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El panteón de la Familia Pérez en Anceu (Pontecaldelas) |
El panteón de la Familia Pérez de Anceu (Pontecaldelas) es el monumento perteneciente al arte funerario rural gallego, por el momento de datación más antigua. Erigido en 1869, será el primero o unos de los primeros grandes panteones familiares cuyo ciclo, iniciado en estos momentos no concluirá hasta 1910 aproximadamente. Es ésta una época de apogeo de la cantería gallega, cuya tradición, remontándose a época medieval, no será hasta alcanzar estos años cuando produzca sus mejores obras. Pero antes de abordar un estudio sociológico que explique este despegue artístico, mejor será seguir presentando nuevas muestras del arte funerario realizado por entonces para disponer de una visión global del tema. El mencionado panteón se encuentra en el atrio de la iglesia parroquial, arrimado al muro meridional, y emplazado entre dos contrafuertes. No es de gran altura, pues su desarrollo no supera los 3 m. de altura. Estructuralmente el monumento consiste en un túmulo a modo de arcón con faldones de ligera inclinación y pilastras en las esquinas, sobre el cual se levanta una unidad en forma de paralepípedo flanqueada por dos imágenes femeninas, y coronada por otra imagen femenina sedente.
Las aplicaciones decorativas de orden figurativo son sin duda en este panteón lo más importante. Así, además de
las tres esculturas citadas, aún nos encontramos con varios relieves. Es obligado mencionar que este panteón
estuvo en origen policromado, tal como se aprecia por la existencia de restos persistentes. Veamos cada una de
estos añadidos plásticos:
Asimismo, además de las dos iscripciones citadas, el panteón se encuentra plagado de textos cuya lectura, debido a la mala conservación, no hemos podido leer en su totalidad. Los legibles, comenzando la lectura de arriba hacia abajo, son los siguientes:
Arquitectónicamente este panteón de Anceu no se diferencia de otros que se construyen o se van a construir en diversas parroquias del sur de la provincia de Pontevedra hacia esta época. En principio no deja de ser más que un arcón destinado a acoger los enterramientos continuado por un bloque conmemorativo superpuesto. Ya tendremos oportunidad de ir mostrando en futuros estudios esos otros tipos, que insistimos, son bastante frecuentes. Ahora bien, si lo comparamos con el panteón de Forzáns (Pontecaldelas), apreciamos que éste presenta mucho mayor empaque arquitectónico, y al igual que en este caso, los añadidos relivarios o escultóricos no compiten con la concepción arquitectónica del monumento, al ser ésta dominante. No queremos decir que sea más evolucionado, pues en líneas generales responden ambos al mismo estímulo artístico, pero al menos si se observa en el de Forzáns mayor derroche estético, estructuralmente hablando, pues como ya tuvimos oportunidad de comprobar en su estudio, los contenidos plásticos giraban en la órbita tradicional. Lo que sí diferencia al panteón de Anceu de esos otros panteones antes aludidos es la inclusión en la obra de elementos plásticos, tanto esculturas como relieves. De hecho, son muchos los semejantes, pero con la diferencia que la decoración funeraria se limita a meros adornos, algún pináculo, una cruz, etc. Si antes postulábamos una mayor concepción arquitectónica en el panteón de Forzáns, sin embargo, en lo que lo supera su homólogo de Anceu es en la categoría de las aplicaciones plásticas. En el de Forzáns, nos encontrábamos con personificaciones religiosas de carácter doctrinal (la Muerte, la ascensión del alma a los Cielos, el Infierno, el Juicio Final, o un equivalente más prosaico de éste). Pero en Anceu estamos ante representaciones de conceptos abstractos, si es cierto, relacionados con el catolicismo, pero de corte más filosófico. Otro aspecto de interés que distancia a estos referidos panteones es la calidad de las esculturas: si en Forzáns descubríamos que éstas fueron realizadas por un simple cantero, en Anceu, podemos hablar ya de un escultor. Si nos fijamos concretamente en las esculturas, se acusa en ellas cierta formación académica, visible por ejemplo en el rostro de la Fe, pero también, en que el artista supo hacer expresar a sus creaciones sentimiento de severidad, de trsiteza o de resignación según el caso. Ciertamente se observan deficiencias (no hablemos ya de los relieves, de trazas muy ingenuas), como por ejemplo la conformación de los cuerpos, así como otras dificultades técnicas, por lo cual, el artista sin dejar de ser un cantero, se encuentra en un escalafón superior: sin lugar a dudas, estamos ante un escultor. Examinemos ahora que se nos quiere decir con las esculturas y relieves en este panteón de Anceu. Preside el monumento, desde la cumbre, la imagen femenina de la Fe, sentada, de semblante serio pero sereno, con los ojos vendados, portando la Cruz, emblema del cristiano, y alzando hacia delante el cáliz, símbolo del sacrificio de Jesucristo. Esta es la fe del verdadero cristiano: rigurosa, inflexible, no tangible, imposible de comprender intelectualmente, en la que hemos de creer firmemente, sin ejercicio de especulaciones téoricas, en pocas palabras, una fe tan ciega como la propia escultura. Las otras dos esculturas del nivel inferior reflexionan sobre la muerte. Estamos ante mujeres que visten largos ropajes y cubren su cabeza con paños. Se diría que van cerradas de luto. La de la derecha del espectador