababa nunca de sentir que había aprovechado bastante esa historia", explica MVLL.

¿En una obra de un solo acto, cuyo texto se lee de un tirón, dónde radica la dificultad?
Creo que lo que me costó mucho trabajo es entender algo que estaba implícito en la obra pero que al principio me resistía muchísimo a aceptar: "Al pie del Támesis" no era una historia realista. Yo quería que esta fuera una historia realista y con ello frustraba las posibilidades de una historia que se enriquecía muchísimo si el elemento ficticio ocupaba un lugar central. Fíjate que me tomó varios años para entenderlo. No sé cuántas versiones hice de esta obra, pero fueron muchas .

Para el montaje de la obra, ha estado presente desde las primeras lecturas hasta los ensayos finales...
El teatro tiene una cosa fascinante, es una obra de colaboración. Tienes que saber que lo que escribes es solo una parte del espectáculo. El director, los actores, los técnicos, todos juegan una parte fundamental. Hay que estar consciente de esta otra dimensión, que no existe cuando escribes una novela. Ser consciente de que solo eres una parte de la historia, que esta la van a completar otros, hace que escribir una obra de teatro sea algo muy distinto que una novela. Generalmente no estoy presente cuando se ensaya una obra mía. Esta vez sí. Desde la primera lectura hasta el estreno voy a seguir cerca de todo lo que ha sido la composición del espectáculo.

Es lugar común que los directores digan que no hay mejor dramaturgo que el dramaturgo muerto, ya que no pueden intervenir en el montaje. ¿Su presencia en los ensayos no intimidaba a los actores?
En algún momento pareció que ocurría eso y por eso yo discretamente hice mutis. Pero luego me invitaron a que volviera. Yo procuro ser muy discreto. El director de la obra es Lucho Peirano y yo no me he metido para nada en lo que es la dirección, ni siquiera para opinar, salvo cuando él me lo pide. Estar con ellos me ha servido muchísimo para oír el texto con distancia, en boca de los actores. Eso me permitió hacer pequeñas pero importantes enmiendas. Esta experiencia ha sido muy bonita para mí, porque Lucho Peirano, Bertha Pancorvo y Alberto Ísola se entienden muy bien. No es la primera vez que trabajan juntos y hay una gran amistad entre ellos. Hay una gran complicidad. Buscan y encuentran cosas y Lucho dirige de una manera que les permite a los actores ejercer su libertad. Ellos contribuyen mucho con cosas creativas. Para mí, ha sido muy interesante ver cómo aparecían en la obra cosas que no sospechaba, gracias al director o los actores. Es una experiencia que no he tenido en otras obras de teatro.

¿En la obra, el personaje del transexual es un motivo para reflexionar sobre la identidad, un tema tan presente en sus ensayos?
Pues mira, creo que la identidad es algo que nosotros construimos, no es algo con lo que tu vienes al mundo. Signo de civilización es que una persona pueda ir construyendo su identidad a partir de iniciativas tomadas libremente. Si la identidad es impuesta, esta es una forma de esclavitud. Y creo que eso existe en comunidades muy primitivas, en las que el individuo es solo una parte de la tribu. Al no tener posibilidades de sobrevivir separado del contexto social, entonces la tribu le impone una identidad que le permite sobrevivir. Pero luego la civilización va permitiendo que el individuo se desgaje de esa comunidad y que vaya teniendo una autonomía cada vez mayor para elegir su dios, sus costumbres, su lengua, su sexo. Mientras más elecciones libres tenga, más libremente construye su identidad de acuerdo a sus motivaciones, apetitos, tendencias, proclividades. Ese es un tema que me ha apasionado muchísimo. Y en esta obra, el tema se encarna de una forma muy dramática.

El transexual es la transformación más radical de la identidad...
Y no solamente eso. En ciertos contextos, la más arriesgada, la más difícil de asumir y, seguramente, la que más profundamente produce traumas y desgarramiento. Es un tema que tenía una gran dificultad para la obra: debía evitar la truculencia, la demagogia, tratarlo con naturalidad y autenticidad.

