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El Monte das Cruces es una ligera
elevación de sustrato granítico
situada inmediata, y sobre el barrio de A Igrexa, históricamente denominado
Brito. A las espaldas de esta aldea, se levanta imponente el Monte do Castro,
alto coto puntiagudo visible desde larga distancia, a cuyos pies se edificó el caserío.
El Monte das Cruces lo encontramos junto a él.
Este sitio dista unos 30 m. del mencionado barrio, y allí mismo comienzan los montes
comunales
de esta parroquia por este sector. Viejos caminos provenientes de Brito, corredoira
(caminos relativamente profundos originados por el paso continuo de carros del pais),
pasaban circundando las cruces, actualmente practicamente desaparecidos, y sustituidos por
una moderna pista parcialmente asfaltada.
Este paraje era lugar de paso obligado para las comunicaciones de la parroquia
con espacios más alejados como Valadares (Vigo).
El coto donde están las cruces, como se puede examinar
por la fotografía que adjuntamos, es de escaso relieve, de forma circular, de unos 20 por 30 m.,
y de unos 2 m. de altura máxima desde la pendiente, ligeramente
abombada, y de composición eminentemente granítica, siendo muchas las lajas y pequeños
peñascos que sobresalen del suelo.
En este sitio se conservan en sus ubicaciones originales dos
cruces de piedra. Pero asimismo, en diversas rocas, constan otros tres orificios
cuadrangulares indicando que en ellos hubo instalados no hace mucho tiempo más
cruces, hoy perdidas. Hemos preguntado a los vecinos sobre estas supuestas cruces,
y en efecto nos han confirmado su existencia hasta no hace mucho. En suma, en el lugar
hubo erigidas hasta cinco cruces de piedra, colocadas en diversas rocas, dispersas por el
entorno inmediato, cercanas unas a las otras, pero distribuidas sin orden aparente. Para
su instalación se aprovecharon peñascos allí existentes, algunos móviles. Sin embargo,
es posible que tres de estas cinco cruces estuvieran asocuiadas formando un aparente
calvario. De este conjunto sobrevive únicamente la que creemos fue la central
hincada en el peñasco más elevado del coto. a ambos lados de esta cruz, y muy próximos
a ella se ven los orificios cuadrangulares donde estaban alojadas las otras dos
unidades desparecidas.
La cruz hincada en el peñasco que corona el coto mide 1,7 m.
de altura. Es de formas muy simples y de aspecto muy patinado, lo cual remite a una relativa
antigüedad, tal vez al siglo XVIII. La otra cruz conservada es más pequeña, de 1,05 m. de altura
también de diseño muy sencillo. Su basamento, al igual que en el de otras cruces desparecidas
consite en un gran bloque regularizado toscamente. Estimar la cronología de esta última
cruz es ya más difícil, pero posiblemente sea más reciente que la anterior.
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En las frecuentes visitas que hemos realizado a Chandebrito, desde
siempre nos llamó poderosamente la atención este lugar. En un principio, y especulando con paralelos
etnográficos de otras parroquias pensamos que se trataría de un mero monte calvario, cuya principal
misión como ya se sabe, es la de servir para conmemorar la Pasión de Jesucristo en las procesiones
de la Semana Santa. Confirmaría esta suposición la presencia hasta no hace mucho de varias
cruces de piedra insertadas sobre los muros de fincas particulares por la carretera que viene desde
la iglesia parroquial, distante unos 300 m. hacia el S. De este modo se asemejaría a otros
vía crucis que hemos tenido la oportunidad de estudiar en distintas feligresías gallegas,
en los cuales, raro es el caso, donde consten todas las cruces que jalonan las estaciones
preceptivas.
El hecho es que aún creemos en la actualidad en esta hipótesis
explicativa. En efecto, las informaciones que hemos podido obtener de los vecinos más viejos
no apuntan en esta dirección; al emnos nadie recuerda esta supuesta costumbre, por otra
parte muy extendida en Galicia, y aún no totalmente desaparecida. La memoria colectiva
nos lleva a otras realidades religiosas.
Según una vecina se realizaba una procesión has Os Cruceiros
el día de la Ascensión. Otro vecino, recuerda que hasta los años cuarenta del siglo XX
se solía hacer una procesión de rogativa cuando la necesidad lo requería, por ejemplo,
en años en que la sequía amenazaba destruir las cosechas.
 ,  , Pero sin lugar a dudas, la tradición de mayor importancia
referida a este lugar, corroborada además por numerosos vecinos, es la que relata que
junto a las cruces se inhumaban los difuntos de niños nacidos muertos, o que morían tras el
parto sin haber sido bautizados. Un detenido examen del entorno de las cruces no nos
ha permitido comprobar superficialmente posibles enterramientos, pero no dudamos de la
veracidad de la noticia, pues como ya indicamos está muy extendida en la parroquia.
