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El
Monte das Cruces (Chandebrito, Nigrán)





    En la parroquia de Chandebrito (Nigrán), cercano al barrio de A Igrexa existe un lugar llamado Os Cruceiros o también Monte das Cruces en el cual se yerguen dos cruces de piedra, testimonios mudos de ciertas creencias religiosas practicadas antaño. El estudio de este sitio, así como las noticias orales que circulan relacionadas con el nos pareció de una especial importancia, tanto en el campo de la historia de las costumbres religiosas populares, como del conocimiento etnográfico de la cultura tradicional.



Aspecto general del lugar llamado Monte das Cruces o también Os Cruceiros (Chandebrito, Nigrán). Al fondo se puede ver la Ría de Vigo, y a la izquierda de la imagen la ladera del Monte do Castro.




    El Monte das Cruces es una ligera elevación de sustrato granítico situada inmediata, y sobre el barrio de A Igrexa, históricamente denominado Brito. A las espaldas de esta aldea, se levanta imponente el Monte do Castro, alto coto puntiagudo visible desde larga distancia, a cuyos pies se edificó el caserío. El Monte das Cruces lo encontramos junto a él. Este sitio dista unos 30 m. del mencionado barrio, y allí mismo comienzan los montes comunales de esta parroquia por este sector. Viejos caminos provenientes de Brito, corredoira (caminos relativamente profundos originados por el paso continuo de carros del pais), pasaban circundando las cruces, actualmente practicamente desaparecidos, y sustituidos por una moderna pista parcialmente asfaltada. Este paraje era lugar de paso obligado para las comunicaciones de la parroquia con espacios más alejados como Valadares (Vigo).
    El coto donde están las cruces, como se puede examinar por la fotografía que adjuntamos, es de escaso relieve, de forma circular, de unos 20 por 30 m., y de unos 2 m. de altura máxima desde la pendiente, ligeramente abombada, y de composición eminentemente granítica, siendo muchas las lajas y pequeños peñascos que sobresalen del suelo.
    En este sitio se conservan en sus ubicaciones originales dos cruces de piedra. Pero asimismo, en diversas rocas, constan otros tres orificios cuadrangulares indicando que en ellos hubo instalados no hace mucho tiempo más cruces, hoy perdidas. Hemos preguntado a los vecinos sobre estas supuestas cruces, y en efecto nos han confirmado su existencia hasta no hace mucho. En suma, en el lugar hubo erigidas hasta cinco cruces de piedra, colocadas en diversas rocas, dispersas por el entorno inmediato, cercanas unas a las otras, pero distribuidas sin orden aparente. Para su instalación se aprovecharon peñascos allí existentes, algunos móviles. Sin embargo, es posible que tres de estas cinco cruces estuvieran asocuiadas formando un aparente calvario. De este conjunto sobrevive únicamente la que creemos fue la central hincada en el peñasco más elevado del coto. a ambos lados de esta cruz, y muy próximos a ella se ven los orificios cuadrangulares donde estaban alojadas las otras dos unidades desparecidas.
    La cruz hincada en el peñasco que corona el coto mide 1,7 m. de altura. Es de formas muy simples y de aspecto muy patinado, lo cual remite a una relativa antigüedad, tal vez al siglo XVIII. La otra cruz conservada es más pequeña, de 1,05 m. de altura también de diseño muy sencillo. Su basamento, al igual que en el de otras cruces desparecidas consite en un gran bloque regularizado toscamente. Estimar la cronología de esta última cruz es ya más difícil, pero posiblemente sea más reciente que la anterior.