En la literatura y el cine contemporáneos, el transexual y el travesti son un símbolo de lo posmoderno, del reciclaje, de la transformación de todo paradigma.
Y además de ese juego en que la vida se ha convertido para la posmodernidad, una especie de espectáculo en el que representas roles, y las identidades se pierden muchas veces en esas representaciones. En esta obra hay un juego de imposturas del que va emergiendo, con dificultad, una autenticidad, la revelación de lo que en el fondo son los propios protagonistas, de lo que han querido ser o de lo que no se han atrevido a ser.

Para el texto de "La Chunga", usted utilizó como epígrafe una frase de Oscar Wilde: "La verdad es raramente pura y nunca simple". Esta sentencia podría ser aplicable a toda su obra teatral: la búsqueda de la verdad desde la realidad y lo imaginario.
Creo que existe una frontera entre la verdad y la mentira. No soy un relativista que crea que la verdad no existe, que todo dependa del punto de vista. Creo que hay verdades y mentiras, pero que la frontera entre ambas nunca es nítida, como creen los fanáticos. La verdad es muchas veces compleja, ambigua, tienes que hacer un enorme esfuerzo para aislarla. Muchas veces esa ambigüedad debería llevarte a ser prudente. Siempre la realidad humana es mucho más sutil, más imprevisible, más compleja, que lo que pueden interpretar cualquier esquema racional. Probablemente, si hay un aspecto de la realidad humana donde eso sea más evidente es en el sexo, algo que siempre se ha querido catalogar, clasificar por los dogmas, por la visión religiosa. En realidad el sexo es siempre mucho más imprevisible, escurridizo y complejo, es uno de los aspectos de la persona donde más se ejercita la libertad. Este es uno de los temas de la obra que creo también muy presente en las cosas que he escrito, pero ahora de una manera mucho más flagrante.

¿Cuanto pesa lo simbólico en la historia que busca contar? Es claro que el público espera de Vargas Llosa una reflexión que vaya más allá de la historia...
El primer impulso, y el que prevalece siempre cuando escribo una obra de teatro o una novela es la historia. Lo demás viene solo, por añadidura. Al final, lo más difícil es contar bien una historia, de tal manera que quien la lea o la vea sobre un escenario se identifique con ella y la viva como una experiencia personal. Ninguna historia llega a hechizar a un espectador si no lo compromete, si no toca los problemas que a él realmente le preocupan, si en esa historia él no ve alguna explicación o solución a un problema que lleva consigo. Una historia no es apasionante porque sí. Lo es porque te toca, porque tiene que ver con tu historia personal. Hay ideas, puntos de vista, cuestionamientos, pero tanto en el teatro como en la narrativa eso tiene que transpirar de la propia historia. Si no, resulta algo postizo , un pretexto para divulgar ciertas ideas.

Decía que un pálpito le dice si una historia va mejor para el teatro o para una novela. ¿Hay algo más detrás de este pálpito?
Es algo muy misterioso para mí. No sé por qué, pero sé cuando una historia es para el teatro y cuando para una novela. No puedo explicarlo racionalmente. Para mí, una historia teatral es mucho más visual: veo las caras de los personajes, las situaciones. Es una historia mucho más condensada, más sintética, no se proyecta en el tiempo como ocurre con las novelas. Pero no te puedo dar una respuesta. Eso sí, la intuición es clarísima, nunca me falla.

Los críticos señalan que el teatro es el espacio más liberador para usted, donde puede expiar más cómodamente fantasmas como el sexo y la sordidez.
Es posible, aunque no tengo distancia para darme cuenta. Pero sí, es verdad que hay en mi teatro una coherencia que no hay en mi narrativa. En él se puede hablar de un cierto denominador común, pero eso no es deliberado.


Es conocido que su gusto por el teatro se inició de niño tras ver en el teatro Segura "La muerte de un viajante" de Arthur Miller. ¿Miller para su teatro sería lo que Faulkner para sus novelas?

