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El peto de ánimas de Santa María de Pazos
(Pazos de Borbén)





El peto de ánimas de Santa María de Pazos (Pazos de Borbén) se encuentra en una margen de la encrucijada formada por la carretera que de Amoedo se dirige a Moscoso, con la proveniente de Ponteareas. En torno a este cruce de caminos se formó una de las aldeas de la parroquia, y donde además se construyó el Ayuntamiento del municipio. Se trata pues de un lugar central en la zona. Para una explicación sociológica sobre la localización de cruceiros y petos de ánimas en encrucijadas véase la propuesta desarrollada en el estudio dedicado al cruceiro de Porto (Salvaterra).

El presente artículo se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera nos centraremos en su estudio iconográfico con alusiones a otros monumentos semejantes ya estudiados. Quedará pendiente para un próximo trabajo una mayor profundización sobre el tema de San Francisco. La segunda parte se articula también en dos secciones de carácter etnográfico. La primera recoge la presentación y análisis de una serie de anécdotas relatadas por una vecina de Pazos y relacionadas con el culto a las ánimas del Purgatorio. Estas informaciones orales que ahora presentamos, son a nuestro juicio de una incalculable importancia, pues nos van a permitir ponernos en contacto con la visión sostenida particular y subjetivamente por individuos concretos, y que a la postre, son el armazón e interpretación personal de la creencia colectiva en las benditas ánimas del Purgatorio, y el culto a ellas reservado. En la segunda sección nos ocuparemos de un aspecto conocido pero poco desarrollado: las ofrendas de singulares productos agrícolas en los petos de ánimas.

1. Estudio iconográfico.

Este peto de ánimas lo integran una basamenta sobre la que se instaló un edículo con urna de remate semicircular, con un antepecho en la parte inferior, donde se aloja el limosnero, y acabada por una cornisa moldurada, coronando el monumento varios pináculos de distintas facturas. En total mide 3 m. de altura por 1,3 m. de ancho. Desde un punto de vista arquitectónico, este peto de ánimas es muy semejante al de Cortellas (Padróns, Ponteareas), si bien, de menor desarrollo artístico. En líneas generales, su construcción debemos fijarla en el siglo XVIII.

En los sillares del fondo se labró el campo relivario de este monumento, cuyo registro artístico se descompone en dos planos superpuestos. El nivel inferior ocupa un tercio del panel, y en el se representa en toda su anchura, y sin dejar huecos libres, una escena propia del Purgatorio. La franja baja está dedicada a la figuración de un apretado haz de lenguas de fuego. A continuación, en el centro fue esculpido el símbolo del pecado y la muerte, esto es, la calavera con las dos tibias cruzadas, sobre las cuales se asienta la Cruz. A ambos lados de estos elementos constan varias cabezas de condenados, alguno con el rostro vuelto hacia arriba, y otros con las manos juntas orando. En el plano superior hay tres imágenes: Cristo crucificado en el centro, a la izquierda San Francisco, portando el Cáliz, y a la derecha una santa monja con un libro abierto, quizás Santa Teresa. Todos estos relieves están policromados, pero actualmente aparecen altamente deteriorados

Iconográficamente este peto de ánimas se diferencia de los vistos hasta ahora en artículos precedentes. Así, tanto en Cortellas (Padróns, Ponteareas) como en Porto (Salvaterra), los paneles estaban destinados a la reproducción de los sufrimientos de las benditas ánimas inmersas en un mar de fuego, sin otras menciones plásticas. A una idea semejante pertenece también la imagen grabada en la basamenta del cruceiro de Fontenla (Ponteareas). Sin embargo, en el peto de Rexenxo (Mos), el campo superior del panel estaba dedicado a la figuración de un monje franciscano rescatando condenados. Y por último, en el peto de Sampaio (Ribadavia), el relieve está dividido en dos campos verticales, representándose en el de la derecha a San Antonio de Padua, mientras a la izquierda, los condenados estaban metidos en una gran caldera. Hasta aquí, una breve referencia a los planteamientos iconográficos de los petos de ánimas estudiados por el momento. No obstante, advertimos que la riqueza plástica de esta faceta del arte popular es muy variada. En artículos futuros iremos presentando los tipos iconográficos más comunes.

