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El panteón de Verducido (A Lama).



El presente artículo está dedicado a un modesto monumento existente en el atrio de la iglesia de Verducido (A Lama). Se trata de un sencillo catafalco levantado en memoria de un hijo ilustre de la parroquia. Como panteón, en el contexto de los cementerios parroquiales del sur de la provincia de Pontevedra, prácticamente pasaría, si no desapercibido, al menos sí, en un segundo plano, pues son muchas las obras conservadas de este tipo de mayor proyección, tanto artística como cultural. Es más, podría hablarse con total propiedad del ciclo de panteones que en esta área abarca desde grosso modo 1870 hasta 1910, sin necesidad de mencionarlo, pues sus implicaciones artísticas son, creemos, nulas. Sin embargo tal planteamiento sería un evidente error, pues su interés radica en que constituye un indudable precedente de profunda significación cultural reflejo de la gestación de una idea nueva de ver la sepultura por parte de las familias preeminentes de la sociedad gallega tradicional. Por lo tanto, es necesaria su presentación, si no se quiere abordar este tema sesgadamente ya desde el principio.

Panteón de Verducido (A Lama)

En la imagen precedente podemos examinar este mencionado panteón de Verducido (A Lama). Se encuentra en el atrio de la iglesia parroquial, arrimado a la pared septentrional del edificio, dispuesto entre dos contrafuertes, y junto a la puerta lateral de acceso a la iglesia. Posée forma de construcción abaldaquinada: en la parte de abajo está el sepulcro flanqueado a ambos extremos por dos plintos sobre los que se levantan cuatro columnas que soportan una estructura cuadrangular adintelada que sirve de cubrimiento al cuerpo inferior, la cual está coronada por una especie de pináculo donde tal vez constaba una cruz, hoy desparecida. En el campo frontal del entablamento vemos la siguiente inscrpción:

A la memoria del Teniente Coronel Dn. Juan Oubiña. Año de 1849

El monumento, a pesar de lo que pudiera deducirse de la contemplación de la fotografía, es de pequeñas proporciones, pues en altura ronda los 2,5 m. Por otra parte la inspiración decorativa de la obra es claramente de corte neoclasicista según se aprecia a partir de los elementos arquitectónicos empleados. En realidad no se trata de una sepultura (ya lo indica la inscripción), sino más bien de un cenicero u osario, o incluso, quizás simplemente una mera dedicatoria simbólica. No es fácil decantarse por alguna de estas dos posibilidades al no disponer de más información al respecto. Pero una tumba, desde luego, no es, dada las escasas proporciones de la caja de la sepultura, donde difícilmente se pudo inhumar a un adulto.

Desde un punto de vista artístico, el catafalco se define por la sencillez y claridad de líneas arquitectónicas, sin grandes aspiraciones, ni artísticas ni en volumen. Pero se observa una acertada distribución y graduación de los elementos arquitectónicos y decorativos que otorgan a la obra una indiscutible severa monumentalidad. Ciertamente no estamos ante una construcción original, pero para el ambiente rural en el que se encuadra, muy alejado de las villas gallegas importantes de entonces, indudablemente conforma todo un hito en materia de costumbres funerarias. Debemos señalar que después de visitar los cementerios de una infinidad de parroquias rurales de la provincia de Pontevedra no hemos podido identificar un monumento de este tipo, ni siquiera parecido antes de 1869. Sin embargo, cuando se alcance esta fecha y comiencen a proliferar los grandes panteones familiares, el lenguaje funerario-arquitectónico será completamente diferente a esta memoria de Verducido, con aplicación en aquellos casos de un simbolismo romántico. Sólamente, a fines del siglo XIX aparecerá en Gaxate (A Lama), parroquia limítrofe de Verducido, un panteón con empleo de materiales arquitectónicos de estilo semejante. Pero ambos monumentos están muy alejados cronológicamente, y además para entonces, la influencia de los cementerios de las urbes cercanas es ya más comprensible. En consecuencia, el panteón de Verducido representa una rareza, extraña y a la vez sin aparentes consecuencias artísticas que quedará eclipsado estéticamente cuando veinte años más tarde se desarrolle todo un ciclo de construcción de panteones por muchas parroquias del sur de la provincia de Pontevedra.

No tendrá consecuencias artísticas, ni será comparable con los panteones de fines de siglo, pero por la temprana fecha de erección, sin lugar a dudas marca todo un cambio de mentalidad funeraria. La influencia de costumbres ajenas es clara al imitar los usos de las élites urbanas sociales de la época. Ignoramos quién era ese teniente coronel Juan Oubiña, pero probablemente fue un vecino de Verducido que hizo carrera lejos de su tierra. Su familia al planificar esta memoria pretendía que no pasase desapercibido tan ilustre hijo de la parroquia ante sus congéneres contemporáneos y venideros. No era algo nuevo: la muerte, se dice, iguala a todas las personas, pero, si se dispone de dinero, la dignidad social del difunto no se puede desdibujar ante tan democrática cuestión biológica.

Lo que sí es una evidente novedad es la construcción del monumento en el exterior del templo. Tampoco podemos dar una respuesta concluyente a esta cuestión mientras no se estudien los libros parroquiales: ¿no era posible, o ni siquiera se pensó una dedicatoria arquitectónica en el interior, o bien comenzaba a ser usado el atrio para cementerio parroquial ?. Recordemos que al ocuparnos del cementerio parroquial de Xunqueiras hemos indicado que la generalización de la inhumación en los atrios de las iglesias rurales parece no poderse percibir hasta pasada la mitad del siglo XIX. aunque no será hasta llegar al filo de 1870 cuando de esta nueva costumbre comencemos a disponer de materiales de análisis.



La Laguna, a 29 de Abril del 2002        






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© Julio Fernández Pintos, 2002