Este singular uso del Monte das Cruces nos pone en contacto
con la triste realidad de las creencias relativas a la vida después de la muerte de los niños
fallecidos sin recibir el bautismo. En la mentalidad tradicional, la existencia en el Más Allá
se concebía como una continuación vital, en forma espiritual, pero con el aspecto físico
y la personalidad tenida en vida: los viejos serían eternamente viejos; los jóvenes serían
eternamente jóvenes. Pero ¿y los niños recién nacidos, sobre todo los
fallecidos sin haber sido pasados por la pila bautismal?. La Iglesia se negaba a enterrarlos
en los cementerios parroquiales, puesto que al no haber recibido el bautismo, no
pertenecían plenamente a la comunidad católica parroquial. Recuérdese que mediante
el bautismo, no sólo se ingresa en la Iglesia de Cristo, es decir, desde un punto de vista
sociológico, en la Comunidad cristiana, sino que además, morían sin haberle sido perdonado
el pecado original cometido por nuestros Primeros Padres. En consecuencia, no
podían recibir el auxilio de la Iglesia, y no podían compartir sepultura con sus convecinos
católicos.
6nbsp;Sin lugar a dudas, una triste realidad, más grave si cabe aún, para
los progenitores, que no sólo han de ver como el fruto esperado no prospera, sino que
además han de asistir a la decepción personal que debía representar no poder enterrar
al hijo muerto en el lugar donde reposan sus antepasados.
 La reacción de la sociedad gallega ante la muerte de los recién nacidos
ha adoptado históricamente diversas soluciones. Un examen de libros parroquiales del
siglo XIX, nos permitirá observar como el bautismo se practicaba inmediato al parto. No son pocos los
casos de bautizados de urgencia en plena noche y/o madrugada, pero como mucho no
se solía dejar pasar uno o dos días tras el alumbramiento. En algunos cementerios parroquiales
hemos visto como en un sector determinado se concentran un conjunto variable de
tumbas de niños, las cuales, a juzgar por las dimensiones de las losas, o los abultamientos
de tierra, debían de contar con muy corta edad. En estos casos, es curioso comprobar
como la inhumación del pequeño no se verifica en el panteón familiar, o junto a las tumbas
de sus allegados, sino en un punto concreto del cementerio: es como si no pertenecieran
a la casa, o como si su estadía en el Más Allá se concibiese en compañía de
los otros infantes fallecidos en su misma situación. De todos modos, necesitamos informarnos
mejor sobre estos enterramientos de niños concentrados para tratar de establecer si no
responderán también a inhumaciones de niños sin bautizar.
Pero volvamos al Monte das Cruces de Chandebrito. No se nos
negará la peculiaridad de la habilitación de este sitio con tal fin. Sin embargo, no es ésta
situación inédita en la Galicia tradicional, aunque sí muy mal conocida. Sabemos de algunos
casos aislados que pasamos a relatar.
Cruces e cruceiros de ánimas de Galicia(Mos, 1996)
refiréndose al cruceiro de Bustelo do Monte en San Xoán de Laiño (Dodro, A Coruña). Este cruceiro
fue consturido en 1893, según consta en la inscripción conmemorativa. el monumento está
ceñido por un pequeño recinto cuadrado delimitado por un murete bajo. El autor recogió la
tradición de que en el interior de este espacio eran inhumados los niños muertos sin bautizar,
así como los abortos habidos en la aldea. Esta información es sumamente importante
pues al disponerse de una fecha segura de construcción del cruceiro, de ello se deduce
que esta práctica no es tan antigua como se pudiera pensar a primera vista.
Otro testimonio de este estilo lo encontramos en el libro de
B. Aparicio Casado Arqueología y Antropología cultural de la margen derecha de la
Ría de Pontevedra (Pontevedra, 1989). Cita este escritor los resultados de una excavación
arqueológica llevada a cabo por A. De la Peña Santos en 1983 en el atrio de la capilla
de San Martiño, también en el municipio de Poio. Los niveles arqueológicos detectados
se dilatan en el tiempo, pudiendo alcanzar la tardoantigüedad. Parece ser que
el atrio fue utilizado desde entonces como necrópolis. Pero el dato que ahora nos interesa
se localiza en los estratos superiores, según parece, relativamente recientes, y en los cuales
pusieron al descubierto varias inhumaciones infantiles. Estos enterramientos se habían realizado en féretros
de madera, y por las dimensiones de las unidades debían de ser de recién nacidos.
 En conclusión, las inhumaciones de niños fallecidos sin ser
bautizados en lugares distintos a los cementerios tradicionales está bien documentado, y
todo indica que se vino realizando en épocas no tan distantes cronológicamente. Estos seres
humanos cuya vida se vio truncada antes de recibir las aguas lustrales, al no poder ser
enterrados en el cementerio católico por negarse los sacerdotes a oficiar los funerales, fueron
sepultados en lugares sagrados a ojos del pueblo, cuya sacralidad emanaba de la presencia
de un monumento relacionado con la fe católica.
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