En este peto de Pazos, al igual que ocurría en el de Sampaio (Ribadavia) se acompaña la encarnación de las ánimas junto a la de personajes divinos con capacidad de interceder ante Dios por la salvación eterna de las almas de los pecadores, o mejor, más preciso para este supuesto, por la remisión de la condena impuesta para purificar completamente el alma de aquellos difuntos cuyas faltas no fueron purgadas completamente en esta vida. Sobre el tema del carácter de las penas del Purgatorio ya nos hemos extendido al hablar del peto de ánimas de Famelga (Aguasantas, Cotobade). Lo más normal es que aparezcan imágenes de Cristo, de la Virgen María, o de San Francisco. Pero ya hemos visto al presentar el peto de Sampaio (Ribadavia), cómo en algunas ocasiones eran santos de devoción particular los que constituían la excepción a las normas usuales. En Pazos se adjunta la efigie de una santa vestida con hábitos de monja, que por llevar un libro abierto, suponemos podría ser Santa Teresa. Sea ésta u otra, está claro que esta clase de advocaciones son infrecuentes en la iconografía propia de los petos de ánimas. De ello se sigue que, si bien había santos especializados en el rescate de las ánimas del Purgatorio como eran San Francisco (dejando a parte a Cristo y a la Virgen María), no cabe la menor duda de que algunas personas contaban también en este propósito con la ayuda de santos de culto más personal.

2. Aspectos etnográficos.

2.1. Una visión particular del culto de las Ánimas del Purgatorio.

Por parecer obvio, generalmente en las publicaciones de este tipo de monumentos populares, los investigadores que asumen su divulgación suelen omitir en sus comentarios vivencias particulares relacionadas con la obra reseñada, relatadas por personas con las que conversan en el curso de la realización de sus trabajos. Esta actitud es producto de la inserción del etnógrafo en la sociedad cuyas producciones artísticas estudia. Cosa muy distinta sería si alguien contase alguna fabulosa leyenda de apariciones, encantos, meigallos, u otro asunto de análogo calibre. Pero reflejar por escrito costumbres religiosas cotidianas más o menos generalizadas contiene para algunos escritores tintes de insuperable impertinencia. Inconscientemente desprecian estos autores la dinámica evolutiva de las costumbres sociales anexas al discurrir de los tiempos, perdiéndose para las generaciones venideras un importante caudal de información que les permitiría reconstruir las épocas pasadas a partir de la acumulación de modestas aportaciones orales de las gentes. Personalmente siempre trataremos de evitar esta conducta en la medida de lo posible. Las siguientes líneas, dedicadas a la narración de ciertas historias íntimas de una anciana residente junto al peto de ánimas de Pazos, siguen esta línea. Gracias a estos relatos, recogidos hace ya casi veinte años, podremos aproximarnos un poco más a las creencias y culto relacionadas con las benditas ánimas del Purgatorio mantenidas por nuestras gentes.

Nos contaba la referida señora que ya desde niña sentía una profunda devoción por las ánimas del Purgatorio. Para entonces, acostumbraba con cierta frecuencia a detenerse ante los petos de ánimas y rezar por ellas piadosamente, y asimismo, por no disponer de otros medios, dejaba como inocente limosna un trozo de pan. Pero en una ocasión el párroco le indicó lo inadecuado de su ofrenda, pues según le hizo ver, el pan de poco les iba a servir a las ánimas, pues se lo comían los pájaros. En fin, no vamos a emitir ningún comentario sobre esta sugerencia...

La devoción por las ánimas no decayó en esta vecina aún a medida que iba creciendo y se hacía mayor, y en gratitud las benditas ánimas no se olvidaban de ella cuando algún problema la acuciaba severamente, como vamos a ver a continuación. Recordaba la señora que hacía ya algunos años a su marido se le diagnostícó un cáncer de próstata el cual según el médico era terrible, no sólamente porque se lo iba a llevar a la tumba en poco tiempo, sino que, y esto era lo peor, el sufrimiento que le aguardaba sería indescriptible. Según el facultativo, lo mejor que le podría suceder a su esposo era un fallecimiento lo más rápido posible. En consecuencia, ante la dramática tesitura en la que se veía la desgraciada mujer, entre conservar a su marido la mayor cantidad de tiempo posible, o ahorrarle innecesarios padecimientos, optó por rezar asiduamente ante este peto de ánimas de Santiago de Borbén, pidéndole a los benditos difuntos que rogasen ante Dios, para que éste tuviese a bien acogerle en su seno en un breve plazo. Y así fue, gracias a las ánimas (sic), su marido moríría siquiera antes de que comenzasen los horribles dolores.

Nos seguía comentando la buena mujer, ahora ya viuda, que desde hacía algún tiempo debía desplazarse al Hospital Xeral de Vigo (a unos 30 Kms.) con cierta periodicidad para acudir a un continuo seguimiento sanitario. Desde Pazos de Borbén no había una línea de autobuses regular, y ella no contaba con ningún otro modo de desplazarse, debiendo algunas veces optar por tomar taxis cuyo coste le suponía un fuerte desenvolso. Se acordó entonces de las bernditas ánimas del Purgatorio, que siempre le habían agradecido su innegable devoción. Según nos decía, cuando necesitaba dirigirse a Vigo, iba al peto, les daba una limosna y les rezaba, y siempre se producía el mismo efecto: la mujer se ponía en la puerta de la casa, y al cabo de unos instantes por allí pasaba algún convecino con coche que viajaba hacia Vigo, y conociendo su problema, se ofrecía a llevarla.