parece la personificación del Dolor: abatida, está llorando desconsoladamente. La de la derecha parece representar la Resignación: dudamos si llora, o a lo sumo, solamente gime, pero está cabizbaja, pensativa; en definitiva, se resigna ante algo tan inexorable como es la muerte, cuyo signo porta en forma de corona fúnebre. Así es la actitud de los hombres ante la muerte: dolor y resignación. Si ahora acabamos de hablar de la muerte, el relieve central flanqueado por estas dos esculturas, hace referencia a la vida de los hombres. A la izquierda hay un usurero angustiado por su conciencia, mientras a la derecha aparece una persona virtuosa entregado a la ayuda de sus semejantes. Son éstos, dos tipos humanos extremos, sobre los que conviene reflexionar. Un usurero, difícilmente sufre cargos de conciencia hasta que ve acercarse el momento de rendir cuentas al Creador, pues la avidez de riquezas es una fuerza más poderosa que las enseñanzas de la Iglesia. Respecto al virtuoso, tampoco es fácil encontrar seres tan perfectos, a no ser los santos, individuos, que por lo demas, son excepcionales. En el centro de este panel surge desde el fondo el macabro blasón de la muerte: sobre dos guadañas cruzadas, hay un buho. En la creencia tradicional gallega, el buho es un animal agorero, que avisa de la inminente llegada de la muerte de las personas. Es curioso, que entre tanta filosofía, surga surja una concesión a las creencias populares. Pero asimismo, da la impresión de que este escudo advierte al espectador la presencia de la casa de la muerte en una alusión simbólica al panteón. Queda por último comentar el contenido del relieve del arcón funerario. Aquí vemos a una religiosa en ardua reflexión. Por una parte apoya su codo sobre un reloj de arena, trasunto de la fugacidad del tiempo, o mejor, de la vida humana. Tras el inexorable paso del tiempo, al final, está la muerte, simbolizada por el cráneo. Así es la vida humana: después de venir a este mundo, el tiempo, siempre insuficiente, va pasando, y más tarde o más temprano, llega la muerte. El relieve pretende decirnos que esta dinámica sería completamente absurda si no tuviésemos confianza en Cristo, al que alude la cruz que porta la monja. Este monumento de Anceu, más que un panteón parece un libro de filosofía cristiana, expresada ésta plásticamente. No dice nada nuevo que no hayan sabido generaciones y generaciones de seres, antes y después de su construcción. Sin embargo, esta obra se enmarca en un mundo rural, muy alejado de villas y ciudades, donde además la religión se plantea de un modo más práctico, más tangible. Dudamos mucho que estas esculturas cuya significación es tan elevadamente abstracta, pues ni son santos, ni hacen referencia a los lugares de ultratumba, fuesen realmente bien comprendidas por los vecinos del lugar. Tampoco existen precedentes claros para este mismo ámbito, de lo cual deducimos que la influencia externa de raigambre romántica, propia de esta época es evidente. En el panteón de Forzáns comprobábamos como mientras el concepto arquitectónico del monumento respondía exactamente a este estilo, sin embargo, las esculturas, en su contenido, (no formalmente, pues sí en efecto su empleo cae también dentro de la tendencia romántica), remiten a una tradición autóctona, más comprensible a las mentes rurales de la época. Pero en Anceu, la novedad impregna a todo el panteón, tanto estructural como plásticamente, así como en los significados intrínsecos. Ahora bien, esta reflexión no es óbice para pensar que quizás el comitente sí estuviese al tanto de lo que se quería transmitir. Desconocemos quienes integrarían esa Familia Pérez, pero a parte de constituir una élite social de ese mundo rural, quizás también representasen una élite intelectual, circunstancia constatable en numerosas familias preeminentes de entonces. Para tratar de imaginar en la actualidad cómo contemplaron los vecinos de la época esta obra de arte, debemos recordar como era y siguió siendo durante muchos años un cementerio parroquial en Galicia (a este respecto véase el artículo sobre el cementerio de Xunqueiras en Pazos de Borbén). Otro detalle de interés, es el destino dedicado al panteón. La inscripción lo dice muy claro: es un panteón familiar. Sin mebargo, sólo admite una inhumación de cada vez. De ello se desprende, que como era costumbre, las tumbas se vaciaban cada vez que hiciesen falta, siempre y cuando pasase un tiempo prudencial desde el enterramiento precedente, trasladando las cenizas a un cenicero familiar donde se mezclaban con las depuestas anteriormente. Sin embargo, el primer ocupante murió en 1865, mientras que el panteón data de 1869, por lo que debemos considerar un traslado de cenizas. Es decir, este panteón está en la línea de los de Verducido (A Lama), y probablemente del de Forzáns. En consecuencia, aquella memoria de Verducido, si bien distinta arquitectónicamente a lo que iremos viendo en arte fuerario, responde prácticamente al mismo criterio. Es una lástima que no siempre podamos datar con precisión la fecha de construcción de estos monumentos, pues estaríamos en plena disposición de definir con mayor concrección cronológica cuándo se produce la irrupción de la nueva mentalidad. De todos modos, posiblemente no sea muy lejana al año de 1869, año de la erección de este pantón de Anceu.
La Laguna, a 9 de Mayo del 2002
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© Julio Fernández Pintos, 2002 |