47 | El calvario de Castro Barbudo (Pontecaldelas) |
El calvario de Santa María de Castro Barbudo (Pontecaldelas), es junto con los de Bueu y Beade, uno de los monumentos más representativos de esta tipología del arte popular gallego. Calvarios con tres cruces hay muchos (por ejemplo, el ya estudiado de Bieite (Leiro)), pero son muy pocos los que están integrados por tres cruceiros, todos ellos con las figuraciones respectivas. Este calvario de Castro Barbudo es relativamente bien conocido, pues además de merecer la atención de algunos investigadores, tampoco ha pasado desapercibido en algunas páginas web de fomento del turismo de esta comarca.
Sin lugar a dudas, por su rareza, es una obra digna de admiración. Sin embargo, para nosotros posee un interés especial diferente de la mera curiosidad. En efecto, como se verá a continuación, el calvario fue construido por Manuel González Perdiz, maestro cantero al que ya hemos dedicado un estudio biográfico y artístico de su producción. En consecuencia, con este artículo se trata de complementar y ampliar nuestro conocimiento sobre la trayectoria profesional de este cantero. Pero asimismo, por la fecha en que fue levantado, 1883, constituye su detenido examen un jalón más para comprender mejor la actividad artística popular de finales del siglo XIX, que como ya hemos indicado en artículos anteriores, fue la época cumbre de la cantería tradicional gallega tal como se puede comprobar estudiando los panteones edificados por estos años.
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El calvario se localiza en el mismo atrio de la iglesia parroquial, el cual, como suele ser común en las feligresías donde aún se conservan, se utiliza además como cementerio, con las tumbas dispuestas alrededor de la iglesia. Lo componen tres cruceiros asentados sobre una baja plataforma, y cercados por una reja de hierro. Ante ellos hay una mesa de piedra para la realización de ofrendas, de factura semejante a los altares de los retablos de las iglesias. Los tres cruceiros cuentan con basamenta, columna, capitel y crucifijo. El mayor de todos es el central, dedicado evidentemente a la representación de la crucifixión de Cristo. Las basamentas son de traza compleja, de perfiles sinuosos y con molduraciones. Los fustes de las columnas ofrecen diversidad de formas: los laterales son de sección cilíndrica, ligeramente más anchos en la base, mientras el central es de sección tripartita cuadrada y moldurada en su tercio inferior, octogonal a continuación, y para concluir, circular en la parte superior. Los capiteles son también distintos: el perteneciente al cruceiro central es compuesto, con el rostro de un angelote en medio del entablamento curvo, mientras los capiteles de los extremos son una rara mescolanza de tendencias, destacando las guirnaldas suspendidas entre las volutas.
En el cruceiro central se representa en la parte delantera a Cristo ya muerto, y acompañado de un ángel que le recoge la sangre en un cáliz. Por detrás vemos la imagen de Nuestra Señora, portando corona real, y sosteniendo al Niño en brazos, mientras que en la otra mano lleva un rosario. En la columna también hay dos imágenes: por la parte delantera, vemos a San José, trazado como un varon anciano, de largas barbas, vestido con túnica y manto, con el Niño en el regazo (el cual exhibe la Bola con la cruz), y con el otro brazo ase un lirio; por la parte trasera hay una talla de San Juan Bautista, con el cordero en brazos, y aguantando con la otra mano la bandera triunfal. En la basamenta de este cruceiro hay varias inscripciones:
En el cruceiro de la izquierda se escenificó la crucifixión de Dimas. Tiene los dos brazos atados al travesaño de la cruz, mientras los pies, uno está atado, y el otro clavado. Por la parte superior, dos ángeles tratan de levantarlo asiéndolo de las extremidades. En la basamenta hay también una inscripción: Dimas el buen ladrón.
El cruceiro de la derecha está dedicado a la crucifixión de Xiestas. Éste permanece, no clavado, sino atado de pies y manos a los palos de la cruz. Al pie de ésta hay un animal de aspecto terrible, a medio camino entre dragón y serpiente alada, el cual trata de enrrollarse en las piernas del condenado. Sin lugar a dudas, alude plásticamente al Demonio. En la basamenta consta asimismo una sorprendente inscripción: Dimas [sic] el mal ladrón. Evidentemente, se trata de un error, y donde se lee Dimas, debiera haber sido grabado Xiestas.
Como ya hemos señalado más arriba, el calvario de Castro Barbudo es uno de los pocos donde además de haberse levantado las tres cruces (lo cual tampoco es muy común), las de los laterales fueron dotadas de imágenes. En principio, los tres elementos son desde un punto de vista morfológico cruceiros. Pero está claro que el único de ellos que puede mover a devoción es el central. En consecuencia, si atendemos a su contenido, tan sólo en el sentido cultural podemos considerar como cruceiro el que recoge la crucifixión del Señor, no los otros. De hecho, de los varios cientos de cruceiros que conocemos, sólamente en casos muy excepcionales, aparece en el crucifijo una imagen distinta a Cristo. Incluso, estando la parte posterior de los cruceiros reservada, cuando así cosnta, a la efigie de la Virgen en sus varias advocaciones, también sólo en escasos ejemplos ha sido reemplazada por un santo.
De todo ello se sigue la rareza iconográfica de este calvario. Sin embargo, en el culto católico, la representación del Calvario exigía inevitablemente la traza de las tres cruces, tal como se ve, tanto en montes calvarios monumentales, como en los grabados en las paredes de iglesias. Es por esto, que en Castro Barbudo, en Bueu y en Beade, se dió un paso más y se configuraron calvarios iconográficamentes completos. No obstante, insistimos, la figuración de los dos ladrones, no debía ser estrictamente necesaria, pues al no ser objeto de veneración, se excusaba su representación.
Otro tema iconográfico de interés lo define ese gran monstruo en actitud de devorar a Xiestas. Sin dudas es la representación del Demonio, del Mal o del Pecado, que todo viene a ser lo mismo. La plasmación de grandes culebrones en los fustes o basamentas de los cruceiros gallegos está bastante extendida. A veces, más que grandes serpientes, son dragones, o de un modo más amplio, terribles e indefinidos bactracios. En ocasiones aparecen junto a Adán y Eva. Era típico de Manuel González la talla de nuestros primeros padres en el frente del arranque inferior de la columna acompañados de una enorme y gruesa serpiente con la manzana entre sus fauces. Sin embargo, en este calvario, Manuel González propone una atrevida innovación iconográfica: el mal, el pecado, o su factor, el Diablo, son la perdición de Xiestas, el cual devorado por éste, se condenará irremediablemente. Dimas sin embargo, irá al Cielo, tal como ya se sabe, y además lo constata la presencia de los ángeles tratándolo de llevar a la Gloria eterna.
En la vertiente artística, las imágenes de este calvario reproducen perfectamente el estilo de Manuel González. Si examinamos detenidamente la imagen de San José comprobaremos por qué hemos indicado que este maestro hasta cierto punto fue el último de los canteros heredero de la tradición barroca del arte popular. Sus personajes están plasmados con rotunda frontalidad, sin apenas expresión. son además, individuos de rostro muy desarrollado, con lo que no se atiende a los cánones típicos. Pero también es posible, que quizás se sigan otros criterios estéticos, aún dentro de algunas notorias limitaciones técnicas. No obstante, estas imágenes gozan de una indudable sobriedad y hieratismo, y es innegable que inspiran sentimiento religioso.
Vigo, a 10 de Julio del 2002
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