Nunca podré olvidar lo que fue la experiencia de ver "La muerte de un viajante". Yo ya sabía que en la novela existía esa libertad para tratar el tiempo, que una historia podía pasar del pasado al futuro, de un narrador a otro, pero no había visto en el teatro nada parecido, una obra que jugara con tal libertad con el tiempo o con los niveles de realidad. La impresión fue realmente enorme. Tanto que me hizo escribir mi primera obrita de teatro "La huida del inca". Pero si me pides elegir a un autor de teatro, no citaría a Arthur Miller. Hay otros autores que admiro enormemente, como O'Neill, por ejemplo. "Largo viaje hacia la noche" es una obra que me impresionó tremendamente. Igual sucede con Chéjov o Ibsen. Entre los autores más modernos, creo que Tom Stopard es el dramaturgo vivo más creativo, original y novedoso. Poco conocido fuera del mundo anglosajón, por desgracia.

¿Qué le parece el teatro de Harold Pinter?.
No me gusta mucho. "The Homecoming" es muy interesante, pero me parece que su teatro de vanguardia le debe mucho a Beckett, a Ionesco, pero sin tener la originalidad de ellos. Ha hecho espléndidos guiones para cine, pero hay otras cosas que no me gustan nada. Me parece una vanguardia muy forzada, desprovista de contenido. No es un autor que prefiera entre todos los contemporáneos.

¿Y el teatro francés actual? ¿La obra de Koltés, por ejemplo?
Me parece bastante superficial, y además no me parece de gran originalidad. Más bien me interesa mucho David Mamet. Es un escritor estadounidense muy interesante, aunque todavía no ha pasado la prueba del tiempo.

Sigue pensando, como escribió alguna vez, que el teatro de Brecht, el Teatro del Absurdo y los 'happenings' sufren de arterioesclerosis?
Creo que el 'happening' está muerto y enterrado. El genio de Brecht nadie lo discute, pero creo que sus ideas sobre teatro hoy ya no están vigentes. En cambio, el Teatro del Absurdo se ha integrado mucho al teatro contemporáneo. Creo que son fuentes que han irrigado mucho el teatro de hoy, pero que, al mismo tiempo esas tres corrientes ya quedaron superadas.

EL DATO
Estreno mundial
Dirigida por Luis Peirano e interpretada por Alberto Ísola y Bertha Pancorvo, "Al pie del Támesis" se estrenará el 27 de marzo en el Teatro Británico de Miraflores, producida por la Asociación Cultural Peruano-Británica. Asimismo, la obra será publicada en breve por Alfaguara.


"Al pie del Támesis", la última obra de teatro de Vargas Llosa, alista su estreno en Lima

Agencia EFE
Miércoles, 26 de marzo 2008

"Al pie del Támesis", la última obra de teatro del escritor peruano Mario Vargas Llosa, fue presentada hoy a los periodistas locales mientras se realizan los últimos retoques para su estreno mundial el próximo sábado en Lima.

Dirigida por el reconocido director peruano Luis Peirano, la obra se desarrolla en el hotel Savoy de Londres, donde dos peruanos: el Chispas, un exitoso hombre de negocios encarnado por Alberto Isola, y una antigua amiga Raquelita, en la piel de Bertha Pancorvo, se reencuentran luego de 35 años.

Ese encuentro supondrá para el Chispas, en palabras de Isola, "un viaje hacia su propio pasado, y hacia el vacío (...) en un encuentro con muchos fantasmas, precisamente en la fantasmagórica Londres".

"Al pie del Támesis" es la sexta obra escrita por el eterno candidato al Nobel de literatura, un libreto que, según desvelaron a los periodistas sus intérpretes, nació a partir de una conversación con el fallecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante y que ha sido una de las piezas que más tiempo le ha costado escribir.