Aspecto de las dos cruces conservadas




    En las frecuentes visitas que hemos realizado a Chandebrito, desde siempre nos llamó poderosamente la atención este lugar. En un principio, y especulando con paralelos etnográficos de otras parroquias pensamos que se trataría de un mero monte calvario, cuya principal misión como ya se sabe, es la de servir para conmemorar la Pasión de Jesucristo en las procesiones de la Semana Santa. Confirmaría esta suposición la presencia hasta no hace mucho de varias cruces de piedra insertadas sobre los muros de fincas particulares por la carretera que viene desde la iglesia parroquial, distante unos 300 m. hacia el S. De este modo se asemejaría a otros vía crucis que hemos tenido la oportunidad de estudiar en distintas feligresías gallegas, en los cuales, raro es el caso, donde consten todas las cruces que jalonan las estaciones preceptivas.
    El hecho es que aún creemos en la actualidad en esta hipótesis explicativa. En efecto, las informaciones que hemos podido obtener de los vecinos más viejos no apuntan en esta dirección; al emnos nadie recuerda esta supuesta costumbre, por otra parte muy extendida en Galicia, y aún no totalmente desaparecida. La memoria colectiva nos lleva a otras realidades religiosas.
    Según una vecina se realizaba una procesión has Os Cruceiros el día de la Ascensión. Otro vecino, recuerda que hasta los años cuarenta del siglo XX se solía hacer una procesión de rogativa cuando la necesidad lo requería, por ejemplo, en años en que la sequía amenazaba destruir las cosechas.
 ,  , Pero sin lugar a dudas, la tradición de mayor importancia referida a este lugar, corroborada además por numerosos vecinos, es la que relata que junto a las cruces se inhumaban los difuntos de niños nacidos muertos, o que morían tras el parto sin haber sido bautizados. Un detenido examen del entorno de las cruces no nos ha permitido comprobar superficialmente posibles enterramientos, pero no dudamos de la veracidad de la noticia, pues como ya indicamos está muy extendida en la parroquia.
    Este singular uso del Monte das Cruces nos pone en contacto con la triste realidad de las creencias relativas a la vida después de la muerte de los niños fallecidos sin recibir el bautismo. En la mentalidad tradicional, la existencia en el Más Allá se concebía como una continuación vital, en forma espiritual, pero con el aspecto físico y la personalidad tenida en vida: los viejos serían eternamente viejos; los jóvenes serían eternamente jóvenes. Pero ¿y los niños recién nacidos, sobre todo los fallecidos sin haber sido pasados por la pila bautismal?. La Iglesia se negaba a enterrarlos en los cementerios parroquiales, puesto que al no haber recibido el bautismo, no pertenecían plenamente a la comunidad católica parroquial. Recuérdese que mediante el bautismo, no sólo se ingresa en la Iglesia de Cristo, es decir, desde un punto de vista sociológico, en la Comunidad cristiana, sino que además, morían sin haberle sido perdonado el pecado original cometido por nuestros Primeros Padres. En consecuencia, no podían recibir el auxilio de la Iglesia, y no podían compartir sepultura con sus convecinos católicos.
   6nbsp;Sin lugar a dudas, una triste realidad, más grave si cabe aún, para los progenitores, que no sólo han de ver como el fruto esperado no prospera, sino que además han de asistir a la decepción personal que debía representar no poder enterrar al hijo muerto en el lugar donde reposan sus antepasados.
    La reacción de la sociedad gallega ante la muerte de los recién nacidos ha adoptado históricamente diversas soluciones. Un examen de libros parroquiales del siglo XIX, nos permitirá observar como el bautismo se practicaba inmediato al parto. No son pocos los casos de bautizados de urgencia en plena noche y/o madrugada, pero como mucho no se solía dejar pasar uno o dos días tras el alumbramiento. En algunos cementerios parroquiales hemos visto como en un sector determinado se concentran un conjunto variable de tumbas de niños, las cuales, a juzgar por las dimensiones de las losas, o los abultamientos de tierra, debían de contar con muy corta edad. En estos casos, es curioso comprobar como la inhumación del pequeño no se verifica en el panteón familiar, o junto a las tumbas de sus allegados, sino en un punto concreto del cementerio: es como si no pertenecieran a la casa, o como si su estadía en el Más Allá se concibiese en compañía de los otros infantes fallecidos en su misma situación. De todos modos, necesitamos informarnos mejor sobre estos enterramientos de niños concentrados para tratar de establecer si no responderán también a inhumaciones de niños sin bautizar.
    Pero volvamos al Monte das Cruces de Chandebrito. No se nos negará la peculiaridad de la habilitación de este sitio con tal fin. Sin embargo, no es ésta situación inédita en la Galicia tradicional, aunque sí muy mal conocida. Sabemos de algunos casos aislados que pasamos a relatar. Cruces e cruceiros de ánimas de Galicia(Mos, 1996) refiréndose al cruceiro de Bustelo do Monte en San Xoán de Laiño (Dodro, A Coruña). Este cruceiro fue consturido en 1893, según consta en la inscripción conmemorativa. el monumento está ceñido por un pequeño recinto cuadrado delimitado por un murete bajo. El autor recogió la tradición de que en el interior de este espacio eran inhumados los niños muertos sin bautizar, así como los abortos habidos en la aldea. Esta información es sumamente importante pues al disponerse de una fecha segura de construcción del cruceiro, de ello se deduce que esta práctica no es tan antigua como se pudiera pensar a primera vista.
    Otro testimonio de este estilo lo encontramos en el libro de B. Aparicio Casado Arqueología y Antropología cultural de la margen derecha de la Ría de Pontevedra (Pontevedra, 1989). Cita este escritor los resultados de una excavación arqueológica llevada a cabo por A. De la Peña Santos en 1983 en el atrio de la capilla de San Martiño, también en el municipio de Poio. Los niveles arqueológicos detectados se dilatan en el tiempo, pudiendo alcanzar la tardoantigüedad. Parece ser que el atrio fue utilizado desde entonces como necrópolis. Pero el dato que ahora nos interesa se localiza en los estratos superiores, según parece, relativamente recientes, y en los cuales pusieron al descubierto varias inhumaciones infantiles. Estos enterramientos se habían realizado en féretros de madera, y por las dimensiones de las unidades debían de ser de recién nacidos.
    En conclusión, las inhumaciones de niños fallecidos sin ser bautizados en lugares distintos a los cementerios tradicionales está bien documentado, y todo indica que se vino realizando en épocas no tan distantes cronológicamente. Estos seres humanos cuya vida se vio truncada antes de recibir las aguas lustrales, al no poder ser enterrados en el cementerio católico por negarse los sacerdotes a oficiar los funerales, fueron sepultados en lugares sagrados a ojos del pueblo, cuya sacralidad emanaba de la presencia de un monumento relacionado con la fe católica.


Vigo, a 15 de Marzo del 2001
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