Evidentemente, estos relatos no dejan de ser vivencias personales, y además fueron recogidas de boca de una persona cuya vida transcurrió durante el siglo XX, por lo que siempre podremos poner objecciones a cualquier generalización social o cronológica. Sin embargo, nos ofrece la perspectiva religiosa de un individuo profundamente devoto de las ánimas del Purgatorio, en un nivel semejante al que cualquier otra persona podría sentir por un santo determinado, lo cual, quizás en apariencia, lo veríamos como más normal. Sin embargo, la gran proliferación de petos de ánimas durante los siglos XVIII y XIX, permite pensar que muchas personas mostraron una acentuada veneración por las ánimas, independientemente de otros personajes celestiales. El reto ahora planteado es tratar de averiguar si este culto tan en principio atípico ocupa en la escala religiosa popular un papel más secundario que el dispensado a los santos tradicionales. Hay un hecho indiscutible: capillas dedicadas a las ánimas no hay precisamente muchas, y no obstante las manifestaciones artísticas relacionadas con ellas, tanto a nivel popular como más oficial, son innumerables. De ello es factible deducir, que aún no discutiendo que el culto a las ánimas era general, da la impresión que anidaba más en la esfera de lo íntimo y subjetivo, que en lo social. Y ello, aún contando con que las ánimas del Purgatorio recibían en todas las parroquias algunas misas al año, financiadas con las limosnas recogidas en los petos y en los limosneros. Esta función cultual parece ser la única manifestación social relacionada estrictamente con esta particular creencia.

2.2. La cuestión de las ofrendas en los petos de ánimas.

En las fotografías adjuntadas con este trabajo vemos como en la repisa ante el retablo, además de alguna pequeña imagen y velas, hay varias mazorcas de espigas geminadas. Es ésta una constante en los petos de ánimas: aún en la actualidad los residentes próximos a estos monumentos suelen ofrendar alguna espiga de maíz o bien patatas. Sin embargo, se tiende a dejar espigas geminadas o bien patatas con ojos tan desarrollados, que en realidad parecen varias patatas nacidas de un núcleo común. No es éste un tema desconocido en la etnografía gallega que se ha ocupado de la descripción de los petos de ánimas, pero ciertamente no se ha profundizado en el tema. Al hablar del peto de ánimas de Cortellas (Padróns, Ponteareas) ya habíamos señalado que además de otros motivos sociológicos y devocionales, los petos de ánimas servían para recaudar fondos con los que se financiaban las misas por las benditas ánimas del Purgatorio. Esta aportación pecuniaria podía provenir de las limosnas depositadas en la hucha que siempre tienen insertada, o bien de la comercialización de los productos agrícolas también dejados allí como ofrendas en especie. De hecho, hemos podido ver algún peto de ánimas con un receptáculo adosado del que se nos dijo que se utilizaba para depositar espigas de maíz que después serían vendidas. Tal como nos ha llegado esta costumbre a nuestros días, los productos más utilizados para ofertar eran el maíz y las patatas. Sin embargo, y en esto nos da la impresión de que no se ha reparado, el tipo de mazorca o tubérculo más utilizado es el que se ha desarrollado en forma geminada, tal como más arriba hemos comentado. Por desgracia todavía no hemos encontrado ni explicaciones populares ni paralelos que nos ayuden a comprender con seguridad las razones de esta preferencia sobre tipos más normales. La única referencia acerca de este tema la obtuvimos en Matamá (Vigo), donde un vecino de la localidad ya mayor recordaba cómo su madre reservaba este tipo de mazorcas y las colgaba en la techumbre de la buhardilla, pues según tenía entendido eran para las ánimas. Pero tampoco esta persona fue capaz de indicarnos alguna razón convincente para esta costumbre.

La explicación de este enigma quizás no sea tan enrevesada como a primera vista se pudiera suponer, si bien, de momento en la subsiguiente aproximación interpretativa, se debe tener presente que nos moveremos en el terreno de la conjetura. Probablemente la elección de este tipo peculiar de patatas o espigas, en el fondo, a falta de dinero, no era más que la obligada limosna en especie de los dos productos de la tierra que más tiempo podrían conservarse. Sin embargo, dado que se trataba de realizar un presente para el culto de las ánimas, quizás se escogía aquellos especímenes que plásticamente más recordaban a las ánimas del Purgatorio: varias espigas de maíz o patatas nacidas juntas. De todos modos, reconocemos que esta explicación tal vez peque de simplista, y aún considerando su perfecta viabilidad, tampoco debemos descartar un razonamiento de mayor calado socio-religioso, la cual por el momento se nos escapa por la falta de datos más precisos.

Vigo a 31 de Julio del 2002





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© Julio Fernández Pintos, 2002