"Esta es una obra que se ha demorado cinco años en escribir, es probablemente el texto que Mario más ha revisado después de Los Cachorros (1967)", explicó Isola, quien enfatizó que el autor estuvo presente durante todos los ensayos, lo que le permitió "corregir pasajes, añadir cosas, etc".

Para Pancorvo, el trabajo con Vargas Llosa fue una "experiencia fantástica para todos", porque el autor veía cómo sus palabras cobraban vida y nuevos sentidos.

"Lo que más le fascinaban eran los silencios y lo que más le divertía era cómo una frase que había salido de su imaginación se transformaba, y cómo los actores nos íbamos apropiando de su texto, yo creo que era el que más disfrutaba", añadió Isola.

Según explicaron los artistas, en esta obra se pueden encontrar los clásicos temas que Vargas Llosa revisa siempre en su obra: la cuestión de la identidad, la libertad, y el trauma oscuro que regresa del pasado.

Sin embargo, una novedad que el autor de "Conversación en la Catedral" no había tratado antes con esta profundidad en su producción teatral, aunque sí en prosa, es el retrato del barrio limeño de Miraflores, a finales de los años 50.

En este caso, Miraflores se convierte, según Isola, "en un elemento de nostalgia, en la encarnación de ese paraíso perdido, al que es imposible regresar".

La obra se estrenará, con la presencia del autor que actualmente se encuentra fuera de Lima, el próximo sábado 29 de marzo en el Teatro del Centro Cultural Peruano Británico de Lima y estará representándose hasta el 19 de mayo.


Perú.21 (Lima), 1 de abril del 2008

A medio camino de una obra estupenda
Alegría destaca los méritos de Al pie del Támesis, la pieza teatral de Mario Vargas Llosa, pero siente que su  anécdota ha sido desperdiciada. Espera una 'corrección'.

Por Alonso Alegría

Estamos en una suite del elegantísimo Hotel Savoy de Londres. Un hombre de negocios cincuentón espera inquieto. Aparece una bella mujer que se ha presentado por teléfono como Raquel, hermana de Pirulo. Pirulo ha sido el mejor amigo de la infancia y juventud de este empresario, conocido en ese entonces como Chispas. Chispas cuestiona la identidad de Raquel. Nunca escuchó a Pirulo mencionar una hermana. Las excusas de Raquel parecen endebles.

La visita es insólita también porque, al terminar el colegio, Pirulo se ausentó totalmente de todo y de todos, dejando un doloroso vacío en la vida de su camarada. Chispas no ha sabido nada de Pirulo en treinta y cinco años y, en ese lapso, se ha casado y divorciado tres veces.

¿Qué hace aquí esta desconocida? ¿Ha venido a sacarle plata? Raquel le explica las razones de Pirulo para desaparecerse. ¿Acaso no recuerda Chispas que a Pirulo le pegó? En las duchas del gimnasio del Terrazas y en un arranque defensivo, el joven Chispas -un muchacho fornido- le propinó a Pirulo un puñetazo que casi le destruye la boca. El motivo fue un frustrado beso en los labios que Pirulo quiso darle.
La precisión de los detalles que Raquel conoce de tan íntima pelea hace que Chispas se vaya dando cuenta -y nosotros con él- de una muy sorprendente pero, al mismo tiempo, previsible verdad: Raquel es Pirulo, después de un total cambio de sexo.

El asombro de Chispas deviene incontrolable ataque de risa. Pasada la risa, aparecen las preguntas que cualquier hombre curioso haría en un caso así. Raquel las responde con franqueza y en suficiente detalle. Le creemos y -lo que es más importante- le cree Chispas.

Inventándose un pasado imaginario, la pareja ahora emprende dos de esos infantiles juegos de representar situaciones que con frecuencia vemos en el teatro. Primero juegan a estar contrayendo un elegante y muy limeño matrimonio. Luego juegan a los apasionados escarceos entre amantes heterosexuales. Chispas, presionado por Raquel, confiesa que sus tres matrimonios fracasaron por disfunción eréctil, condición que solo ha podido contrarrestar fantaseando con ese beso que, en su imaginación, fue permitido y, por cierto, disfrutado.

Comenzamos a sospechar que el futuro desarrollo de este encuentro con Raquel irá por el lado de las confesiones entre homosexuales.
O, acaso, pensamos que, a lo mejor, Chispas es bien hombrecito y la situación irá por el lado de un renacimiento del profundo amor que Chispas le tuvo a Pirulo y que, ahora, la nueva sexualidad de su antiguo camarada le da permiso para expresar. Comienzo a fantasear con que la obra terminará con un beso.

Pero no. Nada de eso. De golpe y porrazo, Raquel ya no existe. Se revela que Chispas no solo le dio a Pirulo tremendo puñete sino que lo mató arrojándole una pesa de entrenamiento gimnástico. Pirulo está muerto desde hace treinta y cinco años. Ergo jamás se cambió de sexo y Raquel, a quien tenemos delante, es otro producto de la imaginación de Chispas.

Raquel desaparece y Chispas se queda un momento en esa suite lamentando su suerte hasta que aparece. pues Pirulo. Nada menos. En tono mandón, saca a Chispas de allí: lo esperan para resolver importantes negocios. Con la caída de este último dominó se termina de desplomar toda la fila. Que Pirulo aparezca vivo invalida la muerte de Pirulo, tal como esa muerte invalidó la existencia de Raquel y de su cambio de sexo. Y es así como la obra renuncia a explorar los misteriosos vericuetos de nuestra sexualidad para acabar habiéndonos mostrado, sin nosotros siquiera darnos cuenta, las fantasías de un homosexual cincuentón. Apenas eso.

Es un fuerte precepto de la mejor técnica narrativa, porque es también requisito inapelable de la verosimilitud, que un evento sorprendente sea, al mismo tiempo, lógico. El espectador, confrontado o quizás embestido por un evento que parece surgir de la nada, debe reaccionar con un extrañado "¿qué cosa?" mezclado con un satisfecho "¡ah, claro!". La total sorpresa inmediatamente comprendida es una de las más agradables sensaciones que la ficción, de cualquier género, puede brindar.

Pero, es precisamente en este terreno narrativo que la nueva obra de Mario Vargas Llosa, estrenada el sábado pasado, muestra sus mayores debilidades. Dotada de un perfecto lenguaje oral -no podía ser de otra forma en un prosista de su nivel-, el verdadero tema de Al pie del Támesis se le va de las manos.

A mi entender -me atrevo con respeto a esta aventurada conjetura-, a Vargas Llosa le sucede esto por falta de confianza o acaso de destreza en el uso de los medios narrativos más naturales del teatro, esos que harían posible una interesantísima obra realista de acción continua, moderna a la manera de Albee o de Stoppard, una obra con una situación muy fuerte a la que le bastaría, para mantener su interés, ir mostrando con verdad el proceso de la relación entre Chispas y Raquel/Pirulo a medida que van llegando a un lugar que tanto ellos como nosotros desconocíamos.

El autor ha narrado el suceso que lo motivó a escribir esta pieza. Fue una anécdota personal, relatada por el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, acerca de su encuentro con un viejo camarada convertido en mujer. He ahí, cómo no, el tema que le interesó al autor, que es el verdadero tema de la pieza que -me atrevo a asegurarlo- Vargas Llosa quiso escribir pero que no ha logrado escribir. Todavía.
Al pie del Támesis me deja el ácido sabor de algo importantísimo que pudo haber sido. Y también, por cierto, la idea de la maravilla que la pieza podría llegar a ser, si acaso para Vargas Llosa, como para todo autor dramático moderno, este estreno mundial fuera apenas el buen inicio de un proceso de confrontaciones con el público de sucesivas versiones cada vez más perfectas.

La inminente publicación de la pieza en forma de libro me obliga a pensar que el novelista, probablemente, no mueva una letra. Lástima grande si así fuera, porque la idea es magnífica y tanto ella como el arte del teatro merecen, y hasta diría yo que exigen, un arduo y riguroso proceso de prueba y error, que no tiene lugar en la página escrita, no, sino con público y actores y sobre las tablas, únicas condiciones suficientes para que la muerta escritura del libreto cobre vida, único laboratorio donde uno puede ir descubriendo aquello que su obra verdaderamente es, en su total y, acaso, maravillosa plenitud.


La República (Lima), abril del 2008

"Al pie del Támesis": crítica de la obra teatral

Por Javier Ágreda

La recién estrenada obra teatral Al pie del Támesis, de Mario Vargas Llosa, está íntimamente relacionada con la novela Los cachorros (1967). En ambas, los protagonistas sufrieron de niños una terrible experiencia sexual que los marcaría para toda la vida. Pero si en la novela esa experiencia era una castración real, en este drama se trata de algo más bien simbólico: Chispas Bellatín, el protagonista (13 años de edad), reacciona violentamente cuando Pirulo Saavedra –su mejor amigo, vecino y compañero de escuela– intenta besarlo en los labios.

Ese episodio lo contará, medio siglo después el propio Chispas (convertido en un exitoso empresario) a Raquel, hermana de Pirulo, quien lo visita en una habitación de hotel en Londres. Toda la obra teatral está constituida por la conversación que sostiene la pareja en esa habitación. Chispas al principio no recuerda a Raquel, y después llega al convencimiento de que su amigo no tenía ninguna hermana. Por último, deduce que Raquel sólo puede ser Pirulo, después de un radical proceso de cambio de sexo. De ahí la conversación deriva en las fantasías de los personajes acerca de lo que pudieron ser sus vidas de haber tomado aquel incidente de la infancia de otra manera. (Hay un más detallado resumen de la trama en el comentario de Alonso Alegría).

Con el salto a lo imaginario y subjetivo, Al pie del Támesis se aparta de Los cachorros, una relato eminentemente realista. Lamentablemente, también pierde toda su intensidad dramática, pues las ficciones de los personajes tienen un carácter demasiado festivo y superficial. Vargas Llosa dice que estas fantasías son “mentiras” que se cuenta Chispas “tomándose un pequeño respiro de su atareada existencia de hombre de negocios”. Pero esas mentiras no están a la altura de los trascendentales temas planteados en la primera mitad de la obra: la identidad, el destino personal, la importancia de las experiencias de la infancia y la homosexualidad. El tratamiento de este último tema, aparentemente uno de los ejes de la obra, resulta especialmente decepcionante.

Luis Peirano ha llevado a escena este drama con sobriedad, empleando un decorado minimalista que otorga a los personajes diversas posibilidades de desplazamiento; aunque por momentos, esos desplazamientos resultan demasiado enfáticos (arriba dominante-abajo dominado). Los actores también cumplen desempeños aceptables, no obstante que Chispas se parece demasiado al personaje “prototipo” de Alberto Ísola (el dictador de La fiesta del Chivo, p.e); y Raquel (Bertha Pancorvo) a “la Agrado” de Todo sobre mi madre. Pero los mayores problemas están relacionados con el texto: la obra dura poco más de una hora, aunque seguramente se le podrían cortar unos diez minutos, especialmente aquellos en los que todos los espectadores sabemos que Raquel es Pirulo, y el único que no parece darse cuenta es el propio Chispas.

Mario Vargas Llosa ha confesado que ésta es una de las obras que más le ha costado escribir: “Cuando comencé a corregirla no sospechaba que la seguiría rehaciendo a lo largo de los cinco o seis años siguientes … Varias veces encarpeté Al pie del Támesis y la dejé dormir el sueño de las historias nonatas…”. Recordamos que el escritor ha hecho confesiones similares con respecto a la historia de Flora Tristán, en la que está basada su novela El paraíso en la otra esquina (2003), una de sus novelas menos logradas. Es que hay proyectos literarios que desde su planteamiento presentan problemas y obstáculos que ni el escritor más talentoso y experimentado puede superar.

 

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